Playa
De La Sepultura
en la costa de Tamargada.
Farrafiaban las luces
de la mañana, en un oscuro día de invierno de 1770, cuando los marullos de mar
de más de veinte metros alcanzaban la sabina que está sobre el burrillo en la
parte derecha de la playa de Agana (Vallehermoso).
Una pequeña nave de
unos cuarenta metros de eslora y poderoso velamen parecía estar en apuros y se
disponía a entrar en la bahía a pesar de aquel infierno.
Le venía persiguiendo
un velero pirata, pero ya con una vía de agua a babor, algunas velas
destrozadas y sin trinquete era mejor encallar, cuando entraban uno de aquellos
oleajes cruzados, como si fuera de juguete, los llevó en su cresta hasta
quebrarla contra los riscos y todo saltó por los aires.
Algunos gomeros de la tribu
(familia) de los raya en los bajos de Tamargada, que presenciaban la catástrofe
se apresuraron a bajar hacia la playa para socorrer a los cinco tripulantes que
habían sobrevivido y yacían en la arena medio inconscientes y con riesgo de ser
arrastrados.
Lograron sacar a los
desconocidos marinos hasta la zona del barranco lejos de la mar embravecida,
junto a ellos se encontraban unas tablas de proa donde so podía leer "La Mosca". Aquellos
extraños fueron acogidos por los gomeros e integrados en una nueva forma de
vida (la tradición oral asocia a esto la existencia en la zona de familias con
pelos rubios o pelirrojos, pecosos y ojos claros).
Al pasar de los años
el mar arronsaba uno de los cañones de La Mosca, alguien lo comunicaba al poblado y en
pocos minutos quince o veinte hombres, entre ellos los cinco extranjeros,
arrastraban la pesada pieza fuera del alcance de las olas, después de unos
momentos de curiosa observación todos regresaron a su poblado.
Al día siguiente,
algunos jóvenes daban a todos la voz, el cañón estaba sumergido a ocho o diez
metros de la orilla, debajo al hoy llamado risco de Genaro.
Entre todos volvieron
a rescatarlo, más al amanecer pudieron ver con asombro como volvía a estar bajo
las aguas, aquella noche varios vecinos decidieron quedarse vigilando, llegada
las doce una enorme maza de luz pareció moverse bajo las aguas hasta llegar a
la orilla, todos quedaron inmóviles contemplando como surgía de las aguas una
hermosa mujer de gran cabellera negra y largas piezas blancas a forma de
vestido que descalza sobre la arena se dirigía hacia el lugar donde estaba
situado el artefacto, le cogía en sus brazos y después de colocarlo bajo el
agua, se perdía en las profundidades.
La tradición oral
cuenta así, en lo esencial esta leyenda, al barco La Mosca que huye de piratas,
que naufraga, que algunos vecinos de Tamargada son descendientes de ellos, que
el cañón lo sacaban y por las noches una mujer se lo llevaba y que actualmente
el cañón yace medio fundido en un trozo de rompeolas de cemento, lo demás son
adornos para complementar la narración.
Decir también que
algunos dicen que el barco encalló en la playa de La Sepultura y que luego
los cañones fueron arrastrados por la marea hacia la playa de Vallehermoso.
Revista Eseken.
Nº 4. 1998.
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