EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
CAPITULO III: DE LA ANTIGÜEDAD AL SIGLO
XV.
1491 - 1500
Eduardo
Pedro García Rodríguez
1494 mayo 3.
Según
la historiografía oficial esta fue la fecha de la invasión reglada española a la Isla Chinech
(Tenerife
Añazu (Santa Cruz)
Chinech (Tenerife) en la invasión y Conquista española
“Conocemos bien la historia de la conquista, sobre
todo si comparamos la documentación en nuestra posesión, con la escasez de
datos referentes a la época inmediatamente anterior. Esto no significa, sin
embargo, que disponemos de la solución de cada problema y de respuestas para cada pregunta. De todos modos, para
nosotros no es éste el mayor peligro, sino el de confundir la historia de
los primeros tiempos de Santa Cruz de Tenerife
con la de la conquista de Tenerife. Para evitar este escollo, es preciso dar por conocidas las grandes líneas
de la empresa y tratar solamente aquellos
puntos de la misma, que se relacionan directamente con Santa Cruz. Será fácil
percatarse que son en realidad los más controvertidos y los que más
difícilmente se pueden documentar.
Se sabe que Alonso Fernández de Lugo emprendió la
conquista de Tenerife, con licencia de
los Reyes Católicos y con la colaboración de algunos capitalistas, que le
proporcionaron las cantidades de dinero necesarias para organizar y mantener la
expedición. De hecho, fueron necesarias dos
expediciones diferentes, ya que la primera había fracasado, tras la derrota y el desbarajuste de La Matanza de Acentejo. En ambas expediciones, Santa Cruz había servido de
puerto de desembarco, de campamento y de base logística a la vez. Fue así como
recibió Santa Cruz, desde el primer
momento, su consagración como puerto principal de la isla y, al mismo tiempo, se convirtió en el primer
lugar de la isla poblado por los conquistadores,
desde antes de haberse terminado la
conquista".
A la luz de todo cuanto queda dicho, es fácil
comprender las razones que determinaron la elección de las playas de Añazo
como lugar de desembarco. En primer lugar, y a pesar de sus inconvenientes, su
puerto es el mejor de la costa que mira hacia Gran
Canaria, que era el punto de procedencia
de los navios españoles: prueba de ello, la preferencia que ya le daban, desde 1464, todas las expediciones
que se acercaban a Tenerife . La
existencia de los bandos de paces fue otra razón, quizá la más poderosa. La entrada de los españoles había sido
preparada de antemano, por medio del restablecimiento de relaciones amistosas
con el bando de Anaga. No sabemos en
qué momento y condiciones, ni por qué camino,
se entablaron las mismas relaciones con tres bandos o reinos más, los de Güímar, Abona y Adeje, que
completaban dos de los tres lados del
triángulo insular. Debido a estos arreglos previos y a la existencia de este dispositivo, los españoles
pudieron desembarcar con toda tranquilidad y
prepararse un campamento más o menos protegido, sin experimentar molestias por parte de los guanches, o incluso
contando con la colaboración de los bandos de paces y con el soporte logístico necesario". En fin, debe tenerse en
cuenta que Santa Cruz facilita el acceso a
la meseta de La Laguna ,
punto central de la geografía isleña y paso
obligado de todos los caminos, que convergen naturalmente allí.
La cronología de la conquista ha suscitado numerosos
problemas. Lo que más interesa aquí es la
fecha exacta del primer desembarco, o sea,
el principio de la compañía de Tenerife, por haberse relacionado estrechamente este acontecimiento con la fundación
de Santa Cruz, y más particularmente con su
nombre moderno. A este respecto, los textos de los antiguos historiadores
suscitan numerosas dudas, ya que, en resumidas cuentas, no están de acuerdo ni
en la fecha del día, ni en el mes, ni en el año del desembarco.
Descartando el error demasiado evidente de quienes
colocaban la primera entrada en Tenerife en el año de 1493, el escrutinio de
los datos en presencia parece indicar que esta entrada se produjo por abril o mayo de 1494. Las fuentes tradicionales afirman que
el día 3 de mayo, fiesta de la
Cruz , se celebró la Santa Misa por primera vez en Tenerife, en el campamento español de Añazo, y que esta
festividad ha dado su nombre a la ciudad de
Santa Cruz. Las fuentes no son unánimes y se puede dudar, sobre este punto, de su exactitud. Dejando para más
adelante la discusión del dato básico del día, conviene señalar de momento que la fecha a que apunta la tradición no
parece reñida con la cronología, tal
como acabamos de indicarla.
Después del tiempo, se presenta el problema del
lugar escogido para el desembarco. En general,
este problema ha sido simplificado por la
investigación moderna, al confundirse en un solo dato el desembarco, el campamento y la segunda torre edificada
por los españoles, como si fuera cosa
entendida, que los tres lugares se deben reducir a uno solo. Aun sin tomar posición de antemano, conviene examinar las tres cuestiones por separado.
Las fuentes narrativas se limitan en indicar
que el desembarco se hizo en Santa Cruz. Sin
embargo, es posible precisar más. Torriani,
inspector de fortificaciones a finales del siglo XVI, indica
que los cristianos habían desembarcado en la Caleta de los Negros; pero hay que tener en cuenta que luego se contradice,
en su plano de Santa Cruz, en cuya tarjeta
afirma que el desembarco se había verificado en el Puerto de los Caballos. Torriani no era ningún especialista de las realidades y del pasado tinerfeño y su
trabajo reproduce lo que ha leído o lo que le han
dicho durante su estancia en Tenerife. Posiblemente lo de la
Caleta de los Negros lo sabía de boca de alguno de los
regidores que lo solían acompañar en sus inspecciones, porque ésta era la
tradición y, por decirlo así, la versión oficial: en cabildo de 14 de enero de 1619 se dice también que aquella
caleta «es la parte donde desembarcó la
gente quando se ganó esta ysla».
Posiblemente no hay contradicción entre las dos
afirmaciones. Resulta de la segunda no sólo que el desembarco en el Puerto de
Caballos puede darse por asegurado y la noticia
por fidedigna, sino también que llevaba
desde 1509 este nombre característico y significativo.
Para llamarse así, tuvo que haber conocido alguna
vez un desembarco importante de caballerías: si
no fuera así, parece extraño que, a los doce
años después de la conquista, se llame por los caballos antes que por los conquistadores. Naturalmente, el argumento
es más llamativo que suficiente. Sin embargo,
parece obvia la posibilidad de haberse utilizado
simultáneamente dos puntos diferentes y poco distantes, para un desembarco improvisado y que, sobre todo en la
segunda entrada, no dejaba de plantear
problemas. Para comprenderlos, debe tenerse en cuenta que en la segunda entrada intervinieron 33 embarcaciones, unos 155 caballos y unos 1.200 hombres, todos ellos
concentrados en un surgidero y en una playa que
no disponía de más recursos que los naturales.
Es de suponer que el Puerto de Caballos sirvió para el uso que indica su nombre, mientras que los hombres
desembarcaban en la Caleta de Negros.
No se sabe si el campamento de los españoles se
estableció o no en el mismo lugar del
desembarco. La tradición supone que se había establecido
en la zona que corresponde al barrio actual del Cabo, en la orilla derecha del
barranco de Santos; y es posible que la tradición tenga razón, aunque tampoco falten las razones para
dudar. Se trata, de todos modos, de una
ubicación a posteriori y fundada en razones no del todo convincentes. Principalmente se invoca la
proximidad del barranco de Santos, «que también
se llamó de Caballos» ", lo cual no es cierto; luego la posibilidad de disponer de agua potable, que tampoco escaseaba en otros puntos de la playa; y la
presencia de la cruz de la conquista en la
ermita de San Telmo, en el mismo sitio en que la había colocado el Adelantado,
cuya afirmación es gratuita. Además, parece difícil admitir que se había dado
el nombre de El Cabo al barrio por donde
empezaba el asentamiento de los españoles.
De todos modos, la tradición no es absurda: a pesar
de no venir avalada por ningún testimonio fehaciente, ha sido aceptada por
todos los historiadores. Para nosotros, tampoco hay
inconveniente en admitir que el real
había sido situado al otro lado del barranco de Santos,
en la zona costera comprendida entre el barranco y el muelle actual. Allí fue donde se edificó casi inmediatamente
la ermita de la conquista; y es de suponer que,
para edificarla, se había escogido el mismo
lugar de la primera misa y que aquel lugar se hallaba dentro del recinto protegido del campamento.
Queda, por fin, el asunto de la torre edificada
por Alonso Fernández de Lugo, para proteger
las operaciones en el puerto y cubrir una
retirada eventual. Esta torre existió con toda seguridad: disponemos hasta del
testimonio de uno de los conquistadores, que declaraba en 1509 que había trabajado con los otros en su
edificación. Lo que no sabemos es
cuándo se hizo y en qué lugar. Es posible que Lugo haya emprendido la construcción inmediatamente después
de tomar tierra; es posible también que haya
aprovechado la torre o las ruinas de la torre de Herrera. Se afirma que la
mandó hacer en la orilla derecha del barranco de Santos, por las razones antes apuntadas; no parece, sin embargo, que fuese aquél el mejor emplazamiento para
una fortaleza que debía quedar abierta hacia el mar, a la vez que
protegerse contra ataques del interior.
Pudo ocupar cualquier otro lugar cercano, que de todos modos no podríamos determinar o certificar:
por ejemplo, el pequeño altozano encima de la Caleta , donde se edificaría
en 1513 el baluarte costeado por el Cabildo. Naturalmente, no
disponemos de elementos suficientes para asegurarlo; además, el lugar no
parece el más indicado, según en su tiempo
tuvo que reconocerlo el mismo Cabildo. Razón de más, para suponer que la
preferencia dada en 1513 a
aquel lugar poco apropiado, se debe
en parte al recuerdo de otra fortificación anterior.
De todos modos, la torre de Lugo debía de ser de
mala fábrica y más bien improvisada. Cuando dejó de servir para la conquista,
quedó abandonada y se arruinó rápidamente: en 1509 se
hablaba de ella como de un recuerdo, y
a los pocos años se hizo evidente la necesidad de una fortificación nueva. Lo cual no significa que la anterior había sido
inútil. Allí sostuvieron los españoles el asalto de Haineto, si es que no se trata de una leyenda; allí se quedaron de
presidio los soldados de Lugo, después del
fracaso de Acentejo, mientras el jefe de la empresa iba
a reclutar más hombres —si no se equivoca en esta circunstancia fray Alonso de Espinosa.
Todo esto es más o menos hipotético. Será más
importante recalcar que, a lo largo de las dos campañas, la playa de Añazo fue
la base logística de la expedición y el punto de partida de las operaciones militares. A lo largo de aquellos años, fue el real de
la conquista, incluso cuando, casi al
final de las operaciones, tuvo que establecerse otro, transitorio y
subsidiario, un «realejo» más cercano al teatro de la guerra. El puerto debió de conocer cierto bullicio,
cuya importancia no pretendemos exagerar, pero que modificaba sensiblemente el
aspecto primitivo de aquellas playas.
Por aquí entraban los víveres y las armas, aquí
se almacenaban los mantenimientos, por aquí se evacuaban los heridos. Había una
guarnición y un cuerpo de guardia, un servicio de intendencia o de «bastimentos», que corría a cargo de Francisco Gorbalán, un servicio de enfermería a cargo de Ana
Rodríguez y quizá de algunas enfermeras
más, un puñado de clérigos cuyos nombres conocemos. Debido a la escasez de los
transportes y a su elevado costo, es de suponer que no habían seguido al
ejército, como se estilaba en las expediciones
continentales, la turbamulta de los mercaderes, los truhanes y las mujeres. En cambio, debían de andar por
dentro y por fuera del campamento muchos guanches de los bandos de paz,
atraídos por la posibilidad de ganar algo, al
emplearse en las tareas domésticas o en la construcción de chozas, abrigos, depósitos y almacenes. Santa Cruz vivía ya en la hora española.
De esta época de rápido despertar del lugar no se ha
conservado mucho hasta nosotros; pero lo
poco que ha quedado se caracteriza por una enorme carga afectiva. La dote sentimental y mítica de la tradición se compone, para los santacruceros de hoy, de
la cruz de la conquista, el recuerdo de la
primera misa, el primer templo y, finalmente, el nombre de la ciudad. Hemos
dicho recuerdos y tradición, no documentos: estos últimos no alcanzan nunca el mismo valor simbólico y la misma trascendencia pasional.
La que se llama cruz de la conquista es de madera
toscamente labrada o, mejor dicho,
desbastada. Se afirma que la bajó en sus brazos el mismo Alonso Fernández de Lugo, al pisar por primera vez el suelo de Tenerife, (1)
y que la plantó él mismo en el lugar de su desembarco. Se ignoran sus
vicisitudes ulteriores. Se supone que se había quedado durante largo tiempo al aire libre, en el lugar
abierto en que había sido fijada por el
conquistador. Dicen que lo primero que le vino a faltar fue el pedestal, por haberlo estropeado la
intemperie. Para poderla conservar en
mejores condiciones, fue trasladada al Hospital Civil, a mediados
del siglo XIX, gracias
a las gestiones de don Lorenzo Siberio, capellán
del Hospital. Luego fue colocada en la ermita de San Telmo, de donde se sacaba
cada año procesionalmente, en la fiesta del 3 de mayo, la Invención
de la Cruz , con
participación del Ayuntamiento de la
ciudad. En 1873 la reclamó para sí el Ayuntamiento, pero se opuso el cura de la Concepción. El 30
de abril de 1873 consta que fue entregada
a la iglesia de San Francisco. Actualmente se conserva en la parroquia matriz de la Concepción , en la
capilla de la Virgen
de la O.
El Ayuntamiento de Santa Cruz le costeó en 1894 un
estuche de plata con testera de cristal. En
cuanto a la salida de la cruz en la procesión del
3 de mayo, es una tradición del siglo XIX; anteriormente,
la fiesta de Santa Cruz no era ésta, sino
la de Consolación, el día 15 de agosto.
Esto es todo cuanto sabemos sobre la reliquia más
venerable y más venerada de la ciudad.
Resulta difícil enjuiciar fría y objetivamente la autenticidad de la reliquia: porque, más que reliquia, es todo
un símbolo, y el estudio de los símbolos no es un examen de datos positivos, sino un escrutinio de contenidos mentales. No
está probado que Fernández de Lugo traía consigo
una cruz, pero puede darse por sentado que la
traía. La imagen del conquistador que baja en tierra con la cruz en los brazos aparece en circunstancias
diferentes, por ejemplo, en la conquista
de América. En la historiografía canaria, no aparece
en los documentos, sino tan sólo en la imaginación de los poetas: y en efecto Viana es su único fiador. En el
poema, la imagen parece perfectamente encajada y
justificada, porque el general abrazado a la cruz va a celebrar la fiesta de la Cruz en el lugar al que daría
el nombre de Santa Cruz: la reiteración es de
buena ley y como tal debe considerarse. No significa que las cosas no pasaron
así, pero tampoco las certifica. No significa que
el madero que se venera en su relicario de plata es el mismo que hincó en
tierra Fernández de Lugo; pero tampoco parece oportuno discutir los símbolos
con criterios de autenticidad. La
reliquia no vale por su madera, sino por su valor de representación.
Una segunda tradición afirma que, apenas
desembarcados, los españoles escucharon
la misa que, con motivo de la fiesta del 3 de mayo, se celebró en la misma playa de Añazo y en el lugar del desembarco, frente a un altar improvisado al lado de la cruz de
la conquista. No hay ninguna razón para pensar
que no fue así. Al contrario, se puede dar
por descontado, aun sin disponer de fuentes documentales para probarlo, que los españoles escucharon misa
regularmente, durante su estancia en el campamento de Añazo, a partir del primer
día de su desembarco. Pero no se puede
afirmar con la misma seguridad que aquel desembarco se había producido en vísperas de la Invención de la Cruz.
También cabe recordar que no debió de ser aquélla la
primera misa que se celebraba en Tenerife:
había muchos años que andaban por la isla
los misioneros franciscanos y cabe imaginar que tampoco faltaba un clérigo en
el séquito o en la torre de Diego de Herrera. Así y todo, la primera misa de
Santa Cruz adquiere evidentemente una significación particular: con independencia de su fecha exacta, es el momento a partir del cual se organiza sobre bases
definitivas la vida religiosa del lugar y de la
isla y, en cierto modo, es el bautismo de ésta en la fe de Cristo.
Así como no se puede dudar de la realidad de aquella
primera misa, cabe preguntarse si son
auténticos los demás detalles que se suelen mencionar en relación con la misma: si es cierto que «celebró la misa el canónigo Alonso de Samarinas, oficiaron fray
Pedro de Cea y fray Andrés de Goles, religiosos
agustinianos, otros dos franciscanos y algunos eclesiásticos seglares». Así lo afirma Viera y Clavijo, alegando la autoridad de Abreu Galindo y de Viana, que
no dicen nada parecido: en realidad está
reproduciendo a Núñez de la Peña ,
a quien no hace falta decir que sospechamos de
estar inventando. Nú-ñez de la Peña trabajaba como solían
hacerlo los compiladores de crónicas de su tiempo. Pensó que forzosamente hubo
de haber una primera misa en Añazo, y pensó
bien. Luego buscó los nombres de los clérigos
que habían acompañado o podían haber acompañado la expedición, y dio con Alonso
de Samarinas, natural de Palos de Mo-guer y canónigo de Las Palmas, de quien consta en efecto que había sido conquistador de Tenerife; con fray Pedro de
Cea, uno de los fundadores del convento agustino de La Laguna , en 1506, y con fray
Andrés de Goles, primo de Jerónimo de Valdés y
primer prior del mismo convento. Con la buena fe
y la ingenuidad que lo caracterizan, creyó
haber dado con los religiosos que habían oficiado en aquella solemne ocasión. Con igual razón hubiera podido recordar el
nombre de fray Juan de Torres Campuzano, franciscano y conquistador, quien tuvo luego casa en Santa Cruz y fue más
tarde fundador del convento franciscano de La Laguna "; pero este
último nombre se le quedó en el tintero.
Ya
queda dicho que la presencia de un núcleo español tan nutrido como lo era el
campamento de Añazo supone naturalmente la presencia de una asistencia espiritual organizada; lo cual significa que hubo de haber allí una iglesia. Esta existió sin duda
primero como realidad orgánica y como
presencia espiritual, desde antes de constar físicamente, como edificio, o jurídicamente, como beneficio. Desde este
último punto de vista, Santa Cruz no fue la primera parroquia, ni la iglesia matriz de la isla; pero apenas cabe
duda de que aquí se edificó por primera vez un templo cristiano. Lo fue
probablemente la ermita de la Consolación , que pudo
ha berse edificado, tosca y rápidamente, en 1496 o incluso antes, si es
que merece crédito la tradición
En cuanto a la iglesia del pueblo, parece haberse
fundado hacia 1499 ó 1500, en opinión
de todos los historiadores, y bastante antes en nuestra
opinión. Durante un siglo y medio, su advocación fue diferente de
la que adquirió después: hasta mediados del siglo XVI se le conoció con el nombre de iglesia de Santa
Cruz.
Fue entonces, dicen los antiguos historiadores,
cuando Añazo cambió su nombre por el de
Santa Cruz. Algunos de ellos indican incluso,
con asombrosa precisión, que «entonces» significa en este caso la ocasión de la primera misa, celebrada el 3 de
mayo de 1494. Otros afirman que este bautizo lo recibió el lugar, no por la
fecha de la misa, sino por la del
desembarco. La diferencia es mínima, ya que
entre ambos acontecimientos media un solo día; a pesar de las dudas que suscita
esta vacilación, delatando así nuestra ignorancia de los hechos básicos, subsiste de todos modos la idea de un nombre de
nuevo cuño, relacionado con una fundación consciente y con una fecha inicial.
Esta idea no tiene nada de peregrino. Es un
procedimiento que aplicaban corrientemente los
descubridores y los colonizadores, los de Indias sobre todo, dando a las nuevas tierras el nombre del santo del
día en que descubrían o fundaban. El mismo Fernández de Lugo había obedecido al uso en su conquista anterior,
cuando fundaba en la isla de La Palma otra ciudad con el
nombre de Santa Cruz; pero aquella vez había escogido el nombre por haber
terminado el día 3 de mayo la conquista de aquella isla. Aparece de este modo una tercera posibilidad: el nombre de Santa Cruz no conmemora la
fecha inicial del desembarco o de la
primera misa, sino la fecha final, el día de la victoria que abría las puertas a una vida normal de la
fundación y de la isla.
Este fue el procedimiento que prevaleció en el
bautizo de San Cristóbal de La
Laguna ; y se ha apuntado la posibilidad de que la explicación valiese también para Santa Cruz de Tenerife.
Se supone, partiendo de la última hipótesis,
que el nombre del lugar conmemoraba la terminación de la conquista,
representada por la rendición de los
menceyes, en El Realejo, el 3 de
mayo de 1496. No se ve claramente por
qué aquel acto final hubo de repercutir a distancia, para dar nombre a un lugar
de poca importancia y sólo muy indirectamente implicado en el asunto de la
rendición. Además, el fin de una guerra no es
siempre tan fácil de determinar como su principio: en el caso de la conquista de Tenerife, la precisión
parece ilusoria y, de hecho, la guerra no
había terminado. Las fechas finales que mencionan los
antiguos historiadores, y con ellos la mayor parte de los modernos, son muy
variables: 25 de julio, 29 de septiembre y alguna más.
No se trata aquí de multiplicar las hipótesis: de
toda forma, sería más fácil formularlas y, una vez
formuladas, impugnarlas, que establecerlas a base de argumentos irrefutables.
Es preciso observar, sin embargo, que las
soluciones propuestas son confusas e incompletas, como toda explicación a posteriori. El nombre de la fiesta de la Santa Cruz aparece en una serie de circunstancias más o
menos contemporáneas, lo cual
dificulta su ordenación cronológica y su derivación: fecha de llegada de los
conquistadores, fecha de la primera misa, fecha de la terminación de la
conquista, madero clavado en el lugar del desembarco,
iglesia del lugar y nombre del mismo. Si tratamos de determinar quién explica a quién, corremos el riesgo de girar
en redondo y quedarnos definitivamente en el limbo de las verdades nonatas.
Debe notarse, sin embargo, que entre los datos en
presencia los hay hipotéticos. Si los
descartamos, hallamos que lo cierto es únicamente
que la iglesia y el lugar sí se relacionan directa y seguramente con la fiesta de la Santa Cruz. Se puede
documentar que en 1499 el lugar y puerto se
llamaba ya Santa Cruz: ésta es la fecha en que encontramos
su nombre por primera vez. Luego se le llama de vez en cuando Santa Cruz de Añazo; pero el nombre indígena
desaparece rápidamente. Por otra parte, ya queda
dicho que la iglesia, cuyo nombre se documenta por primera vez en 1500, tuvo la Santa Cruz por primera advocación.
Siendo así, cabe replantear el
problema y preguntarse quién existió primero,
si la advocación de la iglesia o el nombre del lugar. A lo mejor el lugar no necesitaba nombre nuevo, ya que tenía
nombre y todos sabían que se llamaba Añazo.
A lo mejor, alrededor de una cruz, la de Fernández de Lugo u otra, se desarrolló el culto y, más tarde, el templo del lugar. Este templo conservó la advocación
de la Santa Cruz
cuya sombra había presidido a su nacimiento, y
el pueblo se nombró luego por su iglesia, como es frecuente. En este caso no se
trata de un nombre impuesto desde arriba
y, por decirlo así, fundacional, sino de un desarrollo popular y espontáneo:
las explicaciones de los historiadores son imaginaciones tardías, sugeridas
por el nombre, en una época en que se
había olvidado que la iglesia del lugar había tenido al principio el título
cuya explicación se estaba buscando.” (Alejandro
Ciuranescu, Historia de Santa Cruz, 1998.t.1:41 y ss.)
(1) Por lo visto Ciuranescu
ignora que en 1479, el mercenario y traficante de esclavos Alonso de Fernández
de Lugo un año después de su llegada al real de Las Palmas en compañía del
masacrador de pueblos Pedro de Vera, según recoge Marín de Cubas: “En la Isla de Thenerife hizo una
entrada Alonso Fernández antes de irse á España con las Compañías de la Hermandad el año 1479;
llevando práctico entró de noche á la parte de Icod, trajo á Canaria buena
presa de ganado que halló acorralado, muy manso, todo cabrío, tres mujeres, dos hombres y algunos
muchachos, que dormían en cuevas, y mucho sebo, carne salada 263, panes de
cera y cantidad de velas de cera medio encentadas y una á modo de cirio pascual
encentado, cueros de cabra y cebada, dejáronse allá otras mayores cantidades de
todo esto, y molinitos ó tahonillas de mano, cazuelas y platos de barro tosco.”
(Marín de Cubas [1694] 1993:168-72) (NA)
1494 Mayo 7,?. Una flota al mando del invasor y esclavista Alonso
de Lugo zarpa desde Tamaránt (Gran Canaria) con destino a Chinech
(Tenerife). Quince embarcaciones transportaban a un gran ejército al que
acompañaba un grupo de guerreros de Tamaránt, capitaneados por Maninidra.
1494 Mayo 8. Medina del Campo (f. 56). Incitativa al gobernador o
juez de residencia de Gran Canaria, para que determine en la petición de Antón
viejo, vecino de la Gomera ,
que reclama las tierras que le correspondieron por su participación en la
conquista de Gran Canaria, donde vivió cuatro años después de ganada, que
fueron entregadas por Pedro de Vera, gobernandor a la sazón de dicha isla, a su
allegado Trujillo, que no participó en la conquista. Don Alvaro, decanus
Yspalensis. Andreas. Antonius. Franciscus. Filipus. Diego. Mármol. (E.Aznar;
1981)
1494 Mayo 8, Medina del Campo AS, RS,. ACW, pc.
xVm-1494/34-35.
Antón Viejo ynçitatiua.
Don Fernando e Doña Ysabel etc. A vos el nuestro
governador o juez de rresidencia de la ysla de la Grand Canaria salud
e gracia. Sepades que, Antón Viejo, vezino de la ysla de la Gomera , nos fizo rrelación
diziendo que al tiempo que nos enbiamos a conquistar la ysla de la Grand Canaria él fué
vno de los que fueron conquistar la dicha ysla i estouo en ella todo el tyenpo
desde que se comencó (sic) a conquistar fasta que se ganó, e después de ganada,
estouo en ella más de quatro años donde diz que le dieron tierras en
rrepartimiento como a cada vno de los que asy se hallaron en la dicha
conquista, como nos mandamos dar, e que tuvo las dichas tierras pacíficamente
los dichos quatro años e que gastó en las reparar e .arar a sus bienes e que
después, por que se fué de ally a la dicha ysla de la Gomera , que.syn hazer cosa
por que meresciese cosa alguna, que Pedro de Vera, governador que a la sasón
ally estaua, le tomó las dichas tyerras e las dió a v no que llama Trugillo que
nunca en la dicha conquista se halló e que por benir con el dicho Pedro de vera
e ser su allegado se las dió, en lo qual él rrescibió mucho agrauio e dapno. E
nos suplicó e pidió por merced le mandásemos voluer las dichas tierras, pues él
trabajó muncho en la dicha conquista, o sobre ello le proueyésemos como la
nuestra merced fuese. E nos tovímoslo por bien por que vos mandamos que luego
veades lo suso dicho e llamadas e oydas las partes a quien atañe etc. fagades e
administredes entero conplimiento de justicia al dicho Antón Viejo etc. E non
fagades ende al etc. (La pena es de 10.000 y el emplazamiento en forma.) Dada
en la villa de Medina del Campo, a ocho días del mes de mayo año etc. de mill e
quatrocientos e noventa e quatro años. Esto hazed e complid atento al tenor e
forma de la carta que vos será dada para hazer el dicho rrepartimiento de 1as
dichas tierras de la dicha ysla. Don Aluaro, Tohannes licenciatus, Decanus
yspalensys, Andrés dootor, Antonius doctor, Franciscus de Cárdenas (?), Filipus
doctor, Dyego licenciatus. Yo _Anafonso (sic) del Mármol, escr. de cámara del
Rey e de la Reyna
nuestros señores, la fyz escreuir por su mandado con acuerdo de los del su
consejo. (D.J. Wölfel)
1494 Mayo 10. Medina del Campo (f. 21). Receptoría al gobernador o
juez de residencia de Gran Canaria, para que reciba los testigos que Gonzalo
Arias, escribano de cámara, ha de presentar ante los del Consejo, en
seguimiento del pleito que trata con Gonzalo de Burgos, vecino de Gran Canaria,
sobre la escribanía del ayuntamiento de dicha isla, que éste dice pertenecerle
por provisión de Pedro de Vera, gobernador que fue de la isla, mientras Gonzalo
Arias alega que le corresponde por renuncia de Luis de Sepúlveda, confirmada
por los reyes.Don Alvaro. (E.Aznar; 1981)
1494 Mayo 26. Medina del Campo (f. 57). Incitativa al Ido. de
Villena, oidor de la
Audiencia y juez de términos de Sevilla, para que determine
en la petición de doña Beatriz de Bobadilla, viuda de Fernando Peraza, que
reclama la heredad de Marinilla, en el Aljarafe de Sevilla, que le tomó hace
siete años doña Ines Peraza, alegando que le fue vendida por Fernando Peraza,
venta que es ilegal por pertenecer dicha heredad a la dote que le dieron los
reyes para su matrimonio. Don Alvaro. Antonius. Gundisalvus licenciatus.
Felipus. Franciscus licencia tus. Juan Alonso del Castillo. (E.Aznar; 1981).
1494 Mayo 29.
Uno de los acontecimientos históricos más importantes desarrollados durante el
expansionismo del entonces naciente imperio colonial español, tuvo lugar en la
comarca de Acentejo o Centehun en el sitio que a partir de entonces tomó
el nombre de La Matanza
de Acentejo, en Chinech. (Tenerife) en este lugar en la segunda quincena del
mes de mayo, las tropas invasoras mercenarias dirigidas por el destacado merc
enario y traficante de esclavos al servicio de las coronas de Castilla y Aragón
Alonso Fernández de Lugo vio doblada su altiva e insolente cerviz, ante el más
grande caudillo que ha tenido la Matria Canaria , el grande entre los grandes de su
tiempo, Kebehi Benchomo.
La
batalla de Acentejo supuso la mayor derrota sufrida por las tropas españolas en
sus conquistas imperialistas, no sólo en Canarias (cuya conquista duró casi un
siglo), sino que, en las innumerables batallas sostenidas por la conquista del
Continente americano, las tropas españolas jamás tuvieron una pérdida de
hombres como la que sufrieron en el encuentro de La Matanza de Acentejo, donde
un cuerpo de ejército guanche compuesto por 300 hombres dirigidos por el
Achimencey Chimenchia/Tinguaro, (hermano del Kebehi Benchomo), infligió al
ejército invasor la mayor derrota que jamás sufrieran los ejércitos españoles
en sus aventuras coloniales durante la baja Edad Media.
Durante
ocho años como hemos apuntado, Alonso de Lugo alternó el cuidado de sus noventa
fanegadas de tierra usurpadas en Agaete, Tamaránt con las continuas razzias y
saqueos en las costas del continente así como en las Islas de Benahuare (La Palma ) y chinech (Tenerife),
al tiempo que iba preparando la conquista de las mismas procurando fomentar las
disensiones entre menceyatos, y la de los achicaxnay contra los achimenceyes
alimentado arteramente el odio entre las diferentes castas entre los naturales,
usando para sus fines como valiosos colaboradores en Tenerife a los menceyes de
los bandos de Güímar, Abona y Adeje, los cuales ya habían venido recibiendo
influencia cristiana por parte de los frailes que se habían instalado desde dos
siglos antes, en el eremitario de Gúímar, así cómo a un buen número de gomeros
cristianizados que fueron introducidos en la isla - conocidos como Babilones -
y quienes con posterioridad a la conquista decidieron sacudirse el yugo de los
españoles y formaron un núcleo importante de resistencia al lado de los alzados
guanches.
El
principal inductor de los disturbios internos, en los prolegómenos de la
conquista fue el Guadameñe de Güímar, hermano de Añaterve, el cual fue
apercibido por Benchomo para que cesara en sus intrigas, pero éste, confiado en
la supuesta protección que los españoles le habían prometido, continuó
fomentando las luchas internas entre las castas de los Menceyatos de las bandas
del Norte, razón por la cual Benchomo ordenó que el Guadameñe fuese ahorcado en
la montaña de Tafuriaste, (donde al presente se encuentra el hotel las Aguílas)
Mientras, el príncipe Guetón, hijo de Añaterve era retenido como rehén en
Tahoro.
LUGAR DE LA
BATALLA : Desde
el campamento de Jardina (zona que abarca desde la actual Gracia, Los Rodeos
hasta Venhu (Las Mercedes) en la segunda quincena del mes de mayo de 1493 el
ejército invasor se puso de nuevo en marcha con grandes precauciones, pues
durante su marcha hacía el Valle de Tahoro eran hostigados continuamente por
algunas partidas de guanches de los Menceyatos de Tegueste y Tacoronte, que les
hostigaban por los flancos.
El ejercito invasor continuo su avance
hacía Tahoro sin mayores dificultades, por el camino se iban apropiando de
numerosos rebaños de ganados que pastaban aparentemente abandonados y que, por
la natural rapiña de los mercenarios éstos se resistían a dejar en el campo,
así continuaron hasta la altura de la actual Cuesta de la Villa , donde decidieron
hacer un alto y formar consejo de oficiales para determinar las medidas a
tomar. En el consejo prevaleció la opinión de retornar al campamento de Añazu
(Santa Cruz) con la cuantiosa presa de ganados que tenían, seguidamente
iniciaron la contra marcha hacía Eguerew. (La Laguna ) De esta manera tan poco estratégica
retrocedía la vanguardia ufana con la rica presa cuando en el aire sonaron unos
agudos silbidos y ajijides que pusieron en movimiento desordenado a los hatos
de ganados al tiempo que caían grandes piedras y troncos de árboles sobre las
sorprendidas tropas españolas, los banotes hendían el aire yendo a encontrarse
bruscamente con los pechos de los mercenarios traspasando sus corazas.
Pasado
los primeros momentos de estupor en el Ejército invasor, cada uno buscó por
instinto, un grupo donde apoyarse y, sin previo concierto, entregados a su
propia iniciativa, se organizó una especie de defensa por pelotones ante la
imposibilidad de maniobrabilidad de los caballos el arma más efectiva de las
tropas españolas. Bien pronto la línea del frente quedó convertida en un
amasijo de cadáveres de hombres y caballos. Toda defensa ante el empuje guanche
era inútil, en el fragor de la batalla destacaron por su arrojo y valentía
Chimenchia, Sigoñé, Guadafrá, Arafo, Tigaiga y otros significados capitanes de
Benchomo y sus aliados.
La
derrota del Ejército español en la batalla, que después pasaría a conocerse
como de La Matanza
de Acentejo, fue total. De las tropas españolas, solamente logró sobrevivir un
grupo de unos trescientos de los que la mayoría eran isleños de las islas ya
sometidas y algunos portugueses que a nado se refugiaron en una baja de la
costa, y otro de unos treinta que lo hizo en una cueva, como veremos más
adelante. Entre los hechos recogidos por los cronistas destacan tres que
merecen ser narrados, el primero, la vergonzosa huida a uñas de caballo
ayudados por algunos auxiliares güimareros del capitán Alonso Fernández de Lugo
y, parte de su plana mayor, quienes abandonando a su suerte lo que restaba de
sus tropas y atravesando Chicayca (La Esperanza ), ganaron la seguridad del torreón de
Santa Cruz. El segundo, es que, llegado Benchomo ( quien se había quedado en
los campos de La Orotava
en previsión de un ataque por parte de los bandos confederados con los
españoles, según algunos autores, o para cortar la retirada de los invasores si
estos hubiesen decido replegarse a Tahoro según otros), en las postrimerías de
la batalla encontrando a su hermano Chimenchia sentado en una piedra, le
recriminó de la siguiente manera: -¿cómo es esto hermano, mientras tus hombres
se baten con el enemigo, tú estas holgando?.- A lo que respondió Chimenchia,
-hermano, yo he hecho mi oficio de capitán que es conducirlos a la victoria,
ahora los carniceros hagan el suyo,- dando a entender con ello que un caudillo
guanche no tiene que mancharse las manos con la sangre de los vencidos si no es
en defensa de su vida. El tercero, es el que un grupo de unos 30 de soldados
posiblemente informados por los isleños aliados buscaron refugio en una cueva,
los cuales concluida la batalla obtuvieron la misericordia y ayuda de Benchomo
quien los hizo conducir sanos y salvos al campamento español de Añazu. Esta
aptitud benevolente por parte del régulo tahorino se explica si, como creemos,
los mercenarios se refugiaron en la Cueva Santa del Sauzal o en la necrópolis de la
montaña de los guanches. Es bien conocido el respeto del pueblo guanche por los
lugares Santos y el derecho de refugio que adquirían los asesino que se acogían
en los lugares sacros. Hechos similares se habían registrado durante la
conquista de Tamaránt (Gran Canaria), y posteriormente se repetiría en
transcurso de la batalla de Eguerew (La Laguna ).
En el
glorioso día de la batalla de La
Matanza de Acentejo, las armas españolas sufrieron la mayor
humillación que jamás les fuera infligida durante su larga etapa imperialista
de colonización, ocupación y masacre de
otros pueblos. Esta derrota les fue infligida por un grupo de solamente 300
guerreros guanches de los Tabores de Taoro dirigidos por el indómito Sigoñe
Chimenchia / Tinguaro.
¿DÓNDE FUE EL CAMPO DE BATALLA?: Uno de los aspectos que más interés ha
despertado entre los investigadores ha sido localizar el lugar exacto donde
tuvo lugar el enfrentamiento, en este aspecto, quizás el trabajo mejor
desarrollado sobre el particular, y sin lugar a dudas, se debe al Amusnau
tinerfeño don Juan Bethencourt Alfonso, por tanto, dejemos que sea él quien nos
sitúe en el lugar exacto de los hechos.
"...Aunque
sobrecarguemos estos antecedentes corriendo el riesgo de parecer difusos, no
podemos menos que insistir en ciertos detalles para comprender las evoluciones
que hizo el ejército invasor, por ser indispensable para precisar el campo de
batalla y la causa de la derrota.
Los
historiadores y la tradición están de acuerdo en el hecho de que el combate se
libró en el Barranco de Acentejo (nosotros diríamos a partir del barranco de
Acentejo), pero no lo están respecto a un sitio determinado. Unos dicen, han
oído a sus mayores que la batalla tuvo lugar en las Guardas, próximo a la
montaña de la Atalaya ;
otros que fue en el fondo del barranco de Acentejo, por el sitio que lo corta
el camino de San Juan; Algunos afirman que este punto del barranco fue por
donde lo atraviesa la calle de El Medio, y no pocos señalan diferentes lugares
del camino de San Juan a la ermita de Guía, con especial “Las Toscas de los
Muertos” o Callejón de Centejo , que se extiende a lo largo del borde Norte del
barranco de Acentejo o de San Antonio, entre la carretera y la ermita de Guía.
Indudablemente
hubo refriegas en todos estos sitios, que estaban en la línea de operaciones o
camino de retirada que tomó la vanguardia del ejército invasor, cuando ya sólo
se batía para abrirse paso y salvar la vida, como lo consiguieron varios.
Para
nosotros es evidente que el verdadero campo de batalla, o sea la región en que
se preparó la sorpresa, fue a lo largo del camino de Santo Domingo que
atraviesa el caserío de Bubaque, a partir a del barranco de Acentejo, o séase
del punto de unión de los caminos de los guanches o Centejo de Abajo con el de
Acentejo o Real de San Cristóbal, que se verificaba, como queda dicho, en el
borde Norte del barranco de Acentejo.
Como
quiera que de todos los lugares señalados sólo la parte del barranco de
Acentejo, que está atravesada por el camino de San Juan, es la que más se
indica por los historiadores como en la que tuvo lugar la derrota, y por otra
parte se sabe que este combate se libró sobre el camino que llevaba el ejército
y en el barranco de Acentejo, sólo falta que dilucidar si el antiguo camino de
o Real de San Cristóbal pasaba por el hoy camino de San Juan o por el de Santo
Domingo.
No hemos
encontrado ni sabemos exista ningún documento que resuelva de plano este
asunto; por manera que hay que resolverlo "a posteriori" y por
deducción.
Creemos
que el antiguo camino de Acentejo bajaba a lo largo del borde Norte del
barranco de San Antonio, hasta llegar a unirse en la ermita de Guía con el de
los Guanches, que después unidos cortaban el barranco y se continuaban por el
que hoy lleva el nombre de Santo Domingo.
1º.
Porque según la tradición el camino de San Juan, si bien antiguo, es más moderno
que el que va para abajo hasta la ermita de Guía. Entre estas tradiciones se
halla la que ya contamos respecto a los numerosos rebaños del
"principado" de Acentejo, que al pasar por este camino de 28 varas de
ancho lo cubrían por completo desde la ermita de Guía hasta la montaña de la Morra. Además , si se
estudia el camino de San Juan se ve que fue abierto después de la conquista
para las necesidades agrícolas de los nuevos caseríos o pueblos de la Victoria , pues no lleva
la dirección de las llanuras de Acentejo.
2º.
Que aún viven ancianos que vieron, antes del trazado de la carretera y las
nuevas roturaciones, que seguía el camino de San Cristóbal hasta la ermita de
Guía, de más de 15 varas de ancho pero que se fue perdiendo a medida que ganaba
el de San Juan, convirtiéndose al fin en una vereda.
3º.
Que como se sabe que el camino del Real de San Cristóbal o de Acentejo iba para
las llanuras de este nombre puestos en el terreno se observa que para que así
suceda es tanto más fácil -por no decir necesario- cuanto mas se baja hacía la
ermita de Guía; y que si el camino de Acentejo hubiera llevado la dirección de
San Juan, para ir a Tahoro no se pasaría por dichas llanuras de Acentejo.
4º.
Porque colocados sobre el terreno a ninguna otra región de los contornos es
aplicable el sitio en que dice se dio la batalla la siguiente data, concedida
en 1503:
"Yo
el Adelantado Don Alonso Fernández de Lugo, Adelantado de las islas de Canaria,
Gobernador e justicia mayor de Tenerife e San Miguel de La Palma e capitán general de
Berbería, por el Rey e la Reina
nuestros Señores e por virtud del poder de sus Altezas tengo que repartir las
tierras de riego e de sequero e heredamientos de estas dichas islas, doy a vos
Juan Benítez, como a vecino e conquistador que fuiste destas dichas Islas, y
por los muchos trabajos que en estas conquistas obistes os do en nombre de sus
Altezas, para vos y quien vos quisieredes un pedazo de tierras de sequero, que
son en Acentejo, para sembrar pan, las cuales dichas tierras haveis de echar la
linde desde un Pino que está en canto de la Rambla honda donde estuvimos el Día del desbarato
de Acentejo...".
Y 5º.
Porque, como veremos, a no ser la sorpresa en el punto de unión de los caminos
de los Guanches y Acentejo o de San Cristóbal el ejército español
hubiera tenido una retirada."
Está
ampliamente documentado, que entre los guanches en sus tácticas de guerra no
figuraba la persecución y extermino del enemigo vencido que huye en desbandada,
por esta razón Alonso Fernández de Lugo y el resto de los invasores pudieron
alcanzar el fuerte de Añazu o de Santa Cruz, y reembarcar al día siguiente los
supervivientes rumbo a Gran Canaria, transportando con ellos mediante engaños a
trescientos guanches auxiliares del bando de Güímar, los cuales fueron enviados
a España para ser vendidos como esclavos, manera que tuvo Lugo de agradecerles
el que le salvaran la vida en la rota de Acentejo. Algún autor apunta que los
restos del Ejercito español sufrieron un ataque en el fuerte de Añazu, cosa
improbable por las razones anteriormente apuntadas, lo que sí pudo suceder es
que una vez abandonado el recinto por los españoles, los guanches procediesen a
la demolición del mismo.
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