1686.
Nace en Güímar el guanche Tomás Hernández Oliva, futuro
sacerdote de la secta católica.
Decidido a seguir la carrera
eclesiástica comenzó sus estudios en el convento de Güímar y en 1703 recibió la
primera Tonsura y las cuatro Ordenes Menores, de manos del Obispo de Canarias
don Bernardo de Vicuña y Zuazo. Con el fin de obtener la suficiente
congrua para su ordenación de
Presbítero, su padre fundó una Capellanía en La Laguna, por escritura
otorgada ante el escribano público don Pedro de Uribarri en 1706; en ella
nombró primer capellán a don Tomás Hernández y después a los demás hijos y
descendientes de los dichos, prefiriendo el mayor al menor y el más docto,
aunque fuese menor, al menos docto; eran piezas de esta Capellanía unas casas
altas y terreras con su sitio, dos fanegas de pan sembrar en Los Majuelos o
Calvario, una fanega y media en La
Longuera, once almudes de viña en La Ladera, cuatro almudes y
medio de viña en El Lancón, un tributo de diez almudes de trigo en Agache y un
tributo de cinco reales en La
Hoya del Conde. A título de esta capellanía don Tomás se
ordenó de presbítero y obtuvo el título de licenciado en Sagrada Teología; ya
sacerdote, en 1709 actuó como testigo en la toma de posesión del Beneficiado
propio don Domingo de Páez y Galdona.
A partir de este año quedó
adscrito a la parroquia de San Pedro, donde, sobre todo, colaboró con el
beneficiado en la celebración de bautismos; además, aplicaba anualmente las 15
misas que le correspondían por su capellanía, así como las que muchos
güimareros le dejaban en sus testamentos. En estas funciones permaneció el Sr.
Hernández de Oliva hasta 1724, año en el que decidió embarcarse para América,
ignorándose desde entonces su paradero. No obstante, continuó figurando como
capellán, siendo aplicadas las misas de su Capellanía por don Juan Alonso
Ximénez, Fray Joseph Betancourt y don Cristóbal Alonso Hernández Núñez. Los
secuestrarlos de los distintos bienes con que estaba dotada la capellanía
fueron nombrados desde 1755 por el presbítero don Pedro de Castro y Ledesma, en
virtud de comisión otorgada por don Tomás Hernández de Oliva; entre ellos
figuraron don Juan Núñez, don Juan González, don Joseph López Afonso, don
Donringo Campos y don Joseph González Leonardo, quienes tuvieron que pagar las
misas adscritas a la misma. En 1781 se declaró vacante la Capellanía, "por
haber cerca de 60 años que D. Tomás se encuentra ausente en las Indias de su
Magestad, por lo que se supone que ha falleció", pues no habían noticias
suyas desde que se ausentó; en esa misma fecha se nombró capellán a don
Cristóbal Bencomo, por entonces "clérigo de Menores y Maestro de
Pages", que llegaría a ser arzobispo de Heraclea y confesor del Rey de España Fernando VII.
Imagen; Cristóbal Bencomo.
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