jueves, 3 de abril de 2014

CRIMENES DE LESA HUMANIDAD COMETIDOS EN CANARIAS








CAPITULO VI



Chaurero n Eguerew


INVASIÓN SAQUEO Y OCUPACIÓN DE LA ISLA CHINECH (TENERIFE)


Antecedentes de razzias pre-coloniales a la captura de esclavos


La Isla Chinech (Tenerife) desde un principio impuso respeto a los salteadores castellanos, aragoneses, mallorquines y portugueses quienes no se atrevieron a efectuar desembarcos digamos reglados, pues era proverbial el coraje y valentía que siempre mostró el pueblo guanche, aún así no estuvo exento de sufrir esporádicos desembarcos de aventureros por las desérticas costas de manera subrepticia al principio, posteriormente, conforme los frailes fueron consiguiendo cotas de tolerancia y asentamiento en algunos de los menceyatos del sur de la isla, supieron aprovechar cuando no promover las disensiones entre los menceyatos para desde los eremitarios-realmente casas de contratación-, como base de operaciones desde donde los mercenarios esclavistas realizaban algunas correrías depredatorias, al interior de la isla las cuales en ocasiones terminaban con la captura de algunos pastores los cuales eran inmediatamente esclavizados y comercializados preferentemente a través de los puertos de Lanzarote o La Gomera, aunque posteriormente, una vez invadida y sometida Gran Canaria también lo fueron en el de Las Isletas desde donde eran reenviados a Castilla, Puerto de Santa María, Sevilla, Valencia o Mallorca.

Desde el siglo XIV las islas fueron fuente de suministros de esclavos para algunos pueblos de la península ibérica, los aragoneses, mallorquines y castellanos fueron los que actuaron con mayor incidencia, en 1351, los mercaderes mallorquines Juan Doria (de Auria) y Jaime Segarra (de Sagarra),  proyectan una expedición de treinta personas -religiosos, clérigos y seglares- para la “evangelización” de  las islas. Para ello cuentan con doce guanches esclavos posiblemente de los apresados en la expedición depredatoria de   1342,  emprendida  por  los  capitanes Francesc des Valer  y Domingo  Gual,  a  bordo  de  las  cocas «Santa Créu», «Santa Magdalena», «Sant Joan» y una cuarta más de nombre desconocido. Ahora comprados por Juan y Jaime, convenientemente instruidos en la fe católica. Para llevar adelante el proyecto piden autorización al Papa de turno, Clemente VI, quien en bula de Avignon, a 15 de mayo de 1351, aprueba el proyecto de Doria y Segarra y les concede gracias espirituales.

Así, tenemos registradas actividades esclavistas desde el año 1342 confirmadas por  un documento de 1352, donde consta que en ese año de 1352, Pedro IV el Ceremonioso, había solicitado a su Lugarteniente en la isla de Mallorca, un informe acerca de cómo habían sido introducidos en dicha isla doce indígenas de la isla de Gran Canaria, los cuales habían llegado allí en alguna expedición procedente de las correrías mallorquinas a Canarias en el año 1342. El motivo que tenía Pedro el Ceremonioso era la queja de algunas personas que habían adquirido los esclavos, y ahora pretendían Juan Doria y Jaime Segarra, llevarlos consigo a las Canarias, como parte de una expedición más compleja, donde querían integrarse con los nativos, y era preciso el concurso de los mencionados esclavos que habían aprendido la lengua catalana. Como medida cautelar, el Rey dictaminó que si los esclavos habían sido apresados “cum fraude”, que era justo que se llevasen nuevamente a su tierra, pudiendo ir con los expedicionarios; pero si habían sido adquiridos legalmente como cautivos, debía pagarse a sus dueños el justo precio por ellos. Los canarios que zarparon rumbo a Canarias habían sido previamente bautizados por el rito católico en Mallorca. No es improbable que además de estos doce
 hubiese otros canarios en Mallorca, que finalmente se integraran en dicha isla, dejando sucesión.

A estos desgraciados esclavos canarii el profesor Antonio Rumeu de Armas influido por su acendrado catolicismo  los califica como “doce apóstoles neófitos indígenas, instruidos previamente en las verdades de la fe.”  Aunque más adelante reconoce que: “Se trataba de una empresa comercial privada, en la que participaron diversos socios armadores, con apoyo y respaldo oficial, puesto que los títulos y las cartas de creencia le van a ser despachados por Roger de Rovenach, lugarteniente del rey de Mallorca, Jaime III. Puede darse como seguro que el objetivo de estas primeras expediciones era de predador, con la finalidad exclusiva de capturan indígenas, para su ulterior venta en los mercados esclavistas mediterráneos, y adueñarse de ganado menor, ovejas y cabras, particularmente.” Y continua nuestro autor: “En un documento expedido el 14 de mayo de 1352, se daban instrucciones muy precisas al capitán de la expedición, Arnaldo Roger, por parte del lugarteniente Guillén de Llagostera. El párrafo que más nos interesa decía así: ”Si sucediese, Dios mediante, que adquirieseis las dichas islas o alguna de las mismas, las tendréis en feudo del mencionado señor nuestro, el rey de Aragón; y en su nombre y representación... os damos pleno poder.. - sobre las dichas gentes y... sus bienes, y de conocer en todos los pleitos y controversias civiles y criminales, y de regir y gobernar las predichas gentes como a vos pareciese convenir mejor...”. (A. Rumeu de Armas, la expedición militar mallorquina a Canarias de 1366)

El primer contacto de cristianos con los guanches de la isla de Chinech (Tenerife) que tenemos documentado, nos lo proporciona D. Tomás Marín de Cubas, quien nos dice que: “en el año 1347 desembarcan en Adeje -posiblemente por el actual puerto de Los Cristianos-, un grupo de aragoneses quienes trataron de entablar paces  previas a la ocupación de hecho de la isla. Avisado el Rey de la isla que en aquella fecha lo era Betzenuriga, de la presencia de los extranjeros, este salio al encuentro de los mismos acompañado de varios miembros del Sabor (capitanes) y sus correspondientes Tabores. Betzenuriga escuchó con paciencia las insolentes propuestas del Capitán de los aragoneses que  le culminaba a que dejasen de ser idolatras y aceptase el cristianismo como única religión verdadera.

Ante tan impertinente propuesta, Betzenuriga le respondió que, -ellos ya tenían un Dios llamado Jucancha, y que no admitía tener paces con los extranjeros, invitándoles a abandonar la isla, advirtiéndole de que si volvían con semejantes propuestas no saldrían vivos-.” (Marín de Cubas (1694: 82)

La presión depredatoria sobre el archipiélago es ejercida aún en aquellos casos en los piratas arriban al mismo como consecuencia de algún temporal como fue el caso en 1369, de una  probable expedición mallorquina a las islas Canarias. "Hay, asimismo, hacia Occidente, algunas islas descubiertas de una manera casual y maravillosa no ha mucho, desde el año del Señor de 1370 o aproximadamente ... Como unos piratas persiguiesen hostilmente cierta galera o nave del rey de Aragón, los marineros, dejando a su espalda la tierra firme, es decir, el reino de Aragón, sin esperanza y contra su voluntad se lanzaron a toda vela por la inmensidad del mar Océano, hacia Occidente, empujados por un violentí­simo viento Levante que nace de Oriente, que continuó aún con gran furia, durante nueve días y nueve noches en el desamparo del mar. Por fin, en la mañana del décimo día, salido ya el sol, mientras contemplaban unos agudos mon­tes...". Se encontraban ya ante las Canarias, donde se relacionaron con los aborígenes.

Luego regresaron a Ara­gón llevando consigo algunos de éstos. Este acontecimiento solicitó alguna expedición posterior, contando ya con el apoyo real.” (Florentino Pérez Embid.)



En 1393 Las Crónicas de Enrique III, narran la primera expedición castellana al Archipiélago Canario: “En este año, estando el rey en Madrid, oyo nuevas como algunas gentes de Sevilla e de la costa de Vizcaya e Guipúzcoa armaron algunos navíos Sevilla... e pasaron a las islas que son llamadas Canarias, como quier que otros, e andovieron en la mar fasta que bien sopieron... E enviaron a decir al lo que allí fallaron e como eran islas ligeras de conquistar, si la su merced fuese, e a pequeña cosa”. En este mismo año en el País Vasco fue célebre la llegada de barcos armados con capital sevillano, vizcaíno y guipuzcoano. En estas correrías fueron apresados como queda dicho los Reyes de Lanzarote, junto con 170 súbditos. El destino de estos fuese probablemente el País Vasco o Andalucía. También cabe la posibilidad que fuesen llevados a la actual Italia.

Lo cierto es que también es muy probable que cuando las Islas se hallaron bajo el dominio de la Corona de Castilla, casi un siglo después, algunos de esos esclavos pudieron haber sido manumitidos y recobrando su libertad, o bien los hijos de aquellos, regresando en algún porcentaje a las Islas con nombres y apellidos impuestos en su lugar de procedencia.  Otros quedaron en su destino, integrándose con familias y concediendo a dichos lugares la formación de linajes con sangre de las Afortunadas.

Sobre 1404 los piratas y esclavistas Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle exploran las costas de la isla Chinech (Tenerife) pero desisten de desembarcar aunque nos dejaron una idílica descripción de la isla: “La isla de Infierno, que se dice Tonerfiz, tiene la forma de un rastrillo, casi como la de Gran Canaria, y contiene aproxima­damente 18 leguas francesas de largo y 10 de ancho; y en su cen­tro hay una gran montaña, la más alta que haya en todas las Is­las Canarias, y se extiende la ladera de la montaña en todas las direcciones, por la mayor parte de toda la isla. Y en su alrededor los barrancos están llenos de grandes bosques y de hermosas fuentes de agua corriente, con dragos y con muchos otros árboles de diferentes clases y diferentes condiciones. El país es muy bue­no para toda clase de cultivos, y viven en él muchas gentes, que son los más atrevidos de todos los demás pueblos que viven en las Islas, y nunca fueron asaltados ni conducidos en cautiverio, como los de las otras islas. Y su país se adelanta por un lado, ha­cia Sur, hasta seis leguas de distancia de La Gomera, y por el otro lado, hacia Norte, hasta cuatro leguas de Gran Canaria, y por aquí se considera que es una de las buenas islas que haya.” (Le Canarien, 1980: 164)

Abril 18 de  1472.-Diego  de Sevilla (mercader, vesyno de Sevylla  en la collación de Santa Maria)  vende a Rodrigo de Andújar  (vesyno de  la  cibdad  de Murcia,  que  está  presente)  una  esclava  canaria,  natural  de Tenerife, que ha nonbre Ysabel, de hedad  de treinta  años poco más  o menos; e más otro su esclavo negro,  natural  de Guynea, de hedad de  quince  años poco más  o menos,  que ha  nombre Lancarote  ... (F.  S.  P., sin fol. 1.

Sometida la Isla Benahuare y pendiente la concesión por parte de la corona castellana para la invasión de la de Chinech los cazadores de esclavos no estaban ociosos y desde la base de Las Isletas en Tamaránt, bajo diversos pretextos hacía correrías por Chinech a la captura de seres humanos, la codicia por la presas crearon no pocos problemas entre los propios mercenarios.

El mercenario y traficante de esclavos Alonso de Lugo un año después de su llegada al real de Las Palmas en compañía del masacrador de pueblos Pedro de Vera, según recoge Marín de Cubas: “En la Isla de Thenerife hizo una entrada Alonso Fernández antes de irse á España con las Compañías de la Hermandad el año 1479; llevando práctico entró de noche á la parte de Icod, trajo á Canaria buena presa de ganado que halló acorralado, muy manso, todo cabrío, tres mujeres, dos hombres y algunos muchachos, que dormían en cuevas, y mucho sebo, carne salada 263, panes de cera y cantidad de velas de cera medio encentadas y una á modo de cirio pascual encentado, cueros de cabra y cebada, dejáronse allá otras mayores cantidades de todo esto, y molinitos ó tahonillas de mano, cazuelas y platos de barro tosco.” (Marín de Cubas [1694] 1993:168-72)

Escasas las rentas generadas por la colonia de Tamaránt el pesquisidor colonial Francisco Maldonado decide una entrada a la captura de esclavos en la isla Chinech, al no contar con las fuerzas suficientes para la empresa, en 1490 se asocio con uno de los yernos de Diego de Herrera, Pedro Fernandez de Saavedra, Señor de Fuerteventura.

Cada uno equipó su tropa. Así se verificó en la primavera de aquel año y, como la travesía era de pocas horas, se hallaron los buques fondeados en la Rada de Añazu antes de que los guanches pudieran advertir su presencia. Sin embargo, aquella soledad no se prolongó largo tiempo, pues los guanches estaban siempre alerta sabiendo, tal vez, que la isla vecina había pasado ya el poder de sus enemigos. El mencey de Anaga, rey de aquel distrito, al ver los buques reunió al momento un buen número de guerreros, gente dispuesta y ágil, y apostándose con ellos en la Cuesta de Arguijón en Ofru (Ofra) esperó en una buena posición el ataque de los cristianos. Los contingentes invasores avanzaron separados, primero los hombres de Maldonado y luego los de Saavedra.

Al poco rato Maldonado y sus mercenarios se vieron rodeados por los Guanches de Naga y muy apurados, habían perdido ya 40 hombres cuando llego Saavedra con sus fuerzas y los saco del mal lance. A duras penas se pudieron retirar ambos hasta la costa perdiendo en total 100 hombres.

El 24 de enero de 1494, el esclavista Ibone de Armas se querella contra este pesquisidor Francisco Maldonado por causa de las extorsciones de que fue víctima en 1492 en diversas entradas que tuvieron por  escenario las islas de La Palma y Tenerife, el actor se querella contra el pesquisidor Francisco Maldonado ante el Consejo de Castilla: “diziendo: que se querellava de Francisco Maldonado, nuestro pesquesydor desta dicha ysla, que diz que podría aver dos años, poco más o menos, que el dicho pesquesidor diz que enbió tres navíos a La Palma e a Tenerife a saltear; e que él diz que fue por capitan de un navío, por mandado del dicho pesquesydor, e fizieron presas en las dichas yslas, y estando en La Palma diz que les faltó las bituallas y él diz que se bolvió; y él, con su liçençia, se torn,o a saltear, y diz que buscó bituallas, y diz que fueron con él çinquenta onbres en el dicho navío, e diz que a su cargo, e tomaron treynta canarios, e diz que vinieron con los dichos canarios a la dicha ysla de la Gran Canaria, donde quintaron al dicho pesquesidor; e el restante diz que lo tomó e ocupó e dio sus partes a los otros, e treze mill e quinientos maravedís, que le vinieron de su parte, como quiera que muchas vezes dis que fue requerido para que ge los diese, diz que nunca lo quiso fazer, e diz que porque no avía venido a donde estava para que él le fesiese parte del armada; lo qual claramente diz que era injusto y en nuestro deserviçio, y asimismo diziendo que él traxo, por mandado del dicho pesquesidor, que él traxo dozientos quintales de urchilla”… (A. Rumeu de Armas)

Por estas mismas fechas 24 de enero de 1494, el colono y esclavista portugués establecido en Lanzarote Lope de Salazar, se querella contra el pesquisidor Francisco Maldonado ante el Consejo de Castilla:  “Sepades que Lope de Salazar, vesyno del Real de Las Palmas, que es en la dicha isla, nos hizo relación por su petición que ante nos en el nuestro Consejo presentó diziendo: que Francisco Maldonado, nuestro pesquisydor en la dicha ysla, le avía hecho muchos agravios e ynjusticias, especialmente que podía aver año e medio, poco más o menos, que por su mandado él fue a Tenerife al vando de Anaga, a concertar pazes entre la dicha ysla e el dicho vando de Anaga; e qué la paz se  avía concertado en cierta forma, que era que los de la dicha ysla pudiesen saltear e cativar qualesquiera canarios que afuera de los dichos mojones que entre ellos fueron limitados se tomasen, si fuesen de los otros vandos e dentro de los dichos límites; asimismo y que podría aver seys meses, poco más o menos, quél avia ydo a saltear, e que tomó fuera de los dichos límites tres canarios del grand rey, el qual tiene la dicha isla por enemigo e contrario sin tener con él consideración alguna de paz, e dis que los dichos canarios pudieron ser tomados dentro de los dichos límites, pues no eran del vando de Anaga”… (En: Antonio Rumeu de Armas, 1975)

Alonso Fernández de Lugo, por abril de 1494,  antes de iniciar la invasión reglada o conquista formal de la isla de Tenerife, decide llevar a cabo uno de los actos de piratería a los que tanta afición tenía, para ello desplaza una escuadrilla de navíos piratas hacia la costa norte de la isla, y amainan velas a la vista remota de los dominios del gran Kebehi Benchomo. Al anochecer ordena que la flota se aproxime a la costa y, amparándose en la oscuridad, desembarca hombres y caballos. Al amanecer inicia la razzia por los poblados y auchones de la zona, cuyos habitantes, tomados por sorpresa, se vieron imposibilitados para la defensa. El botín obtenido por el pirata fue cuantioso; 140 mujeres y niños que fueron remitidos a la isla de La Gomera, y de allí a los mercados esclavistas de España. Además se apoderaron (según Marín de Cubas) de veinte mil cabezas de ganado (cabras, ovejas y cerdos) que fueron destinadas al consumo del ejército invasor, pero la operación no estuvo exenta de algunos riesgos, la carabela la Garrida, encalló en las rocas de la costa hundiéndose irremisiblemente.

Según la Historia oficial el depredador y traficante en esclavos revestido por los nefasto reyes católicos  con patente de capitán invasor Alonso Fernández de Lugo, desembarca con su huestes de mercenarios y convictos el 1 de mayo de 1493 en la rada de Añazu n Chinech (hoy Santa Cruz de Tenerife), con el ánimo de saquear la isla tal como había hecho con la de Benahuare (La Palma), siguiendo el “concierto” que a tal fin había suscrito el 28 de diciembre de 1493 con la corona castellano-aragonesa, respaldado económicamente por los comerciantes de esclavos, Niculido Angelat, Guillelmo Blanco,  Francisco Palomar y Mateo Viña, armadores de la  armada para la invasión y  conquista de Tenerife.

Dicha armada puso en tierra la artillería, armas, herramientas, pertrechos y “bestias”, para la tropa compuesta por  2.000 peones y 160 caballos, engrosados con 500 peones de las islas ya ocupadas, más unos 500 auxiliares  de Tenerife aportados por los bandos de paces.

Con tan potente ejercito, Alonso de Lugo daba por sentado que la invasión y ocupación de Chinech habría de ser un paseo militar similar al de la isla Benahuare. Lejos estaba el invasor de pensar en que iba ser actor de la mayor derrota que jamás sufriera los ejércitos imperialistas castellano-aragonés en su dilatada historia colonial.

En la batalla de La Matanza de Acentejo, nuestros ancestros un 29 de mayo de 1494 humillaron la altiva cerviz de Lugo, destrozando al ejército invasor, el cual dejo en el campo de batalla más de dos mil muertos, el propio Lugo que había recibido una pedrada en la cara que le destrozo los dientes, se vio obligado con parte de su Plana Mayor a huir a uña de caballo para salvar sus vidas, las cuales debían a los auxiliares guimareros, quienes profundos conocedores del terreno, guiaron a los invasores por los altos de Chikayka conduciéndolos hasta la seguridad del torreón de Añazu (Santa Cruz).

No deja de ser una actitud netamente cristiana, la menara que tuvo el invasor de agradecer a los guimareros el hecho de que le salvaran su miserable vida, como tendremos oportunidad de ver.

Refugiados los sobrevivientes en la seguridad del torreón de Santa Cruz, apenas unos cuatrocientos de los más de dos mil quinientos hombres que conformaba el ejército invasor, la mayoría de ellos heridos y contusionados, despertaron la conmiseración de su aliado El Mencey de Güímar Añaterve, quien decidió ayudar a los invasores proporcionándoles importantes cantidades de gofio, leche, carne (Cabra y ovejas) quesos y hierbas medicinales y cuanto podía ofrecer de los productos de la tierra.

Desesperado Alonso de Lugo más que por los resultados de la batalla[1], por la imposibilidad de hacer frente a sus acreedores al no haber botín de guerra que comercializar, urdió la manera más infame para hacerse con algunos activos.

Tal como recoge el frayle Espinosa: […] Este fue el fin de la primera jornada que los españoles hicieron en esta isla; y aunque fue afrentoso, fue suceso de guerra y cosa que pudo ser sin culpa de los hombres, faltán­doles la fortuna. Ruin dejo fue, pero más ignominioso lo de­jaron a su parada de infidelidad con sus amigos; y fue que, enviando a llamar a sus aliados y amigos los del Reino de Güímar, con engaño y doblez dándoles a entender que era para dar orden de que el rey de Taoro no les hiciese daño en sus tierras, por estar confederados con ellos y haberles ayudado en la batalla, mientras volvían a rehacerse creyendo ellos ser así, vinieron de paz muchos, condoliéndose de su pérdida.

 Y convidándoles los españoles para que entrasen en sus navíos a verlos, estando dentro, alzaron velas y llevaron a España gran cantidad de ellos, para venderlos por cautivos, pensando restaurar su pérdida con este inhumano hecho y fuera de toda razón. Algunos déstos que fueron vendidos para esclavos, siendo ya ladinos en la tierra, se fueron a los Reyes a pedir justicia y libertad, informando de cómo, sien­do libres en su tierra, con engaño los habían traído a donde estaban y vendido como a esclavos, siendo libres, amigos y confederados; y así mandaron los Reyes se les diese libertad y en ella viviesen. […] (Fray Alonso de Espinosa, 1980:103).

Algunos autores se niegan a reconocer este inhumano hecho realizado con la mayor alevosía por el desalmado Alonso de Lugo y su plana mayor, entre ellos Antonio Rumeu de Armas y Juan Bethencourt Alfonso, el primero porque su acendrado españolismo y profundas convicciones católicas le impiden mostrarse conforme en que ese personaje que con tanto empeño pretende presentárnoslo como un caballero dotado de grandes dotes militares  y cubierto por brillante armadura, -aun que admite que cometió “algunos errores”-, al bandolero esclavista que realmente era, y el segundo, porque dado su natural bondad, le era imposible concebir que existiera un ser humano capaz de llevar a cabo tales felonías, a ambos, les demiente la documentación conservada especialmente la de los archivos de los mercados de esclavos.
En la sociedad guanche, la mujer  gozaba de  una alta consideración social, pero además tenía un papel activo en el trabajo agrícola, aparte de las tareas del hogar y cuidar a sus hijos, también ejercían la mayoría de los oficios de carpinteros, sogueros, loceras, sastres etc.
Entre sus tareas cotidianas era frecuente el desplazarse a grandes distancias para obtener el agua para uso doméstico, siendo por tanto, excelentes porteadoras, cualidad que ha pervivido hasta nuestros días especialmente en las zonas rurales, donde no es infrecuente el ver a algunas mujeres transportando en la cabeza y en equilibrio grandes cargas sin más ayuda que un rollo de piel o tela denominado “ruedo” que algunas veces colocan en el interior de la copa del sombrero.
Por otra parte, la educación de los infantes comenzaba a partir de los seis años de edad, y según el rango social, los niños imitaban a sus padres ejercitándose en la defensa, deportes, conocimiento del medio  o en las labores propias del pastoreo o de roturación de la tierra, y las niñas en las labores propias de sus madres.
No es difícil -aunque doloroso-, imaginarnos una comitiva de mujeres, jóvenes, niños y algunos ancianos que partiendo de algún lugar del Valle de Güímar se dirige hacía Añazu transportando la ayuda ofrecida por Añaterve a los invasores. Mujeres con pesados odres llenos de leche, otros repletos de gofio, cebada y trigo, además de pesados cerones de higos pasados sobre sus cabezas y, algunas de ellas con niños de pecho en  los brazos, adolescentes entre doce y catorce años con sus cargas de quesos y manteca, con andares ligeros alegrando el camino con sus canciones, niñas de seis y ocho años que imitan a sus madres transportando en sus cabecitas hatillos de hierbas medicinales, mozalbetes a los que el conducir los hatos de ganado se les hace más ligero al poder disfrutar de la cercanía de las jóvenes y, serios y circunspectos ancianos cuidando del buen orden de la marcha.
Muchos de ellos iban ilusionados a conocer por primera vez a aquellos extranjeros de que tanto le habían hablado sus mayores, gentes que habían prometido liberar al menceyato de Gúímar de la dependencia del Rey Grande de Taoro Benchomo, quien tenía sometido políticamente a los guimareros desde que estos perdieron la Batalla de La Negrita frente a los taurinos.
Así me imagino aquella comitiva que hoy llamaríamos de ayuda solidaria aunque, en aquel caso por una causa equivocada, consecuencia de que un aciago día, aquel en el que los hijos de la Diosa Madre Chaxiraxi se dejaron embaucar por el signo de la cruz y la espada, renunciando a la luz y los rayos vivificadores de Magek, ese día, abrieron las puertas del Echeide y dejaron en libertada a Guayota el cual no tardó en aliarse con unos espíritus gemelos al suyo llamados cristianos, los cuales inexorablemente habrían de conducirlos al infierno católico de la más negra e inhuma esclavitud.

Algunos de aquellos mártires al mes siguiente de ser alevosamente apresados ya estaban integrados en los circuitos comerciales, tal como quedaron registrados en el archivo del mercado de esclavos de Valencia, como recoge el siguiente documento:

“1494, junio  28, Valencia.-Benito  de Benavides, mercader  del Puerto, presenta  42  cautivos:  Alganaxsega,  de  28  años;  Beneyguay,  de  28; Beneygacim, de 12; Sosala, de 6; Algaratia, de 12; Algayaguar, de  10; Agalaf,  de  10; Mode, de 8;  Tenaro, de 7; Nast, da 13; Benonar,  de  8; Facu., de 13;  Vhoim, de 13; Gurfe, de  13;  Besay,  de  7;  Beseloh; de  18: todos ellos varones;  Cachiney, de 25 años; Cachina, de 30; Attenagasi, de 20; Argayagada,  de  20; Benafoho, de  30; Attagaregui,  de 40; Tagatay,  de 20; Tagayacte, de 22; Atenayoctno, de 25; Attanatda, de 35; Adiisoda,  de 30;  Achordue,  de  25;  Atocatnagui,  de  25;  Atantanam, de  22;  Atanasguguga,  de  22;  Actanistaya,  de  24;  Tentagays,  de  20; Tetagursa, de 25; Attissa,  de 20; Atenata,  de  25; Amhmatisa,  de 30, todas  hembras.  Alguaseiga,  de  26  años, natural  de La  Palma,  soltero, presos  por  Alonso  de  Lugo,  capitán  del  rey,  fué  llevado  a  Lanzarote, donde  lo recoge Benavides, factor y  procurador  del  gobernador  de  las islas,  para  venderlo. (A. R.  V.,  B.  G.,  194, fols. 133-137.)”. 

Me asalta una pregunta aunque no venga al caso, ¿Los llamados mártires de Tazacorte, eran a caso más seres humanos que los cientos de nuestros ancestros vendidos como esclavos en esa entelequia llamada España?

Esclavos guanches vendidos en Valencia

“En el  año de  1490 se  presentaban  en  la  Corte  dos  esclavas pequeñas,  sin  mención  de  procedencia.  Empieza  a  animarse  el mercado  el  año  siguiente,  1491, en  que  aparecen  los  tinerfeños en  crecido  porcentaje,  preludio  de  los nutridos  cargamentos que iban a  llegar de 1493 a  1496. Los de La Palma aparecen  también, aunque en menor  número,  en 1491, y  tienen  su máxima  entrada en  1494, año en  que menudean  a  su  vez  los  berberiscos  de  las costas vecinas continentales,  capturados  desde  las Islas.  Todos estos datos reflejan,  con  seguridad, el movimiento de  las fuerzas del futuro Adelantado y las consecuencias de su  sinuosa  política.

Tal  concesión  supone el  reconocimiento, de  iure, de  una  realidad  conocida  y  tolerada  como  era  la  captura  de  los  canarios en  las  islas no  sometidas  aún  a  la  soberanía  real,  con  provecho exclusivo de  los  aprensores. Es probable  que  de  los 40  cautivos que  llegaron a Valencia en 1491 (de los  cuales  siete  eran  de Tenerife)  y  los  correspondientes  a  1492, incluidas  las tres  tinerfeñas que  trajo Antonio Veana  el  31 de  julio,  no  se hubiera  percibido  el  quinto  de ninguno  de  ellos  en  las  cajas  de  la  Corona.

Esto siendo muy  rigoristas, y pensando que las cinco que se ajustaban  a  Juan Abello  el 20  de octubre  podían  haber  sido  apresadas con  toda  regla,  llegadas  ya  las órdenes reales  a  las  Islas.  A partir de este momento, al menos,  las piezas que tenían  a  sus espaldas  la firma de  los   soberanos.”… Vicenta Cortes, 1955)



[1] Véase “La batalla de Acentejo, la derrota de un imperio”, en: www.elguanche.net

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