Con mi despertar agitado,
bañado en sudor y con la sensación latente de haber estado en la cumbre, en
aquel lugar, donde suspendido en el aire, vigilaba cual dueño y señor mis pasos
por las sendas de la memoria, invitándome bajo sus alas a sentirme orgulloso de
todo aquello que nos une a nuestro pasado cargado de esa ancestralidad de la
que su vuelo nos hace libres en el tiempo; sólo entonces recordé su nombre,
"El Guirre".
Las brujas isleñas.
La huella de los canarios en su
búsqueda del sustento en tierras de Latinoamérica fue bastante dinámica en las
sociedades de los países donde arribaron. El sincretismo de aspectos culturales
y religiosos aun hoy en día se le puede seguir la pista en muchos pueblos donde
la emigración isleña fue mayor.
Entre estos aspectos culturales
el que más destaca son los concernientes a las prácticas brujeriles, como parte
importante en la actitud del hombre por combatir las oscuras fuerzas maléficas
que afecta a su vida terrenal.
Ya en el siglo XVIII, el obispado
de la Habana recomendaba a los sacerdotes vigilar en sus respectivas parroquias
las practicas paganas de los esclavos negros y poner especial celo con las
hechiceras isleñas, cuyas artes maléficas causaban terror entre la feligresía.
Países como Uruguay, donde en el
conocido pueblo de Canelones, fundado por emigrantes canarios sirve como
ejemplo de esta impronta que tiene a las historias de brujas como telón de
fondo. A día de hoy, a los habitantes de este pueblo se les conoce como
canarios y son famosos por albergar una rica tradición de brujas venidas desde
las islas.
En este sentido, uno de los
aspectos más relevantes son las historias y leyendas sobre brujas que en países
como Cuba y Venezuela, donde la emigración canaria fue masiva, se relaciono
también a las mujeres isleñas con tales prácticas. La etnógrafa cubana Lydia
Cabrera, en su libro “Notas sobre las
religiones, magia y supersticiones de los negros criollos y el pueblo de Cuba”
(1971) sobre esta conexión entre canarios y brujería nos cuenta “muy temible es también la brujería de los
isleños, quienes nos han transmitido gran numero de supersticiones y que brujan
las isleñas como los brujos de Angola, aunque estos no chupan sangre” Esta
asociación viene determinada por un aspecto que del mismo modo se da en las
islas Canarias para con las brujas. Quien es testigo de su presencia puede ser
objeto de su ayuda por ser una persona buena y de moral intachable o de los
peores males por su conducta reprobable.
Muchos de los emigrantes canarios
que llegaron a Cuba, estaban casados y desatendían sus obligaciones con las
mujeres y niños que quedaron en las islas. Con el tiempo, estos emigrantes
tomaban nuevas esposas y tenían descendencia con ellas, muchas mulatas, que
profesaban la santería. Esta idea deja la impronta en la tradición popular de
la isla caribeña que las mujeres isleñas en venganza por el abandono de sus
maridos, volaban desde la Isla Canarias en sus escobas, para entrar en los
hogares de la Cuba rural y matar a los niños pequeños, habidos de sus nuevas
parejas, chupándoles la sangre.
Esta idea de brujas vampiras las
encontramos también en los cuentos sobre estas mujeres maléficas en la isla de
La Gomera, no pudiendo determinar si son fruto de la misma tradición que se
tenía en Cuba y que vinieron con los canarios que retornaron a su tierra natal.
La población negra de la isla
caribeña fue quien más sincretizó estas tradiciones brujeriles, por estar más
relacionados con la emigración isleña, incluso como vimos anteriormente,
dándose matrimonios entre ambos. Como nos dice la etnógrafa cubana Lydia
Cabrera, en su obra anteriormente citada, los criollos negros decían de los
canarios que “de los isleños hay que
cuidarse, porque saben mucho de brujería” Fruto de este sincretismo hoy en
día encontramos elementos como la leche de cardón, una planta abundante en los
terrenos de costa en Canarias, que se utiliza en santería para curar y
ahuyentar ciertos maleficios. Otro elemento que se utiliza son los granos de
ajonjolí (sésamo) como sustitutivo de las semillas de mostaza para hacer
desistir(a las brujas en la isla de La Gomera, se le ponían granos de mostaza
debajo de la cuna del recién nacido, pues se decían que no podían resistir la
tentación de contar los granos, y de esta manera se entretenían hasta el primer
canto del gallo, momento en que debían de volver antes del amanecer) a las brujas en su empeño por chupar la
sangre de los niños de corta edad.
Además este conocimiento de los
santeros negros, sobre el poder de las brujas isleñas, hizo que se
entremezclaran elementos de las religiones afrocaribeñas con las de tradición
sobre brujas canarias. El Ndoki es una raza de vampiro, que se alimenta de
sangre en las tradiciones brujeriles de Angola y que fue importada a la isla de
Cuba con los esclavos negros junto a los demás elementos de credo de la
santería. Con el paso del tiempo la población negra de los campos, identificó a
los Ndoki con las brujas isleñas, atribuyéndoles su faceta vampírica.
Como hemos visto, estos y otros
muchos elementos son los que conformaron la fama de temidas y chupadoras de
sangre de las brujas isleñas en tierras de América. Forjadoras de muchas
leyendas fuera de las fronteras de su tierra natal, las Islas Canarias y que
quedaron en la memoria colectiva del campesinado criollo, incluso, plasmadas en
poesías épicas, inspiradas en la tradición oral como los del cubano Julio
Crespo, quien recoge en sus versos “El quebracho de las brujas” como el lugar
donde las brujas isleñas se reunían en el municipio de Holguín, Cuba, para
atemorizar a la población:
"Y cuando el sol se ponía
Detrás del monte dorado
El quebracho del poblado
A varias brujas reunían
Toda mujer que paria
Durante la cuarentena
Con velas en cada cena
A estos seres ahuyentaban
Porque así no le chupaban
Sangre a tú niño o a tú nena".
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