lunes, 9 de diciembre de 2013

CAPÍTULO XL-XII



EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1791-1800 

CAPÍTULO XL-XII




Eduardo Pedro García Rodríguez

1799 Mayo 15.  La ejecución del soldado Joaquín de Paz, convicto de asesinato, y su sepelio constituyeron una manifestación en Tedote n Benahuare (Santa Cruz de La Palma). Pese a que el acusado reconoció su crimen mató a su novia en un rapto de celos-, su juventud y simpatía y la popularidad de la causa convirtieron sus últimas horas y su entierro, en la parroquia católica matriz del Salvador, en un acto colectivo de expectación y duelo. Fue pasado por las armas en el Castillo Real de Santa Catalina.

1779 Junio 12.
Don fray Joaquín de Herrera vino a ocupar la vacante de la diosesis y llegó a Las Palmas cuando la guerra con Gran Bretaña volvía a amenazar con nuevas desgracias a la colonia. Con gran celo visitó este obispo su diócesis, animando con sus consejos y donativos a su cabildo a seguir la interrumpida obra del templo catedral. Pero, mientras se agitaba en aquella ilustre corporación tan benemérito proyecto, una enfermedad aguda atacó a Herrera en su palacio, falleciendo el 4 de diciembre de 1783 ala edad de 78 años. Aquella misma noche nombró el cabildo por vicario capitular de la diócesis al canónigo don José Massieu. El funeral del prelado se verificó con gran ostentación, pronunciando la oración fúnebre el magistral don Luís de la Encina, futuro obispo de Arequipa. (A. Millares T. 1977)

1779 Septiembre 19.
Llega a la colonia de  Canarias el nuevo gobernador virrey enviado por la metrópoli el general don Joaquín Ibáñez, marqués de la Cañada, que llegó a Añazu (Santa Cruz) con el segundo cabo y varios oficiales españoles el 19 de septiembre de 1779, cuando ya la guerra de independencia de las colonias inglesas estaba declarada produciendo en la metrópoli patriótico entusiasmo.

Como nubes de buitres hambrientos cayeron entonces los corsarios ingleses sobre estas islas, interceptando sus vías de comunicación sin que ni un solo buque de guerra español viniese en su defensa. En noviembre (1779), los enemigos de la metrópoli hicieron un desembarco en Jandía y, penetrando por aquellas ásperas sierras, se apoderaron sin oposición del ganado que allí pastaba. En febrero de 1780 otro corsario apresó, sobre las costas del sur de Chinet (Tenerife,) un buque de Benahuare (La Palma) que llevaba un cargamento valorado en 7.000 pesos con una: escolta de diecisiete soldados. Los ingleses tuvieron la generosidad de ceder la lancha a la tripulación para que pudiera desembarcar en Tenerife y se quedaron con la embarcación y su carga.

En mayo (1780) llegó a Añazu (Santa Cruz) la armada española que mandaba el almirante Solano, con doce navíos de línea y ocho fragatas, llevando a su bordo varios regimientos y un tren de batir destinados a América del Sur.

En este mismo año, el conde de la Cañada había armado en corso una balandra que confió a la pericia del capitán don José de Armiaga, con cuyo buque se recorría frecuentemente el canal que separa Canaria de Tenerife, proponiéndose así ahuyentar los pequeños buques que con escasos medios de ataque se acercaban a nuestras costas.

Esto no obstante, aquellos aguerridos marinos se deslizaban sin ser vistos, entraban por sorpresa en los puertos, se apoderaban de las naves mercantes, las saqueaban y les ponían fuego, llegando su atrevimiento hasta hacer desembarcos por las playas más indefensas y desiertas, talando los sembrados y esparciendo el espanto entre sus moradores.

Estos trastornos, alarmas y pérdidas cesaron al llegar en febrero de 1783 la noticia de que la paz se había firmado en París el día 15 de enero y en Londres el 18, sin que en los tres años que duró esta guerra intentasen los ingleses un ataque formal sobre las islas. El marqués tuvo, pues, la satisfacción de conservar ilesa la integridad del territorio isleño, aunque no se debiera a su buen deseo ni tampoco a su pericia ni a su valor, sino a la indiferencia del enemigo que no se ocupó por entonces de esta presa, donde era tan fácil enarbolar el pabellón británico estando como estaban las islas sin tropas ni defensa alguna. El único lugar fortificado era el puerto de Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife,) circunstancia que de nada hubiera servido para el resto del Archipiélago si, desgraciadamente, se hubiesen presentado las escuadras enemigas de la metrópoli. (A.  Millares T. 1977)

1795 Diciembre 20.
El obispo Don Antonio de Tavira y Almazán estuvo en visita pastoral en La Orotava el 20 de septiembre del año 1795. El teniente coronel Don José Rafael Benítez de Lugo y Mesa, como marido y conjunta persona de Doña Andrea de Alzola y del Hoyo de Ayala y Bethencourt, patrona de la ermita, vecinos de la villa, puso en manos del obispo un memorial en que, apoyándose en las leyes que estaban en vigor y en las concesiones de gracia iguales que había hecho el propio obispo, pidió que se sirviera dispensarle la de que pudiera dejar libres los bienes vinculados por el capitán Blas de Alzola, de los que era poseedora su mujer, de la carga que los sujetaba a pagar los dos ducados de vellón antiguos a los beneficiados de la iglesia de San Marcos para hacer la fiesta de San Juan en el caso que no la hiciere el vecindario, y de otras imposiciones pías que los gravaban, entre ellas la que puso el doctor Don Salvador Afonso, canónigo magistral de la catedral de Canaria, sobre la casa de la plaza del lugar que compró Doña Francisca de Alzola y Gallegos a los capitanes Andrés Luis Navarro y Salvador Navarro de la Guarda e incorporó al vínculo.
 
En atención a lo que representó y solicitó Benítez de Lugo vino en concederle el obispo la gracia de que pudiera redimir las imposiciones que mencionaba en el memorial exhibiendo los capitales correspondientes y pagando sus respectivas decursas con conocimiento e intervención de los interesados, los cuales habían de admitir la redención cuidando que se hicieran sin dilación nuevas imposiciones sobre bienes raíces ciertos y redituables bajo las seguridades y requisitos que liberasen la obra pía de todo perjuicio, y dio comisión al vicario de Ycod, ante quien debía exhibir los capitales, para el otorgamiento de los instrumentos y para que, por decreto judicial, mandase poner las notas correspondientes en los cuadrantes benefíciales a fin de que quedaran canceladas las imposiciones.

El expediente de redención de la obligación de pagar dos ducados a los beneficiados con que gravó el poseedor del vínculo para hacer la fiesta de San Juan si sucediere que los vecinos y la cofradía, que debían celebrarla por ser el santo patrono de las viñas, no la hicieren no se conserva, ni los de los tributos perpetuos de un tostón por una misa rezada que había de decirse en su fiesta a la Virgen del Amparo y de una dobla por dos misas a la Virgen de la O, una en su día y otra el siguiente, que pesaba sobre un pedazo de viña junto ala fuente de Pedro Martín. El gran incendio del año 1798 abrasó la casa, quedando solamente su suelo y materiales de albañilería. Medía «de frente ala calle Quarenta y un pies y veinte y dos de Ancho, y de fondo Quarenta y ocho pies de frente quarenta y sinco de Ancho; y su traspatio sesenta y seis pies de fondo y quarenta y sinco de Ancho» y lindaba «p' el Naciente sitio de la cassa ynsendiada de D'Nicolas Gor Domingues, p`el Ponla Plasa, por avajo solares que Gosa el cap° D" Antonio de Alzola y D' Thomas de León, y por arriva cassa, y sitio del presente css », que cra García de León y Esteves, Doña Andrea de Alzola le vendió al presbítero Don Nicolás Lorenzo Delgado y Cáceres,  comisario calificado del Santo Oficio, por precio de cuatrocientos pesos corrientes siete reales y dos cuartos de vellón antiguo y libre del censo a que estaba sujeta por cuanto se había redimido en el año 1796 (A.H.P.S.C.T.: Libro 2.628, folios sin numerar). En el sitio de la casa incendiada fabricó el comprador la de fachada neoclásica que dejó al coronel de ingenieros Don Gonzalo de Lorenzo y Cáceres y perteneció a sus sucesores hasta hace poco tiempo. (Espinosa de los Monteros y Moas, 2006)
 
1800. Un corsario inglés  captura  el barco de pesquería  Nuestra Señora de Las Angustias, que regresaba a Chinech (Tenerife), frente mismo al puerto de La Aldea En este mismo contexto bélico, el comerciante Antonio Betancourt, escribe en su conocido diario que el 7 de noviembre de 1800 llegaron al puerto de Las Nieves, en un bote, la tripulación y pasajeros de un barco chino (entre otros el inquisidor don Cándido y tres hijos del Conde de la Vega Grande), que con bandera española, procedente de Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife) y con destino a la metrópoli, llevaba unos 300 prisioneros ingleses que se habían hecho, en estas aguas, con el control del buque: Se levantaron los ingleses y botaron una lancha a la mar y embarcaron al inquisidor y los hijos del conde, paje y algún otro pasajero (...) y los cuales llegaron al lugar de Gáldar, al puerto de las Nieves, con parte del equipaje, que el demás se lo llevaron los ingleses.
1800. Arucas, Tamaránt  (G. Canaria).Ante la escasez de granos en la zona, se intenta impedir la salida de partidas del mismo procedente del Mayorazgo de Arucas hacía Chinet (Tenerife).
1800. Ángel García nació en Igueste n Abikure (San Andrés) en  la isla de Chinech (Tenerife) en una casita blanca  próxima al mar, en la que solía recalar con su velero para aprovisionarse del manantial existente en la cueva del agua. Apodado "Cabeza de Perro" presentaba los siguientes rasgos físicos: grueso y rechoncho, de nariz chata, ojos pequeños y hundidos, boca larga con separados dientes, cabello trigueño y cabeza muy abultada -a la vez que deforme- con enormes protuberancias, razón por la cual usaba ceñidor y capucha de color negro al objeto de cubrírsela. En el barrio de San Lázaro, en La Habana, poseía un verdadero palacio cuyo aspecto exterior era el de una dulcería; por dentro, estaba repleto de espejos y lámparas con incrustaciones de oro; las habitaciones se comunicaban con puertas secretas que daban a los sótanos de la muerte donde su fiel servidor, Plácido el Mulato, esperaba a sus víctimas; los cuartos estaban llenos de arcas con los frutos de las rapiñas (dinero, alhajas, relojes, etc...). Desde una vivienda situada frente a la pastelería, su hijo Luis García, controlaba la entrada y salida de las personalidades (clientes) con los que su padre se relacionaba en cuestiones de pillaje y negocios ocultos. En sus desplazamientos hasta las costas africanas en busca de esclavos negros y naves cargadas de marfil y maderas nobles, nunca atacó a las embarcaciones que navegaban por aguas canarias, por el contrario, el Caribe constituyó su centro de operaciones. El episodio más conocido del pirata fue el asalto que, desde su barco insignia El Invencible, efectuó al bergantín El Audaz en su recorrido desde La Habana a Nueva York. En la refriega acuchilló a los tripulantes y pasajeros, excepto a una mujer y a su hijo, quienes se habían escondido; no obstante, cuando ambos fueron descubiertos los arrojó al mar, al tiempo que hundía el barco y emprendía la retirada.
Afortunadamente, el velero italiano Centauro los recogió y al relatar la odisea al capitán, éste le mostró el retrato de Cabeza de Perro, reconociéndolo la señora como el autor de aquella matanza. Según algunos autores, desde ese momento el pirata cambió de actitud, ya que aquel llanto infantil le quedó grabado en su mente, de tal manera, que el remordimiento no le permitía conciliar el sueño. Además, como notaba que envejecía rápidamente, expresó a sus socios, personas de elevado rango social, su deseo de abandonar la piratería e incluso entregarse a la justicia, pero su hijo le disuadió, porque ello induciría a descubrirlos a todos. Comenzó entonces a frecuentar la Iglesia y entabló amistad con un clérigo, también oriundo de Chinet (Tenerife), quien lo convenció para que regresara a su Isla natal, tomando el pirata la decisión de volver de nuevo a su antigua casa en donde dedicaría su tiempo a labrar la tierra y por las tardes se sentaría a observar los barcos surcando la mar. Fue así como ataviado de indiano -traje blanco, sombrero, anteojos de hombre respetable y acompañado por una cotorra- embarcó en El Tritón. Durante la travesía no salió del camarote y solo al oír el grito de tierra fue cuando subió a la cubierta para contemplar el Teide y su casita de Igueste. Al llegar al puerto de Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife) desembarcó totalmente transformado, ya que llevaba pantalones anchos por encima de los tobillos, una chupa de grandes faldones, sombrero de guano de a la ancha, un paraguas y una jaula con la cotorra; su feo aspecto fue motivo de comentarios jocosos, a la vez que de burla por una multitud de chiquillos -situación que el pirata rechazaba con el paraguas- lo que originó que aquellos palanquines le tiraran piedras hasta dejarlo herido en el suelo. Cuando llegaron los guardias para protegerlo, lo encontraron intentando defenderse con un cuchillo, cuyo mango en forma de cabeza de perro, lo delató y fue encarcelado. A partir de este episodio, pasó largo tiempo en el Castillo de Paso Alto a la espera de la resolución de su condena. Entre tanto, se distraía fumando y construyendo maquetas de barcos, sin hablar ni siquiera con sus guardianes. Al conocerse la sentencia de su muerte nadie quiso perderse el espectáculo de su traslado -a pie entre bayonetas- desde aquella fortaleza al barrio del Cabo. En los instantes previos a la ejecución pidió un habano, donó la maqueta de un bergantín a la Virgen del Carmen y para demostrar su personalidad arrogante hasta el final, se atavió un pañuelo rojo en la cabeza y lanzó una mirada y una sonrisa irónica mientras recibía los disparos que acabaron con su vida. (José Manuel Ledesma)
1800 Febrero 26.
Don Antonio Vázquez escribía: “yo,  el escribano público Antonio Vasques de esta isla de San Miguel de La Palma, por el Rey Nuestro Señor, certifico, doy fe y verdadero testimonio cómo en el Estandarte Real que tiene el Cabildo y el regimiento de esta isla, que se saca a las funciones acostumbradas como es el día de la Santa Cruz de Mayo, Corpus Christi  y el Arcángel San Miguel, están por una parte de él las Armas Reales y por otra la Imagen del Señor San Miguel….”

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