sábado, 14 de diciembre de 2013

CAPÍTULO XLI-IV



EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1791-1800 

CAPÍTULO XLI-IV




Eduardo Pedro Garcia Rodriguez


1803. Es ascendido al puesto de comandante general de las fuerzas de ocupación españolas, suprema magistratura de los ocupantes en las Islas Canarias, el mariscal de campo, marqués de Casa Cagigal, quien había sido puesto en evidencia por supuesta cobardía o ineptitud en la guerra del Rosellón (España).

Acusado con frecuencia de egoísmo y de despilfarro, no obstante asumió su cargo con el deseo de ser útil al país. Cortés y fino, pero de un carácter irascible, muy pronto tuvo que enfrentarse aun pueblo sometido e inflamable.

1803.
Al N.° 1 de este Cap0, se indica la obrita que con el título de La Vacuna o el Patriotismo Lanzaroteño, escribió el P. Fr. Bernardino de Acosta, la cual contiene la relación de las fiestas hechas con moti­vo del público regocijo que hubo la primera vez que se recibió y puso en planta aquí la vacunación. Son varias canciones en diversos metros alusivos al objeto con anotaciones historiales de la época; que demuestran, que los lanzaroteños entre quienes los pobladores del Arrecife figuraran mucho, tenían benéficos sentimientos; gratitud y aprecio por el interés que su soberano tomaba en su bien, que mani­festaron a su modo, y discernimiento claro para comprender que esto era bueno; cuando en otras de nuestras islas tuvo sus contradicciones, efecto de ideas rancias y tercas. Y aunque con vista del M.S. original extracté la parte más substancial de este suceso ingiriéndolo en otra Memoria sobre viruelas, transcribiré ahora alguna otra circunstancia más, que sea peculiar al país de cuyo celo y costumbres tratamos.

Recibida por el cabildo de la isla de Lanzarote a fines del año 1803 la N. Orden e Instrucción haciendo conocer las ventajas de la vacuna, para que los subditos de la monarquía usasen de este mara­villoso preservativo, con los exhortes y estímulos del comte. general de la provincia marqués de Casa-Cajigal, anunciando hallarse ya di­cha vacuna en Sta. Cruz, el alcalde mayor Dn. Bartolomé de Torres envió a esta plaza cinco niños de la clase pobre, a fin que viniesen vacunados. Parece que el Cabildo no tenía fondos, ni para equipar los chicos, ni para honorario del médico, que debía acompañarlos y volverlos a traer de Tenerife; por lo que los S. S. beneficiados Dr. D. Antonio Cabrera, Dn. Domingo de la Cueva, el comisario del Sto. Oficio Dn. Josef Feo., su sobrino del mismo nombre ayudante de aquellas milicias y Dn. Carlos Ramírez contribuyeron al equipo y el I)1', en Medicina Dn. Pedro Suárez, persona de carácter excelente e instruida , natural de Cádiz, quiso emular a los naturales y fue gratis acompañado de Dn. Cristóbal de la Cueva, quiénes volvieron ya en el año 1804. Ahora seguiremos al Autor, p. 8 y 9.

«Al alborear del día dio fondo en el Puerto del Arrecife el buque que conducía los niños vacunados; tiró dos cañonazos, y otros dos al pasarlos a la lancha, los que fueron correspondidos con tres por la goleta nombrada «Bárbara» propia de D". José de Armas. Esta repi­tió el saludo al tiempo del desembarque, y cuando los chicos y con­curso transitaron frente a la casa de dicho Armas.

Es digno de elogio el júbilo que manifestaron los vecinos de di­cho puerto al ver llegar a los niños. Al primer cañonazo saltaron de sus camas el Ve. cura Dn. Francisco Acosta, el Alce. Rl. D". Lorenzo Cabrera, el Gobernador Dn. Luis Cabrera, el Subte. Dn. José de Ar­mas, Dn. Manuel Alvarez, Dn. José del Castillo, y otros muchos suje­tos de los principales, y mandaron una falúa para desembarcarlos; esperando en las primeras gradas del muelle, acompañados de un número tan grande del pueblo, que le ocupaba en toda su longitud. Allí los recibieron en sus brazos, hasta la carroza que para este efecto había hecho y adornado el referido D". José de Armas; en la cual pa­saron con tan lúcido acompañamiento a la parroquia: Y habiéndose cantando un Te Deum solemne, fueron llevados a la casa que les te­nían preparada y adornada con la mayor decencia los Sres. Dn. Ma­nuel Alvarez y Dn. Francisco Aguilar. En ella fueron mantenidos con todo regalo a costa de dichos Sres., y en especial de los repetidos Alce. Rl. Dn. José de Armas y Dn. Manuel Alvarez. Las Sras. de di­cho Puerto dieron pruebas a estos niños del cariño propio del sexo, y los acompañaron por las noches, formando bailes para divertirlos.

En la tarde del mismo día fijo su bandera con tres cañonazos el castillo de S. Gabriel, y después el de S. José, a las siete de la noche se vacunaron por el Dr. Dn. Pedro Suárez cinco niños...»

Para repetir los saludos que hacía la expresada goleta surta, corno el castillo, y el de Sta. Bárbara de la villa capital, a cada opera­ción con los muchachos de la vacuna, o cuando los condujeron del puerto a la citada villa, era preciso tener la cabeza tan atormentada de este inútil estruendo como la tenía el reverendo autor, y los mili­tares de entonces que sin duda parece que creían ser cosa eficaz para la operación; o lo más cierto, para con tal aparato adular al coman­dante general que también festejó por este estilo el arribo de la vacu­na.

Hasta aquí los particulares que atañen a. Arrecife, pero como la obrita que extractamos es ya tan rara, indicaremos algunos de los respectivos a la villa capital cuyos moradores mostraron no carecer de gusto y agradable entusiasmo para sus fiestas. Se adelantaron a re­cibir a los chicos en el coche del ausente brigadier de la Rl. Armada D". Rafael Clavijo. Hubo sus representaciones y alegorías; entre ellas salió en carroza la princesa Teguise con el blasón de la isla, seguida de parte de aquella milicia a congratularse con la llegada de la vacu­na a su imperio. Danzas, músicas luminarias, alameda artificial en la plaza de Sto. Domingo. Entre las muchas cancioncillas copiaré ésta.
Las cuatro partes del Orbe respirando están a placer; todo es gozo, todo gloria, todo dicha, todo bien, venid, llegad, volad, corred, mortales venid, oid, y atended, y de tanto gozo la causa sabréis.

 (J. Álvarez Rixo, 1982:114-116)

1803.
En molino de viento el barrio denominado El Lomo (Arrecife-Lanzarote), aconteció esta extraordinaria ocu­rrencia. Domingo «el guapo», criado de la casa de Armas, cierto día de viento fresco se acercó a una aspa inadvertidamente, la cual con uno de sus picos o extremos le atrapó por la montera que tenía pues­ta calada, o como ellos dicen de rebozo, y le dio tan grande vuelta por los aires que vino a caer al Charco de S". Ginés; es decir, a la dis­tancia de 500 a 600 varas. Por fortuna era pleamar y dicho charco estaba bien lleno.

Cayó el hombre al agua en la cual se sumergió, y la gente que miraba, acudió en un barquito acto continuo creyendo hallarle cadáver, quedándose maravillada, no sólo de que no le hubiese desnucado, pero que ni aún sufriese lesión alguna. Y puede decirse ya que el Puerto del Arrecife ha tenido su Aeronauta.

Algunos que creían ver en esto algo de milagro, por caer y sal­varse precisamente en el Charco de S. Ginés situado a espaldas de su parroquia, le preguntaron, que por quién había aclamado cuando iba por los aires? Pero ingenuamente contestaba, que por nadie, porque la rapidez del giro, lo llevaba fuera de sí. Otro que hubiese tenido in­terés en mantener credulidades, con decir, que se acordó del santo, le habría aumentado infinito prestigio. Para que se tenga idea de la ca­peruza puesta en actitud de rebozo, capaz de mantenerse tan firme que pudo sostener a su dueño. (J. Álvarez Rixo, 1982:75-76)




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