lunes, 21 de abril de 2014

EFEMERIDES CANARIAS






UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

ÉPOCA COLONIAL: DECADA 1901-1910



CAPITULO –XXIX



Eduardo Pedro García Rodríguez

1910 Febrero 9.
Entró a gobernar en el gobierno de la metrópoli don José Canalejas y Méndez en esta su primera y última etapa de gobierno, que tan prometedora fue. Para nosotros, allí acabó, con su muerte y la escisión de los idóneos en el partido conservador (1912-1913), la monarquía constitucional de Alfonso XIII, y hasta el mismo régimen monárquico, que a partir de entonces sólo sería pura sobrevivencia.

Calbetón, ministro de Fomento, dicta el R.D. de 7 de abril, en el cual divide la Jefatura de Obras Públicas en dos, una en Tenerife y otra en Las Palmas. Pero las reclamaciones de Tenerife fueron causa de que el día 13 se suspendieran los efectos del decreto.

Entonces las protestas tuvieron lugar en Las Palmas.

El gobierno prometió oir a unos ya otros, y llevar a las Cortes el asunto. El ministro fue censurado por la falta de seriedad conque había procedido en este asunto, que mantenía en plena excitación los ánimos. Hubo manifestación, con bandera negra, en Las Palmas.

El gobierno de la metrópoli dicta la real orden de 16 de abril de 1910, que firmada por Merino, ministro de la Gobernación, consta de un preámbulo y cinco apartados, el segundo dividido en cuatro sub-epígrafes. Por ella, se abre información sobre organización administrativa y electoral, acudiendo a "las fuerzas vivas de Canarias". El plazo seria de tres meses y deberían informar las corporaciones de toda clase. Se proveía la redacción de una memoria-resumen de los informes, a realizar por el gobernador civil. Está claramente basada en la Asamblea tinerfeña de 1908. Por ello disgustó de entrada a Las Palmas, ya que no satisfacía sus aspiraciones divisionistas.

Quedó clara una cosa: la aceptación por el poder central de la idea de los Cabildos Insulares lanzada por aquella Asamblea, y sin embargo, esta decisión de Canalejas tampoco cayó bien en Tenerife. La paz isleña volvió a alterarse. Volvieron los folletos a circular profusamente. El primero fue del acantamiento de Santa Cruz, que parece ser obra de Gil Roldán. Al propio tiempo se formulan unas Observaciones en Madrid, obra del citado don Manuel de Cámara, según se dice, uno de sus firmantes. También en Madrid se edita una Síntesis de la cuestión canaria, contraria a la división de la colonia.

Se pronuncia el oficial letrado del Consejo de Estado, Don Pedro Pérez Díaz, republicano residente en Madrid, con el folleto que titula El problema canario, en el que representa el punto de vista. En efecto, el proyecto de Moret de 5 de enero de 1884, sobre reforma de la Ley Provincial, planea la creación de 15 regiones geográficas y económicas, siendo Canarias una sola. Se crean quince gobernadores "de altura", uno para cada Región, con residencia alternativa en cada una de las provincias de su territorio, cuando menos durante un mes en cada año.

El resumen es: mientras Tenerife quiere la unidad "regional", con descentralización por Cabildos, Gran Canaria pide, ante todo, la división de la “provincia”; sin perjuicio de la
creación de los Cabildos Insulares.

El gobernador civil don Antonio Eulate y Fery hizo en un banquete manifestaciones que en Las Palmas se interpretaron como favorables a la división. Las Islas menores por pluma de Manuel Velázquez Cabrera y fechado a 21 de julio de 1910 redactaron un plebiscito; contrario a la división, que fue presentado a las Cortes por el diputado federal Pi y Arsuaga (19 de Noviembre) (45), y Eulate redactó un Informe (en 16 de septiembre) en favor de la unidad provincial. En Las Palmas se protestó contra el "Gobernador de España" -como él gustaba de llamarse- tachándole de "Gobernador de Tenerife". En apoyo del informe de Eulate, redactó Benítez de Lugo un Manifiesto contra la división de la “Provincia”.

El ministro de la Gobernación, Merino, conde de Sagasta, redactó un proyecto de ley francamente divisionista; pero al sobrevenir una crisis y cesar él en el ministerio, la cosa no pasó de ahí (2 de enero de 1911). En Canarias se celebraron Asambleas, tanto en Las Palmas como en Santa Cruz, el 19 de febrero. A esta última asistió el republicano Sol y Ortega y tiene en ella una viva intervención Pérez Armas. Sobre todo, es de destacar la ponencia de Gil Roldán en tema de autonomía. El proyecto divisionista del gobierno lo vio el sucesor de Merino Alonso Castrillo, que lo retocó. Pero también éste hubo de cesar -1° abril-, sustituyéndole Ruiz Valarino; y éste fue quien presentó a las Cortes españolas el proyecto divisionista, el 9 de mayo. En la comisión dictaminadora, entre otros, estaban Argente, Morote y Domínguez Alfonso.

El proyecto promovió escándalos y manifestaciones en Tenerife, pidiendo informes a las corporaciones canarias. Fue entonces cuando la "manifestación de señoras", por la calle de Santa Rita -hoy de Viera y Clavijo-, que hemos visto tantas veces en las viejas fotos, y la elección de Pérez Armas para presidir la Diputación provincial.
Mientras tanto, en Las Palmas don Gustavo Julio Navarro Nieto funda el periódico La Provincia, del que fue su primer director Prudencio Morales y Martínez de Escobar, y cuyo principal objetivo era luchar por la consecución de la división, que lograría dieciseis años más tarde, en 1927. Tampoco quedaron allí contentos con el proyecto de Ruiz Valaríno y hubo manifestaciones y excesos callejeros.

Como consecuencia, el gobierno colonial volvió a abrir información pública, a la que concurrieron muchos tinerfeños y pocos canarios. Aquéllos para dilatar la cuestión cuanto se pudiera; éstos, deseosos de ver pronto el asunto en las Cortes española. De Tenerife fue una importante comisión extraparlamentaria. y poco después, otra conservadora.

La comisión dictaminó en sentido favorable el proyecto del gobierno (10 de ju1lio de 1911), portando consigo la división. Sol y Ortega dijo que era obra de León y Castillo.
Domínguez Alfonso consumió un turno en contra, que duró tres sesiones (13 de junio y siguientes). Sol apostrofó a Canalejas, duramente. Por la comisión, contestó Argente. Morote también combatió al diputado tinerfeño. Y a Poggio, que se mostró unitario.

El discurso de Poggio se editó con el titulo de En defensa de Canarias. La Unidad provincial. Por cierto, afirma que don Niceto Alcalá Zamora, subsecretario de Gobernación, era contrario a la división de la provincia.

Las Cortes se reunieron el 18 de enero de 1912; pero la discusión del proyecto se aplazó, lo que dio lugar a un nuevo movimiento de opinión en Las Palmas. Por fin, se reanuda el debate el 13 de junio. Se discute el proyecto de mancomunidades pro- vinciales de Canalejas, que se ve muy combatido desde muchos frentes. Franchy y Roca, desde Las Palmas, se declaró una vez más contrario al divisionismo y partidario de la autonomia insular, dentro de la región.

La comisión del Congreso, de acuerdo con el gobierno de la metrópoli, procede a dar nuevo dictamen, donde se mantienen la unidad provincial y los cabildos insulares, como base. No se atrevieron a suprimir la Diputación provincial.

Como el nuevo dictamen no satisfizo a Tenerife ni a Gran Canaria, el gobierno de la metrópoli dedujo que estaba en lo cierto, que ésa era la buena solución, y produjo su proyecto definitivo, que se votó en el Congreso el 27 de junio y que el 28 pasó al Senado. Tenerife se alegró, pero en Las Palmas hubo colgaduras negras, protestas y mitines. Esta fue la ley de cabildos de 11 de julio de 1912.

Sol y Ortega la elogió; León y Castillo la creyó preferible al statu quo: "Condenados a optar, preferimos el mal menor al statu quo", dijo literalmente el Marqués del Muni.

El Reglamento provisional de 1912 fue acogido con júbilo en Gran Canaria, pero en Tenerife fue peor recibido que la Ley.

Dominguez Alfonso recurrió contra el mismo. Parece ser que León y Castillo, Morote y Matos presionaron para obtenerlo.

Hicieron buena la aspiración del conde de Romanones: "A mi que me dejen hacer los Reglamentos". La realidad es que se dictó sin oír al Consejo de Estado y que nunca llegó a aprobarse el definitivo. (Marcos Guimerá Peraza, en: Millares Torres, 1997:240-256).

1910 febrero 24.
Historia: Hace un siglo (2010), concretamente, el 24 de Febrero de 1910, José Antonio Hernández, de cincuenta años, que era carrero, dedicado al transporte de frutos de la empresa «Suárez y Hernández» se había desplazado desde Arucas a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. A su regreso ya había oscurecido, y a la altura del camino de Tamaraceite, dos mujeres, madre e hija, salieron a su paso y le solicitaron que las trasladara hasta Tenoya.

María Rodríguez de sesenta años (¿63 años?) y su hija Pino de veintidós, de oficio lavanderas, también regresaban de Las Palmas de Gran Canaria, tras entregar las ropas y recoger otro encargo.

Ambas quisieron apearse antes de llegar a Tenoya, para tomar una vereda pero el carrero les convenció para acercarlas a su destino y así, evitar las condicionantes de la oscuridad en la noche.

Tras atravesar el túnel de Tenoya, al enfilar el camino de Tenoya, en un lugar donde se había producido un boquete a causa de un derrumbe por el temporal, las bestias se asustaron y se precipitaron por él, desde una altura de unos 15-20 metros. El carro dio media vuelta y provocó el fallecimiento de José  Antonio Hernández y de María Rodríguez, quedando gravemente herida su hija Pino Bethencourt Rodríguez. Dos de las siete mulas murieron en el acto, las restantes quedaron piernaquebradas, y tuvieron que ser sacrificadas. El carro quedó inservible. Todo esto nos da una idea del percance.

En su recuerdo se colocaron dos cruces de madera, sobre el muro, apoyadas sobre peanas de piedra azul (cantería gris).

En 1994, Tino Torón acondicionó el nuevo receptáculo (actual) con dos cruces de cemento, evitando la «habitual» caída de las cruces de madera en el cercado de plataneras.

Otras denominaciones: Dos cruces (accidente de un carro)

Antecedentes: Los últimos temporales anteriores al 24 de Febrero de 1910 ocasionaron el derrumbe de una pared de contención en el camino a Tenoya, una vez pasado el túnel de Tenoya, en dirección  a Arucas, originando un boquete con riesgo de caída, de unos quince o veinte metros.

Localización: Hasta hace escasas fechas, desde Las Palmas de Gran Canaria, nos dirigíamos a Tenoya por el túnel (de un sentido alternativo), y a la salida del mismo, cuando vemos la Iglesia de Tenoya (ahora desde el enlace de la nueva vía), nos desviamos por un ramal a la derecha, antiguo Camino a Tenoya, protegido por un largo muro de contención blanco que nos lleva a la Ermita de Ntra. Sra. de la Encarnación. Antes de llegar a la casa de la familia Torón, hay un resalte semicircular en el muro y, en su interior, un rebaje que contiene las dos cruces de cemento restauradas, el 15-10-1994 por Agustín Torón. (Tomado de: crucesgc.blogspot.com/)
1910 marzo 21.
Pedro Hernández Hernández. Nació en Los Llanos de Aridane, el 21 de marzo de 1910 y murió en la misma ciudad el 25 de noviembre de 2001. Cronista oficial de su ciudad, Hijo Predilecto de la misma, publicó sus primeros trabajos literarios y poéticos en el periódico La Lucha, de Santa Cruz de La Palma, cuando apenas tenía 14 años. Su poesía estuvo marcada por el espíritu neorromántico. Era esencial, íntima y conservaba la sonoridad del modernismo. Constituía un homenaje a la isla natal, a su paisaje, a sus tradiciones. Autor de "La leyenda de Tanausú", letra para un poema sinfónico inspirado en hechos históricos y legendarios de la Caldera de Taburiente, basada en una idea de Antonio Gómez Felipe y con música de Ernesto Halftter, que quedó inacabada por el fallecimiento de éste. También fue autor de "Nuevas aportaciones al tema de los mártires de Tazacorte", publicado por la Universidad de La Laguna en 1988. Colaborador de La Tarde y El Día, de Santa Cruz de Tenerife, destacó por la Loa a Nuestra Señora de los Remedios, compuesta en 1943.  Escribió  en El Tiempo, y fue redactor-jefe de Diario de Avisos y de Acción Social; estos dos últimos han sido los mejores periódicos de la isla de La Palma.  (Tomado de:
1910 abril 4.
 Nace en Las Palmas de Gran Canaria Felo Monzón Grau Bassas y fallece, también en Las Palmas de Gran Canaria, el día 10 de febrero de 1989.
Felo Monzón ha sido uno de los artistas más representativos del arte en la Islas Canarias. Su vida y su obra están íntimamente relacionadas con la escuela Luján Pérez, de la que fue alumno desde que tenía 15 años y en la que ejerció como profesor y posteriormente como director hasta su muerte. Si podemos hablar de un movimiento indigenista en Canarias, él ha sido su máximo exponente.
Felo Monzón adquirió un compromiso con su pueblo desde todos los aspectos de su vida laboral e intelectual, tomando partido en defensa de las libertades y derechos de los hombres y mujeres de su tierra.
Desde muy joven, cuando contaba quince años de edad, se incorpora a la Escuela Luján Pérez. En ella, entre los muchos alumnos, va a entablar amistad con el escritor Pancho Guerra.
En 1929 se afilia al grupo de Juventudes Socialistas, del que llegará a ser el Secretario Provincial y posteriormente militante del Partido Socialista. Ese mismo año participa en la exposición colectiva de la Escuela Luján Pérez. Al año siguiente entra en contacto con los artistas e intelectuales de Tenerife. Participa con sus dibujos en la efímera revista Cartones, en la que también colaboran Juan Ismael y Santiago Santana.
Al estallar el movimiento nacional (la Guerra Civil) es apresado. Se le confiscan las obras que iban a ser expuestas en el Ateneo de Madrid. A partir de este momento se sucede un periplo por todas las cárceles y campos de concentración insulares: Castillo de San Nicolás, Isleta, Prisión de Fyffes, Prisión Provincial, Lazareto de Gando (en el que coincide entre otros con Juan Rodríguez Doreste como deja reflejado este último en su libro Cuadros del penal) y, finalmente, Prisión de Las Torres. Después de salir en libertad condicional, en 1940, fue detenido y encarcelado en seis o siete ocasiones más.
Realiza en 1941 los decorados para el estreno de La Umbría de Alonso Quesada.
En 1949, contrae matrimonio con Mercedes Geara Medina, debiendo dedicarse a otras actividades para mantener a su familia. Trabaja con Eloy Alonso, con Juan Márquez y en el estudio del arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre.
Participa, en 1950, como miembro de  LADAC (Los Arqueros del Arte Contemporáneo) junto con Manolo Millares, Juan Ismael, Plácido Fleitas, Albarto Manrique, José Julio y Elvireta Escobio.
En 1951 ilustra el libro de Pedro García Cabrera Días de alondras. Por esta época entra a trabajar como diseñador de muebles y como dibujante en el estudio del arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre.
En 1961 funda junto con Lola Massieu y otros artistas el grupo Espacio.
Tras la reinstauración de la democracia va a desarrollar una actividad política pública. Así, en 1978 es elegido Consejero del Cabildo Insular de Gran Canaria por el partido UPC (Unión del Pueblo Canario) cargo del que cesa en 1983. Abandona entonces UPC y se vuelve a afiliar al PSOE.
Al año siguiente se le concede el Premio Canarias otorgado por el Gobierno de Canarias en el apartado de Bellas Artes.
A lo largo de su vida celebró exposiciones individuales en Las Palmas, Puerto de la Cruz, Barcelona, etc… y participó en colectivas del arte español en Munich, La Habana, Sao Paulo, etc…
Después de su muerte se han celebrado varias muestras antológicas destacando la realizada en 1999 en el Centro Atlántico de Arte Moderno de Las Palmas de Gran Canaria.
En reconocimiento a su contribución al arte y a la cultura de Canarias reciben el nombre de Felo Monzón una calle y una plaza de Las Palmas de Gran Canaria, así como dos centros escolares.
1910 Mayo 8. Se celebran elecciones generales a remedo de la metrópoli. En las islas orientales de la colonia de Canarias  en un ambiente de gran tensión entre los criollos y españolistas, por los duros ataques de Franchy Roca contra los liberales durante la campaña electoral. «El Tribuno», órgano de prensa de los federales, decía cosas como estas: «No aceptamos como diputado al conde de Romanones porque es un ministro de la monarquía en quien se encarnan todos lo vicios del régimen. No aceptamos a Leopoldo Matos porque se nos presenta como un servidor del partido reaccionario que encabeza Maura. No aceptamos a Luis Morote porque hemos perdido la esperanza de verle en abierta oposición al caciquismo que nos denigra». El resultado de las urnas fue el siguiente: Romanones, 16.293 votos; Leopoldo Matos, 15.906; Luis Morote, 15.309; Franchy, 1.681; Galdós, 1.393; Vázquez, 318 votos. Como senadores salieron elegidos León y Castillo y José Cort por 77 votos y el conde de Belascoain con 41.

1910 Mayo 9. Con motivo de la elección del criollo  Leopoldo Matos como diputado a las Cortes españolas por Tamaránt (Gran Canaria), escribe una carta a su tío Fernando León y Castillo, prometiéndole fidelidad, al tiempo que lo ponía como ejemplo a imitar en la defensa de los intereses de Tamaránt (Gran Canaria). Matos llegaría a ocupar el Gobierno Civil de Barcelona (España) en dos ocasiones; fue ministro de Trabajo en 1921 por designación de Maura; ministro de Fomento en 1930 con Berenguer y abogado de la Casa Real en la metrópoli.

1910 Junio 18.
la Infanta Isabel Francisca, inmediata persona de la real familia  visita Canarias. Pero ¿quién era la princesa que en esa ocasión nos visitaba? María Isabel Francisca, «la Chata» para los castizos, con el «visto bueno» de la interesada, se creyó siempre, con la mejor buena fe, la musa del casticismo matritense, siendo como fue, al mismo tiempo, la más exigente ringorranguera y etiquetera de la Real Familia7, era la hija primogénita de Isabel II —nacida el 20 de diciembre de 1851— y de Don Francisco de Asís, y fue dos veces princesa de Asturias con derecho a la sucesión a la Corona de España, la primera desde su nacimiento hasta el de su hermano Alfonso XII, en 1857, y la segunda desde la ascensión al trono de este monarca, hasta que nació su sobrina María de las Mercedes el 11 de septiembre de 1880. Luego, a la muerte de aquel monarca fue oficialmente heredera de la Regencia, que ejerció su cuñada, la reina viuda María Cristina de Austria. La Infanta Isabel contrajo matrimonio en 1868 con el príncipe Cayetano de Borbón Dos Sicilias, conde de Girgenti, y enviudó en 1871 con sólo 19 años.

En 1902, una vez alcanzada la mayoría de edad por Alfonso XIII, tras convertirse en rey de España, terminó la alta misión que las leyes confiaban a la Infanta Isabel, como suplente de la regencia de España, por lo que decidió abandonar el palacio real y vivir en una residencia propia, para lo cual había comprado en junio de 1900 una gran casa ubicada en el número 7 de la calle de Quintana. Ese palacete fue su morada principal desde el año 1902 hasta el 17 de abril de 1931, tres días después de proclamarse la segunda República cuando, anciana y moribunda, partió voluntariamente al exilio. Falleció en París siete días después, el 23 de ese mismo mes y año.

LA INFANTA ISABEL EN LA ISLA DE TENERIFE

Doña Isabel visitó Canarias al regreso de su triunfal viaje a la República Argentina, como embajadora extraordinaria del Rey y de España. Había sido el marqués de Valdeiglesias, director del influyente diario La Época, quien, discretamente, sugirió a Romanones la idea de que fuese ella quien llevase la representación de España en la conmemoración del primer centenario de su independencia.

El 15 de junio de 1910 apareció en la prensa de la capital tinerfeña un edicto del alcalde accidental, José Hernández Alfonso, en el que se anunciaba la visita real. Tres días más tarde de la publicación de ese bando, a las siete de la mañana del sábado 18 de junio de 1910, fondeó en la bahía del puerto de Santa Cruz el vapor Alfonso XII, que conducía, procedente de Buenos Aires, a esa extraordinaria embajada española. Una hora después, llegaron al desembarcadero Doña Isabel y su amplio séquito, integrado por un conjunto de destacadas personalidades nacionales9, entre ellas, los directores de los periódicos españoles de mayor tirada: La Época, El Imparcial, La Correspondencia de España y ABC, pues por expreso deseo del Gobierno, se quiso dar al viaje la mayor difusión.

LA LLEGADA

Una vez en tierra, en el propio puerto de Santa Cruz, la Infanta fue recibida por las autoridades provinciales y locales, con la protocolaria ceremonia que la ocasión requería, se dieron vivas a España, al Rey y a la Infanta, ampliamente coreados por el gentío. Doña Isabel no era baja, pero le hacía perder estatura su obesidad, «que, tras subrayar el rostro con triple papada, enterrar el cuerpo en grasas y abultar los senos matroniles, formaba prominente abdomen y abultadas caderas. Todo en ella era gordo y exuberante; los brazos, las manos; el semblante, muy isabelino, donde bajo los ojos azules —tales los de Carlos IV de Goya—, se situaba la nariz insignificante, impropia de un Borbón, que le valiera el remoquete de «la Chata». A pesar de que andaba con dificultad —defecto de las personas voluminosas— cuando aparecía en público su empaque majestuoso, junto con la sonrisa abierta y franca, le ganaba todas las simpatías, tanto del público aristocrático como del jaranero y popular».10
En el muelle, tras pasar revista a la fuerza militar que le rendía honores y saludar a la bandera, dio comienzo un apretadísimo programa que se inició con el solemne canto de acción de gracias en la parroquia matriz de Nuestra Señora de la Concepción e inmediatamente después tuvo lugar el desfile de las tropas de la guarnición y, acto seguido, «recibió en Corte» en los salones del palacio de la Capitanía General a los mandos militares presentados por el capitán general Wenceslao Molins y Leamur y, a continuación, al gobernador civil de la provincia de Canarias, Rafael Comenges y Dalmau, con las autoridades civiles, presidentes de la Audiencia, jueces, cuerpo consular, corporaciones y personas distinguidas residentes en la capital. A las once y media, visitó el Museo Municipal, del que hizo grandes elogios; luego el Hospital Civil, más tarde el de Niños, donde fue recibida por su director el doctor Diego Guigou y Costa, Carmen Hamilton de Estarriol, presidenta de la «Asociación Caritativa de la Infancia» —hija de Carmen Monteverde de Hamilton, principal fundadora del «Hospitalito»—, y por la superiora de las Siervas de María, que atendían ese centro; quedó admirada de la labor que se realizaba allí y así se lo hizo saber a los responsables11. Luego estuvo en las dependencias de Cruz Roja, en donde firmó en el mismo Álbum que se le había presentado a su sobrino el rey cuando visitó Santa Cruz en marzo de 1906. Siempre acompañada por su séquito, a continuación se trasladó al palacio de de Diputación Provincial, cuyas instalaciones visitó.

A la una de la tarde dio comienzo un almuerzo, obsequio del Ayuntamiento capitalino, celebrado en el gran salón del palacio municipal. Sirvió el menú el hotel Quisisana y de su exquisitez dijo el Diario de Tenerife: «basta decir que hizo honor, tanto en presentación como en calidad, a la fama que aquel tiene». Finalizada la comida, un sexteto de cuerda, ubicado en la parte alta del salón, ejecutó notables obras musicales, que fueron muy del agrado de la Infanta, conocida melómana. Al levantarse de la mesa, tomó uno de los ramos de flores que la adornaban, manifestando que se lo llevaba como recuerdo de esta capital.

Terminado el convite, se dirigieron a la Escuela Superior de Comercio, instalada en el piso superior del propio edificio. Para trasladarse, en seguida, al colegio de la Asunción, donde tomó un descanso. Poco después de las seis de la tarde llegaron al Real Club Tinerfeño, en el cual se celebró un festival marítimo en su honor. En la terraza y salón del Club aguardaban a Doña Isabel distinguidas señoras y señoritas de la capital, con las autoridades provinciales y casi todo el elemento que constituía la Misión diplomática. El numeroso público congregado aplaudió y vitoreó la presencia de la Infanta, quien tomó asiento en la terraza para presenciar la interesante regata de dos falúas tripuladas y patroneadas por «guapísimas señoritas». La Infanta, que era muy amiga de los deportes —caballos, carreras, alpinismo— cuando aún en España, no ya por las mujeres, sino ni siquiera por los hombres, apenas se practicaban, disfrutó mucho con el espectáculo. Pocos minutos después de finalizar la prueba abandonó la sociedad. Al despedirse, expresó su satisfacción por el convite y las atenciones que tanto el presidente, Ángel de Villa y López, como los socios del Club, le habían brindado.

A las nueve en punto de la noche, todo estaba listo en el Alfonso XII para la cena de gala en honor a las autoridades provinciales, las mismas que habían asistido ese mediodía al almuerzo ofrecido por el Ayuntamiento. Por expreso deseo de los marqueses de Comillas, propietarios de esa naviera, el Alfonso XII había sido lujosamente redecorado, dotado con unos excepcionales servicios de mesa de plata, vajillas de porcelana, todo al cuidado del personal más cualificado de la compañía. En ese suntuoso espacio aguardaba la Infanta a sus invitados, con su traje de corte, vestimenta que ella gustaba de colores intensos, aunque compaginara mal con su reciedumbre y edad; alhajada con suntuosas joyas, bandas, grandes cruces, mezcladas a voleo, que daban a su imagen una apariencia barroca. Con cuchufleta, al retratar la cotorra dice Valle Inclán en su Bestiario: «Ese animal que lleva un viejo vestido de la Infanta Isabel». La cena resultó magnífica, música incluida, todo en una atmósfera de la más franca cordialidad, en la que la anfitriona evidenció su gran estilo y perspicacia mundana, fascinando al «todo Santa Cruz», tanto a los leales monárquicos como a los republicanos tenaces, que lo cortés no quita lo valiente.

En Santa Cruz la jornada era festiva y el paseo por la plaza de la Constitución estuvo sumamente concurrido, amenizándolo la banda municipal que hizo una selecta «tocata». La iluminación eléctrica, que aún producía asombro, alcanzaba a la totalidad de esa plaza y a la inmediata calle del Castillo. La de la Constitución, hecha por la Compañía Eléctrica para la ocasión, combinaba con lamparillas de colores —además de los catorce arcos voltaicos— formando guirnaldas que resultaban de gran efecto. Las de la calle del Castillo y Rambla de Pulido, que corrieron a cargo de la Compañía del Tranvía, eran también de lamparillas de colores, formando la bandera nacional y la matrícula de Tenerife. El decorado general de la calle del Castillo era asimismo muy lucido. Estaban especialmente iluminados el Ayuntamiento, la Capitanía General, el Gobierno Civil, el Club Inglés, el Casino Principal, Gobierno Militar, Comandancia de Marina, los almacenes del Sr. Ruiz Arteaga en el muelle, y muchos edificios públicos y gran número de particulares.


VISITA A LA LAGUNA Y AL VALLE DE LA OROTAVA

El 19 de junio 1910, desde muy temprano todo era actividad en el Alfonso XII, de tal modo que a la hora prevista para la salida —las ocho de la mañana— estaba ya la señora en el desembarcadero, ataviada con traje de viaje y gran sombrero, lista para iniciar la excursión. De Santa Cruz salieron en el tranvía eléctrico, y a las nueve estaban ya en La Laguna. Desde la plaza de San Cristóbal, seguida de una compacta muchedumbre, se dirigió al santuario del Santísimo Cristo, donde la esperaba el obispo Nicolás Rey Redondo, con el cabildo catedralicio, bajo palio fue conducida hasta el interior del templo, cantándose a continuación el acostumbrado Te Deum. Fuera, una compañía de Artillería con bandera le rindió los honores de ordenanza. Después, se encaminó al palacio episcopal; allí se sirvió un desayuno, e inmediatamente recorrió la comitiva varias calles, visitando las obras de la Catedral y el Instituto de Canarias. Luego dio un breve paseo por la Vega lagunera y antes de marcharse entregó al alcalde un donativo de mil pesetas para ayuda de los más necesitados del municipio. A las once se subió nuevamente al tranvía eléctrico que la llevaría hasta la terminal, en Tacoronte, para desde allí continuar, en automóviles, hasta el Valle de La Orotava.

EN EL PUERTO DE LA CRUZ Y EN LA VILLA DE LA OROTAVA
A la una de la tarde llegaron al Grand Hotel Humboldt, enclavado en el municipio portuense, cuyo patio se hallaba lujosamente engalanado; en la entrada principal fue recibida por el alcalde, Felipe Machado y del Hoyo, el ayuntamiento en pleno, los más destacados portuenses y la colonia extranjera. El almuerzo que se sirvió en el salón de honor resultó del agrado de todos, elogiando los expedicionarios la magnífica calidad de las viandas y la destreza del servicio. Después se trasladó al Puerto, por un camino adornado con postes y banderolas, que presentaban un alegre aspecto, siempre entre el calor popular recorrió las principales calles hasta la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Peña de Francia, en cuya puerta fue recibida por el párroco, entrando en el templo con el ceremonial acostumbrado. A las tres de la tarde fue despedida en la plaza de la iglesia, dirigiéndose a La Orotava, no sin hacer antes al alcalde un donativo de doscientas pesetas para los más necesitados.

Camino a la Villa se detuvo en el Jardín Botánico, cuyas instalaciones recorrió complacida. A las cuatro y media de la tarde llegó al centro urbano de La Orotava. En la plaza de la Constitución, fue recibida por el ayuntamiento, presidido por el joven abogado y flamante alcalde, Agustín Hernández y Hernández (1880-1953), las autoridades militares y judiciales, representaciones de los diversos centros culturales y sociales12. Seguida de un gentío que no cesó de vitorearla, continuó a pie por las calles de San Agustín, Agua e Iglesia, totalmente cubiertas con artísticas alfombras de flores y cuyas casas estaban adornadas con ricas colgaduras y banderas, hasta la parroquia matriz, ante cuya puerta principal le aguardaba el párroco, junto con el clero regular del arciprestazgo. Luego de la solemnidad, oró unos instantes, y más tarde se trasladó al hospital de la Santísima Trinidad, que visitó detenidamente y asimismo el asilo de de inválidos13; ambas instituciones atendidas por las Hermanas de San Vicente de Paul. Desde la calle de San Francisco se dirigió al palacio municipal, en cuya plaza contempló la monumental alfombra de flores confeccionada en su honor por Felipe Machado y Benítez de Lugo14. El tapiz llamó poderosamente la atención de la Infanta, que manifestó «no tener palabras con que ensalzar la grandiosidad de lo que veía». Luego de una visita al edificio del Ayuntamiento, cuyos salones habían sido decorados por una comisión ciudadana, expresamente formada para la ocasión15, se trasladó a la inmediata Hijuela del Jardín Botánico, donde se celebró un suculento garden party, amenizado por la banda municipal dirigida por el maestro Tomás Calamita. Regocijo público, que sirvió de oficial inauguración de ese jardín de aclimatación, a la cual, a más de las autoridades de la Villa, asistieron las de Puerto de la Cruz y numerosos invitados. Terminada esa celebración, Doña Isabel inició su camino de vuelta a Santa Cruz, no sin antes entregar al alcalde un donativo de quinientas pesetas para los pobres de la localidad.
Continua

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