viernes, 3 de enero de 2014

CORSARIOS VENEZOLANOS EN TAMARANT




Eduardo Pedro García Rodriguez

1821. Noviembre 30. Un bergantín con patente de corso de los independentistas venezolanos fondeó, en Arguineguín, Gran Canaria para hacer agua tras haber capturado a tres barcos por el barlovento de la Isla. Por el mismo tiempo, esta vez por la playa de La Aldea, fue rechazada una nueva invasión de corsarios ingleses, como así lo contaron testigos de la época, en 1778, sin precisar fecha aunque es probable la de 1743 a 1745.



El Comandante General de Canarias. Juan J. Ordovas, se dirigió al Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra en términos desoladores. Un bergantín insurgente había apre­sado días atrás, en el Norte de Gran Canaria, "tres buques del tráfico interior de esta Provincia, con los que aportó y fondeó en la rada llamada de Arguineguín el día 1° del corriente; su tripulación, según noticias de los paisanos prisioneros, consistía en 80 o 90 hombres, que saltando en tierra; proveyeron de aguas y carnes, para regresar al parecer a la Isla de la Margarita, de donde eran procedentes".

El resto del citado informe del Capitán General Ordovás se desarrolla en los siguientes términos:
"La frecuencia y costumbre con que los corsarios surcan estos mares, y se dirigen a aquel paraje, me obligaron a tomar las medidas más eficaces para privarles de aquellos recursos, mas ya sea por éste motivo, o por que la ambición y deseos de ejercer toda clase de atrocidades le es más natural al que nuevamente se ha presentado, perteneciente a la llamada República de Colombia (según se demuestra por los adjuntos documentos que me ha dirigido), es indudable que no obstante la debilidad de su Buque, montado con 6 piezas de a 8, 2 de a 12 y 1 de a 16 puesta en colisa, nos ha constituido en un riguroso Bloqueo, impidiendo la entrada y salida de todo Buque Es­pañol, reconociendo y apresando a unos, e incendiando a otros sin perdonar a los Barcos Costeros; de forma que esta fatalidad junto con no haber llovido en el transcurso de más de 9 meses, ni tampoco ser las producciones de esta Isla suficientes para mantener una tercera parte de su población, aún en años felices, ha hecho aumentar el precio en los artículos de primera necesidad, presentando la idea más horrorosa si dentro de poco tiempo no se acude a su remedio.

Este comercio falto de recursos se halla en la mayor consternación al verse privado de dar salida a sus vinos, único ramo que le proporciona algunas ventajas, y lleno de justos temores, no se atreve ni aun a las más pequeñas expediciones, pues tienen una seguridad positiva de que han de ser víctimas de esta clase de enemigos.

Las remesas de efectos y dinero que los naturales de estas Islas, esta­blecidos en nuestras Américas hacían anualmente para el socorro de sus familias, van desapareciendo, y habiendo sido hasta la presente la parte más principal de la riqueza de esta Provincia, es consiguiente que marcha a su mayor decadencia. Por cuyas razones las entradas en Tesorería del ramo de Aduanas van disminuyéndose de día en día, porque sólo se recaudan los derechos de los pocos Barcos Extranjeros que tocan en estos Puertos; y como la pobreza de estos naturales es la más lastimosa y no circula el numerario, no pueden, o pagan nial las contribuciones, que se les hacen tanto más gravosas cuanto 110 estaban acostumbrados a ellas, y como tampoco se ha remitido el papel sellado faltan todos los resortes que debían formar los ingresos, por lo que rio debe tardar mucho en verse desatendidas las princi­pales obligaciones de esta Provincia.

La fuerza militar compuesta de los Cuerpos de Milicias Provinciales, la tengo reducida a menos de la precisa, y aun así no se les satisface más que el haber para su manutención, pagando del mismo el entretenimiento de las prendas de vestuario, debidas a la generosidad de algunos habitantes que contribuyeron voluntariamente para ellas al llegar yo a esta Provincia.

No se oyen sino clamores y miserias, y si S.M. no se digna destinar un buque de Guerra que deje expeditos los mares que forman la división de estas Islas, veo como segura la desolación más completa. Yo no encuentro recursos para ocurrir a estos males, el comercio no está en estado de hacer un esfuerzo porque se vé arruinado, el Consulado carece de fondos, y así todos esperan el remedio de S.M. a quien Suplico tenga V.E. la bondad de hacerlo presente, para que convencido de la triste situación en que se hallan estos terrenos se sirva si lo tiene a bien acceder a mi solicitud, o determinar lo que fuere de su Rl. agrado".
El Secretario de la Guerra contestó al Comandante General de Ca­narias el 27 de abril de 1822, asegurándole que había dado traslado de su petición al responsable del despacho de Marina, y le pedía que hiciera todo lo posible por su parte.

Pero, llegados a este punto, no puede abordarse el problema de la defensa de Canarias sin tener en cuenta, al menos, dos cuestiones impor­tantes. En primer lugar, el cambio político operado en la Metrópoli por la vía del pronunciamiento del general Riego en Cabezas de San Juan, con­tribuye a dar una dimensión de debate público al tema; y. en segundo término, se va a operar un giro, como acabamos de apreciar, en el acoso insurgente al Archipiélago. Ahora los enemigos tendrán como punto de origen fundamental la Gran Colombia.

Una serie de concausas decide al gobierno de Buenos Aires, mediante un decreto del 6 de octubre de 1821, a poner fin al sistema del corso. (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)

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