domingo, 23 de noviembre de 2014

¿QUIENES SOMOS LOS MAZIGIOS CANARIOS?




Capitulo V

Eduardo Pedro García Rodríguez




LOS ZANATAS O ZENETES



Los Zanatas, Zenetes, Zenetas, conformaron una de las naciones más importantes dentro de la gran familia mazigia, hasta la penetración islámica en el noroeste del continente, precisamente, el nombre de zanatas por los que son conocidos después de la islamización1 les fue impuestos por los árabes

 Este pueblo fue uno de los que arribaron a las islas, principalmente a las de Chinech y Benahouare, muchos siglos antes de que fuese islamizado, desde Chinech se expandieron por otras islas aportando un mayor contingente a la isla de Ecero o Hero, como nos indica el gentilicio de los antiguos habitantes de ésta isla y, el hecho de que los primeros conquistadores europeos se valieron de bimbaches para los asaltos a la isla de Benehouare, ya   que éstos y los benahuaritas se entendían perfectamente puesto que hablaban la misma lengua.

Los zanatas continentales que fueron influenciados por los conquistadores árabes, asumieron de tal manera la nueva cultura impuesta que incluso llegaron a renunciar a sus orígenes, mazigios prefiriendo ser considerados árabes, como una manera de ocupar puestos relevantes en la nueva sociedad,  no dudando muchas de las familias zanatas influyentes en inventar falsas genealogías para justificar una supuesta ascendencia islámica. Esta actitud en sumarse al vencedor, tuvo su paralelismo en las islas, recién terminada la conquista de la isla de Tamarant, los antiguos canarios pertenecientes a las clases que habían sido dominantes, no sólo no dudaron en aceptar el nuevo estatus impuesto por los nuevos amos, sino que además se esforzaban  por diferenciarse de los habitantes de las otras islas presumiendo de ser cristianos <<e hablar castellano como los propios castellanos>>.

Los nobles de la isla de Chinech, una vez que fueron sometidos, la mayoría de ellos fueron obligados a tomar nombres cristianos aunque a algunos se le permitió conservarlos, pero en el siglo posterior a la conquista muchas familias pertenecientes a la nobleza guanche, que aún conservaban sus nombres mazighios, con objeto de escapar a la marginación social a que le tenían sometidos los conquistadores, y para superar los frecuentes expedientes de limpieza de sangre incoados por la inquisición española, no dudaron en crear falsas genealogías renunciando a sus orígenes y nombres de su ascendencia tales como Benchomo, Garachico, (actualmente afincados en Argentina) Tahoro, Tahodio, Tacoronte, Ibaute, Icod, etc., para sustituirlos por otros vulgares españoles o portugueses como Albertos, Pérez, Hernández, Alonso, García, Rodríguez etc. Esta actitud de renuncia estaba justificada en la consecución de un ascenso social, ya que para poder acceder a determinados empleos públicos en las milicias, administración o en el clero, e incluso para poder asistir a las universidades españolas, los aspirantes debían superar los mencionados expedientes de limpieza de sangre, ya que el acceso a estas ocupaciones estaba vetadas para judíos, moros y guanches, al margen de la capacidad económica que éstos tuvieran.

Sería sorprendente, para muchas familias canarias que presumen de descender de conquistadores o colonizadores, el comprobar mediante un seguimiento genealógico cuantas de ellas descienden directamente de guanches y canarii, ostentado en éstos día apellidos que en un determinado momento fueron usurpados mediante triquiñuelas y el pago de buenos honorarios a los genealogistas de turno. No fue ajeno a este deseo de equipararse a los invasores, el hecho de que en determinados momentos del pasado, desaparecieran abultados legajos de las dependencias de los juzgados y Ayuntamientos, así como oportunos incendios producidos en archivos de conventos y parroquias, pero la Tamusni es sabia, y si alguien tiene interés en conocer los verdaderos orígenes de alguna familia, sólo tiene que indagar en las zonas rurales de nuestro país, seguro que encontrará a algún Mago que se lo explicará, y podrá tener la seguridad de que está consultando con el archivo más fiable sobre el tema.

Similares circunstancias debieron concurrir muchos siglos antes en los zanatas continentales, tal como nos lo expone el Catedrático de Estudios árabes e islámicos de la Universidad de La Laguna y Doctor en filología Semítica, el ya citado don Rafael Muñoz Jiménez: <<Tenemos varias listas genealógicas de los zanatas. Por parte de los genealogistas árabes Ibn Jaldun cita las listas suministradas por Ibn Hazm de Córdoba, Yusuf al-Warraq. En sus largas listas de antepasados, hay unos elementos comunes: Yana y Madgis. En la de al-Warraq aparece en nombre propio de Mazig. Ibn Qutayba añade a Magis el apelativo al-abtar.

El segundo grupo de genealogías se debe a los mismos zanatas “deseosos de rechazar todo lazo de unión con los beréberes”, haciéndose pasar por descendientes de los Himyaries.

Su origen es el mismo que el de los beréberes: son los beréberes primitivos: los tehennu, los cinithi, los sintae, los castrensi. Los zanata como grupo es un invento árabe. Cuando los zanata observan que, para los árabes, una colectividad se define por un antepasado, cuando más lejano mejor, observan su nombre zanta y acaban explicando que su eponimo es zana, hijo de Yana, según explica Ibn Jaldum (vide p. 207). Y acaban renegando de su orígen beréber. Es, ante todo, un grupo cuyo nombre es descriptivo, las gentes de la (letra) t, como los sanhaya son las gentes de la letra ha y yim los masmuda son los señores que escriben la m como la d (quienes escribían la U en lugar de C y viceversa. Es cierto que los beréberes se dividen y subdividen en multiplicidad de tribus, pero después de la islamización; no antes. >>

LOS ZANATA EN LA PENÍNSULA IBÉRICA



Con cierta frecuencia se nos hace notar a los mazighios canarios, la similitud de ciertos topónimos existentes en la península ibérica con otros iguales o con la misma raíz de las islas Canarias, en un intento de hacernos creer que los conquistadores impusieron dichos topónimos en nuestras islas, sí bien esto es cierto en cuanto a la nomenclatura católica de muchos lugares de nuestra Matria Canaria, la mayoría de los cuales fueron impuestos a lugares cultuales guanches, no es menos cierto, que, la mayoría de la toponimia considerada en España como de origen árabe, lo es en realidad mazighio, como ejemplo valgan dos topónimos: Chamberi, barrio madrileño tiene su epónimo en Chinech, Chamberi es el nombre guanche del lugar hoy conocido como “Hoya Fría”; Achbona es el antiguo nombre mazigio de Lisboa, (Portugal) Abona es el nombre de un Menceyato en Chinech (Tenerife).

La proliferación de topónimos de origen mazighio (beréber) en la Península Ibérica se debe a que si bien la denominada conquista de España (ente politico y territorial que en la época no existía como tal) fue dirigida por los árabes, la inmensa mayoría de las tropas que penetraron en la península eran mazighias (bereberes). De entre los numerosos grupos mazighios que acompañaron a los árabes como soldados, y posteriormente grupos de artesanos, destacó por su importante aporte humano el zanata, éste indómito y valiente pueblo juzgó un importantísimo papel en el desarrollo social, cultural y económico de los pueblos que habitaban Iberia, pueblos que vivían sumidos en la más absoluta barbarie de la edad media, como hemos visto en otro lugar.

La presencia zanata está contrastada documentalmente desde el 711 al 1492, durante los cuales los entonces futuros españoles recibieron un importantísimo aporte cultural del pueblo mazighio en todos los ámbitos de la vida. El investigador español Jacinto Bosch Vilá es autor de un muy interesante artículo sobre el tema, titulado Los bereberes en Al-.Andalus, del cual por su indudable interés nos permitimos reproducir algunos pasajes: <<...Es, de cualquier forma que sea, obligado convenir y aceptar, por tanto, sin la menor reserva, que las poblaciones autóctonas del Norte de África-los pueblos beréberes, de orígenes proto-líbicos, lo son-, estuvieron presentes físicamente, por una u otra motivación o estímulo, en el solar hispano desde la antigüedad. La existencia de elementos beréberes, la realidad de la presencia beréreber en la Península Ibérica, es una constante a lo largo de toda la historia peninsular, y no supone ninguna violencia el admitir que la entrada masiva de beréberes en la Península, inducida por el corrimiento de pueblos, de tribus beréberes, ocasionado, a su vez, por el movimientos de tribus árabes hacía el oeste norteafricano y mediterráneo, estimuladas por el Islán, puede entenderse como la culminación o eclosión de la expansión de los pueblos nómadas, trashumantes y sedentarios, iniciada a mediados del siglo VII. Tales tribus tenían su habitat primitivo en el Norte de África, desde la Cirenaica y la Tripolitania hasta la cordillera del Atlas, las llanuras atlánticas y las tierras saháricas, y un gran número de ellas, a partir del siglo VIII, bien fueran fracciones, bien fueran sólo familias, estuvieron representadas entre los componentes de población establecidas en el solar hispano y, más profusamente-es natural- en las tierras de la antigua Bética y Cartaginense, que cubrían por entero y excedían las tierras de la Andalucía actual.


            En la llamada edad antigua –sólo apta esta denominación, a mi juicio, para la periodización de la historia europea y de la civilización <<occidental>>-, inválida para otros continentes y para otras civilizaciones y pueblos-, existieron, como en el curso de toda la historia de los pueblos del área mediterránea, relaciones entre los pueblos de la Península y los del Norte de África; Pero todo intento de penetración, ciertamente violenta, fue rechazado al encontrarse con un poder fuertemente centralizado en la orilla opuesta a aquella de la que procedían, poder que, además contaba con una no menos sólida organización militar. El aparato estatal romano, proyectado también a las provincias norteafricanas, constituía, por otra parte, un freno y, a la vez, una especie de colchón en el que se atenuaban los golpes y todos los intentos de grupos más o menos controlados y sometidos. Es curioso, pero también cierto, que los primeros beréberes que la historia documenta como hombres que pusieron el pié en la Península, lo hicieron así, muy principalmente, en calidad de mercenarios, papel éste, triste papel y marchamo con el que los beréberes han discurrido, hasta tiempos muy próximos a los actuales. A lo largo de casi toda la historia, salvando épocas muy gloriosas de ese pueblo o conglomerado de pueblos, en las que llegaron a constituir auténticas dinastías (siglo XI AL XV)-almoravides (Sanhaya saháricos), zuries y hammadies (Sanhaya del Norte), almohades (Masmuda), Banu Marin, ziyaníe o Ab al-Wadies y haísies (zanata)-, y ser señores de su tierra.  Pero antes, mucho antes de esa última eclosión y manifestación de auge de los beréberes, en la Antigüedad habían pasado a la Península grupos más o menos numerosos, principalmente como auxiliares de ejércitos romanos, sin que su presencia y acción en la misma tuviera como objeto establecerse y desarrollar alguna actividad implicada en la cultura material o espiritual de los pueblos hispanos. La romanización, tanto de la Península como de las áreas norteafricanas más próximas al Mediterráneo, fue un fenómeno tan denso y profundo que no permitió la personalización de los pueblos beréberes y de las mismas tribus hasta que apareció el fenómeno histórico del Islam, que los fue incorporando, en formas distintas, a su causa

Si bien es cierto que existieron mazighios (beréberes) insumisos a Roma, también lo fue que la existencia de mazighios insumisos a los árabes, a los turcos, a los franceses y a los españoles, a lo largo de toda la historia. La sumisión y la insumisión, efecto  de una violencia física o mental  -en lo físico está inmerso el factor económico, y en lo mental o psíquico, el ideológico-, (situaciones vigentes en Canarias en la actualidad) sería  otro aspecto digno de ser tratado en relación con el pueblo o los pueblos mazghios, pero ajeno a nuestro propósito aquí. Tan sólo lo traigo a colación por cuanto existen también datos concretos de la penetración o de incursiones con devastaciones, concretamente en la Bética, de beréberes insumisos a Roma. Según los historiadores de la antigüedad y basándose en fuentes documentales y epigráficas, referidas, naturalmente, al área mediterránea occidental, una primera incursión tuvo lugar en el siglo II de J.C., poco después de la muerte de Vero, ocurrida ésta en el año 169. Una segunda parece ser que fue hacía el 175. Una y otra incursión procedían de  la Mauritania Tingitana, donde los Baquetes -¿los Bargawata de los tiempos islámicos?-tenían su habitat. Se han dado los nombres de las tribus beréberes insumisas de los Macize y Masaesyles, en la Mauritania Cesariana, éstos últimos ocupantes del Rif en la época romana, y de los Bavares, también de la Mauritania Cesariana, y de los Baquates ya nombrados, asistidos por los Masaesyles, que contaban con barcos para cruzar el mar.

 
ESTABLECIMIENTO DE GRUPOS IMAZIGHEN (BEREBERES) EN AL-ANDALUS



Los mazighios-lo hemos dicho- ciertamente se establecieron en al Andalus, la parte de la península que recibió tal nombre tras la llegada a ella de beréberes y árabes, gracias al estímulo del Islam. El movimiento de los pueblos y de tribus a qué dio lugar el fenómeno humano del Islam, no resultó baldío. El ímpetu vital –se ha escrito- no es ajeno a la herencia temperamental, y uno y otro dan lugar a contactos que, a veces llevan a choques y éstos a entrecruzamientos de grupos humanos de muy distintos orígenes y culturas. Son fusiones de estilos de vida y de esencias culturales, procesos de interpretación y de asimilación, de integración también y de desintegración que no obedecen a otra ley que a la pendular y espirílea de la historia, y, a la de la gravedad especifica de la especie humana a cada uno de sus componentes.

Los contactos aludidos son el producto de una de las direcciones en que se despliega o proyecta la dinámica geopolítica de los pueblos del Norte de África y de la península, a través sobre todo, de este centro especial de gravedad de la Historia del Occidente mediterráneo que es el estrecho de Gibraltar, centro de gravedad, también, del Islán en la llamada Edad Media europea.

Hasta julio del año 710 ramadán del año 91 de la hégira, no se tiene noticia documental fidedigna, que sepamos, de incursiones beréberes en la península de la época romana. En aquella fecha, un beréber zanatí, dicen las fuentes árabes, Tarif b. Malluk con cuatrocientos o quinientos hombres, sin duda beréberes también, se arriesgó a realizar un desembarco en la otra orilla del Estrecho, con el fin de realizar una simple excursión exploratoria que dio por resultado la obtención de botín. A fines de abril de 711/rayab del 92, Tariq b. Ziyad, probablemente otro zanatí, con unos miles de hombres, 7000 a los que se le agregaron otros 5000 poco después, según las crónicas, en su casi totalidad del tronco étnico Zanata,  entre los cuales había mestizos de negros. Tales habían sido y eran los contactos con las tribus de color del África subsahárica occidental. Abrían de par en par las puertas del arco penibético-rifeño, partido hacía siglos, y sentaban las bases para la entrada masiva de beréberes y para el establecimiento de grupos humanos de distintas tribus y procedencia en el solar hispano, al derrotar –ciertamente fue una acción violenta inducida- al rey visigodo Rodrigo, el 19 de julio de aquél mismo año de 711/28 de ramadán del 92; y al hundirse con ello, poco después, la monarquía visigoda. La entrada de aquellos beréberes cambió el curso latino, cristiano e hispano visigodo de la historia peninsular para lentamente, tomar el curso arabo-islámico en el que el elemento humano beréber, mayormente el hispano islamizado, puso de manifiesto un dinamismo tal, enfrentado o no al elemento árabe predominante, político y socialmente, en las ciudades que incidió enormemente en el devenir de la historia, y contribuyó, no menos, a la identidad y especificidad de una cultura.


Desde aquél mismo momento que hemos apuntado, no dejaron de pasar y traspasar beréberes de una a otra orilla y de establecerse hombres y familias de las más variadas procedencias –Botr y Baranis- en distintos lugares de al-Andalus. Las tribus que aportaron mayores contingentes a la hora de entrar en la Península, seguramente con el ánimo de establecerse en ella, dado los estímulos que la bondad de sus tierras, riquezas naturales y ansias de botín. Les despertaba las noticias que sin duda de ellas tenían, a parte otras razones, eran, siguiendo la clasificación y las denominaciones que de las tribus beréberes da Ibn Jaldun para aquellos siglos, tribus en su mayoría del tronco Zanata, que llevó en una gran parte el peso de la <<conquista>>. Varias fracciones o subtribus de los Matgara, la más importante por su origen y su número del grupo o confederación de los Banu Fatím, que en sus lugares de origen habitaban con carácter permanente en cabañas hechas de ramas –dice Ibn Jaldun- Un gran número de Madyunay de Miknasa, Grupos Hawwara, Narza, Gumara y Masmuda, Formaban el grupo de beréberes que pasaron a la Península con Tariq. Ello no fue más que el comienzo pues,  <<atraídos por las conquistas en al-Andalus y por el incentivo del botín, las gentes del Norte de África pasaron al-Andalus de todas partes y cruzaron el mar con lo que pudieron>>  dice Maqari. Curiosamente, Luis del Marmol Carvajal, contemporáneo de aquel, escribía  a fines del siglo XVI con referencia a las victorias conseguidas por los beréberes y árabes sobre los visigodos <<Sabidas estas victorias en África fue tanto el número de Africanos que creció en España que todas las ciudades y villas se hincharon dellos, porque ya no pasavan como guerreros sino como pobladores con sus mujeres e hijos, en tanta manera que la religión, costumbres, y lenguas corrompieron, y los nombres de los pueblos, de los montes, de los ríos, y de los campos se mudaron>>.  Tales palabras tanto las del norteafricano Maqqari como las del español Luis del Marmol, aunque sean testimonios tardíos, son dignos de crédito y expresivos para la apreciar aunque no cuantificar el volumen de gentes imazighen que se estableció en al-Andalus  y la significación que su presencia tuvo en ella, arabizados o no. Entre tales gentes, ya desde la primera hora, es decir, desde el siglo VIII, y entre otras muchas no documentadas todavía, tenemos testimonio de que figuraban: Banu Ifran, Banu Llan o Aylan, Banu Qazar, Banu Awsaya, Banu Zaarwal, Banu Razin y Banu Zennun –estas dos últimas de la tribu Hawwara,  Banu llyas, Banu Samlal y Banu Yahya b. Katir. Hubo pues, asentamientos de tribus subtribus y familia Zanata y Masmuda, en al-Andalus, desde la primera hora. Un grupo de los Nafza o Magila, pasó con el instaurador de la dinastía Omeya (Umeya) en al-Andalus, Add al-Rahman  al-Dajil b. Mu awiya, y se acogió, como tantos otros a la wala de los Bany Umayya, engrosando así el número de mawali integrados  a la gran familia árabe. Grandes migraciones de beréberes, enrolados como mercenarios en los ejércitos de Córdoba, sobre todo en la segunda mitad del siglo X  incorporaron a al-Andalus a gran número de nuevos individuos y familias de los troncos Zanata, Masmuda y –esta vez- también Sanhaya procedentes de Yfriqiya, algunos de cuyos nombres nos son conocidos. Familias o fracciones de las tribus Malzuza, Azdaya, Saldina, Ulhasa, Awaraba y Zuwawa, de la confederación Kutama, se hallaban ya establecidos en la Península en los últimos años del califato. Los tres grandes troncos étnicos beréberes estaban, pues, ampliamente representados en las distintas colonias y núcleos de población de al-Andalus a mediados del siglo XI, cuando Ibn Hazm nos da cuenta de ellos y de su ubicación o habitat. Es natural que el número de beréberes aumentara considerablemente en al-Andalus durante los siglos XII y XIII, especialmente sahárico del grupo Sanhaya y Masmuda, con la intervención de almorávides y almohades en 

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