lunes, 29 de julio de 2013

NAVIOS INGLESE Y LA INQUISICION ESPAÑOLA EN CANARIAS






Eduardo Pedro García Rodríguez

1591 Mayo.
Los primeros navíos que descorrieron el velo del tráfico clandestino de mercancías inglesas con la metrópoli a las autoridades coloniales, y de rechazo a la Inquisición, fueron los buques británicos st. James y st. Thone, pilotados por Robert Brown y Nicholas Rankin, que arribaron a Santa Cruz .de Tenerife en el mes de mayo de 1591 con bandera escocesa y pasaportes falsos.

“Dichos navíos despertaron las sospechas del corregidor Cangas, quien puesto en comunicación con el capitán general don Luís de la Cueva recibió orden de enviar a los capitanes o tripulantes destacados a Las Palmas, para ser interrogados, mientras debían quedar en vigilancia los restantes en la ciudad de La Laguna.

De esta manera fueron trasladados a Las Palmas Robert Brown y Bartholomew Cole, por el st. James, y Nicholas Rankin y William Home, por el St. Thomas. Una vez allí el licenciado López de Aldaya ordenó darles tormento en presencia del capitán general don Luís de la Cueva, confesando ”in continente” Robert Brown los extremos antedichos y declarándose hereje luterano.

Súpose además que comerciaban con un tal Monforte, “que está preso en La Laguna”, que era factor de un comerciante inglés avecindado en la isla de San Miguel, una de las Azores, quien se dedicaba al comercio de vinos de las Canarias.

En cambio Nicholas Rankin, no obstante su condición de inglés, natural de Bristol y criado de George Colmore, supo sacar provecho de la auténtica nacionalidad escocesa del buque st. Thoma (cuyo propietario era Archibald Dison) y lograr convencer a las autoridades de la legitimidad de sus pasaportes, alcanzando su libertad y la de sus hombres.

Mientras tanto, los inquisidores habían conocido, por una delación, que Robert Brown, Bartholomew Cole y sus compañeros William Rogers, Thomas Benman, John Bonifad y William Cofil, eran todos ellos herejes luteranos, y no tardaron en reclamar sus personas para incoar los opor tunos procesos.

No obstante, la Inquisición se comportó con el más amplio criterio, pues dio a varios la ciudad por cárcel y les buscó el debido alojamiento.

Benman, pasó a vivir en casa del mismo capitán general don Luís de la Cueva, como criado suyo; Cofil, se alojó en casa del canónigo Castillo ; Bonifad, estuvo morando en la residencia del canónigo Armas, y sólo Brown, Rogers y Cole, quedaron detenidos en las cárceles secretas, de donde escapó el primero en fecha para nosotros ignorada.

En cuanto a Bartholomew Cole, o como, él se firmaba, Bertholome Qoelho, mercader “a cuyo cargo venía el navío”, supo éste ganar primero la simpatía de los oidores Aldaya y Cabrera y después la de los mismos inquisidores, que autorizaron a trasladarle al hospital de San Martín, donde abjuró de la herejía y se convirtió al catolicismo.

Entonces reclamó la presencia de los inquisidores para hacer importantes revelaciones sobre el comercio clandestino de la Gran Bretaña con España, que son de sumo interés.

El 9 de enero de 1593 compareció ante el inquisidor Francisco Madaleno, y en ese día y sucesivos fué revelando los secretos que conocía. Muchos de ellos se refieren a política .internacional, que no nos interesan particularmente; pero otros pusieron al descubierto los tratos clandestinos entre Gran Bretaña y España-pese a la guerra declarada-que se hacían principalmente entre los puertos de Londres, Southampton y Bristol, de un lado, y Sevilla, de otro.

Los mercaderes británicos enviaban todos los años sus mercancías (tejidos de la clase “ariseas” y “anascotes”) a Hamburgo y Stade, en Alemania; a Amberes, en los Países Bajos, y hasta Saint-Malo, Roscoff y Morlaix, en Francia. En estos puertos los tejidos eran sellados y navíos de distintas nacionalidades los conducían a Sevilla “para su distribución por España e Italia”.

Entonces estos mismos buques cargaban las mercaderías que necesitaban los ingleses: aceites, vinos de Jerez, pasas y almendras, conduciéndolas a los puertos de partida, donde se hacían cargo de ellas los navíos de Inglaterra.

Bartholome Cole citó el caso de ser frecuente la detención por los piratas de navíos en estas circunstancias por conducir mercancía española, que luego era reclamada en la Gran Bretaña como prropiedad de ingleses, y hasta dió el nombre de un rico mercader de Londres, Arthur Hussey, víctima frecuente de estas equivocaciones.

Por último, citó Cole a las Islas Canarias como campo de este ilícito tráfico, que hacían los franceses de Morlaix trayendo sardina inglesa que cambiaban por vinos del país.

Estas declaraciones fueron inmediatamente transmitidas a la Casa de Contratación de Sevilla para que Se vigilase el tráfico clandestino de la Gran Bretaña con España, al mismo tiempo que se doblaba la vigilancia en los puertos insulares para sorprender a los primeros incautos.

De esta manera no ha de sorprendernos que a partir del momento de esta delación comenzasen las detenciones y confiscaciones de navíos, aunque a decir verdad los detenidos no eran ingleses, sino holandeses, que con el mismo truco y con pasaportes falsos alemanes, en particular de Hamburgo y Emden unas veces, o flamencos, en particular de Amberes, otras, llevaban algunos años realizando sin contratiempo un activo tráfico entre el puerto de Flesinga (Zelanda) y las Islas Canarias.
Circuladas las órdenes antedichas comenzaron las detenciones, a partir de enero de 1593. En Santa Cruz de La Palma era detenido el navío La Rosa, cuyo maestre se llamaba Bernardo Marcen, y que había zarpado de Flesinga en los primeros días del año indicado; la detención debió verificarse, por tanto, en febrero de 1593. En Garachico eran a su vez detenidos en octubre, por sospechas de falsificación de pasaportes, dos navíos que decían proceder de Hamburgo, por nombre La Posta y Marganya.

Estos navíos ya habían visitado en otras ocasiones el puerto, por lo que se juzgó suficiente llamar a sus maestres, Jacob Salomoni y Conrado Jacob, para que prestasen declaración ante las autoridades y mostrasen la documentación de los buques. Mas cuál no sería la sorpresa de éstos y aquéllos al contemplar cómo las tripulaciones, al ver descorrido el misterio, “se alzaron y se pusieron en pie de guerra y se fueron”, dejando
así a sus capitanes convictos y confesos de lo que sólo era una sospecha.

Sin embargo, las detenciones más sonadas ocurrieron en el Puerto de la Luz. El primer buque que despertó las sospechas de las autoridades coloniales de Las Palmas fue el navío de Flesinga San Pedro, cuyo maestre era Jácome Remieus. Este buque, con pasaportes de Emden, que había comerciado diversas veces en el puerto de Garachico, se presentó en el Puerto de la Luz en febrero de 1593, y tanto su maestre como sus catorce tripulantes quedaron detenidos, primero por las autoridades civiles y después por la “Santa Inquisición,” cuando ésta reclamó a todos como sospechosos de cal-vinismo.

Hallábase el San Pedro fondeado en el puerto, cuando aparecieron pocos cos días más tardé otros dos navíos holandeses que comerciaban también con engaños y falsedades: el León Colorado y el San Lorenzo; sus maestres, respectivamente, Hans Hanssn y Arnaut Lorenzo. Ambos aseguraban proceder de Hamburgo, en Alemania, y estar afiliados todos los tripulantes al catolicismo.

Cuál no sería, pues, la sorpresa que ambos maestres experimentaron al tener conocimiento de la detención del San Pedro, verdadero anticipo de la suerte que les esperaba. En el acto, los dos capitanes dieron orden de zarpar con la primera oscuridad, ante la imposibilidad de realizarlo inmediatamente, pues, estando vigilados, las fortalezas del puerto impedirían la fuga. Sin embargo, no tuvieron tiempo ni de planear la escapatoria, ya que la misma tarde de su arribo el Santo. Oficio decretó el arresto de los maestres y pilotos, a cuyo procesamiento Siguió el de los demás tripulantes.

Estos navíos no sólo eran portadores de pasaportes falsificados para todos sus tripulantes, sino de cartas de recomendación de obispos y eclesiásticos tan verídicas como los primeros. (A.Rumeu de Armas, t.II. 2ª pte. 1991).


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