Sabemos que en el Norte de África
durante la Antigüedad ,
tribus Maures y Númidas fueron oportunamente amedrentadas y disuadidas por los
romanos con el argumento y la perspectiva de que podrían quedar bajo «la desenfrenada
tiranía de Masinissa».
En un sentido global y para ilustrar la secuencia de desarrollo de los
andamiajes del poder tribal, pueden seguirse los correlatos etnográficos
expuestos por A. Hammoudi, según el cual existe un compromiso entre la estratificación y el igualitarismo.
Sin embargo, el sistema segmentario tiende a un equilibrio interno que nunca se conserva largo tiempo, pues desde que ciertos individuos o grupos adquieren ventajas sobre los demás todas las unidades se coaligan para contrarrestar o destruir el poder acumulado. Veríamos, en palabras de D.M. Hart, «la paradoja de un sistema de desequilibrio en equilibrio».
Si bien en el caso norteafricano aparecen pruebas destacadas de este
modelo de organización social, el Archipiélago Canario también nos aporta
referencias en este sentido, progresivamente inmerso a nivel de cada nicho
insular en procesos de segregación interna, nucleación asimétrica, fisión/fusión de las unidades tribales, segmentos de parentesco, facciones y distritos de las diferentes islas, que trajeron como resultado unas organizaciones insulares auspiciadas por los diferentes linajes y clanes establecidos en cada una de ellas. Este proceso no estuvo exento de evoluciones, adaptaciones, involuciones, regresiones, rupturas, litigios, reagrupamientos y subdivisiones a nivel isleño y a lo largo del tiempo. De esta manera, las islas pueden ser entendidas como laboratorios para apreciar en una escala delimitada la caracterización de los comportamientos socio-políticos de las entidades tribales
norteafricanas que contribuyeron a su poblamiento y colonización humana.
Maria Gómez Díaz. Octubre de
2014.
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