sábado, 11 de enero de 2014

MATRIARCADO Y HARIMAGUADAS





En Canarias existió un matriarcado en la época precolonial. A este hecho, confirmado por numerosos historiadores, no se le ha dado nunca la importancia merecida. No es para menos, el que las mujeres se casaran con tres hombres, no debió de ser del gusto de los conquistadores y menos aún de los posteriores cronistas, por lo que ha permanecido silenciado durante siglos.

Algunos autores, como el ilustrado canario, José Viera y Clavijo, relata como el casamiento de las mujeres con tres hombres es un hábito común en esta época; igualmente Bontier y le Berrier señalan en Le Conqueste des Canaries “que las mujeres de Lanzarote eran muy hermosas, muy honestas y por lo regular casadas con tres hombres”

Pero ¿cómo podía coexistir una convivencia armónica entre ellos? Las mujeres guanches solucionaron esto de una forma singular: cada luna cambiaban de marido, el que hubiese estado con ellas en calidad de marido durante un mes, pasaba a ser los dos meses siguientes criado de ésta, y así sucesivamente, contentando de esta forma a todas las partes.

Aunque el matriarcado, desafortunadamente, no sobrevivió después de la conquista. Hay autores que sostienen que esta hegemonía de la mujer prehispánica continúa perviviendo en el sustrato de la mujer canaria y formando parte de su propia idiosincrasia.

En este contexto, las harimaguadas eran la representación máxima de la mujer como transmisora de la cultura y del saber, encargadas, por lo tanto de la perduración de las costumbres a través de la enseñanza. ¿Pero quienes fueron realmente las harimaguadas? Eran las adivinas o sacerdotisas, a ellas acudía el consejo para que mediasen entre el cielo y la tierra, lo posible y lo imposible, pues eran las únicas capaces de provocar la lluvia que daría pasto para el ganado y cebada para el gofio. Veneradas por la población como vestales, era su condición y recinto inviolables, bajo penas y castigos durísimos, no debiendo ser vistas por nadie, por lo que cuando bajaban una vez al año al mar, las gentes debían apartarse y esconderse de su camino. Sabemos que vivían en comunidad en lo alto de la montaña por estar más próximas al cielo y desde donde hacen libaciones a la divinidad. Pero pese al carácter sagrado o adivinatorio de las harimaguadas, no había restricciones a la hora de salir del mismo, pudiendo, después de unos años de enseñanza, abandonar lo alto de la montaña cuántas de ellas quisieran para casarse, si así lo preferían.

Algunos historiadores sostienen que la raíz del matriarcado se encuentra en la escasez de mujeres existentes, hecho que debería llevar a repartirse los muchos hombres sobrantes. Esto me lleva inevitablemente a una reflexión ¿Podría ser la causa de esta escasez de mujeres el hecho de que gran parte de ellas fueran harimaguadas y no quisiesen dejar de serlo?

Seguramente nunca lo sabremos.

Maria Gómez Díaz
Enero de 2014.

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