jueves, 11 de julio de 2013

ATAQUE DE UNA FLOTILLA FRANCESA A LA ISLA DE LA GOMERA





Eduardo Pedro García Rodríguez

1583 Enero.
Una flotilla al mando don Antonio, prior de Crato, se dirigió a las Canarias en enero de 1583 con el propósito de atacar a la Madera al regreso; pero siguiéndole la desgracia como fiel compañera un tempestad dispersó sus navíos, y tuvo que virar en redondo camino de Francia sin poder impedir que uno de los buques de la escuadra fuese a dar, malparado, en la isla de La Palma, donde fueron hechos sus hombres prisioneros.

Mientras tanto don Antonio, bajo la experta conducción del mariscal de campo Barda, hacía su entrada en Dax a fines de enero de 1583.

Por la misma fecha abandonaba el puerto de Garachico para dirigirse a la isla de La Palma a tomar declaración a los partidarios del prior de Crato, prisioneros, el gobernador Lázaro Moreno de León, quien sufriendo una fuerte tormenta en el mar tuvo que buscar refugio en San Sebastián de La Gomera el 27 de febrero de 1583. De esta manera, Moreno de León iba a ser testigo presencial del ataque de la flota franco- lusitana, que le había ido siguiendo 1os pasos por las aguas del Archipiélago.

En efecto, al día siguiente, 28 de febrero de 1583, divisose al amanecer desde las atalayas de la isla la escuadra enemiga, que se dirigía derecha al puerto, y no hubo tiempo sino el preciso para tocar alarma, concentrar las milicias con su artillería de campo y disponer la torre (ya reparada con su terraplén bajo conforme a los proyectos de el Fratin) para responder a la probab1e agresión con los certeros disparos de su artillería.

El conde de La Gomera, don Diego de Ayala y Rojas, tomó el mando de su pequeño ejército, y ayudado por dos de sus hijos, Gaspar de Castilla y Diego de Ayala Guzmán, y por el gobernador de Tenerife Lázaro Moreno, esperaron confiados la aproximación de los franceses.

A media mañana la escuadra de Saint-Pasteur-Serrada penetró en el puerto disparando sin cesar sus cañones, y situándose los navíos frente a la fortaleza estuvieron largo trecho combatiendo, con propósito evidente por parte de los invasores de acallar sus tiros para intentar sin tal peligro el desembarco. Durante más de una hora se cruzaron los disparos entre la tierra y el mar, logrando los artilleros isleños colocar certeros tiros en la popa de uno de los galeones con destrozo general perceptible desde tierra y muerte de muchos de sus hombres. El combate siguió por largo trecho de tiempo rudo y tenaz, coadyuvando en ofender al enemigo con la artillería de campo las compañías milicianas, acantonadas en la playa para impedir el desembarco. Los navíos siguieron sufriendo de esta manera los efectos del fuego de tierra, y quedaron "bien castigados" al decir del gobernador de Tenerife Moreno de León, quien no regatea tampoco elogios para el conde de La Gomera y sus hijos, los que "se batían muy bien haciendo [el conde] de artillero y de soldado y sus hijos en la marina con la gente de la tierra", y añadía el gobernador Moreno que él había "holgado mucho de hallarse presente" en el combate.

Los franco-lusitanos no se dieron por fracasados con estos reveses, sino que decidieron intentar el desembarco con las compañías de infantería del capitán Moro. Las lanchas se poblaron de arcabuceros y piqueros con morrión y coseletes; pero apenas se pudieron separar de los navíos, porque la granizada de balas que les enviaban desde tierra impedía todo avance a las lanchas.

En vista de ello sus capitanes Saint-Pasteur y Serrada ordenaron el reembarque de la infantería, y después de cambiar otros disparos con tierra alzaron velas los navíos y zarparon con dirección sudoeste costeando la isla.

La flota se detuvo entonces frente a la playa de Santiago, donde desembarcó sin contradicción un piquete de arcabuceros al mando de Moro, que profanaron una ermita situada en dicho valle de Santiago y quemaron algunos caseríos.

Enterado el conde de La Gomera por los espías que seguían a caballo a la flota del desembarco, dispuso la inmediata partida de una compañía de milicias con su capitán Baltasar Sánchez, quienes escaramuzaron con los invasores, logrando dar muerte a varios de ellos y coger prisionero a uno que resultó ser inglés.

Reembarcados los franceses, la flota volvió a alzar velas contorneando La Gomera hacia noroeste. A la mañana siguiente se encontraban entre esta última isla y la de La Palma, y en la ruta tropezaron dos navíos que acababan de partir de Santa Cruz con cargamento para las Indias a los que rindieron y cautivaron.

Mientras la flota combinada franco-lusitana proseguía su travesía hacia las islas de Cabo Verde, la de La Gomera se dió prisa en poner en conocimiento del Rey el triunfo de sus armas, y tras de hacer pública "Información" de estos hechos ante el escribano Diego Hernández Vaca el 1 de marzo de 1583, la transmitió a la corte el día 5 del mismo mes el conde La Gomera con un oficio que firmaban él y el gobernador de Tenerife Lázaro Moreno de León. Optimista el conde con su triunfo, todavía se atrevió a escribir en el mismo sentido el 12 de marzo de 1583 al secretario Juan Delgado, y menos respetuoso con. éste que con el Rey se atrevió a interesarlo en su favor por tales méritos y constantes peligros, pidiéndole "protección y mercedes". El rey Felipe II contestó tanto al conde de La Gomera como a Lázaro Moreno de León con sendas cartas escritas el 6 de agosto de 1583, agradeciéndoles en los mismos términos el triunfo logrado y la brillante defensa de la isla y animándoles a seguir por el mismo camino en su servicio y en el de España. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)


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