Según el Dr. D. Juan
Bethencourt Alfonso en: Historia del Pueblo Guanche
Tomo II, Edición
Anotada por Manuel A. Fariña González.
Es indudable que en
la historiografía canaria existe un antes y un después de la publicación de la
magna obra de D. Juan Bethencourt. La sociedad canaria tiene una deuda de
gratitud contraída con el librero y editor D. Francisco Lemus, quien asumió
el riesgo económico de su publicación.
Recopilación de E. P.
G. R.
II.
CULTURA MATERIAL 8. MOBILIARIO, AJUAR, ARMAS E INDUMENTARIA:
—Útiles:
Camas. Por el año 35 (1835) y con
motivo de buscar cuevas para ocultar un contrabando alijado, descubrieron una
cueva tapiada en el barranco de Amara, que conservaba las camas de los
guanches. Estas camas consistían como en cuatro majanos alargados, a guisa de
patas, con dos maderos a lo largo encima y varios atravesados; sobre esto ramas
menudas y encima de todo pieles de cabras (Arona).
Las camas solían hacerlas de
montones de rama seca de helécho y de paja, cubiertos de pieles (Granadilla).
—El chajasco era una madera que
es muy fuerte, así como el guaidil que no es tan fuerte y que usaban ambas para
camas (San Miguel).
Frote. El mejor frote (para sacar
fuego) es el de berode y el balo: la canal de berode seco, y el frotador de
balo. Son las dos mejores maderas para sacar el fuego.
Luz. Se alumbraban con hachos de
tea, de leña blanca, sabina y raíces secas de cardón.
Se alumbraban con leña blanca, de
olor agradable; como la sabina, que den menos humos que la tea.
El pabilo lo hacían de la yerba
mechera, que es más o menos del grueso del balanco. La raíz es vivaz.
En verde la sacan ripiándola, es
decir, que cogida por el extremo inferior, con las uñas de la otra mano se
aprieta y al tirar sale entera la corteza dejando limpio la albura del tallo.
Son de 9 a 12 pulgadas de largo. Luego la ponen a secar y a los 2 ó 3 días, se
hacen pabilos del largo y grueso que quieran torciéndolas. También podrían
sacarla de las malvas (Arona).
Sacar fuego. Lo obtenían frotando
rápidamente un palito de balo seco en una ranura hecha en un tronco de verode
seco (Granadilla).
Velas. Es probable que del sebo
de las cabras y ovejas hicieran velas.
Veleros. Se pueden hacer
magníficos veleros (soportes para alumbrar), de todos gruesos y hasta de un
metro de largo (cada gajo o del tronco del berode), que con un palo queda
fácilmente un agujero cilindrico, pues sólo tienen unas celditas. Por la Cuesta de Las Tablas habían
muchos y muy grandes berodes. Para que no se pegue la cera al velero la untan
con grasa.
—Ajuar:
Con el hueso hacían agujas,
cuentas o dijes de adorno; también agujas de las espinas de pescado, eran finas
(Granadilla).
Dicen que con juncos hacían
hondas, redes y cuerdas (Granadilla).
Con palmas hacían esteras, mochilas
y espuertas. (Habían palmas, si bien presumo que hacían estas cosas con hojas
de drago y otras de palma) (Granadilla).
Con cañas hacían cañizos, flautas
y biombos (¿pero habían cañas?) (Granadilla).
Hacían balayas y taños de paja.
Agustín Reyes Trujillo encontró
también una pila de guanches, de piedra, como de la forma de un dornajito
(ovalada), que llevaría como dos jarros de agua. Estaba muy bien labrada por
todos lados. La creía destinada a lavarse las manos.
También dice se ha encontrado
cachimbas de barro y cuentas (Arona, 1907).
Cucharas. En una cueva que está
en el barranco de La Majada
de La Casita ,
en el Pinar de Las Cocinas, Granadilla, se encontró entre restos guanches una
aguja, del tamaño de las de albarda (11 cm.), al parecer del informante era una
espina de pescado, delgada como una aguja de albarda, pero del medio hacia
adelante más fina, ligeramente encorvada, teniendo un agujero o culo como las
agujas del día (que se conoce fue hecha) (Granadilla).
Cucharas de barro para leche; encontradas
por Agustín Reyes, del Valle (Arona).
Cuchillos. Rajas de obsidiana,
llamadas tahonas (Granadilla).
En la cueva del Roque (Cañada de
Ucanca) se encontraron 9 cascaras de lapas, muy grandes, como para cucharas
(Ucanca).
Lanza. La mejor lanza, por
fuerte, es la de leña blanca, de color blanco anaranjado. La tea se astilla y
por eso le dejan lo blanco para que la sujete.
Lanzas y Foles. Los hombres
usaban lanzas como ahora pero sin hierro ni nada; que llevaban a la espalda un
fole o mochila sujeto con correa que le cruzaba el pecho, donde llevaban su
comida y sus cosas.
La lanza de tea y además honda de
vaquero.
Molinos. En La Atalaya , sobre Jama, han
encontrado molinos, cuentas y cruces de barro (Vilaflor).
Los molinos los hacían de cascajo
esponjoso. La piedra molinera es de más consistencia; en el mar suele haberlas,
también en capas.
Raspadera. Agustín Reyes del
Valle de San Lorenzo, encontró en la cueva de Fuente de Beñas, en el barranco
de Chija, una raspadera o rascadera de madera, que calcula era para pelar un
cochino. Creía era de leña blanca con su pie. El pie era el que estaba
agujereado; que supone aseguraban como una chabela o correa (Arona).
Tajalil. Saco a la espalda, al
socojo para ir metiendo yerba (Igueste).
—Armas:
Espadas. Utilizaban espadas de
leña blanca, así como cuchillos y puñales (éstos también de la tea del
almacigo}.
Lascas de acebnche u otro palo
que endurecían al fuego.
Lanzas aguzadas. Lanzas de tea.
Macanas. Colgadas de una correa.
Tenían tarhas y Agustín Trujillo
de Arona las ha encontrado, hechas de huesos de animales; pero ignoraba su
objeto (Arona).
—Indumentaria:
Cabellos: Tanto los hombres como
las mujeres llevaban suelto el cabello, muy bien escarmenado, a la espalda. Los
más tenían el pelo rubio o castaño, algunos rojos, y otros negros como ala de
cuervo. Los hombres eran bien barbados, y se dejaban crecer la barba sin
cortarla nunca (Arona).
Todos llevaban el cabello suelto
sobre los hombros y se dejaban crecer la barba (Barranco Hondo, Candelaria).
El color del pelo era rubio
(Arafo).
Se cuenta que las guanchas tenían
hermoso cabello que llevaban suelto que lo recogían formando un ruedo sobre la
cabeza para que descansara el cántaro cuando iban por agua.
Vestidos: Pieles de oveja para
los vestidos, que es lo que se han encontrado en las momias de Taganana
(Taganana).
Llevaban el vestido sin mangas; y
gorritas o cachuchas de cuero. Se recogían el pelo (Igueste de Candelaria).
En Abona vestían los hombres como
un pantalón de pieles ceñido a las piernas hasta el tobillo, sujeto a la
cintura, y una zamarra que le caía más baja de la cintura en invierno, abierta
por delante y abrochada con unos palitos —a guisa de botones— que sabía antes
cómo los llamaban. La cabeza la cubrían con una especie de sombrero
semiesférico o algo cónico, hecho de piel con los pelos para afuera, con cuatro
costuras que se partían en cruz sobre la copa y quedando los bordes como
pequeñas alas. Otros se ponían un pequeño zurrón como si fuera ensanchado por
la boca, tirando el fondo atrás sobre la nuca, como gorro catalán.
Las mujeres llevaban como una
camisa más o menos ceñida desde el cuello a los tobillos, sin formar piernas o
pantalón como en el hombre; cubriéndose
la cabeza con una barretina o gorro catalán (modelo), de piel, tirando el fondo
a la espalda. Al cuello llevaban varios hilos de cuentas de barro.
El vestido en vida no era igual
al amortajado, pues los había encontrado el viejo Sierra unos que se conocían
eran amortajados, y estaban enzurronados y puestos de intento de cierto modo, y
otros sorprendidos por la muerte sin haber sido amortajados (Arona).
Los vestidos eran de pieles de
distintos colores y de juncos, con collares de cuentas de arcilla y de hueso
(Granadilla).
Las mangas en las mujeres
terminaba ceñidas, como una vuelta a manera de pulsera (Arafo).
El vestido era como una camisa
larga sin cuello que llegaba a media pierna (Igueste de Candelaria).
En una cueva de Igueste de
Candelaria descubrí el año 1885 una necrópolis bastante extraña de 9 cadáveres...
Los más tenían collares de cuentas de arcilla al cuello y algunos, además,
alrededor de la cintura (Igueste de Candelaria).
La mujer se ponía una correa
alrededor de la frente; y otra en el cuello para diferenciarse la soltera de la
casada (Sur de Tenerife).
Tamarcos. El tamarco de los niños
se lo ataban por detrás, recogido hacia arriba con una correa (Nicolás Moreno.
Sur de Tenerife).
Sombreros: Por sombreros, unos
usaban pequeños zurrones de ganado cabrío u ovejuno —conservando el pelo hacia
afuera— y otros pequeños casquitos, como si fueran sacados de la cabeza o de
parte de ella de las ovejas (Güímar).
Montera. La montera se llamaba
guapilete.
Usaban monteras de pellejas (que
no recuerda el nombre), que se ataban por debajo de la barba, le caía por
detrás una cosa, y era picudo como una mitra (Nicolás Moreno. Sur de Tenerife).
Las monteras de los guanches las
llamaban guapiletes (Agustín Reyes, del Valle de San Lorenzo).
—Zapatos: Los usaban de piel de
perro, buen calzado; de piel de cerdo, era fuerte para la plantilla o suela; de
piel de macho cabrío, bastante fuerte para plantilla o suela.
Agustín Reyes, del Valle de San
Lorenzo se encontró habrá 60 años, en las dos cuevas de la Fuente de Beñas, en el
barranco de Chija, un xerco o majo de suela de cochino, con la forma de los
xercos de la baja nobleza, según hemos descrito; y otro mejor que el anterior,
pero ya incompleto (Arona).
(Otro informante) No sabe de
zapatos, pero dice vio algunas momias con cueros envolviendo los pies, pero que
no sabía (Arona).
Indumentaria de los reyes. Los
reyes tenían corona. (Según Cipriano Arribas, era como un pellico o gorro de
pieles, con 5 orejas hacia arriba, por delante).
El rey usaba corona de flores
silvestres en ciertos actos (Arona).
El rey usaba una especie de
calzón corto de pieles y encima como una pequeña túnica ceñida a la cintura con
un cinto de juncos; al cuello un collar de conchas marinas y huesitos; a la
cabeza como un gorro de juncos y en la
mano un palo como de un metro a guisa de cetro.
Siempre le acompañaba una
comitiva (Barranco Hondo, Candelaria).
Vestidos de los nobles. Los
príncipes y oficiales se ceñían la cintura an una faja más ancha que la mano,
con pieles de colores especiales, be-rendas, según su categoría, además de un
bastón o palo de forma tam-ién especial según sus categorías: ambas cosas eran
insignias de mando. ,a añepa era una lanza labrada de un modo particular
(Arona).
CERÁMICA Y APROVECHAMIENTO UTICOS,
Barreros:
—Van aún por el barro a
Chivisaya, los Barreros, etc. para hacer loza (Igueste de Candelaria).
—Sobre Anochesa existe una greda
muy fina para loza de barro, parecida a la que debieron usar los guanches en su
cerámica (Güímar).
Centros alfareros:
—Desde tiempo de los guanches
hacen en Arguayo, loza como en Candelaria, aunque es más morena: ollas,
tostadores, gánigos, etc., pero no vernegales (Valle de Santiago).
—La loza que aún hacen los de
Arguayo es porque lo heredaron de los guanches (Daute).
—(Centro alfarero de San Miguel
de Abona) (2).
Aseguran en Garañaña las loceras
o alfareras que su industria les viene de los guanches, que fabricaban la loza
como hoy pero que algunas piezas son de distintas formas y no tenían hornos
para quemarla, sino que la ponían en montón en el suelo cubriéndolo con leña, a
la que daban fuego y le añadían combustible hasta que se ponía la loza
colorada. Hoy, como ayer, emplean igual procedimiento y materiales, que van a
buscar a los mismos sitios a donde iban los guanches.
La tierra que utilizan es una
especie de arcilla ya colorada, blanca o negra, y pegadiza que llaman barro,
siendo más fácil de trabajar la primera, aunque la última es más fuerte si bien
más frágil.
El mejor barro de aquellos
contornos es el de la Mesa
de Tamái-de, que es colorado.
Comienzan por tenderlo hecho
pedazos al sol hasta que se seque, majándolos después con una piedra hasta
reducirlos a un tamaño como eljable o sea como avellanas, que ponen dentro de
un gánigo grande o lebrillo mezclado con agua dulce, en la proporción de un
almud por tres cuartillos poco más o menos, pues varía según el estado
higromé-trico de la arcilla. Si el barro se la bebe toda, la van regando hasta
que no beba más. Después de tenerlo de remojo toda una noche, la soban y amasan
como el pan a la vez que van añadiendo arena fina y cernida del fondo de los
barrancos, en cantidad aproximada a la mitad del barro. Cuando éste ha perdido
al tacto la sensación Usa y pegajosa que produce y se hace bronco y ruge entre
los dedos, está para trabajar.
Esta operación la hacen sobre
lajorma, o sea una laja, que riegan con arena de barranco para que no se pegue
el barro, y donde colocan desde luego la cantidad necesaria para una pieza si
es pequeña como gánigo, olla, etc.: porque si se trata de vemegal, talla u otra
vasija grande, se trabaja primero la mitad inferior y después se la va
añadiendo ruedos a los bordes, —que extienden y alisan con las manos por medio
de una especie de movimiento rotatoria— hasta concluir la pieza.
Como no usan moldes, cuando
colocan la masa de barro sobre la laja, practican con el puño de la mano
derecha un hoyo en el centro, que van agrandando para después formar las
paredes de la vasija con el pulgar de la misma mano raspando y como estirando
de abajo a arriba, mientras que con la mano izquierda protejen y alisan la
pella por fuera; maniobra que llevan a término mojándose las manos con
frecuencia en agua.
Luego ponen la vasija a orear la
vasija a la sombra durante 8010 horas, hasta que se observe que no se entierro
el dedo; en cuyo caso se pasa al raspado.
Este tiene por objeto privar a la
pieza de los verdugones y desigualdades que ofrecen ambas superficies,
raspándolas con una lajita de bordes cortantes como hacían los guanches o con
un pedazo de aro de pipa como practican hoy, para pasar de seguida al alisado
aguado. Para esto emplean un callao de mar, de esos que se encuentran bien
bruñidos, mojándolo en agua a medida que frotan y pulen las paredes del
cacharro; que hay que dejar orear de nuevo para darle tez o color, pues a esta
altura aún la loza no lo tiene. Esto lo consiguen valiéndose del almagre, que
después de secarlo y ponerlo una hora de remojo y añadirle manteca de ganado
para que afirme el almagre y quede más lustrosa, procuran dar una consistencia
parecida a la del aceite.
En esta disolución mojan un trapo
para untar por dentro y por fuera la loza que lo exige, pues no le dan color a
las ollas, tostadores, etc. Buscan con predilección el almagre de Guayero por
su color rojo vivo.
Así que transcurre tiempo
suficiente para que pasándole el callao, no arrastre el almagre, le dan la
última mano o sea el alisado seco, es decir, le dan callao sin mojarlo en agua
y para de seguida meterla en el horno, que debe estar bien caliente.
Para esto emplean el hurgonero o
pala, con el que disponen la loza en una sola carnada, que cubren con leña de
tabaiba o cardón y le dan fuego —renovando el combustible y sin cerrar nunca la
boca del horno— hasta que la loza vaya perdiendo el color negro que ostenta
cuando comienza a calentarse y se ponga bien encarnada. Entonces se saca en
condiciones ya para la venta.
Repetimos que el procedimiento de
hoy sólo se diferencia del que se observaban los guanches en que estos no
tenían hornos; circunstancia que sólo ofrece la sola garantía de que no se
rompa tanta loza, especialmente si hace viento, pero nada más.
A medida que almagran la loza van
añadiendo la manteca de ganado. Para almagrar como 12 bernegales basta una
traviesa de almagre (o sea lo que llevan las dos manos abiertas y unidas), 1/2
cuarta de manteca y 1 1/2 cuartillo de agua.
Debemos observar:
1.°—Que las piezas que no tienen
asiento de los guanches, (como ahora las ollas), se lo quitan al tiempo de
rasparlas; momento también en que ponen las asas y se hacen las agujeros y
labores, menos los vicos de los tarros que se les forma al principio.
2°—Cuando en lugar de agua dulce
se emplea la salada, la loza después de guisada se descaspa y va deshaciéndose.
3.°—Si en la mezcla del barro se
pone poca arena, se raja y estalla la loza al darle fuego.
4.°—Las piezas más difíciles son
los tostadores y tarros de ordeñar.
5°—La loza se pone negra por la
clase de barro, porque con el uso toma ese color.
6.°—Toda loza que se use sin
guisar, tan pronto le pongan agua se deshace; por manera que es un error que
padecen los que afirman que los guanches la secaban al sol (San Miguel).
Formas cerámicas:
—En las cuevas de la montaña de
Los Riscos se encontraron un tarro para ordeñar como los actuales, aunque más
pesado y grueso y de fondo plano, con dos asas y dos picos, con cabida para más
de una botija.
—En estas mismas cuevas
encontraron un rosario completo de cuentas de barro, enhiladas en una cuerda de
tripa, con la particularidad que tenía una verdadera cruz también de barro.
(Granadilla).
—En cueva indiscutiblemente guanche,
con restos de ellos, hemos encontrado una vasija de fabricación andaluza, que
prueba o que tenían algunas relaciones mercantiles antes de la conquista o que
la robaron en las entradas de españoles; o que aún después de la conquista
conservaron por más o menos tiempo sus costumbre por ciertas regiones. Esto nos
sucedió por primera vez por debajo de La Esperanza ; y también otros objetos en cuevas del
Vallito, en la cumbre de Güímar (como fue una correa como de una honda y
algunas baratijas) (El Rosario).
—Dice (el informante) que las
cuentas y loza es cocida al fuego, hasta requemarla, y por fuera todas las
cuentas y parte de la loza alma-griada luego, por ejemplo con el almagre que
hay en Guayero, sobre el barranco de Las Gotas (Granadilla).
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