lunes, 6 de octubre de 2014

MUJERES AFRICANAS SINGULARES-XIII


CRÓNICA DE UN RAPTO ANUNCIADO


Así nos cuenta el insigne Tomás Arias Marín de Cubas la captura de  Tenesoya  en las costas de Bañaderos, en el norte de Gran Canaria:

 “Luego que llegaron de España imbio a Canaria Doña Ignes a ver si por alguna espia se supiesse lo que alla pasaba: volvió la caravela con tres cautibas, una mosa, las dos ancianas, que en el Charco del bañadero, en la Costa del Airaga se estaban bañando; las ancianas cuidaban de la Mosa que era Señora sobrina del Guadartheme: cautivaron las quatro hombres por tierra a vista de la lancha que luego los recogía; acudiendo a la defenza quince o mas canarios a nado, mataron dos a estocadas y a otros retiraron heridos, que siegamente se metian a hazer presa. Desmaiada la Mosa, le rociaron con agua salada, y vuelta en si se arrojo a el agua y fue detenida y atada luego...”

Hemos comentado en anteriores artículos nuestra convicción de que  Marín de Cubas, que escribe su obra Historia de las siete islas de canaria en el siglo XVII, tuvo que tener en sus manos la crónica primigenia de Pedro de Argüello. Este texto que hemos leído es un respaldo indudable a dicha hipótesis. Ningún otro historiador describe estos hechos antes que él; y lo hace de un modo tan directo y con tal cantidad de detalles que no puede caber duda acerca del carácter primario del texto, es decir, que alguien que está viendo lo que ocurre, lo narra posteriormente al cronista que lo escribe.

Probablemente, como nos dice Lobo en su obra Las Princesas de Canarias, haya sido la propia Luisa de Betancor la que contara sus andanzas, una vez establecida en Gáldar. Su vecino Pedro de Argüello, el cronista de la isla, tenía pues muy cerca de su casa a privilegiadas informantes, no solamente a Luisa, pues también en torno a la misma plaza residían Catalina y Margarita Hernández, las  hijas de Tenesor, y hasta la mismísima Catalina de Guzmán, la hija de Egonayga, el guadarteme bueno que convivió algunos años con Tenesoya hasta su matrimonio con el castellano Hernando de Guzmán.

Algunos comentarios sobre el texto de Marín de Cubas:

-La fecha del asalto es motivo de disensiones entre los historiadores. Voy a echar más fuego a esa hoguera señalando una fecha de referencia tardía, en torno a 1475, poco tiempo antes del gran desembarco con el que se inicia la cruenta guerra de conquista.

Como principal argumento para defender esa datación señalamos que  su prima Arminda  (Catalina de Guzmán) recuerda la escena y la da a conocer al cronista, cuando ya es mayor,  según recoge la  Ovetense:

“y afirmaba la hija del guadarteme, que era persona de mucha verdad, que la noche que Luisa de Betancur se vino de casa de su tío a enbarcar, que se levantó de junto della y abrió la puerta que es muy pesada, que yo la he visto, y que abriéndola hace mucho (ruido) y que pasó por los perros que tenían fuera muy bravos y que la puerta no hiso rruydo ni los perros ladraron, que todo lo tubo por gran milagro…”

-         Tenesso, la hija de Aymedeyacoán,  convivía en la corte de Gáldar, con Arminda y su padre, el viejo Egonayga. Sabemos que Arminda era por entonces una niña pequeña pues a finales de 1482 aún no había alcanzado la pubertad. Si hubiera sido púber en esas fechas, habría sido la casada con Bentejuí  en lugar de su prima. Presumimos por estas razones que Arminda Masequera, como ya adelantamos en el capítulo a ella dedicado, nació en torno a 1470 y que debía tener  entre 5 y 7 años de edad  (antes no conservaría recuerdos) cuando tuvo lugar el rapto y la posterior evasión de su madrastra. Debemos concluir de todo esto que Tenesoya no era una menina o dama de compañía de la princesa sino la misma Guayarmina de Gáldar a la que Egonayga habría desposado tras la muerte de Atendiura, su primera esposa real. De nuevo las crónicas acuden en apoyo de estas ideas con la continuación del relato de doña Catalina de Guzmán:
-          
“ y luego que halló menos y el Guadarteme lo supo, acudió a la mar y quando llegó halló que estava embarcada y dio a la vela la vuelta de Lanzarote, de lo cual tomó gran pesar que la amaba mucho y con este dolor estuvo algunos días del cual enfermó dejando por única heredera una hija de ocho años que era de su mujer lijitima, la qual y el govierno de la isla encomendó a un su sobrino, mansebo cuerdo, hijo de su hermano…”

- Los asaltantes son sin duda los hombres de Diego de Herrera, el autodenominado rey de las islas, cuya actividades más rentables, además de la venta de la orchilla, estaban relacionadas con la venta de esclavos capturados tanto en las costas africanas como en las islas que quedaban por sojuzgar. La escena recreada por el cronista nos habla de cuatro hombres agazapados que apresan  a unas mujeres que se bañaban en el charco y que rápidamente son recogidos por una lancha que estaba al quite. El rapto de Tenesso no fue por tanto una incursión más en busca de esclavos. Los asaltantes están aleccionados sobre el lugar, la fecha y la relevancia de la mujer que baja a la marina, como dice Cairasco, para realizar determinados ritos de purificación. Néstor Álamo en su preciosa obra Tenesoya Vidina y otros relatos, se recrea en la historia imaginando que el carabelón que trae a los intrusos debió arribar la noche anterior dejando en la playa un comando de raptores con instrucciones precisas.

- Los liberados fueron muy numerosos, como señalan las crónicas, por lo que habría que pensar que, en vez de bueno, el guadarteme Egonayga debió ser tildado por los suyos de pacato. El pobre viejo, en dos episodios no alejados en el tiempo, en el ataque de las mesnadas de Silva a la capital de su  reino, y en el rapto y rescate de Tenesoya, permitió la liberación de centenares de soldados enemigos, muchos de los cuales habrían de incorporarse más tarde  al  ejército real castellano contribuyendo decisivamente, por su conocimiento del terreno y de las costumbres de los canarios, a la victoria final de los invasores. Entre los liberados en el canje hay que hacer mención, por la relevancia del personaje, del que será poco después el primer alcalde de la Villa Real de Las Palmas, Juan de Mayorga (no Francisco, según Cebrián Latasa), quien, no por casualidad, ejerció de padrino de bautismo y de curador de Arminda, junto a su esposa Juana Bolaños. Lo fue por  petición expresa de los propios faycanes que condujeron a la reina-niña hasta El Real. La razón de fondo es que Mayorga pasó un tiempo  cautivo en la corte del viejo Egonayga después de que la Torre de Gando, de la que era su alcaide, fuera atacada por los canarios al mando de Maninidra y derruida hasta los cimientos.

B. RECAPITULACIÓN SOBRE LA SUCESIÓN  MATRILINEAL

En el prólogo del novedoso libro Los Semidanes de Canarias (Ed. Anroart) escrito por mi hermano Roberto Hernández Bautista tuve la oportunidad de reflexionar en voz alta sobre las ideas antedichas:

“Me arriesgo a plantear, en este prólogo, una cuestión que puede resultar polémica porque rompe con esquemas sesgados de la historiografía a la hora de explicar la sucesión en la dinastía de los Semidanes. Defiendo la hipótesis, como todos los historiadores contemporáneos, de  que el trono del reino insular se hereda por sucesión matrilineal, de guayarmina (reina) a princesa mastegena (heredera del trono), o lo que es lo mismo, de madre a hija de mayor edad en la dinastía real; y en caso de no tener descendencia femenina, de guayarmina a hermana mayor de la reina y de esta a su descendencia femenina por orden de primogenitura. Pero añado la idea fuerte de que los guanartemes o reyes, lo son, solo en tanto que esposos de la reina; y los faysages o sumos sacerdotes, solo en tanto que tíos de la reina, hermanos varones de su madre.

El esquema sucesorio se complica, sin embargo, cuando la isla se fragmenta en dos reinos a mediados del siglo XV. La partición del territorio insular entre los primos Egonayga y Ventagoye, guadartemes de Gáldar y Telde respectivamente, derivada del problema sucesorio que se crea en el linaje de Andamana tras la muerte de Atendiura, genera disensiones en cuanto al orden dinástico a la hora de establecer las regencias de ambos reinos, pero solo hasta el momento en que Arminda,  la indubitada heredera del trono insular, una vez restablecida la línea dinástica, alcanzase la mayoría de edad, convirtiéndose en guayarmina de toda Canaria. Este hecho no ha sido cuestionado  por ninguno de los cronistas e historiadores a la vista del ruidoso ceremonial de la entrega de la joven el 26 de  julio de 1483 a las puertas del Real de Las Palmas, pudiendo por tanto establecerse que el linaje femenino que otorga el derecho al trono insular emana de Atendiura, la madre de Arminda y primera esposa de Egonayga quien falleció prematuramente tras el parto de su única hija.

Las capturas sucesivas de las mujeres designadas guayarminas regentes de Canaria, a la espera de la mayoría de edad de Arminda, primero la de Tenesoya (defiendo que Tenesoya es la segunda esposa de Egonayga gracias a cuyo matrimonio este se mantiene al frente del guanartemato tras la muerte de Atendiura), y más tarde la de Abenchara, son hechos que pensamos que no fueron fortuitos sino programados. De ahí que la siguiente en el orden dinástico, la llamada con toda razón Guayarmina, la hija mayor de Abenchara, fuese conducida prontamente, junto a la pequeña Arminda, hacia las cumbres más remotas para ser alejada del asalto de los secuestradores de reinas pasando a ser la última reina regente de la isla una vez casada con  Bentejuí, el hijo del difunto Ventagao de Telde.

Pensamos que en relación directa con estos hechos se sitúan los viajes a la Península del guanarteme regente de Telde, Aymedeyacoán en 1481, y del guanarteme regente de toda la isla, Tenesor Semidán en 1482, para rendir vasallaje a los Reyes Católicos. En el primer caso, es la hija de Aymedeyacoán, Tenesoya, capturada en Bañaderos y canjeada por un centenar largo de prisioneros cristianos, quien poco después  abandonaría la isla por voluntad propia, la que desde su residencia en Lanzarote pudo hacer servido de enlace para organizar la expedición, encabezada por su padre, encaminada a denunciar las tácticas de tierra quemada del gobernador; en el segundo, es la esposa de Tenesor, la reina Abenchara, la que resulta apresada en Guayedra y embarcada con urgencia hacia la Península, siendo entonces el espía Juan Mayor, desde la casa fuerte de Agaete, el encargado de negociar con el guadarteme las condiciones de su entrega y remisión  a la corte castellana.

Todo esto es ciertamente complicado, pero me aventuro a sostener que los raptos de ambas mujeres fueron acciones organizadas por las autoridades militares castellanas, con el consentimiento real, conocedores del papel que estas jugaban  como pilares de la soberanía insular canaria, y habida cuenta de la pérdida de legitimidad de los guanartemes si  desaparecían las figuras reales femeninas que eran el sustento de su  poder. No puede ser verdad que dos reinas regentes, tratándose de quiénes se trata, fuesen apresadas de manera fortuita. Las cuadrillas que realizaron dichas capturas tenían que estar avisadas sobre el día y la hora en que la guayarmina Tenesoya acudía a  ciertos bañaderos para realizar  sus ritos de purificación, o sobre las fechas en que estaba desguarnecido el lugar de Guayedra donde se ocultaba  la guayarmina Abenchara, para, con sus raptos y posterior extorsión a sus esposos, forzar  la división y la guerra civil entre los canarios, como así ocurrió.

(Faneque Henandez Bautista - Juan R. García Torres)


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