CAPITULO IX
AÑO
1496
Actitud de los nobles y villanos ligueros respecto al reconocimiento
de la soberanía de España. Alzamiento de los villanos ligueros.
Cuarta campaña de Lugo. Concentración de los habitantes de los tres
reinos de la Liga, formación de poblaciones y su nacimiento a la
civilización. Revolución de los villanos de la Confederación y
reconocimiento de la soberanía de España por su nobleza.
Proclamación oficial de la conquista de Tenerife en 29 de Setiembre.
Quinta campaña de Lugo contra los villanos confederados.
Concentración de los habitantes de los cuatro reinos de la
confederación en los de Icod y Dante. Creación de poblaciones.
Convivencia de un pueblo guanche o bárbaro y de otro guanche-hispano
civilizado. Número de guanches acogidos a la Paz de Los Realejos y
de los que persistieron en la rebeldía.
La rebelión de los villanos ligueros o alzados, como llamaron en
adelante a los que no aceptando la Paz de Los Realejos guerreaban
contra la soberanía de España, sólo se explica por un profundo
sentimiento de independencia exaltado por el fanatismo del clero
babilón, como es tradicional; pues dióse el caso extraño, que
mientras la nobleza prefirió echarse en brazos de los españoles
antes que consentir la merma de sus privilegios, sus esclavos, que no
otra era su condición, siguieron combatiendo a los castellanos
siendo los que los redimían. Verdad es que en lo sucesivo
confundieron en un odio común a españoles y guanches convenidos,
pero con todo fue rara la orientación de las dos corrientes en que
se desdobló el pueblo indígena, porque parece más natural las
hubieran invertido.
Cuando el 25 de Julio descubrieron los villanos en el campamento del
Realejo lo tramado por la nobleza, se arremolinaron furiosos
denostando a los reyes de traidores y cobardes e injuriando a los
personajes de mayores prestigios; apresurándose a ganar las alturas
de Ti-gaiga para derramarse por sus respectivos tagoros, con objeto
de apoderarse de los medios de vida y de llevar la alarma a todas
partes, con los desmanes propios de las guerras civiles y sociales.
* *
Los recientes sucesos y el nuevo giro de cosas obligaron al general
Lugo a no permanecer ocioso. Sin pérdida de tiempo abrió su cuarta
campaña organizando tres pequeños ejércitos con fuerzas
castellanas y guanches ligueros mezclados, a cuyo frente puso a los
reyes Benytomo, Acaymo y Beneharo para que marcharan a reducir a los
alzados a sus respectivos reinos; quedándose él en el Real de Taoro
con 200 ó 300 españoles en expectativa de los acontecimientos.
Aunque no se han comentado detalles de esta guerra de rebeldía,
sábese que durante varias semanas sufrieron los alzados una tenaz
persecución, viéndose el general Lugo en la necesidad de variar su
plan estratégico. Efectivamente: al recorrer los reyes sus
respectivos reinos fueron muchos los que se sometieron a sus consejos
y exhortaciones, pero el mayor número continuó recalcitrante
batiéndose con furia aunque sin concierto los primeros días, si
bien a poco se inteligenciaron para unificar su acción y darse mutuo
apoyo. Eligieron como centro de operaciones algunas regiones abruptas
en los tres reinos, varias de las cuales han pasado a la historia con
el nombre de Fortalezas, como la Fortaleza hacia las cumbres entre
Los Realejos y La Guancha, la fortaleza de Temoseque hoy montaña de
Tejina, las fortalezas de Taborno y Diyo o Dico en Anaga, etc., de
las que tenemos testimonios en distintas datas. En estos puntos se
concentraban y rehacían para emprender incursiones repentinas más o
menos lejanas, teniendo en constante movimiento a las columnas o
cayendo sobre los pequeños destacamentos cuando se fraccionaban. Y
no era esto lo peor, sino que como el sistema de población
consistía, como hemos dicho, en auchones diseminados donde moraban
las familias de los nobles que formaban parte de las columnas
hispano-guanches, caían sobre ellos los alzados robando cuanto
encontraban, maltratando y realizando venganzas personales contra sus
antiguos señores, produciendo la intranquilidad y perturbación que
es de suponer.
Frente a tales desórdenes y al aspecto de salvaje ferocidad que iba
tomando la rebeldía, propúsose el general Lugo dominarla a la mayor
brevedad como aconsejaba el buen sentido político, para lo que tuvo
que variar su plan de campaña. No siéndole posible proteger las
familias diseminadas, ni estrechar a los alzados en medio de los
bosques de tan amplio territorio, no contando con puestos fijos que
sirvieran de punto de apoyo a las columnas volantes, y queriendo a la
vez evitar las naturales connivencias, así como concluir con el
sistema de viviendas aisladas para dar comienzo a las urbanizaciones,
de acuerdo con los reyes ordenó la concentración de los habitantes
en los tres reinos, señalando los lugares siguientes: Güímar,
Santa Cruz, el Valle de Abico-re o de San Andrés, Taganana, Punta
del Hidalgo, Tegueste de Gore junto a la fortaleza de Tegmoseque,
Agüere o La Laguna, núcleos de las actuales poblaciones del mismo
nombre. En estos sitios, donde estableció presidios de fuerzas
combinadas hispano-guanches, vinieron a parar todos los hombres,
mujeres y niños que no simpatizaban con los rebeldes, llevándose
por delante ganados y cuantos recursos tenían.
A estímulos del Adelantado, en todos ellos levantaron con febril
actividad centenares de sencillas casas pajizas y terrizas a estilo
del país, rozaron terrenos, cultivaban, pastoreaban y se iniciaron
las artes de la paz y del comercio. Dióse el extraño espectáculo
de que en medio de la guerra y en un par de meses, surgieran como por
encanto una docena de caseríos llenos de vida, algunos de cierta
importancia como La Laguna que nació con 500 ó 600 almas. Por esto
dice el obispo Arce en sus Sinodales: «...se fundó con cien vecinos
y no más, conquistadores e otra gente...», es decir, conquistadores
y guanches, porque la isla no estaba aún para soñar con pobladores.
Encontrábase en este presidio mandando un centenar de hombres, de
ellos unos 50 castellanos, Hernando de Trujillo, que emplazó el
caserío en el morro de la Concepción a orillas del lago Agüere,
rodeado de hermosísimo boscaje; reputándose el sitio desde luego,
por su situación y belleza, como el destinado a la capital de la
isla. Sin duda por esto lo llamaron la Villa desde los primeros días.
En estas nacientes poblaciones no se daban punto de reposo los diez
sacerdotes del ejército, catequizando y preparando en brevísimo
tiempo para su ingreso en el gremio católico miles de neófitos.
A grandes y pequeños bautizábanlos puede decirse a granel, dándoles
los nombres y apellidos de sus padrinos los españoles; y como cada
conquistador apadrinó a muchos guanches, de aquí las dificultades a
las dos o tres generaciones de averiguar la verdadera filiación,
máxime cuando había interés en ocultarla; únicamente algunos
reyes y proceres conservaron su apelativo guanchinesco. Pero no se
limitaba a esto la labor del clero, porque aparte de un constante
trabajo de educación, casaban a los nobles guanches con la primera
de sus esposas, a las guanchas con españoles y guanches solteros,
procurando evitar los amancebamientos que probablemente no serían
pocos.
Mientras tan radical reforma experimentada la sociedad guanchi-nesca
en unas cuantas semanas con la salvadora medida de la concentración,
con el nuevo plan estratégico ya para mediados de Septiembre había
alcanzado Lugo los más brillantes resultados. Cortadas las correrías
de los alzados por los destacamentos fijos, que servían de
combinación a las columnas volantes, viéronse obligados la mayor
parte a Tacáronte, Sauzalejo, Centejo, el Araotava (Orotava), y
Taoro, que formaron correrse a través de los bosques al macizo o
sierra central y a los reinos no invadidos por los españoles;
quedando los tres menceyatos de Taoro, Tacáronte y Anaga por el
momento, si no completamente pacificados, con la rebeldía dominada.
Pero aconteció lo que era de temer. Como todos los villanos de la
isla se hallaban soliviantados y muy recelosos de la nobleza por lo
sucedido con la paz de los Realejos, al ser aventados los alzados
ligueros sobre los cuatro reinos de Icod, Dante, Adeje y Abona aún
no invadidos por los españoles, fueron otras tantas mechas
encendidas aplicadas a un reguero de pólvora que produjo una
espantosa confusión, relajándose la disciplina social, con la
agravante de hacer algunos nobles causa común con los villanos.
Ya no fue posible entenderse en medio de ese movimiento
revolucionario y puestos secretamente de acuerdo con las noblezas y
los reyes Belicar, Remen. Pelinor y Adxoña, después de convenidos
con el general Lugo de aceptar la soberanía de España bajo las
mismas condiciones del tratado de paz de los Realejos, todos juntos
se presentaron en Taoro en la mañana del 29 de Setiembre, a través
de las exclamaciones de júbilo de los españoles y de las injurias
de los villanos, que seguían luchando por su redención y la
independencia de la patria.
Con tan extraordinario suceso, ese mismo día del 29 de Setiembre de
1496 fue proclamada oficialmente la conquista de la isla y su
incorporación a la Corona de Castilla. Después de cantar un Te Deum
el canónigo Samarinas, el Alférez Mayor Andrés Suárez Gallinato
levantando en alto el pendón real gritó tres veces en un altozano
del Real de Taoro: «Tenerife, Tenerife, Tenerife, por los Reyes de
Castilla y León»; seguidos de salvas, toques de clarines y
atabales, vivas y ajijides de los guanches, confundiendo ambos
pueblos sus manifestaciones de alegría.
Aunque por muchos años siguió la brega con los alzados, tal fue la
conquista de Tenerife, calificada inexactamente por fuerza de armas
en el concepto de que los españoles aniquilaron la raza indígena a
sangre y fuego. No sólo se ha faltado a la verdad histórica
despojando al general Lugo y a sus huestes castellanas del mérito
humanitaria dentro de las empresas guerreras, sirve de señuelo de la
crueldad española.
Pero si el reconocimiento de la soberanía de España por la nobleza
de los cuatro reinos de la Confederación del Sudoeste, era la
conquista moral de Tenerife, no fue la material. Aún había algunos
millares de hombres furiosos, capaces de los mayores desmanes que era
necesario reducir, así como poner a cubierto de sus iras a las
familias de los comprometidos por la causa de España. El general
Lugo como hizo por el Norte, abrió su quinta campaña formando
cuatro pequeños ejércitos hispano-guanches, uno para cada reino de
la Confederación, poniendo al frente a sus respectivos soberanos;
mientras él continuó en Taoro dirigiendo desde allí las
operaciones del Sur sin perder de vista el Norte.
Repitióse, el caso de los reinos de la Liga, que bastantes de los
alzados cedieron a los consejos de sus reyes, pero la mayor parte de
los villanos y algunos nobles los rechazaron. Mejor que por el Norte
se concertaron desde luego para la lucha, eligiendo también aquellas
regiones más riscosas como bases de sus correrías y donde se hacían
fuertes mientras convenía a sus designios. Igualmente varios de esos
sitios han pasado a la historia con el nombre de Fortalezas, tales
como la aún llamada Fortaleza de Masca en Teño; la Fortaleza de
Ahiyo, hoy roque del Conde entre Adeje y Arona; la Fortaleza de
Ivocan o Los Mogotes, en la actualidad la Fortaleza junto a las Vegas
en Granadilla, etc. de lo que tenemos testimonios documentales.
Los encuentros librados no revistieron importancia como hechos de
armas, ni podían revestirla por la nueva táctica adoptada por los
alzados de cansar las columnas disolviéndose delante de ellas, para
concentrarse rápidamente y atacar con feroz exaltación cuando se
dividían, siendo temibles por su encarnizamiento y porque ya tenían
muchos armas europeas. Otras veces los esperaban a pie firme en las
referidas fortalezas, sin otros sitios análogos de tan agria y
extensa región, para abandonarlos y deslizarse a través del boscaje
conseguido el fin que se proponían1.
Así, pues, refiérese que ya corrido el mes de Octubre, como el
general Lugo no disponía de fuerzas bastantes para dominar
estratégicamente tan extensa región y proteger las familias
adictas, dispuso que todas estas familias de los reinos de Abona,
Adeje, Dante e Icod, se concentraran en los siguientes puntos de las
dos últimas naciones: Mazca, Palmar, Esparragal, Buenavista, Silos,
Culata, Garachico, Daute, Icod, la Rambla, Santa Catalina e Icod del
Alto; donde a lasde identificarse o fundirse con los conquistados,
sino que para mayor ironía su pocas semanas surgieron, al igual de
lo sucedido en los menceyatos del Norte, otras tantas poblaciones
entregadas con actividad a las faenas de la nueva vida. De esta
suerte replegados los cuatro ejércitos a los reinos de Icod y Daute,
después de fijar presidios hispanos-guan-ches en los nacientes
caseríos, dedicáronse las columnas a limpiarlos de alzados
empujándolos sobre la sierra central y los reinos de Adeje y de
Abona, que les abandonaron por entonces.
Por manera que a mediados del año 1497 ofrecía Tenerife el extraño
espectáculo de que convivieran siquiera en lucha, dos pueblos de una
misma raza pero de aspecto diferente. Por la banda del Norte,
extendiendo un brazo al Naciente hasta Santa Cruz y Güímar y otro
brazo al Poniente a rematar por Icod en Mazca, destacábase un cordón
de un par de docenas de nacientes poblaciones más o menos costeñas
de indígenas en su gran mayoría, ya cristianos, que se lanzaron con
entusiasmo por la vía de la civilización adoptando las costumbres,
indumentaria y adelantos de los españoles, que por vivir urbanizados
constituyeron la clase de los vecinos; y por la banda del Sur desde
Mazca al Escobonal, comprendiendo las actuales jurisdicciones del
Valle de Santiago, Guía, Adeje, Arona, Chasna, San Miguel,
Granadilla, Arico y Fasnia, más el macizo de la serranía central,
otros cuantos millares de personas perdidas entre los bosques,
exaltadas por las ideas de independencia, viviendo conforme a sus
antiguas costumbres bárbaras; que por de pronto fueron entregadas
con gran perspicacia por el general Lugo a la acción desvastadora
del tiempo y de la civilización, que a través de los años los fue
suavizando poco a poco; que son los conocidos en la historia por el
nombre de alzados.
Cuanto al número de guanches que aceptaron la paz de Los Realejos y
de los irreductibles que continuaron en la rebeldía, sólo podemos
ofrecer un cálculo de probabilidades basados en las tradiciones y en
antecedentes muy atendibles (3). Partiendo del supuesto más
verosímil, fundado en diversas consideraciones muy largas de
exponer, de que a la arribada del general Lugo contaba Tenerife con
una densidad de población de 27 mil almas, y que más o menos la
proporcionalidad entre nobles y siervos era igual tenida en cuenta
sus instituciones, necesidades del cultivo, del pastoreo, etc.; y si
admitimos por otra parte que durante los tres años murieron por el
hierro y la epidemia la cifra un tanto exagerada de 5 a 8 mil
personas, creemos razonable la conclusión que de los 20.000 guanches
supervivientes 15.000 reconocieron la soberanía de Castilla y 5.000
se mantuvieron en la rebeldía casi en su totalidad villanos.
NOTAS
' Como ejemplo de estos encuentros, y descontadas las exageraciones
de esta clase de documentos, en la información de nobleza en 1506
del conquistador Jorge Grimón, ante el Alcalde Mayor de Tenerife
Sancho de Vargas Machuca, en que dice «...que se halló en todas las
peleas que tuvieron con los isleños, así de la parte de esta isla
como de la otra «(es decir, lo mismo en el Norte que en el Sur), uno
de los testigos declara: « ... y se fue a la vuelta de Taoro y llevó
consigo a Jorge Grimón y a su hijo Juan Grimón y a Alemán con tres
espigardas; y a la subida de Icode fue en la delantera Jorge Grimón
con todos los espingarderos y mataron muchos guanches y destaparon el
camino por donde pasaron los caballos... Si no es por dicho Grimón
no se acabara de conquistar la isla tan pronto». Otro testigo,
Alonso de las Hijas, depone: «...que estando en las partes de Abona
peleando con los isleños, acudió allí Jorge Grimón con siete
espingarderos, y con su venida se dieron los de Abona, que estaban
fuertes en Los Mogotes»', y añade: « ... si no van los
espingarderos no vuelve ninguno vivo».
Pero según la declaración de otros de los testigos, no hubiera
llegado ninguno vivo, pero de hambre.
ANOTACIONES
(1) «Allí fue donde depositó una notable imagen del Santo Cristo,
que trajo de Castilla, en fecha no determinada: es la única de esas
contribuciones piadosas y artísticas de Alonso de Lugo que
afortunadamente se conserva, y goza desde entonces de una especial
devoción de los laguneros». [Elias Serra Rafols. Alonso Fernández
de Lugo. Primer colonizador español. Santa Cruz de Tenerife: Aula de
Cultura de Tenerife, 1972; pág. 25].
(2) Esta es una de las pocas firmas de Guanches o Naturales que se ha
conservado (Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife).
(3) Frente al interés poblador de Alonso Fdez. de Lugo, debemos
mencionar la actitud de gran parte de los guanches que vivían cerca
de los núcleos poblados. Estos mostraban un lógico rechazo a vivir
en casas «al estilo andaluz o castellano»:
«Así mismo sabrá V.A., que en esta su dicha isla abrá seiscientas
personas o más guanches actuales della entre más o menos e la
vivienda destos no es ni a seido servicio de Dios ni de V.A. ni del
bien común de la isla que estén en ella salvo antes muy
perjudiciales a todo por que su propio natural es holgar e no
aplicados a ninguna manera de industria n servicio salvo vivir en los
campos e montañas algunos dellos guardando cabras e obejas e no se a
podido con ellos acabar ni puede vivan en poblado aunque muchas veses
les ha seido requerido e mandado por la justicia y así como gente
vuelta y apartados hurtan e roban los ganados de los vecinos...».
«Capítulo de la escribanía del crimen del Cabildo de Tenerife,
dedicado a valorar la actitud de los guanches que habían sobrevivido
a la conquista de la isla».
[Concejo del 22 de Julio de 15f5. Cabildo de Tenerife. La Laguna.
Acuerdos'del Cabildo de Tenerife. (Ed. y est. de Elias Serra Rafols,
Leopoldo de la Rosa). La Laguna: Instituto de Estudios Canarios,
1965. (Vol. III, 1514-1518); pág. 102].
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