jueves, 23 de enero de 2014

CAPÍTULO XLIV-VII



EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1831-1840

CAPÍTULO XLIV-VII



Eduardo Pedro García Rodríguez

1836. A partir de este año vuelve a restaurarse por parte de la metrópoli la legislación que declaraba abolidos los mayorazgos, si bien será a partir de 1841 cuando alcancen relevancia las ventas al quedar regulados los aspectos legales sobre la pertenencia de los bienes de los mayorazgos. La desvinculación fue a partir de entonces un proceso lento y continuado que se prolonga hasta fines de la centuria, salpicado de complejos pleitos entre los herederos, pleitos que han dejado una importante documentación procesal y numerosos opúsculos y folletos publicados. No existen datos a nivel de la colonia que nos permitan determinar la transferencia de propiedades que supuso la desvinculación, sin embargo, los datos aportados para Tamaránt (Gran Canaria) señalan que entre 1837 y 1882 se vendieron propiedades desvinculadas por un valor superior a los 17 millones de reales, entre las cuales destacan las tierras con regadío y las ventas de aguas de riego.

En algunas áreas de la colonia como la isla de (La Palma) la desvinculación supuso un doble proceso caracterizado por la fragmentación de importantes propiedades pertenecientes a la terratenencia absentista y junto a ello un proceso de reagrupación de la propiedad que sitúa en el primer plano de las clases propietarias a los nuevos ricos que han logrado constituirse como importantes terratenientes

Locales dando lugar al nacimiento del fenómeno social conocido como caciquismo, de más nefastas consecuencias si cabe para el pueblo llano que la terratenencia. El proceso de ventas de tierras pertenecientes a los antiguos mayorazgos resultó allí muy destacado a partir de 1850 y se aceleró tras la crisis de la cochinilla en la década de 1870, cuando se inició la liquidación del antiguo monopolio de la terratenencia antiguorregimental sobre los terrenos de regadío de las haciendas de Argual y Tazacorte.

El desmantelamiento de los mayorazgos y la puesta en circulación de las numerosas propiedades acumuladas en manos de la terratenencia del Antiguo Régimen vinieron de la mano de la decadencia económica de este grupo social. Aquello que lograron salvar su status económico mediante la asunción del comportamiento económico burgués consiguieron aprovechar la desamortización para reorganizar sus propiedades y adaptarlas aun modelo donde la solvencia económica de la familia no quedaba amparada por el régimen vincular; por el contrario, de los despojos de aquella terratenencia que no pudo adaptarse a la nueva situación económica surgió un nuevo grupo burgués agrario de procedencia diversa aunque con una mayor presencia de la burguesía urbana y comercial. Junto a este cambio en la cúspide social de las islas se aprecia una regresión significativa de las pequeñas élites locales que habían logrado mantener su status gracias a la protección económica que les brindaba la posesión de algún pequeño mayorazgo o patronato y cuya situación quedó en entredicho tras la desvinculación. (Juan Ramón Núñez Pestano;1991)

1836.
Nace en winiwuada (Las Palmas) el criollo Fernando Cubas, se dedicó a la poesía
desde sus primeros años, siendo de mucho mérito sus ensayos literarios.

Escribió en 1857 varios artículos y poesías en la Revista Semanal y Reforma, periódicos de Las Palmas, y en El Eco del Comercio, y El Time de Santa Cruz de Tenerife y Santa Cruz de La Palma. En 1862 se trasladó a Madrid (España) con la esperanza de mejorar de suerte, y con una energía y perseverancia dignas de conjurar su adversa fortuna, continuó dedicado a las tareas periodísticas y a escribir críticas y revistas. La salud le abandonó en 1865, y solo, sin protección ni amigos, murió en la misma Corte en julio de aquel año. Algunas de sus poesías fueron recogídas por Elías Mújica en su antología Poetas canarios (Santa Cruz de Tenerife, 1878) y por Carlos de Grandy, Album de literatura isleña (Las Palmas de Gran Canaria, 1857).

1836. Nace en Tedote n Benahuare (Santa Cruz de La Palma) Antonio Rodríguez López,  fue profesor de retórica y poética. Como periodista dirigió los diarios El Time y La Causa Pública. No obstante, su fama se debe a su obra poética y especialmente dramática. Contribuyó al florecimiento teatral de la isla. Su primera publicación contenía dos creaciones: 'Los bereberes del Riff' (1874) y 'Tetuán por España' (1881). Su obra tuvo un merecido reconocimiento exterior, apreciándose su gusto por el teatro francés de la época. En 1866 escribe 'Democracia sin partido', libro que no podrá publicar hasta que no se promulgó la libertad de prensa. En 1869 publicó 'Ideas democráticas. Reflexiones sobre la unidad religiosa', que venía a ser una ampliación del trabajo anterior. Entre otras obras suyas destacan: 'El anillo nupcial' (1874), 'La mamá de roble' (1874) y 'La pena de muerte' (1876). También tiene otras obras de carácter histórico, como 'Espartaco' (1900), 'Juan Cambreleng' y 'Cuba'. Fallce en 1901.
1836. Durante la desamortización de Mendizábal, que se prolongó hasta 1851, se liquidó la mayor parte de la propiedad territorial del clero de las islas; del conjunto de bienes pertenecientes a la Iglesia, la mayor parte fue enajenada en este periodo, coincidiendo con una fase de relativa expansión económica basada en el cultivo y la exportación de la cochinilla que propiciaba el interés de las burguesías insulares por hacerse con las propiedades enajenadas. Las cifras que se han ofrecido hasta la fecha respecto al volumen de ventas ya su importe presentan ciertas diferencias que impiden generalizar el análisis de esta etapa desamortizadora para todo el conjunto de la colonia; así, los datos aportados por Ojeda Quintana para toda Canarias presentan unos valores inferiores a los que aporta Suárez Grimón para la isla de Gran Canaria, datos elaborados a través de un minucioso trabajo de consulta de los protocolos notariales. Con todo una aproximación al tema nos permite señalar que el grueso de las propiedades del clero vendidas entre 1836 y 1851 se situaban en las islas de (Tenerife y Tamaránt (Gran Canaria), si bien los bienes raíces del clero parecen ser más abundantes en Tamaránt (Gran Canaria) que en Chinet (Tenerife). El resto del conjunto de la colonia ofrece un número de propiedades rematadas mucho más limitado, lo que indica que la riqueza institucional del clero en el Archipiélago se situaba sobre todo en las dos islas mayores, donde una mayor riqueza y población permitieron el apogeo y enriquecimiento de las instituciones eclesiásticas católicas.

Las ventas de bienes desamortizados al clero católico durante este periodo alcanzaron en la colonia un total de 31 millones de reales, aunque tal cifra deberá corregirse al alza según la revisión que se ha planteado en el caso de Tamaránt (Gran Canaria). Aun así la desamortización supuso un proceso de inversión muy notable coincidiendo con un periodo de expectativas económicas halagüeñas. Esta fase desamortizadora supuso un notable reforzamiento de la burguesía criolla urbana como grupo terrateniente, pues si los repartos de baldíos habían servido para acomodar las expectativas de tierras de las, pequeñas burguesías rurales, el predominio en la desamortización eclesiástica corresponde a los compradores residentes en las capitales que llegan a constituir compañías por acciones para evitar la competencia en los remates y controlar las pujas por medio de testaferros. La desamortización de Mendizábal puso además en el mercado un recurso muy demandado como era el agua de riego, que había estado controlado por la terratenencia eclesiástica y laica durante el Antiguo Régimen, de tal manera que las ventas de tierras de regadío y de aguas en la isla de Tamaránt (Gran Canaria) durante el periodo 1836-1851 supusieron una parte considerable del total de bienes enajenados.

Por su parte, la desamortización de Madoz, iniciada a partir de 1855, tuvo una menor importancia en cuanto a la venta de tierras procedentes del clero, quizás debido a que la mayor parte de estos bienes ya habían sido enajenados en el periodo anterior. (Juan Ramón Núñez Pestano1991)

1836.
La más horrorosa y vergonzosa de las expediciones de emigrantes lanzaroteños fue, la que en el bergantín goleta «Lucrecia» hicieron el año 1836. Dn. Fran­cisco y Dn. Antonio Morales, hermanos, vecinos del Arrecife, donde tomaron parte de los pasajeros, y vinieron a recibir la mayor porción al Puerto de Cabras en Fuerteventura. La codicia o la ignorancia les cegó, contratando más de los que cabían en su nave: y al ver que en ella ya no había plaza, picaron los cables, e hicieron vela con quinien­tos, dejando en tierra, ya los hijos, ya los padres, mujeres o maridos de los embarcados! Redoblándose el dolor y llanto de los unos y otros, no sólo por la improvisa separación, sino por sus terribles re­sultados, por que todo habían vendido para equiparse y quedaron pidiendo limosna! Aún así escaparon mejor los abandonados en su ribe­ra nativa. Pero a los de abordo faltaron los víveres, se apuró todo, sien­do tanta el hambre que se sortearon e hicieron antropófagos, y entre las víctimas cayó un joven de familia distinguida natural de la villa de la Orotava, amigo del mismo capitán Morales. Arribóse al Río Janeiro, y el cónsul de España horrorizado de tal desorden dio parte a S. M. En consecuencia vimos que la reina D.a María Cristina del propio año 36 al 37, expidió uno o dos Rl. Decretos para cortar estos desas­tres. Sin embargo, RK Ordenes ya había, lo que faltaban eran casti­gos. Si se hubiesen colgado, no a los capitanes, por que a veces lo son algunos ignorantes de la economía náutica y este quizá es el origen de sus crímenes; sino a las autoridades que hacen la ceremonia de re­gistrar el buque y rancho, y por esta falsa diligencia autorizan las ca­tástrofes, toman dinero por las muchas licencias, y por los disimulos con los embarcados clandestinamente, etc. Pues los jueces de marina son los que deben saber reconocer no sólo la fortaleza del bajel con respecto a la clase de navegación que va a emprender, más también cuantos víveres y personas corresponden por cada tonelada confor­me marca la ley, para impedir las transgreciones pero ya indicare­mos como esto se maneja.

Morales y su hermano Dn. Antonio volvieron a islas, y aquel huyendo de los cargos que se le hacían se desterró a la isla Alegranza la cual su familia tenía arrendada, donde falleció aburrido de la vida. Pero que cargos ni castigos pueden inflingir los mismo funcionarios consentidores que han admitido los sobornos?

También el propio año 1836, salió otro bergantín su Cap. creo qe Estinga con 571, pasajeros, según nos instruye el Boletín Oficial N.° artículo, Salidas de barcos. Este abrió mucha agua y desem­barcaron en la isla de Sal, donde fletaron otro buque americano en 6,000 $; 4 meses estuvieron allí. (J.A. Álvarez Rixo, 1982:168)

1836. La disputa que enfrenta en Chinech (Tenerife) a los sectores criollos moderados y progresistas refleja claramente la débil definición que los grupos dominantes insulares tenían ante el cambiante panorama que se presentaba en la monarquía de la metrópoli.

Tras las diferencias doctrinales encontramos las que dividían los intereses de un reducido núcleo entre cuyos componentes se disputaban el control de los cargos públicos. Se trata de una situación parecida a la de 1808 y en la que sobresalen las aspiraciones políticas de determinados individuos situados al frente de las respectivas tendencias.

El éxito progresista tras la asonada del 20-21 de Agosto carece de apoyo popular y se explica en gran parte por las indecisiones de los dirigentes moderados al carecer de orientaciones concretas sobre el curso de los acontecimientos en la metrópoli. Los intentos de reimplantar la Constitución de 1812 por parte de los primeros serán pronto desarticulados al reorganizarse los moderados y reprimir con la deportación a los princi- pales cabecillas de los partidarios de la reposición de la Ley gaditana.

Por aquellos años se esbozan los principios que habrían de encuadrar a la antigua terratenencia y a la burguesía comercial dependientes en los nuevos marcos de participación política. La difusión y el debate de las diferentes ideas quedaban aún circunscritos a grupos muy reducidos y el alcance de los medios usados es también pequeño. Sin embargo, surgen publicaciones como «El Atlante» o «El Tribuno» que sostienen posiciones divergentes y algunos representantes políticos empiezan a explicar las ventajas del nuevo sistema. Como en muchas otras zonas, el doctrinarismo domina las ideas liberales facilitando la inserción en el nuevo régimen de los antiguos privilegiados.

1836. Cuando en la metrópoli se prepara la Ley Electoral y se enfrentan moderados y progresistas, pueden verse las precauciones que adoptaba el liberalismo conservador para evitar volver a lo que Francisco María de León denominaba «Constitución sobradamente democrática de 1812», Las limitaciones en el derecho a la participación, la defensa de la propiedad a la que se atribuye el origen de la sociedad política y la introducción de mecanismos que garanticen el control del acceso al poder serán los presupuestos esenciales de los argumentos conservadores de los criollos dependientes.

El constitucionalismo español decimonónico se ha caracterizado por una trayectoria dual que distinguirá la norma legal de su práctica. El político grancanario Quintana y Llarena indicaba en la discusión de la Ley anteriormente citada que «si una buena Constitución es la base cierta y fundamento del orden social y felicidad pública (tam-bién lo era) 1o que es y puede llamarse siempre la Constitución viva, la Constitución de hecho».

Tal dualidad le servía para refutar el principio progresista que él reducía «a decir que todos los hombres son iguales en nacer, y que son puestos por la naturaleza en este mundo con unos mismos e idénticos derechos, de que no puede privárseles ni en todo ni en parte sin una injusticia manifiesta». Distinguía el diputado canario entre el principio de igualdad y los «idénticos derechos» puesto que «desde el momento que los ciudada-nos consientan el que se los constituya en circunstancias en que todos puedan aspirar a todo, estemos seguros que el desorden entre, la demagogia prospere y la anarquía se entroniza».

Vislumbraba así un caótico panorama si el sufragio universal fuese admitido ya que «(...) si siguiéramos la doctrina que impugnamos, nos veríamos obligados con los contrarios a abrir la representación nacional a los muchachos, a las mujeres a la par que a los decrépitos y paralíticos (...) y no llegándose a hacer la distinción entre el derecho y su uso que, como natural es de la legislación de todos los países, no sé cómo podríamos rechazar a todos los fatuos, a los locos y, en fin, a los impedidos de toda especie».

Para evitar tal desorden era preciso el «equilibrio natural» que garantizaba la clase de los propietarios, única que tendría interés en perseguir la felicidad pública. La influencia del liberalismo clásico y de ideas como las de Locke o la escue la de Smith es notoria al extremo de sostener que «la Hacienda Pública -sostén del orden y nervio de la seguridad y defensa de los Estados (...) no es otra cosa sino el acervo y depósito común de las respectivas cuotas de los contribuyentes, y parece en el orden de justicia que sean sólo llamados a invertirlas aquellos que las han dado y muy duro y ajeno de razón el que otros sin interés vengan a dilapidarlas». También en la importancia que se daba al interés individual: «sería desconocer el corazón humano si creyésemos que hombre alguno toma interés por lo que no le afecta, ni entiende aquello sobre los que poco in-terés tiene».

Esta distinción del papel de los grupos sociales y su discriminación en la participación política se completa con las referencias al papel de lo que llamaba las clases no contribuyentes y que en la colonia Canaria apenas conseguían bajar del 99% al situar en la categoría de contribuyentes sólo a los que poseen las cuotas mayores. Con respecto a
ellos afirmaba: «Es claro que lo que a esta clase conviene es el que se le proporcione el poder entregarse tranquilamente al uso de sus facultades naturales para poder llegar a su vez a ser poseedora, y que su interés está en que no se la distraiga de sus precisas ocupaciones mediante las cuales además de procurarse el alimento diario indispensable se prepara en silencio para ser útil a la Patria y prestar al Estado con sus adquisiciones las garantías más positivas» «Diario de Sesiones de las Cortes españolas», (1836)

Hemos utilizado el ejemplo señalado no sólo porque estos principios dominen las ideas de las clases dominantes dependientes canarias sino porque además presiden el panorama de la política en la colnia durante el siglo XIX. Cuando la Constitución de 1845, asiente la estructura política del liberalismomo, "considerado”, estas ideas se plasmarán en las diferentes instituciones y en la normativa que regula la actividad política. Se reservaban éstas para la oligarquía y se establecía un aparato político y administrativo al servicio de sus intereses. (José Miguel Pérez García et al. 1991)

1836. Guiniwuada n Tamaránt (Las Palmas-G. Canaria). Los vecinos se movilizan contra los destrozos ocasionados en los pinares de la isla.

1836 Febrero 4.
Desde los años 1809 y 810, ya había dos pilotos nombrados Florenrecio de Páez y Santiago López, cuyo número después se ha ido au­mentando, los cuales han conducido las naves a diversas partes del globo, con toda felicidad e inteligencia. Y aunque Dn. Miguel Cue­va y Armas, teniente, 2.° ayudante del regimiento provincial de Lanzarote, fuese natural de su villa (Teguise) y no del Arrecife, sin embargo, como este último punto era su ordinaria residencia y desde aquí tomó la resolución de ofrecerse a buscar la muerte o la gloria en favor de la causa de S. M. D.a Isabel II, según, consta de su carta fecha 4 de feb° de 1836, publicada en el Boletín Oficial de 27 del mismo mes y año,  lo mencionaremos. Fue a España en efecto, y bien pronto halló el primero de los términos que buscaba, puesto que le mataron los fac­ciosos sin darle lugar a distinguirse. (Álvarez Rixo, 1982: 189)

1836 Abril 11.
Período de gran agitación política fue el comprendido entre los años de 1836 a 1840. Desde junio de 1835 había llegado a las islas el decreto de exclaustración de los frailes y, temiendo éstos alguna jornada sangrienta como la de Madrid, salieron en su mayor parte de los conventos, ocultándose en los primeros días de la vista del público. Incautóse el Estado de 1os edificios y principió a aplicarlos a usos benéficos o de utilidad general, siendo digno de censura que los ricos archivos y librerías custodiados en sus claustros no fueran a enriquecer desde luego las bibliotecas de la colonia.

Existían entonces en el país una larga serie de conventos. En Tenerife había veintiocho; diez, en Canaria; cinco, en La Palma, dos, en Lanzarote; uno en Fuerteventura y dos en La Gomera. O sea, un total de cuarenta y ocho con numerosas comunidades y dotados de productivos inmuebles, censos, capellanías y aniversarios.

Las monjas permanecieron hasta 1843 en sus respectivos asilos, pero los frailes los abandonaron desde la fecha expresada de 1835, refugiándose muchos en las repúblicas sudamericanas.

En los primeros meses de 1836 se notaba también en Canarias una sorda hostilidad entre los partidos constitucional y absolutista. La milicia urbana se había reorganizado y constituía el núcleo y apoyo de todas las asonadas liberales que eran graves y frecuentes. Había en Las Palmas por aquel tiempo un funcionario llamado don Salvador Clavijo que era profundamente aborrecido de todos los canarios. Ejercía el cargo de subdelegado de policía y cuidaba de la conservación de los montes públicos con un abandono digno de la mayor censura. Aprovechándose el pueblo de un estado que pudiéramos llamar anárquico preparó en silencio un motín contra el expresado funcionario y en la noche del 11 de abril de 1836, al toque de rebato de las campanas se le sacó de su casa con toda su familia y sin tener que lamentar desgracia alguna se le embarcó para Tenerife a disposición de aquellas autoridades. El ayuntamiento de Las Palmas nombró una comisión que examinase el estado de los montes resultando de esta pesquisa que los pinares de Veneguera. Mogán. Tejeda y Artenara, propios del Estado habían sido criminalmente talados por el hacha y el fuego haciendo responsable de este delito al mismo subdelegado. El mal que se lamentaba aunque había adquirido en aquellos años mayores proporciones no era nuevo en el pais. La Sociedad Económica y el municipio consignaban con frecuencia en sus actas estos tristes hechos. sin encontrar para impedirlo remedio alguno eficaz.

1836 Mayo 5.
Nació en La Orotava Felipe Machado y Lugo. Fue hijo de don Lorenzo Machado Ascanio, Mayorazgo de la Casa de Machado y de los de Valcárcel Fonte, y de doña Teresa Benítez de Lugo y Valcárcel.

Educado en la mansión familiar junto con sus hermanas, y más tarde en el Colegio que, en el ex-Convento de Santo Domingo, dirigieron el prebístero don Domingo Brito, y luego don Cayetano Fuentes, de insigne memoria.

Posteriormente, siguió sus estudios en la Península, ampliados luego con conocimientos adquiridos en sus viajes por Europa, en los que perfeccionó sus notables aficiones artísticas.
Singularmente dotado para las bellas artes, cultivó especialmente la música y la pintura, en la que fue aventajado discípulo del gran pintor palmero González Méndez, con quién mantuvo larga y fructífera amistad.

La Orotava, que celebra sus Fiestas Mayores en honor del Corpus Christi, ha hecho famosa esta solemnidad por sus incomparables alfombras de flores y de productos naturales, con las que, desde 1846 y por idea de las señoritas de Monteverde al paso del Santísimo Sacramento.

Don Felipe Machado participó desde muy joven en la confección de esos tapices y aportó a ellos la novedad del "medallón" y la "alegoría", que durante muchos años fueron motivos principales de tales manifestaciones artísticas, perfeccionando los llamados "corridos". Los primeros medallones los realizaron en la plaza del Teatro, y, a partir de 1919, en que por primera vez entró la procesión en la plaza del Ayuntamiento alfombrada, los realizó en la misma. Su arte le valió enorme notoriedad, de modo que fue reiterada- mente invitado a la confección de tapices florales para enaltecer cuan- tos acontecimientos extraordinarios ocurrieron en La Orotava, como en ocasión de la histórica visita que, en 1906, efectuó a la Villa el Rey Alfonso XIII, primera de un Monarca español a estas Islas. Quedó el Soberano tan gratamente sorprendido por la belleza del tapiz, que invitó a los artistas a realizar otro en la plaza de toros de Madrid, con ocasión de su ya próximo enlace matrimonial; pero, con tan mala fortuna, que las adversas condiciones meteorológicas destruyeron la magna alfombra, cuya contemplación hubiera hecho la delicia de los madrileños. Fue don Felipe Machado Capitán de las Milicias Provinciales de Canarias. Desempeñó también el cargo de Consejero y primer Vicepresidente del Cabildo Insular de Tenerife, en su primera e histórica sesión, celebrada el 16 de marzo de 1913.

Fue director de la banda de Música la "Filarmónica" de Realejo Bajo, y destacado componente de la Sociedad Cultural "Liceo de Taoro", en cuyas actividades participó activamente.Como empresario agrícola, impulsó decididamente el cultivo del plátano, como antes lo hiciera con la producción de cochinilla. Contrajo matrimonio el 16 de noviembre de 1857 con doña Elena Benítez de Lugo y Benítez de Lugo, hija de los marqueses de la Florida, con la que procreó tres hijos: don Lorenzo, que casó con doña Beatriz Méndez de Lugo y Ascanio; doña Elena, esposa de don José García y Llarena, Licenciado en Derecho; y doña Margarita, marquesa' de San Andrés por su matrimonio con don Fernando del Hoyo y Áfonso. Falleció este ilustre orotavense el día 20 de febrero de 1930, a la edad de 93 años, entre el general aprecio y cariño de todos sus conciudadanos.

Según datos que me facilita el convecino y amigo don José Rodríguez Maza, que transcribo a continuación: “Felipe Machado y Benítez de Lugo es una de las personalidades orotavenses más destacadas de la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX y no sólo desde el punto de vista artístico, sino sobre todo desde el punto de vista social, económico y político. Su facilidad para las bellas artes y su gran personalidad lo han convertido en uno de los alfombristas más importantes de toda la historia de esta disciplina artística en Canarias. Arte, que si bien nació en Tenerife de la mano de la familia Monteverde y del Castillo, tuvo en Felipe Machado a su gran impulsor, y no sólo por sus originales y coloridos medallones, sino también por su pionera idea de alfombrar para el Santísimo la incomparable plaza del Ayuntamiento de La Orotava, hoy por hoy, el lugar más emblemático y característico de las Fiestas de la Octava del Corpus Christi orotavense. Pero si bien es loable su faceta alfombrística, no lo es menos su destreza y dedicación en otros campos de las bellas artes, como son la pintura y la música. En la primera, y como aventajado discípulo que fue de su gran amigo el pintor palmero Manuel González Méndez, destacó tanto como retratista, como en el dibujo a plumilla, mientras que en la música está considerado, como el primer director de la banda de música “La Filarmónica” de Los Realejos, una de las más antiguas de las que existen hoy en día en Tenerife, y a la cual prestó y dedicó todo su apoyo. En cuanto a su perspectiva socioeconómica, Felipe Machado destacó tanto como empresario agrícola, como en el sector inmobiliario, demostrando tener a lo largo de su vida una gran capacidad empresarial y de gestión de sus numerosas propiedades, permitiéndole obtener un gran rendimiento a todos sus bienes. Además dada la falta de bancos en las islas, se convirtió en prestamista a través de créditos hipotecarios a numerosos amigos y conocidos.

Como muchos de sus ascendientes, se acercó a la política, teniendo el honor de ser junto a Patricio Estévanez el primer vicepresidente del Cabildo Insular de Tenerife, cargo al que accedió en la primera e histórica sesión celebrada en los salones del Palacio Municipal de Santa Cruz de Tenerife, la tarde del domingo 16 de marzo de 1913. Fue también Diputado Provincial por Tenerife y Alcalde del municipio del Realejo Bajo. Felipe Machado y Benítez de Lugo nació en la orotavense calle del Agua (hoy Tomás Zerolo) el 5 de mayo de 1836, siendo el tercer hijo del matrimonio formado por Lorenzo Machado Ascanio y María Teresa Benítez de Lugo y Valcárcel. Cinco días después de su nacimiento fue bautizado en la parroquia matriz de Nuestra Señora de la Concepción de La Orotava por Ignacio de Llarena y Franchi, quien le puso por nombre Felipe Ángel de Santa Teresa Pertenece, como su propio apellido indica, a dos de las familias más importantes dentro de la historia de Tenerife, los Machado y los Benítez de Lugo, y no sólo por ser familias de conquistadores, sino también por pertenecer a los primeros pobladores de esta isla, y cuyos linajes han ido formando con el tiempo gran parte de la nobleza canaria. Además, uno de sus ascendientes directos, Inés de Lugo, esposa de Juan Benítez Pereyra y por el que se formó su apellido Benítez de Lugo, era hermana del Adelantado Alonso Fernández de Lugo, conquistador y gobernador perpetuo de las islas de Tenerife y La Palma y capitán general de la costa de Berbería. De este matrimonio entre Juan Benítez Pereyra y la hermana del Adelantado, nació Bartolomé Benítez de Lugo, conquistador como su padre y su tío, y regidor perpetuo de Tenerife, y que además fue uno de los primeros pobladores y patriarcas de La Orotava, donde no sólo levantó su residencia, la casa principal de los Benítez de Lugo, sino que frente a ella edificó, en 1519, el convento de San Lorenzo de religiosos franciscano. Y al igual que los Benítez de Lugo, la familia Machado fue también de conquistadores, que llegó a Tenerife de la mano del portugués Lope Machado de Amaya, y sus hijos Sebastián y Pedro, junto a Alonso Fernández de Lugo. Sebastián, ascendiente directo de Felipe Machado, fue además, el fundador del núcleo poblacional de Tacoronte, y de su iglesia parroquial dedicada a Santa Catalina mártir. En 1857 y con 21 años de edad, contrae matrimonio con Elena Benítez de Lugo y Benítez de Lugo, hija de los VII marqueses de la Florida, Luís Jerónimo Benítez de Lugo y del Hoyo-Solórzano y Elena Benítez de Lugo y Urtusáustegui, en la iglesia de la Concepción de La Orotava. La boda se celebró el 16 de noviembre de ese año y tras el enlace, Felipe Machado, subteniente del Batallón de ligeros de La Orotava, y su esposa, fijaron su residencia junto a sus padres y hermanos en la casa Machado de la antigua plaza del Teatro, donde vivieron durante casi 10 años. Felipe Machado está considerado hoy en día uno de los alfombristas más importantes que han existido dentro de la historia de este género artístico en Canarias, y no sólo por ser el pionero en la elaboración de las alfombras en la plaza del Ayuntamiento con motivo de la Octava del Corpus Christi, sino sobre todo por su calidad artística y por su constante innovación, tanto desde el punto de vista artístico como desde el de los materiales a utilizar. Felipe Machado comenzó en el mundo de las alfombras de joven, siendo el responsable de confeccionar, durante la segunda mitad del siglo XIX, la alfombra de la Casa Machado, que se elaboraba en la antigua plaza del Teatro frente a su histórica casa.

En este lugar, que hoy en día correspondería con la explanada situada frente al lado norte de la plaza Patricio García y al monumento al alfombrista, desplegó todo su arte e imaginación el gran alfombrista orotavense, realizando la alfombra de su Casa, que al igual que otras ilustres y aristocráticas familias orotavenses comenzaron a elaborarlas a imitación de los Monteverde a finales de los años 50 del siglo XIX. Gracias a él la alfombra de la familia Machado rivalizaba a finales del siglo XIX tanto en calidad como en popularidad con la mismísima alfombra de la familia Monteverde, la alfombra magna, aunque ambas se confeccionaban siguiendo estilos diferentes. La alfombra de la familia Monteverde seguía fiel a su tapiz cuadro basado en escenas eucarísticas y con una leyenda bíblica alusiva en su parte inferior; mientras que Felipe Machado realizaba difíciles medallones decorativos en los cuales destacaban tanto la suave distribución de sus colores como la gran variedad de semillas y flores utilizadas. Además, y a diferencia de la familia Monteverde, que realizaba la alfombra sobre una hoja de estera de palmera canaria en la que ya estaba dibujado el boceto y al que se le añadían las figuras más complicadas que se elaboraban varios días antes, Felipe Machado las realizaba sin ningún tipo de moldes ni diseño, y únicamente ejecutando admirablemente cuanto concebía su imaginación. Y esto es una característica muy importante en él, dado que si bien es verdad que hoy en día se conservan más de 100 bocetos suyos para alfombras del Corpus, también lo es, que muy pocos fueron luego confeccionados por él en la calle. Lo que hacía era plasmar posibles diseños de alfombras en un papel inspirándose para ello en su imaginación o en cualquier decoración de las tantas que existían en su casa, pero que llegado el momento de confeccionar la alfombra utilizaba partes de todas ellas, creando así algo nuevo. Sus alfombras se diferenciaban de las demás en cuatro aspectos fundamentalmente. En primer lugar, en su tamaño y forma dado que era la mayor de todas las que se confeccionaban y prácticamente la única que se realizaba de forma circular. En segundo lugar, en los materiales que utilizaba, ya que a diferencia de las otras, no sólo utilizaba las flores y el brezo tradicional sino también semillas, dátiles, eucaliptos, piñas, conchas de mar, etcétera, con los que adquiría una gama mayor de colores y tonalidades. En tercer lugar sus alfombras carecían muchas veces de simbología religiosa, o alguna alusión eucarística, por lo que incluso llegó a ser considerado como ateo por el destacado escultor, restaurador y alfombrista José María Perdigón. Y por último, aunque no por eso menos importante, es que todas sus obras poseen un signo especial, que las hacen ser fácilmente identificables hoy en día, por lo que podríamos considerarlas como de autor, habida cuenta del interés que el propio Felipe Machado demostró siempre por conservar sus propias señas estilísticas. Con el nuevo siglo comenzó a delegar en sus amigos, la confección de su alfombra, dedicándose únicamente a diseñarla y a colaborar en la organización de las Fiestas. En 1919 Felipe Machado decidió realizar la primera alfombra en la plaza del Ayuntamiento para la festividad de la Octava del Corpus, dando lugar así a una tradición, que no sólo aún perdura en el tiempo, sino que su originaria idea es hoy motivo de orgullo para los orotavenses que ven en la alfombra de la plaza algo digno de ser considerado Patrimonio de la Humanidad. Ese año y cogiendo a todos por sorpresa, Felipe Machado decidió realizar uno de sus artísticos medallones en la plaza del Ayuntamiento, sin que sus 83 años de edad fueran un obstáculo para ello. Era el día 26 de junio de 1919 y el Santísimo pisaba por primera vez una alfombra de flores en el incomparable marco de la plaza del Ayuntamiento. Ese día, con las calles hecha flor y la plaza hecha arte, La Orotava vivió uno de los momentos más inolvidables de su larga y apasionante historia. Tras el inenarrable momento de la entrada en la plaza, -era la primera vez también-, un coro interpretó junto a la banda municipal de La Orotava del maestro Calamita, el Tantum Ergo, siguiendo al acto un vibrante sermón del canónigo magistral Heraclio Sánchez desde el balcón central del Ayuntamiento.

Tras el impacto de esta primera alfombra, Felipe Machado quiso al año siguiente superar lo que ya parecía insuperable y confeccionó a sus 84 años, un monumental tríptico que llegó a cubrir gran parte de la plaza. El resultado fue un alarde de arte y buen gusto y una demostración del entusiasmo y aliento del señor Machado. Una vez terminadas estas fiestas, el concejal Fernando Méndez Ponte propuso que el Ayuntamiento le entregara tanto a Felipe Machado como a los señores Monteverde, en gratitud y agradecimiento por toda la labor realizada año tras año en el  engrandecimiento de estas fiestas que tan honrosa fama han dado a La Orotava, un pergamino en el que se consignase esta gratitud y estimación del Consejo Municipal. En 1921 Felipe Machado realizó una nueva alfombra en la plaza y en la que destacaba una enorme letra C que contenía en su interior una ostia y el resto de la palabra corpus. Esta idea ya había sido utilizada por Felipe Machado en la plaza del Teatro en 1907 para confeccionar uno de sus destacados medallones, y que en su momento la prensa de la época definió como precioso medallón en cuyo centro se destacaba la letra C, perfectamente dibujada sobre el fondo verde y pendiente de ella la tiara y las llaves pontifícias, cerrando el tapiz un precioso y artístico dibujo que resultaba brillante y sorprendente. Pero a pesar de que como hemos dicho, la idea principal de esta alfombra de 1921 ya la había realizado Felipe Machado y era fácil de entender su significado, una letra C de grandes dimensiones y en su interior el resto de la palabra corpus, es decir orpus, se produjeron anécdotas curiosas y divertidas con respecto a esta obra, como así nos recuerda la prensa de la época:

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