viernes, 24 de octubre de 2014

EL DEVENIR HISTÓRICO DE UNA NACIÓN COLONIZADA






CAPITULO VII




Eduardo Pedro Garcia Rodríguez


1494 Mayo. Encuentro en La Jardina (Gracia) entre el gran Kebehi Benchomo y el capitán de los mercenarios invasores castellanos Alonso de Lugo. Las tropas españolas invasoras acamparon en las proximidades de Gracia, que fue así escenario del singular encuentro. El fraile Espinosa recoge con puntualidad las incidencias del mismo.

El monarca de Taoro compareció puntual a la cita convenida con un nutrido séquito de trescientos guanches vasallos. Llegados frente afrente, Alonso de Lugo y Benitomo entablaron diálogo, valiéndose como intérprete de Guillén Castellano, quien conocía el habla indígena por haber estado  antaño cautivo. Lo que el capitán gallego-andaluz demandó, con sibilinas palabras.  el régulo taorino es fácil de adivinar. En primer lugar, la amistad con los reyes de Castilla y la sumisión política a este reino, circunstancia la segunda que invalidaba virtualmente la primera. En segundo término, la conversión al cristianismo. A cambio de un vejamen y una claudicación les prometía, como recompensa, que el «rey de España...”Los tomaría y recibiría debajo de su amparo y protección y les haría muchas mercedes».

La repuesta del altivo Kebehi Benchomo fue de una mesura y dignidad sorprendentes, digna del gran caudillo que era. E lo relativo a la prometida amistad puntualizó “Que ningún hombre que no fuese provocado de otro e irritado, la había de rehusar”

En punto a religión “Que ellos que cosa era cristiandad, ni entendían esta religión, que se verían en ello y se informarían, y así con más acuerdo darían repuesta”.

Especial énfasis puso el monarca guanche en replica a  la tercera demanda, que le humillaba y hería. Rechazó de plano someterse al rey de España, no era de ese parecer porque nunca había reconocido sujeción a otro hombre, pues libre había nacido y así pensaba morir.

No habiendo posibilidad de avenencia, el caudillo guanche y el capitán de los invasores  se separaron, dedicándose durante varias jornadas a adiestrar sus fuerzas el castellano y a movilizar sus hombres el guanche.

Misiva de los Reyes Católicos a Alonso de Lugo encareciéndole que acepte la colaboración económica de doña Beatriz del Bobadilla en la conquista de Tenerife.

1494 Mayo 28?. Uno de los acontecimientos históricos más importantes desarrollados durante el expansionismo del entonces naciente imperio colonial español, tuvo lugar en la comarca de Acentejo o Centehun, en el sitio que a partir de entonces tomó el nombre de La Matanza de Acentejo, en Chinech. (Tenerife) en este lugar en la segunda quincena del mes de mayo, las tropas invasoras mercenarias dirigidas por el destacado mercenario y traficante de esclavos al servicio de las coronas de Castilla y Aragón Alonso Fernández de Lugo vio doblada su altiva e insolente cerviz, ante el más grande caudillo que ha tenido la Matria Canaria, el grande entre los grandes de su tiempo, Kebehi Benchomo.
La batalla de Acentejo supuso la mayor derrota sufrida por las tropas españolas en sus conquistas imperialistas, no sólo en Canarias (cuya conquista duró casi un siglo), sino que, en las innumerables batallas sostenidas por la conquista del Continente americano, las tropas españolas jamás tuvieron una pérdida de hombres como la que sufrieron en el encuentro de La Matanza de Acentejo, donde un cuerpo de ejército guanche compuesto por 300 hombres dirigidos por el Achimencey Chimenchia/Tinguaro, (hermano del Kebehi Benchomo), infligió al ejército invasor la mayor derrota que jamás sufrieran los ejércitos españoles en sus aventuras coloniales durante la baja Edad Media.
Durante ocho años como hemos apuntado, Alonso de Lugo alternó el cuidado de sus noventa fanegadas de tierra usurpadas en Agaete, Tamaránt con las continuas razzias y saqueos en las costas del continente así como en las Islas de Benahuare (La Palma) y chinech (Tenerife), al tiempo que iba preparando la conquista de las mismas procurando fomentar las disensiones entre menceyatos, y la de los achicaxnay contra los achimenceyes alimentado arteramente el odio entre las diferentes castas entre los naturales, usando para sus fines como valiosos colaboradores en Tenerife a los menceyes de los bandos de Güímar, Abona y Adeje, los cuales ya habían venido recibiendo influencia cristiana por parte de los frailes que se habían instalado desde dos siglos antes, en el eremitario de Gúímar, así cómo a un buen número de gomeros cristianizados que fueron introducidos en la isla - conocidos como Babilones - y quienes con posterioridad a la conquista decidieron sacudirse el yugo de los españoles y formaron un núcleo importante de resistencia al lado de los alzados guanches.
El principal inductor de los disturbios internos, en los prolegómenos de la conquista fue el Guadameñe de Güímar, hermano de Añaterve, el cual fue apercibido por Benchomo para que cesara en sus intrigas, pero éste, confiado en la supuesta protección que los españoles le habían prometido, continuó fomentando las luchas internas entre las castas de los Menceyatos de las bandas del Norte, razón por la cual Benchomo ordenó que el Guadameñe fuese ahorcado en la montaña de Tafuriaste, (donde al presente se encuentra el hotel las Aguílas) Mientras, el príncipe Guetón, hijo de Añaterve era retenido como rehén en Tahoro.
LUGAR DE LA BATALLA: Desde el campamento de Jardina (zona que abarca desde la actual Gracia, Los Rodeos hasta Venhu (Las Mercedes) en la segunda quincena del mes de mayo de 1493 el ejército invasor se puso de nuevo en marcha con grandes precauciones, pues durante su marcha hacía el Valle de Tahoro eran hostigados continuamente por algunas partidas de guanches de los Menceyatos de Tegueste y Tacoronte, que les hostigaban por los flancos.
 El ejercito invasor continuo su avance hacía Tahoro sin mayores dificultades, por el camino se iban apropiando de numerosos rebaños de ganados que pastaban aparentemente abandonados y que, por la natural rapiña de los mercenarios éstos se resistían a dejar en el campo, así continuaron hasta la altura de la actual Cuesta de la Villa, donde decidieron hacer un alto y formar consejo de oficiales para determinar las medidas a tomar. En el consejo prevaleció la opinión de retornar al campamento de Añazu (Santa Cruz) con la cuantiosa presa de ganados que tenían, seguidamente iniciaron la contra marcha hacía Eguerew. (La Laguna) De esta manera tan poco estratégica retrocedía la vanguardia ufana con la rica presa cuando en el aire sonaron unos agudos silbidos y ajijides que pusieron en movimiento desordenado a los hatos de ganados al tiempo que caían grandes piedras y troncos de árboles sobre las sorprendidas tropas españolas, los banotes hendían el aire yendo a encontrarse bruscamente con los pechos de los mercenarios traspasando sus corazas.
Pasado los primeros momentos de estupor en el Ejército invasor, cada uno buscó por instinto, un grupo donde apoyarse y, sin previo concierto, entregados a su propia iniciativa, se organizó una especie de defensa por pelotones ante la imposibilidad de maniobrabilidad de los caballos el arma más efectiva de las tropas españolas. Bien pronto la línea del frente quedó convertida en un amasijo de cadáveres de hombres y caballos. Toda defensa ante el empuje guanche era inútil, en el fragor de la batalla destacaron por su arrojo y valentía Chimenchia, Sigoñé, Guadafrá, Arafo, Tigaiga y otros significados capitanes de Benchomo y sus aliados.
La derrota del Ejército español en la batalla, que después pasaría a conocerse como de La Matanza de Acentejo, fue total. De las tropas españolas, solamente logró sobrevivir un grupo de unos trescientos de los que la mayoría eran isleños de las islas ya sometidas y algunos portugueses que a nado se refugiaron en una baja de la costa, y otro de unos treinta que lo hizo en una cueva, como veremos más adelante. Entre los hechos recogidos por los cronistas destacan tres que merecen ser narrados, el primero, la vergonzosa huida a uñas de caballo ayudados por algunos auxiliares güimareros del capitán Alonso Fernández de Lugo y, parte de su plana mayor, quienes abandonando a su suerte lo que restaba de sus tropas y atravesando Chicayca (La Esperanza), ganaron la seguridad del torreón de Santa Cruz. El segundo, es que, llegado Benchomo ( quien se había quedado en los campos de La Orotava en previsión de un ataque por parte de los bandos confederados con los españoles, según algunos autores, o para cortar la retirada de los invasores si estos hubiesen decido replegarse a Tahoro según otros), en las postrimerías de la batalla encontrando a su hermano Chimenchia sentado en una piedra, le recriminó de la siguiente manera: -¿cómo es esto hermano, mientras tus hombres se baten con el enemigo, tú estas holgando?.- A lo que respondió Chimenchia, -hermano, yo he hecho mi oficio de capitán que es conducirlos a la victoria, ahora los carniceros hagan el suyo,- dando a entender con ello que un caudillo guanche no tiene que mancharse las manos con la sangre de los vencidos si no es en defensa de su vida. El tercero, es el que un grupo de unos 30 de soldados posiblemente informados por los isleños aliados buscaron refugio en una cueva, los cuales concluida la batalla obtuvieron la misericordia y ayuda de Benchomo quien los hizo conducir sanos y salvos al campamento español de Añazu. Esta aptitud benevolente por parte del régulo tahorino se explica si, como creemos, los mercenarios se refugiaron en la Cueva Santa del Sauzal o en la necrópolis de la montaña de los guanches. Es bien conocido el respeto del pueblo guanche por los lugares Santos y el derecho de refugio que adquirían los asesino que se acogían en los lugares sacros. Hechos similares se habían registrado durante la conquista de Tamaránt (Gran Canaria), y posteriormente se repetiría en transcurso de la batalla de Eguerew (La Laguna).


En el glorioso día de la batalla de La Matanza de Acentejo, las armas españolas sufrieron la mayor humillación que jamás les fuera infligida durante su larga etapa imperialista de colonización,  ocupación y masacre de otros pueblos. Esta derrota les fue infligida por un grupo de solamente 300 guerreros guanches de los Tabores de Taoro dirigidos por el indómito Sigoñe Chimenchia / Tinguaro.
¿DÓNDE FUE EL CAMPO DE BATALLA?: Uno de los aspectos que más interés ha despertado entre los investigadores ha sido localizar el lugar exacto donde tuvo lugar el enfrentamiento, en este aspecto, quizás el trabajo mejor desarrollado sobre el particular, y sin lugar a dudas, se debe al Amusnau tinerfeño don Juan Bethencourt Alfonso, por tanto, dejemos que sea él quien nos sitúe en el lugar exacto de los hechos.
"...Aunque sobrecarguemos estos antecedentes corriendo el riesgo de parecer difusos, no podemos menos que insistir en ciertos detalles para comprender las evoluciones que hizo el ejército invasor, por ser indispensable para precisar el campo de batalla y la causa de la derrota.
Los historiadores y la tradición están de acuerdo en el hecho de que el combate se libró en el Barranco de Acentejo (nosotros diríamos a partir del barranco de Acentejo), pero no lo están respecto a un sitio determinado. Unos dicen, han oído a sus mayores que la batalla tuvo lugar en las Guardas, próximo a la montaña de la Atalaya; otros que fue en el fondo del barranco de Acentejo, por el sitio que lo corta el camino de San Juan; Algunos afirman que este punto del barranco fue por donde lo atraviesa la calle de El Medio, y no pocos señalan diferentes lugares del camino de San Juan a la ermita de Guía, con especial “Las Toscas de los Muertos” o Callejón de Centejo , que se extiende a lo largo del borde Norte del barranco de Acentejo o de San Antonio, entre la carretera y la ermita de Guía.
Indudablemente hubo refriegas en todos estos sitios, que estaban en la línea de operaciones o camino de retirada que tomó la vanguardia del ejército invasor, cuando ya sólo se batía para abrirse paso y salvar la vida, como lo consiguieron varios.
Para nosotros es evidente que el verdadero campo de batalla, o sea la región en que se preparó la sorpresa, fue a lo largo del camino de Santo Domingo que atraviesa el caserío de Bubaque, a partir a del barranco de Acentejo, o séase del punto de unión de los caminos de los guanches o Centejo de Abajo con el de Acentejo o Real de San Cristóbal, que se verificaba, como queda dicho, en el borde Norte del barranco de Acentejo.
Como quiera que de todos los lugares señalados sólo la parte del barranco de Acentejo, que está atravesada por el camino de San Juan, es la que más se indica por los historiadores como en la que tuvo lugar la derrota, y por otra parte se sabe que este combate se libró sobre el camino que llevaba el ejército y en el barranco de Acentejo, sólo falta que dilucidar si el antiguo camino de o Real de San Cristóbal pasaba por el hoy camino de San Juan o por el de Santo Domingo.
No hemos encontrado ni sabemos exista ningún documento que resuelva de plano este asunto; por manera que hay que resolverlo "a posteriori" y por deducción.
Creemos que el antiguo camino de Acentejo bajaba a lo largo del borde Norte del barranco de San Antonio, hasta llegar a unirse en la ermita de Guía con el de los Guanches, que después unidos cortaban el barranco y se continuaban por el que hoy lleva el nombre de Santo Domingo.
1º. Porque según la tradición el camino de San Juan, si bien antiguo, es más moderno que el que va para abajo hasta la ermita de Guía. Entre estas tradiciones se halla la que ya contamos respecto a los numerosos rebaños del "principado" de Acentejo, que al pasar por este camino de 28 varas de ancho lo cubrían por completo desde la ermita de Guía hasta la montaña de la Morra. Además, si se estudia el camino de San Juan se ve que fue abierto después de la conquista para las necesidades agrícolas de los nuevos caseríos o pueblos de la Victoria, pues no lleva la dirección de las llanuras de Acentejo.
2º. Que aún viven ancianos que vieron, antes del trazado de la carretera y las nuevas roturaciones, que seguía el camino de San Cristóbal hasta la ermita de Guía, de más de 15 varas de ancho pero que se fue perdiendo a medida que ganaba el de San Juan, convirtiéndose al fin en una vereda.
3º. Que como se sabe que el camino del Real de San Cristóbal o de Acentejo iba para las llanuras de este nombre puestos en el terreno se observa que para que así suceda es tanto más fácil -por no decir necesario- cuanto mas se baja hacía la ermita de Guía; y que si el camino de Acentejo hubiera llevado la dirección de San Juan, para ir a Tahoro no se pasaría por dichas llanuras de Acentejo.
4º. Porque colocados sobre el terreno a ninguna otra región de los contornos es aplicable el sitio en que dice se dio la batalla la siguiente data, concedida en 1503:
"Yo el Adelantado Don Alonso Fernández de Lugo, Adelantado de las islas de Canaria, Gobernador e justicia mayor de Tenerife e San Miguel de La Palma e capitán general de Berbería, por el Rey e la Reina nuestros Señores e por virtud del poder de sus Altezas tengo que repartir las tierras de riego e de sequero e heredamientos de estas dichas islas, doy a vos Juan Benítez, como a vecino e conquistador que fuiste destas dichas Islas, y por los muchos trabajos que en estas conquistas obistes os do en nombre de sus Altezas, para vos y quien vos quisieredes un pedazo de tierras de sequero, que son en Acentejo, para sembrar pan, las cuales dichas tierras haveis de echar la linde desde un Pino que está en canto de la Rambla honda donde estuvimos el Día del desbarato de Acentejo...".
Y 5º. Porque, como veremos, a no ser la sorpresa en el punto de unión de los caminos de los Guanches y Acentejo o de San Cristóbal el ejército español hubiera tenido una retirada."
Está ampliamente documentado, que entre los guanches en sus tácticas de guerra no figuraba la persecución y extermino del enemigo vencido que huye en desbandada, por esta razón Alonso Fernández de Lugo y el resto de los invasores pudieron alcanzar el fuerte de Añazu o de Santa Cruz, y reembarcar al día siguiente los supervivientes rumbo a Gran Canaria, transportando con ellos mediante engaños a trescientos guanches auxiliares del bando de Güímar, los cuales fueron enviados a España para ser vendidos como esclavos, manera que tuvo Lugo de agradecerles el que le salvaran la vida en la rota de Acentejo. Algún autor apunta que los restos del Ejercito español sufrieron un ataque en el fuerte de Añazu, cosa improbable por las razones anteriormente apuntadas, lo que sí pudo suceder es que una vez abandonado el recinto por los españoles, los guanches procediesen a la demolición del mismo.
1494 Octubre 10. Madrid (f. 90). Comisión al Conde de Cifuentes, don Juan de Silva, del Consejo y asistente de Sevilla, para que dictamine en la petición de Juanoto Berardi, mercader genovés, que reclama a Alonso de Lugo, vecino de dicha ciudad, el tercio de 700.000 maravedís y de 150 esclavos, que le corresponde por el acuerdo de compañía para la conquista de La Palma. Don Alvaro. Johannes. Andreas. Filipus. Franciscus licenciatus. Mármol. (E.Aznar; 1981)

1494 Octubre 23. Madrid (f. 588). Orden al gobernador o juez de residencia de Gran Canaria ya las justicias de La Palma y demás islas, para que entreguen a Juanoto Berardi, mercader florentino, estante en Sevilla, los ganados, esclavos, caballos, trigo, vino, dinero, escrituras y demás mercancías que tenía su factor en la conquista de La Palma, Lorenzo de Rebata, cuando falleció en la Gomera. Don Alvaro. Johannes. Andreas. Filipus. Franciscus licenciatus. Petrus. Mármol. (E.Aznar; 1981)

Misiva de los Reyes Catolicos a doña Beatriz de Bolbadilla, señora tutriz de La Gomera y El Hierro, con el encargo expreso de alistar a sus vasallos en las huestes invasoras de Tenerife.

1494 Noviembre 8. Madrid.  El Rey e la Reyna. Doña Beatrís de Bovadilla: Ya sabéys lo que vos ovimos escrito rogándovos y encargándovos que diésedes a Alonso de Lugo toda la gente, favor e ayuda que pudiésedes para la conquista de la ysla de Tenerife, de que él tiene cargo; porque agora diz que la ha más menester, y todavía tiene el dicho cargo que nos se le prorrogamos, nos vos mandamos y encargamos le fagáys dar toda la gente de cavallo e pie y favor y ayuda que podáys como por cosa de nuestro servicio. En lo qual mucho plaser e servicio nos haréis. De Madrid, a ocho de noviembre de XC111I años.=Yo el Rey. =Yo la Reyna. (A. Rumeu 1975:434)

1494. Noviembre 8.  Madrid. El Rey e la Reyna. Por quanto en el asiento que por nuestro mandado se tomó con Alonso de Lugo sobre la conquista de la ysla de Tenerife, que es una de las Canarias, se asentó que dentro de diez meses contados desde el día que desenbarcase en la dicha ysla la diese ganada; lo qual, por algunos justos ynpedimentos, dis que lo no a podido haser, e nuestra merced e voluntad es que la dicha conquista se continúe. Por la presente prorrogamos el dicho término de los dichos diez meses para lo susodicho por otros dies meses conplidos, contados desde el día que se fenecieren los otros dies meses primeros. De lo qual mandamos dar la presente, firmada de nuestros nombres e fecha a VIII de noviembre de XCIIII años. =Yo el Rey. =Yo la Reyna. (A. Rumeu 1975:432)

1494 Noviembre 14. Se enfrentan defensores guanches e  invasores castellanos en Eguerew (La Laguna).

Creemos que la ciudad de La Laguna, la cual asienta sus cimientos en unos terrenos que fueron generosamente regados con ríos de sangre de cientos de nuestros antecesores, debe rendir  justo y merecido homenaje a quienes ofertaron el bien más preciado como es la vida, en aras de sus ideales de una Patria Libre, y que hasta la fecha han sido injustamente ninguneados por una sociedad que como la lagunera, presume de sus antecedentes presuntamente fundacionales.

Un frío y lluvioso amanecer del día catorce de noviembre del año 1494, en las inmediaciones de las faldas de la Sierra de Sejeita (San Roque), en los terrenos conocidos posteriormente como Finca del Obispado y hasta la altura de la entrada del actual Barrio Nuevo, en La Jardina, Chinet unos tabores de guerreros guanches compuestos por hombres enfermos que apenas podían sostenerse en pie debido a los estragos que en ellos -y en la población en general- estaba causando el envenenamiento de las aguas nacientes, Eres, fuentes y riachuelos,  llevado a cabo por las tropas invasoras y, que éstas denominaron como "modorra".

Estas tropas invasores, enviadas  a Alonso  de Lugo como participación en la invasión y conquista de la isla a cambio de parte de los despojos del botín de guerra por el duque de Medina Sidonia, como participación de este noble español y  mercader de esclavos.

La tropa invasora estaba compuesta por mercenarios de la Hermandad de Andalucía, conocidos como los "pardillos" debido al capote corto de color pardo con que estaban uniformados, eran hombres cuyo oficio era la guerra, gentes carentes de ningún tipo de escrúpulos, sin más Dios que la muerte y la paga que por matar recibían, a éstos se unía las fuerzas de los asesinos y ladrones convictos indultados por los reyes católicos a condición de que sirviesen en la invasión y conquista de Tenerife a su costa durante seis meses, más los auxiliares isleños de otras islas reclutados casi todos ellos a cambio de ser liberados de la esclavitud. Como se puede ver, no eran simples aventureros bisoños los que vinieron a la conquista tras el señuelo de unos repartos de tierras, como nos lo han venido presentando la historiografía oficial por el contrario, eran tropas aguerridas y veteranas de las luchas sostenidas en las españas y en Italia.

Ello explica la enorme cantidad de crímenes, violaciones y cruentas tropelías sin cuento cometidas por estos mercenarios, aun después de dada por sometidas las isla, hasta que éstas fueron reembarcadas para España en 1497, según consta  documentalmente de los archivos notariales de Sevilla de la liquidación  de los sueldos de ese grupo expedicionario.

A esta caterva de mercenarios fue  a la que tuvieron que enfrentarse las tropas de Benchomo y sus aliados, tropas enfermas, presa de las fiebres producidas por el  envenenamiento de las aguas de fuentes, nacientes y eres, por parte de los "pardillos", quienes ya habían practicado con éxito este sistema de “guerra química" en las luchas de Granada. Curiosamente, esta epidemia de "modorra' no afectó a los denominados bandos de paces, sirviendo éstos incluso  de refugio a los soldados españoles con Lugo al frente quienes huían de la pestilencia como fue el caso del Menceyato de Güímar. Los cronistas recogen que los muertos guanches en la batalla de Aguere fueron miles; no es verdad, los guanche no cayeron bajo las armas de los temibles invasores, caían muertos antes de trabar combate víctimas de la "epidemia", y aún así, estuvieron a punto en varias ocasiones de obtener la victoria, esto nos demuestra el indomable espíritu que animaba a nuestros antepasados al preferir autoinmolarse en un suicidio ritual colectivo ante el enemigo que perder la patria y la libertad sin prestar batalla al invasor, no en vano los tabores acudieron a la lucha vestidos con sus vestidos mortuorios. Algún cronista dejo recogido que, “los guanches se presentaron a la batalla con las ropas de mortaja puestas”

Son los propios cronistas españoles quienes afirman que los guanches caían en la lucha a montones sin darles resuello.

Los hechos acaecidos en las laderas de Sejeita corresponden a las grandes epopeyas protagonizadas por los pueblos en lucha por su libertad e independencia. Sucesos menos significados que los que tuvieron lugar durante el desarrollo de la batalla de Eguerew han sido magnificados por historiadores, poetas y políticos, en cambio, los de esta y otras heroicas luchas sostenidas en nuestro país, han merecido siempre el silencio del mundillo intelectual dependiente canario, como si este ignorar los grandes acontecimientos protagonizados por nuestro pueblo obedeciese a consignas emanadas de determinados poderes fácticos, soslayando o ninguneando  acontecimientos que, para bien o para mal, han conformado la historia de nuestro pueblo. Gestas heroicas que a no dudar de haber sucedido en tiempos de Hornero, hoy sería cantadas y celebradas por toda la humanidad.

Veamos algunas reseñas que de la batalla de La Jardina nos han trasmitido algunos historiadores:4

"Peléose ese día valerosamente y con mucho trabajo, porque era tanta la resistencia que losguanches hacían, y tanta la ligereza y desasosiego con que peleaban, no daban a los nuestros sosiego alguno ni lugar de resollar". "Entre otros peleó este día valentísimamente el rey de Taoro, porque con una alabarda, dicen, se defendió de siete hombres de a caballo, y al cabo se escapó dentre ellos y se subió por la cuesta de San Roque. Mas aunque destos se escapó, no pudo escaparse de un Fulano de Buen día, que sin conocerlo ni saber que era rey (aunque él en su lengua se lo decía ser el Mencey, que es rey), como no lo entendiese, no le valió su reinado, que lo pasó con la lanza en un barranquillo estrecho, do quedo. ". (Fray Alonso de Espinosa, 1980, 108-9)

En este pasaje Espinosa adjudica a Benchomo hechos que la mayoría de los historiadores atribuyen al hermano de éste, Chimenchia o Tinguaro, según el poeta y médico lagunero Antonio de Viana. Creemos que Espinosa trató este tema con suma ligereza al igual que otros muchos aspectos de nuestra historia, tal como han demostrado investigadores posteriores de la talla de Marín de Cubas, Agustín Millares Torres, Leopoldo de la Rosa Olivera y Antonio Rumeu de Armas entre otros muchos.

No es comprensible que el tal fulano Buendía no entendiese las palabras de Benchomo, en el caso de que éste las hubiese pronunciado, siendo como era canario y que en realidad sellamaba Pablo Martín Buendía, el cual formaba parte de la Compañía de canarios comandada por Pedro Mananidra, autor de una anécdota recogida por Espinosa para los sucesos de La Laguna y que otros autores sitúan en los de Acentejo, e incluso en el continente. Es más que probable que de haber sucedido la muerte de Benchomo tal como la narra Espinosa, ésta no fuese motivada por el fragor de la lucha o el no-entendimiento entre Benchomo y Buendía, sino por posibles recompensas y prebendas ofrecidas por el general Alonso de Lugo  por la muerte del Caudillo guanche, tal como se desprende no sólo del hecho de hacer cortar la cabeza del cadáver que suponían de Benchomo (practica habitual en los ejércitos españoles), sino también de las sustanciosas datas de tierras en Tahoro y en otras localidades, además de las cueva habitación del Mencey de Tacoronte, en 8 de julio de 1497 y las del Mencey de Icod en 16 de mayo de 1503, con que posteriormente Alonso de Lugo distinguió a Buendía. Estas recompensas eran a todas luces cantidades desmesuradas para un simple soldado, que además era canario.

"...En.fin, entre tantas dudas, cerca de las diez del día, se fue reconociendo en el enemigo flaqueza, pues aunque les había venido otro buen socorro de gente no era tan brava, y acometiendo diez o doce de a caballo contra el capitán Tinguaro, que tenía la partesana, lo alancearon y atropellaron, y llegó uno de a pié con un chuzo y le acabó de matar a golpes y heridas;  i le fue cortada la cabeza y puesta en un palo se llevó en alto; los guanches huyeron todos a una ". El autor sigue narrando el desplazamiento del ejército español hasta La Matanza, donde se fortificaron para pasar la noche, y nos dice: "...al amanecer se prevenían muchos para dar á los cristianos otro asalto no menos fuerte, hallándose entre ellos el rey Bencomo, a quien Alonso de Lugo envió un recado con la cabeza de su capitán Tínguaro, ofreciéndole la paz y amistad de parte de los Reyes de Castilla, y que no dejaría la tierra hasta perder todos la vida, y cuando así fuera otros más fuerte y mejores vendrían á quitar- les la tierra y destruirlos, y que si favoreciese Dios á los cristianos, que allí veía la mejor victoria de ayer en la cabeza de su mejor capitán; ...Volvió el Rey a enviarle la cabeza a Alonso de Lugo, diciéndole que cada cual supiese guardar la suya. " (Tomás Marín de Cubas [1694],1,993:194-5)

Arrogantes y prepotentes palabras dirigidas a unas tropas diezmadas por la "epidemia" y casi inexistentes, por el capitán Alonso Fernández de Lugo, quien el año anterior había huido a uña de caballo, abandonando a su suerte a los restos de sus tropas en la "rota de Acentejo", y que salvó la vida gracias al apoyo de los guerreros del menceyato de Güímar, quienes le condujeron por los montes de La Esperanza (Chikayka) ya quienes agradeció el hecho de salvarle la vida, embarcando con engaño a 300 de ellos y manándolos a vender a los mercados de esclavos de Valencia y Sevilla. Este y otros pasajes de nuestra historia nos muestran cuál era el concepto de hidalguía y orgullo de raza que animaba a los españoles de la época.

"...Mientras Bencomo y sus aliados abandonaban heridos el campo de batalla, el valeroso Tinguaro, que se había distinguido en aquella jornada con brillantes actos de arrojo personal, se retiraba por las faldas de la montaña de San Roque exhausto y moribundo, defendiéndose con una alabarda de siete soldados de a caballo que le perseguían con encarnizamiento como presa de gran estima. El primero que lo alcanzó fue Pedro Martín Buendía, que de nuevo lo hirió con su lanza derribándolo en tierra. Tinguaro entonces, soltando el arma y cruzando los brazos díjole en su lengua: "No mates al noble hermano de Bencomo que se entrega prisionero".
Pero el canario sin atender a su ruego ni a los gritos de sus compañeros que de lejos se lo le descargó un segundo golpe dejándole muerto en el acto. Dudóse por algún tiempo si aquel cadáver era el de Tinguaro o el de Bencomo, siendo sus cadáveres objeto de vergonzosos ultrajes de parte de los soldados que no podían olvidarse de la derrota de Acentejo. Al fin se le cortó la cabeza de orden del general, colocándola en una pica en medio del campamento para  que sirviera de escarmiento a todos los lsleños .(Agustln MIllares Torres, 1977. T. I. II:300)

Cabeza que posteriormente fue enviada por Alonso de Lugo espichada en una pica al campamento guanche de El Peñón con un mensaje de rendición, al frente de la comitiva iba el converso y traidor ex guanarteme de Tamaránt Fernando Guanarteme, la repuesta de Bentor nuevo mencey de Taoro fue: “La vista de esa cabeza no me intimida, póngala con su cuerpo, y cada uno cuide de la suya”.

1495.  Madrid, febrero.  Diego Garrido e Christóval Garrido. Comisión. Carta de comisión del Consejo real al gobernador de Gran Canaria para que administre justicia a los  vecinos de Palos Diego y Cristóbal Garrido, cuya había la nao naufragado en las operaciones preliminares de la conquista de Tenerife.

Don Fernando e doña Ysabel, etc. A vos el nuestro govemador de la Grand Canaria, salud e gracia. Sepades que Diego Garrido e Christóval Garrido, vecinos de la villa de Palos, nos fizieron relación por su peticion, deziendo que este verano pasado, yendo con un navío llamado Garrida e con cierta ropa de Mateo Viñán, como capitán que era de dicho navío, en conpañía de Alonso de Lugo e de otros conpañeros suyos genoveses, que yban para la conquista de Tenerife en vuestro servicio y estando ya cerca de dicha ysla, y podiendo yr de día a ella, los sobredichos de un acuerdo de amarrar de día las velas, por que los canarios no viesen, para fazer salto en ella y luego, en anocheciendo, diz que alc;aron todas las velas para fazer el salto que a ellos cunplía, y yendo su viaje, a causa que enteramente no sabían los puertos, el qual dicho su navío entró en una peña e se perdió, de manera que ellos quedaron perdydos e syn nyngún remedio; e como quiera que de aqueste saltos, que fizieron, sacaron ciento e quarenta esclavos e XX mill caveças de ganado, e como quiera que ellos les dixieron que les secrestarían de aquella cavalgada, non lo an fecho ni querido fazer; los qual diz que están en la dicha Tenerife, e que no an podido alcançar con ellos conplimiento de justicia; e nos suplicó e pidyó por merced cerca dello, con remedyo de justicia, les proveyésemos como la nuestra voluntad fuese.

E nos tovímoslo por vien; e confiando de vos que soys tal persona que guardaréys nuestro servicio e el derecho a cada una de las partes, e vien e fielmente faréys lo que por nos vos fuera encomendado e cometido, es nuestra merced e voluntad de vos encomendar e cometer, e por la presente vos encomedamos e cometemos, lo susodicho: por que vos mandamos que luego veades lo susodicho, e llamadas e oydas las partes a quien atañe, brevemente e syn dilacjón que ser pueda, non dando lugar a luengas nin dilaciones de malic;ia, salvo solamente la verdad sabida, fagades e administredes conplimiento de justicia por vuestra sentenc;ia o sentenc;ias as y ynlocutorias (sic) como difinitivas; las quales, el mandamiento o mandamientos que la dicha razón dyerdes e pronunciardes llegades e fagades llegar a pura e devida execución con efecto, quanto e como con fuero e con derecho devades; e mandamos a las partes a quien lo susodicho toca e atañe e a otras qualesquier personas que para ellos deven ser llamados e vengan e parescan ante vos a vuestros llamamientos e enplazamientos e enplazamientos (sic), a los plazos e so las penas que vos de nuestra parte les, pusyerdes o mandardes poner, las quales nos por la presente les ponemos e abemos por puestas. Para lo qual todo que dicho es e para cada una cosa e parte d'ello, vos damos poder conplido por esta nuestra carta, con todas sus yncidencias e dependencias, emergencias, anexidades e conexidades. E non fagades ende hal. Dada en la villa de Madrid, a (blanco) días del mes de (blanco), año del nascimiento de nuestro señor Jhesu Christo de mill e quatrocientos e nobenta e cinco años.=Don Alvaro.=Johannes, episcopus astoricensis.=Antoninus, dotor.=Gundysalvus, lieniatus.=Felipus, dotor.=Johannes, licencias.=Yo Luys del Castillo, etc. (A. Rumeu 1975:437)

1495. Se inician las denuncias e informaciones de oficio sobre las esclavizaciones hechas por Alonso Fernández de Lugo, que terminarán en el juicio de residencia del mismo (1508 ss.).


1495 Febrero. Estando la corte de Isabel y Fernando en Madrid, el Consejo de Castilla expide una iniciativa al gobernador de Guiniwada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria),  para que atienda a la solicitud de Diego y Cristóbal Garrido, propietarios de la nao La Garrido, vecinos de Palos quienes informan >>que yendo el verano pasado con cierta ropa de Mateo Viña, capitán del mismo, en compañía de Alonso de Lugo, y otros compañeros genoveses que iban a la conquista de Tenerife, al llegar cerca de dicha isla y pudiendo llegar a ella de día, tomaron el acuerdo de amainar las velas para que los canarios no los viesen, alzándolas al anochecer para hacer el asalto, pero por no conocer el puerto el navío dio en una peña y se perdió>>. Piden ser resarcidos de sus pérdidas. Este fue el primer navío hundido en aguas de Chinech (Tenerife) en los tiempos de la pre- invasión y conquista española.

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