EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL,
DÉCADA 1821-1830
CAPÍTULO XLIII-V
Eduardo Pedro García
Rodríguez
1826 Noviembre. Durante toda la noche, del siete al ocho, se
produjeron incesantes lluvias acompañadas de vientos fuertes del N.O. El Puerto
Mequínez (Puerto de la Cruz)
Chinech, guardará triste memoria de este día por el espantoso aluvión que
ocasionó las mismas. Una fragata francesa fue arrojada por la violencia de las
olas sobre los peñascos de las carnicerías, muriendo 15 miembros de la
tripulación y salvándose tres, que fueron arrojados por una ola gigante sobre
el montullo quedando en seco, aunque maltrechos por la fuerza de los golpes
recibidos. En estas mismas fechas, el Puerto de Mequínez (Puerto de la Cruz) quedó prácticamente
destruido, con grandes pérdidas de vidas humanas, animales, casas y tierras,
como consecuencia del terrible aluvión que azotó toda la isla de Chinech
(Tenerife) y que sería para siempre
recordado como: <<El aluvión del 26>>.
1826 Noviembre 7. El Aluvión que azotó las islas fue uno de los que se guarda ingrata memoria por los enormes desastres que causó en las islas Canarias. Una de las islas más afectadas fue sin duda alguna la de Tenerife, en ella, las fuerzas incontenibles de la naturaleza descargaron su potencial destructor arrasando tierras de cultivos, destruyendo casas y árboles, cambiando los cauces de los barrancos, cobrándose gran cantidad de vidas humanas e innumerables cantidad de ganados, los habitantes de la isla, especialmente los de la zona norte, creyeron firmemente que aquella aciaga noche el cielo se les desplomaba encima como castigo de sus muchos supuestos pecados.
Las sequías eran –y son - frecuentes en la isla de Tenerife hasta pocos
años antes del terrible aluvión. Las gentes achacaban las pocas lluvias al incontrolado y desmesurado aprovechamiento de
los montes, los cuales eran talados para la obtención de maderas, leña,
carboneo, además de la nefasta apetencia de nuevas tierras para cultivo por
parte de los grandes terratenientes. Como consecuencia de la masiva
deforestación de los bosques, el clima comenzó a sufrir visibles variaciones,
dándose con alguna frecuencia el fenómeno denominado manguera o bomba, que
cayendo en un solo punto una gran tromba de agua, arrasaba sembrados y
arrastraba tras de sí las capas de tierras de labor, como sucedió en La Gomera, y en la Orotava en 1815, así como
en otros puntos de la isla, causando enormes pérdidas humanas y materiales.
En la isla de Chinech (Tenerife,)
una de las comarcas más afectadas por la aluvión del 26, fue el Valle de Taoro.
Entre las zonas más castigadas por el huracán estuvo el Puerto de la Orotava, la oscura noche del 7 al 8 de noviembre,
estuvo precedida por intensas e incesantes lluvias acompañadas de fuertes
vientos que soplaban del N.O. esta terrible noche quedó registrada en los
anales de la historia de Mequinez (Puerto de La Cruz,) como una de las más nefastas que tuvieron
que soportar sus atribulados habitantes.
Las aguas arrastraron árboles, cultivos,
personas y animales, destruyendo los alrededores del pueblo, llenando de
escombros la plaza real y saliéndose de madre los barrancos, estando a punto de
ser arrastrada al mar la población completa como lo fue la batería de San
Carlos con todas las edificaciones de los alrededores, pereciendo dos de los soldados que estaban de guarnición
en la misma, otro consiguió escapar a lomos de una cureña, y otros dos lograron
escapar hacía San Telmo, momentos antes de las aguas alcanzaran al reducto. Un
derrame del barranco también alcanzó y derribó al fuerte de San Telmo. El
ímpetu de las aguas fue tal que, barrancos como el de la montaña del Fraile que
tenían 49 metros
de ancho, medido después de la tormenta
dio 413 metros,
los escombros arrastrados por los barrancos que bordean al pueblo, ganaron al
mar 206 metros
el de poniente y 255 el del naciente
aproximadamente. En la jurisdicción de la Orotava se formaron doce nuevos barrancos
excavados por la violencia de las aguas.
En Mequinez o Puerto de la Cruz fueron arrasadas casas
en la Hoya, El
Tejal, Toscal, Cabezas y San Antonio, siendo preciso para transitar por la
plaza del Charco, el uso de una barca, la fuerza de los torrentes entullaron e
inundaron la mayor parte de las viviendas de la población. Esa misma noche, la
furia del mar arrojó contra la costa a la altura de la carnicería, a la fragata
francesa Joven Grabiela de cuyos tripulantes fallecieron 15, otros tres
fueron arrojados por una gran ola al píe del Monturrio logrando salvar sus
vidas, a otro, una ola lo depositó en el muro de la casa de Pascual Caus, donde
fue socorrido por éste y su familia.
De la inusitada violencia de este
temporal y de los daños que causó en la isla, nos da idea la siguiente
relación:
Puerto Mequínez (Puerto de la Cruz, 32 personas muertas, 23
animales, 31 casas destruidas, 6 arruinadas.
Villa de la Orotava, 104 personas
muertas, 591 animales, 144 casas destruidas y 75 arruinadas.
Realejo Alto, 25 personas
muertas, animales se desconocen el número, casas destruidas 41, arruinadas se
desconoce cuantas.
Realejo Bajo, 14 personas
muertas, se desconoce el número de animales, casas destruidas 9, arruinadas se
desconocen el número.
La Guancha, La 52 personas muertas, animales 344, casas
destruidas 72, arruinadas 31.
Rambla, La 10 personas muertas,
animales 13, casas destruidas 14,
Icod, 5 personas muertas,
animales se desconoce el número, casas arruinadas y destruidas se desconocen.
Santa Ursula, personas muertas,
1, animales 38, casas destruidas y arruinadas se desconocen.
El total de los daños conocidos
en los pueblos reseñados fueron los siguientes: Personas muertas 243. Animales
1.009. Casas destruidas 311, arruinadas 112.
Las pérdidas en las superficies
cultivables fueron del diez por ciento, según estimaciones de los peritos
nombrados al efecto por los respectivos Ayuntamientos de la comarca
Añazu n Chinech (Santa cruz de
Tenerife), también sufrió cuantiosos daños como consecuencia del temporal, a
pesar de contar con los excelentes desaguaderos naturales compuestos por los
barrancos de Tahodio, al norte, de Santos o Araguy en el centro y
el del Hierro o Ganigue al sur, además de numerosos barranquillos, entre
ellos el del Aceite o Cagalacehite, los de Pino de Oro (Pino de uru),
Almeida etc.
Hasta no hace muchas décadas, las
lluvias solían ser abundantes y en los inviernos “fuertes”, éstas, hacían
“correr” los barrancos, como imponentes torrentes, transportando en sus
turbulentas aguas enseres arrancados de las humildes viviendas – casi siempre
cuevas naturales situadas en las márgenes de los barrancos – de los pobres
moradores. perros, gallinas, cochinos, cabras y vacas, e incluso
personas, no era infrecuente verles arrastrados por las ocasionales riadas y
flotando en las aguas de la bahía santacrucera, en las proximidades de las
desembocaduras de éstos barrancos.
Podemos imaginar la dantesca
visión que ofrecía la costa de la ciudad, al amanecer del día 8 de noviembre de
1826. Las aguas teñidas de un color marrón, debido a la gran cantidad de lodos
vertido por los barrancos, infinidad de cuerpos de animales e incluso personas flotando junto
a los objetos más dispares, los
mástiles de algunos navíos apenas dejaban ver unos metros sobre la superficie
marina, y en la rivera, cascos de naves destrozados mostraban a un cielo de
color plomizo sus costillares retorcidos por la furia de las implacables
fuerzas de la naturaleza y rodeados por los restos dispersos de fardos y toneles que el día anterior habían
formado parte de ricos cargamentos con
destino a Europa y América.
Los daños humanos y materiales
fueron cuantiosos, 311 casas destruidas y 1.009 las arruinadas. En el Valle de Abikure
o Abicore (San Andrés) fueron
arrasadas 600 fanegadas de tierras de cultivo, 3.695 varas de paredes
destruidas y 5.368 árboles desarraigados. Se arruinaron la iglesia y siete
casas, otras tres fueron llevadas por las aguas del barranco, 8 animales
desaparecieron. (vacas y mulos)
En Valleseco las pérdidas se
cuantificaron en moneda de la época en 5.300 pesos las perdidas sufridas en las
casas y tierras, 46.450 pesos en el Bufadero,
3.700 pesos en Tahodio, 5.390 en los altos de Santa Cruz (Los Campitos,
Las Mesas, Pino de Oro, etc.) y 25.560
en El Cabo ( de ellos 2.000 pesos en el cuartel de San Carlos, y 1.500 en el
hospital de los Desamparados, 1.000 en la iglesia de la Concepción, 8.000 en el
puente del Cabo y 1.500 en el convento de Santo Domingo;) más 2.230 pesos en
las Mesas, encima de Tahodio, 6.200 en el Camino de los Coches, Almeida
y Los Campos y 3.459 en el Toscal, elevándose el total de las pérdidas
calculadas en Santa Cruz a 1.860.662 maravedís.
El Jardín de Megliorini, orgullo
de sus propietarios-y de la ciudad- quedó totalmente destruido. En Añazu (Santa
Cruz) no ocurrieron desgracias personales, quizás por ser una población
habituada a hacer frente a los frecuentes temporales que en los inviernos
azotan su costa.
Entre los navíos perdidos en tan
aciaga noche, en el puerto de Añazu (Santa Cruz) tenemos documentados los
siguientes: Tenerife, (a) Alerta bergantín de 290 toneladas, de
la carrera de América, que fue lanzado a la costa, con pérdida de 15.000 duros;
el bergantín Goleta de 57 toneladas, que también dio en la costa; el
bergantín Tinerfeño San Juan Bautista (a) Fortuna, con pérdida de
6.000 duros; el bergantín de bandera estadounidense Potomak, de 112
toneladas con pérdida de 12.000 duros, un piloto y dos marineros; El pailebot
de la matricula de Tenerife San Antonio, se perdió en la travesía de
Santa Cruz a La Palma,
perdiéndose con él los 6 marineros de la tripulación. Además se perdieron en la
isla 16 puentes, 10 molinos, 8 acueductos y 3 templos.
El Ayuntamiento Añazero
(Santacrucero) acordó formar un censo de los daños y pérdidas por cuarteles
(distritos), y solicitar del Rey de España el perdón de los atrasos en las
contribuciones, solicitud que fue desestimada por la corona.
Un testigo de excepción de la
catástrofe, fue el cónsul de Inglaterra en Canarias Mac Gregor, quien
impresionado por la magnitud de la misma y conocedor de la extrema pobreza de
las clases populares de Añazu (Santa Cruz)
y de la isla en general, tuvo la iniciativa de promover una
suscripción entre el comercio de
Londres, para ayudar a los habitantes más desprotegidos de Santa Cruz,
consiguiendo recaudar 545
libras, que eran 3.720 pesos.
Informado el gobierno español por
su embajador en Londres de esta humanitaria iniciativa, impidió que la ayuda se
hiciera efectiva, aduciendo que, las desgracias sufridas por las islas, era una
cuestión interna de la corona española.
La magnitud de la catástrofe tuvo
eco en la prensa europea de la época, pero debido a la ignorancia de los
periodistas sobre las islas, y por las deficiencias de los medios de
comunicación de la época, se publicaron notas informativas tan peregrinas como
la siguiente: <<Se afirma que la tempestad que asoló últimamente la
isla de Tenerife no ha dejado indemne al célebre Pico. Las rocas que lo coronan
han cedido a la violencia del viento; la cumbre desmoronada ha cambiado de
aspecto y el monte parece hoy menos alto de lo que era antes de la
tempestad.>> publicado en “Nouvelles Annales des Voyages”, XXXIII
(1827), p. 28
PÉRDIDA DE LA IMAGEN DE LA DIOSA CHAXIRAXI
Siendo las pérdidas humas
importantísimas y las materiales muy cuantiosas, éstas, fueron asumidas por el
pueblo con la resignación propia del espíritu fatalista que siempre a
impregnado los sentimientos de los isleños, quienes – por otra parte - tenemos
asumido que el hecho de vivir conlleva todo un cúmulo de desventuras, tanto por
la habitual dureza del entorno, como por la continua presión de que somos
objeto por parte de los estamentos sociales dominantes. Pero aún así, sufrimos
un gran quebranto espiritual con la pérdida de la venerada imagen la Diosa Chaxiraxi (sincretizada como:Virgen de la Candelaria,), llegando a
poner en duda la veracidad de las palabras de los predicadores católicos, quienes propugnan que toda catástrofe o
desgracia provenía de Dios como castigo por los continuos pecados de los
hombres. El pueblo llano se preguntaba ¿cómo era posible que Dios permitiese la
destrucción de su Madre, celestial por el tremendo temporal que él había
enviado y que la arrastró hasta el fondo
del mar, perdiéndose para siempre.?
El temporal fue inmisericorde con
la capilla de la
Diosa-Madre Chaxiraxi y sus cuatro ancianos cuidadores
religiosos de la secta católica de los Dominicos, quienes pusieron más empeño
en salvar el tesoro de la imagen que a ésta. Si bien estos consiguieron
refugiarse en la cueva de Achbinico, la que en tiempos anteriores había
servido como primera parroquia de Güímar, así como de morada a los condes de la Gomera, no tuvo igual
suerte la imagen, la cual fue arrastrada con la capilla por el torrente del
desbordado barranco, cuyas paredes de contención que habían sido mandadas a
construir por el Capitán General de España en Canarias Conde de Eril, como
resguardo del monasterio, no soportaron la presión de las aguas.
La coyuntura fue aprovechada por
la comunidad de la secta católica de los dominicos para vender la mayor parte
del tesoro de la Diosa
Chaxiraxi, pretextando por una parte las necesarias obras de
reconstrucción del templo, y por otra, hicieron correr el bulo de que la mayor
parte del tesoro había sido arrastrado por las aguas. Entre las piezas vendidas
figuraba la celebrada madeja de perlas. Posteriormente una copia de la imagen
(de vestir) fue encargada al escultor orotavense Fernando Estéves, cuyo costo ascendió a 3000 reales.
1826.
Los Llanos de Aridane ve nacer a Benigno Carballo Wangüemert.
Ejerce como catedrático de Economía Política en la Universidad de Madrid
(España). Viaja a Francia y Bélgica por mandato del Real Instituto Industrial
para estudiar la organización y enseñanza industrial. De estos viajes hace
informes comparativos, lamentando la falta de comunicaciones y máquinas agrícolas
de España. Escribe en dos tomos Curso de Economía Política. En el Ateneo de
Madrid participa en cursos junto a Alcalá Galiano, Castelar, Echegaray y Moret.
Dirige la revista Las Canarias (Madrid 1863). Con aspiraciones políticas
escribe Las Afortunadas, donde estrecha relaciones con los liberales e informa
de la situación económica y social de las islas.
1826.
A lo largo del Siglo XIX, en Añazu n Chinet (Santa Cruz
de Tenerife) hubo 7 temporales históricos, los años 1826, 1837, 1853, 1867,
1879, 1892 y 1899. El Castillo de San Miguel, situado en la desembocadura del
Barranco de Tahodio. Según Berthelot, en el temporal de 1826 fue empujado hacia
el mar, con toda su artillería.
1826. Mayo 26. El
Secretario de Gracia y Justicia de la metrópoli, Calomarde, ponía
en conocimiento del de la
Guerra un interesantísimo oficio del recién estrenado
Intendente de la Policía
de las Islas Canarias:
"Ha
circulado la voz de que en el Congreso celebrado por los Insurgentes
en Panamá el 1 de Octubre, se acordó ir en la Primavera sobre aquellas
Islas con Tropas de Transporte para su conquista; con cuyo motivo, y
siendo muy lisongeras estas noticias para aquellos habitantes por lo que anhelan
unirse a los dominios insurreccionados, me pide recuerde a V.E. la fuerza que tiene
pedida a S.M. en unión con aquel Capitán General, siendo de
urgente necesidad el que se manden por lo menos mil hombres para contener
los esfuerzos de los enemigos del Trono, tanto internos como externos”
En una
situación de auténtico aislamiento del Archipiélago, en que la
correspondencia oficial con España tardaba hasta la friolera de diez meses en
ser recibida en Canarias, es lógico que las autoridades metropolitanas
se apresuraran a enviar la prometida fuerza desde Ceuta. Al respecto, Francisco
María de León atribuye tal medida a los "abultados partes" del primer
obispo de Tenerife, Luís Folgueras Sión, hombre ultramontano
que, a raíz -dice el cronista— de que "un ebrio apedrease las
vidrieras" de su casa urgió tal demanda de refuerzos. El regimiento, en
efecto, llegó a Santa Cruz de Tenerife el 11 de marzo de 1827, "siendo
notable el que tal era la idea que la tropa y oficiales tenían concebida de esta
expedición, que desembarcaron competentemente municionados, y en la
creencia de que habían de conquistar un país, que estaba en la más perfecta
paz y tranquilidad".
Empero, a la
luz de estos nuevos documentos, parece que no fue sólo el
Obispo el que se puso nervioso, y que tampoco era tanta la paz y tranquilidad
del Archipiélago. Así como tampoco parece ser exacta la aseveración
sobre el incidente con las vidrieras de la casa de Su Ilustrísima.
El suceso que reseña
Francisco María de León es, en primer lugar, de fecha posterior a la decisión del Gobierno de remitir a Canarias la fuerza
armada, pues acaeció el 13 de
noviembre de 1826, y consistió, no sólo en la rotura de las vidrieras del
Palacio del diocesano, "con escándalo del vecindario . sino que,
además, se fijaron pasquines en la puerta del edificio”.
El
corregidor interino, Berriz de Guzmán, abrió un expediente, aunque
por lo que sabemos poco pudo averiguar. El hecho, eso sí, se produjo hacia las
dos de la madrugada y también sabemos que el contenido de los pasquines
era "conminatorio". (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)
1826. Junio 26. El responsable ministerial
del Departamento Marina español señalaba que, "todo
cuanto se ha trabajado en la
Marina desde el feliz restablecimiento del
Gobierno legítimo, se ha dirigido casi exclusivamente a la conservación de los
dominios del Rey N.S. en la
América, para donde se han despachado dos
navíos de línea, cinco fragatas y otros buques menores, con
dos expediciones de tropas y pertrechos destinados al propio objeto". Esta
empresa había consumido los recursos disponibles y había impedido la
organización de una fuerza naval suficiente para la Península, pues
"una Marina enteramente aniquilada como la de España, así en la parte
material como en la personal no puede restablecerse sin mucho tiempo
y mucho dinero". Además, confiaba en completar el refuerzo de Cuba -nueva
y esencial frontera tras la emancipación del Continente-, con el envío
del navío "Soberano" y, a partir de entonces, podrían dedicar sus "esfuerzos
a limpiar de piratas columbianos los mares de España y de sus islas
adyacentes; estableciendo también como es muy conveniente la correspondencia
con Canarias, bajo un sistema regular y bien ordenado". Por último
indicaba:
"... las dos
atenciones principales a que en el día están destinadas nuestras muy reducidas
fuerzas de mar son el crucero del Estrecho y el de los Cabos de San Vicente y Santa María; pero que es también urgente comisionar
algunos buques para escoltar los mercantes que deberán conducir a Canarias mil hombres de tropa, tres mil fusiles y
algunos otros efectos que son muy necesarios en aquellas islas".
El gobierno,
pues, había establecido un orden de prioridades de acuerdo con las directrices de la Corona, pero, mientras
tanto, las Islas continuaban viviendo en una
profunda incertidumbre.
Por de pronto, continuaron los
apresamientos por parte de los corsarios.
(Manuel de Paz-Sánchez, 1994)
1826. Agosto 8. El penitente palmero
que, bajo el sigilo sacramental, pedía que su confesor comunicara al Obispo —como lo hizo-, las maquinaciones de una sociedad
secreta con sede en la isla, integrada por Manuel Díaz Hernández y Saturnino
Sáceta, José María Carmona y el propio penitente,
entre otros; que había "convidado a los colombianos de América a dirigir
una expedición a esta isla asegurándoles el éxito de su conquista, con cuyo motivo han procurado, por los medios más
inicuos, deponer del empleo de gobernador militar a don Luís Vandewalle, y
otras personas adictas al Soberano, para poner en su lugar otras de la
misma facción comunera'' .
Asimismo,
hay que situar en este contexto la respuesta que dio el Capitán General
Uriarte, el 18 de septiembre de 1826, al gobernador militar de La Gomera, "...quedo
impuesto de la noticia de invasión que se propone
hacer contra estas Islas el disidente Bolívar, cuyo proyecto miro muy remoto, según el estado de las cosas en Costa
Firme; sin embargo, doy a V. Md. las más
expresivas gracias por el celo en favor del servicio del Rey Nuestro
Señor y no dudo que si por algún incidente se ofreciere ocasión de manifestarlo,
lo hará V. Md.
en términos que las armas de Su Majestad queden con
el lustre en que siempre que se a ofrecido las han dejado estos naturales”.
Así, pues,
entre el acoso efectivo de corsarios insurgentes y aun de piratas,
y los rumores de invasión e insubordinación del Archipiélago transcurrió
esta etapa de incertidumbre de la historia insular; fueron momentos ciertamente
difíciles y complejos, donde las islas Canarias -grandes en su insignificancia-,
estuvieron en la balanza y en los juegos de intereses de las grandes
potencias occidentales, como en tantas otras ocasiones. (Manuel de Paz-Sánchez,
1994)
1826 Agosto 25. Nace
en Guiniwada el historiador, novelista y músico Agustín Millares Torres. Destacados son sus trabajos Historia general
de las Islas Canarias e Historia de la Gran Canaria. Fue patriarca de la familia
Millares que, a lo largo de los años, ha despuntado en diversas ramas de las
artes y de las letras. Con trece años ingresa en el Seminario de la secta
católica para cursar los estudios de bachillerato, a la vez que completa su formación
con clases de música (solfeo y violín). En 1841 ya es miembro de la banda de
música del Ayuntamiento de Guiniwada (Las Palmas), realiza composiciones de
tipo popular y fomenta la creación de la Sociedad Filarmónica.
La falta de recursos económicos familiares le impide cursar la carrera de
Leyes. Sin embargo, cursa los estudios en la Escuela de Notariado establecida en Las Palmas y
los finaliza en 1846. Ese mismo año marcha a la Metropolis a cursar estudios musicales en el
Conservatorio de Madrid (España) durante dos años. A su regreso a la isla
imparte clases de música, y poco después, en 1851, se integra como docente del
colegio católico San Agustín, haciéndose cargo de la asignatura de música hasta
1857. En el colegio sucede a Melquíades Spínola, fallecido ese año durante la
epidemia de cólera que azotó la isla. En 1852 emprende actividades
periodísticas y funda El Porvenir, en cuya redacción figuran también Domingo J.
Navarro y Antonio López Botas. Con posterioridad dirigirá El Ómnibus y El Canario.
Después de quince años de haber cursado los estudios de notariado, en 1861,
accede al puesto de notario en Guiniwada (Las Palmas), cargo en que le
sucedería su hijo Agustín Millares Cubas tras su fallecimiento. En
reconocimiento a su labor, es nombrado miembro correspondiente de la española
Real Academia de Historia en 1882. Fallece en su ciudad natal el 17 de mayo de
1896. 1860: Publica Historia de la Gran Canaria, en la que recoge todos los hechos
de la Conquista.
1871: Publica el primer tomo de Biografías de canarios célebres. Ese mismo año
escribe la novela Eduardo Alar, (título que será tomado como seudónimo por su
nieto Claudio de la
Torre Millares en varias ocasiones). Años más tarde
publicaría Benartemi, el último de los canarios. En 1874 publica Historia de la Inquisición en
Canarias. En 1882 publica su extenso trabajo Historia general de las Islas
Canarias, considerada obra de gran interés en el género.
1826 Noviembre 7. La isla de Chnet (Tenerife)
sufrió una de las mayores tormentas de que se tienen noticias. Los daños
causados fueron inmensos. En el Puerto de Añazu (Santa Cruz) estaba atracado el
bergantín americano Potomak, de 112 ton. El temporal lo estrelló
contra el muelle. Murieron el piloto y dos marineros, y las pérdidas de 12.000
duros; el bergantín Tenerife, (a) Alerta, de la carrera de
Indias, y de 290 ton, fue arrojado a la costa con daños valorados en 15.000
duros; un bergantín goleta español, de 57 ton. También dio en la costa; el
bergantín tinerfeño San Juan Bautista (a) Fortuna, se
hundió las pérdidas se valoraron en 6.000 duros; la goleta tinerfeña San
Antonio se perdió en la ruta entre
Añazu (Santa Cruz) y Benehuare (La
Palma), con sus seis marineros.
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