EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA UNA HISTORIA RESUMIDA DE
CANARIAS
CAPITULO III: DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO XV.
1491 - 1500
Eduardo
Pedro García Rodríguez
1496 mayo.
Notas en torno
al asentamiento colonial europeo en el Valle Sagrado de Aguere (La Laguna)
después de la invasión y conquista de la isla Chinech (Tenerife).
Las fiestas introducidas en la colonia por
los europeos: Participación de gremios y colectivos.
Según el
investigador Alejandro Ciuranescu en 1496 tuvo lugar la primera presesión del Corpus.
El obispo Cámara y Murga
establece en 1629 de manera prácticamente
definitiva la organización del cortejo.
El Corpus: Introducción.
“A tenor de
la tradición, es la fiesta más antigua de la ciudad, cuando ni siquiera
había población civil, sino algún campamento militar, que debió
constituir por otra parte el germen urbano primitivo. No tiene nada de extraño
que así haya sido. El Corpus era ya una fiesta enraizada en Castilla, y como
en otras celebraciones, como la Semana Santa, simplemente se traslada lo
castellano. Como señala Bennassar, el Corpus se refuerza después de la Reforma
y del Concilio de Trento, pues se le instrumentaliza para proclamar
pomposamente la presencia de Cristo bajo las especies del pan y del
vino. Pero en el caso del archipiélago, y más aún de Tenerife, donde
con el correr del tiempo fue más masiva la afluencia y avecindamiento
de extranjeros, se hizo más patente la necesidad de resaltar con
todo ornato y magnificencia este emblemático festejo, cuyo acto más
trascendental y ocasión de impresionar a los foráneos era la procesión.
Será, por otra parte, uno de los argumentos que se esgriman para
justificar los eleva dos gastos, sobre todo cuando a mediados del s. xvii
la isla atraiga a numerosos británicos.
Las
disposiciones municipales sobre su celebración están documentadas desde los
primeros años del s. xvi, y desde esos comienzos tuvo un carácter
fuertemente gremial, bien es verdad que acuciados los artesanos
por las autoridades. En 1507 se ordenaba que todos los oficiales de
la isla saliesen procesionalmente por el Corpus con sus oficios segund
que en Sevilla se acostunbra haser, y que todos los oficios contribuyan
para la fiesta. Al año siguiente se apoderaba a Vergara e Hijas para
la fiesta del Corpus, de forma que viesen los juegos y maneras de
alegría que aquel día estaban a cargo de los oficiales y otras personas.
Los comisionados concejiles podían compeler a los artesanos para
que colaborasen en los repartimientos, y en general para que cada
vecino participase pecuniariamente de acuerdo con la cuota que se le había
señalado. También la corporación estaba atenta a las quejas de
muchos artesanos, que sospechaban malversación de fondos por parte de los
mayordomos, ordenando en 1509 que diesen cuenta de los gastos. Posiblemente por
esa razón se encomendase en más de una ocasión a los regidores diputados, en
esa etapa en que la financiación recaía fundamentalmente en los artesanos, que
hubiera templanza en los gastos. Como se señaló en un apartado anterior,
el papel de los diputados de fiestas fue fundamental. Por ejemplo,
en 1514 se indicaba
que debían estar atentos a ensayos, la puesta a punto de regocijos, la elección de los mayordomos de los oficios y
los repartimientos convenientes, y
transcurridos 20 días de la finalización de las fiestas, debían instar a los mayordomos para que les
presentasen cuentas con pago.
Los actos
no estrictamente religiosos —no siempre es sencillo disociar lo
profano de lo clerical, sobre todo si consideramos la procesión— se
fueron consolidando en pocas décadas, incluyendo como platos
fuertes el teatro, los toros y las cañas, y duraban las alegrías unos diez días al menos, por
supuesto con intermitencias. Traemos a 1527 la procesión salió
de Los Remedios, y en ese último año hubo acuerdo —como se
recordará— entre los feligreses de las dos parroquias acerca de la igualdad de las fábricas
de las dos iglesias y sobre la alternancia en
las procesiones.
A
comienzos del s. xvii el obispo Ceniceros disponía qué tipo de ornato
debía caracterizar a la parroquia que celebrase la procesión: juncos,
juncia, ramos y otras hierbas, además de doseles, tafetanes y tapices. El orden fijado por él
para los actos de ese día era éste: misa solemne,
procesión, exposición del Santísimo, posible representación teatral después del
canto de vísperas y completas, y finalmente, procesión con el Santísimo bajo
palio y con incienso dentro de la iglesia. También se celebraba la octava, día
en que después de vísperas, se llevaría
el Santísimo en procesión a la parroquia que sería el centro de culto el año siguiente, e igualmente esa jornada
las calles estarían adornadas, así como las iglesias, con sedas, ramos,
hierbas, etc. El interior del templo rebosaba
resplandor y magnificencia esos días. El beneficiado Medina indicaba que en
1684 el altar mayor se hallaba pletórico
de luces, dispuestas en cuatro gradillas de plata, a modo de pirámides, con
diversidad de blandones y candeleras.
El obispo Cámara y Murga
establece en 1629 de manera prácticamente
definitiva la organización del sacro cortejo. El comienzo de sus disposiciones
sinodales, por cierto, era toda una incitación a la continuidad en los
cuantiosos gastos municipales: esta fiesta es la más re-gozijada y con mayor solenidad recebida entre las
fiestas del año (...) y assí es justo se acuda con gran demonstración y no se
repare en el gasto que cada iglesia pudiere hazer semejante día. Cuidaba el prelado de encarecer el máximo ornamento en las calles, que deberían contar
con doseles, tafetanes, tapizes y sembradas con variedad de ramos, rosas
y flores, por cuenta de las fábricas si las ciudades y lugares no acudieren por tener alguna costumbre y obligación.
En cuanto a la procesión en sí,
se aconsejaba la presencia de mucha cera, hachas y cirios. Como ya se observaba, abrirían el desfile
los pendones de todas las cofradías, y
tras ellos los santos de su advocación, conforme la costumbre y antigüedad,
pero sólo el pendón del Santísimo se situaría ese día más inmediato a la Custodia. Tras las imágenes irían las cruces
de las parroquias; a continuación, el
clero regular según antigüedad, y en
postrero y más preeminente lugar se ubicaría toda la clerecía según antigüedad,
precediendo los beneficiados enteros y medios. Las andas las portarían 4 ó 6 clérigos, según el peso de la
custodia, a los que se pagaría, y
las varas del palio las llevarían los que tenían costumbre, como la Justicia y Regimiento. Elemento singular
del cortejo era un órgano portátil,
que con varios músicos solemnizaban aún más la función.
Las ordenanzas
municipales también se refieren a la procesión como muy sumptuosa, pero naturalmente se incide más en la
vertiente profana, señalándose diversos elementos de regocijo como fuegos, carretones,
danzas... Tanto los regidores, como los jurados y el escribano del Concejo,
debían marchar en forma de ciudad portando sus varas. Obligatoriamente, los
vecinos de las calles por donde transitaba el cortejo tenían que tenerlas barridas y regadas y
entapizadas i enrramadas y con
perfumes, y donde no hubiese vecinos
correría a cargo de los más cercanos. No contento con estas normas cívicas, se
invitaba a todos a observar en la
procesión contrición i reverencia.
Como se ha
señalado, los gremios desfilan con sus santos, pendones, a veces con
carretones, pugnando por figurar en un lugar preeminente. El cortejo va
acompañado por danzarines, de los que luego se hablará, así como por
otras figuras como los papahuevos y la tarasca, una especie de dragón.
Por diversos autores se ha significado que las figuras acompañantes de
la comitiva son restos de muy antiguas representaciones simbólicas
eucarísticas, así como la tarasca o «bicha» sería el símbolo de la
victoria de Cristo sobre el infierno. La festividad conservó durante
siglos gran parte de su contenido primitivo, como se deduce de una
descripción de principios del siglo xix.
Antes
se aludió a que tanto las autoridades religiosas como municipales ponían
énfasis en el aderezo vegetal de las vías públicas procesionales. En efecto,
las calles se enramaban a costa de los vecinos, que eran obligados por la autoridad a adquirir el
vegetal. Incluso por esas fechas se hacía
una excepción con las ordenanzas que protegían los montes, para el adorno de las calles por ser para obligación
tan precissa. Las tres plazas de la ciudad se llenaban de ramas
y yerbas, y en la de Los Remedios, al menos en 1669, se confeccionó una fuente;
ese año, la víspera se llenó la torre de Los Remedios de luces, y el día de la procesión hubo cantidad de ruedas de fuego
en las plazas.
La
incorporación de un águila a la procesión es tardía, según se deduce de
la instancia cursada por el maestro pintor Gonzalo Hernández de
Sosa, vecino de La Laguna, en 1660, quien indicaba que el águila
llevaba una corona imperial en la que se encerraba el Santísimo Sacramento.
Las
danzas.
Durante el trayecto procesional
se bailaban danzas desde el s. xvi. Parece
que en la siguiente centuria se le añade otra, costeada prorrata entre las vendederas, a las que se apremiaba
anualmente para que cumpliesen con su
obligación. En realidad, desempeñaban un papel pasivo de contribuyente, pues los diputados nombraban a alguien para que agilizase el tema y repartiese el costo entre
ellas.
Música,
danza, religión... Desde tiempos remotos son realidades que van unidas. En La Laguna se
estilaba en sus principales fiestas. En las
que costeaba el Ayuntamiento era obligada su presencia en las tres fiestas clásicas (Corpus, S. Juan, S. Cristóbal),
ofreciéndose una o dos en cada una de ellas. Estaba organizada y dirigida —a
veces incluso inventada— su
ejecución por vecinos laguneros (Marcos González, Domingo Cardoso, Pedro de Saes, Melchor Luís, Mateo de
Lima...), algunos de los cuales eran
incluso autores o maestros de danza. Huelga decir que estos personajes se dedicaban a otros menesteres
para vivir, como Melchor Luís, que era herrero. En las danzas, que se
interpretaban durante tales desfiles,
intervenían ellos mismos acompañados de otras figuras (o danzarines) que utilizaban máscaras, iban bien
vestidos —el traje lo proporcionaba el Cabildo y le era devuelto— y se movían
al son de tamboriles, que al menos en una ocasión se especifica que eran
tocados por negros. El número de
bailadores de cada danza solía estar entre 5 y 8, con predominio de este último número, y en una ocasión
se habla de una mixta con tres
miembros masculinos y tres femeninos. El Ayuntamiento pagaba, igual que las
comedias, en tercios, y su precio oscilaba entre los 85 y 100 rs., pero
naturalmente ignoramos la parte que se quedaba el director y lo que repartía entre sus acompañantes.
Junto a las danzas, se habla alguna
vez de bailar danzas e inventivas. Es muy probable que las danzas se
asemejasen a las del Corpus sevillano, y por tanto fuesen simbólicas a veces y
variadas: baile de los matachines, ángeles y demonios, amazonas, villanos, espadas, etc.
El teatro.
El Corpus
era una de las escasas fiestas que siempre llevaban incorporada
algún tipo de representación teatral desde fechas antiguas, a costa de la
hacienda municipal. En su momento se tratará de los deta-lles;sólo
adelantaremos ahora que las noticias disponibles apuntan a que
básicamente se trataba de comedias populares, de conocidos autores barrocos, y
apenas en una ocasión y tardíamente, en 1675, se habla de autos
sacramentales.
Durante el
s. xvi las escenificaciones se desarrollaron en la plaza mayor de S.
Miguel, costeadas por el Ayuntamiento —lo que favorecía una nutrida
asistencia—, o en el interior de las iglesias parroquiales, e incluso
sabemos de una ocasión en que, con motivo de encontrarse la imagen de S. Juan
Bautista en el convento de Santa Clara, se determinó que la
comedia y danzas del Corpus también tuvieran cabida para festejar al
santo en ese monasterio. Pero en el último cuarto de la centuria
comienzan los problemas con la autoridad eclesiástica. Uno de esos
episodios, el mantenido con el obispo d. Cristóbal Vela en 1578, es
particularmente tenso. Resulta que cuando ya se hallaba todo dispuesto
para celebrar el Corpus de la manera habitual y estaba levantado el teatro en
la capilla mayor de la parroquia, el obispo se niega a que la
obra se figure en su interior, a pesar de las tentativas
concejiles para que cediera en su actitud. Al final se decide llevar el asunto a
la Corte y suspender la función prevista. La misma disposición reticente mantendrá el
obispo Figueroa, que en 1590 veta el teatro
en iglesias y ermitas.
Un parecer
más templado mantendrá el puntilloso prelado Ceniceros a comienzos del s.
xvii; en parte escarmentado por determinadas composiciones que no le parecían
acordes con el lugar y la ocasión, en su visita a la capital
ordenó que se representara fuera de la capilla mayor y reglamentó
minuciosamente los pormenores que debían regir la teatralización. Si
la comedia era apta se podía escenificar por la mañana o por la tarde,
pero fuera de la iglesia. Para ello se alzaría un altar frente a
la puerta por donde habría de salir la procesión y allí se colocaría el
Santísimo. Entre el altar y la puerta tomarían asiento el preste y todos los
clérigos con sobrepelliz, el vicario y los prebendados. Fuera de la
puerta se levantaría un tablado más bajo que el altar para la comedia, y
los comediantes comenzarían venerando al Santísimo. A ambos lados
se dispondrían dos tablados adornados de igual manera, uno para la ciudad y otro
para los religiosos, pero nadie se podía sentar en sillas.
Todo
esta estricta regulación, demasiado minuciosa y estricta para ser
cumplida, es el resultado de un enfrentamiento con el Cabildo ese año con motivo de la forma de
disponer los asientos en la iglesia, lo que
contrastaba con la receptiva y colaboradora disposición mantenida el año precedente (1601), hasta el punto de que
personalmente señaló en la iglesia de los Remedios el lugar donde se
debían colocar los asientos para la
corporación. Ésta levantó unos asientos altos, de unos 5ó6 palmos
(1-1, 20 ms., aproximadamente), desde los que asistió a la misa, comedia y otros regocijos, pero
repentinamente, en 1602, el prelado
se opuso con rotundidad a que los asientos rayasen a tal nivel. A pocas fechas
de la celebración, los regidores no aciertan a tomar una decisión y los
diputados urgen a que se clarifique el lugar del espectáculo. La disparidad de
opiniones es enorme. Como todo gira en torno a la altura de los asientos,
Trujillo de la Coba propone llegar a un pacto con el obispo: ellos renunciaban a los asientos elevados
si se les garantizaba que sólo el
Cabildo iba a ocupar la capilla, cuyos bancos debían cubrirse con paños y alfombras. El regidor Soler, en
cambio, apoya al prelado, pues además
entiende que Ceniceros en ningún momento ha negado la capilla al Ayuntamiento, pero la mayoría de
regidores concuerda con Luis de
Samartín, defensor del privilegio que disfrutaba la corporación desde hacía más de 50 años de situarse con
asientos altos.
Es
muy posible que la Iglesia presenciara el ensayo o se le entregase el guión
antes del estreno, sobre todo en el s. xvh,
pues Ceniceros se lamentaba en 1602 de que algunos años se habían
escogido obras indignas de ser presentadas delante del Santísimo. Para
evitar esto, ordenó que en lo sucesivo el vicario encomendara revisar las
comedias o entremeses a persona docta y de buen parecer, quien indicará no
sólo si
tiene o no algo contra la fe, sino si es o no conveniente y digna, si favorece o no las buenas costumbres, si es o no
divertida. Incluso prácticamente fija la hora de la comedia, que
debía ser después del canto de vísperas y completas.
Como
se ve, el intervencionismo de algunos prelados iba más allá de la mera
persecución heterodoxa, y hasta podía vetar una pieza de Lope de
Vega porque no le parecía amena. Menos mal que entre lo que
ordenaba la jerarquía y lo que hacían los clérigos del lugar mediaba una
cierta distancia, a pesar de los recordatorios plagados de amenazas,
especialmente referidas a las comedias del Corpus: en las Sinodales de Murga' se penaba con
excomunión mayor y 10 ducs. la no presentación
de las obras a la consideración del obispo, provisor o vicario, trasladando su examen a personas doctas
y de buen parecer. Este prelado daba
un paso más en el distanciamiento iglesia-teatro, pues era totalmente reacio a la representación de
las comedias en el interior de los templos. Su reflexión motivadora no tiene
desperdicio: porque aunque sean buenas, suelen traer muchos inconvenientes representadas
en las iglesias y causan mucha irreverencia, con ruidos, bevidas, posturas de cuerpos, pláticas y palabras
deshonestas de mucha gente moga; ahora bien, con las debidas
licencias se podrían interpretar fuera de
las iglesias, a su alrededor, pero por la tarde, pues por la mañana la
gente debía asistir a la procesión y la concurrencia se diminuiría porque
quedan cansados de la comedia, y además convenía acabar la procesión a hora prudencial, antes de que el calor del mediodía se tornara sofocante..
En cuanto a
los protagonistas, al menos en el s. xvii se puede hablar de auténticas
compañías con autores (directores), con actores que se repiten año tras año y son
conocidos y venerados por los espectadores,
pues los diputados de fiestas hacen constar en los contratos ante notario
con los responsables de la compañía la obligada presencia de algunos de ellos. No se trata, desde luego, de
profesionales. No había en la isla corrales de comedias ni una presencia
continua del teatro en todas las festividades como para pensar en algo así. El
limitado número de actuaciones
teatrales no podía justificar una dedicación absoluta.
En La Laguna eran tres las
fiestas municipales merecedoras de esta
cara diversión: Corpus, S. Juan y S. Cristóbal, pero sobre todo las dos
primeras. Sólo hemos encontrado un contrato relativo a una representación para las fiestas del Cristo de 1629, desde luego pagando el proveedor de las mismas. Meses antes del
evento los representantes concejiles
fijaban por escrito las condiciones laborales, personas que actuarían, el nombre de las piezas... Es frecuente
el que se exija que unos días antes
de la actuación los comediantes verifiquen ensayos delante de los contratantes, de modo que los regidores
pudiesen comprobar la calidad del espectáculo: cuidadoso estudio de los
papeles por parte de los actores,
nivel y honestidad de la obra, decorado, etc. Eran, además, días de intensos preparativos, en los que el
Ayuntamiento debía entregar a los participantes
la indumentaria, pues ésta corría a cargo de la corporación, y se daban los últimos retoques al tablado. Las
comedias, como ha señalado Cioranescu, son generalmente novedosas, de
modo que el público estaba
prácticamente «al día» del teatro español.
Descendiendo
al terreno de lo concreto, La Orotava parece ser la principal cantera teatral
de la isla, y en segundo lugar figura La Laguna. En alguna ocasión se
utiliza el término «compañía», que si es verdad puede resultar pomposo, sólo se
le halla unido a los nombres de los principales directores-actores de la época
(años treinta del s. xvii): el dúo de orotavenses Francisco Rodríguez Sardo y
Francisco González, y el lagunero Diego Bravo de Acuña. En particular, los
primeros debieron contar con un plantel más o menos fijo de actores o «figuras»
de segundo orden, que acompañaban habitualmente a sus directores y a los de primera
fila como Diego Bravo, a quien se reclama en los contratos como
intérprete indispensable y que parece llegó a formar su propia compañía. A
estos actores relevantes se les pagaba aparte del contrato establecido con los
diputados concejiles (el Cabildo y alguna que otra cofradía importante de
lugares como Garachico son casi los únicos clientes), o incluso se
declaraba qué parte de la fijada en el concierto económico se destinaba
a remunerarlos. Esto significa que la mayor parte de los ingresos
eran para los autores de las compañías, pero también que
los ejecutantes destacados estaban bien recompensados. Pensemos, por
ejemplo, que Diego Bravo cobraba 200 rs. por dos comedias. Los
precios totales que perciben las compañías por pieza varían, pero se mueven
entre los 500-550 rs., que se percibían en pagos fraccionados, generalmente
en tercios (uno en el momento de firmar el contrato, otro el día del
ensayo general, el último al acabar la representación).
Los
contratados se comprometían a buscar todas las figuras necesarias —sin
recurrir a suplir unas por otras, que no era del gusto del público—, y
a estudiar bien los papeles. Unos tres días antes de la representación
(por ejemplo, el lunes antes del Corpus), debía realizarse un ensayo
general ante los diputados concejiles. Las obras, como se anticipaba
antes, suelen ser las conocidas en España y de muy reciente estreno,
aunque a veces no se menciona el título, pues se deja al gusto del
cliente. Para hacernos una idea, digamos que los laguneros pudieron
disfrutar de obras de Calderón de la Barca (La dama duende, Casa con dos
puertas), de Luís Vélez de Guevara (El primer conde de Orgaz), de Tirso de
Molina (La villana de Vallecas) o de Lope de Vega (Quien bien ama, tarde olvida). Como es sabido, el orden
escénico solía ser el siguiente en el
Seiscientos: un preliminar de música y canto,
seguido de una loa, a continuación de la cual comenzaba la obra de
teatro propiamente dicha, escenificada en tres actos, en medio de los cuales se representaban entremeses. Al final
podía haber un baile, saínete. Sin
embargo, es probable que, dado que todo eso comportaba gastos adicionales, se prescindiera de
algunos de esos elementos. De hecho,
de los 12 contratos examinados, sólo en uno se hace mención a loas y entremeses, mientras en otros dos
sólo se citan estos últimos, pero uno por comedia, lo que hace pensar que se
trataría quizá de un preludio a la
obra.
Cuando las comedias se
celebraron en la plaza del Adelantado, el Ayuntamiento se gastaba sus buenos dineros
en levantar tabladillos: uno, alto, sobre
los portales del Consistorio, era para que tomasen asiento los miembros
de la corporación; otro, para la clerecía y otras
personas honradas. Esto suponía unos 500 rs., y el dispendio sólo se
moderó a partir de 1612, en que se decide disponer una reja de hierro en lugar
del tabladillo, a imitación del cabildo grancanario y de otros
españoles, pero el otro tabladillo destinado a particulares por lo menos
subsistió hasta dos años después, cuando un regidor propuso finalizar esta costumbre, pues además apenas acudían doce clérigos y otras personas eludían su uso porque personas
comunes —se habrá reparado en la
sutileza terminológica para realizar clasificaciones sociales— se
sentaban en él haciendo caso omiso de la reserva.
“ (Miguel Rodríguez Yánez. La Laguna 500 años de historia
La Laguna durante el Antiguo Régimen
desde su fundación hasta el siglo XVII. Tomo I. Volumen II.: 996. y ss.)
1496 Mayo 29. Morón. Incitativa al bachiller Alonso Fajardo,
gobernador de Gran Canaria, para que determine en la demanda de doña Inés
Peraza, vecina de Sevilla, que reclama, en nombre propio y en el de su vasallo
Pablo, los maravedís que les deben doña Beatriz de Bobadilla y otros vecinos
del Hierro. Johannes episcopus. Johannes. Andreas doctor. Franciscus
licenciatus. Petrus. Mármol. (E. Aznar; 1981)
1496 Mayo 29. Morón. Doña Ynés de Peraza. Comisyon.
Provisión del Consejo real para que el gobernador de Gran
Canaria Alonso Fajardo resuelva en derecho sobre el débito de seiscientos mil
maravedíes que doña lnés Peraza, señora de Lanzarrote, reclamaba a Alonso de
Lugo, gobernador de Tenerife.
Don Fernando e doña Ysabel, etc.
A vos el bachiller Alonso Fajardo, nuestro governador de la Gran Canaria, salud
e gracia. Sepades que doña Ynés Peraça, vesina de la cibdad de Sevilla, nos
hiso relacion por su petic;ión, que ante nos en el nuestro Consejo presentó,
disiendo: que Alonso de Lugo, gobernador ques de las yslas de Canaria e
Tenerife, dis que le deve y es obligado apagar seycientas mill maravedís; las
quales dis que como quier que por su parte muchas vezes ha seydo requerido el
dicho Alonso de Lugo que ge los dé e pague, que lo non ha querido nin quiere faser,
poniendo a ello sus escusas y dilaciones indevidas, en lo que dis que ella ha
rescebido mucho agravio e daño; e nos suplicó e pidió por inerc;ed que sobre
ello proveyésemos, mandando al dicho Alonso de Lugo que luego le diese e pagase
las dichas seycientas milI maravedís, o como la nuestra merc;ed fuese. E nos
tuvímoslo por bien; e confiando
de vos que soys tal persona que
guardaréys nuestro servic;io e el derecho de las partes, e bien e fiel e
diligentemente faréys lo que por nos vos fuese encomendado e cometido, es
nuestra merc;ed e voluntad de vos lo encomendar e cometer lo susodicho; e por
la presente vos lo encomendamos e cometemos. Por que vos mandamos : que luego
veades lo susodicho, e llamadas e oydas las partes a quien atañe, lo más
brevemente e syn dilaçión que ser pueda, syn estrépitu nin figura de juic;io,
solamente la verdad sabida, libredes e determinedes en ello lo que fallardes
por fuero e por derecho, por vuestra sentenc;ia o sentencias asy
ynterlocutorias como definitivas; la qual e las quales, e el mandamiento o
mandamientos que en la dicha raz6n dierdes e pronunciardes, llevedes e fagades
llevar a pura e devida execuçión, con efecto quanto e como con fuero e con
derecho devades; e mandamos a las partes a quien toca e atañe e a otras qualesquier
personas, de quien entendiéredes ser ynformado e mejor saber la verdad erca de
lo susodicho, que vengan e parescan ante vos a vuestros llamamien- tos e
enplazamientos, a los plasos e so las penas que vos de nuestra parte les
pusierdes o ynviardes poner , las quales nos por la presente les ponemos e
avemos por puestas. Para lo qual todo lo que dicho es, vos damos poder conplido
por esta nuestra carta, con todas sus yncidencias, dependencias, anexidades
econexidades. E non fagades ende al por alguna manera, so pena de la nuestra
mereed e de dies mill maravedís para la nuestra cámara. Dada en la villa de
Morón, a veinte e nueve dyas del mes de mayo del año del nasçimiento de nuestro
salvador Ihesu Christo de mill e quatrocientos e noventa e seys años. =
Johannes, episcopus astoricensis. = Johannes, doctor. = Andrés, doctor. = Fran-
ciscus, licenciatus.=Petrus,
doctor.=Ego Alonso del Mármol, escrivano de cámara, etc. (A. Rumeu 1975:441)
1496 Mayo 30. Morón. Orden a las justicias de Jerez de la Frontera
para que amparen y defiendan en la posesión de unas casas de la collación de
San Marcos, en dicha ciudad, al jurado Fernando de Herrera, que las tiene en
nombre propio y en. el del jurado Francisco de Vera y el comendador Juan de
Vera, sus tios, y el de doña Catalina de Vera, su prima. Episcopus
Astoricensis. Johannes. Andreas. Gundisalvus licenciatus. Franciscus licencia
tus. Vitoria. (E. Aznar; 1981)
1496 junio 26.
Pedro Canario (vesino de Sevilla en la collación de
Santa Maria hace su poder a Diego Ariñez (escrivano de Sevilla, vesino desta
dicha Ciudad). . . para los pleitos movidos o por mover... (J. M.,
fol. 221 v.). (En: Francisco
Morales Padrón, 1961)
1496 Junio 30. Almazán. Merced a Rodrigo de Villacorta, repostero
de camas de Sus Altezas, de la escribanía del concejo de La Palma. Se ordena al
concejo' y vecinos de dicha isla, que reunidos en ayuntamiento, le tomen
juramento y le reciban en dicho cargo, cop los derechos y salarios
correspondientes., El Rey y la Reina. Parra. En forma: Rodericus. (E. Aznar;
1981).
1496
julio 7.
Penetración del catolicismo en el
Archipiélago Canario según el clérigo católico e historiador José de Viera y
Cavijo.
“De don Diego de Muros,
decimoquinto obispo
Este fue don Diego de
Muros, hijo de padres nobles, natural de la villa de Muros de Noya, en
Galicia, de la cual tomó el apellido. Había pasado a Roma en calidad de
secretario del cardenal Mendoza, siendo ya doctor de ambos derechos y canónigo de Santiago. El
mismo cardenal, cuando fundó el colegio de
Santa Cruz de Valladolid, le dio en
él la primera beca y prosiguió colmándole
de beneficios eclesiásticos, de tal manera,
que don Diego de Muros fue chantre de Ubeda,
deán de Jaén, canónigo de Santiago, de Sevilla,
de Oviedo y de Sigüenza y, por último, deán
de la misma iglesia de Compostela.
Siguió
al cardenal, su generoso protector, en la guerra y campo de Granada, y se refiere que,
conociendo la grave necesidad que había en
Santiago de un hospital para los innumerables peregrinos que allí acudían,
hallándose en Segovia a tiempo que
don Fernando el Católico había llegado
a esta ciudad bien apurado con los gastos de sus empresas contra los moros,
se lo propuso al Rey, quien dicen que
le respondió: «¿Cómo es eso, deán?
¿Veisme en el hospital y queréis que hagamos hospitales?» Pero que el
deán, besándole la mano, le replicó:
«Señor, haga V. M. este servicio a Dios y a sus pobres,
y yo lo sacaré del hospital». Con efecto, se asegura que aquel monarca impetró una bula del papa para obtener limosnas, y que el deán administró gloriosamente esta obra pía.
En
1496 fue provisto en el obispado de Canarias, cuyas bulas le
despachó Alejandro VI en San Pedro de
Roma a 27 de julio del mismo año, el cuarto de su pontificado,
llamándole siempre en ellas obispo rubicense. El mismo título daba a la
iglesia, a la ciudad, al clero y a los vasallos; de suerte que ha sido fuerte
equivocación escribir que,
desde que se trasladó la catedral de Rubicón a Canaria, se empezaron a llamar
obispos de Canaria nuestros obispos. Así vemos
que el mismo don Diego de Muros se firmaba D. EPS. Rubicensis.
Cuando
llegó a su diócesis, la halló acrecentada de dos grandes
islas, esto es, de las de La Palma y Tenerife, cuyas conquistas se acababan de
hacer. De este modo todas las Canarias estaban ya bajo el yugo de la
religión y de la dominación de Castilla. Alonso Samarinas, canónigo de Rubicón,
acompañado de otros varones religiosos, había sido el último fundador de ambas
iglesias, en las cuales resplandeció desde luego la solicitud
pastoral del nuevo obispo, de tal manera que, aunque no estuvo
presente a los trances de la conquista de Tenerife, tuvo largo repartimiento de tierra.
Ya
dijimos que don Diego de Muros fue el primero que puso en mejor
orden su catedral y dio buen régimen a toda la diócesis, cimentando aquélla en
sínodo con su cabildo, año de 1497, con constituciones importantes, y visitando
ésta, en 1498, con memorable celo. Que luego que tuvo noticia, estando en
Tenerife, de su promoción al obispado de Mondoñedo, año de 1504, hizo
donación de las huertas de Tahodio, llamadas después del Obispo, a las iglesias de la
Concepción de La Laguna, Puerto de Santa Cruz y Santiago del Realejo. Que en
la Gran Canaria había defendido el señorío
temporal de Agüímez, que el concejo de
aquella isla le disputaba, y que dejó fundado en su santa iglesia un
aniversario perpetuo.
Es cosa
admirable que un autor como don Nicolás Antonio, hablando de nuestro don Diego
de Muros, hubiese
dudado formalmente si acaso fue obispo de
Canarias o no lo fue. Es verdad que confiesa
que Gil González Dávila lo da por sentado
en su Teatro Eclesiástico de España; pero cree al mismo tiempo, o que este escritor lo equivocó con otro, o que,
en lugar de escribir «obispo de
Mondoñedo» escribió «de Canarias». Pero ¿por ventura se equivocaría o se
engañaría también el ilustrísimo Murga en
su catálogo de nuestros obispos, que
el mismo don Nicolás Antonio tenía presente, puesto que, hablando de la
fundación del colegio de San Salvador de
Oviedo, en Salamanca, usa de las mismas frases que él usó?
Trasladado
don Diego de Muros a Mondoñedo, se volvió a dejar ver en España como un prelado cortesano. En 1505
asistió en Valladolid a las bodas de don
Fernando el Católico con la reina Germana. En 1506 fue uno de los obispos
que acompañaron el cadáver del rey don Felipe
I, cuando fue llevado a sepultar a
Granada. Tuvo luego la honra de ser
embajador extraordinario al rey de
Navarra Juan de Albret, antes que perdiese la corona. En 1508, de orden
del mismo Rey Católico, asistió con el
obispo de Málaga en el palacio de
la reina doña Juana, para que fuese tratada con la veneración debida en su enfermedad. Finalmente, en 1512,.fue
promovido al obispado de Oviedo, donde puso mano a las grandes obras en que vive su memoria bien asegurada.
El señor
Muros contribuyó a la fábrica del convento de Santo Tomás de
Avila; costeó el de Santo Domingo de Oviedo y la colegiata de Muros; fue fundador del colegio
mayor de San Salvador de Salamanca, «de
donde como de un caballo troyano han salido tantos doctos y señalados
varones en virtud y letras»; y escribió una Historia de la conquista de Granada, que
ha quedado inédita. Pero «I tratado
polémico que compuso contra Martín
Lulero es el que le hizo más honor, porque,
habiendo sido el primer obispo que refutó
en España a aquel heresiarca, le mereció un breve honorífico de León X,
dado
en 31 de mayo de 1522, que se guarda en el archivo del colegio de Oviedo y que
vio el señor Murga, asegurando que en él le daba el pontífice muchas gracias,
a nombre
de la silla apostólica, y le decía que con su escrito había
ejecutado una acción propia de la virtud española, de su celo cristiano y de
su honrada cuna; por lo que duraría en la iglesia su memoria para dar eterno
testimonio de su mérito; murió en 1524.
Entre las célebres cartas de Lucio Marineo Sículo, se halla una que escribió a don Diego de Muros, en que, alabándole de limosnero, le decía:
«Si España tuviese muchos Muros, los muros de
las casas de los pobres no estarían derribados».” (José de Viera
y Clavijo, 1987. T. 2: 235 y ss.)
1496 Julio 23. Soria. Incitativa a las justicias del Reino,
especialmente a las de Sev'illa, para que den cumplimiento de justicia a
Francisco Gorvalán, vecino de dicha ciudad, que reclama a Alonso de Lugo 40.500
maravedis por cuatro años y medio de servicios, a razón de g.ooo maravedis
anuales, más otros 15.000 maravedis que gastó por su mandado. Episcopus
Astoricensis. Johannes. Gundisalvus licenciatus. Petrus. Mármol.
1496 de julio 23. Francisco
Gorvalán. lncitativa del Consejo real dirigida al alcalde del Puerto de Santa
María para que resolviese en justicia la reclamación de Francisco Gorvalán.
Este protestaba de la incautación de seis esclavos guanches por parte de los
socios armdores, que habían sido donados
por Alonso de Lugo en pago de sus servicios «e de cierta harina que llevó para
la conquista».
Don Fernando e doña Ysabel, etc.
A todos los corregidores, asistentes caldes e otros juezes e justicias
qualesquier, así de la villa de Puerto de Santa María como de todas las otras
cibdades e villas e lugares de nuestros reynos e señoríos, e a cada uno e
qualquier de vos a quien esta nuestra carta fuere mostrada, salud e gracia.
Sepades que Francisco Gorvalán, vecino de la cibda de Sevilla, nos hizo relación, etc., diziendo:
quél fue a la conquista de la y isla de Tenerife con el governador Alonso de
Lugo, e diz que estuvo en ella hasta se ganó e bolvió con él a Castilla; e diz
que ovo de su cavallería e cavalge de 'Sierta harina que llevó para la conquista
seys pieças de esclavos y vas; y como salió con ellos en el Puerto de Santa
María, diz que los di esclavos le fueron enbargados por vos, la justicia de la
dicha villa, a pedimimento de Guillelmo de Blanco e de Niculao Angelato,
mercadero, diziendo qué avía robado en la conquista e que les pertenecia a
ellos, porque tenían en la dicha conquista; e diz que non enbargante que muchas
vezes pidió di chos esclavos, a vos las dichas justicias, e les mostró un
testimonio finnado del alcalde e del escrivano de la dicha ysla de cómo él los
avía avido por la razón que susodicho tenía, nunca ge los quisistes dar nin
desenbargar; e como vido que se perdían los dichos esclavos y esclavas, diz que
pidió, a vos las dichas justicias de la dicha villa, que los vendiésedes e pusiésedes
el dinero en deposito, hasta tanto que por nos fuese mandado lo que sobre ello
se fiziese; e diz que vosotros los vendistes los cinco dellos y el dinero
dellos pusistes en deposito, y quel dicho Guillelmo de Blanco tomó él uno
dellos e lo vendió y tomó el dinero e se aprovechó dello, y que nunca ge lo ha
querido dar; en lo qual diz que él ha rescebido e rescebe mucho agravio e daño,
e nos suplicó e pidió por merced que sobre ello proveyésemos, mandándole dar
todo el dinero, porque se avían vendido los dichos esclavos, pues eran suyos, e
como la nuestra merced fuese.
E nos tovímoslo por bien: por que
vos mandamos a todos e a cada uno de vos en vuestros lugares e juridiciones que
luego veades lo susodicho, e llamadas e oydas las partes a quien toca, breve e
sumariamente, nondando lugar a luengas nin delaciones de malicia, solamente la
verdad sabida, fagades e administrades al dicho Francisco Gorvalán entero
conplimiento de justicia; por manera que la él aya e alcance e por defecto
dello non tenga cabsa nin razón de se nos más venir nin enbiar a quexar sobre
ello. E los unos nin los otros, etc. Dada en la cibdad de Soria, a veynte e
tres días del mes de jullio de noventa e seys años, etc.=EI obispo de
Astorga.=EI dotor de Alcocer, etc.= El licenciado de Yllescas, etc.=El doctor
de Oropesa.=Yo Alfonso del Mármol, etc.
Foto: Rafael C. Gómez León. En:
Bien Mesabe.org
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