jueves, 23 de octubre de 2014

EL DEVENIR HISTÓRICO DE UNA NACIÓN COLONIZADA




CAPITULO IV




Eduardo Pedro Garcia Rodríguez

1483. En el verano hubo un levantamiento parcial de los guanches, quienes ajusticiaron a algunos frailes, a los que arrojaron por el  risco del Lentiscal; probablemente a los dos dominicos que acompañaban a Pedro de Vera: Fray Pedro de las Cañas y Fray Juan de Lebrija, encubridores de los desmanes del capitán invasor.
1483 Enero. En los inicios del mes, partió el sanguinario conquistador, general Pedro de Vera con lo más lucido de sus tropas, pasando por Arucas y la costa de Lairaga, asentándose en Gáldar mientras esperaba a su cuerpo auxiliar de gomeros comandados por Herrera que partían desde Agaete.
Es aquí donde averigua Vera el punto exacto donde se encuentra el último baluarte de resistencia, donde los resistentes siguen fuertes al mando de Bentejuí, acompañados del faicán de Telde y de la princesa Arminda, que además era muy respetada por los canarios, por ser la heredera de Guayasen. El sitio, en concreto, es el Bentaiga, un roque que destaca por una altura de sesenta metros sobre el sitio más alto de la montaña de Tejeda, de magníficos acantilados de basalto, que la hacían inexpugnable.
En la base, donde descansa el roque, se encontraban cuevas grandes que demostraban lo importante de este asentamiento indígena. Unos estrechos peldaños, hechos por la mano del hombre, permitían peligrosamente acceder hasta la plataforma, donde se celebraban ceremonias de culto por el rito de la Iglesia del Pueblo Guanche, y en aquel momento, donde también hacía las veces de lugar de encuentro para debatir la defensa de la patria.
En la cima se encontraban los guerreros y valientes, que luchaban con su vida, para no someterse a los bárbaros invasores. Luchar por la libertad, por la patria, contra las vejaciones, el expolio y la esclavitud.
Los españoles se mantuvieron fuera del alcance de piedra de los canarios y como tardaron bastante en actuar, los guerreros isleños los increpaban desde las alturas, haciéndoles ver que solo eran capaces de hacer la guerra montados a caballo. Esto hizo, que algunos soldados se acercaran con tan poca prudencia como inteligencia, ya que los enormes bloques que los canarios lanzaron por la escarpada pendiente, los aplastaron en el acto.
Durante la noche los valientes guerreros guanches, dejaron en lo alto del cerro una fuerte hoguera que engañaría al enemigo, mientras ellos, se refugiaban en una zona entre Veneguera y Tazartico, acampando a lo alto de un fuerte parecido al Bentaiga, pero con sólo dos senderos, uno abierto desde el mar y el otro por tierra.
   Pedro de Vera llamó a sus oficiales a consejo de guerra, y teniendo muy en cuenta al traidor Guanarteme que conocía muy bien el terreno, Vera decide que el ataque se resolverá desde dos frentes distintos, uno desde la zona de mar, que sería comandado por Miguel de Mujica con trescientos soldados vizcaínos y el de tierra, bajo el mando del propio Guanarteme con sus deudos, quedándose Vera con el cuerpo de reserva y la caballería, favoreciendo al grupo que se encontrara en peor situación.
Una de las cosas que habían decidido, era que el ataque por mar debería esperar hasta que el de tierra estuviera bastante adelantado. Pero Miguel de Mujica, estaba impaciente por acabar cuanto antes, muy seguro de que soldados de verdad podrían resolver la batalla. La situación de precaución, era a su entender, un sentimiento de debilidad o de pusilanimidad y comenzó a trepar por el cerro sin esperar la señal convenida.
   Los canarios que los observaban se mantuvieron quietos y movidos por su astucia habitual, dejaron que la columna de soldados avanzara, hasta que entraron por un sendero, donde comenzaron a ir en fila india. Una fila de a un solo hombre, que cuando estuvo a mitad del cerro, se encontraron con los gritos y silbidos acostumbrados antes de que la lluvia de piedras, dardos y peñascos comenzara a golpearlos sin tener posibilidad de huir. Acabaron muchos de ellos muertos en el mar, mientras los otros se tropezaban entre ellos, cayendo y rodando por el precipicio. Cráneos destrozados, miembros mutilados y sangre, mucha sangre que corría por las laderas, y mientras, Vera, contemplaba desolado que no los podía socorrer sin caer en una muerte segura.

En este momento, imploró y suplicó al traidor Guanarteme que hiciera algo, que intermediara entre los isleños rebeldes.
Si ese día no hubiera intercedido el Guanarteme sumiso, no se hubiera quedado nadie con vida y la conquista hubiese dado un vuelco diferente. Ese día el faicán de Telde, le dijo al traidor: “Guanarteme conoce este día y quítate de en medio, y mataremos todos esos cristianos y quedaremos libres ustedes y nosotros, ven y volverás a ser el rey de esta isla, vengando nuestras injurias”. Respondiéndole Thenesor: “No quiero; que por cierto no haré nunca traición a lo que tengo prometido”.
Aún así, los alzados valerosos y bravos canarios, permitieron que los invasores recogieran a sus muertos y heridos, dándoles tiempo a los bárbaros sanguinarios a volver a rearmarse y seguir adelante con la conquista.
Doscientos fueron los vizcaínos muertos ese memorable día de lucha por la libertad de la patria, muriendo por las heridas contraídas en Gáldar, el propio Miguel de Mujica, siendo la derrota más grande que se había infringido a los invasores en Gran Canaria. (Faita 2006)
1483. Después del mes de Junio envió Pedro de Vera recado á D. Fernando Guadartheme, que hiciese venir á su sobrina, con los demás nobles sus parientes, al Real, á entregarse como estaba pactado; y luego dieron orden de traerla desde Tirajana por Telde, sin que viniese con ella ningún cristiano español; traíanla en hombros de cuatro capitanes nobles, de cabello largo y rubio, en una andas de palo á modo de parihuelas, sentada, vestida de gamuza á modo de badanas ó pieles adobadas, de color acanelado; venían delante de las andas cuatro capitanes con capotillos de badana llamados tamarcos, braguillas de junco, majos en los pies y guapiletes en la cabeza, y lo
demás desnudo; al lado de las andas, algo hacia atrás, dos tíos suyos Faisajes, y después se seguía un grande acompañamiento de hombres todos que servían de traer las andas á remuda. Salió Pedro de Vera con mucha gente al recibimiento, y ellos hicieron su entrega por medio de la lengua ó intérprete, diciendo que allí venía la Señora de toda la tierra, heredera única y legítima hija de su señor Guanartemy Guanachy Semidan, legítimo dueño y señor de la verdadera línea y sucesión de dominio y señorío de la tierra; y que ella hacía entrega voluntaria, y todos sus tíos y parientes que allí venían, gobernadores de la tierra, en nombre y debajo de la palabra de su señor muy poderoso y católico Rey D. Fernando entregaba su persona y personas al Capitán Mayor de los cristianos que allí presente se halla que es Pedro de Vera, del Rey de Castilla y León. Pedro de Vera y demás caballeros la recibieron á pie, y fue abrazando á todos con mucho cariño; traían todos los canarios el cabello suelto por las espaldas, y la Señora Arminda, que los españoles llamaron Almendrabella, traía vestido un ropón de gamuza con medias mangas hasta la sangraqera y largo hasta los pies, y zapatos de lo mismo pespuntados, y vestía una tunicela debajo de la ropa con cuerpo de jubón á modo de justillo, de más delgada badana; era el cabello largo y rubio, aderezado con arte, y en él puestas algunas cosas de tocado que le habían dado á uso de España; y el faldellín pintado á colores; tendría veinte años, era gruesa y más de mediano cuerpo, robusta, el color algo moreno, ojos grandes y vivos y el rostro algo alegre y celebrada de hermosura, la boca algo larga, la nariz pequeña, algo anchas las ventanas, el cuello redondo y crecida de pechos.

Después que se hubieron adelantado del lado de las andas los dos Faisajes é hicieron entrega de su Señora y los demás pidieron que se encomendase á persona noble, y ellos pidieron que fuese en casa de Francisco de Mayorga con su mujer Juana de Bolaños, que allí estuvo con otras españolas y Pedro de Vera la prometió y juró hacerlo así como todos lo pedían, aunque estuvo siempre á su cuidado y al del Obispo ella fue muy bien recibida y siempre correspondió agradecida al cariño de todos tenía ingenio y discreción, fue cristiana, que luego la prometió de ser llamóse Doña Catalina de quadarthemy, fue su padrino Rodrigo de Vera, hijo de Pedro de Vera, y Francisco Mayorga y su mujer la madrina echóle el agua el Obispo D. Juan de Frías decíale esta Señora á las canarias que aquella era vida de hombres y la que tenían primero era de brutos y fieras salvajes fue casada con un capitán de infantería, D. Ramiro Guzmán, andaluz pasaron á la conquista de Thenerife, no tuvo sucesión él murió de repente, que se presumió ser violentamente. Casaron con españoles otras primas ó parientes de esta Señora. Una hija de Vtindana, hermano de quanache, que se llamó Juana quadartheme casó con Francisco de Cabrejas y tuvo sucesión en Gáldar, otra prima, hija del Faisaje tuerto de Tara en Telde, hermano de su madre, se llamó María Guadartheme y casó con Juan Delgado que pasó á Tenerife y tuvo sucesión y otras á este modo, que hubo por línea femenina, donde feneció la generación de los canarios: El Obispo cuidaba con grande celo del regalo de los canarios así viejos, niños, como hombres y mujeres, dándoles de comer y reparos de vestir con liberal mano, que todos la aclamaban como Padre y Santo Prelado, por ser ejemplar su vida siempre.

Diose luego cuenta de todo á España, de que Sus Altezas tuvieron mucho gusto del reducimiento de los canarios y de su buen estado. Envió Pedro de Vera á la isla de la Madera á buscar plantas de todos frutales, hierbas de olor, flores de recreo y animales mayores y menores, que de todo se ha dado bien al mismo modo que en España, sin diferencial de la Gomera se trajeron perdices y conejos que había criado y traído de África Sancho Herrera el Viejo, de un coto de venados y montería que allí tenía repartiéronse entre los vecinos algunos granos para sembrar, que acudían largamente en su multiplicación viniéronse algunas, y después muchas familias á vivir, repartiéronse en los campos y lugares, plantando caña de azúcar, parras, árboles, sacando acequias, haciendo albercas, molinos de agua, ingenios de azúcar, hasta que enviase S.M. la Cédula de Repartimiento, que todos esperaban por el debido premio y pago de sus servicios.

Demás de los hidalgos aventureros que sirvieron sin sueldo, hubo muchos que con sus personas, armas, caballos y maravedíes sirvieron á S.M. fueron el factor Miguel de Mujica, que nombró por heredero á su pariente Juan Siverio que cobró toda su parte. El capitán Palencia, con cinco hijos, sirvió con peones pagados, sus personas, armas y préstamos; murió en la conquista él y tres hijos; cobraron los dos, Tomás de Palencia y Alonso Rodríguez de Palencia; y otros que faltan á la memoria. De Lanzarote vino Santa Gadea, francés, que trajo caudal, que casó una hija con Francisco Martel, francés, vecino de Lanzarote, que sucedió en el mayorazgo de Arucas, que fue de uno de los Palencias.

Sirvieron sin sueldo tres hijos del Gobernador Pedro de Vera, Fernando, Rodrigo y Martín de Vera, que dejó su casa para Hospital de Pobres, que es San Martín, Hospital de Canaria. (Marín de Cubas [1694] 1993:168-72)

1483 Abril 29. Los últimos canarios que resisten a las tropas de la Corona de Castilla se rinden en la fortaleza natural de Ansite ante la imposibilidad de seguir luchando por la independencia de Tamaránt (Gran Canaria). Ante la rendición en masa de los pocos guerreros que aún mantenían la lucha, Bentejuí, último guanarteme de la Isla, y el faycán de Telde, se suicidan arrojándose al vacío desde las alturas de Ansite. Otros muchos optaron por el suicidio antes de caer vivos en manos de las tropas mercenarias castellanas. Con este triste pero heroico capítulo culminó la ocupación y conquista de la Isla de Tamaránt (Gran Canaria) tras cinco años de guerra continúa desigual y heroica defensa por parte de los canarios.

Los invasores castellanos dan por  hecho, la ocupación de la isla de Tamaránt aunque esta no fue efectiva hasta que la Princesa Arminda (conocida por los invasores como Almendrabella)  fue entregada de manera previamente pactada con los invasores en un pre-acuerdo, tal como recoge el historiador don Tomás Marín de Cubas:“[...] Bajaron del peñón de Ansite todos los nobles canarios de cabello largo y rubio, sin armas, acompañados de Guadartheme, rendidos ante Pedro de Vera, dando la obediencia al Rey de Castilla en su nombre y de la Señora, única heredera de toda la tierra, hija única de matrimonio, del legítimo y verdadero señor Guanache Semidán, tío del Guadartheme y otros Gaires y Faisajes, que ellos daban su palabra de llevarla á entregar al Real de Las Palmas en cogiendo sus panes, que sería después de San Juan. Mucho insistió Pedro de Vera que viniese luego, más llevóse en rehenes consigo ciento sesenta canarios de los más esforzados y que asistiese con Guadartheme y se fuesen a vivir a Gáldar.” (Marín de Cubas, [1.694] 1.993:165)

1483 Abril 29.  El traidor y converso Tenesor Semidán habla con Guayarmina Semidán y con Bentejuí en la fortaleza de Ansite, tras lo cual la descendiente de los Semidán baja, y Bentejuí y el Faican de Telde se desriscan, sin que esté constatado por ningún cronista la aparición de los cadáveres.  Grupos de Alzados se difuminan por las cumbres de Tmaránt, asentándose en caseríos de difícil acceso para los invasores españoles.

1484. Los canarios después de la invasión y conquista. Común error fue para propios y extraños la creencia inducida por la metrópoli y especialmente por el clero católico de que la raza indígena había desaparecido de Tamaránt “Gran Canaria” a los pocos años de su conquista; afirmación que hemos combatido en otro lugar de esta historia refiriéndonos a todo el archipiélago, y que los modernos métodos de investigación en los campos histórico y genéticos demuestran que tal supuesta desaparición de la raza ha sido una de tantas falacias sostenidas por el colonialismo.

1484 Juan Frías, obispo de Canarias y Rubicón, quiso cobrar el diezmo de las islas. Inés de Peraza, en nombre propio y de y Diego de Herrera, "cuyas son las Yslas de Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Fierro", no las "islas Canarias", en conjunto, como poco antes, recordaron al prelado, documentos en mano, que pertenecía a los señores, como en toda tierra, que perteneció al Temple. De paso se quejaron de las 40.000 cabras del prelado, que pastaban en Erbania (Fuerteventura), desde hacía 20 años, no habiendo pagado jamás un maravedí, de diezmo ni herbaje, Los reyes dieron la razón a los señores, respondiendo la iglesia católica que las tales cabras, estaban en la isla desde que las ocuparon cristianos. Compró 5.600 quintales de orchilla, "buena, limpia e enxuta", en 10 doblas cahíz, a razón de 800 por año, quedando los Peraza a autorizados vender el excedente, en los dos primeros, de no absorberlo Rivera, a condición de mantener el precio. (L. Al. Toledo)

Tan perjudicada  la Iglesia católica  como Fernán, por la suspensión de la trata, pues el diezmo era de importancia, señor y clérigos se aliaron, buscando solución al problema.
Siendo la clave la religiosidad de los isleños, el Deán de San Juan concluyó que los interesados, habrían de probar que "no eran ni fueron cristianos", pues aunque "nombre tuviesen, ninguna obra de platica fasían", usando "nombres gentilisos, binieno desnudos e teniendo ocho o diez mugeres, no consintiendo entre sí cristianos, antes tomándolos e fasiéndolos otras muchas superticiones". Al tiempo que palmeños y guanches reclamaban conversión, la Iglesia católica local declaró de urgencia, enmendar las desviaciones de los gomeros. Para ello les hicieron jurar y firmar, que de no apartarse "de sus ritos y errores" en fecha fija, aceptaban "ser conquistados" por enésima vez, "e dados en cautiverio e perpetua servidumbre". Ratificado el documento por el prelado y la corona castellana, Fernán aguardó el término del plazo, para reanudar las cabalgadas, alegando que persistían "en sus malas costumbres y errores". Enteradas las víctimas, tomaron "tal omecillo" contra el señor de la isla, que en reunión celebrada en la "villa" de la Gomera, "todos juntamente... acordaron de lo matar". Yendo Peraza en busca de cautivos, le despenaron "con alboroto y escándalo", en emboscada tendida "debaxo de Mercadis...", junto a Gran Canaria. Enterada Beatriz de Bobadilla de su viudedad, pidió socorro a Pedro de Vera, atrincherándose en una torre, con sus criados e hijos: Guillén, al que pasado el incidente, los canarios darían vasallaje, e Inés. No era esta Beatriz de Bobadilla la Marquesa de Moya, esposa de Andrés de Cabrera, quizá la que obtuvo licencia para fletar carabela en 1478, con destino a los rescates de Guinea. La que nos ocupa estaba casada desde 1484, con Fernán de Peraza. (L. Al. Toledo)

1485. Desde que las islas se conquistaron, la esclavitud fue una de las instituciones que más se arraigaron en las costumbres, adquiriendo esclavos ya por medio de presas en el vecino Continente, ya por compras a los buques negreros que iban con ese objeto a Guinea, o por repartos al rendirse cada una de las islas. Estas adquisiciones se trasmitían luego por los medios que reconoce el derecho y se enumeraban en los testamentos, en- tre el ganado que formaba parte de la herencia.

Ya hemos visto cómo el obispo don Juan de Frías legaba en 1485 a la fábrica de su Catedral tres esclavos que tenía, cuyos nombres consigna en su donación, “E así mesmo el dicho Sr. Obispo dijo, que por cuanto tenía siervos e esclavos e esclavas entre los cuales tenía tres… e otro que compró al provisor Diego Sánchez, que los daba… a la fabrica de la dicha Iglesia Catedral de Canaria”.

1485 Agosto 30. Los Reyes Católicos, por Real Cédula, petición del ex guanarteme de Galdar el traidor y converso Thenesor Semidán quien adoptó el nombre cristiano de  Fernando Guanarteme, intentan poner remedio a las vejaciones que recibían sus pariente y amigo de Gran Canaria desterrados en Sevilla; y mandan al alcalde mayor Juan Guillén que se cuide de ellos, <des defienda de todo daño, obligue a buscar señores a quien servir, cada uno con su amo, e juntos marido e mujer...» y «cuide se les dé doctrina e costumbres cristianas...». 


1485 Octubre 20. Testa en Sevilla el soldado mercenario y obispo  de la secta católica Juan de Frías porque una grave enfermedad le detenía postrado en aquella ciudad, a cuya población se había trasladado para tratar asuntos relacionados con la diócesis. Se dice que este obispo católico cortó más cabezas de canarios que las tropas de Pedro de Vera.

Consta por documento público que otorgó en aquella ciudad el 20 de octubre del mismo año, la valiosa donación que hizo a favor de su deán y Cabildo respecto a todas las casas, huertas, muebles, alhajas y esclavos que poseía en Winiwuada (Las Palmas) y en las islas de Fuerteventura y Lanzarote. En el expresado documento decía: “Que por cuanto él tenía grandes cargos del deán e Cabildo de su Iglesia e en remuneración e satisfacción de aquellos e por descargo de su conciencia e porque toviesen cargo de ro- gar a Dios por su ánima e fazer memorias por él en cada un año, que les daba e dio en donación fecha entre vivos e non revocable, agora e para siempre jamás, unas casas que dijo que tenía en la isla de Lanzarote e otras casas que dijo que tenía en la isla de Fuerteventura en el Antigua e donó las casas de su morada que él tenía en la isla de Gran Canaria, todas juntas, como estaban e la huerta que él tiene e mandó comprar e por cuanto tenía siervos esclavos que él los daba e dio a la fábrica de la dicha iglesia Catedral de Canaria...”.

1485 Octubre 29.-Miércoles. En el Libro de Datas que se custodiaba en el Ayuntamiento de Las Palmas, se leía la siguiente nota: Don Fernando de Agaidad, rey que fue de Agáldad, canario conquistador. Dióse más al dicho don Fernando por el dicho Pedro de Vera el valle de Guayedra con su término redondo, que fue pedido por el dicho don Fernando de Agáldad".


Primer alzamiento de los gomeros

Año 1487: Muerto el Señor consorte de las Canarias, García de Herrera el 22 de junio de 1485, en su casa fuerte de Ventancuria, la viuda distribuye la herencia entre sus hijos, desheredando al primogénito Pedro García de Herrera por ser distraído, el segundo Sancho de Herrera, obtuvo cinco dozavas partes en las rentas y producto de Titoreygatra (Lanzarote) y Erbania (Fuerteventura), con la propiedad de los islotes de del Archipiélago Chinijo (Alegranza, Graciosa, Lobos y Santa Clara); doña María de Ayala recibió cuatro dozavos en aquellas mismas dos islas y doña Constanza los tres dozavas partes restantes. Fernán Peraza, hijo mimado por su madre heredó por mejora de ella las islas de La Gomera y Esero (El Hierro), en cuya posesión estaba cuando la conquista de Tamaránt (Canaria).

Las continuas tropelías, exacciones y vida licenciosa llevada por el joven y pervertido Fernán Peraza, que las quejas llegaron al trono de Castilla, mandado a llamar a la Corte por la Reina Isabel y, oídos los cargos que pesaban sobre el libertino por la venta como esclavos a doscientos de sus súbditos gomeros, con la connivencia de unos patrones de Naos de San Lucar de Barrameda, la Reina, como era habitual en ella arrimó la braza para su sardina, y castigó al disoluto Fernán Peraza a casarse con la envenenadora y ninfomana Beatriz de Bobadilla, quien era dama del afecto del Rey Fernando. ”Matando así dos pájaros de un tiro”.

Retornado Fernán Peraza a su feudo de La Gomera, en compañía de su flamante y “Cristiana” esposa, fortalecido por haber salido airoso de su pleito en la corte castellana, la que además de por la razones anteriormente expuestas, necesitaba mantener buenas relaciones con los señores de las islas, para sus fines de conquista de las denominadas islas realengas, futura base de abastecimiento para las empresas de saqueo en América, y punto de apoyo para la extracción de esclavos en nuestro continente, y aún en las propias islas. Comenzó de nuevo a dar riendas a sus pasiones, exigiendo de sus vasallos crecidos tributos y alcabalas y, creando nuevos tributos que ni el uso autorizaba ni aquellos desgraciados gomeros podían soportar para sastifácer a su despiadado señor en sus dispendiosos gastos y locas prodigalidades.

La tiránica actitud de Fernán Peraza, terminó por colmar la paciencia del pacífico pueblo gomero, alcanzando su máxima tensión cuando Peraza rompió el Pacto de colatación produciéndose un alzamiento generalizado en toda la isla. Peraza y su mujer no teniendo en la isla quien los defendiese, se hacían y custodiar por una guardia de criollos lanzaroteños que estaban a su servicio, se encerraron en la torre o fortaleza que habían construido en la llanura de Hipalán (San Sebastián), y allí se defendieron algunos días de los ataques de los gomeros, que los tenían sitiados, con deseo de vengar los agravios de que eran victimas.

Viendo Fernán Peraza, que le era imposible sostener aquella situación por mucho tiempo, encontró el medio de enviar un mensaje a su madre residente en Titoreygatra (Lanzarote) solicitando ayuda contra los sublevados. Al recibir el mensaje Inés Peraza, reunió a algunas tropas con las que contaba en aquel momento y en dos carabelas y algunos barquichuelos que estaban anclados en la rada de Arrecife  envió al Real de Las Palmas con una carta dirigida a Pedro de Vera, solicitándole ayuda para su hijo, en virtud de los pactos que mantenía con la Corona castellana, rogándole tomase el mando de las tropas y barcos, y se dirigiese a La Gomera para castigar la insolencia de aquel rebelde pueblo. Vera que por esos días estaba inactivo en el Real, sin poder saciar su permanente sed de sangre, recibió la invitación como caída de su cielo personal, aceptó con placer la invitación que se le dirigía, uniendo a los soldados lanzaroteño algunos españoles y canarios y embarcó rumbo a Hipalam (San Sebastián), llegando a tiempo de evitar la rendición de Peraza y los suyos, quienes acuciados por el hambre y la sed, estaban a punto de entregarse a los sitiadores.

Los sitiadores al ver la llegada de la flotilla comandada por Pedro de Vera, al prever que en ella venía gran cantidad de tropas de la Hermandad de Sevilla, (Tropas de mercenarios equivalentes a la Legión Extranjera de nuestros días) decidieron una retirada estratégica, hacía los sitios más escarpados de la isla.

El General Vera desembarco tranquilamente, sabiéndose dueño de la situación, siendo recibido como un salvador por Hernán Peraza y su candorosa esposa, que se apresuraron a obsequiarle con esplendorosos banquetes y festejos, mientras que escuadrones de canarios perseguían a los gomeros huidos por los agrestes montes de la isla, apresando indistintamente tanto a sublevados como a inocentes, en cantidad de más de doscientos, entre hombres mujeres y niños, los cuales fueron embarcados por Vera hacía Canaria, y posteriormente para España, donde fueron vendidos como esclavos, de esta manera cobro Vera los gastos de la expedición en ayuda de Peraza.

Segundo alzamiento de los gomeros

La experiencia con los sucesos anteriores no le sirvió a aquel mancebo soberbio y rencoroso para modificar su actitud hacía sus indefensos vasallos. Cuando se consideró seguro en su dictatorial gobierno de la isla, volvió a repetir con más crudeza si cabe, sus actos de despotismo, de arbitrarias rapacidades y de ruines venganzas. Arrastrado por sus vicios y no contento con su mujer, violaba a cuantas jóvenes destacaban en la isla por su gentileza y hermosura. Entre éstas destacaba una llamada Iballa, sacerdotisa que habitaba en Guahedún en unas cuevas del mismo nombre, la cual Peraza quería hacer victima de sus livinidosos deseos.

El viejo Pablo Hupalupu, hombre mascota y adivino, al que tenían por favorecido de espíritus superiores, advertido de la ofensa que el tirano meditaba convocó a sus parientes y amigos más próximos en un islote cerca de Tagualache, que después sería conocido por La Baja del secreto, y acordaron poner los medios necesarios para impedir este nuevo ultraje.

Puestos de acuerdo lo conjurados con Iballa, decidieron que esta diera una cita al fogoso Peraza, en la cueva de Guahedún donde le recibiría acompañada de una vieja parienta que estaba en el secreto y, a una señal convenida apresarían al tirano. Hernán Peraza, no tardó en acudir a la llamada de la bella Iballa, haciéndose acompañar de un paje y un escudero, sin sospechar de la celada que se le preparaba, entró solo encueva, en cuanto traspasó la puerta de ésta, comenzaron a oírse unos silbidos en los alrededores siendo esta la señal de los conjurados para pasar a la acción. Inmediatamente cercaron la colina donde se ubica la cueva y, deteniendo al paje y al escudero, creyeron asegurada su venganza. Iballa para disipar cualquier sospecha de su complicidad en el acto, instó al tirano a que se disfrazara de mujer y huyera antes de que sus parientes llegaran a la cueva. Ante la imprevista sorpresa, turbado por la situación el galán acepto ponerse unas sayas y una toca; pero la vieja, que seguía los acontecimientos gritó a los suyos: “Ese que va vestido de mujer” Peraza que la oyó, retrocedió y despojándose de las ropas femeninas, tomó la adarga y sacando su espada se adelantó con animo decidido hacía los asaltantes. En lo alto de la cueva estaba apostado un pariente de Iballa llamado Pedro Hautacuperche, quien al ver salir a Peraza le arrojó su banot con tal fuerza y puntería que le atravesó el pecho matándolo en el acto. Al verle caer los sublevados ajusticiaron también al paje y al escudero, fieles servidores de los desmanes de su señor.

Al ver consumada su venganza, los sublevados gritaron: “Ya se quebró el gánigo de Guahedum”, aludiendo a que con aquel acto, quedaba roto cualquier pacto que hubieran mantenido con la casa de Peraza, pactos que acostumbraba sellar bebiendo leche de un gánigo.

Enterada del suceso Beatriz de Bobadilla se encerró con sus hijos y algunos servidores fieles en la torre, no sin antes despachar un barca a Gran Canaria en demanda de nueva ayuda al gobernador genocida Pedro de Vera. Mientras los gomeros deseando reconquistar totalmente su independencia pusieron cerco a la torre dirigidos por Hautacuperche, éste dio pruebas de un valor sin cuento en el asalto a la torre, recogiendo en el aire las saetas que desde las troneras les disparaban los defensores, precisamente uno de estos alardes fue aprovechado por dos de los defensores, mientras uno amagaba con disparar, otro situado en un nivel más bajo le atravesó el pecho con un dardo, cayendo así el héroe gomero.

Pedro de Vera teniendo en cuenta lo rentable de su anterior intervención a favor de los Peraza, y conociendo bien la ruta a La Gomera, preparó concienzudamente la expedición genocida y de saqueo. Llevaba consigo cuatrocientos hombres mercenarios veteranos de “”La Santa Hermandad”” de Sevilla que gozaban de justa fama por despiadados y sanguinarios insaciables. Dos meses después del ajusticiamiento de Hernán Peraza, que había tenido lugar en noviembre de 1.487, Pedro de Vera desembarca en San Sebastián al frente de sus feroces tropas. Los gomeros atrincherados en los lugares más inaccesibles de la isla hacían frente a los continuos ataques de los españoles causándoles numerosas bajas. Vera, ante los pocos avances que conseguía en la operación de castigo que se había prometido tan fácil como la llevada a cabo anteriormente, desesperaba en su campamento, por ello, optó por recurrir una vez más al engaño, conociendo la bondad y credulidad de los isleños, ideo un ardid propio del canalla que era. Pretextado la celebración de unas exequias por el difunto Hernán Peraza, mando a pregonar al son de trompetas y tambores, anunciando que aquellos isleños que no concurriesen serían considerados como autores o cómplices del ajusticiamiento. Engañados por el pregón, muchos gomeros que no estaban comprometidos con el alzamiento acudieron a la iglesia el día señalado por el pérfido Vera. Una compacta multitud de mujeres, hombres y niños, con el afán de probar su inocencia, se dirigieron a la villa y según se iban acercando al templo el general los acorralaba en lugar apartado y cuando juzgó inútil todo disimulo, los declaró prisioneros, sin oír sus justas protestas ni sentir el menor remordimiento por su criminal acción.

Tan pronto Vera tubo a los desgraciados y estupefacto gomeros, desarmados y a su alcance, condeno a muerte a los varones mayores de quince años procedentes de los distritos de Orone y Agana, y, a fin de que la ejecución fuese más rápida y ejemplar, a los que no ahorcaba o pasaba a cuchillo los colocaba en lanchas, y atados los brazos a la espalda, los echaba al mar en sitios bastante alejados de la costa. Las mujeres y los niños fueron vendidos en España, y algunos que habían conseguido ser desterrados a Lanzarote, el patrón del navío que los llevaba llamado Alonso de Cota, los arrojó en alta mar siguiendo las ordenes de Vera.

Este horrible genocidio, para mayor escarnio, tuvo su simulacro de juicio en La Gomera, por el cual Pedro de Vera aprovechó para continuar su orgía de sangre, implicando en el alzamiento a los gomero que residían en Tamarán (Gran Canaria), en declaraciones arrancadas a los desgraciados que sometió a horribles torturas. De regreso a Guiniwadad (Las Palmas) el feroz genocida, hizo prender en una noche a todas las familias gomera que moraban en la isla condenando a muerte a los hombres y a perpetua esclavitud a las mujeres y niños. La hecatombe fue de tal magnitud que obligó a intervenir al obispo católico Fr. Miguel de la Serna, con lo cual consiguió que Pedro de Vera acelerara la muerte de los desdichados, además de recibir la promesa de Vera de que si no cesaba en sus protestas le podría en la cabeza un casco calentado al rojo vivo.

Cuando Vera dejó la gobernación de Gran Canaria, en diciembre de 1489, fue recibido por los reyes de España con cariñosa solicitud y marcada benevolencia, a pesar de que tenían pleno conocimiento de los horribles crímenes cometidos por el carnicero, no solo no lo recriminaron, sino que lo destinaron a la tala de la Vega de Granada, y luego en el sitio de la ciudad. Con actitud tomada por los monarcas quedó en entredicho la supuesta política proteccionista de los reyes católicos hacía los canarios.

El Obispo católico en Canarias al ver mermado de manera alarmante el número de sus ciervos y por consiguiente sus diezmos, por la acción depredadora de Pedro de Vera y Beatriz de Bobadilla, interpone recurso antela corona castellana alegando que los gomeros vendidos tanto por Pedro de Vera y sus factores como por Beatriz de Bobadilla, eran cristianos, por lo cual no podían ser vendidos.

Por tanto, el Obispo exigió la intervención de la corona a favor de los esclavizados gomeros, ésta que tenía entre manos los planes para la invasión y saqueo de América, además del continente y, por consiguiente era vital el mantener las cordiales relaciones que hasta el momento sostenía con el Pontífice Romano, verdadero árbitro en la distribución de las nuevas tierras a esquilmar y por las que litigaban las coronas de Castilla y Portugal, accedió a los requerimientos del obispo, ordenando la puesta en libertad y regreso a las islas de los esclavos gomeros vendidos por Pedro de Vera y Beatriz de Bobadilla. Como la situación creada no era fácil de resolver mediante un decreto, la mayoría de los desdichados gomeros esclavizados tuvieron suerte diversa.

1488. Tras la rebelión de los Gomeros de 1488 Pedro Aguachiche fue expulsado junto a doscientos gomeros más a la isla Tamaránt (Gran Canaria). El invasor y genocida al servicio de Castilla Pedro de Vera Mandó apresar a todos, y ordenó ahorcar a los hombres, y vender a las mujeres y los niños como esclavos. Aguachiche fue subido en la horca, y por el peso que ya soportaba ésta por los otros que se encontraban allí, calló al suelo. Pedro de Vera ordenó entonces que lo ahogaran al día siguiente, y así lo tiraron con las manos y los pies atados. Cuenta la crónica de Marín de Cubas que, antes de la llegada del barco a puerto, ya se encontraba allí Aguachiche sano y salvo. Pedro de Vera ordenó que fuera ahogado de nuevo al día siguiente, y nuevamente Aguachiche consiguió liberarse, alegando nuevamente de manera astuta que se había librado gracias a la "intervención" de Santa Catalina. A partir de aquí Aguachiche pasó al servicio de Alonso Fernández de Lugo, y participó en la conquista de La Palma y Tenerife.
1488 Julio 23. Recluta en Galicia de algunos “Ilustres” soldados mercenarios para la conquista y  “civilización” de las islas de  Benahuare (La Palma) y Chinech (Tenerife):
<<Doña Ysabel, Por La Graçia De Dios Reyna De Castilla E De Leon, De Aragon...,Sepades Que Después Que Yo Mandé Conquistar La Isla De La Gran Canaria, E Por La Graçia De Señor Se Ganó E Los Infieles Dellas Se Convirtieron A Nuestra Santa Fee Catolica, Yo, Entendiendo Ser Cumplidero E Serviçio De Dios E Mio E En Acreçentamiento De Nuestra Santa Fee Católica, He Mandado Conquistar Las Islas De Tenerife E La Palma, Que Están En Poder De Los Infieles, E Para Ello E Enviado Mis Gentes E Capitanes Que Están En La Dicha Conquista; E Porque Las Dichas Yslas Non Se Pueden Ansy Enteramente Acabar De Ganar E Reducir Los Infieles Dellas A Nuestra Santa Fee Sin Que Pueda Ir E Vaya Más Gente Para La Dicha Conquista; E Acatando Cuanto Nuestro Señor Diós Sería Servido Que Los Dichos Infieles Sean Convertidos A La Dicha Nuestra Santa Fee O Sean Lançados De Las Dichas Islas;....E Por Cuanto Yo Soy Informada Que En El Eryno De Galicia Ay Alguna Personas Que Han Fecho E Cometido Algunos Delictos De Diversas Calidades E Salteamiento De Iglesias E Monasterios E Otros Excesos Que Se Ha Fecho, Por Lo Cual Han Caydo E Incurrido En Diveras Penas Çeviles E Creminales...Por La Presente De Mi Propio Mutuo E Çierta Ciencia E Poderío Real Absoluto,...Podades Acordar E Acordades Co Ellos, E Cada Uno De Ellos, Que Vayan A Servir Por Sus Personas A Las Dichas Yslas, E Con Cuanta Hayan De Yr, E A Su Costa, Al Dicho Serviçio A La Dicha Conquista De Las Dichas Islas, Por El Tiempo E Tiempos Que A Vos Bien Visto Fuere, Con Tanto Que Non Puedan Ser Menos De Seys Meses, Contados Desde El Dia Que Se Presentaren Ante Pedro De Vera, Mi Gobernador E Capitán De Las Dichas Yslas, E Ante Michel De Moxica, Mi Receptor En Ellas, Fasta Ser Conplido Dicho Tiempo; E Prometer E Segurar En Mi Nonbre Que Las Tales Personas Que Asy Sirvieren En Las Dichas Islas(Borrón) Staren El Dicho Tiempo, A Su Costa Como Dicho Es, ...Sean E Serán Por Mi Perdonados De Todos E Cualesquier Crímenes E Excesos E Delictos E Robos E Fuerças E Muertes De Ome E Salteamientos De Caminos E Quebrantamientos De Iglesias E Monasterios E Otros Cualesquier Delictos,... Dada En La Çibdad De Murcia, A XXIII Dias De Jullio, Año Mill E Quatroçientos E Ochenta E Ocho Años.- Yo El Rey E Yo La Reyna.=>>

1488 Noviembre 25. Dentro de la organización social de los aborígenes gomeros, existía una institución que guarda total paralelismo con otra existente en el mundo berber continental (Marruecos), relativa a los llamados "pactos o alianzas por colactación". De esta forma, Hernán Peraza estaba unido a través de un pacto con los bandos de Amulagua e Hipalán, y precisamente a este último pertenecía la joven Ibaila. Dicho pacto o alianza se realizaba mediante un ritual consistente en beber leche en un gánigo. Al mantener relaciones Hernán Peraza con una mujer de su propio bando, considerada según dicha alianza como su hermana, faltó no sólo al compromiso consuetudinario de la exogamia deshonrando a los bandos que lo habían acogido como hermano de sangre sino que además rompió el pacto establecido. Este hecho, además del despótico gobierno que realizaba el señor sobre la isla, determinaría la conjura, en la que participó Hupalupa, anciano encargado de vigilar el cumplimiento del pacto. Se decidió que Hautacuperche matara al traidor Hernán Peraza, aprovechando su visita a la cueva donde se encontraba Iballa, en Guahedum. Con su muerte, los gomeros alzados decían en su lengua "ya el gánigo de Guahedum se quebró", en señal de que el pacto se había roto. Sublevada la isla, con los gomeros sitiando a la señora Beatriz de Bobadilla en la Torre de los Peraza o del Conde, fue llamado a la isla Pedro de Vera, cruel y nefasto personaje que daría lugar a sangrientos episodios de la Historia de la colonia de Canarias.  

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