GUAYAFANTA
“Azurara también comenta
cómo en una captura de palmeros llevada a cabo por portugueses, se apresó a una
mujer «que era de talla extraordinaria para una mujer y de la cual se decía
que ella era la reina de una parte de esta isla». Torriani también indica
que «las mujeres iban por delante de los hombres en los combates y peleaban
virilmente, con piedras y varas largas».
Aunque el poder de la mujer ha
sido un hecho muy corriente en las culturas agrícolas, está mucho más acentuado
en la isla de La Palma.”
“Y fue así que descubrieron a Guayafanta, palmesa de hermosa tez
y cuerpo gigantesco, de gallardo talle y traza majestuosa. Al verla corrieron
con gran ímpetu en su alcance.
Guayafanta, acosada, hizo frente a sus enemigos. A uno de ellos, el más
ardiente en perseguirla, lo derribó y, ante el asombro de los otros, lo cargó
bajo del brazo marchando con él aprisa hasta el borde de una peña escarpada.
Mostró intenciones Guayafanta de arrojarse con su enemigo peña abajo. Y
a la verdad que lo hubiese cometido si sus ocho perseguidores, arrojándole sus
lanzas sin aviso, no le hubiesen roto con mucha crueldad ambas piernas.
Sólo de aquella forma lograron reducirla y hacerla esclava.”
En las fuentes documentales del pasado precolonial
de Canarias suele otorgarse a la población masculina un papel preponderante en
la batalla, al tiempo que la mujer es relegada a un plano secundario: mientras
ellos protagonizan la lucha armada, ellas se limitan a llevar a cabo ciertas
actividades auxiliares. Cuando Alonso de Espinosa [(1594) 1980: 43] se ocupa de
las guerras y peleas acontecidas en las antiguas sociedades amazighes de
Tenerife, también se hace eco de esta particular división del trabajo:
“iban
también sus mujeres con ellos, que les llevaban la comida, y para si morían,
que los trajesen a sus entierros y cuevas y, aunque fuesen vencidos, no hacían
daño alguno los vencedores a las mujeres ni hijos de los vencidos, ni a los
viejos y hombres que no fuesen de guerra, antes los dejaban en paz volver a sus
casas.”
Abreu Galindo [(ca. 1590) 1977: 299] apunta en la
misma dirección que el dominico cuando afirma que, en tiempos de guerra, los
guanches «llevaban consigo sus mujeres
con la provisión que habían de comer, y, si morían en la guerra, para que los
llevasen a enterrar a sus cuevas». Y también para la isla de Gran
Canaria encontramos testimonios similares, aunque con un matiz muy preciso
acerca de su eventual predisposición bélica:
Si [los
enemigos] los seguían i buscaban peleaban bravísimamente hasta las
mujeres, que tiraban / muchas piedras arrojadizas i dardos i mucho aiudaban.
Venían con ellos a la pelea a traerles la comida i retirar los muertos suios i
a el pillaxe de los caídos i a dar armas a sus maridos i hijos, i a dar voces i
gritos i hacer visajes i echar retos y amenasas que causaba mucha rissa [Gómez
Escudero (ca. 1484) 1993: 433].
La ferocidad de la mujer awarita
Sin embargo, esas mismas fuentes documentales se
encargan de transmitirnos la excepción más clara a la norma: el caso de la isla
de La Palma ,
donde «Las mujeres eran más
valientes que ellos, y en las emergencias iban ellas en adelante y peleaban
virilmente, con piedras y con varas largas» [Torriani (1590) 1978: 225].
Abreu Galindo [(ca. 1590) 1977:
272] anota que, en su tiempo, era común «la
fama de que los palmeros fuesen pusilánimes, y para poco en hechos de guerra, y
menos que las mujeres». Comenta que, al no compartir esa opinión, se
decidió a investigar «porqué
ponían más ánimo en las mujeres que en los hombres, y porqué hacían a ellas
cabeza de gobierno de la guerra, y a ellos de la paz». Tras sus
pesquisas, concluirá que la fama de cobardes atribuida a los palmeros tuvo su
origen en la comparación: mientras las mujeres auaritas eran más valientes de
lo que la sociedad de la época esperaba, los hombres, cuya corpulencia era
notable, no resultaban ser proporcionalmente más bravos. En palabras de Abreu
Galindo [(ca. 1590) 1977: 275]:
[...] las
mujeres, para su estado, se mostraban varoniles, y ellos, para los grandes
cuerpos que tenían, no hacían tanto cuanto de ellos se esperaba; y [...] más
común era entre ellos la grandeza de los cuerpos, que de los hechos, por falta
de la ocasión en que emplearse.
De todos modos, durante la argumentación en favor
del hombre auarita, Abreu Galindo [(ca. 1590) 1977: 275] no resta méritos a la
mujer palmera. Al contrario, afirma que estas no eran «de menos corpulencia que los hombres»,
que se caracterizaban por sus «ánimos
varoniles» y que «su ferocidad
ejecutaban sin perdón en los cristianos».
El porqué del carácter belicoso de las auaritas
es algo que aún se nos escapa, aunque, como desliza Pérez Saavedra [(1982)
1997: 243], bien podría estar relacionado con el elevado prestigio social y
religioso del que gozaban las féminas de la Isla. En ocasiones, se ha pretendido establecer
paralelismos entre la mujer palmera y las míticas amazonas de Heródoto,
mencionadas por el historiador griego cuando habla de la Libia –la zona norteafricana
habitada por amazighes desde tiempos inmemoriales–, por lo que la
búsqueda de un hipotético origen común no parece demasiado complicada. Sin
embargo, el halo de ficción que envuelve a las legendarias guerreras
continentales hace que lo más prudente sea dejar en suspenso esas
teorías.
La awuara
Guayanfanta y la hermana de Garehagua
Antes de la conquista de La Palma , la población auarita
sufrió diversas incursiones piráticas protagonizadas por los colonos europeos
instalados en El Hierro, quienes se dirigían a la isla vecina con el objetivo
de robar y cautivar isleños. También durante aquellas escaramuzas la mujer
palmera hizo gala de una bravura y una fortaleza física que quedarían
reflejadas en la obra de Abreu Galindo [(ca. 1590) 1977: 279], cuando habla de
la hermana del capitán palmero Garehagua (Gar_ehawa,
‘Perro vil’):
y los
cristianos que fueron en su alcance prendieron un palmero y una palmera, [...].
La cual, como se vió presa, volvióse contra el cristiano herreño, que se decía
Jacomar, y púsolo en tanto aprieto, que le convino favorecerse de las armas; y
así le dió de puñaladas y la mató.
El mismo autor inmortalizará en las páginas de su
Historia la pelea entre una cuadrilla de colonos herreños y la palmera
Guayanfanta, mujer «de grande ánimo y gran cuerpo, que parecía gigante, y [...] extremada blancura»:
[...]
como los cristianos la cercaron, peleó con ellos lo que pudo y, viéndose
acosada, embistió con un cristiano y, tomándolo debajo del brazo, se iba para
un risco, para se arrojar de allí abajo con él; pero acudió otro cristiano y
cortóle las piernas, que de otra suerte no dejara de derriscarse con el
cristiano que llevaba [Abreu (ca. 1590) 1977: 279].
El trágico final de Guayanfanta
(wayya_n_fant´az, ‘orgullosa’, lit. ‘espíritu de vanidad o jactancia’)
no parece ser una excepción. En varias ocasiones, las fuentes
etnohistóricas nos hablan de nativos que habrían preferido la lucha cuerpo a
cuerpo –y, en última instancia, el suicidio– antes que la sumisión al yugo
invasor. Y, en ese último aspecto, las mujeres del resto del archipiélago
canario no parecen haber sido menos decididas que las de La Palma. Un claro ejemplo
lo constituyen los topónimos grancanarios del Despeñadero de las Mujeres, el Risco de las Mujeres o el Salto
de las Mujeres, todos ellos documentados en nuestras fuentes
etnohistóricas [Pérez Saavedra (1982) 1997: 169-170].
Fuentes
ABREU GALINDO,
Juan de. 1977 (d. 1676). Historia de la conquista de las siete islas de
Canaria. Edición crítica con introducción, notas e índice por A.
Cioranescu. S/C de Tenerife: Goya.
ESPINOSA, Alonso de. 1980 (1594). Historia de Nuestra Señora de Candelaria. Introducción de Alejandro Cioranescu. S/C de Tenerife: Goya.
ESPINOSA, Alonso de. 1980 (1594). Historia de Nuestra Señora de Candelaria. Introducción de Alejandro Cioranescu. S/C de Tenerife: Goya.
GÓMEZ ESCUDERO,
Pedro. 1993 (< 1934 < 1682-86 < ca. 1484). Líbro segvndo prosígve
la conqv’sta de canaria. Sacado en límpío fielmente del manuScrito del licencí.
Ped∞ Gomes Scudero Capellan, en Morales Padrón (1993: 383-468). [Microfilme
Millares Carlo (1934), ms. F-1, en El Museo Canario, basado en una copia
–desaparecida– del Marín de Cubas, realizada entre 1682 y 1686].
MORALES PADRÓN,
Francisco (ed.). 1993 (1978). Canarias: crónicas de su conquista.
Transcripción, estudio y notas. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo,
2ª ed. (Ínsulas de la
Fortuna , 2).
TORRIANI,
Leonardo. 1978 (1590). Descripción e historia del reino de las Islas
Canarias. Introducción y Notas por Alejandro Cioranescu. S/C Tenerife:
Goya.
Bibliografía
PÉREZ SAAVEDRA,
Francisco. 1997 (1982). La mujer en la sociedad indígena de Canarias.
Tenerife: CCPC, 4ª ed.
REYES GARCÍA,
Ignacio. 2005. Guía de nombres guanches. Tenerife: La Marea.
Imagen tomada de: Mundoguanche.
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