domingo, 30 de agosto de 2015

La Edad de los Metales en África. Rompiendo el paradigma eurocéntrico: El Magreb (II)

 

 


Ya hemos abordado en la primera parte de este artículo la existencia en el Magreb occidental —principalmente Marruecos— de un registro arqueológico que podemos asimilar con el calcolítico y campaniforme europeo, así como la necesaria crítica que debemos hacer a los esquemas interpretativos basados sólo en ciertos tipos culturales o en esquemas unilineales de evolución cultural y social. En esta entrega abordaremos las problemáticas históricas que se suceden en la conocida como Edad del Bronce en el Magreb.
La existencia de una Edad del Bronce en el Magreb es un aspecto largamente debatido por los especialistas y estudiosos de la prehistoria y protohistoria norteafricana desde fines del siglo XIX. Asistimos a una escasez de elementos metálicos en cobre o bronce aparecidos en excavaciones, prospecciones o colecciones, algo que chocaba con la realidad al otro lado del Estrecho y del Mar Mediterráneo. Así, autores reconocidos como Paul Pallary o el historiador Stéphane Gsell, afirmaban, a comienzos del siglo XX, que el Magreb no poseía una Edad del Bronce y que, prácticamente, el periodo Neolítico y de la «edad de piedra» llegaba hasta la presencia fenicia y romana, que introducirían el hierro. Este fenómeno se hacía extensivo a la totalidad del continente africano, con la excepción de Egipto, con una metalurgia antigua y bien conocida.
Esta idea, que se repetió durante toda la primera mitad del siglo XX y que ha seguido teniendo influencia en las décadas siguientes, casaba con una África concebida como territorio sin innovaciones tecnológicas o sociales, atrasado y estancado en la historia hasta la llegada de las colonizaciones fenicio-púnicas y romanas, discurso que tenía una evidente relación con la visión colonizadora europea del siglo XIX y XX.
No obstante, poco a poco empezaron a ponerse en valor productos arqueológicos en metal o cerámica, así como los enterramientos megalíticos o los grabados rupestres, que indicaban que la situación era diferente.
En lo que respecta al registro marroquí y del oeste argelino, se conocían numerosas piezas metálicas en bronce: tanto las hachas de Columnata (región de Tiaret, en Argelia) como las del Oued Akrech (cerca de Rabat, Marruecos), así como fíbulas en bronce que se conocen desde el siglo XIX en estructuras funerarias, o la espada similar a las del bronce atlántico que se encontró en el estuario del río Loukkos (en Larache). En general, debemos destacar cómo la zona del Norte de Marruecos y de la costa atlántica marroquí es la más rica en estos objetos, que se extienden no mucho más al este de la ciudad de Argel.



Hachas planas en bronce y dos puntas palmela. En el Magreb, estos materiales apuntan a un II Milenio ANE. Fuente

Por su parte, los grabados rupestres del Alto Atlas marroquí —fundamentalmente en las estaciones de Oukaïmeden y de Yagour—, documentados por Jean Malhomme a comienzos de la década de 1950, suponía una clara ruptura en relación a las manifestaciones grabadas y pintadas saharianas y del Anti-Atlas, sobre todo por la representación de armas metálicas. Nos referimos, fundamentalmente, a los puñales con nervadura central y remaches típicas del bronce inicial europeo y a las alabardas (lámina metálica como la de un puñal pero fijada de forma perpendicular al mango) similares a aquellas que se conocen bien para el bronce inicial ibérico y de la cultura de El Argar. Tras los estudios de Malhomme debemos destacar aquellos elaborados por André Simoneau y, por último, las tipologías realizadas por Robert Chenorkian, que estableció tres tipos de puñales de 300 representaciones y 3 tipos de alabardas de las 40 representaciones estudiadas. Es interesante destacar cómo el tipo III de alabarda no tendría un paralelismo con ninguna conocida en Europa. Asimismo, se documentan en estos grabados, estudiados posteriormente por autores como Georges Souville, hachas peltadas, similares a las representadas en Méran (Sáhara Occidental) y a las hachas-ídolo de las estelas ibéricas; estas se consideran de origen local marroquí. En general, los grabados atienden a diferentes cronologías y periodos, si bien, para lo que aquí nos interesa, se desarrolla en el Neolítico Final y en los periodos del Calcolítico y Edad del Bronce, siendo característicos de estos momentos del Bronce el grabado de escudos redondos, puntas estrechas y alargadas y puñales con guarda muy marcada.


Grabados

Ejemplos de motivos grabados en el Alto Atlas marroquí. Vemos alabardas y puñales, los elementos más significativos que, además, se han hallado en el registro arqueológico. Fuente

Si bien desde 1955 Louis Balout abría el debate sobre la existencia del periodo calcolítico en Marruecos, en 1960 Gabriel Camps, fruto de la documentación arqueológica aquí reseñada y de un cambio de visión sobre la prehistoria magrebí, señala la existencia de la Edad del Bronce, siendo los grabados del Alto Atlas un elemento fundamental en esta afirmación. De este modo, a partir de estos datos se reexaminan excavaciones antiguas, elementos cerámicos y en metal, pudiendo reescribir la protohistoria magrebí.
Así, por ejemplo, son de destacar los descubrimientos de objetos metálicos realizados en las necrópolis de cistas de la zona de Tánger, como la punta de lanza o puñal con lengüeta en cobre que descubrió Gaston Buchet a comienzos del siglo XX en la tumba de cistas de El Mries, similares a las documentadas en todo el occidente mediterráneo en momentos calcolíticos y del Bronce Inicial. Por su parte, debemos añadir la única alabarda encontrada en registro arqueológico: se trata de una pequeña alabarda encontrada por Michel Ponsich en una cista de la necrópolis de Mers, que se asocia al modelo Carrapatas ibérico. A esta pieza hay que añadir otras dos leznas encontradas en la misma tumba. En toda la zona de la Península Tingitana y la costa argelina hasta Argel vemos bastantes más casos de productos metálicos en bronce, fundamentalmente hachas planas, pero también algún puñal o punzones.
En lo que respecta a las prácticas funerarias, ya hemos indicado cómo tenemos documentada la existencia de necrópolis de cistas en la zona de Tánger que han ofrecido registros metálicos adscribibles al III-II Milenio Antes de Nuestra Era (ANE). Por su parte, se señala la existencia de tumbas en forma de silo, localizadas en el Marruecos oriental y en el oranesado, que se asimilan a aquellas calcolíticas y del Bronce Inicial de Andalucía y Portugal. Asímismo, tenemos la necrópolis de Zemamra (junto a Mazagan, al sur de Casablanca), en la que se estructuran una serie de tumbas de inhumación alrededor de un tumulo central, estando algunas de ellas en jarras; se ha querido asimilar esta práctica con la cultura del Argar.
Por último, en la revisión de la cerámica se comenzaron a sistematizar las que se adscribían a momentos de la edad del Bronce. Se caracterizan por tener un fondo plano, con pastas grises, negruzcas o rojas, con un pulimentado fuerte que aparecen sobre los niveles campaniformes. Vemos este tipo de cerámicas grises y muy lisas —o bruñidas— en yacimientos como Caf Taht el Gar o Gar Cahal, ya apuntadas por su excavador, Miguel Tarradell; mientras que las rojas, las tenemos documentadas en las cuevas de Achakar y El Khril, todo ello en la Península Tingitana. Es de lamentar que muchas de ellas se desecharon en excavaciones antiguas y se consideraron como recientes o simplemente pasaran desapercibidas en los intereses de investigación.
Otro elementos asociados tipológicamente a la edad de los metales, pero difícilmente datables, son las estelas decoradas. Consideramos aquí tres documentados en la costa atlántica de Marruecos: dos situadas en N’Kheila y otra en Maaziz. La mejor conservada, N’Kheila I, presenta una figura humana con cabeza discoide y círculos concéntricos, de aspecto atlántico. Los círculos concéntricos, similares a los aparecidos en las estelas de guerrero atlánticas, aparecen en las tres estelas señaladas. Representaciones de círculos concéntricos se han hallado, también, en los grabados rupestres del Alto Atlas.



Estela de N’Kheida con grabados formando círculos concéntricos que se asocian a escudos. Fuente

Vemos cómo, en general, la opinión de los especialistas ha virado desde una cierta reticencia en admitir la existencia de una Edad del Bronce en el Magreb a afirmar que el Norte de África —fundamentalmente Marruecos— se integra en las fases prehistóricas europeas, como vimos también para el caso del Calcolítico y Campaniforme. Así, por ejemplo, es interesante comprobar como el fenómeno del Bronce Atlántico, que se había circunscrito tradicionalmente a las orillas europeas, deba prolongarse hasta las orillas africanas con piezas tan sorprendentes como la espada encontrada en el río Loukkos. No obstante, podemos observar cómo esto se realiza desde parámetros culturalistas: en interpretaciones basadas en la presencia/ausencia de un registro metálico, de tipos cerámicos o de manifestaciones culturales —tipos de necrópolis—; a lo que añadimos que se realiza siguiendo una explicación difusionista. Como para el periodo anterior, se señala una necesaria penetración ibérica (en este caso, fundamentalmente argárica) en el Magreb para entender estos fenómenos, que se desarrollarían sobre un sustrato propio neolítico. Así, en el III, pero sobre todo II Milenio a.n.e., el fenómeno del Bronce ibérico y atlántico impactaría también en la orilla sur Mediterránea, en su parte occidental.



Mapa con elementos arqueológicos adscritos a la Edad del Bronce. Vemos como las flechas señalan la llegada de tradiciones y elementos culturales desde la Península Ibérica, si bien también se proponen contactos bi-direccionales (Souville, 1998:173)

No obstante, podemos señalar cómo el registro arqueológico aquí señalado no sería sólo una apropiación pasiva de ciertos elementos de prestigio, sino que atendería a una verdadera adquisición de novedades tecnológicas y culturales, algo que apreciaremos mejor en el Milenio siguiente. Por ejemplo, debemos señalar la existencia de tipos de alabardas en los grabados rupestres que no se conocen en Europa. Asimismo, vemos como aparecen en el registro arqueológico marroquí manufacturas de objetos que en Europa aparecen realizados en bronce (aleación de cobre y estaño), y que la composición metálica del objeto marroquí está libre de estaño: es cobre. Esto nos indicaría que no se trata de una llegada de objetos de Europa o de una réplica exacta, sino que hay una apropiación. De esta forma, estos datos, si bien puntuales, nos señala la existencia de procesos metalúrgicos y culturales propios, que debemos entender, no a la luz de explicaciones difusionistas, sino teniendo en cuenta las tensiones y la propia naturaleza de los grupos sociales afincados en el territorio magrebí. De hecho, esta explicación y estudio de un registro en base a su desarrollo interno es lo que se hace con los fenómenos calcolíticos y de la Edad del Bronce en la península Ibérica.
Por su parte, de nuevo, este esquema interpretativo culturalista y difusionista se ve potenciado por la misma naturaleza de datos. Asistimos a una ausencia de excavaciones de yacimientos al aire libre y de espacios sociales que nos hablen de los modos de vida y los modos de producción y reproducción de los grupos sociales. Esto se complementa con pocos datos estratigráficos y pocos asentamientos excavados de forma íntegra; una información fruto de hallazgos aislados, en cueva y de tipo cultural-estilístico.
Frente a esta realidad, volvemos a defender la necesidad de integrar estos datos en expliaciones históricas que aludan a los propios grupos locales, desarrollando marcos teóricos que utilicen categorías sociales de análisis distanciándose de los enfoques culturalistas. Esta idea, que ya apuntamos para el periodo anterior, es de vital importancia, ya que pone el acento en investigar a fondo las características socio-económicas de los grupos agricultores y ganaderos del Magreb, sus diferentes formas de organizar el territorio y la producción, de tal forma que nos permita entender cómo acceden a las redes de intercambio y/o comercio atlánticas y mediterráneas en el IV, III y II Milenio a.n.e., a través de las cuales se pondrán en circulación estos elementos metálicos así como otros objetos y materias primas. Y cómo esto sólo se consigue con programas de investigación arqueológica que busquen y rastreen los poblados y aldeas al aire libre, ya que lo que se entiende como vacío de población, como ocurría en el caso andaluz hace unas décadas, es fruto realmente de un vacío de investigación. Así, por ejemplo, sería imposible entender el proceso histórico que parte de la territorialización de los grupos tribales del sur peninsular desde el IV Milenio sin que se hubiese excavado y estudiado las grandes aldeas agrícolas, los campos de silos o los poblados fortificados, que nos hablan de una disolución de la formación social tribal y el paso a nuevas formas de organizar el territorio y la misma sociedad; y por supuesto, al desarrollo de redes de intercambio de gran escala, la aparición de manufacturas en metal u objetos de prestigio o el desarrollo de estructuras funerarias que inciden en la fractura de la sociedad tribal. Hasta que no se desarrollen dichos programas de investigación con estas inquietudes y objetivos, estos milenios seguirán siendo oscuros y pasto de las teorías difusionistas y culturalistas para su explicación.
Bibliografía|
BOKBOT, Y., “Réflexions sur le substrat Amazigh dans les villes et ‘comptoirs’ phénico puniques du Maghreb occidental”, Hesperis-Tamuda, vol. XLI, Rabat: Publications de l’Université Mohammed V-Agdal, pp. 9-23, 2006.
BOKBOT, Y.; ONRUBIO PEINADO, J., “La basse vallée de l’oued Loukkos à la fin des temps préhistoriques”, Lixus. Actes du colloque de Larache (8-11 noviembre 1989), Rome: École Française de Rome, pp 17-26, 1992.
BOKBOT, Y.; ONRUBIO PEINADO, J., “Substrat autochtone et colonisation phénicienne au Maroc. Nouvelles recherches protohistoriques dans la péninsule tingitane”, en P. TROUSSET (ed.): L’Afrique du Nord antique et médiévale. Productions et exportations africaines. Actualités archéologiques (VIe Colloque international sur l’histoire et l’archéologie de l’Afrique du Nord-Pau, 1993), París: Éditions du CTHS, pp. 219-229, 1995.
CAMPS, G., “Bronze (Âge du)”, Encyclopédie berbère, 11 | Bracelets-Caprarienses, Aix-en-Provence: Edisub, pp. 1614-1626, 1992.
MONTERO RUÍZ, I.; BOKBOT, Y.; MURILLO-BARROSO, M.; GENER MORET, M., “Metalurgia pre-islámica en Marruecos: nuevos análisis y valoración comparativa con la metalurgia de la Península Ibérica”, Estudos Arqueológicos de Oeiras, 19, Oeiras: Câmara Municipal, pp. 113-118, 2012.
SOUVILLE, G., “Témoignages sur l’âge du bronze au Maghreb occidental”, Comptes-rendus des séances de l’Académie des Inscriptions et Belles-Lettres, 130, nº1, pp. 97-114, 1986.
SOUVILLE, G., “Contacts et échanges entre la péninsule Ibérique et le Nord-Ouest de l’Afrique durant les temps préhistoriques et protohistoriques”, Comptes-rendus des séances de l’Académie des Inscriptions et Belles-Lettres, 142, nº1, pp. 163-177, 1998.
SOUVILLE, G., “Essai d’interprétation des gravures rupestres du Haut Atlas marocain”, Comptes-rendus des séances de l’Académie des Inscriptions et Belles-Lettres, 135, nº4, pp. 767-782, 1991.
SOUVILLE, G., “Los monumentos funerarios preislámicos de Marruecos. Ensayo de clasificación y distribución”, Ampurias, T. XXX, Barcelona, pp. 39-61, 1968.
TARRADELL, M., “Sobre el neolítico del NW de Marruecos y sus relaciones”, Separata de Tamuda, Año VI, Semetre II, Tetuán: Editorial Cremades, 1958.
Redactor: Sergio Almisas Cruz

Licenciado en Historia por la Universidad de Sevilla. Finalizado el Máster de Patrimonio Histórico Arqueológico de la Universidad de Cádiz. Actualmente investiga sociedades tribales neolíticas en el ámbito del Estrecho de Gibraltar en el grupo PAI-HUM-440 asociado a la Universidad de Cádiz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario