lunes, 5 de mayo de 2014

LA REAL JODIENDA NO TIENE ENMIENDA








Capitulo VI
Chaurero N Eguerew
José I Bonaparte: 

Nació en Ajaccio, Córcega  el 7 de enero de 1768, Hijo de Carlo Bonaparte y de Letizia Ramolino, y el mayor de trece hermanos.
Cursó estudios de leyes en Pisa (Italia) y en 1796 formó parte en la campaña de Napoleón en Italia. Un año después tomó un cargo como diplomático, primero en la corte de Parma y después en Roma, durante la I República francesa. Teniente general del Imperio francés (1814).  Fue miembro del Consejo de los Quinientos, el órgano legislativo inferior en la época del Directorio, en 1798. Durante las Guerras Napoleónicas, actuó como enviado de su hermano y firmó tratados con Estados Unidos, Austria, Gran Bretaña y el Vaticano. En 1806, Napoleón le nombró rey de Nápoles, en donde reinó hasta 1808, fecha en la que su hermano le concedió el trono de España. Reinó como José I, buscando el apoyo político de los grupos de ilustrados españoles, cuyos miembros eran los denominados afrancesados sin lograr hacer triunfar el programa reformista de su gobierno, basado en la Constitución de Bayona. 


José Bonaparte, el 1 de agosto de 1794, casó con María Julia Clary, hija de un comerciante francés, con quien tuvo dos hijas, Zenaida y Carlota.
Pese a ser un matrimonio que se procesó afecto y respeto, pasaron la mayor parte de sus días separados, pues ni Julia vino a España a compartir con su marido el tambaleante trono español, ni lo acompañó, tras la caída del Imperio, en su exilio estadounidense, debido a su precario estado de salud.
Julia Clary tenía treinta y siete años en 1808, cuando su marido fue designado Rey de España. Nunca pisó suelo español y fue una reina desconocida por sus súbditos y esperada en vano por los llamados “afrancesados”. Aquello, sin duda, la libró de la humillación de sentirse impopular, algo que sí vivió su marido, y del fracaso final y la angustia de la huida.
Alejada de las intrigas palaciegas y de las discordias entre los dos hermanos Bonaparte, vivió durante todo su reinado español en Mortefontaine, a la afueras de París. Murió en Florencia en 1845.
A pesar de ser un rey impuesto por Napoleón, era un hombre realmente ilustrado, lideró una de las pocas cortes honestas y sin desordenes y escándalos sexuales que tuvieron los españoles: “... No sólo por su carácter y costumbres, sino por su gobierno constitucional –el primero que tuvo España-, el rey José hubiese podido ser el soberano excelente y necesario para el salto que representaba el cambio de las antiguas estructuras monárquicas absolutistas a las liberales, marcadas por las directrices políticas europeas en boga a principios del siglo XIX. Posiblemente ese país se hubiese ahorrado muchos años de sangre, si la dinastía fundada por José se hubiera podido consolidar tan firmemente como, por ejemplo, la de su cuñado Bernadotte en Suecia...”

Rey de la España Napoleónica entre el 6 de junio de 1808 y el 11 de diciembre de 1813
En España, su proclamación como monarca fue precipitada por el incremento de la violencia que siguió al episodio del Levantamiento del 2 de mayo y culminó un periodo de convulsiones e intrigas políticas instigadas por la estrategia del emperador Napoleón I para obtener la abdicación del trono de la dinastía reinante de Carlos IV de España asegurando la influencia y primacía del primer imperio francés e incrementando la dependencia española para con los intereses políticos, económicos y militares bonapartistas, en detrimento de sus naciones enemigas, principalmente Portugal y Gran Bretaña. Sin embargo, lejos de obtener una legitimación ante la mayoría de la opinión pública y de frenar la dinámica de enfrentamiento armado, esta proclamación fue rechazada por los órganos de poder autóctonos como el Consejo de Castilla y la Junta Suprema Central y más adelante, por las Cortes de Cádiz, decidiendo la generalización del conflicto de la conocida como guerra de la independencia española.
Algunas incidencias en esta colonia como consecuencia de la situación política en la metrópoli
Ante las noticias que llegaban desde la metrópoli que anunciaban la invasión de las tropas francesas en 1808, la máxima autoridad española en  la colonia Canaria el Comandante General, Marqués de Casa Cagigal, convocó Cabildo General en La Laguna (Tenerife) para el día 11 de julio.
Con anterioridad él había comunicado a sus superiores la existencia de un partido contrario a su gobierno:
 Procuraré indagar todo lo que sea conducente al bien público, debiendo sólo informar a V.E. de que la fermentación es general y pública, y que está sostenida por el mencionado Teniente del Rey [Don Carlos O´Donnell ], secundado, según voz general, del marqués de Villanueva del Prado y don Juan Próspero de Torres Chirino, habitantes de la ciudad de La Laguna, a lo cual me inclino porque uno y otro han venido a consultar conmigo, bajo el pretexto de saber mi opinión sobre lo que ahí puede mandarse, que es la pregunta idéntica del oficio de O´Donnell. Yo no puedo resolverme a dar crédito a las voces que corren en cuanto a entregar ésta a los ingleses, pero si es seguro que, sea cual fuese el método y el sistema que quieran abrazar, la opinión de O´Donnell y los suyos es resistir al nuevo orden de cosas que se establecerá, y por eso lo conceptúo de insurrección. Tomo todas las medidas que pide la prudencia para evitar sus resultas. De aquí, S.E., el estilo y método de mi contestación a don Carlos O´Donnell. Tengo escrito a la Real Audiencia para que se junte en Cabildo general, porque estoy cierto que la gente sensata de las islas piensa de otro modo que los que siguen el partido a cuya cabeza ha querido ponerse O´Donnell, que obra en mi concepto por odio personal contra mí y por su antigua manía a favor de los ingleses. V.E. verá ahora más que nunca la necesidad de que venga a relevarme un general español con facultades omnímodas, y que sea de aquellos cuyo tino y prudencia puedan mejorar las tristes circunstancias en que esto se halla…
Con esta noticia que puede ser de tanto interés por las consecuencias e influencias subsecuentes de que las Américas se entreguen a los ingleses, envío por la vía de Mogador saliendo de la Gran Canaria al oficial dador, de cuya actividad y celo estoy muy convencido, y que V.E. resolverá lo que fuera más justo, teniendo a bien reflexionar lo que me importan los momentos en asuntos de igual naturaleza.
Marqués de Casa Cagigal
 Comandante General de Canarias
Después del objetivo inicial de destituir al Comandante General, los miembros del Cabildo Colonial General de la isla de Tenerife constituyeron una Junta Gubernativa que, a imitación de las creadas en España, se declara Suprema de Canarias, es decir, asumen el control de todo el Archipiélago, nada visto hasta ese momento, en la colonia argumentando que la situación de emergencia obligaba a tomar esa medida, solicitando el envío de vocales de las otras islas, de las instituciones civiles y eclesiásticas de la “provincia.” Esta decisión impulsará el enfrentamiento entre las instituciones de Tenerife y Gran Canaria, en lo que se conoce como Pleito Insular, situación que en ocasiones de manera abierta y en otras encubiertas ha venido sosteniendo desde entonces la metrópoli con objeto de mantener dividida a la población canaria, y así continuar con su explotación colonial apoyándose en los intereses económicos y prebendas de una clase criolla caciquil y dependiente.
El 1 de septiembre de 1808 estalló en la Plaza de Santa Ana de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria una revuelta contra las autoridades impuesta por la Junta Suprema de Tenerife, dando inicio a lo que han venido denominando Pleito Insular.

Tras la ocupación de España por las tropas francesas en 1808, la Junta Suprema de Canarias barajó la idea de independizarse de la corona de España para convertirse en protectorado británico, integrarse en los Estados Unidos, al imperio del Brasil o a la América hispana

Aquella convulsa situación de inestabilidad política en la metrópoli pudo haber sido aprovechada para  la liberación de Canarias, pero como ha sucedido en otras oportunidades históricas, la burguesía caciquil colonial prefirió arañar algunas prebendas que asumir la responsabilidad de la liberación de la matria,

Según explica el Doctor en Historia y profesor titular de Historia de América de la Universidad de La Laguna. Manuel Hernández, quien reproduce en el libro La junta suprema de Canarias y la emancipación americana: “el informe que elaboraron sus miembros cuando el poder de la monarquía borbónica española fue sustituido por el de José Bonaparte, satélite de la Francia imperial, en el que analiza además el protagonismo de las clases dirigentes tinerfeñas de la época, lideradas por el criollo marqués de Villanueva del Prado, Alonso de Nava y Grimón, ya que constituyeron la Junta Suprema tras destituir de su cargo al capitán general de la colonia con el objetivo de hacerse con el control político en todas las Islas. Control que sólo encontró el rechazo de los dirigentes del Cabildo de Gran Canaria.

"Ante la evolución de los acontecimientos en la Península, estas elites decidieron plantear el futuro del archipiélago. Y tal y como explican en su informe aprovecharon la coyuntura política del momento para obtener un estatus de privilegio, ya que por aquel entonces se pensaba que Napoleón no iba a salir nunca de España", señala el historiador, que añade que este asunto se debatió en la Junta y tras barajar numerosas alternativas, entre las cuales se planteó la unión con la América hispana, la de integrarse a los Estados Unidos o la alcanzar un estatus especial si se agregaba al imperio del Brasil, finalmente se acordó el de crear una república independiente bajo protectorado británico. “Para tal fin fue fletado un barco para Gran Bretaña para negociarlo con el gobierno británico, aunque se frustró porque el navío fue hundido”,

 Estas circunstancias provocaron, cierta inquietud en los criollos de Canarias, lo que condujo finalmente a la disolución de la Junta Suprema y a su posterior integración en la Junta Central del Reino de España. El historiador señala que uno de los miembros de la Junta Suprema de Canarias, el marqués de El Sauzal, Gaspar de Franchy, que pasó gran parte de su vida en Francia, afirmó que esa “inquietud o miedo” tuvo su origen en la personalidad de Alonso de Nava, ya que no quiso que la Junta mantuviera a partir de entonces su operatividad.” (Manuel Hernández).

Tras  cinco años de reinado en España, José I,  regresó a Francia expulsado por los insurgentes españoles. En 1815, tras la derrota definitiva de Napoleón, emigró a Estados Unidos, donde permaneció hasta 1832. Regresó a Europa y tras una breve permanencia en Inglaterra, falleció el 28 de julio de 1844 en Florencia

La vuelta de Fernando VII como monarca absoluto no es un hecho asilado en Europa. Se inscribe dentro de un proceso general de “restauración”del Antiguo Régimen en todas las monarquías europeas. Las potencias vencedoras de Napoleón (Prusia, Austria, Rusia, Inglaterra) impusieron una política de equilibrio, legitimismo e intervensionismo, a través de diferentes acuerdos como la Santa Alianza, creada con el fin de preservar a Europa y sus colonias de los movimientos liberales o revolucionarios.

El reinado de Fernando VII, comienza en 1814 cuando por el Tratado de Valençay (diciembre de 1813), Napoleón devolvía la Corona española a este monarca (hijo de Carlos IV), lo reconocía como rey legítimo y retiraba las tropas francesas de aquel  país.

El rey fue liberado en Marzo de 1814, momento en que regresó a España.
Fernando VII entró en España el 22 de marzo de 1814, recibido por continuas aclamaciones populares. El 12 de abril un grupo de diputados a Cortes absolutistas le presentaron el conocido como Manifiesto de los Persas en el que le reclamaban la vuelta al absolutismo. En el afirmaban: “Señor, era costumbre entre los antiguos persas pasar cinco días de anarquía después del fallecimiento de su rey, a fin de que la experiencia de los asesinatos, robos y otras desgracias, les obligase a ser más fieles a su sucesor...”, para mejor apreciar después los rigores de un gobierno firme y de poder.
Finalmente, Fernando VII terminó por decidirse y el 4 de mayo de 1814 emite en Valencia un decreto por el que disolvía las Cortes, abolía la Constitución de 1812 y toda la labor legislativa de las Cortes de Cádiz y restablecía el absolutismo, España volvía a su estado natural de barbarie y oscurantismo.
Isabel II de Borbón o de España


Isabel II nació del cuarto matrimonio de Fernando VII con su sobrina María Cristina de Borbón, poco después de que el rey promulgara la Pragmática por la que se restablecía el derecho sucesorio tradicional castellano, según el cual podían acceder al Trono las mujeres en caso de morir el monarca sin descendientes varones.
En virtud de aquella norma, Isabel II fue jurada como princesa de Asturias en 1833 y proclamada reina al morir su padre en aquel mismo año; sin embargo, su tío Carlos María Isidro no reconoció la legitimidad de esta sucesión, reclamando su derecho al Trono en virtud de la legislación anterior y desencadenando con esta actitud la Primera Guerra Carlista (1833-40).
Hasta que Isabel II alcanzara la mayoría de edad, la Regencia recayó en su madre María Cristina, la cual encabezó la defensa de sus derechos dinásticos contra los partidarios de don Carlos; para ello entabló una alianza con los liberales, que veían en la opción isabelina la posibilidad de hacer triunfar sus ideas frente al partido absolutista agrupado en torno a don Carlos.


Maria Cristina de Borbón, asumió de inmediato la regencia en nombre de su hija, Isabel II, y prometió a los liberales una política distinta a la del fallecido rey. Parte de la sociedad española estaba expectante ante un posible cambio en el reinado que se iniciaba y que incorporase al país los modelos de corte liberal que se desarrollaban en algunas naciones de Europa. 
En consecuencia, llamó al gobierno a los liberales y aceptó el régimen semiconstitucional del Estatuto Real (1834); la presión de los liberales más avanzados le obligaría luego a admitir la nacionalización de los bienes de la Iglesia (desamortización de Mendizábal) y el establecimiento de un régimen propiamente liberal (Constitución de 1837). Entretanto, la suerte de las armas fue favorable para la causa de Isabel, pues los ejércitos de Espartero consiguieron imponerse a los carlistas en el frente del Norte (Convenio de Vergara de 1839) y en el Maestrazgo (derrota de Cabrera en 1840).
Cuando ya tenía asegurado el trono para su hija Isabel, la regente María Cristina no se preocupó de la preparación educativa y política de su hija para el desempeño de tal alto cargo y exclusivamente se dedicó a su nuevo amante. Tampoco el poder político ya fueron los progresistas o moderados, se preocuparon de preparar a Isabel II, pues todos partían del principio básico de que cuando más ignorante permaneciera, mejor resultaría servirse de ella y de su cargo.
Las fatigas del enfrentamiento armado no impidieron, sin embargo, que apenas transcurridos dos meses de su temprana viudez de Fernando VII, María Cristina ocupara encendidamente su corazón con la compañía de Fernando Muñoz, joven capitán de su guardia dos años menor que ella. El amor que le inspiró Fernando Muñoz, a quien pronto comenzaron a llamar Fernando VIII, fue tan irrefrenable que las sospechas trascendieron pese a los esfuerzos por mantener oculta la relación y el subsecuente matrimonio secreto, tal vez porque los numerosos embarazos que llevó a feliz término delataban, con elocuencia, la intromisión de otra persona en su vida. En los corrillos se decía: “La Regente es una dama casada en secreto y embarazada en público”.

En aquel mismo año, sin embargo, María Cristina fue apartada de la Regencia y expulsada de España, desacreditada por su matrimonio morganático y por su actitud reacia al liberalismo progresista; el propio general Espartero le sucedió como regente en 1841. Por entonces se habían decantado ya las dos corrientes en las que se dividió la “familia” liberal: el partido moderado (conservador) y el partido progresista (liberal avanzado).


Después de tres años de Regencia de Espartero y de consiguiente predominio político de los progresistas, en 1843 fue derrocado el regente por un movimiento en el que participaron moderados y progresistas descontentos (1843); para evitar una nueva Regencia, se decidió adelantar la mayoría de edad de Isabel II, quien comenzó, por tanto, su reinado personal con sólo 13 años. Una maniobra de los moderados completó la operación apartando del poder al progresista Olózaga bajo la acusación de haber forzado la voluntad de la reina niña.
Todo en Isabel II fue precoz: huérfana de padre a los tres años, alejada de su madre a los diez, reina a los trece, casada a los dieciséis y derrocada a los treinta y ocho.


Como queda dicho a muerte de Fernando VII que no dejó descendencia masculina, desató este grave pleito familiar en España, que se zanjó por la fuerza de las armas, en la cruenta disputa por el trono. Finalmente, la elegida fue Isabel II, cuyo reinado se transformó en un infierno de intrigas y golpes de estado, además de que su prestigio personal se vio afectado por los escándalos en su vida privada y por el favoritismo que mostraba hacia el partido moderado de los que abogaban por una monarquía constitucional. Desde que tenía tres años, la boda de Isabel fue un asunto de estado.

Fueron muchos los nombres que se barajaron, para el futuro esposo de la reina. Finalmente, el elegido fue su primo hermano, Francisco de Asís, el menos indicado, ya que nunca pudo satisfacer la fogosidad de la reina.
¿Por qué se lo eligió? Posiblemente porque, a diferencia de otros candidatos, quienes manejaban las riendas del poder, creían que sería el que traería menos inconvenientes.
Lo que no resultó acertado en absoluto, ya que la joven Isabel sentía aversión e incluso repugnancia hacia su primo, a quien la mitad de España señalaba como homosexual.“ ¡No, con Paquita no!”, dicen que exclamó Isabel, cuando se enteró que se lo había elegido a su primo. Y parece que su amargura fue tanta, que hasta amenazó con abdicar. Como fuere, la boda se celebró el 10 de octubre de 1846, el mismo día en que Isabel cumplía dieciséis años y fue simultánea con la de su hermana, la infanta Luisa Fernanda con el francés Antonio de Orleáns, duque de Montpensier, que se transformó en su ambicioso cuñado, uno de los personajes más desestabilizadores del reinado por sus pretensiones al trono quien patrocinaría, veintidós años después, el golpe de estado que derrocaría a la reina.
Los preceptores de Isabel II
El preceptor mayor era Agustín Arguelles, su profesor general José Vicente Ventosa, su maestro de música, Francisco Frontela, también llamado Valldemosa y también formaba parte de los preceptores Salustiano Olózaga, hombre inteligente y que destacaba por su gran preparación jurídica.
Estos preceptores están en el inicio de las habilidades sexuales de Isabel II. José Vicente Ventosa fue expulsado de palacio por razones graves. Francisco Frontela, se le conocía como el amante de la reina y ésta le concedió la Cruz de Carlos III. Salustiano Olózaga fue el encargado de desflorarla y de iniciarla en los principios amorosos
Isabel II tenía un carácter temperamental y apasionado, al mismo tiempo que mostraba una ardiente sensualidad probablemente heredada de su madre. Otro aspecto muy reseñable era su gran generosidad y su ánimo alegre y vivaraz, que hacía muy agradable su presencia
De esta época podemos valorar la descripción que hace el conde de Romanones de Isabel II
A los diez años Isabel resultaba atrasada, apenas si sabía leer con rapidez, la forma de su letra era la propia de las mujeres del pueblo, de la aritmética apenas sólo sabía sumar siempre que los sumandos fueran sencillos, su ortografía pésima. Odiaba la lectura, sus únicos entretenimientos eran lo juguetes y los perritos. Por haber estado exclusivamente en manos de los camaristas ignoraba las reglas del buen comer, su comportamiento en la mesa era deplorable, y todas esas características, de algún modo, la acompañaron toda su vida”. (
Su noche de boda fue un fracaso. Es conocido el comentario que hace Isabel II al diplomático criollo canario León y Castillo “que voy a decir de un hombre que en la noche de bodas llevaba en su camisa más bordados que yo en la mía”.
Algunos de los amantes de Isabel II
Un excelente retrato de esta reina Borbón no lo ofrece
“La vida de Isabel II se basa en una fiesta continua. Se acostaba a las cinco de la mañana y se levantaba a las tres de la tarde. Este modo de vida levantaba fuertes críticas en la sociedad española.
El primer amante oficial fue el general Serrano a quien Isabel II le calificaba “el general bonito”, y producía un auténtico escándalo porque la reina lo perseguía por todos los cuarteles de Madrid. Llegó a tal nivel el escándalo, que el ejército decidió trasladarlo fuera de Madrid.
Otros amantes reconocidos son el cantante José Mirall, cuya voz entusiasmaba a la reina. El conocido compositor Emiliano Arrieta, el coronel Gándara, también Manuel Lorenzo de Acuña, marqués de Bedma. Destaca el capitán José María Arana, conocido como ”el pollo Arana”, en esta relación hay una anécdota que su marido Francisco de Asís, un día le dijo a la reina que tuviera cuidado con el pollo Arana, que le estaba poniendo los cuernos. Lo ascendió a coronel y le otorgó la Cruz Laureada de San Fernando y fruto de esa relación nació la infanta Isabel que sería llamada popularmente la Araneja y también la Chata.
Otra relación también muy conocida fue con el capitán de ingenieros Enrique Puig Moltó conocido como “el pollo real”, que fue el padre de Alfonso XII, al que llamaron puigmolteño. Se dice que un día hablando Isabel con su hijo Alfonso XII de dijo “Hijo mío, la única sangre Borbón que corre por tus venas es la mía”.
Otro amante reconocido fue el general O´Donnell que había llegado al poder con la Vicalvarada iniciándose un periodo histórico conocido como el bienio progresista, dirigido dicho gobierno por la Unión Liberal (1854-1856). O´Donnell se sintió atraído por Isabel II y ésta le respondía, cultivando un amor platónico que aumenta su comprensión y confianza mutua. La diferencia de edad entre ambos, veintiún años no les importaba nada. Sin embargo, este entendimiento fue cambiando por la influencia conservadora que ejercían sobre la reina, el padre Claret y sor Patrocinio, conocida como la monja de las Llagas, que intentaban neutralizar las medidas liberales que el gobierno de O´Donnell tomaba sobre la Iglesia. Esto llevó a que Isabel II humillara públicamente a O´Donnell, provocando su cese.
Cabe destacar la anécdota de que en el año 1860, O´Donnell va a despedirse de Isabel II antes de iniciar una nueva guerra en Marruecos, la reina le dice cariñosamente que si ella fuera hombre iría con él. Francisco de Asís que estaba presente, añadió “lo mismo te dijo O´Donnell, lo mismo te dijo”.
Otros amantes fueron el secretario Miguel Tenorio; el cantante Tirso Obregón; José de Murga y Reolid, marqués de Linares por concesión real; el gobernador de Madrid y posterior ministro de Ultramar, Carlos Marfori y Calleja que le acompañará a París cuando se exilia por el triunfo de la Gloriosa de 1868. El capitán de artillería, José Ramón de la Puente. Fruto de estas relaciones tuvo los siguientes hijos:
- El 20 de mayo de 1849 da a luz un varón fallecido en el parto, hijo del marqués de Bedmar.
- El 12 de julio de 1850 dio a luz un nuevo varón que falleció a los cinco minutos de nacer, enterrado en el Panteón de príncipes de El escorial y que probablemente fuera hijo del rey consorte Francisco de Asís de Borbón.
- El 20 de diciembre de 1851, dio a luz a la infanta María Isabel Francisca de Asís, popularmente conocida como la Chata, princesa de Asturias, hasta el nacimiento de Alfonso XII, hija del capitán José Ruiz Arana.
- El 5 de enero de 1854, nace la infanta María cristina, muerta al poco de nacer y que fue enterrada en el Panteón de El escorial, de padre desconocido.
- El 24 de noviembre de 1855, tuvo un aborto avanzado, tras haberse publicado en la Gaceta de Madrid el embarazo real, de padre no conocido.
- El 20 de junio de 1856, hay un nuevo aborto de padre no conocido
- El 28 de noviembre de 1857; Alfonso, príncipe de Asturias y más tarde rey de España, era hijo del capitán de ingenieros Enrique Puig Moltó.
- El 26 de diciembre de 1859, da a luz a la infanta Concepción, muerta a los veintiún meses, hija del rey consorte.
- En el año 1861 tuvo a María del Pilar Berenguela fallecida a los dieciocho años.
- En el año 1862 tuvo a María de la Paz de Borbón y Borbón, que fue casada con Luis Fernando de Baviera.
- En el año 1864 tuvo a María Eulalia de Borbón y Borbón, duquesa de Galliera, fue casada con Antonio de Orleans y Borbón.
- En el año 1866 nació Francisco de Asís Leopoldo de Borbón y Borbón, fallecido a las pocas semanas de nacer.
Mientras todo esto sucedía su marido francisco de Asís y Borbón tuvo un amigo de por vida, Antonio Ramón Meneses, con el que convivió toda su vida. Ante los continuos amantes de Isabel II, los asumió con naturalidad. Por el reconocimiento de la paternidad de los hijos de Isabel II recibía a cambio un millón de reales por hacer la presentación de cada uno de ellos.
El dos de febrero de 1852, Isabel II sufrió un atentado en la presentación de su hija Isabel, siendo atacada por el cura Merino con un puñal, pero fracasó en el intento porque el cuchillo chocó con las ballenas del corset de Isabel II y sólo tuvo una herida superficial.
El 28 de septiembre de 1868 se produce el levantamiento de la Gloriosa, encabezada por los generales Prim, Serrano y el almirante Topete que contó con un gran apoyo popular que cantaban el himno de Riego y gritaban ¡Mueran los Borbones! Y que en algunos momentos se convirtió en ¡Mueran los bribones!. Esto supuso la salida de Isabel II al exilio de París. Desde él no dejó de conspirar e hizo todo lo posible para que su hijo Alfonso XII recuperara el trono como así sucedió en el año 1874.
Isabel II muere el 16 de abril de 1904. El historiador conservador José Luis Comellas hace un retrato de Isabel II “Desenvuelta, castiza, plena de espontaneidad y majeza, en la que el humor y el rasgo amable se mezclan con la chabacanería y con la ordinariez, apasionada por la España cuya secular corona ceñía y también por sus amantes.
El escritor Valle Inclán en su obra “la corte de los milagros“ hace la siguiente descripción: “La Católica Majestad, vestida con una bata de ringorrangos, flamencota, herpética, rubiales, encendidos los ojos del sueño, pintados los labios como las boqueras del chocolate, tenía esa expresión, un poco manflota, de las peponas de ocho cuartos”.
En fin, “de casta le viene al galgo”.
Un episodio poco conocido: El destierro del infante Enrique de Borbón a la colonia canaria.

Enrique María Fernando Carlos Francisco Luís de Borbón y Borbón-Dos Sicilias (Sevilla, 17 de abril de 1823 - cerca de Alarcón, 12 de marzo de 1870) fue un infante de España y I duque de Sevilla, Grande de España. Era el cuarto hijo y tercer varón del infante  Francisco de Paula de Borbón y su primera esposa, la princesa Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias, y fue conocido por sus ideas revolucionarias y progresistas durante el reinado de su prima y cuñada, la reina Isabel II.

La historiadora Maria Teresa Manchen nos impone de uno de los frecuentes destierros de personajes incómodos en la metrópoli a esta colonia canaria, en esta oportunidad se trata de un miembro de la casta de los Bombones:
 
“El infante don Enrique de Borbón, hijo de los infantes don Francisco de Paula y doña Luisa Carlota, y por lo tanto primo de la reina Isabel 11, nace durante el reinado de Fernando VII, concretamente en 1823. Ya desde su infancia y en su primera juventud muestra una personalidad que le hace aparecer como orgulloso, de fuerte carácter, de genio altanero, ardiente e impetuoso y, sobre todo, insatisfecho con el tipo de vida que le toca vivir desde su niñez…
 
La complicada vida de sus padres, de ideología avanzada y participantes, en diferentes ocasiones, en conatos revolucionarios e intrigas, les llevará en más de una ocasión a vivir algunas etapas de su vida en el destierro. Algunas de estas épocas van a coincidir con la infancia de sus hijos, y esta situación va a influir de forma bastante clara en el carácter y forma de ser del segundo: el infante don Enrique…
 
Quizá por este motivo, en sus comienzos, y a fin de desmentir la idea que ya habia circulado de que este Gobierno había sido planeado por la reina y Q'Donnell con el fin de seguir «una política de resistencia que encauzara a la democracia» inicia su mandato con una cierta apisriencia liberal y con un programa que intenta confirmarla; se disuelven las Cortes y pronto se empieza a hablar de elecciones. Cuando surge este tema, sin ocuparnos aquí de todos los problemas políticos que tal cuestión plantea, sino sólo lo que hace referencia al infante don Enrique, vemos que no va a pasar mucho tiempo sin que el infante se dirija al presidente del Gobierno para recordarle su deseo, en ocasiones anteriores ya apuntado, de ocupar un puesto en el Senado.
 
No es ahora la primera vez que don Enrique anhela este puesto, ya que en años anteriores lo había solicitado y la reina había considerado conveniente aplazar su candidatura para dicho puesto por considerar que era mejor para su primo el cargo de capitán general de la Armada; ahora bien, como exento de servicio.
 
Pasado algún tiempo, don Enrique se quejará de que todavía no ha tenido confirmación para el mismo. 
 
Por eso ahora, al hablarse de elecciones, vuelve a insistir en  lo que fue su deseo y se dirige a Isabel 11, en esta ocasión en términos tales que su actitud le va a suponer un nuevo destierro.
 
Acusa así a la reina de faltar al cumplimiento de su palabra y le recuerda  “que si en los caballeros particulares la palabra es tan sagrada que constituye la norma de sus acciones, en los soberanos es aún más importante, porque forma la base de su prestigio, fuerza de las dinastías”
 
En semejantes términos se va a dirigir a Narvález, y cuando ambas reclamaciones llegan al Consejo de Ministros;, éste, reunido, establece que no se pueden permitir tales actitudes hacia la  reina y hacia un jefe de Gobierno y que es necesario castigar al
infante, llegando al acuerdo de que sea desterrado. Determinación que presentan a la reina, exponiéndole detalladamente las causas que la han motivado y que puntualizan del siguiente modo:
 
1) Que las personas que pertenecen a la familia real están más obligadas que nadie, por su nacimiento y jerarquía, a mayor sumisión que los demás súbditos, por lo que en el caso de que esto no se cumpla, el Gobierno tiene que evitar que se quebrante tal sumisión.
 
2) Que en todas las monarquías, pero especialmente en las constitucionales, los reyes están colocados a tal altura que no es lícito que nunca lleguen a ellos “reconvenciones”, por ser la inculpabilidad y la inviolabilidad condiciones esenciales de la dignidad regia.
 
3) Que en los gobiernos constitucionales, los ministros son responsables de todos los actos del poder ejecutivo, entre los que se comprenden los nombramientos en la milicia y los de la Alta Cámara, y que su situación se haría intolerable: “si se les pudiera compeler a determinaciones que su conciencia y recto juicio repugnasen con exigir el cumplimiento de palabras que se supusiera haber empeñado previamente el monarca.. .” 
 
4) Que las faltas que en este sentido se cometen son más graves cuanto más elevada es la categoría de las personas que las cometen y mucho más en el caso presente, ya que el infante don Enrique no es la primera vez que así actúa, y aunque se considere que de las anteriores culpas ya fue perdonado, no hay que olvidarlo, ya que su “repetición aumenta más el escándalo, convirtiendo en una especie de hábito la insubordinación e irreve-rencia”
 
5) Teniendo en cuenta que por su categoría ocupa un lugar más elevado, tampoco se puede olvidar esto a la hora de tomar una medida, ya que no se puede tener con él la misma postura que con los demás súbditos.
 
6) Por Último, y teniendo en cuenta la categoría militar del infante, éste está sometido a tal disciplina y leyes, y conforme a ello y tras analizar la actitud mantenida por él, se acuerda desterrarle a Gran Canaria hasta nueva orden.
 
Después de considerar los anteriores puntos del acuerdo a que llegó el Consejo de Ministros, parece que queda claro el motivo por el que es castigado el infante; no obstante, existen ciertos rumores que hacen pensar que el destierro no sólo fue motivado
por tales reclamaciones, sino que además estas medidas fueron tomadas por: “tener pujos revolucionarios, ser partidario acérrimo del reino de Italia, pretender una alianza más estrecha con Nápoles, mantener amistad con los progresistas y otras hierbas que saldrán pronto y de cuyo veneno el propio infante será la víctima.. . “
 
Por estos u otros motivos, pero quizá y sobre todo por quitarse de encima a un infante que con sus actuaciones y en la situación política del momento sólo podía resultar incómodo y plantear más problemas de los ya existentes, va a ser por lo que se tomen las medidas que el propio Narváez comunicará al infante, expresándole que: “Teniendo en cuenta las gravísimas y dolorosas consideraciones que sugieren la forma y el sentido inconvenientes de dichas comunicaciones, y la falta de respeto que en ellas se cometen contra la dignidad real, la Constitución y las Leyes Fundamentales de la Monarquía que garantizan la inviolabilidad del monarca por medio de la responsabilidad de sus ministros, ante estos hechos se ha decidido que debe partir de forma inmediata hacia Canarias, provincia elegida como lugar de destierro, para la cual debe salir al día siguiente, 11 de noviembre de 1864. Tomado tal acuerdo, el ministro de la Guerra, por su parte, comunica al capitán general de Canarias las medidas que deberá tomar respecto al infante, indicándole que se le debe guardar el respeto que por su alta jerarquía merece, pero nada más. (María Teresa Manchen, 1973).



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