jueves, 19 de diciembre de 2013

CAPÍTULO XLI-IX



EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1800-1900 

CAPÍTULO XLI-IX




Eduardo Pedro Garcia Rodriguez
1808.
Hemos tenido ocasión de leer una correspondencia del año 1808, que nos instruye, ser la fecha precisa en que estacionaba en el Puerto del Arrecife en Lanzarote la goleta corsario del mando de su dueño Dn. Juan Gavazzo, y habiendo aportado por allí el Cap.". Linch en su bergantín americano El Presidente, registróle dicho cor­sario, queriendo hacerle presa por si había o no sospecha de papeles ingleses con quienes se estaba todavía en guerra. Pero sin que yo sepa que tramoya real hubo en ella, ambos capitanes quedaron pre­sos por las autoridades de la isla, por resultas de una denuncia, por­que parece que Linch traía tabaco de tránsito. Después así Gavazzo como Linch pasaron a Tenerife a ventilar sus derechos ante los tri­bunales superiores que fueron los apresadores verdaderos. (J.A. Álvarez Rixo, 1982:216)

1808.
Durante las turbulencias producidas durante las revueltas de Lanzarote en 1808, suelen acaecer algunas anécdotas, pasada la tormenta tal vez hacen gracia, de ellas como episodio quiero escribir las siguientes.

En cierta sesión del Cabildo tenida en la ermita del Espíritu Santo de la villa capital Teguise; que hasta tuvieron la consideración de  escoger la advocación del templo para el mayor acierto con las di­vinas inspiraciones: el escribano Dn. Carlos Monfort, subió al principio de su motivo, y peroró a los concurrentes animándoles con entu­siasmo ¡a la buena causa que seguían! A este mismo sujeto tocó ir de miembro de la comisión que fue a cumplimentar a dicho Sr. du­que del Parque a su llegada a Canaria. Sabía S. E. lo mínimo; y así que le vio, díjole con ironía: «Que al P. predicador era menester apreciarle el sermón». El pobre escribano se quedó terrilleudo, sin poder articular una palabra. Tanto miedo habían cobrado al nuevo general en virtud de lo que les acusaba la conciencia.

Luego que se supo la llegada del expresado jefe a estas islas, el V"1'. beneficiado del pueblo de Haría D". Rafael María Navarro, ha­llándose agraviado por las demasías y sandeces de los cabildistas, es­cribió una representación exponiendo a S. E. lo acontecido, y solicitó que muchos de sus parroquianos de más consideración la firma­sen. Sabido por dos señores del cabildo, llegaron a Haría para inda­gar si aquello era cierto. Navarro incómodo de que todavía se estu­viesen imponiendo de sus pasos, les escribió esta esquela. «He sabido que han venido V. V. a saber quién hizo la representación contra los desórdenes que V. V. han excitado en esta isla. Y para ahorrarles el trabajo, les participo fui yo, como también que ante el excmo. Sr. duque del Parque les impondrá de otras cosas más. R. M. Navarro». Volvió el alguacil con esquela de parte de ellos que no quiso recibir el beneficiado, diciendo: «Que él no recibía respuestas de baladro­nes». Asustados de aquella resolución, se marcharon al instante del pueblo los indagadores, y cuando creyeron algunos irían a fulminar alguna causa o prisión, se tragaron la pildora a pesar de su amargor.

Los ojales de las casacas servían a los demagogos o capataces del cabildo de telégrafo o señales para dirigir sus locuras, que así se po­drán llamar. Poner la mano en tal ojal, significaba, sí; en cual, no; en otro, quede pendiente; es decir, para tener tiempo de meditar con sus directores.

Por este medio a cualesquiera proposición imprevista, miraban los vocales para sus oráculos, y sin siquiera estos desplegar sus labios maniobraban el negocio a su placer.

De los sustos y sobresaltos en que los tenía el activo mando de duque, a pocos meses les libró la fortuna. El 18, de septe. del mismo año 1811, llegó al Puerto del Arrecife procedente de Cádiz, el te­niente gen1. Dn. Pedro Rodríguez de la Buria, nombrado comandante general de esta provincia; y al instante los asustados partidarios del Cabildo creyeron verse libres del continuo terror que les inspiraba dicho duque; por lo cual rindieron mil obsequios al nuevo jefe, vito­reándole y presentádole una exposición de cuanto padecían sus opi­niones. P. E. después que tuvo el mando les envió de gobernador al Capitán D". José Berriz de Guzmán, quien se portó con espíritu huma­no y conciliador, y siendo el año muy falto hizo abrir los pajeros en que había granos de reserva de diversos pudientes, para que los pobres los pudiesen comprar. Ni el general la Buria olvidó los agasajos de los lanzaroteños, y empleando su indiferencia con unos y buenas palabras con otros; todos los rencores se fueron sosegando y olvidando.

Luego que el gobernador Dn. José Perol, edecán del duque del Parque supo el modo violento con que dicho duque fue expulsado de la isla de Tenerife, dejó el mando de Lanzarote al oficial más graduado y se embarcó para Cádiz. Hubo tempestad, y arribó a po­cos días temeroso de ser víctima de venganzas de aquellos a quienes había contenido; pero estos en nada le ofendieron, y reembarcó en paz, satisfecho que más bien habían pecado estas gentes por efecto de sandez, que por espíritu perverso. (José A. Álvarez Rixo, 1982:180-181)


1808.  Un fuerte huracán cogió de lleno a una polacra española, que estaba en lastre fondeada en la bahía de Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife)y la volcó. Pudo ser reflotada y continuó viaje rumbo a Buenos Aires.

1808. En el Puerto Mequínez (Puerto de la Cruz) Chinech, un temporal se cobró una víctima en una goleta que, cargada de higos pasados, había arribado de la isla de Ecero  (Hierro). La violencia de la tormenta fue tal que, estando la goleta fondeada en el Limpio de las Carabelas, fue arrojada contra la Baja del Rey. Hubo que lamentar la muerte de dos de sus tripulantes.

1808. Agüimes, Tamaránt (G. Canaria). Las actuaciones del escribano Quintana, provoca las quejas de los vecinos.

1808. La Aldea- Tamaránt (G. Canaria). Conflictos suscitados por el reparto de las tierras del Marqués de Villanueva del Prado.

1808. Teror, Tamaránt (G. Canaria). Los vecinos protestan por la ruina de la Iglesia.

1808. Moya-Guía. Tamaránt (G. Canaria). El reparto de tierras en la Montaña
Doramas, provoca enfrentamientos.
1808. Se forma por parte de la burguesía dependiente local una Junta Suprema de Gobierno de Canarias en Eguerew (La Laguna) con el objeto de defender los intereses de la metrópoli en la colonia ante la invasión napoleónica. Será la última ocasión en que Eguerew (La Laguna) gobierne los designios coloniales  insulares.
1808. Se publica en Eguerew (La Laguna) el Correo de Tenerife primer periódico insular de carácter político-dependiente en la colonia.

1808. Se forma una Junta Suprema de Gobierno de Canarias en Eguerew (La Laguna) con el objeto de defender los intereses españoles en la colonia ante la invasión napoleónica a la Península Ibérica. Será la última ocasión en que desde Eguerew (La Laguna) se  gobierne los designios insulares.

1808 Abril 20. El marqués de Villel, que no cesa de acuciar al jefe de escuadra don José de Vargas. Por eso, el 20 de abril, este último se alegra de poder responderle: "Se están cargando con víveres y agua las polacras Nuestra Señora de Puente Salbo y Dulce Nombre de María, más el bergantín San José, perteneciente a un segundo convoy.

Asimismo, para conducir a Canarias a los marinos prisioneros, se preparan tres bergan- tines de esas islas, el Elena, Santo Domingo y Miguel, que pueden llevar cuatrocientos noventa y nueve, mientras que un cuarto navío (inglés, que uno se queda sorprendido de que tenga el nombre español de Juana) recibirá ciento ochenta y cinco. Otros ochocientos subirán abordo de dos buques de línea de Su Católica Majestad: el Montañés, navío de alto bordo construido en El Ferrol en 1794, que lleva setenta y seis cañones, y el San Lorenzo, fortificado con setenta y cuatro, haciendo los dos más bien funciones de transporte que de escolta. Para evitar cualquier sorpresa, otros dos navíos de la flota británica, el Leviathan y el  Conquestlo, que suman juntos ciento cuarenta y ocho cañones, protegerán el convoy puesto bajo las órdenes de don José de Quevedo".

1808.
Castillo de Nuestra Señora de Buen Paso, isla de La Gomera.

En el archivo de Acialcázar (Gomera I), existe una nota con fecha de 1808, que dice así: «Esta donde llaman Buen Paso y en la mejor situación, hay otra fortaleza de forma de herradura, la cual tiene 48 pasos de longitud y 32 de latitud, con tres cañones de hierro de corto calibre inútiles, con un repuesto mal construido y sin Cuerpo de Guardia».

Fue proyectado por Leonardo Turriano y construido en el siglo XVII, si bien no en el lugar por éste elegido, sino por debajo del Castillo de los Remedios. Defiende muy bien el puerto por su situación y su Artillería, que cruza fuegos con el Principal o de San Diego. Como se ve es de planta rectangular con uno de los lados menores circular, situado entre la Caleta de la Cueva del Conde y la Caleta de Quiñones.

Ocupa una superficie total de 229,88 m2, con una longitud de líneas de fuego de 31 metros en cañoneras, con una explanada y cinco emplazamientos, ignorándose el número, clase y calibre del artillado que debió ser para acción exterior y de flanqueo; se halla situado en una pequeña altura distante de la población unos 1.500 mts, comunicándose con ésta por un camino en malas condiciones, y dista de la orilla del mar unos 45 metros, hallándose inscrito en el Registro de la Propiedad de Santa Cruz  de Tenerife el 29 de Septiembre de 1900, al folio 77, del tomo 331, libro 10, de San Sebastián de la Gomera, finca número 596, inscripción la, lindando por el Norte, Sur y Este con riscos y al Oeste con muro de mampostería en el que se halla la entrada al
Castillo.

Fue desartillado por R.O. de 25 de Julio de 1878, y se dispuso su enajenación por R.O. de 2 de Enero de 1924 (D.O. n° 3).

Tenía un local de una sola planta con 12,90 m2 de superficie donde se podían alojar cinco hombres, y un local de 7,80 m2 para repuesto; ambos locales de construcción ordinaria, sin la debida protección y en mal estado de conservación. (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996)

1808 Mayo 2. Mil quinientos marinos franceses prisioneros de guerra en los portones de la rada de Cádiz, son deportados a la colonia española de Las Islas Canarias en un convoy formado por tres buques de transporte, escoltados por un navío y dos fragatas. El convoy zarpa de la Bahía de Cádiz (España) el 2 de mayo, dejando atrás el escenario de tantos sufrimientos inútiles, y el día 11 del mismo mes fue cuando los marinos de Trafalgar, viendo surgir en el horizonte el Pico nevado del Padre Teide se encontraron de repente frente a las tierras de la colonia española que iba a ofrecer esperanzas y incertidumbre.
1808 Junio 18. Nace en Guiniwada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria) Domingo Déniz Grek el criollo historiador, profesor y médico. Realizó algunas obras de carácter fundamentalmente didáctico, y fue médico que destacó por su labor humanitaria y desinteresada, aunque será recordado fundamentalmente por la elaboración de su obra histórica sobre Canarias. De origen portugués por parte paterna y maltés por parte materna. Su niñez transcurre en la calle Santa Clara, que hoy en homenaje a su persona lleva el nombre de Domingo Déniz. Realiza sus primeros estudios, hasta los catorce años, en la escuela del profesor Laguna, en la calle Triana, para pasar posteriormente al Seminario católico Conciliar (1822-1828). En ambos centros tendrá como compañero, durante algunos años, a Domingo José Navarro, quien en su obra Recuerdos de un noventón describe con detalle los dos centros de estudio. Embarca en 1829 con destino a Francia para cursar estudios universitarios en la Universidad de Montpellier. Su estancia allí se prolongará durante siete años hasta 1836. El 18 de agosto de 1837 se doctora y en noviembre abandona Francia dirigiéndose a Barcelona (España) donde permanecerá unos meses hasta su regreso a Guiniwada (Las Palmas), en agosto de 1838.
Ya en su ciudad natal permanece durante ocho años sin poder ejercer oficialmente la medicina, ya que no pudo trasladarse a España a realizar la reválida de su título académico (lo hará en Madrid en 1846). La docencia va a ser la que ocupe preferentemente esta etapa de su vida como profesor del Colegio católico San Agustín.
En dicho centro, uno de sus alumnos será Gregorio Chil y Naranjo, a quien también preparará en francés para que pueda acceder a los estudios de Medicina en París. Tras recibir el grado de licenciado en 1848, regresa a su ciudad natal en donde se asienta definitivamente, consagrado de lleno a sus estudios, a la profesión, a la ciudad y a empresas de progreso y cultura para Tamaránt (Gran Canaria). Durante la epidemia de cólera morbo que en 1851 azota su isla natal, va a destacar por su entregada lucha contra la epidemia. Recuperado de la enfermedad se le nombra Director de Sanidad Marítima (cargo que desempeñará hasta su muerte) y médico del Hospital San Martín. Al año siguiente es designado Subdelegado de Medicina (el cargo médico de la isla más importante en la época). En el desempeño de este cargo, en 1856 formó una "Asociación Médica", un incipiente Colegio de Médicos, que afrontó entre otras cuestiones el establecimiento de una sala para autopsias con el instrumental necesario.
En 1860 asume la dirección de los Establecimientos de Beneficencia (Hospital San Martín, Cuna de Expósitos, Hospicio y Casa de Socorro), cargo que ejercerá durante los diecisiete últimos años de su vida. El alcalde Antonio López Botas le ofrece en esta época la dirección de la Alameda para que se encargue de su embellecimiento. Durante el periodo comprendido entre 1861 y 1873 ejerce el cargo de secretario de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. El martes de Semana Santa de 1877 fallece en su casa de la Alameda de Colón. Redacta en 1840 un manual de Geografía, Compendio de Geografía apropiado a la enseñanza de los niños, publicado en Cádiz (España), del cual se hicieron varias ediciones, publicándose la última en 1871 con el título Rudimentos de Geografía y Cronología, arreglados a la enseñanza elemental. La importancia de esta edición queda evidenciada por los más de treinta años en que estuvo vigente. Con el mismo fin pedagógico publicó años después Nociones de literatura española desde su origen hasta el siglo XVIII. Inicia en 1844 el acopio de documentos y noticias para la elaboración de la que será su obra cumbre, Resumen histórico-descriptivo de las Islas Canarias.
1808 Junio 25.
El sábado, entre dos y tres de la tarde, fondeaba en el Puerto de La Luz de Las Palmas una goleta, al parecer española, con bandera de escudo, pero sin corona, mandada por el vizcaíno don José Izarviríbil. Era entonces gobernador de la isla el coronel, hermano del señor obispo, don José Verdugo, que tanto por su ilustración como por el cargo que desempeñaba, era una de las personas que con más anhelo esperaban noticias de la Península Iberica. Al fondear el buque, se trasladó Verdugo inmediatamente al puerto y se puso al habla con el capitán, teniendo ambos una larga y secreta conversación de que nadie por entonces se enteró.

Observóse por la noche en el pueblo alguna agitación porque, a pesar del silencio guardado, corrían vagas noticias sobre los sucesos de Bayona.

Amaneció e126, que era domingo, y la tripulación con su comandante a la cabeza vino a la ciudad y oyó misa en la iglesia de San Francisco, volviendo luego a bordo, excepto el capitán que permaneció en tierra con el objeto de hacer una visita a las autoridades y asistir a un banquete que se le ofreció por el gobernador. Glosábanse, entretanto, las nuevas de que era el buque misterioso portador y se decía que llevaba a América pliegos reservados de Napoleón para el reconocimiento de la usurpadora dinastía. Varios patriotas, enemigos del ltando afrancesado, se acercaron al corregidor don Antonio Aguirre y le propusieron la inmediata proclamación del rey Fernando, para desmentir aquellas voces o, a lo menos, la prisión del vizcaíno y la detención de su buque; resolución grave que no se atrevieron a decretar Aguirre ni Verdugo, aconsejando a todos la prudencia y el aplazamiento para cuando llegasen órdenes superiores, claras. (A. Millares T. 1997)

1808 Julio. El nombramiento de Presidente de la Junta Suprema de Canarias en la persona de Alonso de Nava Grimón, VI marqués de Villanueva del Prado, fue inmediatamente contestado por sus colonos, quienes decidieron resolver el conflicto por su propia mano amotinándose en septiembre de aquel 1.808 con la toma y reparto de su Hacienda de la Aldea de San Nicolás, en Tamaránt (Gran Canaria).

1808 Julio. La descarga en los puertos de las islas de muchas de las presas de  piratas y corsarios está ampliamente documentada. Como ejemplo, veamos como a finales de julio de 1808, el capitán Linch, asiste a la descarga en el Puerto de Mequínez (Puerto de la Cruz) Chinech (Tenerife) de su barco  El Presidente, el cual había sido apresado días antes en la isla de Lanzarote, por el corsario Juan Gavazzo, quien estaba presente observando  la descarga de su presa.

1808 Julio 30. La Junta Suprema de Canarias, instalada recientemente en las Salas Consistoriales de Eguerew (La Laguna), abre sesión y toma conocimiento de un mensaje del comandante general, el intrigante O'Donnell, dirigido a su presidente, el marqués de Villanueva del Prado. Como durante las últimas semanas han sido numerosos los cambios y las substituciones en el personal dirigente debido a sucesos en la metrópoli, algunos se asombran al saber que se trata de responder a una carta, fechada el 29 de junio, que don Tomás de Morla, gobernador de la plaza de Cádiz, ha enviado al Marqués de Casa Cagigal para que le informara sobre las posibilidades de hospitalización en la colonia.

Nos encontramos inmediatamente después del día funesto en que, capitulando sin condiciones, Rosily ha entregado tres mil seiscientos setenta y seis marinos de su escuadra a los españoles.

No sabiendo qué hacer con este contingente inesperado y, como se sabe, afligida por una rara incapacidad administrativa, la Junta Suprema española ha decidido, sencillamente, enviarlos a la colonia canaria.

¿Cómo eludir tal mensaje cuando es bien sabido que sin la intervención de la Suprema los autoelegidos para gobernar al pueblo canario no serían lo que son? Así que, deliberando seriamente y con no menos laboriosidad, llegan a estas resoluciones de las que se levanta acta de esta manera: "Considerando de una parte: "que, en las circunstancias actuales ya causa de los inconvenientes que resultarían para la tranquilidad pública, a menos que se sitúen bajo guardia y cerrojos, no es posible admitir  que los dichos prisioneros puedan gozar de libertad en las diferentes partes de la isla; " que esta especie de prisión preventiva sería muy costosa y obligaría a tener bajo armas una tropa numerosa; "que, si fuera así, los citados prisioneros constituirían una carga considerable para el tesoro, ya muy afectado por los gastos de guerra contra Gran Bretaña, gastos que aumenta la presencia de unas guarniciones de las que no se puede prescindir; "que, para mantener a estas guarniciones, los ingresos ordinarios apenas son suficientes, teniendo en cuenta los pagos inseguros de la población; " que en una provincia aislada, cuya alimentación sufre tanto la precariedad de sus recursos como la insuficiencia de las cosechas -que este año se presentan mal-, los víveres consumidos por estos cautivos reducirían peligrosamente la parte de los naturales; "Por otra parte, considerando: "que es necesario conciliar el interés esencial del país con el ardiente deseo de participar en la ayuda de la nación, la que es un deber sagrado, "La junta por estos motivos y después de haber hecho los cálculos necesarios, "Determina: "que el mayor número de prisioneros que puede admitir ascenderá a mil doscientos,' incluyendo en él a cuarenta oficiales, cuya repartición en esta isla y en las otras será establecido, llegado el momento, de forma detallada".

1808 Agosto 19.
Aquí (en Arrecife de Lanzarote) como en todos los pueblos de la monarquía española se sintió mucho la prisión de Fernando VII en Francia, siendo grande­mente celebradas las victorias que se obtenían en la península contra las armas de Napoleón, y tanto odio cobraron a este, que en uno de los primeros festejos, pidieron a Dn. Manuel J. Álvarez un buen re­trato que de este guerrero tenía en su sala, y lo echaron a volar por medio de fuegos artificiales. La isla reconoció el gobierno de la Junta Gubernativa creada en la ciudad de La Laguna, y los vecinos del Arrecife quisieron hacer su espontonada a esta improvisada corpora­ción y la dirigieron el documento siguiente.

«Excmo. Sor = El Vecindario del Puerto del Arrecife en la isla de Lanzarote, persuadido firmemente que mediante las circunstan­cias del día reside en V. E. la legítima y suprema autoridad de esta provincia, no puede dilatar por más tiempo hacer manifestación de este reconocimiento, y sujetarse como desde luego se sujeta a las sa­bias y prudentes determinaciones de V. E. Conoce la importancia de que todos los pueblos tributen iguales respetos, y que se incorporen todos con la más estrecha unión a recibir un sólo impulso, pero ve con dolor que algunos lo dilatan: Siente en extremo que cada Isla toda no haya sido la primera en pagar tan justo tributo, y no puede menos de lamentar la inacción en que ha permanecido: Sabe que a los magistrados que la representan han llegado hace algún tiempo, y de consiguiente ignora V. E. los sentimientos que a todos nos ani­man. Ya al pueblo del Arrecife le pesa haber esperado a manifestar los suyos por medio de otros, y arrebatado de justo entusiasmo quie­re unirse a V. E. y descubrir su patriotismo. Reconoce con V. E. por su legítimo soberano al Señor Don Fernando séptimo de Borbón: jura su defensa y la de su patria, y ofrece por ella su vida y ha­beres. No son estas expresiones vagas: habla en ellas el corazón, y los habitantes de este pueblo no tienen por ahora otro medio de acredi­tarlo que con obligarse a pagar de sus frutos el medio diezmo a que V. E. nos invita, y a que ha dado norma la isla de Tenerife. Estos son los verdaderos sentimientos de este pueblo, que expresa a V. E. por medio de doce de sus vecinos: y sujetándose espontáneamente a las órdenes de V. E. las espera para obedecerlas lleno de respeto. P1". del Arrecife isla de Lanzarote agosto 19, 1808 = Excmo. Sor= Fran­cisco Aguilar = Lorenzo Cabrera = Josef Ginory = Luis Cabrera = Manuel Alvarez = Juan de País = Luis Cabrera López = Policarpo Medinilla = Miguel Ramírez = Eusebio de Casares».
A los S. S. vocales de la Junta de Tenerife que se miraban sin otra misión que su espontánea voluntad de mandar; supo mucho este incienso y docilidad de los pueblos a obedecerles y comprometerse u pagar medio diezmo; e hicieron desde luego publicar la precedente Carta en su periódico titulado «Correo» de Tenerife» N.° 2, del jue­ves 1.° de septiembre de 1808. La primera firma es del Alcalde Rl. del mismo año.

Pero no podemos menos de preguntarnos, que letrados, ni qué componían en el mundo aquellos entusiasmados vecinos del Arreci­fe, para anticiparse al Cabildo de su isla, y decir, «reside en V. E. la legítima y suprema autoridad de la Provincia». Perdonémosles, con que entonces todo se tragaba, se creía bueno y se hacía, con tal de llevar a Fernando VII por enseña.

El mismo vecindario contribuye con ropas y dinero para el equipo de la tropa que desde Sta. Cruz fue a la guerra peninsular. Mas la generosidad de los lanzaroteños no se dignaron ponerla en di­cho periódico, porque ya empezaba la pereza de sus redactores; pues sólo dio lugar a la lista de los contribuyentes del Pto. de la Orotava, cuyas retenciones de nuestros publicistas de gobierno provisionales, da lugar a ignorar muchas acciones buenas o malas ocurridas en las islas.

Todos estos precedentes y entusiasmos con otros que iremos apuntando oportunamente vinieron a parar en que el año 1810, hu­biese en esta isla una revolución.

La Junta Gubernativa de Tenerife usó y deshizo por orden del gobierno supremo de seis de Junio, 1809. Y en septiembre del pro­pio año arribó al P'°. del Arrecife y residió algunos días su digno pre­sidente marqués de Villanueva del Prado, quien iba ahora para Espa­ña de vocal por estas islas a la Junta Central. Algunas otras personas distinguidas iban en su compañía, como el brigadier de Artillería D. Eduardo, el coronel Ríos, etc. (J.A. Álvarez Rixo, 1982: 173-175)

Queda indicado al Capítulo IX, párrafo 6, quién era Juan Brito las pretensiones que tenía para que su yerno Dn. Juan Valen­ciano fuese gobernador de las Armas de la isla de Lanzarote. Enviudó éste de la hija de Brito nombrada María, y casóse con otra señora, aunque no rica, de más categoría. Irritó tanto por ello a Brito creyendo se hacia poco aprecio de la memoria de su hija y de su riqueza, que se ladeó enteramente su valimiento para con el comandante general Cagigal, en favor de Dn. Bartolomé Lorenzo Guerra, émulo de Valenciano, obteniéndole el gobierno para dicho Guerra a quien como si fuese su hijo suyo franqueó su casa hermosa y costosa­mente alhajada en el P'°. del Arrecife; para que dicho señor resi­diese en ella. Depuesto Cagigal en el mes de julio de 1808, por la junta erigida en Tenerife, ésta quitó el gobierno a Guerra, sólo por ser criatura de aquel, y se le confirió al ayudante mayor D". José Feo y Armas, vocal de la citada Junta por la isla de Lanzarote. Y el agraviado Guerra pasó a España en solicitud de justicia, que además de tenerla iba escobada de algunas talegas de miles de pe­sos de su protector Brito; pero éste falleció abintestato en 1809, antes de ver a su protegido regresado. Hecha esta indicación en­traremos en materia.

El gobernador interino Dn. José Feo y Armas, un tío suyo de su propio nombre, clérigo intrigante y rico, comisario del S'°. Oficio, y sus parciales, juntaron un Cabildo a su modo, a los primeros meses del año 1810, prendiendo y haciendo fugar a varios sujetos que no se respetaban a sus intentos, publicando, que la Isla no quería a otro Gobernador que a dicho Feo; estimulándose más a las tropelías, cuando supieron llegaría de España Dn. Bartolomé Lorenzo Guerra nombrado por la Junta Central del Reino, de coronel y gobernador propietario. La gente de viso del Puerto del Arrecife fueron los más que sufrieron, teniendo que ausentarse para Tenerife, hasta el mismo párroco, a fin de no ser atropellados, siendo el crimen del pacífico eclesiástico, que los de Guerra como eran naturales del mismo pue­blo de Sn. Bartolomé, y amigos, apeaban en casa del cura cuando ba-j;iban al Puerto.

Efectivamente, por mayo a junio, llegó a Sta. Cruz el coronel Guerra y pasó a la isla de Lanzarote su patria a posesionarse de su gobierno. Pero aquí supo, no le querían recibir, antes sí prenderle, para lo que habían reunido y amotinado las gentes en la villa de Teguise. Guerra recogió todos los víveres que pudo, algunos artilleros y amigos, y se encerró en los dos castillos del Puerto del Arrecife, co­municándose por mar de uno a otro en una lancha.

Bajó de tropel la gente de campo armada de fusiles y palos, a atacar el castillo de S. Gabriel; e hicieron un continuo y desconcertado fuego desde el puente que aún no estaba elevado.

Entretanto les gritaron de las fortalezas se retirasen, si no que dispararían. El gober­nador Guerra encargó mucho no se hiciese fuego sino a la extrema, y se fue aquella tarde por mar a dar sus disposiciones al castillo de S. Jose. Pero habiendo seguido la muchedumbre acercándose y molestando; el subteniente Dn. Leandro Camacho, y Manuel Valentín Ló­pez se resolvieron, disparándose un cañonazo por alto con metralla, que a pesar de esta precaución hirió dos hombres y mató a otro de los sitiadores. Al instante huyeron éstos como niños, bajándose de gatas para más a su salvo escapar guarecidos de la muralla sin ser vistos del castillo, cuyo puente por temor de segundo ataque se levó ahora por el patrón Antonio de Brito.

Al día siguiente bajó gran parte del regimiento de la Villa con el tren de  de cuatro violentos, y al acercarse por el camino del volcán diri­gieron una bala desde el castillo de Sn. José, cuyo zarpazo y ondula­ciones que hizo por aquel llano, desagradó a los valientes, que se re­plegaron sobre su derecha hacia el poniente, y entraron por la noche en el pueblo.

Había quedado este desierto, y hasta los barquitos y lanchas de pesca los partidarios de Guerra tuvieron la precaución de hacerlos varar en islote del castillo de Sn. Gabriel para que la soldadesca contraria no tuviese en que transportase al ataque de dicho fuerte.
Los caudillos de la chusma del primer día eran un medio procu­rador nombrado «Andresito», flaco y macilento, con su levita parda y un hacha ferrugienta en las manos, que era lo que había que ver, diciéndoles «vamos hijos a prender a los Guerras», y el otro el mis­mo bruto entusiasmado que quedó en la palestra nombrado Nicolás Cabrera, vecino del pueblecito de Tías. Al primero de estos mente­catos la RI. Audiencia le hizo pagar una crecida multa pereciendo sus bienes para satisfacerla, de cuya pesadumbre hubo de morir, pues los del cabildo ya no prestaron socorro. El que gobernaba los cuatro cañones violentos que hay en la villa, era un borracho pinta puertas nominado Cachupín. Al rico Dn. Ginés de Castro «el viejo», a quien creían del partido de Guerra, porque su hijo le acompañaba en los castillos, la plebe como le tenía ganas le insultó y llevó preso a dicha villa donde se temió su catástrofe. Pero él después quedó bien con todos y con su caudal que no se lo tocaron. El pobre gobernador Guerra fue el peor librado. Regresó a Sta. Cruz, sobrevino la epide­mia, y allí murió por noviembre del expresado año 1810.
El brigadier Dn, José F. Armiaga y otra persona de carácter a quienes el comandante general Dn. Ramón de Carvajal, envió desde P'°. Cruz a pacificar la isla de Lanzarote y que Feo dejase aquel tu­multuoso gobierno, no fueron oídos, volviéndose desairados al se­gundo día. Pero sabida la llegada del duque del Parque a Canaria, de nuevo capitán general, le temieron sobremanera, se le sometió la isla en febrero de 1811, y S. E. mandó a Lanzarote a Dn. José Perol, su edecán que tomó el Gobierno militar, y al Licdo. Betancourt para Al­calde mayor. Entonces Dn. José Feo pasó a Sta. Cruz en clase de pre­so, a donde llegó la noche 30 de mayo, señalándosele cuarto en aquel presidio: en cuyo punto permaneció mientras el duque estuvo en islas. Después pasó a España a prestaciones permaneciendo por allá hasta el año de 1820 a 21, en que fue repuesto por el Gobierno cons­titucional según luego veremos.
A fray Bernardino Acosta que siendo prior de S10. Domingo, también era acérrimo cabildista, y a otro fraile de su orden S. Medina, les hizo expulsar de la isla el Sr. duque, la madrugada I." de ju­nio, cogiéndoles de sorpresa y embarcándolos acto continuo para S1-Cruz, a la cual aportaron el 4 del mismo, cuya providencia causó tanto terror a los demás farautes de los demás alborotos, que algunos no se atrevían a dormir en sus casas. (J. A. Álvarez Rixo, 1982: 175-179)

1808 Septiembre1.
Lista de las personas que componían el Cabildo Permanente de Canaria, reunido en Las Palmas:
Presidente, don Juan Bayle Obregón, alcalde mayor de la isla; Ilmo. Señor don Manuel Verdugo, obispo de la diócesis; lImo. Señor don Luís de la Encina, obispo de Arequipa; El conde de Vega Grande; don Lorenzo Montesdeoca, dignidad de tesorero de la Santa Iglesia Catedral; don José Romero de Franqui, juez de Expolios y Vacantes; don Miguel de Manzano; don Manuel del Reo Aponte; don José Viera y Clavijo, arcediano de Fuerteventura; don Antonio Echónove, inquisidor fiscal; fray Antonio Raymond, del orden de San Agustín; don Estéban Fernández; don Isidoro Romero y Ceballos; don Agustín Falcón y Béthencourt: don Pedro Gordillo y Ramos, cura del Sagrario; fray Esteban Rores, prior de Santo Domingo; fray Pedro Miranda, guardián de S. Francisco; fray Miguel Ramos, prior de S. Agustín; Don Domingo Suárez Travieso; don Francisco Javier Jiménez; don Agustín de la Rocha; don Domingo Penichet; don Nicolas Béthencourt; don Francisco Aguilar Romero; don José Quintana Uárena; don Juan María de León y Romeró; don Juan-Franques de Mesa; don Baltasar de Llarena; don Santiago Bravo de laguna; don Cristóbal Mujica; don José Matos Azofra; don Policarpo Padrón; don José Padrón; don Rafael Pastrana; don Antonio José Pérez; don Juan Nepomuceno Carrós; don José Vázquez Figueroa; don Pedro Russell; don Pedro Bravo de Laguna; don Nicolás Massieu; don Nicolás Negrín; don Juan Bandini; don Leonardo Calderón y Reyes; don Manuel Pestana; don Francisco Martínez de Escobar; don José Doreste; don Miguel Macías; don José Pérez Luján; don Juan Antonio Sall; don Pedro Déniz; don Miguel Sortino; don Juan Gonzólez; don Luis Vernetta; don Esteban Laguna; don Domingo Gil; don José López; don Pedro Zórate; don Domingo García Sánchez; don José Shónahan; don Patricio Rusell y don José Pastrana, Diputados por los pueblos: don Cristóbal Morales y don Francisco Rivero, por Telde; don Miguel Martín y don Miguel Ruíz, por Góldar; don Francisco Almeida y don José Merino. por Gula; don Juan Suárez y don Isidro Aguilar, por Agaete; don Pedro Alvarado y don José Rulz, por Agüimes; don Claudio Ponce y don José Gonzólez, por San Lorenzo; don Marcos de Matos y don Pedro Castellano, por Arucas; don Vicente de Pérez y don Vicente Naranjo, por Teror; don Bernabé de la Vega y don Andrés Ortiz, por Santa Brígida; don Juan Agustín Carrello y don Domingo Ortiz, por Tirajana; don Salvador Suárez y don Andrés de la Fe, por Moya; don Francisco Lorenzo y don Manuel García, por Tejeda; don José Perera y don Juan Rodríguez, por Artenara; don Juan Cabral y don José de Melo, por la Aldea de San Nicolás; don Francisco Bóez y don Francisco Guerra, por Firgas; don Francisco Gil Navarro y don Francisco Pérez por San Mateo; don Miguel Macís y don Diego Robaina, por Valsequillo. (A. Millares, t.4, 1997)

1808  Diciembre 7. En la noche, una tormenta hace naufragar fuera de la baja Amarilla, del Puerto Mequínez, en Chinech a un barco grande de pozo, La Justicia, propiedad de don Juan Pláceres. En el hundimiento perecieron dos mujeres que viajaban para Benahuare (La Palma). En la misma noche, y en el mismo fondeadero se hundió otro navío propiedad también de don Juan Pláceres.

1808 Diciembre 15.En Puerto Mequínez (Puerto de la Cruz) Chinech, (Tenerife) se fue a pique en La Baja del Rey, un barco de pozo, conocido como el Cojo de la plaza, propiedad también del mencionado don José Placeres. Tres tripulantes que estaban a bordo lograron salvarse en una lancha.



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