lunes, 29 de julio de 2013

CAPITULO XIV-I




EFEMÉRIDES DE  LA NACIÓN CANARIA


UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVII


DECADA 1581-1590


CAPITULO XIV-I




Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghasen


1591. El Capitán General de las fuerzas de ocupación castellanas en la colonia, Luís de la Cueva y el Obispo de la secta católica en Canarias, Suárez de Figueroa, se salvaron por los pelos de ser atrapados por Corsarios ingleses cuado viajaban en una carabela de Tamaránt (Gran Canaria) a Erbania (Fuerteventura). En abril, Corsarios ingleses atacan a un navío portugués procedente de Guinea.

1591. El Capitán General de Canarias, don Luis de la Cueva y Benavides, se había hecho construir un galeón de 400 toneladas en La Caleta de San Marcos en Icoden, isla de Chinech (Tenerife). En su primer viaje topó con una escuadrilla de corsarios ingleses que lo bombardeó, No obstante su precipitación en la huida, se vio obligado a encallar pero con tan mala suerte que se destrozó, perdiéndose totalmente.

1591 Mayo.
Cuatro navíos británicos lograron apoderarse a la altura del cabo de San Vicente de un buque español de aviso que procedente de La Habana se dirigía a Sevilla conduciendo más de 160 pasajeros y un rico cargamento de cueros. Entre aquéllos se contaban dos fiscales de la Audiencia de Lima y Quito., los licenciados Mora y Carvajal, y varios ricos merca deres, así que no les fué difícil convencer a los piratas de que se dirigiesen
al puerto de Santa Cruz de Tenerife para tratar de rescate.

Se hallaba entonces ausente en Garachico el corregidor Cangas, y, autorizado el rescate por el Santo Oficio, el teniente Lercaro pudo recuperar el navío, el pasaje y la mercancía por la elevada cantidad de 1.500 ducados. (A.Rumeu de Armas, t.II. 2ª pte. 1991)

1591. Alejandro Ciuranescu en su introducción  a la Historia de Las Conquista de las Siete Islas de Canaria, nos sitúa a su autor Fray Abreu Galindo en la isla Titoreygatra (Lanzarote): “Los hechos contemporáneos de que más extensamente se habla, son los que se refieren a don Agustín de Herrera y Rojas, primer marqués de Lanzarote. De este personaje, el autor conoce exactamente, y con fechas asombrosamente precisas, pues se trata de acontecimientos de orden privado, no sólo la filiación, sino los dos casamientos y la fecha de sus dos títulos de conde y de marqués (245.:14). Todos estos detalles, reunidos con los datos que hemos visto poseía nuestro autor sobre la isla de Lanzarote; con el hecho seguro de su estancia en Lanzarote, por 1591 o en años anteriores; y con sus seguras relaciones con el célebre Argote de Molina (308.:lü), nos inducen a pensar que los años que pasó Abreu Galindo en Lanzarote, debieron transcurrir en la familiaridad del marqués o de su yerno, quizá como confesor de uno de ellos. Si ello es así, es importante consignar que nuestro autor ignora la fecha del fallecimiento del marqués, ocurrido en 1598. Ningún hecho de los referidos en la obra, ninguna alusión, ninguna cita bibliográfica posterior al año de 1591, pertenece al texto auténtico de la obra; siendo las que se encuentran en este caso, evidentes interpolaciones más o menos tardías. (Ciuranescu; 1977). De esta obra vamos a extraer algunos aspectos de la forma de vida, uso y costumbres de los antiguos habitantes de las islas de Erbania (Fuerteventura) y Titoreygatra (Lanzarote).

Estas dos islas, y todas las demás, se regían por señores, capitanes o reyes, en cuadrillas, y se dividían en partes, con cercas de piedra seca que atravesaban la isla; y cada una destas partes gobernaba un rey o capitán, y todos los habitadores y moradores de aquellos términos le obedecían y servían por señor.

Eran los naturales destas dos islas, Lanzarote y Fuerteventura, caritativos, alegres, amigables, grandes cantadores y bailadores. La sonada que hacían era con pies, manos y boca, muy a compás y graciosa.

Eran muy ligeros en saltar, y era su principal ejercicio. Tomaban dos hombres una vara larga, uno por un cabo y otro por el otro cabo, y alzaban los brazos con la vara, lo más alto que podían; y el que 1o saltaba, tenían por más ligero. y así ponían dos y tres en hilera, y había hombre que los saltaba en tres saltos, sin parar.

Eran animosos y bien dispuestos y proporcionados, más que todos los demás de las islas, y así lo son hoy. Hállase sepultura al pie de una montaña que dicen de Cardones, que tiene de largo veinte y dos pies, de once puntos cada pie, que era de uno que decían Mahán. Tenían muchos desafíos. Salíanse al campo a reñir con unos garrotes de acebuche, de vara y media de largo, que llamaban tazzeses. En sus pendencias tenían esta orden que, si el agresor entraba por la puerta de la casa de su enemigo y lo mataba  afrentaba, no castigaban al homicida; pero si saltaba pared, el capitán o rey ante quien se examinaba la causa, mandaba matar al agresor y la ejecución de justicia se hacía en la costa del mar, tendiendo al delincuente sobre una piedra o losa, y con una piedra redonda el ejecutor de la justicia le daba en la cabeza, haciéndosela pedazos, y allí se quedaba muerto; y todos los descendientes de este delincuente eran tenidos por infames.
Este orden tenían en Fuerteventura, y en mucho precio y estimación a los valientes; llamábanlos altabay, nombre por ellos muy honrado.

Eran grandes nadadores, y a palos mataban los peces. Tienen gran abundancia de marisco en la costa, y muy bueno, de burgaos, percebes y clacas, marisco sabroso y delicado.

Tenían casas particulares, donde se congregaban hacían sus devociones, que llamaban efequenes, las cuales eran redondas y de dos paredes de piedra; y entre pared y pared, hueco. Tenía entrada por donde se servía aquella concavidad. Eran muy fuertes, y las entradas pequeñas. Allí ofrecían leche y manteca. No pagaban diezmo, ni sabían qué cosa era.

Las casas de su morada eran de piedra seca y fuertes, y las puertas angostas y pequeña, que apenas cabía una persona por la entrada.

Cuando Juan de Betancor vino a Lanzarote, tenían por su rey un gentil que llamaban Guarfía, ya su reina Aniagua. Vestían los desta isla de Lanzarote un hábito de cueros de cabras, como tamarcos, hasta las rodillas, los cuales cosían con correas del mismo cuero muy sutiles. Cortábanlas con rajas de pedernales tan delgadas, que hacían la costura muy prima. Al vestido llamaban tamarco, y al tocado, guapil; al calzado, maho. Traían la barba en punta, el cabello largo, con un bonete de piel, con tres plumas largas en la frontera; y las mujeres lo mesmo, con una venda de cuero teñida de colorado, con las tres plumas en la frontera. Eran estas vendas de cuero de cabritos. Las tintas se hacían con cáscaras de palo.

El rey tenía por diadema o corona una mitra como de obispo, hecha de cuero de cabrón, sembradas por ella conchas de la mar.

Adoraban a un Dios, levantando las manos al cielo. Hacíanle sacrificios en las montañas, derramando leche de cabras con vasos que llaman gánigos, hechos de barro.

Si acaso enfermaban, que era pocas veces, se curaban con yerbas de la tierra y sajábanse con pedernales muy agudos donde les dolía, y se quemaban con fuego; y allí se unta- ban con manteca de ganado, la cual hacían las mujeres, que era su mejor mantenimiento, y la enterraban en gánigos; y hoy se hallan algunos llenos de manteca, la cual sirve para medicina.

Si alguno moría, metíanlo en cuevas que tenían como entierros, y tendíanlo, echando debajo del cuerpo y encima muchos pellejos decabras que mataban. Manteníanse de harina de cebada tostada y molida, que llaman gofio, y con carne de cabra cocida y asada, con leche y manteca. Comían en gánigos de barro cocidos al sol, como cazuelas
grandes. Usaban, para su menester de cortar y desollar, de unas lajas de pedernales agudas, que llaman tafiagues. Sacaban, y hoy también se saca, fuego con un palo de espino seco luyendo en un cardón seco, que es esponjoso; y con el fuerte movimiento o luimiento, se encendía fuego en el cardón, y deste modo tenían fuego.

La isla de Lanzarote es falta de agua, que no hay otra sino la que llueve, la cual recogen en maretas o charcos grandes hechos a mano, de piedras. También recogen en pozos, y la guardan para sustentarse, y a sus ganados. También hay algunas fuentes, pero de poca
agua. Sembraban la tierra de cebada, rompiéndola con cuernos de cabrón a mano; y, madura, la arrancaban y limpiaban y tostaban y molían en unos molinillos de piedras, luiendo las piedras alrededor con un hueso de cabra; y esta harina mezclaban con leche y manteca, y este manjar llaman gofio.

Carece esta isla de Lanzarote de árboles, que no hay sino unas matas pequeñas, que dicen tabaibas; que, aunque su naturaleza sea crecer poco, en esta isla se esparrama  por el suelo, porque, como es llana esta isla y por la mayor parte cursan los vientos nortes, y este árbol es enemigo del frío, se extiende por el suelo, si no es donde halla piedra, que al abrigo de ella crece tanto cuanto es la altura de la piedra.

La isla de Fuerteventura. Esta isla de Fuerteventura es más abundosa de aguas,  tiene algunas fuentes, y hay algunos árboles, como son tarajales, acebuches y palmas; y lo que en ella se planta se da muy bien.

Son éstas dos islas abundantísimas de yerbas y muy olorosas flores; y así hay mucho ganado de cabras y ovejas y vacas. Y, con ser tan fértiles de flores y yerbas, no hay en ellas abejas, ni se han podido criar, aunque se han llevado de las demás islas; y entiendo ser causa la llaneza de la isla y correr grandes vientos a la continua, y no tener abrigas.

El ganado desta isla de Fuerteventura es el más sabroso de todas las islas; el cual anda suelto por toda la isla; y cuando querían tomar algún ganado, se juntaban y hacían apañadas que llamaban gambuesas.

Había en esta isla dos mujeres que hablaban con el demonio; la una se decía Tibiabin, y la otra Tamonante. y quiere decir eran madre y hija, y la una servía de apaciguar las disensiones y cuestiones que sucedían entre los reyes y capitanes, a la cual tenían mucho respeto, y la otra era por quien se regían en sus ceremonias. Éstas les decían mu- chas cosas que les sucedían.

Estaba dividida esta isla de Fuerteventura en dos reinos, uno desde donde está la villa hasta Jandía, y la pared de ella; y el rey desta parte se llamó Ayoze; y el otro desde la villa hasta Corralejo, y éste se llamó Guize y partía estos dos señoríos una pared de piedra, que va de mar a mar, cuatro leguas. Había en esta isla cuatro mil hombres de pelea. Hoy en todas las islas no hay hombres de mayores estaturas que los de ésta en común.

Cógese en esta isla mucha orchilla, más que en todas las demás islas. Hay en ella más de cuatro mil camellos, y grandísimo número de asnos salvajes. El año de 1591 se mandó hacer una mortería, por el mucho daño que hacían en la tierra, con muchos lebreles, y con mucha gente de a caballo, y la tierra apellidada; y mataron más de mil y
quinientos asnos, que fueron manjar de cuervos y guirres, de que hay mucha abundancia en estas islas.

El vestido y hábito de los de esta isla era de pieles de carnero como salvajes, ropillas con mangas hasta el codo, calzón engosto hasta la rodilla, como los de los franceses, desnuda la rodilla, y de allí abajo cubierta la pierna con otra piel hasta el tubilto; y mahos calzados, de donde son llamados mahoreros. Traen el cabello largo, y la cabeza cubierta con un bonete alto de la mesma piel. Peleaban con grandes bastones de palo, que llamaban tezezes. A los valientes llamaban altibay. Las mujeres traían tamarcos de cueros de cabras, y encima pellicos o ropillas de cuero de carnero, y los mesmos bonetes pelosos del mesmo cuero. Servíanse de cuchillos de lajas de pedernal, que llamaban tafiagues. Al cuero llamaban barbuy, y al ganado salvaje, guanil.

Cógese en estas dos islas mucho trigo, algo moreno y menudo, que trajo Diego de Herrera de Berbería, que llaman morisquillo; y de una fanega de sementera se cogen sesenta y setenta fanegas de trigo, ya veces ciento y más y también se coge mucha cebada, que es su mantenimiento más común. Tienen estas dos islas poca agua. Sácase
de ellas mucho trigo, cebada, tocinetas, y en abundancia quesos buenos, y mucha orchi1la, que se navega a muchas partes.

Dícese que, cuando el capitán Juan de Betancur y Gadifer de la Sala vinieron en demanda de estas islas, era rey de la isla de Lanzarote, o señor, un natural de ella que se decía Guadarfía, que decían ser hijo de un capitán cristiano que con temporal aportó a esta isla de Lanzarote; la cual historia pasa de esta manera: Reinando en Castilla el rey don Juan el primero, hijo del rey don Enrique II, trayendo guerra con el rey de Portugal y el duque de Alencastre de Inglaterra sobre el señorío de Castilla, que decía el duque de Alencastre pertenecerle, por estar casado con doña Constanza, hija mayor del rey don Pedro, hizo el rey don Juan una armada por la mar, de ciertos navíos, y puso por capitán de ellos a un caballero vizcaíno, : que se decía Martín Ruíz de Avendaño; el cual corría toda la costa de Vizcaya y Galicia y Inglaterra, que sería año de mil y trescientos y se-tenta y siete, poco más o menos. El cual, navegando, le dió temporal que les hizo arribar a Lanzarote, y tomó puerto. y salió el capitán y gente en tierra, y los isleños lo recibieron de paz y le dieron refrescos de lo que en la tierra había de carne y leche y queso, para refresco de su armada; y fué aposentado en la casa del rey, que se decía Zonzamas.

Tenía este rey una mujer, llamada Fayna, en quien hubo Martín Ruíz de Avendaño una hija, que llamaron Ico, en este acogimiento y hospedaje; la cual Ico fué muy hermosa y blanca: siendo todas las demás isleñas morenas, ella sola había salido muy blanca. Esta Ico casó con Guanarame, rey que fué de aquella isla, por muerte de un hermano suyo llamado Tinguanfaya, que fué el que prendió el armada de Hernán Peraza. Tuvo Guanarame en Ico a Guadarfía.

Muerto Guanarame, hubo disensiones entre los naturales isleños, diciendo que Ico no era noble Gayre, por ser hija de extranjero, y no de Zonzamas. Sobre esto entraron en consulta, que Ico entrase con tres criadas suyas villanas en la casa del rey Zonzamas, y que a todas cuatro se les diese humo; y que, si Ico era noble, no moriría; y, si ex-tranjera, sí.

Había en Lanzarote una vieja, la cual aconsejó a Ico que llevase una esponja mojada en agua, escondida; y, cuando diesen humo, se la pusiese en la boca y respirase en ella. Hízolo así; y, dándoles humo en un aposento encerradas, valióse Ico de la esponja, y halláronla viva, y a las tres villanas ahogadas. Sacaron a Ico con gran honra y contento, y alzaron por rey a Guadarfía; y éste fué el que halló Juan de Betancur, al tiempo de la primera venida a esta isla. (Abreu Galindo; 1977).

1591. Abreu Galindo conoció al mazigio cuando según este fraile y historiador, contaba 145 años de edad. Este mazigio continental fue un instrumento muy útil en manos del esclavista Diego de Herrera. “Dado el espíritu militar de la casa de Herrera, colonos señores de Lanzarote y Fuerteventura, apenas habían terminado en la villa capital de Lanzarote las fiestas con que aquellos siervos  celebraban con singulares regocijos el enlace de doña Constanza de Herrera con Pedro Hernández de Saavedra, viéronse en los puertos de la isla nuevos aprestos y movimiento de guerra para una expedición a las vecinas costas de Barbería, teatros de las hazañas de rapiña y del espíritu depredador de Diego de Herrera, que no podía dirigirse contra la Gran Canaria ni al resto de las islas gentiles, puesto que 1os nefastos reyes católicos habían tomado la conquista de estas islas por sí, poniendo entre sus títulos el de Rey de la isla de Gran Canaria, pero repetimos que el espíritu intrépido y depredador de Diego de Herrera, que era el de los Españoles de su siglo, alentado por el valor de su yerno Saavedra, hízole dirigirse a las costas del continente fronterizas a Lanzarote, donde él y sus hijos habían ejecutado diferentes incursiones, esclavizando un considerable número de habitantes del continente, y robando muchos caballos, camellos, vacas y ganado menor, con que aumentaron el erario de la ilustre casa de de piratas de los Herrera.

Al efecto, Sancho de Herrera y su yerno Saavedra y Juan Alonso de Sanabria, go bernador de Fuerteventura, con otros piratas, embarcáronse en cinco bajeles con setecientos hombres de valor y llegaron al Castillo de Marpequeña, donde no encon. traron resistencia por parte de los naturales, que capitaneaba el príncipe de aquel terri torio, Aoiava.

Pocos días después, pasó al fuerte un beduino, como de treinta años de edad, llama do Elergrut, diciendo que deseaba ser bautizado, ofreciendo, al propio tiempo, a Herrera, una traición. Aseguraba Helergrut que, como obrasen por su dirección, podían conseguir un lance apreciable.

Persuadido Herrera del moro Helergrut entró en la empresa marchando a Tagaosi y de allí al pueblo de Adovar, donde sorprendió a los habitantes alojados en sus barracas y tiendas, atacáron y les y aprisionaron 258 moros entre hombres, mujeres y niños, operación que duró pocos momentos.

Esto le hizo adquirir al moro Helergrut tanto crédito, que fiaronse siempre de .suconducta en todas las entradas que Diego de Herrera y sus hijos ejecutaron en las costas de Berbería, que no fueron menos de cuarenta y seis.

Helergrut, a su regreso a Lanzarote, fue el ídolo de la Casa de Herrera, cuyos miembros le trataban con afabilidad y le hicieron bautizar, siendo su padrino Juan Camacho  un pirata de Jerez, en cuya consideración tomó Helergrut el nombre de Juan Camacho.

Hizo a Helergrut aun más célebre en las islas, y muy particularmente en Lanzarote, por su larga vida, que por sus proezas en África pues el historiador P. Abreu Galindo asegura que vivió 146 años, y que le trató muchas veces en la Villa Capital de Lanzarote, cuando en 1591 acompañaba en su visita pastoral al Obispo don Fernando Suárez de Figueroa, acompañado también de Luís de la Cueva y Benavídes, señor de Vedma, gobernador y capitán general de las islas, y de Gonzalo Argote de Molina, provincial de la Santa Hermandad de Andalucía, yerno del Marqués don Agustín de Herrera, todos los cuales residían en la Villa señorial de Lanzarote y se complacían en oír referir varias antigüedades a Juan Camacho, admirándole no sólo por haber alcanzado tan extraordinaria edad, sino porque conservaba el cuerpo sano y recto.

Juan Camacho, dos años antes de morir, se había casado con una moza de veinte años con quien tuvo un hijo.

En el riquísimo archivo de la Parroquia de Teguise, que fue pasto de las llamas en la mañana del 6 de Febrero de 1909, existía una curiosa certificación de casamiento, que atribuyen al del moro Helergrut que decía así: Yo el Cura de la Parroquia de la Villa Capital del Arcángel San Miguel, casé a a Juan el Moro con la hija del molinero.” (Lorenzo Betancor)

1591. 
Posiblemente en el puerto de Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife), naufraga y  se hunde una nao que venía con carga de las Indias españolas.
1591.
Anunciada visita de Morato Arrez, metáfora que pudo ocultar a Drake? o a las armadas del Prior, rey destronado de Portugal, se mandó aviso a Luis de la Cueva, para que pusiese a resguardo su gobernación, procurando que "lo estén las demás islas", pues de asentarse enemigos en el archipiélago, pondrían en precario la comunicación con Indias.
Apurado y en carta privada, De la Cueva se sinceró. Al ignorar la vetustez de la tradición, confesó que holandeses y otros enemigos de la corona, eran habituales de los puertos de Canarias, desde hacía unos 26 años. Se detenían para hacer aguaje, rescatando leña y bastimentos, a cambio de paños a la ida y oro a la vuelta, en ruta a Indias y la Berbería. Bien recibidos por generosos y correctos, de cambiar de talante, podrían hacer lo que les diese la gana, porque la guarnición, de 60 hombres, no tenía artillería ni un grano de pólvora, el alcaide de Santa Cruz era un "muchacho" inexperto y el corregidor, anciano inválido. Recibido el informe, Alonso de Guzmán hubo de mandar 250 hombres, con la artillería que pudo rapiñar, en dos barcos de embargo, agregados a la flota. De retorno traerían a Luis de la Cueva, culpable por ligero de lengua.
1591 Abril 6.
Don Luís de la Cueva capitán general y virrey de Canarias reanudó su visita, recorriendo las islas de Lanzarote y Fuerteventura. Una carta de don Luís de la Cueva, al Rey de España,  nos revela algunos pormenores de este viaje, que llevó a cabo en compañía del obispo don Fernando Suárez de Figueroa y con la probable asistencia de Leonardo Torriani. Don Luís de la Cueva recorrió Lanzarote en compañía del jefe de las armas de dicha isla, Gonzalo Argote de Molina, trasladándose seguidamente a la vecina isla de Fuerteventura, donde le esperaba la contemplación de un raro espectáculo. Habianse propagado en aquella isla, hasta constituir un serio peligro para la agricultura, los asnos salvajes; y queriendo los señores de Fuerteventura, don Gonzalo y don Fernando de Saavedra, sorprender al capitán general en sus aficiones cinegéticas, organizaron contra aquellos brutos una batida general. Tomaron parte en tan extraña cacería gran número de caballeros, contándose entre ellos el capitán general don Luís de la. Cueva, el obispo de Canarias, don Fernando Suárez de Figueroa, y Gonzalo Argote de Molina, cobrándose más de mil quinientas piezas. El historiador fray Juan de Abreu Galindo fué testigo de tan extraño espectáculo, jamás repetido en los anales de la cinegética nacional, y don Luís de la Cueva, finalizada su visita, se encontraba de nuevo en Gran Canaria en los primeros días de abril de 1591. (A. Rumeu de Armas, t.2.1991)

1591  Abril. Arriba al puerto de Añazu n Chinech  (Santa Cruz de Tenerife), la flota de Guinea, la cual venía perseguida por navíos corsarios ingleses. Uno de los navíos españoles se vio separado del grueso de la flota por un temporal, siendo perseguido y acosado por los corsarios, no encontrando otro recurso para salvarse que encallar en la costa. El corregidor de Chinech (Tenerife), Cangas,  envió en su socorro un destacamento de 200 hombres, pero sólo pudieron ayudar a rescatar a la tripulación y la mercancía; la hermosa nao se perdió irremisiblemente.

1591 Abril 6.
El capitán general de canarias estuvo a punto de ser capturado en abril de 1591 por unos corsarios ingleses, según carta de dicho general a la metrópoli.

“Su carta al Rey de 6 de abril de dicho año revela datos de sumo interés: después de haber recorrido don Luís de la Cueva Lanzarote y Fuerteventura, en compañía del obispo de Canarias don Fernando Suárez de Figueroa, embarcaron en la última de las citadas islas dirigiéndose al Puerto de la Luz; mas a medio camino tropezaron con un navío, pirata que persiguiéndoles trató por todos los medios de darles alcance. Durante
todo el resto de la travesía no pudieron separarse los españoles de tan incómoda compañía, antes al contrario, la persecución adquirió hondo dramatismo al acercarse el navío isleño a las costas de Gran Canaria, pues vióse forzado para librarse de caer en sus garras a desembarcar su gente en las cercanías de Telde. Los ingleses entonces bombardearon con sus cañones la costa, llevándose unas barcas que por allí transitaban.

El mismo don Luís de la Cueva comunicaba al Rey en la carta antes mencionada que las islas estaban “infestadas” de corsarios y la gente “atemorizada” de resultas de sus robos y saqueos.

La primavera y el verano de este año de 1591 se caracterizaron por una acción tan constante que sólo es comparable a la ocurrida en el Archipiélago en 1552. Sabemos por una carta de Gangas que en abril había llegado a Santa Cruz la flota de Guinea, perseguida por los ingleses. Uno de los navíos, separado del grueso de la escuadra por el temporal, víóse tan acosado y perseguido que no encontró otro recurso para salvaxse que encallar en la costa, y aunque el corregidor de Tenerife envió en su socorro 200 hombres armados, no pudieron conseguir sino salvar la tripulación y mercaderías, perdiéndose la magnífica nao.

En los tres meses que transcurren desde abril a junio de 1591, fue tan intensa la persecu-
ción en aguas del Archipiélago, que según confesión del propio Cangas lograron los ingleses apoderarse de más de ocho navíos que a él se dirigían procedentes de Lisboa, Sevilla y Cádiz. (A.Rumeu de Armas, t.II. 2ª pte. 1991)

1591 Mayo.
Los primeros navíos que descorrieron el velo del tráfico clandestino de mercancías inglesas con la metrópoli a las autoridades coloniales, y de rechazo a la Inquisición, fueron los buques británicos st. James y st. Thone, pilotados por Robert Brown y Nicholas Rankin, que arribaron a Santa Cruz .de Tenerife en el mes de mayo de 1591 con bandera escocesa y pasaportes falsos.

“Dichos navíos despertaron las sospechas del corregidor Cangas, quien puesto en comunicación con el capitán general don Luís de la Cueva recibió orden de enviar a los capitanes o tripulantes destacados a Las Palmas, para ser interrogados, mientras debían quedar en vigilancia los restantes en la ciudad de La Laguna.

De esta manera fueron trasladados a Las Palmas Robert Brown y Bartholomew Cole, por el st. James, y Nicholas Rankin y William Home, por el St. Thomas. Una vez allí el licenciado López de Aldaya ordenó darles tormento en presencia del capitán general don Luís de la Cueva, confesando ”in continente” Robert Brown los extremos antedichos y declarándose hereje luterano.

Súpose además que comerciaban con un tal Monforte, “que está preso en La Laguna”, que era factor de un comerciante inglés avecindado en la isla de San Miguel, una de las Azores, quien se dedicaba al comercio de vinos de las Canarias.

En cambio Nicholas Rankin, no obstante su condición de inglés, natural de Bristol y criado de George Colmore, supo sacar provecho de la auténtica nacionalidad escocesa del buque st. Thoma (cuyo propietario era Archibald Dison) y lograr convencer a las autoridades de la legitimidad de sus pasaportes, alcanzando su libertad y la de sus hombres.

Mientras tanto, los inquisidores habían conocido, por una delación, que Robert Brown, Bartholomew Cole y sus compañeros William Rogers, Thomas Benman, John Bonifad y William Cofil, eran todos ellos herejes luteranos, y no tardaron en reclamar sus personas para incoar los opor tunos procesos.

No obstante, la Inquisición se comportó con el más amplio criterio, pues dio a varios la ciudad por cárcel y les buscó el debido alojamiento.

Benman, pasó a vivir en casa del mismo capitán general don Luís de la Cueva, como criado suyo; Cofil, se alojó en casa del canónigo Castillo ; Bonifad, estuvo morando en la residencia del canónigo Armas, y sólo Brown, Rogers y Cole, quedaron detenidos en las cárceles secretas, de donde escapó el primero en fecha para nosotros ignorada.

En cuanto a Bartholomew Cole, o como, él se firmaba, Bertholome Qoelho, mercader “a cuyo cargo venía el navío”, supo éste ganar primero la simpatía de los oidores Aldaya y Cabrera y después la de los mismos inquisidores, que autorizaron a trasladarle al hospital de San Martín, donde abjuró de la herejía y se convirtió al catolicismo.

Entonces reclamó la presencia de los inquisidores para hacer importantes revelaciones sobre el comercio clandestino de la Gran Bretaña con España, que son de sumo interés.

El 9 de enero de 1593 compareció ante el inquisidor Francisco Madaleno, y en ese día y sucesivos fué revelando los secretos que conocía. Muchos de ellos se refieren a política .internacional, que no nos interesan particularmente; pero otros pusieron al descubierto los tratos clandestinos entre Gran Bretaña y España-pese a la guerra declarada-que se hacían principalmente entre los puertos de Londres, Southampton y Bristol, de un lado, y Sevilla, de otro.

Los mercaderes británicos enviaban todos los años sus mercancías (tejidos de la clase “ariseas” y “anascotes”) a Hamburgo y Stade, en Alemania; a Amberes, en los Países Bajos, y hasta Saint-Malo, Roscoff y Morlaix, en Francia. En estos puertos los tejidos eran sellados y navíos de distintas nacionalidades los conducían a Sevilla “para su distribución por España e Italia”.

Entonces estos mismos buques cargaban las mercaderías que necesitaban los ingleses: aceites, vinos de Jerez, pasas y almendras, conduciéndolas a los puertos de partida, donde se hacían cargo de ellas los navíos de Inglaterra.

Bartholome Cole citó el caso de ser frecuente la detención por los piratas de navíos en estas circunstancias por conducir mercancía española, que luego era reclamada en la Gran Bretaña como prropiedad de ingleses, y hasta dió el nombre de un rico mercader de Londres, Arthur Hussey, víctima frecuente de estas equivocaciones.

Por último, citó Cole a las Islas Canarias como campo de este ilícito tráfico, que hacían los franceses de Morlaix trayendo sardina inglesa que cambiaban por vinos del país.

Estas declaraciones fueron inmediatamente transmitidas a la Casa de Contratación de Sevilla para que Se vigilase el tráfico clandestino de la Gran Bretaña con España, al mismo tiempo que se doblaba la vigilancia en los puertos insulares para sorprender a los primeros incautos.

De esta manera no ha de sorprendernos que a partir del momento de esta delación comenzasen las detenciones y confiscaciones de navíos, aunque a decir verdad los detenidos no eran ingleses, sino holandeses, que con el mismo truco y con pasaportes falsos alemanes, en particular de Hamburgo y Emden unas veces, o flamencos, en particular de Amberes, otras, llevaban algunos años realizando sin contratiempo un activo tráfico entre el puerto de Flesinga (Zelanda) y las Islas Canarias.
Circuladas las órdenes antedichas comenzaron las detenciones, a partir de enero de 1593. En Santa Cruz de La Palma era detenido el navío La Rosa, cuyo maestre se llamaba Bernardo Marcen, y que había zarpado de Flesinga en los primeros días del año indicado; la detención debió verificarse, por tanto, en febrero de 1593. En Garachico eran a su vez detenidos en octubre, por sospechas de falsificación de pasaportes, dos navíos que decían proceder de Hamburgo, por nombre La Posta y Marganya.

Estos navíos ya habían visitado en otras ocasiones el puerto, por lo que se juzgó suficiente llamar a sus maestres, Jacob Salomoni y Conrado Jacob, para que prestasen declaración ante las autoridades y mostrasen la documentación de los buques. Mas cuál no sería la sorpresa de éstos y aquéllos al contemplar cómo las tripulaciones, al ver descorrido el misterio, “se alzaron y se pusieron en pie de guerra y se fueron”, dejando
así a sus capitanes convictos y confesos de lo que sólo era una sospecha.

Sin embargo, las detenciones más sonadas ocurrieron en el Puerto de la Luz. El primer buque que despertó las sospechas de las autoridades coloniales de Las Palmas fue el navío de Flesinga San Pedro, cuyo maestre era Jácome Remieus. Este buque, con pasaportes de Emden, que había comerciado diversas veces en el puerto de Garachico, se presentó en el Puerto de la Luz en febrero de 1593, y tanto su maestre como sus catorce tripulantes quedaron detenidos, primero por las autoridades civiles y después por la “Santa Inquisición,” cuando ésta reclamó a todos como sospechosos de cal-vinismo.

Hallábase el San Pedro fondeado en el puerto, cuando aparecieron pocos cos días más tardé otros dos navíos holandeses que comerciaban también con engaños y falsedades: el León Colorado y el San Lorenzo; sus maestres, respectivamente, Hans Hanssn y Arnaut Lorenzo. Ambos aseguraban proceder de Hamburgo, en Alemania, y estar afiliados todos los tripulantes al catolicismo.

Cuál no sería, pues, la sorpresa que ambos maestres experimentaron al tener conocimiento de la detención del San Pedro, verdadero anticipo de la suerte que les esperaba. En el acto, los dos capitanes dieron orden de zarpar con la primera oscuridad, ante la imposibilidad de realizarlo inmediatamente, pues, estando vigilados, las fortalezas del puerto impedirían la fuga. Sin embargo, no tuvieron tiempo ni de planear la escapatoria, ya que la misma tarde de su arribo el Santo. Oficio decretó el arresto de los maestres y pilotos, a cuyo procesamiento Siguió el de los demás tripulantes.

Estos navíos no sólo eran portadores de pasaportes falsificados para todos sus tripulantes, sino de cartas de recomendación de obispos y eclesiásticos tan verídicas como los primeros. (A.Rumeu de Armas, t.II. 2ª pte. 1991).

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