viernes, 19 de julio de 2013

DRAKE MERODEA POR CANARIAS





Eduardo García Rodríguez

1587 Mayo 4.
El momento de mayor peligro en dicho año para el archipiélago canario se señala alrededor de los días primeros del mes de mayo de 1587. La expedición de Drake contra Cádiz, organizada por Inglaterra para perturbar los aprestos de la gran armada que se organizaba para la invasión, afectó de rechazo, aunque sin riesgo para ella, a la isla de  El Hierro. En efecto, después de haber sorprendido a Cádiz (destrozando los navíos allí surtos y saqueando el puerto) y, recorrido las costas de Portugal con igual fin, apostó Drake el grueso de la flota, entre el cabo de San Vicente y las Azores, así para impedir la reunión de los galeones españoles, diseminados en los distintos puertos de la Península, como en espera de las flotas de Indias. De este momento data el viaje a las Canarias de una división de cinco navíos de la escuadra de Drake, que acercándose a la isla de El Hierro, y merodeando por su contorno, trataron el 4 de mayo de 1587 de establecer pacíficas relaciones comerciales con sus habitantes, so color de católicos irlandeses. El conde de La Gomera, don Diego de Ayala, así lo comunicó a Tenerife, en carta de 8 de mayo, para que estuviesen prevenidos contra el peligro, porque en dicha isla aseguraron los corsarios que Francis Drake los seguía con otros 40 galeones.

Pocos días más tarde tenía confirmación desde España el aviso del conde de La Gomera, pues el 16 de mayo de 1587 se recibía en Cabildo una carta del duque de Medina Sidonia con la nueva del incendio de los galeones en Cádiz y el temor de que se dirigiese la escuadra inglesa sobre el Archipiélago, y siete días después recibíase también por la misma corporación un mensaje de los almirantes marqués de Santa Cruz y Francisco Duarte concebido en idénticos términos.

Con este motivo los acuerdos de guerra llenan las sesiones del Cabildo de Tenerife, que por repetidos silenciamos, siendo en cambio digno de señalar por el espíritu de hermandad que revela aquél en que esta isla franqueó a la Gran Canaria la pólvora que pudo ante las demandas apremiantes de sus regidores, que faltos de ella la reclamaban por "hallarse muy ámenazada, así de Morato Arráez como de Francisco Draque".

En esta atmósfera de guerra ocurrió todavía un nuevo intento pirático en Santa Cruz de Tenerife, en julio de 1587, que alarmó a toda la isla.

El día 8 de dicho mes un galeón corsario se acercó a la bahía de Santa Cruz con ánimo de sacar del puerto una carabela que en él se hallaba cargando vinos. Para ello trató de forzar la entrada del mismo por medio de una lancha en la que bogaban algunos marineros; mas cuando ya estaban próximos a la rada, el castillo de San Cristóbal abrió fuego contra ella y los piratas tuvieron que alejarse sin alcanzar su propósito. Sin embargo, los disparos de la fortaleza, que se oyeron en La Laguna, alarmaron a sus vecinos, acudiendo al puerto en formación las milicias con el gobernador Juan Núñez de la Fuente a la cabeza.

Todavía en noviembre de 1587 se tuvieron en el Archipiélago avisos de la partida de Drake de Inglaterra con 40 navíos en dirección a las costas españolas; pero por suerte para las islas, tanto en lo que resta del año 1587 como en la totalidad del siguiente de' 1588-en que la guerra con Inglaterra; en su máxima intensidad, absorbió a ambos contendientes en otros escenarios-no ocurrió suceso destacado de índole militar.

Episodio de otra índole fué el solemne auto de fe de 22 de julio de 1587, celebrado en Las Palmas de Gran Canaria con ocasión de la ruptura de hostilidades con Inglaterra.

La Inquisición acostumbraba celebrarlos cuando había número suficiente de reos que "justificasen tal ceremonia", y ahora se apiñaban en sus cárceles buen número de ingleses luteranos y calvinistas. Entre los primeros se contaban 12 de los 17 marineros del Primrose sin otra baja por muerte que la de John Smith, fallecido en las cárceles secretas; un marinero del navío El Faco cautivo en Maspalomas, y Edgard Francis, preso en el desembarco de Adeje.

En cambio no pudieron figurar en este auto los  viajeros de la nave de Francisco da Rocha Paris, Bwena Fortuna de Caridad  por estarse sustanciando por aquella fecha sus causas.

Este número extraordinario dé ingleses en el auto que referimos, así como los procesos y condenas anteriores y posteriores, hace afirmar a historiador tan documentado como William Thomas Walsh que las Islas Canarias eran el lugar fijo de malos tratos a los ingleses luteranos, error que nace, aparte de .la mala información, de no haber sabido captar la Importancia que tuvo en el siglo XVI la acción de la piratería contra las islas del Atlántico.

De esta manera en la fecha indicada, 22 de julio de 1587, celebróse en la plaza de Santa Ana con extraordinaria solemnidad y pompa el primer auto de fe en que aparecían súbditos de la reina Isabel junto con moriscos y naturales, formando los ingleses, adornados con sambenitos y corozas, en la larga comitiva que acompañó a la hoguera a su compatriota George Gaspar (sic), que como el más contumaz en sus errores estaba condenado a morir.

La ceremonia se celebró presidida por el inquisidor don Francisco Madaleno, hallándose presentes en la misma el obispo con el Cabildo catedral en pleno, la Real Audiencia y el gobernador de Gran Canaria Álvaro de Acosta.

La plaza de Santa Ana aparecía totalmente repleta de público, no sólo de la capital, sino de toda la isla, ya la vista del mismo los reos, auxiliados por las Ordenes religiosas y familiares del Santo Oficio, fueron verificando su reconciliación. Aparte de los españoles,  e isleños, condenados por diversas causas atentatorias a la fe o buenas costumbres a no menos diversas penas, aparecían alineados moriscos e ingleses, hasta completar con aquéllos el número de. 43 reos. Fueron reconciliados primeramente los ingleses Thomas Simes [Thomas Simms], Juan Buer [John Wáre], Pedro Jamson [Peter Johnson], Eduarte Estreid [Edward Stride], Juan Gold [John Gold], Guillermo Vaquer [IWilliam, Baker] , Guillermo Huer [William Ware] , Miguel Chemes [Michael James] Rioharte Sánchez, Marcos Colman y Cristóbal Tristán (sic), todos tripulantes del Primrose; Juan Reman [John Reman], marinero de El Faco, cautivo en Maspalomas, y Eduarte Francisco [Edward Francis] prisionero en el desembarco de Adeje. Después, sin un orden riguroso, fueron reconciliados los esclavos moriscos Pedro de Berrera, Bartolomé y Juan, a quienes en seguida veremos participar, como adalides, en la incursión de Morato Arráez de 1586, y el renegado Miguel Carneros, expulsado por este pirata; de las galeras en la is1a de Lanzarote.

De los reconciliados españoles son dignos de mención: Sebastián García, pescador de Agüimes, como cómplice de las operaciones de El Faco, y Diego Rodríguez de Ayala, alcaide de la cárcel real de La Laguna, por haber apoyado de palabra algunas de las proposiciones heréticas del condenado a la hoguera, George Gaspar. Otro de los reconciliados fue Juan del Río, esclavo morisco del anterior gobernador Tomás de Cangas, por haber obstaculizado en cuestiones de competencia enttre la Justicia real y el Santo Oficio sobre la prisión del inglés John Reman, la acción de éste en favor de su amo, el gobernador .

Tras esta primera parte del auto, procedióse con no menor aparato, a la reconciliación en estatua del reo Jhoan  smit [John Smith] fallecido en prisión, y la relajación, en estatua, también, de cuatro moriscos de Lanzarote y Fuerterventura: Malgarida de Cubas, mujer de Juan Felipe, trasladada a Berberia por su esposo con engaños en 1552, pero que acabó por abjurar convirtiéndose al mahometismo; Francisco Palomar (esclavo del alguacil del Santo Oficio Diego Sarmiento de Ayala) y Maria Gutiérrez, cautivos de Calafat en la incursión de 1569 y también perjuros, y Gonzalo Espino, fugitivo en una de las últimas "entradas" en Berbería.

Por último, la ceremonia adquirió su máximo patetismo en el momento de ver subir exánime al cadalso, donde se apiñaban los leños de la hoguera, al reo George Gaspar, agotado y sin fuerzas después de un frustrado intento de suicidio. George Gaspar fué relajado por su osadía y contumacia, pues seguramente por su vida era el más infeliz de todos sus compatriotas, ya que, con apenas veinticuatro años, y siendo aprendiz de sastre en Londres, no tenía otras hazañas en su hoja de servicios que haberse enrolado por primera vez en una embarcación inglesa en viaje al Brasil, para caer prisionero en la isla de La Gomera, su primera escala, en una desgraciada incursión para proveerse de agua. Trasladado a la cárcel real de La Laguna, aquí fue donde George con sus burlas, blasfemias, irreverente actitud, inoportunos dichos e ingenua contumacia, labró día a día su sentencia, pues abandonó la cárcel real para ingresar en la del Santo Oficio de Las Palmas, donde, siempre rebelde y contumaz, pasó los últimos días de su vida. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)

Julio de 2013.

No hay comentarios:

Publicar un comentario