APUNTES PARA UN ESTUDIO DE LA ONOMÁSTICA CRISTIANA
IMPUESTA AL PUEBLO GUANCHE
Capitulo II
La
invasión católica de las islas “realengas”
Es probable que algún conmatriota (compatriota)
pueda sentirse molesto por el contenido de algunos aspectos de este libro, de
antemano mis disculpas, puedo asegurarles que no me guía ningún sentimiento de
animadversión hacía los fieles católicos practicantes de buena fe, por el
contrario, cuentan con mi consideración y profundo respeto, pero determinado
hechos históricos y sus nefastas consecuencia para nuestro pueblo fueron
promovidos por el clero católico de la época y, por tanto, forman parte de
nuestra Historia colonial, puedo asegurarles que por razones de espacio
solamente toco una mínima parte de la documentación consultada, existen
testimonios que pondrían los “pelos de punta” a cualquier persona con un mínimo
de sensibilidad, quizás en otra oportunidad trataré de ellos.
Estimado lector, al estar leyendo estas líneas
demuestras que el tema tratado merece tu atención, posiblemente ostentes
nombres y apellidos españoles y ello te induzca a pensar que desciende de los
mismos, craso error, puedo asegurarte que tienes el noventa por ciento de
posibilidades de descender de guanches y no de españoles o portugueses como con
tanto ahínco se empeñan en hacérnoslo creer los estamentos dominantes, te
recomiendo que eches un vistazo a la lista de nombres católicos recogidos en los
capitulos correspndientes, quizás en algunos de ellos encontrarás rasgos
comunes con tu familia.
Cuando comenzó la
denominada Guerra de Canaria declarada unilateralmente por el reino de
Castilla, para invadir y conquistar las islas de Tamarant (Gran
Canaria,) Benahuare (La Palma,)
y Chinech (Tenerife,) por iniciativa de los nefastos Reyes Isabel de
Castilla y Fernando de Aragón (1478-1496.) Necesitados de fondos para su
guerra, los denominados Reyes Católicos solicitaron bula de indulgencias, para la
conversión de Guinea y unas Canarias, donde a tales alturas, no debía quedar
bicho viviente sin bautismo católico, consiguen el patrocinio de del Papa Sixto
IV, quien por breve de 8 de abril de 1478 concede indulgencias para la
conversión es decir, para la invasión conquista y esclavización de las islas
que aún no habían sido sometidas. Estas bulas eran de adquisición obligada en
los reinos de Aragón, Navarra, Castilla y Portugal.
Es decir, el cristianismo
ha sido una forma de control social en diferentes sociedades y diferentes
etapas de la historia: ha controlado la economía, comportamiento social, etc. a
lo largo de la historia. En la
Edad Media, por ejemplo, la iglesia católica feudal
controlaba a los campesinos: sometiéndolos a la renta (el diezmo, etc.),
dictando la forma de vivir (edad de casamiento, natalidad, etc.) e incluso la
muerte estaba controlada (testamento: por el cual obtenían ingresos económicos
cuantiosos, lugar de enterramiento, etc.). Pero incluso después de la época
medieval, encontraremos la iglesia católica vinculada al poder, un ejemplo
lacerante de ello lo podemos encontrar en la Historia colonial del
Archipiélago Canario.
El 13 de mayo de 1478, en Sevilla (f.106), se confirma, a petición del
secretario y cronista real Alonso de Palencia, de la capitulación asentada por
éste, en nombre de Su Alteza, con don Juan de Frías, obispo de Rubicón, y con
los capitanes .don Juan Bermúdez, deán de las islas de Canaria, y Juan Rejón,
criado de la reina, sobre la armada para la conquista de Gran Canaria y otras
islas pobladas de infieles. En dicha capitulación, Sevilla 20 de abril 1478, se
concede al obispo la orchilla de las islas mientras dure la conquista y los
reyes se obligan a aportar 20 lanzas de la Hermandad. La Reina.
Ávila. Reg; Diego Sánchez. (E. Aznar Vallejo. 1981)
El 24 de junio de 1478 la
flota invasora recala en Las Isletas, bajo el mando nominal de Juan Rejón,
siendo los verdaderos jefes y coordinadores de la invasión el Obispo de Rubicón
Juan de Frías y el Deán Juan Bermúdez, estos fueron los encargados de la
coordinación de la operación, el gobierno de la parte de la isla ocupada por
los europeos estaba a cargo del Obispo Juan de Frías, siendo el capitán
responsable de la invasión y conquista Juan Bermúdez, y Juan Rejón, criado de
la reina Isabel, como capitán ejecutivo de las tropas, mercenarias.
Celoso el Obispo Juan de Fría de los diezmos
pertenecientes a su mitra no estaba dispuesto a que otros esclavistas mermaran
el censo de sus diezmeros, por ello denuncia ante el Consejo de Castilla a los
depredadores no autorizados, obteniendo sentencia a su favor con fecha 6 de
febrero de 1478: “Sevilla (f.119). Orden a las justicias de Sevilla e islas de
Canaria y La Gomera,
para que ejecuten la sentencia pronunciada por los drs. Andrés de Villalón y
Nuño Ramírez de Zamora, oidores de la Audiencia y miembros del Consejo, en el pleito
habido entre don Juan de Frías, obispo de Rubicón y de las islas de Canaria, y
los capitanes de carabelas Alfonso Gutiérrez, Juan Martínez Nieto, Diego Gil,
Alonso Yanes Nainas, Juan de Triana y Juan Martínez de las Monjas, vecinos de
las villas de Palos y Moguer, por la que condenaron a éstos apagar las costas y
a poner en libertad a los 99 canarios que habían traído de La Gomera, cuyos nombres se
relacionan. Dicho pleito tuvo su origen en la petición presentada por el obispo
en favor de la libertad de dichos gomeros, en la que alegó que éstos eran
cristianos, recibían los sacramentos y pagaban el diezmo de sus cosechas y
ganados, y en su posterior comisión a los citados jueces, por carta de 18 de
octubre 1447 que va insertada, a pesar de que la otra parte adujese que el
obispo no era parte para hacer tal demanda. Andrés. Nunius. Villarreal.
Reg: Diego Sánchez.” (E. Aznar Vallejo. 1981)
Este grupo de
naturales de Gomera que debían ser
devueltos a su isla, el Obispo estimó
más práctico emplearlos en la invasión y conquista de Tamaránt. Pero la acción
de conquista tuvo escasos resultados debido entre otras cuestiones a las
diferencias entre los capitanes invasores y a la escasez de recursos. En este
intento, tanto el obispo Frías como el deán Bermúdez cortaron más cabezas de
guanches que las tropas de Rejón.
El Papa Sixto IV, por la bula Varíís quamvís
dístractí curís, de Roma a 22 de noviembre de 1480, anula la bula de
indulgencias debido a las depredaciones y abusos cometidos, y retira de la
jurisdicción del nuncio apostólico de Canarias, a Fray Andrés Zumis, de la
secta católica de los franciscanos establecidos en Canarias, pasándolos a la
del vicario general de las mismas, Fray Alonso de Zamora. 1480. Fray Alonso de
Zamora, (O.F.M.), parece que fue nombrado este año “nuncio y comisario
apostólico” de Guinea, pues figura cómo tal el 20 de diciembre de 1480. Parece
asimismo que poco después fue suprimida la nunciatura (¿En 1487, a la vez que la
vicaría general?). El nombramiento de nuncios para Guinea y Canarias nos indica
que por aquellas fechas, el Vaticano consideraba a las Islas Canarias como un
reino africano por someter, pero no como una colonia de las coronas de Castilla
y Aragón.
A partir de ese momento el clero invasor de la iglesia católica
que ya llevaba 85 años establecida en las islas orientales y en la Gomera decidió abandonar la
política pretendidamente evangelizadora que habían venido propugnando y tomó la
vía de la agresión armada como medio de sometimiento imponiendo la cruz
mediante la espada y la pólvora, la intolerancia,
especialmente religiosa se manifiesta en las relaciones de dominación, en la
creencia de la superioridad de los invasores sobre la supuesta inferioridad
guanche. La supuesta superioridad europea ha sido un pretexto para encubrir la
más perversa injusticia, mellando nuestra condición de seres humanos, saqueando
nuestros recursos, induciéndonos al abandono de nuestra forma de ser y de
pensar, provocando el auto odio. Otro componente del colonialismo católico es
la endofobia, que
consiste en el odio, la repugnancia o la hostilidad hacia el mago (el otro
guanche).
La aparente defensa del
clero católico de los naturales, en el fondo no era otra cosa que una
confrontación de intereses, pues los bautizados pasaban ser siervos de la
iglesia, obligados a pagar el diezmo de sus cosechas y ganados, además de las
tarifas impuestas en los consuelos religiosos, bautismos, bodas, entierros etc.
Por este motivo la iglesia católica se oponía a la esclavización de los
naturales de los bandos de paces argumentado que eran cristianos y por tanto no
debían ser esclavizados, pero si participaba de la esclavización de los de los
bandos de guerra aunque estos estuviesen bautizados.
El mantenimiento de la esclavitud era ciertamente gravoso para los
invasores, pues les obligaba a mantener destacamentos armados para controlar a
los sometidos, así como mantener normas crueles que aplicaban a los guanches
que escapaban y eran capturados los cuales eran azotados hasta la muerte como
ejemplo para los demás aunque estos asesinatos tolerados suponían una perdida
económica para el invasor esclavista, los aplicaban con objeto de mantener el
orden impuesto.
La solución como siempre
que se trata de mantener oprimido a los pueblos surge de la mano de la iglesia
católica, esta prometía la no esclavización de nuestros ancestros guanches que
no habían tomado las armas contra los invasores en defensa de la matria
(patria) siempre que asumieran el cristianismos, a los que se habían defendido,
no sólo eran considerados esclavos de buena guerra según la terminología de la
época, sino que la propia iglesia católica los esclavizada y comercializaba,
muchos templos católicos en nuestras islas fueron construidos con el producto
de la venta de nuestros antepasados.
Mantener esclavizado a un
pueblo recién dominado mediante la fuerza armada es relativamente fácil, pero mantener la
esclavitud por este medio durante las generaciones siguientes es ciertamente
complicado y costoso, por ello es aquí donde entra la religión como forma mas
barata y perenne de continuar manteniendo esclavizado a un país, al inducir en
el sometido que esa es la voluntad del nuevo Dios. Así la iglesia católica se
convierte en la verdadera garante de la continuidad de la esclavitud.
Así el clero católico
dirigió todos sus esfuerzos catequizadores a inducir en la mente de los
neófitos sometidos la aceptación resignada del estado de sometimiento como designio de Dios y, por consiguiente, el
revelarse contra su situación de esclavitud seria oponerse a la voluntad divina
con lo cual con toda seguridad sus almas estarían por toda una eternidad
condenadas achicharrándose en las calderas de aceite hirviendo de Pedro Botero
en el infierno, esta prédica caló en la mente de los sometidos debido a la profunda
espiritualidad innata del pueblo guanche y sus creencias ciertas de que después
de la muerte el espíritu libre viaja al Seno de Majek, así tenemos que en la
generación siguiente los esclavos no ofrecían resistencia a su condición de tal
aceptándola como un mandato divino, además había un Cristo para los esclavos y
otro para los hombres ricos y libres.
En la isla
Chinech (Tenerife) como también esta contrastado en la isla Tamarant (Gran Canaria,) así como en
Benahuare (La Palma)
se produjo un hecho incuestionable: que una vez invadidas conquistada las islas
seguían viviendo en las mismas junto con los castellanos invasores y colonos
los guanches, awuaras y canarii y, en
menor medida gomeros. De los documentos existentes podemos comprobar que en
Chinech esta convivencia era integradora en cuanto a la población de menceyes y
notables guanches que habían quedado en el bando de paz, con cesión de tierras y aguas para dedicarlas al cultivo
y pastoreo. Los guanches alzados, al no tener prerrogativas, y al no
considerarse realmente sujetos a ningún orden social establecido por el
colonialismo, acudían a los núcleos menos vigilados y se hacían con provisiones
de alimentos como trigos, cebada, ganados, etc., como medio de recuperación de
lo que habían sido despojados, así como para hostigar a los invasores. Lo cual
provocaba cierto revuelo, ya que era difícil determinar donde se encontraban
estos alzados, ya que eran en la mayor parte de las veces encubiertos por los
propios naturales de la isla; por la similitud de rasgos no resultaba fácil
averiguar quien era de paz y quien alzado, lo cual ocurría más en las zonas de
montañas y especialmente en las bandas de Chasna.
Durante siglos la Historia de las Islas
Canarias ha tenido una premisa propagada por los colonizadores que se fue
repitiendo de generación en generación: “La raza aborigen que habitaba en las
Islas se exterminó”. Esta base llegó hasta el siglo XX, cuando en sus comienzos
un grupo de investigadores vinculados a la Universidad de España
en Canarias trataron de mostrar lo equivocado del planteamiento; pero las
líneas de estudio quedaron suspensas durante más de cuarenta años. Aún hoy en
algunos círculos dependientes se escucha que la etnia guanche pertenece más a
la leyenda que a la realidad, que es un mito su supervivencia, cuando la
realidad es que es un mito la teoría del supuesto exterminio.
No debemos perder de
vista que el término aborigen tiene un carácter peyorativo, discriminatorio,
pues mantiene presente el discurso neocolonial y las relaciones sociales de
dependencia económica, social, política y cultural de los conquistados en
relación con los conquistadores. El término, además, está asociado con seres
que aún no han llegado al estadio de la "civilización" e implica la
infravaloración de la identidad e historia de sociedades a las que se
consideran diferentes e inferiores. (J. Farrujia de la Rosa)
Los
bautismos masivos por el rito católico
Al igual que ayer, la
iglesia es una institución que resguarda los sagrados intereses de la clase
colonial. Es un poder de Estado o arma ideológica de los colonizadores para
idiotizar a los pueblos sometidos hasta saquear el último céntimo de las
riquezas de un país. De ahí que no es de extrañarse que la iglesia haya salido
en defensa de sus "pobres angelitos" capitalistas que destruyen a la
sociedad canaria proliferando toda clase de vicios, no hay que olvidar que
sobre nuestras mentes pesa una programación imperial de mas de 500 años donde
la religión católica ha sido el arma fundamental para la dominación.
Es a partir del siglo XI
que la nobleza europea empieza a acompañar su nombre personal con la fórmula
"de + topónimo" para marcar de alguna manera sus posesiones
territoriales.
Del mismo modo, las
clases populares se valen de una construcción similar a la anterior, en que el
topónimo puede ser menor (Vall, Coma, Vinya) o de la población, zona o país de
procedencia. Además, con el tiempo, el conjunto de lo que después será los
apellidos se enriquece con elementos procedentes de apodos, circunstancias del
nacimiento, fórmulas de buenos augurios, etc.
Es a partir del siglo XIV cuando podemos afirmar que el apellido se fija
a una determinada familia y se transmite, más o menos rígidamente, de padres a
hijos dando lugar a los linajes.
La fijación ortográfica de los apellidos, con muchas matizaciones y muy
sometida a la influencia de las lenguas dominantes en cada momento y lugar, se
consolida a partir del Concilio de Trento (1545-63) que establece la obligación
parroquial de llevar libros de registro sometidos a la revisión y aprobación de
los obispos en las visitas pastorales.
La norma general, al menos entre las clases populares, fue el empleo de
un solo apellido hasta bien entrado el siglo XIX. Algunas veces se añadía a
este apellido algún modificador que ayudara a la distinción entre personas del
mismo nombre y apellido en una determinada sociedad ("mayor", “el
viejo” “el mozo” apodos diversos,
nombres de casa, topónimos de origen o residencia). Hay que decir, que la costumbre de la nobleza de usar el
apellido paterno más que el materno fue imitada en mayor o menor medida por
otras clases sociales.
La regla de sucesión del mismo apellido de padres a hijos no se siguió
siempre de manera estricta, siendo frecuente que uno o varios hijos de un mismo
matrimonio ostenten apellidos diferentes a los de sus padres. (Tomado de:
En 1496 sucede en el
obispado de Canarias Diego de Muros,
natural de la villa de Muros de Noya, en Galicia (España), de la cual tomó el
apellido, siendo deán de Compostela al ser elevado a la dignidad de obispo de
Canarias. Cuando llegó a Wniniwada (Las Palmas) se hallaba ya conquistada la
isla de Chinech (Tenerife,) en cuyo repartimiento de la tierras usurpadas se le
asignaron ciertos terrenos que luego donó a los templos católicos de la Concepción de Eguerew (La Laguna,) Puerto de Añazu
(Santa Cruz) y Santiago del Realejo.
Su primera diligencia fue
celebrar sínodo en su Catedral, siendo el primero que tenía lugar en la colonia
desde la creación de la diócesis.
Las constituciones
aprobadas dan una idea exacta del estado moral de la colonia en aquella época y
llevan la fecha de 23 de octubre de 1497.
En ellas se manda abrir en cada parroquia libros de bautismos,
expresando en cada asiento el día, mes y año, los nombres del bautizado y los
de sus padres, abuelos y padrinos. Fundado en la poca gente que había en las
islas y en la necesidad de disminuir los impedimentos de parentesco espiritual,
se ordenaba que sólo asistiesen como padrinos una persona de cada sexo.
Es sabido que las
autoridades coloniales españolas no dejaron nada al azar en la lucha que
mantuvieron en esta colonia durante todo los siglos XV y XVI; persiguen toda práctica, toda
costumbre que se aparte de la norma. He tenido ya ocasión de examinar los
esfuerzos desplegados por la
Corona para romper la solidaridad familiar tradicional. En
este contexto, el apellido y el eventual sobrenombre de origen guanche se
hallaban amenazados. Pero la identidad canaria pasa también por el nombre, por
lo que los legisladores ven la necesidad de ocuparse muy especialmente de que
éste desaparezca. Su objetivo es borrar la conciencia diferente del pueblo canario.
La iglesia católica celosa siempre del control de su rebaño vigilaba escrupulosamente
que sus neófitos no portasen nombres autóctonos, con algunas raras excepciones
permitidas a algunos notables a los cuales en un principio se les toleró su
nombre de origen, pero que con el transcurso del tiempo fue creando mecanismos
sociales que obligaban a estos a renunciar a sus nombres originarios.
“ ... Así somos informados que algunos de los
nuevamente convertidos se llaman nombres y sobrenombres de guanches; mandamos
que de aquí adelante no se lo llamen, y si alguno de ellos tiene agora nombre o
sobrenombre que suene a guanche, lo quite y no se lo llame más y tome otro
nombre de cristiano..."
Pero ni el nombre
cristiano ni el guanche se imponen en circunstancias fortuitas.
La imposición del nombre coincide con la consagración del niño al
dios cristiano.
De ahí que las autoridades civiles y eclesiásticas españolas
tengan imperiosas razones para interesarse por un fenómeno aparentemente poco
importante. Dada la estrecha relación existente entre nombre y bautizo, no cabe
la indecisión o la indulgencia; todo aquel que no tiene nombre cristiano o no
lo utiliza, no es cristiano. Por ello ponen mucha insistencia en que los niños
guanches sean bautizados y que sus padrinos sean cristianos viejos. Una cédula
de 20 de junio de 1511 hace obligatoria esta última disposición, confirmada en
repetidas ocasiones a pesar de las protestas de la comunidad guanche.
¿Cómo lograr que el padrinazgo pasase de ser una obligación a ser una
opción?
¿Cómo conseguir que el acto del bautismo implicase un parentesco
espiritual entre padrino y ahijado, un contrato otorgado por ambas partes? Esto
entrañaba una considerable dificultad que las autoridades coloniales españolas
del siglo XVI se vieron obligadas a afrontar. De ahí que aparecieran textos normativos
sobre el tema de la elección de padrinos y madrinas, textos cuyas vacilaciones
y silencios reflejan la confusión, por no decir la perplejidad, de los
legisladores.
El padrino (o la madrina) debe estar
bautizado, tener uso de razón, tener intención de cumplir su misión, no
pertenecer a ninguna secta herética o cismática ni pesar sobre él una sentencia
de excomunión. Se consideraba que los guanches estaban muy superficialmente
cristianizados -por no decir que no lo estaban en absoluto como para confiar en
ellos. Además, se esperaba que la presencia y el celo de unos padrinos
cristianos viejos impidiesen los ritos que acompañan al nacimiento o los
primeros días de vida del guanche.
Los nombre propios
guanches comienzan a disminuir a partir del 25 de julio de 1496, cuando se
firma el pacto de Los Realejos,
aceptado por la mayoría de los confederados en la lucha contra los invasores,
pacto que no fue asumido por el último Mencey de Taoro Bentor, digno heredero
de las virtudes heroicas de su padre el gran Kebehi Benchomo, prefiriendo el
suicidio ritual arrojándose al vació desde el Risco de Tigaiga antes que
rendirse a los invasores españoles. Tampoco aceptaron la rendición un número
considerable de notables así como un importante grupo de guerreros (unos cinco
mil) que optaron por continuar la defensa de la matria (patria) replegándose a
lo más abrupto del territorios, estos guerrero posteriormente fueron conocido
como los guanches alzados.
Con este acto de Los
Realejo comenzaron los bautismos masivos por el rito católico, algunos
cronistas recogen que en dicho acto los Menceyes que se habían sometido y sus
familias, fueron bautizados en un librillo de barro barnizado de verde, el rito
fue dirigido por un clérigo portugués, el invasor Rui Blás, de la secta
católica que acompañó al masacrador Alonso Fernández de Lugo en la conquista de
esta Isla Chinech (Tenerife.)
Como consecuencia de la
cristianización además de desintegrarse los sistemas religiosos,
políticos, económicos y culturales que existían
en la sociedad precolonial, los guanches sufrimos una perdida del sentido de
nuestras vidas y de la existencia de nuestras comunidades. En medio de ese
desmoronamiento se introdujeron las bases de la cultura española. El primer
paso consistió en despojar al individuo de su identidad despersonalizándolo,
para ello se le obliga a renunciar a su nombre autóctono y se le sustituye por otro cristiano.
A partir de ese momento
en los incipientes núcleos de población de corte europeo fue como si los guanches
hubiésemos dejado de existir, a pesar de que caminábamos por sus embarradas
callejuelas ya no se nos reconocía, nos habían obligado a abandonar nuestra
vestimenta tradicional y a vestir de burdos paños de gruesa lana o basto lino,
suministrados a precios abusivos por mercaderes sin escrúpulos. Se nos obligó a
renunciar a nuestros sonoros y melódicos nombre:Tigáyga; Teguayco; Sunta; Rosalía; Rukaden: Ruyman: Sebensuí; Romén;
Círma; Collarampa; Dácil;
Tenesoya Vidina; Ayoze;
Doramas; Taoro: Tahodio; Chaurero; Teyda; Garachico; Guadameñe; Pelinor;
Roesmo; Ramagua; Chindia; Agoney;
Aniaga; Faina; Guadarfía, Guanareme: Teguise; Armiche; Amaluyge; Mayantigo:
Atanausú; Aythamy; Arminda; Benthejuí; Guayarmina; Kataysa; Abora; Guanche; Abenaura;
Abenchara;
Acerina;
Adasat;
Anagua; Arecida; Aremoga; Chaxiraxi; Chimaye; Dafra; Daida, Daniasa, Meagens,
Moneyba,
Tassa, Tassat, Talegaza,
Tazirga,
Tegina,
Tegueyga,
Tenercina;
Abian; Abtejo; Adargota; Aday;
Adargota; Adxoña; Azur; Aguahuco; Aguaberque; Uramas o Doramas; Chimenchia:
Benchomo; Bentor; Archinife; Akaymo; etc.,
Muchos de estos nombres
si queremos oírlos en la actualidad tendríamos que desplazarnos a América donde
los descendientes de los forzados emigrantes canarios los han perpetuado y
donde muchos de ellos perduran hoy en día como apellidos ostentados por
relevantes personajes de la política, las artes, las letras, la medicina, las
ciencias etc. En cambio en nuestra matria fueron ninguneados y eliminados,
sustituidos por los Pedro; Antón; Fernando; Luis; Gonzalo; Petra, María, Josefa, Ana, Luisa, Diego,
Antonio, Alonso, Jorge, Bernardo, Eduardo, Felipe, etc. etc.
La participación del clero católico en la
esclavización del pueblo guanche
Para cualquier religión
medianamente sensible un rito sagrado lo es sin duda el acto de purificación o
bautismo, pero este no fue el caso para la iglesia católica establecida en esta
colonia. Dicho rito fue utilizado por los invasores para esclavizar a nuestros
ancestros en actos ciertamente desalmados propio solamente de gentes de la más
baja condición humana, de vándalos carentes del mínimo sentimiento de dignidad.
Pero lo más censurable de
estos execrables actos, es que la iglesia católica otrora supuesta defensora de
los naturales no levantó la voz a favor de nuestros ancestros ni denunció estas
tropelías, a pesar de ser públicas y notorias,
porque indudablemente era mucho más rentable la complicidad que el
recabar justicia para los sometidos.
Alonso de Lugo era
generoso con lo ageno –siempre que no le afectara al bolsillo propio-, con
aquellos que secundaban sus planes sin cuestionárselos, de ello poseemos
abundante documentación, por ello no es extrañar su largueza con el obispo
Muros y con el clérigo portugués Rui Blas, quienes indudablemente fueron cómplices
en la esclavización de cientos de nuestros ancestros.
Como queda dicho en 1496
sucede en el obispado de Canarias Diego
de Muros, cuando llegó a Winiwada (Las Palmas) se hallaba ya ocupada la isla de
Chinech (Tenerife,) en cuyo repartimiento como hemos dicho se le asignaron
ciertos terrenos situado en la
Sierra de Sejeita (El Bronco-Lomo Largo). La cuestión es, si
el obispo Muros no participó en la
invasión y conquista de Chinech, ¿que motivos tuvo Alonso de Lugo para
premiarle a titulo personal con tan importante lote de tierras?
El 25 de julio de 1496,
uno de los Capellanes de la secta católica que acompañó al invasor Alonso
Fernández de Lugo en la
Conquista de esta Isla Chinech (Tenerife), llamado Rui
Blás, asistió como tal Capellán a
la misa de ocupación que se celebró en
el improvisado altar del Realejo alto el día 25 de julio de 1496, al firmar
algunos de los notables guanches el Pacto de paz con los invasores.
Al hacerse más tarde el
reparto como botín de guerra de las tierras usurpadas entre los invasores
conquistadores, se le agració a título personal al clérigo esclavista Rui Blás
con una Data en Icod; consistente en las tierras que se sitúan en la cordillera
que por el Occidente cierra el Valle de Icod, que aun conservan el nombre de
aquel clérigo, y entonces se prolongaban hasta la orilla del mar, donde hoy
está la finca de la
Coronela.
El investigador Antonio Rumeu de Armas nos
ofrece una documentada visión de los hechos:
“Una vez finalizada la
conquista, los atentados contra la libertad de los guanches de las paces fueron
reiterados. Véanse como ejemplo las denuncias que formula contra su censurable
actuación Francisco de Albornoz, “para guardar su ánima y conciencia” de los
remordimientos que le embargaban: “Se le acuerda al tiempo que se ganó la isla,
él fue conquistador, y después de ganada, el gobernador hizo llamar y traer
ante sí algunos clérigos, estando en el reino de Taoro, hasta cien almas de
guanches de esta isla, los cuales eran del reino de Tegueste, y estaban subidos
en un risco de la sierra diciendo que querían ser cristianos. Venidos ante el
gobernador y los clérigos, los bautizaron y tornaron cristianos, y, después de
bautizados, los hicieron embarcar forzosamente y los llevaron a vender, y
algunos de ellos vendieron en la isla. Esto parece al testigo contra razón,
porque decían que querían ser cristianos y vivir en su tierra, y no les fue
hecha justicia.”
Como los guanches de
Tegueste, refugiados en el reino de Taoro, pero pertenecían a los bandos de
guerra, jurídicamente podían ser reducidos a esclavitud, de acuerdo con las
prácticas de la época, que no reconocían al bautismo en general virtudes
liberatorias si era recibido en estado de servidumbre. Lo que se censura es el
procedimiento: la trampa y el engaño utilizados para la captura, máxime
invocando una finalidad espiritual.
En cambio, lo que no
tiene perdón fue la fechoría cometida con los guanches de Abona, Adeje y Anaga,
por la triple circunstancia de pertenecer a los bandos de las paces, la
ocultación perpetrada al obispo de Rubicón-Canaria de las perversas intenciones
de captura a traición, y, lo que es aún más grave, la artera y sacrílega
maniobra de utilizar un siniestro sicario disfrazado de prelado para sucios
fines de lucro a costa de indefensos seres humanos
En 1497 había estado en
Tenerife, en visita pastoral -como acabamos de referir-, el obispo de
Rubicón-Canaria don Diego de Muros, circunstancia que aprovechó para impartir
personalmente el bautismo a infinito número de guanches. Pues bien, véase ahora
lo que nos revelan dos testigos de cargo.
El primero, Alonso de las
Hijas, confiesa que…“los canarios de Abona e Adexe... heran de paces, e avían
servido a Sus Altezas al tiempo de la, conquista... contra los otros canarios
que heran en deservicio de Sus Alteza; e
el obispo asimismo los mandó veenir diziendo que se viniesen a tornar
Cristianos, y ellos vinieron a la
Iglesia seguramente, en que seran mas de doscientas ánimas, y el obispo los tornó
christianos; y a la ora después de ser christianos, el dicho adelantado [Alonso
de Lugo] los mandó encerrar en una casa, donde los cautivó e los vendió, los
quales davan vozes e reclamaban diziendo que heran christianos servidores de
Sus Altezas, que cómo hera aquello que los vendían, e los llevaron a Valencia e
a Barcelona e a otras partes...”
Más repugnante es la
declaración de Francisco de Albornoz. Este destacado mílite atestigua: “Después
no se ha guardado justicia; especialmente otra vez, al dicho tiempo, el
adelantado [Alonso de Lugo] hizo traer ante sí a los guanches del reino de
Anaga, unas doscientas ánimas entre hombres y mujeres, los cuales eran de
paces, y en la conquista ayudaron a conquistar a los otros en favor de Sus
Altezas. No se acuerda si los tornaron cristianos o no, pero vio cómo los
cautivaron y enviaron a vender. Y asimismo en dicho tiempo, el adelantado hizo
parecer ante sí hasta doscientos guanches del reino de Adeje y de las paces,
que asimismo ayudaron a conquistar los otros. En esta manera y con tal engaño
que como estaban escarmentados de lo pasado, pusieron en un corral, cercado de
piedra, un hombre (que se dice Sepúlveda) y cubriéronlo de ropa y dijeron que
el adelantado les llamaba para que viniesen a tornar cristianos, que estaba
allí el obispo, y al momento que los tuvieron dentro en el corral, los
cautivaron y los repartieron y embarcaron por cautivos.
Hoy sabemos, por las denuncias que luego se
formularon, que el número de los cautivos de los reinos de las paces pasaron de
mil, de 1os cuales permanecían en Tenerife, en 1498, unos trescientos. Otro
importante grupo de guanches horros los tenía ocultos, en sus posesiones de
Sanlúcar de Barrameda, don Juan Alfonso de Guzmán, duque de Medina Sidonia; era
parte del precio de la colaboración prestada en la conquista de la isla.
Las quejas contra la
censurable conducta del conquistador se dejan sentir en la corte en las
postrimerías de 1497. Portavoz de los oprimidos será el mensajero Rodrigo de
Betanzos, quien aboga con tesón en defensa de los guanches de las paces,
víctimas de inicuas vejaciones.” (A. Rumeu de Armas, 1975: 403-481)
Está ampliamente
demostrado documentalmente que la mayoría de la población guanche sobrevivió a
pesar del holocausto que supuso las masacres persecuciones y esclavizaciones
llevadas a cabo por los españoles durante los primeros tiempos de la invasión y
conquista de la isla, especialmente en los menceyatos denominados de paces. La
rápida imposición de nombres católicos a la población guanche quedó registrada
en los libros parroquiales y en los protocolos notariales, en los que por
cierto no deja de ser curioso los encabezamientos de los testamentos los cuales
seguían un formulario oficial dictado por la iglesia católica en lo que se daba
por supuesto los deseos de
testamentarios en cuanto a la mandas dedicadas a la iglesia.
A estas familias de las bandas del sur de origen guanche se refiere el
viajero
escocés George Glas en el año 1764, aclarando que en el siglo XVII "...se conocía la
diferencia entre muchos guanches y los españoles; pero ahora [año 1764] están
mezclados, a excepción de algunas pocas familias por Candelaria, Güímar y
Chasnia [sic por Chasna]". Este curioso viajero británico tuvo oportunidad de conocer a las familias
chasneras que a mediados del siglo XVIII, dos siglos y medio
después de la conquista de la isla, se preciaban de ser descendientes puros de
guanches, sin mezcla con europeos. Glas las describe así: "...ambas
ciudades [Chasna y Güímar] tienen algunas familias que viven en ellas, que se consideran a ellas
mismas como los auténticos descendientes de los guanches. He visto y he
hablado con esas personas, pero no pudieron
satisfacer mi curiosidad en ninguna cosa que se refiera a los hábitos y costumbres de sus antepasados, cuyo
lenguaje han perdido por completo.
Me parecieron ser de una tez más blanca que los españoles de la provincia de Andalucía". (Goerge
Glas, 1982:80)
Este viajero escocés prueba a través de su testimonio cómo, más de 250 años después del fin
de la conquista de Tenerife, todavía existían familias en Chasna (que en aquella época
se extendía también por Arona y San Miguel) que se consideraban descendientes de los
guanches, sin mezcla con europeos.
Debemos tener en cuenta
que no todos los que fueron bautizados por el rito católico generaron
documentación escrita, aún así, es muy abundante la generada por las familias
guanches más notables mediante contratos y últimas voluntades. Al final de este
trabajo ofrecemos un amplio listado de guanches con nombres católicos, los
cuales hemos agrupado por nombres de pila ya que al principio de la
cristianización a nuestro ancestros solamente se les imponía el nombre de pila,
fue posteriormente a finales del siglo XVI cuando comenzaron a aplicarles
apellidos.
Tal como recoge el
historiador Nelson Díaz Frías, refiriéndose a la población autóctona de las
bandas del sur de la isla Chinech, pero que creo aplicable al resto de la isla:
“A pesar de la mortandad
producida por la conquista y los subsiguientes cautiverios, parece ser que, como ya dijimos, la
mayor parte de la población de Abona durante la primera mitad del siglo XVI estaba formada por guanches, que vivían
en cuevas y pequeños poblados dispersos, dedicándose a lo que mejor sabían hacer:
el pastoreo.
De algunas de estas familias guanches ha
quedado rastro en la documentación de la época, precisamente por su condición
de nobles en la estratificada sociedad aborigen. Además, seguramente, entre los
habitantes de Chasna que figuran en los registros sacramentales, a partir de
1570, se deben encontrar numerosos descendientes de guanches cuyos nombres
y apellidos europeos, en la mayor parte de los casos, hace imposible determinar su
verdadero origen, salvo en los supuestos de guanches pertenecientes a familias de
origen noble, algunos incluso descendientes de los menceyes sureños, en los que precisamente su distinguido
origen permite, con la ayuda de informaciones de nobleza o testamentos, salvarlos del
anonimato en el que seguramente se encuentran otros muchos de sus hermanos de raza,
difuminados junto con pobladores castellanos y portugueses con sus mismos nombres y apellidos
en los registros parroquiales conservados.” (Nelson Díaz, 2002:87)
Recordar que en la antigua Corona de Castilla y en sus colonias, es frecuente que los
nombres patronímicos se asuman como apellidos, se utiliza principalmente la
desinencia "-ez". Por ejemplo, del nombre propio Fernando deriva
Fernandez o de Diego deriva Díaz etc.. Si bien los habitantes primigenios de
cada isla poseen su propio gentilicio tale como Awuaras (palmeros) Canarii
(canarios) Gomeros (gomeros) Bimbaches (herreños) Maxoreros o Majoreros
(naturales de Lanzarote y Fuerteventurta) hemos preferido aplicar el termino
guanche para todos, ya que es comúnmente aceptado en la misma medida en que se
acepta el termino Canarias para todas las islas. Así mismo, en el lenguaje de
la época que tratamos el vocablo “Natural” era sinónimo de guanche, es decir, los guanches y
sus descendientes,
posteriormente este concepto quedó
diluido en el termino “vecino”.
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