RAMILLETE
AFRICANO
Dacil
Infanta de Taoro llamada después de se le
impusiera el bautismo por el rito católico Mencías del Castillo. Según la
leyenda casó con el invasor conquistador Fernán García del Castillo.
Hija de Benchomo (Mencey de Taoro en 1494, quien
fue la figura más representativa de los guanches del archipiélago canario. Gran
guerrero y General justiciero, ha pasado a la historia con el sobrenombre de
"Rey Grande".Murió a los 70 años en la batalla de Aguere (La Laguna ), La Princesa Dácil , la
más querida de Benchomo, era pretendida con locura por Durimán el Montañés,
pero con la invasión de los mercenarios españoles el Capitán Gonzalo del Castillo
se enamoró de ella y tuvo ocasión de hablarla a solas. Sabiendolo el celoso y
desesperado Durimám, pidió se constituyera el Consejo en demanda de justicia
que fue presidido por el rey Bencomo y el gran sacerdote, "Yo pregunto,
¿qué pena tiene por la ley la mujer que a solas habla con un hombre?- Ser
emparedada. Contestó el soberano.-Pues esa pena merece tu hija por haber
hablado a solas y con un hombre q es, además enemigo de la patria."Y
Bencomo emparedó a su hija.Luego fue puesta en libertad justificándose dicha
conversación con testigos de vista. Finalmente se casó con el capitán español.
Otra
versión de la leyenda
Dácil o Dácila, según algunos
historiadores canarios, comentan que el nombre es de origen guanche, femenino,
y lo sitúan en la isla de Tenerife que pertenece al archipiélago Canario, y
según el “ine 2.014” Dácil, se sitúa el 53% (407 jóvenes con este nombre) en la
provincia de S/C de Tenerife y un 40% (303 jóvenes con este nombre) en la
provincia de L.P de Gran Canaria y el resto en la península española, este
nombre se encuentra casi al cien por cien en el archipiélago canario. En la
actualidad es un nombre bastante moderno ya que lo portan jóvenes con un
promedio de edad de 24 años.
Dácil fue una legendaria princesa guanche de Tenerife. Ella es el personaje principal del poema más conocido de Antonio de Viana, publicado en su libro
Según cuenta la leyenda, Dácil o "Dácila" Benchomo nació en el antiguo Menceyato de Taoro (Tenerife, Islas Canarias), en la segunda mitad del XV. Ella era la hija de Adjoña, Mencey de Abona (más tarde bautizado como Gaspar Hernández) y de Dácil Bencomo (bautizada luego como Mencía Bencomo), de la cual heredó el nombre. Por tanto, era nieta del Mencey Imobac Benchomo y de Caseloria. Tenía tres hermanos:Juan, María y Elvira Bencomo. Sus tios fueron Bentor y María Bencomo (se desconoce como se llamaba antes de bautizarse), el primero de los cuales tuvo tres hijos: Derimán (Ruimán), Ramagua (o Rosalva) y Collorarpa. (Chevi)
Significado de Dácil
Dacil
(De *dasil, s. m. sing. ‘huella, paso’.)
Fuentes
§ «Y entre
ellas las Infantas, del Rey hijas, / La vna era Roſalua, la otra Dacil, / De
tiernos años, y belleza rara» [Viana 1604, III: 44r].
§ «[...] Recibieron deuotos el
Baptiſmo. / [...] Dacil [se llamó] María, / Con otros muchos nobles naturales»
[Viana 1604, XVI: 321r].
§ «[...] el
maior Señorio era el de Taoro, y su Rey llamado Bencomo de casi ò mas de 70
años governaba un su hermano Tinguaro la Reina Jañagua , y dos
hijas una Dacil, y otra Ramagua, y un hijo Deriman» [Marín 1694, II, 20: 81v].
§ «[...] la Infanta Dacil se
llamò Doña Mencia del Caſtillo, que casò con el Capitan D. Fernando García del
Caſtillo, Cauallero de la Orden
de Santiago, por amores, por cuya cauſa la conquiſta tuuo algunas ocaſiones de
abreuiarſe» [Núñez de la Peña
(1676) 1994: 171].
§ «Dacil, que
después de bautizada se llamó Mencía Bencomo, fué la primera mujer de Adxoña,
mencey de Abona, después Gaspar Hernandez, tuvo datas» [Serra Moratín 1897].
§ «Infanta de Taoro e hija de
Bencomo, llamada después de bautizada Mencías del Castillo, según Núñez de la Peña. Casó con el
conquistador Fernán García del Castillo, capitán de la caballería española»
[Bethencourt Alfonso
(1880) 1991: 345].
§ «El capitan
Gonzalo Garcia del Castillo, casó con Dacila, hija del mencey Bencomo, de
Taoro» [Anónimo RCI (s.a.)
1881: 5].
Lexema
D·S·L — Cf. [B·K·L]
Fondo, base. 2. Herradura.
(Taš) adasil,
m.; tasila, f.; (H) ădesil, m. sing.; (Mc) tisilt (ts), pl. tisila (ts), f. || s.
Planta de los
pies. 2. Pezuña (animal).
(Mc) adasil (u), pl. idasiln, idasaln; (H) ădesil, sing. ||
s. m.
Huella (de
pie). 2. Paso.
(Mb) adsil, sing.; (H) ădesil,
sing. || s. m.
Léxico complementario
B·K·L > B·Š·L — Cf. [D·S·L]
Planta del pie. 2. Anat.
Pie.
(Taš) tabakllat,
tabašilt || s. f. sing.
Pie (muy) largo o grande (de persona o
animal).
(H) ăbukâl;
(Taš) abašil || s. m. sing.
(Dr. Ignacio Reyes Garía, en: Diccionario
Insualoamaziq)
DOÑA BEATRÍZ
En 16 de noviembre de 1500. Granada. Incitativa al conde de
Cifuentes, asistente de Sevilla, alférez mayor y del Consejo, para que provea
en la demanda de Beatriz, (en otro pasaje, María) canaria, del bando de
Gazmira, que fue vendida, a pesar de ser cristiana y libre, al bachiller de
Herrera, vecino de dicha ciudad, contra el que promovió un pleito en el que
demostró su condición de libre, no obstante lo cual fue entregada de nuevo a
dicho bachiller, que la azotó, por lo que pide ser puesta en poder de una
tercera persona, hasta que se determine en su demanda, y que sea castigado el
bachiller Herrera, por incumplir la carta de seguro otorgada a los canarios de
dicha isla.
CATALINA HERNANDEZ
De quien sí podemos fijar la fecha de su muerte es de su hija Catalina,
de quien hasta hace muy poco se pensaba que había fallecido de niña al no
tenerse noticias posteriores. El profesor Lobo Cabrera (22) ha rescatado un
testamento y tras su estudio sostiene que se corresponde con la última voluntad de Catalina Hernández, la hija del Guanarteme
nacida en Córdoba. No es por tanto, como dice la tradición genealógica,
Catalina de Guzmán, la sobrina del Guanarteme, quien contaría en aquella fecha
con más de 20 años de edad, la que entró en
87 al servicio de la infanta María como menina. Argumentamos en favor de la opinión del profesor Lobo Cabrera
que las meninas, como dice el Diccionario de la Real Academia, son por
definición “Miembros de la nobleza que en la corte española entraban desde
niñas al servicio de la familia real”. Apoya este argumento el contenido del
documento de Simancas citado en el que se consignan los gastos de una cama para
Catalina la canaria: una arroba de lana para los colchones y media arroba para
dos almohadas, puesto que se puede deducir, dado su escaso peso (una arroba en
la Castilla de esa época equivalía aproximadamente a 2 kilos),
que se trata de colchones y almohadas para la infanta y su menina de
corta edad que duermen en la misma habitación.
Cuando ya es una doncella, aquella
menina regresará a Gáldar, teniendo numerosa descendencia de tres diferentes
maridos: el castellano Pedro de Vega, a quien entendemos que se haya otorgado
el apodo de “El Rey” (con quien tuvo dos hijos) el navarro Adán Acedo (con el
que tuvo dos hijos y dos hijas) y el indígena canario Blas Rodríguez (con el que tuvo una hija). Con dicha prolija
descendencia enlaza, después de dieciséis generaciones, una parte importante de
la población grancanaria actual. Los tres matrimonios se sucedieron sin que hubiera
enviudado. Parece que como princesa canaria, “hija de don Hernando de
Guanarteme, rey que fue de esta Isla” conserva el privilegio de repudiar a su
maridos y tener nuevos enlaces al modo en que lo hacían las mujeres indígenas.
Sabemos igualmente que era una mujer muy católica, no en vano pasó gran parte
de su infancia en la Corte junto a Isabel I y las infantas reales, y que vivió con mucha penuria al final de sus
días, viniendo a morir a Agüimes en febrero de 2 , a la edad de años, en casa de una persona de su
familia, aquejada de la peste, epidemia que había asolado la isla dos años
antes.
Recapitulación final
Debemos recordar que este relato
que hemos fundamentado históricamente, tuvo un precedente mejor conocido: el
rapto de Tenesoya y su canje posterior, para recuperarla, por un numeroso grupo
de rehenes cristianos, hechos que cantaran bellísimamente Cairasco de Figueroa
en octavas reales en el siglo XVI y
Néstor Álamo en preciosa prosa poética en el siglo XX (2 ).
Pero esta vez es el propio
Guanarteme quien se ofrece a sí mismo en sacrificio de rendición para recuperar
a su mujer y a su hija lo que dota de una justificable debilidad humana a
personaje tan controvertido y coloca en insostenible situación a los métodos de
la conquista castellana que no pueden ser justificados éticamente ni siquiera
en el contexto bajomedieval, como muy bien se refleja en la tradición
caballeresca cuando Guzmán el Bueno, en
29 , no rinde la plaza de Tarifa ante los denostados, por inhumanos,
sitiadores benimerines aun a sabiendas de que abocaba a su hijo a la muerte.
En este caso hablamos de una
estratagema urdida para forzar la toma de Gran Canaria utilizando como rehenes
a una mujer y a una niña pequeña. Ni la crueldad inherente a los tiempos de las
guerras de reconquista ni el fanático catolicismo de los reyes, para quienes
los nativos no serían más que unos bárbaros infieles, permiten dar amparo a
tamaña iniquidad histórica.
DOÑA JUANA CANARIA
Fueron muchas
las mujeres guanches que intervinieron activamente
en las luchas por la defensa de la
tierra y en defensa de su etnia, y posteriormente defendiendo su
libertad y la de los suyos. Veamos algunos ejemplos:[1][1] Eduardo Aznar Vallejo en sus extractos
documentales recoge: “21 de febrero de 1491 Sevilla (f. 96). Ejecutoria
declarando libre, por su condición de cristiana a Juana Canaria, que fue
vendida en Jerez de la Frontera a Nicolás Muñoz, vecino de dicha ciudad, por
Pedro de Vera, por haberse negado su marido, junto con otros canarios, a participar
en la armada organizada por éste contra Tenerife, recelando ser llevados a
Castilla y vendidos como esclavos. Ante la petición de libertad hecha al
Consejo por Juan de Guzmán, sobrino de Juana Canaria, y la réplica de Pedro de
Vera, defendiendo que dicha canaria había sido tomada durante la conquista y
que su condición de cautiva fue confirmada por la Corte en Córdoba, el pleito
fue confiado al bachiller Gonzalo Sánchez de Castro, del Consejo y alcalde de
Casa y Corte, quien condenó la rebeldía a Pedro de Vera, por no haber
presentado probanza alguna en el plazo a que se obligó su hijo Fernando de
Vera, de quien era fiador Gonzalo de Burgos, vecino de Gran Canaria, incluyendo
dicha condena los 444 maravedís de costas.”
JUANA HERNANDEZ
Nos preocupamos en todo momento
por saber qué fue de Abenchara. ¿Por qué no acompaña a su familia en esta
expedición? Puesto que su hija menor es muy pequeña, tiene tan solo cinco años,
debemos pensar que o bien ha contraído nuevos esponsales o no está en
condiciones de afrontar el viaje por deterioro de su salud. Hemos optado por
esta última posibilidad a sabiendas de que difícilmente una madre iba a
desprenderse de una hija tan pequeña a menos que hubiera asumido previamente,
por su bien, su incorporación a la
Corte al servicio de una Infanta. Pero lo cierto es que no
tenemos constancia de los derroteros de su vida, salvo en una dudosa reseña del
genealogista contemporáneo Miguel Rodríguez Díaz de Quintana para quien Juana
Fernández, apoyando la primera de las
posibilidades citadas, habría sido “una mujer notoria en la Villa de Gáldar y madre de
varios vástagos reales, tanto habidos con don Fernando como con su hermano
Maninidra y aun con otros nobles sujetos de la principal élite masculina de la
corte”.
DOÑA LEONOR
151 Agosto 16.
Valladolid. Incitativa al gobernador o juez de residencia de Gran Canaria, para que
entienda en la petición presentada por Leonor, canaria, que se queja, en nombre propio y en el de los canarios libres
de Gran Canaria, Tenerife y La Palma , de don Alonso Hernández de Lugo,
adelantado de las islas de Canaria,
que lleva por fuerza a dichos canarios a las armadas que hace en provecho propio y los echa de la tierra
porque ayudan a sus parientes cautivos.
Para la realización de esta misión se le concede poder cumplido y un salario de 150 maravedís, durante 40 días, y se le
ordena llevar consigo un escribano
público, que recibirá 40 maravedís al día, aparte de sus derechos ordinarios. Archiepiscopus. Carvajal. Palanca.
Aguirre. Cabrero. Salmerón. (E. Aznar Vallejo, 1980:213)
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