CAPITULO III
PRIMERA
INVASIÓN DE LUGO, AÑO DE 1494.
Organización del ejército español, desembarco y Real de Santa
Cruz. Conducta de los aliados guanches con los españoles.
Exploraciones del ejército invasor. Reconocimiento ofensivo del
ejército y entrevista del rey Bencomo y el general Lugo en Gracia.
Tagoro internacional de los reyes guanches: causa del rompimiento
entre ligueros y confederados. Reconocimiento oficial de la soberanía
de España por los güimareros. Consideraciones sobre el plan de
campaña del general Lugo.
Conquistada en 1483 la isla de Canaria «muchos de los caballeros que
allí vivían —dice Núñez de La Peña— deseaban hacer armada
para conquistar a Tenerife y jamás se unieron porque cada uno quería
tener el mayor puerto y título de gobernador»:
«Algunas entradas hicieron pero de poco provecho. El que más hizo
fue Dn. Alonso Fernández de Lugo, que era Alcaide de la torre de
Lagaete y de allí salía algunas veces y entraba en Tenerife en
partes remotas, en donde hacía algunas presas de poca consideración:
el que más deseoso estaba de que la conquista de estas islas (La
Palma y Tenerife) corriese por su cuenta, era el dicho D. Alonso.
Determinóse pasar a España a pedir licencia a su Majestad para
proseguirla a su costa, que él buscaría quien le ayudase. Fuéle
concedida la licencia que pedía y por mandado de sus Majestades los
Católicos Reyes Dn. Fernando y Da. Isabel, se le otorgaron
escrituras de concierto y asiento sobre las condiciones de la
conquista; y le dieron título de Capitán General de ellas desde el
cabo de Aguer hasta el de Buja-dor, en las partes de África; y que
habiendo conquistado las dichas islas de Tenerife y Palma, sus
Majestades nombrarían persona que con él entendiese en el
repartimiento de sus tierras y heredamientos, como más bien se
especifica en la conduta; su fecha año de 1493».
«Conseguida esta merced por Dn. Alonso Fernández de Lugo, habló a
algunos caballeros poderosos de España si querían ayudarle en la
conquista, que partiría con ellos de las presas de ganado y
cautivos' que se hiciese y entrarían en parte según el caudal con
que cada uno entrase».
«Hernando del Hoyo, paje de su Majestad, le ayudó con cantidad de
dinero y hicieron escritura de compañía y otras persanas. Con estos
y más que el general tenía del valor de un ingenio de azúcar que
en Canaria había vendido, compró bastimentos y armas, y puso cuatro
banderas en Sevilla para ajuntar gente. A la fama de la conquista se
alistaron muchos soldados y se le allegaron muchos nobles sin interés
de paga y deudos suyos; y algunos que tenían parientes de los
primeros conquistadores que habían ido a Lanzarote y Fuerteventura y
demás islas con Bethencourt».
«Pasaron
el general y sus capitanes y soldados a Cádiz, en donde estaban
prevenidos dos navios para el viaje. Salieron del puerto y aportaron
a la isla de Gran Canaria; y dando cuenta a las demás islas
conquistadas para si le querían ayudar, algunos vinieron en su
compañía con mucha voluntad de que todas las islas estuviesen de
católicos y a la obediencia de los Reyes de Castilla».
Esta
expedición marchó a la conquista de la isla de La Palma. Y añade
D. Leandro Serra y Moratín:
«A principios de 1494 llegó a Canaria Dn. Alonso Fernández de Lugo
con la mayor parte de las tropas que le habían acompañado en la
conquista de la isla de la Palma, y una vez en el Real de las Palmas
trató de alistar nuevos soldados a sus banderas, con objeto de pasar
a Tenerife con una fuerte expedición, para lo que vendió algunos
bienes que le quedaban en Gáldar; y auxiliado de Lope Hernández de
la Guerra, Hernando de Trujillo, Jerónimo Valdés, Andrés Suárez
Gallinato, Pedro de Vergara y Solórzano del Hoyo, reunió seis
compañías de infantería española con unos 600 hombres, cuatro de
naturales de las otras islas conquistadas con unas 400 plazas,
incluyendo los 70 canarios de la parentela de Dn. Fernando Guanarteme
y ciento y pico de hombres, formando un total de 1.000 infantes y 125
jinetes, inclusos los jefes».
«Lista
la expedición y embarcados hombres, víveres, caballos y armas, en
15 bajeles se dio a la vela para Tenerife el viernes 30 de Abril a
las 4 de la tarde. Al amanecer del siguiente día, 1°. de Mayo de
1494, la flota española se encontraba frente a los montes de Anaga,
dando fondo a las 6 de la mañana en la rada de Añaza».
Hízose el desembarco en territorio del tagoro de Añaza, por la ría
entonces existente en el hoy barranco de Santos o de los Santos y
donde sus aguas se mezclaban con las del río Añaza alimentado por
la laguna de Agüere; tomando tierra en la Isla, que así denominaban
los españoles de antiguo al Cabo, no sin sostener una ligera
escaramuza con algunos guanches de las cercanías. Saltó el general
Lugo llevando al hombro una cruz de madera, que aún se conoce por la
Cruz de la conquista y se conserva con gran veneración en la ermita
de San Telmo, que fue el sitio precisamente donde la implantó.
Desde los primeros instantes fue dedicado el ejército a emplazar el
Real de Santa Cruz por la actual plaza de San Telmo y sus
inmediaciones, levantando a guisa de atrincheramiento una fuerte
pared doble de piedra seca, en cuyo interior edificaron también de
piedra seca barracas o chozas para los soldados, pequeños almacenes
para víveres y armas, cobertizos para los caballos; alojándose los
jefes, oficiales y caballeros nobles en tiendas de campaña. Tales
fueron de momento las improvisadas defensas y viviendas, que más
tarde mejoraron.
Mientras las tropas se ocupaban con febril actividad a ponerse al
abrigo de un golpe de mano, dispuso el general en la misma mañana
que el capitán de a caballo Gonzalo del Castillo, con 20 jinetes y
30 peones, practicara un reconocimiento hasta la vega de la laguna,
de donde retornó con algún ganado que pudo apresar; a la vez que
dio la comisión al ex rey de Canaria D. Fernando Guanarteme (2),
fuera a requerir a Beneharo, rey de Anaga2, del que estaba
desconfiado se le incorporara en virtud del tratado secreto que
tenían; no enviando ningún recordatorio a Añaterve de Güímar por
haber recibido una embajada de salutación.
Las noticias con que volvió D. Fernando Guanarteme respecto a la
actitud del rey Beneharo no eran favorables; y por esto al siguiente
día, 2 de mayo, tornó Guanarteme a dar con el rey de Anaga y
consiguió viniera al Real de Santa Cruz a celebrar una conferencia
con el general Lugo, de la que resultó serían enemigos. También el
mismo día había ordenado el general al capitán Martín de Alarcón,
que con 60 soldados de a pie y de a caballo llevara sus exploraciones
hasta descubrir el valle de Tegueste, de donde regresó con la
desagradable nueva de no haber tropezado con ganados ni con persona
alguna, como si se las hubiera tragado la tierra.
Este estado de cosas debió preocupar hondamente al jefe de la
expedición; porque conocedor de las costumbres guanches, al
relacionar el cambio de actitud del rey de Anaga, así como el saludo
de mero cumplimiento de Añaterve, sin más pruebas positivas de su
alianza, con el silencio sospechoso que lo rodeaba no dejándose ver
el enemago por parte alguna como obedeciendo una consigna, era de
temer que Bencomo con su gran prestigio y rectificando su política,
hubiera conseguido unificar las fuerzas vivas del país. Y entonces
la situación del ejército castellano la estimaba comprometida o por
lo menos poco tranquilizadora.
Y
tan debió preocuparle y tan aislado y falto de noticias se
encontraba, que después de celebrar el 3 la festividad de la Cruz,
oyendo misa en el campamento —para lo que improvisaron un altar al
pie del mismo símbolo de redención, desembarcado en hombros del
general y sencillamente adornado de flores silvestres— dispuso
estuviera preparado el ejército para emprender al siguiente día un
reconocimiento ofensivo en dirección a La Laguna.
Como estaba el rey de Taoro a la expectativa de la llegada del
ejército español, así que tuvo noticia de su arribada encomendó a
un sigoñe o capitán de confianza se enterara de las fuerzas y demás
condiciones del enemigo. Los informes recibidos le hicieron
comprender desde luego, la gravedad que entrañaba la presencia en la
isla de ejército tan poderoso, y reunió a la mayor brevedad el Gran
Tagoro o Consejo para tomar con urgencia los acuerdos que el caso
requería. Esos acuerdos fueron dos:
1Q) Que se invitara a un tagoro internacional a los reyes de la isla
para la tarde del 4, en Taoro; y 22) Que con anterioridad a esa
fecha, Bencomo celebrara una entrevista con el jefe de las tropas
extranjeras para explorar sus intenciones y apreciar por sí mismo
las cosas como antecedentes que aportar a la conferencia.
Tal vez llame la atención el primer acuerdo dada la violenta
disposición de ánimo de unos Estados con otros; pero era práctica
antigua, estuvieran en paz o en guerra, considerar casus foederis la
presencia de europeos en cualquiera de ellos. Ni por excepción jamás
se había faltado a este tratado.
Dióse la casual coincidencia, de que en la misma mañana del 4 en
que Bencomo acompañado de su hermano el infante Tinguaro y una
escolta de 400 hombres, desembocaba de la laguna para dirigirse al
Campamento deAñaza en conformidad con lo resuelto, el ejército
español, que practicaba el reconocimiento ordenado el día anterior,
des cansaba en Gracia; donde de pronto y con no poca sorpresa de
guanches y castellanos se encontraron de frente.
Cuentan algunos cronistas, que como al aparecer la comitiva de Taoro
se produjo algún movimiento en el ejército, para formar en batalla
en espera de los acontecimientos, contemplando Bencomo dijo: «Poco
valor he notado en éstos que pretenden conquistar nuestra tierra,
pues apenas nos vieron cuando se han alborotado y quedado de pie como
helados».
Poner tales palabras en boca del Rey Grande, que conociendo las
ventajas de la disciplina y de las armas europeas meditaba los medios
de contrarrestarlas, revela una desdichada opinión de la experiencia
y cualidades intelectuales de aquel bárbaro excepcional.
Al hallarse Bencomo como a tiro de espigarda dejó la escolta y se
adelantó únicamente acompañado de Tinguaro, haciendo señales de
paz, es decir, abriendo los brazos en cruz y cruzándolos después
sobre el pecho. Entonces el general Lugo mandó a su encuentro tres
intérpretes, entre ellos a Guillen Castellano. Puestos al habla
preguntó el rey qué intención traía el jefe de aquella tropa al
invadir su tierra; a lo que contestó Castellano en nombre del
general:
1a) que a procurar su amistad; 2a) a requerirles se hicieran
cristianos; y 3Q) para que se sometieran al rey de España que los
tomaría bajo su amparo y protección.
Cuéntase que Bencomo, con gran dignidad y reprimiendo la cólera a
duras penas, replicó: «que aceptaba la paz y la amistad a condición
de que dejaran el país; que no sabían qué era ser cristianos, que
se informarían y resolverían con mejor acuerdo; y que en cuanto de
someterse a otro soberano... había nacido rey y rey moriría».
Así terminó la entrevista retirándose Bencomo profundamente
indignado por la osadía de aquellos extranjeros; dejando en el
general Lugo la impresión de que se las había con un bárbaro
inteligente, de carácter, enérgico y poseído del papel de
soberano. En una palabra, que tenía que combatir con un jefe temible
puesto al frente de hombres valerosos, rudos y fanáticos por la
patria; y tal fue este el concepto que se formó, así como que
Bencomo había logrado unificar la isla para rechazarlo, que bajo
estas ideas levantó el campo de Gracia al siguiente día 5 de Mayo y
contramarchó al Real de Santa Cruz para mejorar los
atrincheramientos, hacer un torreón con otras defensas y preparar
las cosas para una lucha empeñada y peligrosa. Noticioso de que
algunos veranos se agotaba el río de Añaza dispuso abrir uno o dos
pozos; taló el monte bajo que rodeaba el Real al alcance de las
armas de fuego; ordenó a diario correrías aunque sin resultado y se
mostró incansable solicitando inteligencias por todas partes.
El cariz de la situación en que se encontraban los españoles era
poco tranquilizador, cuando un suceso vino a reanimar las esperanzas.
De regreso Bencomo en Taoro de la entrevista con el general español,
fueron llegando acompañados de sus magnates los reyes Beneharo de
Anaga, Acaymo de Tacoronte, Belicar de Icod, Romen de Daute, Pe-linor
de Adeje y Adjoña de Abona, para celebrar el tagoro internacional.
Todos estaban presentes menos uno, menos Añaterve, que no había
sido invitado por Bencomo, considerando llevaba la representación
legal de la antigua nación güimarera después de incorporada como
provincia a su reino. Tal criterio cerrado, con la conducta
consiguiente, fue y siguió siendo la manzana de discordia, porque
los cuatro soberanos de la Confederación se creían amenazados
mientras Bencomo no reconociera la independencia del pueblo de Güímar
y la realeza de Añaterve, dejando en libertad a los que tenía en
rehenes.
Ésta fue, repetimos, la verdadera causa de disidencia entre los
soberanos de la isla antes, en el acto y después de la celebración
del tagoro. Exigían los cuatro reyes confederados para una acción
común contra los extranjeros la garantía de sus propias
personalidades, una inmediata rectificación de las aspiraciones
imperialistas de Bencomo reconstituyendo la nación güimarera con
todas sus naturales derivaciones, y replicaba el mencey de Taoro
negando tales supuestos ¡por más que los hechos los confirmaban!, y
que de momento el interés de la isla estaba en rechazar a los
españoles. No fue posible entenderse. Ni la presencia de un poderoso
ejército extranjero, ni la consideración de que se empujaba al
pueblo de Güímar a tomar una resolución desesperada de no
atenderse sus justas reclamaciones, ni la amenaza de retraimiento de
los confederados, ni las súplicas de los desinteresados reyes de
Anaga y Tacoronte que aparecían como víctimas voluntarias en el
altar de la patria, los hizo llegar a un acuerdo. El tagoro se
disolvió separándose los reyes airados, enemistados y más
recelosos unos de otros, proclamando los confederados que cada nación
cuidara de su propia defensa antes que entregarse a la tiranía de un
ambicioso.
A excepción de Bencomo que se mantuvo enhiesto, recto a su objetivo,
inflexible cual una ley de la naturaleza, toda la isla se conmovió
profundamente al conocer el desdichado desenlace; y el pueblo de
Güímar que aguardaba con la mayor ansiedad, que hasta entonces
había eludido comprometerse en firme con los españoles, rompió en
alaridos de odio y de venganza reconociendo por unanimidad
oficialmente el 6 de Mayo la soberanía de la Corona de Castilla3.
Viana refiere del siguiente modo este suceso:
«Mas ya en la playa y términos de Anaga el famoso Añaterve, Rey de
Güímar, llegaba a Santa Cruz, cristiano albergue, acompañado de su
gente noble y de seiscientos hombres de su guarda a visitar de paz
los españoles; divisan los espías y atalayas la multitud, y dánle
dello aviso al general, altérase el ejército, apréstanse,
convócanse y ordénanse, pensando cierto que eran enemigos: llégase
cerca un natural anciano bautizado, que Antón por nombre tiene, y en
clara lengua castellana a voces altas, propone a la española gente:
Añaterve, que en Güímar coronado es por supremo Rey obedecido, os
viene a visitar, de Dios guiado, y de mis persuasiones conmovido, que
de la imagen santa enamorado que ha en su Reino y tierra aparecido,
procura serle grato, y por servicios hacer a los cristianos
beneficios. Agradecido de ello y gozosísimo, el general ilustre
acompañado de los más principales del ejército, sale al
recibimiento de Añaterve; allí se ve y señalar el noble término,
dánse los brazos como amigos firmes: hacen luego la salva de alegría
con gruesa artillería los navios en la mar, y en la tierra
arcabuceros, pífanos, cajas, trompas y clarines, ¡uníanse
naturales y españoles,
Era en su punto casi el medio día; ponen las mesas bajo un Sentóse
el general, el Rey y algunos capitanes famosos de ambas partes, y a
esotros naturales convidaron los demás españoles, y comieron tratan
el general y el Rey su amigo de las cosas tocantes a la guerra, para
buenos sucesos de conquista con avisos y ardides de importancia;
promete el Rey al general de darle socorro, ayuda, gente,
proveyéndole de cebada, de quesos y ganados, y sobre todo, avísale
se guarde del soberbio Bencomo de Taoro. Después, celebran el alegre
día de amistades y paces inviolables, y a gusto y beneplácito de
todos, el Rey, con voto y juramento, rinde su poder al católico
Fernando, prometiendo de darle la obediencia y bautizarse en siendo
tiempo cómodo.
Luego Añaterve habiendo y a informado al general de cosas de
importancia, tocantes a ejercicios de la guerra, del se despide con
ofertas grandes
Acontecimiento de tal magnitud, como el reconocimiento de la
soberanía de España por la nación güimarera llenó de júbilo al
ejército expedicionario. Ya contaba con una sólida base en el país
de que temió carecer y con la cooperación de un pueblo despechado
que para siempre unía su destino a los castellanos a prueba de los
mayores desastres.
Aunque carecemos de cultura técnica para abordar el asunto, por más
que hay verdades del dominio general, sin algunos antecedentes no
podrá avalorarse el coeficiente de resistencia de los Estados
guanches, la acción militar y política del jefe español y el
obligado desenlaa ramada ce de la fusión de ambos pueblos
combatientes, con otras circunstancias que dan la clave de no pocos
hechos en período histórico tan oscuro como el de la conquista de
Tenerife.
Separándonos
de otros particulares que señalaremos a su debido tiempo,
destacábanse tres factores que debió tener muy en cuenta el general
Lugo en sus planes de campaña: las condiciones topográficas de la
isla, su urbanización y la potencialidad o grado de resistencia de
los Estados guanches.
Respecto a las condiciones topográficas de la isla, recordemos que
la recorre de NE. a SO. el macizo de la sierra central para ir a
morir en sus extremos a las riscosas y abruptas regiones de Teño y
Ta-ganana, naciendo a todo lo largo de sus flancos en dirección al
mar centenares de profundos barrancos, millares de torrenteras, y
cordilleras secundarias que encierran valles más o menos grandes;
sin contar numerosas montañas que obedecen a otros sistemas
orográficos, desfiladeros, cerros, puertos, cráteres y cantiles que
hacen de su suelo uno de los más accidentados. También hay que
recordar que todo este territorio estaba poblado de tupido monte alto
de pinos, escobones, hayas, follados, brezos, palmeras, dragos,
almacigos, sabinas y otras plantas arbóreas, presentando hacia el
perímetro de la zona costeña, especialmente en el Sur, tal cual
mancha de monte bajo de cardones, zarzales, sabinas, tabaibas,
berodes, etc., de lozano desarrollo. De modo que no peca de exagerada
la afirmación de que la isla era un bosque frondoso y cerrado desde
las más altas cumbres a las orillas del mar en todos sentidos4 (3).
De consiguiente, dadas las condiciones del suelo y su riqueza
teniendo en cuenta además la configuración, formas de las riberas,
mares y tiempos reinantes, desde el punto de vista estratégico la
defensa militar de la isla estriba en la posesión de la meseta de La
Laguna con sus regiones contiguas; siendo por lo tanto el objetivo de
todo conquistador apoderarse de los referidos sitios para meterse
tierra adentro. Y esto lo sabía el general Lugo, no ya no por los
informes exactos que debió adquirir de sus aliados los güimareros
sino por los reconocimientos, asaltos y tanteos que llevó a cabo por
distintos puntos antes de invadirla. Así se explica que estableciera
su Real de Santa Cruz en Añaza para que le sirviera de base de
operaciones, que no trasladó a la laguna porque no contando con
fuerzas bastantes para conservar las comunicaciones a los recursos de
boca y guerra, era una imprudencia abandonar la playa, es decir el
contacto con los barcos, que aunque movibles, constituía su base y
retirada más sólida en un desastre como lo acreditó el de
Acentejo.
Penetrábase la isla desde Añaza por una trocha abierta a través
del bosque, según la tradición de 28 varas de ancho para el paso de
los ganados trashumantes, que arrancaba junto a la parte S. del hoy
cuartel de San Carlos, por el antiguo camino de las Pescadoras a
unirse al Camino Viejo de la Cuesta, a la ermita de Gracia y a La
Laguna; donde se continuaba con el conocido, a raíz de la conquista,
por camino de Acentejo o del Real de San Cristóbal, que salía por
San Benito a buscar los altos de Tacoronte pasando por el Ortigal, el
Peñón, Aguagar-cía y Apartacaminos, para descender más adelante
hacia La Matanza por el Reventón y las Guardas, bajando después
siempre por la orilla derecha del barranco de Acentejo o de San
Antonio en dirección al mar, atravesando la actual carretera y
continuando por el Callejón de Acentejo o Toscas de los Muertos
hasta llegar a la ermita de Guía o Rambla Honda como denominaron
aquel sitio los conquistadores; donde torciendo hacia Taoro cruzaba
el barranco de Acentejo, por allí de escasísima altura, para
dirigirse por el hoy camino de Santo Domingo al través del caserío
de Bubaque a desembocar en los Llanos de Acentejo, y de aquí por
Santa Úrsula a la Cuesta de la Florida, al valle de La Orotava y a
Taoro o Realejos.
Ahora bien, aunque nos anticipemos a los acontecimientos, conviene
fijar el hecho significativo de que el ejército español jamás
abandonó esta trocha, ni pasó del trozo comprendido entre Añaza y
Acente jo, porque si una vez avanzó hasta Taoro, fue por tener ya
concertada secretamente la paz con la nobleza; y si otra, Hernando de
Trujillo con 500 hombres llevó una correría hasta el cercano valle
de Tegueste, para apoderarse de algún ganado, no pasa de un suceso
excepcional que no repitieron, ni influyó para nada en el curso de
la guerra, ni desvirtúa el plan de campaña que se trazó el general
Lugo. Durante tres años el ejército español recorría en orden de
batalla una parte de la trocha y libraba combate si los guanches le
salían al camino. De no presentarse la fuerza enemiga, replegábase
con las mismas precauciones al Real de Santa Cruz.
No se apartó el general Lugo de esta estrategia de limitados
reconocimientos ofensivos, aunque llegó a reunir bajo su mando un
ejército de casi tres mil españoles, sin contar las fuerzas aliadas
güimareras. Nunca fue a buscar a los guanches en sus posiciones para
desalojarlos, ni se echó fuera una pulgada de la trocha abierta para
aventurarse por bosques intrincados y desfiladeros, donde no podía
maniobrar la caballería ni desplegarse en batalla contra hombres
disciplinados conocedores de la tierra, de un empuje personal y una
acometividad legendaria en el Archipiélago.
Uno de los grandes méritos del general Lugo, como militar y hombre
de Estado, fue el hacerse cargo de la realidad de las cosas y adoptar
un plan que sostuvo a prueba de las mayores exigencias y privaciones.
Como por un lado casi la totalidad del país seguía haciendo su vida
ordinaria sin poderlo invadir con éxito por ninguna parte, y por
otro se hallaba constreñido a un radio de acción muy pequeño,
dentro de cuyo radio iban o dejaban de ir a voluntad los enemigos a
combatir, comprendió no disponía de los elementos de guerra
suficientes para reducir la isla por fuerza de armas y acudió a la
acción política, aprovechando con habilidad los disturbios
intestinos.
¿Pero acaso en sus condiciones podía hacerse otra cosa?
Otra de las mayores dificultades para la conquista con que tropezó
Lugo ¡tan grande que 30 años después de incorporada la isla a la
Corona de Castilla no habían logrado pacificarla por completo!, fue
su sistema de población. En las demás islas del Archipiélago
existían ya que no ciudades, urbanizaciones o caseríos más o menos
importantes, pero esto no ocurría en Tenerife constituyendo una
excepción original. En toda la extensión del territorio y en medio
de los bosques, desde las cumbres más altas a las orillas del mar,
aparecían en cada cuatro o cinco kilómetros cuadrados un auchon o
casa, especie de alquería o cortijo como dice Marín y Cubas. Las
mismas cortes de los menceyes no pasaban de simples auchones aunque
más amplios o de mayor número de puertas.
De aquí que las operaciones militares del ejército invasor no
tuvieran por finalidad apoderarse de poblaciones, que no existían, y
que le fuera indiferente caer sobre la corte del rey de Taoro,
consistente en unas cuantas cabanas de piedra seca, que sobre otro
cualquiera; así como a su vez los guanches, que vivían en plena
naturaleza, abandonaban sin cuidado las chozas echando por delante el
ganado, para quedarse hormigueando bajo el boscaje en derredor de los
extranjeros. Esta difusión de la población indígena, desparramada
por todas partes sin que les ligara siquiera los vínculos del
interés material a sus viviendas, era un gran obstáculo para la
conquista en los campos de batalla, como lo confirmó la experiencia.
Un tercer factor hubo de tener asaz presente el general Lugo para sus
planes de campaña y fue la consistencia del pueblo que trataba de
someter. Es verdad que en todo el Archipiélago los naturales eran
valerosos, osados y decididos en el ataque, mas corno colectividades
o masas y en campo abierto, sin ser blandas, en ninguna de las islas
el coeficiente de resistencia fue tan elevado como en Tenerife,
indudablemente por la poderosa organización de sus Estados. Y tanto
es así, que muerto Bencomo en la batalla de La Laguna y muerto con
aquél gran espíritu no sólo la plenitud del Poder sino la esclusa
resistente al desbordamiento de los siervos, esos mismos Estados se
debilitaron y con ellos la sociedad guanche que ya no logró
entenderse para unificar sus fuerzas colectivas; al extremo de
desorganización que unos a otros se sometieron con las armas en
ofrenda a lo único que había organizado en la isla, que era el
ejército español.
Pero si trajo aparejado este desenlace la muerte del rey de Taoro, en
cambio durante su vida era tan pujante el Estado guanche, que nunca
el general Lugo se atrevió a fraccionar su ejército para ampliar la
zona de operaciones.
Y
aquí ponemos término a estas breves consideraciones, encaminadas a
fijar la atención sobre antecedentes que no tenidos en cuenta
resultarían oscuros muchos sucesos de la conquista.
NOTAS
1 Dada la honorabilidad de Lugo, no nos explicamos estas promesas de
reparto de cautivos porque nunca permitió se trataran en tal
concepto/a los prisioneros, al extremo de romper por esta causa con
los armadores. Tal vez tuvo el propósito, de que tampoco estamos
seguros, porque pudiera suceder fuera una fórmula corriente de tales
instrumentos públicos por aquella época; pero lo que sí cabe
afirmarse es de que no hizo un solo esclavo durante la conquista. De
otra clase de esclavos hablaremos más tarde. (Vid. Anotación n.°
1).
2 En la información de nobleza de Da. Margarita Fernández
Guanarteme, que oportunamente daremos a conocer con más amplitud,
dice con relación a este asunto un testigo: «... que vido que el
dicho Dn. Fernando Guanarteme fue donde estaba el Rey de Anaga, Rey
guanche, el cual estaba de paces, a le decir y requerir que se
viniese ayuntar con el dicho adelantado (el general Lugo) e los
cristianos, porque se temía de él, e que el dicho guanarteme fue
dos veces al dicho Rey de Anaga e entre los guanches, hasta que hizo
venir a el dicho Rey de Anaga al Real de los cristianos...».
3 Señalar como causa de la renuncia del pueblo de Güímar a su
independencia y del rey con las clases privilegiadas a sus ventajosas
posiciones al deseo de hacerse cristianos —aparte de que ambas
cosas no son incompatibles y de que ignoraban por completo qué
religión era ésta— es de una candidez infantil; y no otro
calificativo merece la explicación que intentan del disentimiento de
los soberanos en el tagoro internacional, de que necesitándose un
jefe que unificara el mando de todas las fuerzas de la isla, suponer
temían los reyes que si se lo daban a Bencomo, como pretendía,
ponían en peligro sus respectivas naciones, es una nimiedad; cuando
cada rey quedaba al frente de sus propias fuerzas nacionales. Nos
hemos limitado a reproducir las tradiciones sobre dichos
particulares, por lo demás confirmadas por el sentido lógico de los
hechos.
4 En el mismo Santa Cruz existían árboles maderables. Véase la
solicitud de Antón Padrón al Cabildo de La Laguna, según Desiré
Dugour. (Vid. Anotación n.° 3).
ANOTACIONES
(1)
Bethencourt Alfonso parece que intenta soslayar el hecho histórico
de la captura de esclavos durante la conquista de Tenerife.
Indudablemente que Alonso Fdez. de Lugo acudió a la venta de
esclavos guanches, en los mercados atlánticos y peninsulares, como
fórmula que le permitió obtener (de forma rápida) recursos
económicos que le eran necesarios para proseguir su campaña de
conquista.
En
relación a este tema la obra de la Dra. Manuel Marrero Rodríguez es
de obligada consulta:
«(Alonso Fernández de Lugo), gobierna las dos islas con mano firme
y dura, con mucha arbitrariedad, pero sin duda con buen instinto de
las necesidades de gobierno. Los indígenas son los que más sufren
las consecuencias. Es preciso sacar numerario para pagar todos estos
gastos tan excesivos que ha costado la conquistado; los acuerdos
apremian continuamente, una vez terminada la empresa militar: ¿De
dónde puede sacar Lugo dinero enseguida? En la Isla, solamente
existe un medio, único y eficaz: vender una parte de los indígenas
como esclavos, (la cursiva es nuestra).
Tal como lo piensa lo realiza; además, este método lo ha empleado
ya Lugo en La Palma, y en el resto de las islas todos los
conquistadores, como botín de guerra y no ya para pagar los gastos
de la expedición.
Como los indígenas son cautivados sin tener mucho en cuenta el bando
a que pertenecen, pronto comienzan las reclamaciones. Estas
reclamaciones hacen que los Reyes Católicos intervengan por medio de
sus oficiales. Y así, casi recién terminada la conquista, se
presenta en Tenerife Sánchez de Valenzuela, gobernador de Gran Cana
ria, con la orden real de liberar todos los guanches esclavos que
posean los vecinos de la Isla; y, después de Valenzuela, otros
nuevos enviados invierten en aquilatar el origen del cautiverio de
cada esclavo...».
[Manuela
Marrero Rodríguez. La esclavitud en Tenerife a raíz de la
conquista. La Laguna: Instituto de Estudios Canarios, 1966; pp.
23-24].
(2)
Genealogía de D. Fernando Guanarteme:
TAGOTER
SEMIDAN GUANARTEME (Geronte Semidan) ]
Guaiesen
Semidan Guanarteme Tenesor Semidan
Guacidra/Guasedra Semidan Guanarteme
(Constanza Fernández (Fernando de Guanarteme)
Guanarteme o Constanza Franc sea Fdcz. Guanarteme
I
1
Mestteguera
Semidan (Catalina Semidan) | | (esclava) j
Magdaleno •>(] A j Fernando de ^ — 1— J
Castro (2.J)
Ahcnchara
(l.J) (Juana o Ana Guanarteme o Fdez.) i inés I [ María
j 1
Vizcaíno
(1.-) Magdaleno i — — i T~ (2-°
Inés
Fdez.
Hernando
Pérez de Guzmán Harminda (Margarita Fdez. Guanarteme) Leonor ------
María Vizcaína r --------- ~ --------- ^
Juanicoy
. Antonia Glez.
Catalina Pedro Fdez. ^T De la Sicrra Alvaro
Serrano
1
' --------------- '
' I
Miguel
de Trejo y Carbajal J.
Francisca
Fdez
Juan
Ancheta Cabrera
| 1
Bernardino
de Carvajal Guanarteme Alonso de Carvajal Hernando de Trejo María de
Carvajal
Juan
Perdomo de Albornoz
/--- TAGOTER
1
|
Luisa
Fernández Guanarteme Belangguo Armindca laccon
Pe ¡ro de Aythamy nidra (?)
Diego Guanarteme
|
ÍFavcán de Telde) J, o
Hernando de Guanarteme
1
Diego de Torres Bethencourt 1 1
Juana
Hdez. María Vizcaí Guanarteme (l.J) j (2.J)
Salvador
Torres Constanza Torres Diego Torres Juan de Vera Úrsula de Torres
Me chor Gaspar Theneso a Vidina o Luisa Guarnírteme de Betancurtt.
Leonor
Hdez. Guanarleme I
1 Juan
Alonso
Maciot
de Betancur Perdomo
Arréte
de Betancort Juan Perdomo María de Vetancurt
Fuentes: Álvarez Delgado, Arribas Sánchez, Chil y Naranjo, García
Ramos, Millares Torres, Rodríguez Moure, Sena Moratín, y: A.H.M. La
Laguna. (Fondo de Ossuna. Información de nobleza de D. Juan de
Ancheta Cabrera, ante Luis García de Estrada. La Oroíava, 1681).
Elaboración propia.
(3) Además de la bibliografía al uso sobre los recursos forestales
de las islas, desde el punto de vista histórico se recomienda la
lectura del folleto de: [Leoncio Rodríguez, titulado Los árboles
históricos y tradicionales de Canarias. (Biblioteca Canaria). Santa
Cruz de Tenerife: La Prensa, 1946]
No hay comentarios:
Publicar un comentario