jueves, 23 de octubre de 2014

Campesino tinerfeño


El carácter de los canarios es amable. Son abiertos, ingenuos, pacíficos y conciliadores, además de fieles, modestos y cumplidores; trabajadores que se contentan con poco y hospitalarios como nadie. Por cualquier sitio que se pase a caballo, la gente se dirige a uno y le pide que desmonte y entre a casa para descansar. Si uno acepta, no solo lo invitan a comer, sino que lo consideran como un amigo de la casa o un miembro de la familia, que puede entrar y salir o quedarse cuando quiera, sin más formalidades.
No pierden jamás, ni siquiera en las situaciones más extremas de la vida, la decencia y compostura, que también conservan normalmente las clases bajas. En las fiestas y bailes populares o en los certámenes de salto, lucha, lanzamiento y carrera siempre son comedidos y correctos: jamás hay brotes de vandalismo o apasionamiento excesivo. En caso de enfermedad y muerte, de preocupación y necesidad muestran siempre una calma y resignación próximas al estoicismo. Solo resulta verdaderamente lamentable el hecho de que se haya descuidado la instrucción del pueblo, lo cual ha redundado en una ignorancia y oscurantismo que han mantenido la creencia en brujas y malos espíritus. Contra el mal de ojo todavía se siguen enterrando en las viñas cuernos de macho cabrío, les cuelgan a los caballos amuletos en la frontalera o se llevan los pantalones vueltos del revés. En las ferias y mercados anuales se suelen vender estos amuletos y cada localidad tiene su animero.
Fuente: Julius von Minutoli, El pasado y el porvenir de las Islas Canaria) 1854.
Publicado por: Maria Gómez Díaz.
Octubre de 2014.

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Cho Cirilo el tamborilero

Don Cirilo Díaz Díaz, para sus paisanos cho Cirilo el tamborilero, fue el encargado de hacer sonar la pita y el tambor para las danzas. A partir de 1872 las Danzas de cintas de El Escobonal, Lomo de Mena, Güímar, Fasnia y la de Arcos de la Zarza fueron sus compañeras en fiestas y procesiones durante 70 años, al igual que más tarde lo serían de su nieto don Isidoro Díaz Frías (Sidorillo), por espacio de 53 años más.
Don Cirilo nació en la Quebrada, El Escobonal, el 13 de diciembre de 1857, en el seno de una humilde familia de campesinos; nunca pudo asistir a la escuela por lo que no sabía leer ni escribir, sin embargo la afición por la música habría de despertar pronto en él. Su padre don Gaspar Díaz (el cojo de la pita), se dedicaba al pastoreo y poseía una gran habilidad para tocar de forma simultánea el tambor y una pita, de la que aún hoy, se desconoce la madera de la que fue fabricada ni las manos que lo hicieron; él inició a su hijo Cirilo en el arte de tocar a la vez ambos instrumentos. Poco podía imaginar entonces don Gaspar la importancia que en el futuro tendría la habilidad con los instrumentos y el cariño por la danza que transmitía a su hijo.
Cirilo (el tamborilero) hizo resonar su tambor y arrancó a su amada pita los aires de nuestro folclore con tal perfección y un estilo tan personal que le hicieron famoso en toda la isla, llegando incluso a viajar por el archipiélago y la península con la “Masa Coral Tinerfeña” en compañía de la afamada cantadora escobonalera Josefina Matrero y lo más destacado del folclore tinerfeño de los años 30.
Una muestra de la fama de este carismático hombre de campo quedó reflejada en la entrevista publicada en portada por el periódico La Prensa, el día 12 de mayo de 1935:
UN VIEJO FLAUTISTA Y TAMBORILERO DEL SUR.
El señor Cirilo Díaz es del sur, nació en El Escobonal donde vive en la actualidad, sólo episódicamente ha salido de su rincón, a lo largo de una vida que ya ronda los ochenta años, día tras día señor Cirilo ha dedicado sus jornadas a la labranza y esto lo asegura él con orgullo, con ese orgullo sencillo y poemático de los hombres que tienen de la vida un sentido recto. A señar Cirilo le basta con decir: “Yo soy labrador en mi tierra” y esta frase sin transcendencia es la frase más trascendental del señor Cirilo el tamborilero. Ser labrador en su tierra, como yo, ahora que le interrogo y sonsaco, pudiera ser escritor en mis cuartillas, sobre mi mesa de trabajo.
Pero eso no es todo, señor Cirilo, este “labrador en su tierra”, es también tamborilero y flautista en las fiestas. Desde que tenía 13 anos, hasta hoy en que el peso del tiempo se le echa encima como un fardo invisible e irremediable. Son sesenta y cinco años los que lleva modulando en su flauta los viejos aires canarios. El Tajaraste, la Danza, El Santo Domingo, a los ecos sobrios del tamboril. Es toda una vida, toda la vida, toda su vida. Desde que su padre le inició en el arte de arrancar en el simple instrumento rústico la primera ráfaga sonora.
Y LUEGO ESTA FLAUTA CENTENARIA
Y luego esta flauta centenaria, cuya madera se ignora, como se ignoran las manos que la construyeron hurgando en su corazón vegetal con un hierro candente. Esa flauta tiene para señor Cirilo más importancia que todos los tesoros de la tierra juntos. Es la herencia de su padre. La pobre y rica herencia de su progenitor, 8 ia que señor Cirilo tributa entrañable estima. Oíd lo que dice: – Con ésta no hay quien “aprienda* por que yo no la “empresto” a nadie hasta que me muera.
Y ello tiene que ser así forzosamente Cómo iba este anciano músico campesino a desprenderse del instrumento con el que ha amenizado todas las fiestas de la isla! ¡Cómo iba a entregar en manos extrañas un tesoro casi legendario! En verdad que, en su conciencia, todos los tesoros de los hombres no valen nada junto a su flauta rústica y a su pequeño tamboril de toscos aros antañones. ¿Creéis vosotros, por ventura, que será posible lo contrario?; desprenderse de una modesta flauta que comenzó ganando cuartos, fiscas y maravedises, y que aún hoy sabe ganar pesetas, a pesar de que los tiempos que corren no son los más propicios para las ganancias?
Y ESO QUE YA LA GENTE NO CREE
Esta es otra frase de señor Cirilo: “Ya la gente, la misma gente de campo, ya no cree, como si dijéramos en casi nada. Si va a la fiesta es por divertirse, pero no por creencia. Eran, en este sentido, preferibles aquellos tiempos en que “se ganaba el jornal dei-dichao” de cuatro fiícas, de sol a Bol, sin citas ocho horas modernas de jornada, que hacen, la vida del obrero tan bonita con sus cinco peseta* de ganancia “vamos señor es mejor no hablar de estas cosas”.
- No tanto, señor Cirilo.
-  Claro, los malos tiempos…
- ¿Y qué me dice usted de las costumbres? Aquella sería otra vida más bruta, por supuesto ¡Quién sabe!   ¿Cree usted que ese mundo lo gobierna cualquiera?
- Aquella vida era más a la santidad, se rezaba al tercio. La gente era distinta. Las costumbres entre otras. Te aseguro lo mismo, ahora lo que la mocedad de hoy sabe más que los viejos de antes, pero antes era otra ley en política y en todo.
-  ¿Usted entiende también de política señor Cirilo?
Como no, desde que hay elecciones viene votando por su partido, por el partido de los viejos, jamás a claudicado, ni amenazas de muerte han podido desviar su rumbo equivocado o nú, nada importa, aún probablemente, ignorando que programa vota para su patria, la honradez de su voto salva su ignorancia y es que como decía al comienzo señor Cirilo ha pasado por la vida trazando una larga linea recta, sin pararse a preguntar en el camino cosas inútiles que la vida no puede contestar.
-  Oiga señor yo nunca me he “mudao” de partido.
YA NO TENGO HUMOR
Se comprende su cansancio, su inmenso cansancio señor Cirilo, ya está usted demasiado viejo para fiestas, nadie mejor que usted lo sabe. Recuerde la época briosa de su juventud siempre metido en jarana, y compárela con esta de ahora en que florecen las ochenta rosas mustias de sus ochenta años. Ya molió usted bastante grano en la era. Que otros apronten sus trillos para la molienda.
Señor Cirilo opina: “los muchachos de hoy saben más que nosotros, en la misma danza saben más que los viejos. Cincuenta vueltas al revés, cincuenta vueltas al derecho, estos muchachos de Güímar no se equivocan nunca”.
-  ¿Los de Güímar? ¿Por qué los de Güímar?
-  ¿No sabe usted que en Güímar es donde primero se bailó la Danza?
-  Confieso que no lo sabía señor Cirilo.
- Entonces tampoco sabe usted que San Pedro entró en Roma con una flauta y un tamboril, y como en Güímar está también San Pedro… Eso se dice de antiguo, yo no lo sé.
Y el anciano tamborilero para de nuevo, mientras contempla amorosamente su flauta de madera en la que dos generaciones han silbado los compases centenarios de las músicas patriarcales.
SEÑOR CIRILO Y EL TRAJE CAMPISTA
Señor Cirilo es la primera vez que se atavía con el traje de cordón, nunca usó la vestimenta de los viejos, dice: “por el sur no se usaba el traje “campista”. Nosotros nos poníamos unos calzones de lienzo tejío por las mujeres. En La Laguna si se usaba mucho”.
-  -¿Y que piensa de esos bailes de la ciudad?
- Yo creo que los hacen “pa” que la mocedad vea hoy lo que se usaba en los siglos viejos.
Señor Cirilo después de meditar un rato retoma el tema de la danza.
- Se debe conservar -comenta ahincadamente- que vuelvan aquellas fiestas del Socorro, San Pedro, Candelaria, Cristo de Tacoronte, yo siempre seguiré en Danza; todavía, aunque viejo, aguanto resuello. Y creo que no habrá otro tamborilero como yo en las siete islas. Es difícil coger el tono y el espaciar la música como yo lo hago, ¿no sabe lo que me pasó en Tacoronte?
- Veamos que le ocurrió señor Cirilo.
- Gente aficionada a mi arte, la del norte… Tocaba yo en mi flauta y el gentío me rodeaba, me vinieron a decir que cuando la “música” tocara me callara yo, porque todo el mundo venía detrás de mí y nadie quería escuchar lo que tocaba la “música”.
- Debe tratarse de una flauta encantada. Usted no sabe seguramente lo que es encantamiento. Es, como si dijéramos, un milagro. En esta flauta de madera, señor Cirilo, lleva usted sesenta y cinco años haciendo el milagro de resucitar las viejas canciones de Canarias. Con razón asegura usted que los gobiernos deberían premiarlo. Usted, con esta flauta y este tamboril, ha hecho más por su tierra que todos los políticos locuaces. Si, usted, señor Cirilo, merece una recompensa.
¿Hay quién ha hecho más por estas rocas atlánticas que lo que ha hecho este viejo músico con su flauta y su tamboril?…
Emocionadamente, le estrecho su vieja mano rugosa señor Cirilo, viejo flautista isleño, tamborilero de Tenerife y labrador de su tierra.
LUIS ÁLVAREZ CRUZ.
Efectivamente a don Cirilo no era extraño verlo en cualquier fiesta rodeado de un corro de personas que le escuchaban embobados; también era habitual oírle cantar cuando se cansaba de tocar la pita; de igual forma que actuó, varias veces, en el Teatro Guimerá, en una de estas ocasiones el Capitán General de Canarias le hizo llamar a su palco para conocerle y felicitarle personalmente.
En la sede de la “Masa Coral Tinerfeña” se le sigue recordando desde la fotografía que permanece, aún hoy, colgada de una pared en compañía de las de Alicia Navarro y otros destacados tinerfeños de la época. La imagen de esa foto, donde aparece ataviado con un traje campista de finales del siglo XIX, compuesto por: camisa blanca, chaleco tejido con fondo crudo rayado en rojo y negro, fajín rojo a la cintura, calzón negro que le llega a la altura de las rodillas, calzoncillo blanco a media pierna, polainas de lana color beige, sombrero de fieltro negro y zapatos de igual color, ha sido publicada en libros y artículos de prensa en incontables ocasiones, incluso fue utilizada para ilustrar las estampas que, hace años, venían dentro de las cajas de unos cigarrillos que se fabricaban en la provincia de Las Palmas, así como para una colección de cajas de fósforos litografiadas con personajes ataviados con trajes típicos. También ocupa esta foto lugar de honor en las casas de sus descendientes, en el Tagoror Cultural de Agache, en la Asociación de Vecinos de El Tablado y en la galería de “Guimareros Ilustres” del Ayuntamiento de Güímar.
El 18 de marzo de 1943, falleció este ilustre hijo de El Escobonal, dejando tras de sí una estela de folclore y tradición que por suerte ha llegado hasta nuestros días.
MALAGUEÑAS A CIRILO EL TAMBORILERO
“Fue la danza su ilusión / con su flauta y tambor / a su gente conquistó / el folclore su pasión / Cirilo fuiste el mejor.
Que triste está Agache / no se oye el tambor / se nos fue Cirilo / el gran tocador.
Y cansado por el tiempo / en su cama se acostó / y jamás se levantó / por ser un hombre tan bueno / el cielo se lo llevó.
Siempre te recordaremos  / en este pueblo agachero / fuiste orgullo y tradición / Cirilo el tamborilero”.
Letra: Miguel Ángel Blanco García
TEXTOS extraídos del libro “AGACHEROS, 60 años de folclore”



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