domingo, 30 de agosto de 2015

La Edad de los Metales en África. Rompiendo el paradigma eurocéntrico: El Magreb (I)


En este artículo (que lo dividiremos en dos entregas) vamos a reflexionar sobre la llamada “Edad de los metales” del Magreb, para iniciar una serie sobre el fenómeno de la metalurgia en África. Abordando este tema, veremos la necesidad de comprender los procesos históricos en función de las características propias de cada lugar o territorio, no aplicando esquemas culturales o cronológicos de otros lugares.
Para el caso de África, anteriormente hemos analizado la peculiaridad que el neolítico tomaba en el área sahelo-sahariana, en relación al paradigma de neolitización que se entendía como único válido en la región Mediterráneo europea. Ello nos sirvió para entender otras posibles vías de transformación de los grupos cazadores-recolectores en tribales neolíticos. Ahora nos parece adecuado continuar con un hecho que se ha considerado de tanta relevancia en la prehistoria europea: la denominada Edad de los Metales. A lo largo de esta serie de artículos analizaremos diferentes situaciones que nos obligan a reflexionar sobre cómo se ha construido la historia de África y qué precauciones deben señalarse.
Por Edad de los Metales se entiende una fase en la historia de la humanidad en la que, tras la revolución neolítica, aparecen industrias elaboradas en metal. Esta concepción es fruto de la división tripartita clásica de 1820 elaborada por C. J. Thompsen de Edad de Piedra, Edad de Bronce y Edad de Hierro, en base al registro danés. La Edad de los Metales englobaría las dos últimas y la Edad del Cobre, que se inscribía, en estos momentos, como etapa final del neolítico. La Edad de los metales, supondría un hito fundamental y necesario en la escala de la humanidad hacia la civilización, desde el salvajismo y la barbarie, según el esquema evolucionista. Así mismo, con el historicismo cultural se establece la idea general de que hay un punto de origen de la tecnología de fundición del cobre y bronce (aleación de cobre y estaño), normalmente asociada al Próximo Oriente y la zona de los Balcanes, que se extiende por toda el Área Mediterránea; lo mismo se dirá para el caso del Hierro. Esta idea, que parte desde los primeros teóricos del siglo XIX (O. Montelius), se ha visto matizada, viendo como existen otros puntos donde se fundía el metal, como el SE peninsular. Posteriormente, vemos en los productos metálicos (hachas, puntas de flecha, armas…) un elemento fundamental a nivel tecnológico o productivo para el desarrollo económico de los grupos neolíticos hacia su jerarquización. En este sentido, se mantiene la importancia dada a los metales como marcador cultural del paso hacia la “civilización” o el estado.
Actualmente, el comienzo de la Edad de los Metales, el Calcolítico, adquiere importancia por la existencia de metal y su carácter tecnológico-productivo, así como por todo lo que sucede a nivel social en esta época. Hablamos de la especialización artesanal, el desarrollo de redes comerciales a gran escala, el aumento de producción, el surgimiento de los primeros estados, etc. Se relaciona con el concepto de Sherratt de la revolución de los Productos Secundarios. Este hecho, que se iría profundizando a lo largo de la protohistoria hasta momentos históricos (colonización fenicia, griega, cartaginesa, etc.), tiene como hito fundamental el denominado periodo Campaniforme, que se desarrolla durante el III y a comienzos del II Milenio ANE en el extremo occidental mediterráneo. Se caracteriza por presentar unos marcadores culturales claros: aparecen cerámicas con unas formas y decoración concretas (vasos, cuencos, platos carenados; con decoraciones en bandas, a base de incisiones y puntillados, rellenos de forma recurrente con una pasta blanca) aparecen elementos en cobre (puntas palmela, agujas, puñales de lengüeta, etc.), brazaletes de arquero en piedra, botones de marfil con perforación en V, etc. Si bien no existe una unanimidad en los investigadores a la hora de explicarlo, sí vemos como se asocia con lo que muchos autores denominan la “jerarquización” o complejidad de la Prehistoria Reciente, o con los primeros estados prístinos en el sur peninsular, tal y como hemos señalado.



Ajuar típico campaniforme: puñal de lengüeta, punta palmela y punzones en cobre; brazaletes de arquero en piedra, utensilios líticos (puntas de flecha) y botones perforados en V. Fuente

En el presente artículo repasaremos sólo los momentos calcolíticos y, fundamentalmente, campaniformes del Magreb, dejando la tecnología de bronce, la del hierro y las reflexiones finales para la segunda entrega.
Tradicionalmente, se había argumentado que en el Magreb no existía una Edad del Cobre ni del Bronce o, al menos, que ésta era muy tardía, coincidiendo con momentos protohistóricos, como el contacto fenicio o púnico y la edad del Hierro que inauguran. Esta afirmación, expuesta desde comienzos del siglo XX, se realizaba en base a la escasez de restos arqueológicos prehistóricos metálicos. Serán autores como Miguel Tarradell o André Jodin los que comenzaron a hablar del periodo campaniforme.
En la década de 1930 se dan las primeras noticias de la existencia de fragmentos de cerámica campaniforme (en el abrigo de Achakar). Pero no será hasta la década de 1950 que encontramos varias obras que desarrollan la existencia de este periodo en yacimientos, como Caf Taht el Gar, en Tetuán, Gar Cahal, junto a Ceuta, el Khril, al sur del cabo Espartel o Dar-es-Soltan en la zona de Rabat-Temara, así como en diferentes sitios al aire libre. En estos momentos, la prehistoria magrebí se entendía como formada por un neolítico de larga duración que pasaba directamente a la Edad del Hierro, sin tener una Edad del Cobre o del Bronce. Esta imagen casaba con la idea de que los pueblos africanos son estáticos o poco innovadores a nivel cultural, socioeconómico, político…, algo que reproducía la ideología colonial del momento. Por lo tanto, estos hallazgos se consideran rasgos residuales del comercio con los grupos calcolítico y campaniformes de la Península Ibérica por parte de los grupos neolíticos del oeste magrebí, sin que se explique como parte de lo que entonces se llamaba civilización campaniforme. Así, se consideraba como un estadio más del neolítico marroquí. En el último tercio del siglo XX queda bien atestiguada y sistematizada la presencia, no sólo del campaniforme, sino del calcolítico o la edad del bronce en Marruecos, fruto del desarrollo de las investigaciones desde mediados de siglo por autores tan importantes como Gabriel Camps o Georges Souville.



Fragmentos de cerámica campaniforme de la cueva de Gar Cahal (Vijande et al, 2011: 279)

Los registros asociados al campaniforme y calcolítico se encuentran fundamentalmente en cuevas y abrigos. Observamos como en toda la costa Atlántica marroquí desde la zona de Tánger-Tetuan hasta el Río Oud er Rbia, al sur de Casablanca, se tiene conocimiento de la aparición de cerámicas campaniformes, puntas palmela en cobre o brazaletes de arquero. No obstante, este fenómeno, fundamentalmente litoral y atlántico, también se encuentra en dos yacimientos al interior, así como en el Rif Oriental y en el oranesado argelino. Tenemos cerámicas campaniformes -con decoración incisas o puntilladas en bandas y con formas de cazuela o vasos, cuencos hemiesféricos, etc. – en yacimientos tingitanos y costeros atlánticos como los de Achakar, Caf Taht el Gar, Gar Cahal, Dar es Soltane, Mehdia, El Khril, el Kiffen, Rouazi-Skhirat, Oued Mellah, Kehf el Baroud o la Grotte des Contrabandiers. Los yacimientos del interior con cerámica campaniforme son los de Sidi Slimane y Aïn Smene. Por su parte, el yacimiento del Rif Oriental con cerámica campaniforme sería el de Hassi Ouenzga, mientras que los dos argelinos del Oranesado son Rhar Oum el Fernana y al Oued Saïda, también en el interior. A nivel tipológico, esta cerámica campaniforme del Magreb Occidental sería similar a la del campaniforme andaluz y portugués.
A esta aparición de cerámica, debemos unir la aparición de elementos metálicos en cobre o cobre arsenical, como las puntas Palmela, agujas, puntas de flecha, punzones o leznas y hachas. Algunas de ellas, provenientes de la necrópolis megalítica de Aïn Dalia, junto a Tánger, o de las necrópolis de el Kiffen y de Rouazi-Skhirat, en la zona de Rabat-Temara. En toda esta zona, vemos asimismo un conjunto de elementos líticos que se inscriben también en el periodo calcolítico y campaniforme. Hablamos de brazaletes de arquero, como el de Dar es Soltan, placas de esquisto troncocónica, como la de Kehf el Baroud, o industria líticas, como las puntas de flecha foliáceas bifaciales o pedunculadas y cuchillos similares a los calcolíticos peninsulares, presentes en diferentes yacimientos marroquíes. Por último, cabe señalar la existencia de elementos realizados sobre marfil o cáscaras de huevo de avestruz, como vemos en las necŕopolis de Rouazi-Skhirat o El Kiffen, que serían sincrónicas con la llegada de dichas materias primas a Los Millares.



Puntas de palmela. Fuente

Vemos, por lo tanto como los elementos adscribibles al campaniforme y calcolítico europeo aparecen en Marruecos en diferentes yacimientos, señalando la utilización por parte de grupos locales de ciertos elementos adscritos tradicionalmente a la Edad de los Metales. En cuanto a cronología, debemos señalar en primer lugar cómo se ofrece una fecha muy temprana para el cobre en Marruecos. Tenemos las datación desde mediados del IV al III Milenio Antes de Nuestra Era (ANE) para la necrópolis de Rouazi Skhirat, mientras que la de El Khiffen sería en el tránsito del IV al III Milenio ANE; por último, la datación de Kehf el Baroud es de 3210 ANE. Todo esto, a falta de mayor número de dataciones, nos haría proponer como inicio del cobre el tránsito del IV al III Milenio, lo cual sería simultáneo al calcolítico peninsular y de Vila Nova de San Pedro y los Millares, que se desarrollan en el III Milenio; y que el calcolítico no estaría representado sólo por el paquete campaniforme, sino que comenzaría antes.
Por otra parte, en lo que a fabricación de dichos elementos se refiere, las últimas investigaciones nos señalan que podrían ser locales, si bien la existencia de contactos con la PI es clara. Así, en el yacimiento de Ifri N’Amr ou Moussa, el análisis de los elementos campaniformes hallados señala su origen local; por su parte, la espátula denticulada encontrada en el yacimiento de Dar es Soltan, que habría servido para la decoración de los vasos y cazuelas campaniformes, indicaría una manufactura local. Por su parte, ha habido análisis metalográficos de elementos calcolíticos de Marruecos, que fueron iniciados por Souville y que recientemente se han visto completado por el estudio de Montero Ruiz y otros, que señalan como opción la manufactura local de dichos objetos. Así mismo, la existencia de minas de cobre y estaño en la zona nos haría pensar en dicha fabricación local, si bien es cierto que aun no ha aparecido ningún taller. Por su parte, el contacto entre la Península Ibérica y el Magreb Occidental, significaría no sólo la llegada de formas culturales calcolíticas peninsulares a África, en el marco de redes comerciales del IV-III Milenio, sino la llegada al sur peninsular de elementos africanos, como el marfil o la cáscara de huevo de avestruz que encontramos en diferentes yacimientos andaluces, entre los que cabe destacar en la cultura de los Millares.


Mapa donde se sitúan los elementos campaniformes y calcolíticos y su relación con la Península Ibérica. 

Vemos como se establecen contactos claros con los Millares (Souville, 1998:171)
El calcolítico y periodo campaniforme en el Magreb, que surge en el tránsito del IV al III Milenio ANE, se explica fruto de la llegada a través del comercio de elementos culturales de la Península Ibérica. Así, los grupos neolíticos adoptarían estos elementos y harían copias locales, pero siempre reduciendo a los grupos locales a este papel. Frente al surgimiento de un estado prístino en el Valle del Guadalquivir y surgimiento de grandes fenómenos arqueológicos como los Millares, Vila Nova de San Pedro o Zambuchal, en Marruecos se niega ningún desarrollo social. El gran argumento esgrimido para ello es la ausencia en el registro de elementos sociales del tipo aldeas o poblados, necrópolis colectivas megalíticas o de cuevas artificiales, una industria metalurgia propia o una industria en sílex refinada y numerosa; esto nos señalaría que los grupos magrebíes no habrían cambiado desde el neolítico Medio.
Podemos terminar esta parte realizando algunas reflexiones sobre el tema tratado. En primer lugar, cabe destacar como los términos utilizados “campaniforme”, “calcolítico”, “edad de los metales”, son términos culturales que se basan en un análisis de ausencia/presencia y que, en gran parte, no nos indica nada sobre el modo de vida o la organización social de los grupos magrebíes y que suelen tender a subordinar las zonas de “llegada” de la cultura (menos evolucionadas), frente a la de “salida”. Así, por ejemplo, parece imposible un desarrollo socio-económico (de grupos tribales o protoestatal) sin la producción metalúrgica, algo que los estados prístinos americanos desmiente. Este desarrollo podría reflejarse en las redes de intercambio como las vistas para el IV-III Milenio con Los Millares, o el hecho de que a la llegada de los fenicios, en el I Milenio ANE, veamos protociudades, tal como afirma Gabriel Camps.



Vaso campaniforme de estilo Ciempozuelo. Este tipo de vasos se consideran marcadores culturales del campaniforme, si bien su significado social podría cambiar en cada territorio y no nos informa sobre las características sociales de las comunidades que lo producen o que comercian con él. Fuente

Para escapar de este marco historicista-cultural es necesario modificar tanto la teoría e hipótesis de partida, como la práctica arqueológica. Falta mucha arqueología por hacer. Así, no se ha excavado ningún poblado agrícola, ni ningún asentamiento calcolítico o neolítico -del tipo aldeas o recintos de fosos-, fruto más de una falta de investigación territorial, que de su ausencia empírica.
Por último, debemos entender la Prehistoria no como un trayecto lineal hacia el progreso y la “civilización” a la oriental (grandes ciudades, alfabeto, expansión militarista, metalurgia como eje productivo, etc.), sino la existencia de procesos sociales diferentes. De poco nos sirve ver los grupos magrebíes bajo la lógica de la Prehistoria Reciente europea, y afirmar que si no tienen producción metalúrgica o ciertos tipo de expresiones culturales, es que no han tenido formas sociales equiparables (por ejemplo, formas protoestatales o de desarrollo de grupos tribales). Sólo un análisis profundo nos ayudará a superar la simple analogía historicista-cultural a la que actualmente se reducen los estudios al respecto. Para ello, como hemos dicho, cabe modificar tanto el esquema teórico, como la práctica arqueológica: la construcción de nuevas estratigrafías, estudios de patrones de asentamiento, producción, dataciones modernas, estudios arqueométricos, etc. son necesarios para avanzar hacia una reconstrucción de corte social y no eurocéntrica de la Protohistoria magrebí.
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Redactor: Sergio Almisas Cruz
Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla. Finalizado el Máster de Patrimonio Histórico Arqueológico de la Universidad de Cádiz. Actualmente investiga sociedades tribales neolíticas en el ámbito del Estrecho de Gibraltar en el grupo PAI-HUM-440 asociado a la Universidad de Cádiz.


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