lunes, 7 de abril de 2014

CRIMENES DE LESA HUMANIDAD COMETIDOS EN CANARIAS






CAPITULO X




Chaurero n Eguerew

INVASIÓN, SAQUEO Y OCUPACIÓN DE LA ISLA CHINECH (TENERIFE) V

El desarrollo de la batalla fue presenciado de manera expectante por el aliado de los invasores Añaterve mencey de Güímar desde la montaña La Mina sin que se decidiera a intervenir en la misma hasta que vio que los tabores guanches se iban retirando del campo de confrontación,[1] esta actitud fue objeto posteriormente de brutales represalias por parte del vengativo Alonso de Lugo, represalia que también alcanzó a Beneharo mencey de Anaga sin que hasta el momento los investigadores se hayan puesto de acuerdo sobre el motivo que desencadeno las iras del invasor contra este mencey que en principio fue aliado de los castellanos.

Los cronistas son parcos en detalles del desarrollo de esta batalla, resaltando la muerte en la misma de los líderes Kebehi Benchomo[2] -a quien Alonso de Lugo ordenó cortarle la cabeza como trofeo-, y su hermano el héroe de Acentejo Chimenchia-Tinguaro, Espinosa a quien sigue en el supuesto desarrollo de los hechos Antonio Rumeu de Armas, hace referencia a la enfermedad de la modorra que afectaba a los tabores guanches, pero no nos informan de la suerte corrida por los cientos de muertos de uno y otro bando que cubrían el campo de batalla, es de suponer que se concertaría una tregua para que cada bando asistieran a sus heridos y posiblemente procedieran a la cremación de los muertos.

Después de la batalla las tropas invasoras se retiraron al campamento de Gracia y los tabores guanches lo hicieron hacía el real guanche del Peñón en Tacoronte.

En el Valle Sagrado Aguere entre otros cientos de conmatriotas quedó el cadáver del caudillo Kebehi Benchomo[3], al no encontrarse entre los prisioneros los líderes de la resistencia. Alonso de Lugo ordenó buscar entre los muertos por si entre los mismos se encontraba algunos de ellos, reconocido el de Kebehi Benchomo la truhanesca soldadesca posiblemente los sobrevivientes del encuentro de Acentejo, presos de una cristiana sed de revancha se ensañaron de tal manera con el cadáver  hasta el punto de que según recoge Espinosa: “fue conducido el cadáver al campamento de Gracia, sin que resultase factible la identificación a los vasallos prisioneros a los guanches aliados de los bandos de paces, debido a la desfiguración de su rostro y cuerpo por las mutilaciones (Espinosa,1980: 41)
Ufano Alonso de Lugo por el triunfo de sus armas y teniendo claro que los guanches muertos le eran de poca utilidad económica, suponiéndolos desmoralizados tanto por el revés sufrido como por las consecuencias de la ya larga en el tiempo de la epidemia de modorra, intentó hacerse con las presas con un mínimo esfuerzo y riesgo, para ello envió al real guanche de El Peñón una embajada intimidatoria cuyo estandarte era la cabeza de Kebehi Benchomo clavada en un palo.
Según expone el tantas veces citado Rumeu de Armas: “En cuanto al emisario escogido por Lugo para cumplimentar la delicada tarea, fue nada menos que el ex rey de Gáldar don Femando Guanarteme, quien prestó  importantes servicios en la conquista de Gran Canaria y su posterior alistamiento en las operaciones de Tenerife le acreditaban como hombre de talla sin mácula.
La gestión llevada a cabo por el ex monarca grancanario cerca de su co­lega el mencey taorino está descrita con tal gracia por Juan Baxo, que nos exsime de todo comentario.

Sobre la importante comisión, se expresa así: “Cuando fue el día del desbarato de los guanches, cuando mataron a el rey grande que se llamaba el rey Venitomo de Taoro, el adelantado e capitán, por traer a los guan­ches al conocimiento de la fe de Cristo e por que se diesen sin más ries­go e muerte de gentes, mandó ir el dicho guadnarteme a el rey Ventor, hijo del rey Venitomo, a le requerir que se diese e tornase cristiano, e que le faría toda la cortesía que quisiese.” (A. Rumeu de Armas, 1975:256)

La versión que sobre este pasaje nos ofrece el criollo lagunero Antonio de Viana difiere bastante del cortés texto que el militi pone en boca del emisario de Lug

“ Nuestro gobernador nos manda os demos esta cabeça de prueba de ento;  nosotros cual mandado la traemos, que es justo obedecer su manda y de su parte a requerir que os sujeteys con sano y buen intento i con otro tanto os amenaza y a temeraria guerra os emplaza” (A. Viana, pág. 300)

La repuesta de Bentor a la insidiosa propuesta de los invasores fue categórica:

“Decid a vuestro gene­ral que esta cabeza no me espanta, que adonde quedó el cuerpo ponga la cabeza; que cada uno mire por la suya, y que mi intención es defender mi reino y la honra y vidas de mis vasallo”. (Agustín Millares Torres, 1977,301)

En relación con la invasión de Chinech (Tenerife) algunos autores empeñados en resaltar la figura del “buen salvaje” nos han venido presentando a Fernando Guanarteme como jefe de las tropas auxiliares canarias que participaron en la misma, pero Antonio de Viana, uno de los autores más próximos en el tiempo -al cual sigue Rumeu de Armas- en su lista de invasores en la tercera “entrada” recoge como capitán de dichas tropas al canario converso Pedro Maninidra.

Últimamente un destacado grupo de canarios colaboracionistas están empeñados en mitificar hasta extremos insospechados la figura de este pusilamine personaje, no sería de extrañar que esta panda de estómagos agradecidos uniera sus voces a las de sus correligionarios españoles que claman por la santificación de los nefastos reyes católicos, ¿contará el santoral católico en el futuro con un “San Thenesor Semidan”?

Cosas veredes amigo Sancho…

Por tanto, la relevancia de Fernando Guanarteme en la invasión de Chinech no fue tan importante como se nos viene propugnando -aunque sus descendientes supieron en esta ocasión sacar el partido que no habían obtenido en Tamarant como veremos seguidamente-, el único historiador que le atribuye algún protagonismo en la batalla de Eguerew (La Laguna) es el dominico Alonso de Espinosa, a quien siguen los demás autores, siendo este el único episodio bélico en la invasión de la isla donde se le menciona, en realidad los cometidos de Fernando Guanarteme en las operaciones de Chinech, fueron los mismos que prestó a Pedro de Vera en Tammaránt, el de simple recadero.
Los descendientes inmediatos de Fernando Guanarteme no dudaron en obtener el máximo provecho de su condición de colaboradores con los invasores, conforme queda recogido en la información de nobleza de Dña. Margarita Fernández Guanarteme, practicada en 1526 ante el Teniente de Gobernador de la isla de Canaria por Francisco Pérez Espino, por delegación de Martín Fernández Cerón, Justicia mayor de la isla:
“ ...Que vido al dicho Dn. Fernando Guanarteme, que decían el Rey de Canaria, que fue allá a la conquista de Tenerife para ayudarla a ganar para los Reyes Cató1icos, nuestros señores, e que llevó e tenía consigo e debajo de su mando e ovediencia en la dicha conquista de Tenerife 30 hombres, poco más o menos, canarios naturales de la Gran Canaria, sus parientes, y con sus armas, e que este testigo no sabe si los dichos hombres los llevó a su costa, más de cuanto vido que el adelantado Capitán Dn. Alonso de Lugo les daba de comer. E que vido este testigo que el dicho Dn. Fernando Guanarteme por mandado de dicho adelantado e capitán fue donde estaba el Rey de Anaga, Rey guanche, el cual estaba de pases, a le decir e requerir que se viniese ayuntar con el dicho adelantado e los cristianos, porque se temía de él, e que el dicho Guanarteme fue dos veces al dicho Rey de Anaga e entre los guanches, hasta que hizo venir a el dicho Rey de Anaga al Real de los Cristianos, e que después, cuando fue el día del desbarato de los guanches, cuando mataron a el Rey Grande que se llamaba Bencomo (el documento dice Benitomo) de Taoro, el adelantado e Capitán por traer a los guanches al conocimiento de la fe de Cristo e porque se diesen sin más riesgo a muerte de gente, mandó ir al dicho Guanarteme a el Rey Benytomo (dice Bentor), hijo del Rey Bencomo (dice Benitomo), a le requerir que se diése e tornáse cristiano e que le faríá toda la cortesía que quisiése, e que el dicho Guanarteme fue el dicho Rey Benytomo (dice Bentor) entre los guanches, y le fabló porque sabía la lengua de guanches e volvió con respuesta al Real diciendo que el dicho Rey Benytomo (dice Bentor) no se quería dar, como pareció después que no se dio hasta que la tierra no se dio por fuerza de armas, lo cual sabe porque lo vido e pasó en presencia de este testigo en la Conquista”.
Que sabe que trabajó allí bien el dicho Guanarteme en servicios de sus altezas e que se mostró allí muy leal a los cristianos, e que este testigo vido el día que los guanches fueron desbaratados (que el desbarato fue saliendo de Santa Cruz a La Laguna, donde es la Ciudad de San Cristóbal) estando el adelantado aquel día arriba en La Laguna peleando con los guanches, la gente del Real de Santa Cruz salió en socorro del dicho adelantado, en el camino estava un caballero que se decía Hernando del Hoyo e otro que decían Juan Benítez, defendiendo que gente ninguna subiese de allí arriba, temiendo o creyendo que el adelantado era muerto, con la gente que consigo tenía e mandándoles e forzándoles que volviesen a favorecer o  amparar la torre o Real, porque si el adelantado fuese desbaratado e los guanches viniesen al Real 1o fallasen a recaudo, y estando en estas razones juntáronse allí bien doscientos cincuenta hombres de pelea, e llegó el dicho Dn. Fernando Guanarteme con veinticinco o treinta hombres de las naturales e los dichos caballeros le requirieron e defendieron que no subiese arriba a la laguna donde el adelantado estaba, sino que volviese a amparar la Torre, e que este testigo oyó decir al dicho Guanarteme que no había de parar hasta que viese la cara del adelantado e capitán general muerto o vivo como quiera que estuviese, e luego se puso en armas, por manera que hizo lugar por donde salió él y su gente, e más doscientos peones e caballeros castellanos que allí estaban, y aunque pesó a los caballeros fueron al socorro del adelantado e entraron todos en la batalla e desbarataron los guanches e ovieron vencimiento e vino vivo el adelantado. Que es esto lo que sabe de esta pregunta”. (Bethencourt Alfonso 1991:130-131)
Correrías y depredaciones
Los inviernos acostumbraban a ser extremadamente duros en aquellos tiempos en que la isla aún no había sido desforestada, por ello las tropas invasoras fueron acuarteladas en el campamento de Añazu que por estar situado en la costa disfrutaba de un clima cálido, en espera de tiempo más propicio para llevar a cabo la proyectada marcha sobre el menceyato de Taoro operación con la cual Alonso de Lugo esperaba dar por concluida la ocupación de la isla. La inactividad de la soldadesca inducía al consumo desmesurado de la provisiones con lo que al poco tiempo comenzaron a escasear, sin que en esta ocasión contasen con la ayuda del mencey de Güímar Añaterve quien escarmentado con la experiencia de junio 1494 no estaba dispuesto a reducir sus reservas de granos y mucho menos exponerse a que sus porteadores fuesen esclavizados, similar actitud adoptó el mencey de Anaga Beneharo quien ya estaba abiertamente enfrentado con los invasores, así las cosas, la situación en el campamento de los invasores era cada día más critica.
Alonso de Lugo despachó un navío a Tamarant en solicitud de ayuda a los colonos de la isla pero allí se había perdido la co­secha también y los negocian­tes en esclavos asentadores de la invasión de Chinech se veían en la imposibilidad de suministrar lo que con tanta urgencia se les pedía.
Entonces, tal como recoge Agustín Millares: “Fue cuando el general Lugo reuniendo en consejo a sus principales capitanes, les expuso su triste situación, sin ocultarles que la deserción de sus soldados, acosados por el hambre, era un hecho positivo, y proponiéndoles la suspensión de la conquista hasta que con nuevos recursos pudieran llevarla a feliz término. Opúsose con patriótica vehemencia el intrépido Lope Fernández de la Guerra, y poniéndose en pie, exclamó:

“Dos ingenios de azúcar poseo en Canaria, voy a venderlos y con su producto me prometo ali­viar la suerte de mis compañeros y no interrumpir nuestra empresa”. Tendióle los brazos el general aceptando conmovido su generosa oferta,[4] y aquel mismo día se embarcó acompañado de Bartolomé Estopiñán, de Juan de Sotomayor y de otros jefes con los cuales llegó a Las Palmas, puso en venta sus ingenios, casas, esclavos y ganados y con su importe, que ascendió a 2.000 doblas, compró armas, harinas, bizcochos, cebada y todo lo demás que juzgó necesario, y apare­ció con su precioso cargamento en una carabela en el desembarcadero de Añazu.” (Agustín Millares Torres, 1977, t, 2,:303)

Aliviados los invasores con la aportación de Lope Fernández de la Guerra, no era cuestión de mantener ocioso el costoso ejército mercenario durante la invernada, por lo cual sus jefes decidieron hacer algunas cabalgadas por los casi despoblados menceyatos a la busca y captura de esclavos único medio con que contaban los invasores para obtener numerario en efectivo y, ganados con que alimentar a la famélica tropa, vamos a reproducir dos de estas correrías siguiendo a Millares Torres.

“Quedáronse en poco tiempo desiertas las comarcas que formaban aquellos distritos, de modo que en una excursión que capitaneaban Hernando del Castillo y Her­nando de Trujillo con 500 españoles, internán­dose por el barranco de Tejina para apoderarse de un considerable botín de frutas y ganados, no encontraron quien se opusiera a su reconoci­miento[5]. Sin embargo, el mencey de aquel cantón, aliado con Zebensui, pudo reunir algu­nas cuadrillas que, colocadas ventajosamente en lo alto de un desfiladero llamado Paso de las Peñuelas, pudieran atacar a sus contrarios los españoles en cinco pequeñas divisiones, lle­vando al ganado en medio y a retaguardia la caballería, y ya la primera división subía por la empinada cuesta cuando principiaron a llover piedras, dardos y maderos por aquellas laderas, deteniendo en su marcha a los soldados que, para atender a su defensa, abandonaron el botín.

Las divisiones que seguían subieron a lo alto del Paso y atacaron por la espalda a los guanches, quienes, viéndose sorprendidos en sus mismas posiciones, se desbandaron dejando sobre el terreno más de 90 muertos y un número con­siderable de heridos. Acibaró esta victoria la pérdida del capitán Hernando del Castillo que, obstinándose en perseguir a Zebensui, perdió el caballo y cayó prisionero en poder de los isle­ños. Conducido a la corte del rey de Taoro, éste lo puso en libertad, diciéndole “que no había de mostrar su valor contra un solo hombre.” (Agustín Millares Torres, 1977, 301)

“Algún tiempo después, una cuadrilla de doce soldados españoles[6] que acostumbraban com­batir siempre unidos, obtuvieron licencia del ge­neral para hacer una entrada por los valles de Anaga, y habiéndola emprendido con áni­mo resuelto llegaron a Taganana sin encontrar resistencia alguna. Hallaron allí seis pastores que guardaban un numerosos ganado, y ata­cándoles, se apoderaron del rebaño que se com­ponía de más de cuatrocientas cabezas y trataron luego de regresar a Santa Cruz con tan rica presa; pero al llegar al valle que hoy llaman de San Andrés, vieron un cuerpo de doscientos guan­ches que, capitaneados por el mencey de aquel distrito, se disponía a cortarles la retirada haciénpuestos a hacer frente a sus contrarios, ataron a los pastores y, colocándose sobre una altura, se formaron en cuadro y prepararon tranquilamente sus ballestas.

Adelantándose entonces Rodrigo de Ba­rrios, uno de los doce aventureros, dijo a los guanches: “¿Qué deseáis? Vamos, rendíos, que ya sabemos cuántas cabezas vuestras nos tocan por persona”. El rey, que lo entendió, despre­ciando la burla, que por tal la tuvo, les prometió la libertad si dejaban las armas y el ganado, a lo que Juan de Llarena, otro de aquellos valientes, lleno de ira, vuelto hacia sus compañeros, mani­festóles cuan vergonzoso sería para ellos lle­gar al campamento sin armas ni botín, debiendo preferir la muerte a semejante humillación, y gritando al mismo tiempo “Santiago y a ellos” disparó su ballesta, siguiendo su ejemplo los demás.

A esta descarga, que produjo la muerte de los guerreros más avanzados, sucedió un brillan­te ataque con espada en mano que acabó de des­baratar a los isleños, poniéndolos en fuga por aquellos matorrales y dejando solo a Beneharo que, atacado de un acceso de locura, se defendió bravamente hasta que se lanzó de un alto cerro sin querer rendirse.[7]

Los españoles, recogiendo de nuevo su ga­nado, llevando en medio a los seis pastores pri­sioneros y dejando sobre el campo setenta anaguenses entre muertos y heridos, volvieron triun­fantes al Real donde su hazaña fue muy cele­brada de todos sus compañeros, mereciendo es­peciales elogios de su general.” (Agustín Millares Torres, 1977, 301)


En la primavera de 1496, el duque de Medinasidonia remitió un segundo navío desde Sanlúcar al campamento de Añazu, con harina, bizcocho, aceite y vino, sumando 748.840 maravedís, a la ya extensa deuda que Alonso de Lugo tenía contraída con dicho duque.

Como parte del pago entregó una carabela confiscada a no se sabe a quien, valorada por el propio Alonso de Lugo, en 200.000 maravedís y 280 esclavos canarios, que mandó al Guzmán, en diferentes partidas. Además en el posterior reaparto del botín de guerra le adjudicó al Duque de Medinasidonia cuatro leguas cuadradas, entre los “ríos” de Abona y Abades, con 1.500 fanegas de sembradura y agua para regarlas. [8]



[1] Indudablemente este atormentado mencey estaba ante un dilema, la experiencia de la felona traición cometida por Alonso de Lugo durante la retirada de la invasión anterior, la fidelidad a su palabra o el temor que le inspiraba el mencey Benchomo de quien era feudatario.

Según Bethencourt Alfonso, Añaterve: “Ocupó el trono por enfermedad de su hermano mayor Sortiban o “el rey ciego”. A pesar de una re­sistencia heroica, fue conquistado su reino por Bencomo y él reducido a la condición de achimencey, dejando en Taoro como ga­rantía varios próceres en rehenes, entre los que figuraban Guetón, el príncipe heredero y el gran sacerdote o guañameñe, un her­mano, que fue ahorcado como conspirador.

Cuando el pueblo de Güímar perdió toda esperanza de recobrar su independencia, re­conoció la soberanía de los Reyes Católicos y se incorporó a los españoles para combatir con saña a los odiados taorinos. Añaterve era viudo de su esposa principal, con la que tuvo dos hijos, Guetón y Guayarmina. Fue muy querido de los es­pañoles, recibió el nombre de Juan de Can­delaria al ser bautizado y murió al poco tiempo.” En: Bethencourt Alfonso, 1991: 340.

[2] Es digno de destacar la agilidad del sigoñe Bentor homónimo del último mencey de Taoro.

“De la familia real de Bencomo, fue llamado por antonomasia «el sigoñe» o capitán por su heroísmo, fuerzas, agilidad y resistencia. Cuéntase de él cosas extraordinarias, como por ejemplo: que en los Juegos Beñesma-res de Anaga dio un salto de altura sobre doce palmos; y que al conocerse la muerte del Rey Grande durante la pelea, recibió en el mismo campo de batalla del príncipe Benytomo una orden reservada y urgentísi­ma que llevar a Taoro, ¡que la desempeñó en tres cuartos de hora!  J. Bethencourt Alfonso, 1991, t, 1:343.



[3] Según los cronistas mejor informados, Chimenchia-Tinguaro murió días después como consecuencia de las heridas recibidas durante el combate.
[4] En realidad Lope Fernández de la Guerra se convirtió en un socio más, de hecho cuando se procedió al reparto del botín de guerra, a Lope Fernández además de la cuota en esclavos y ganados, se le asignó uno de los valles más ricos y productivos de la isla, el actual Valle de Guerra.

5 Cuenta Núñez de la Peña que en esta entrada hallaron los españoles en una cueva un viejo, dos mucha­chos y una niña llorando sobre el cadáver de una mujer que acababa de expirar de la peste, y a su regreso pasaron de nuevo por la cueva con animo de apresar a los niños y vieron que el viejo había matado a los tres “porque, les dijo, más quiero ver muertos a mis hijos que verlos cautivos”. Núñez de la Peña. o. 147.

6 Eran sus nombres Rodrigo de Barrios, Juan de Guzmán, Diego Hernández de Manzanilla, Juan de Llarena, Francisco Melián, Francisco del Portillo, Gonzalo Muñoz, Juan Méndez, Diego de Solís, Lope de Fuentes, Rodrigo de Burguillos y Alonso Fernández Gallego. Núñez de la Peña, p. 149.


[7] Este desgraciado episodio de nuestra historia colonial fue novelado por Gil Roldan y sirvió de inspiración al grupo folklórico “Los Sabandeños” para componer su “Cantata del Mencey loco” por aquellos tiempos en que estos se dedicaban al rescate y difusión del folklore canario, antes de que el sistema colonial los captase para su causa con apariciones en las cadenas de televisión y con subvenciones oficiales.
[8] El duque de Medinasidonia en su testamento, redactado en 1507, hizo referencia a “los maravedís que le pertenecen, por cuenta de Alonso de Lugo, así por los recaudos públicos, como por la Bobadilla, su mujer”. Impagados en 1513, Leonor de Guzmán, duquesa viuda, reclamó a Alonso Fernández de Lugo, 5.248.160 de maravedís, pendientes desde la conquista de Tenerife.




































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