CAPÍTULO XIV
Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
1. INTRODUCCIÓN
La
investigación sobre el caciquismo y la cuestión agraria que hemos presentado en
este trabajo ha llegado ya a su recta final. En los dos capítulos anteriores se
han analizado las principales características del sistema político caciquil,
tanto en lo que se refiere a la hegemonía de que disfrutaba la oligarquía
agraria de la isla en las instituciones políticas, como en lo que respecta a
los elementos estructurales del régimen canovista. Sin lugar a dudas, esta
parte política de la investigación ha estado centrada especialmente en la etapa
de la Restauración,
concretamente en el período clásico de 1890-1923. No obstante, también se han
realizado algunas aportaciones significativas sobre la dictadura
primorriverista –una etapa aún muy poco conocida en Canarias– que nos han
permitido comprobar, como se podía suponer, que el viejo caciquismo isleño
había continuado existiendo durante esos años de supuesto “regeneracionismo”.
Para que este trabajo pudiera considerarse completo faltaba, sin embargo, que
realizáramos, siquiera, una incursión por los años de la República, una incursión
que nos llevara hasta las mismas puertas de la dictadura caciquil-fascista de
1936-1975. La pervivencia del caciquismo en la etapa franquista, adaptado a las
nuevas estructuras políticas de la dictadura, ha sido ya demostrada por
diversos autores en nuestro país, tanto desde la perspectiva nacional1 como de la canaria2. Pero los cinco años que duró el régimen
republicano ofrecían muchas más dudas. Efectivamente, la segunda República
española continua hoy siendo considerada por muchos como un “paraíso perdido”
de la democracia, la antítesis del régimen caciquil que había predominado hasta
1930 y que volvería a instaurarse, con nuevas formas, tras la guerra civil. Y
sin embargo, contamos desde hace algún tiempo con diversos trabajos que,
1 CAZORLA SÁNCHEZ, A., “La vuelta a la historia: caciquismo y franquismo”, 1998.
2 En un interesante trabajo expone el
historiador canario Ricardo Guerra como eran los propios informes de la Falange los que hacían
hincapié en la pervivencia del caciquismo en las islas durante los años
cuarenta: “«los viejos caciques mantienen intacta su cohesión, su antigua
organización y su tacto de codos...», poniéndose la camisa azul para
asaltar los puestos directivos” (GUERRA PALMERO, R., “FET y de las JONS en Canarias en la década de 1940. Una
primera aproximación”, 2003, p. 7).
1157 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
cuando
menos, nos permitirían poner en duda la veracidad de tal interpretación3. De hecho, en
1991 se preguntaba ya Tusell “hasta qué punto la experiencia democrática
republicana constituyó un giro copernicano en lo que respecta a la vida
política de los españoles”4.
La idea de que la segunda
República fue un paréntesis democrático y anticaciquil en la historia
contemporánea de España se extendió con fuerza desde los años setenta, cuando
se vuelve la mirada hacia el pasado para encontrar en él referencias válidas
que se pudieran utilizar para el inminente cambio de régimen que se vislumbraba
en el país5. La intelectualidad de signo más conservador hallaba tales referencias
en el sistema canovista de la
Restauración, un régimen que no había sido, sin duda,
democrático, pero que –según se planteaba– había traído la paz y la estabilidad
que necesitaba el país. La “izquierda”, por el contrario, soñaba con recuperar
la experiencia democrática que –según se decía– había representado la República, un régimen
que, ciertamente, no había conseguido la paz y la estabilidad, pero que si no
lo había hecho había sido únicamente por la abierta hostilidad de las derechas,
una hostilidad que desembocaría en el golpe militar de 1936: “la segunda
República, en definitiva, era el referente más inmediato de la vida democrática
en España y resultaba inevitable que se beneficiara de una «fascinación
historiográfica» que facilitó la proliferación de estudios sobre el periodo
3 Entre los trabajos que han planteado la
fuerte pervivencia del caciquismo en los años de la República –pervivencia
que es interpretada de diferentes maneras- podemos citar los siguientes: MILLARES CANTERO, A., La segunda República y las
elecciones en la Provincia
de Las Palmas, 1982; ORTEGA
PRIETO, M. A., “Las elecciones de la Segunda República
en Cuenca, el papel del continuismo”, 1988; CABRERA ACOSTA, M. Á., Las elecciones a Cortes durante la II República en las
Canarias occidentales, 1990 y La II República en las Canarias
occidentales, 1991; LÓPEZ MARTÍNEZ, M. N.,
y ÁLVAREZ REY, L., “La II República en
Andalucía (1931-1936). Reflexiones, sugerencias y fuentes para el estudio de
los procesos electorales”, 1993; RODRÍGUEZ MOLINA, J. L., “Viejo y nuevo caciquismo durante los años treinta en
Cádiz”, 1993; MARCOS DEL OLMO, M. C., Voluntad
popular y urnas. Elecciones en Castilla y León durante la Restauración y la Segunda República
(1907-1936), 1995; GARCÍA GARCÍA, C., Partidos
y elecciones en 1933 en Huelva, 1996; REQUENA GALLEGO, M., “Entre el caciquismo y la democracia: el comportamiento
electoral en Castilla-La Mancha durante la II República”, 1998;
ÁLVAREZ REY, L., “Un
«burgo podrido» en la
Andalucía de la Segunda República”, 1999-2000; LÓPEZ VILLAVERDE, A. L., “Continuismo frente a ruptura.
Las dificultades de la II
República en los feudos caciquiles. El ejemplo del
partido judicial de Huete (Cuenca)”, 2001; MILLARES CANTERO, A., “Los caciques «republicanos» en Gran Canaria (1931-1936)”,
2005; etc.
4 TUSELL, J., “El
sufragio universal en España (1891-1936): un balance historiográfico”, 1991,
pp. 47-48.
5 “A la altura de 1975 la Segunda República
española aparecía como «el paraíso perdido» en el naufragio de la Guerra Civil. De ahí
que existiera un fuerte interés en buscar los elementos de continuidad que
permitieran abrigar la esperanza de recuperar aquel escenario de libertad (...)
y, de forma casi inadvertida, se tendió a pensar que, cuando se recuperaran
en España las instituciones democráticas, el comportamiento electoral de los
españoles sería similar al que habían tenido antes de 1936” (RUIZ-MANJÓN, O., “La Segunda República
española. Balance historiográfico de una experiencia democratizadora”, 2006, p.
289).
1158 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
republicano”6. En los últimos años, nuevos autores –desde una
óptica muy conservadora e, incluso, fascista– han reaccionado contra esa visión
mayoritaria que exaltaba las bondades de la segunda República7, lo que, por
una parte, puede haber introducido alguna sombra de duda, pero, por otro lado,
ha generado un reforzamiento mayor de la visión «azañista» de aquel
controvertido período8.
En este capítulo no
pretendemos hacer, evidentemente, un estudio global de lo que significó en la
isla el período republicano9. En la primera parte de este trabajo pudimos
comprobar ya, con cierto detalle, el elevado grado de concentración de la
propiedad agraria que imperaba en muchos municipios de la isla durante aquellos
años, lo mismo que había sucedido durante la etapa anterior. En este sentido,
los años de la República
supusieron una continuidad total con respecto a los de la Restauración:
hegemonía total de los grandes y medianos propietarios de la capa superior
sobre los principales recursos productivos de las diversas localidades de la
isla. La República,
pues, no significó cambio alguno en cuanto a la estructura económica insular;
no hubo reforma agraria de ningún tipo y los terratenientes semifeudales
continuaron ejerciendo su dominación económica semiservil sobre la mayor parte
de la sociedad rural, si bien es cierto que lo hicieron cada vez con más
dificultad ante la agudización progresiva de la lucha de clases. En la esfera
política, sin embargo, se produjeron innegables transformaciones. De hecho, se
instauró un régimen político nuevo, distinto al anterior. No es correcto, por
6 Ibíd..., pp. 289-290. Solé Tura se refiere así al período
republicano: “En 1931, tras la crisis y hundimiento de la monarquía, la II República abrió un
período nuevo en el que, por fin, las instituciones del Estado formalmente
liberal-representativo podían llenarse de contenido democrático. Las masas
populares pudieron organizarse con un grado de libertad nunca alcanzado en la
historia anterior. Llovieron las iniciativas y las demandas democráticas y en
todos los sectores de la vida social floreció un impulso democratizador que
penetró a fondo en las instituciones del Estado, modificó el centro de gravedad
de la vida de éste y, por primera vez -si exceptuamos el breve y tumultuoso
período de la I
República- hizo de ese Estado un sistema permeable a las
exigencias y a las aspiraciones de la mayoría” (SOLÉ TURA, J. y AJA, E., Constituciones
y períodos constituyentes en España (1808-1936), 1983, p.125).
7 Sin lugar a dudas, los libros de Pío Moa
sobre la República
y la Guerra Civil
–respaldados abiertamente por el sector ideológicamente más conservador de las
clases dominantes españolas, representadas por el Partido Popular- han generado
la mayor polémica historiográfica de los últimos años, al hacer responsables de
la guerra civil a las “izquierdas”. Pese al escándalo ocasionado, han sido muy
pocos los historiadores académicos que –como Moradiellos- han estado dispuestos
a arremangarse los calzones para debatir los puntos de vista de un autor
a quien simplemente se acusaba de no ser historiador profesional.
8 Ruiz-Manjón explica que la edición de los
diarios de Azaña en 1966 “dio una visión de la vida política desde dentro
que resultaba deslumbrante y, en cierto modo, hizo que cuantos hicimos historia
de la Segunda
República durante aquellos años nos convirtiéramos en
«azañistas» más o menos conscientes” (RUIZ-MANJÓN, O., “La
Segunda República española...”, op. cit., p. 285).
9 Para una visión global del período, sobre
todo a nivel político, puede verse CABRERA ACOSTA, M. A., La
II República en las Canarias occidentales, 1991.
Coincidimos con este autor en la interpretación general del período
republicano, si bien nos diferencia el análisis que hacemos del carácter de la
sociedad isleña: para Cabrera Acosta se trata de una sociedad capitalista y
para nosotros una sociedad semifeudal, semicolonial y de capitalismo
burocrático.
1159 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
tanto,
concebir a la República
–como alguna vez se ha hecho– simplemente como “el último disfraz de la Restauración”10. Sin embargo,
es indudable que hubo importantes elementos de continuidad entre uno y otro
régimen, elementos –entre ellos, el caciquismo– que obligan a reconsiderar la
visión hegemónica sobre el alcance del sistema republicano en cuanto a la
democratización política de España. Lo cierto es que el caciquismo pervivió con
fuerza en los años de la
República, pero no lo hizo como un simple residuo que, por
falta de tiempo, no fuera posible eliminar totalmente, como algunos suponen.
Por el contrario, el caciquismo fue en Tenerife un elemento esencial del
funcionamiento político del sistema republicano. En las páginas que siguen
intentaremos demostrarlo, aunque para ello haremos un análisis, en cierta
medida, unilateral de lo que significó históricamente la segunda
República española. Miles de páginas han sido dedicadas –también
unilateralmente– a explicar los “avances” democratizadores que tuvieron lugar
en aquellos cinco años. Lo que en este trabajo nos corresponde es incidir
especialmente en los elementos de continuidad con el régimen anterior. Porque
nuestra hipótesis de partida, para ser correcta, debe también verificarse en
este período, debe ser válida también para explicar la realidad que imperó en
España –y, concretamente, en Tenerife– ente 1931 y 1936. Si la base económica
del país seguía siendo, en buena medida, de carácter semifeudal, la República –como sistema
político– no pudo haberse convertido en un verdadero régimen liberal; debió
mantener, de una u otra forma, la vieja esencia caciquil del régimen canovista.
Eso es lo único que intentaremos demostrar a continuación.
2. LA PERVIVENCIA DEL
CACIQUISMO EN ESPAÑA DURANTE LA
REPÚBLICA
Tras la repentina
proclamación de la República
en abril de 1931 ante la vertiginosa agudización de la situación
revolucionaria, se aceleró mucho el ritmo de las conversiones de los viejos
políticos del régimen canovista al nuevo credo oficial republicano. Estas
conversiones venían produciéndose desde 1930, cuando personalidades como Miguel
Maura Gamazo o Niceto Alcalá Zamora llaman a los dirigentes de los antiguos
partidos caciquiles a pasarse al republicanismo al objeto de
10 AGUADO, E., La República, el
último disfraz de la
Restauración, 1972.
1160 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
“evitar
que venga una revolución social11”. Si la
República era ahora en España la forma de gobierno, los
representantes políticos de las clases dominantes –el bloque de poder que
conformaban los terratenientes semifeudales y la burguesía– debían apresurarse
a conquistar los mejores puestos, para conducir al nuevo estado que ellos
mismos habían engendrado por los rectos caminos del orden establecido. Y eso
fue, efectivamente, lo que hicieron:
- “Don Santiago Alba ha autorizado a
todos sus amigos políticos, para que ingresen en la derecha republicana.
Por
su parte, el señor Burgos Mazo también ha aconsejado a sus amigos políticos que
ingresen en el partido radical que acaudilla el señor Lerroux.
El
presidente del Gobierno, señor Alcalá Zamora, se ha congratulado de estas
actitudes, ya que ellas vienen a enriquecer a los partidos republicanos y a
contribuir a la consolidación de la República”12.
- “El ex presidente del Consejo de
Ministros de la Monarquía,
don José Sánchez Guerra, ha dicho que ahora hay que combatir a cuantos
practiquen la alarma y que todos los españoles tienen la obligación de ponerse
al lado de la República”13.
Los periódicos de las
antiguas organizaciones monárquicas publicaban artículos de sus líderes para
orientar la actuación de sus acólitos en unas circunstancias históricas
novedosas y, quizás para muchos, ciertamente confusas. Uno de los que lo hacía
era el propio José María Gil Robles, que advertía –en un artículo publicado por
Gaceta de Tenerife en junio de 1931– que el enemigo principal no era la República sino la
revolución:
“Ni como católicos, ni como
ciudadanos, podemos ni debemos combatir el régimen republicano que existe en
España”, especialmente “en la época actual, caracterizada por un predominio de
las tendencias anárquicas”. “La
República, como todo régimen que empieza, tiene muchos
enemigos. Pero los peores de éstos, son los que están colocados a su izquierda:
los sindicalistas que combaten sin tregua al Gobierno, y que por boca de su leader
Pestaña, acaban de proclamar, una vez más, la violencia y la acción
directa, como instrumento eficaz de la revolución social; los comunistas,
cada día más audaces, que arrastran los numerosos disidentes del socialismo
gobernante. Si esos enemigos vencen al Gobierno, iremos más rápidamente a la
anarquía. Procuremos apoyarle con una
11 En unas declaraciones realizadas por
Miguel Maura en julio de 1930 plantea que “ahora los conservadores deben apoyar el movimiento revolucionario
encauzado, para evitar que venga una revolución social. Añadió que por eso
ingresaron todos en la
Unión Republicana” (El Progreso, 28 de julio de 1930).
12 El Progreso, 10 de mayo de 1931. Posteriormente, en
octubre de 1933, Santiago Alba entró en el Partido Radical: “Hablando acerca de su adhesión al partido
radical, el señor Alba manifestó que desde 1901 ha coincidido con el señor
Lerroux. Cree que el momento actual del mundo señala la necesidad de una
política contraria al marxismo”
(La Tarde,
23 de octubre de 1933). [El subrayado es nuestro].
13 El Progreso, 16 de mayo de 1931.
1161 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
colaboración
leal –que en muchos casos implica la crítica constructiva y serena– si queremos
evitar una situación, sino parecida a la de Rusia, semejante, al menos, a la
que sufrió Hungría bajo la
Dictadura roja de Bela Kun.
Por bien de todos, no debilitemos al
Gobierno”14.
Otro de los que vendría en
apoyo de la República
sería el antiguo ministro maurista Ángel Ossorio y Gallardo, que declaraba en
Málaga a fines de 1931, siendo ya Diputado en las nuevas Cortes Constituyentes
de la República:
“A pesar de que la República está haciendo
unas cosas muy bien y otras mal, tengo completa fe en su éxito definitivo y
espero un porvenir halagüeño para España. Quien compare lo que teníamos hace un
año, lo que ha ocurrido desde abril acá y la situación presente de España,
encontrará las fuentes de mi optimismo.
Para apresurar ese buen resultado es
indispensable que todos, republicanos y monárquicos, ayudemos de buena fe a la República. La
restauración es imposible; el buscar una nueva dinastía, disparatado; meter a
España en un nuevo período constituyente, criminal. No hay, pues, opción.
Al lado de la República
hemos de estar, pero no con facilidad resignada, sino de todo corazón.
A la maquinaria republicana le falta
una pieza, la fuerza de la derecha. Todos los partidos republicanos y
socialistas claman por ella. Hay que formarla, con olvido de agravios y sin
vacilaciones ni miedo. Lo que hoy vemos mal, que no es poco, tendría remedio si
todos se lo buscamos. España está por encima de todo. Y no hay medio más eficaz
de servirla que procurando la consolidación de las instituciones que ella mismo
ha tenido que darse... porque se suicidaron las otras”15.
Incluso la Iglesia católica aclaraba
a sus fieles –por boca del Obispo de Madrid, en entrevista concedida al
corresponsal del Excelsior parisino– que su enemigo era el anarquismo y
el comunismo y no la
República, y que “los dogmas de la Iglesia no dictan en parte
alguna que la Monarquía
sea mejor forma de gobierno”16.
14 José María Gil Robles, “La sumisión al
Poder Ejecutivo”, Gaceta de Tenerife, 26 de junio de 1931.
15 El Progreso, 17 de diciembre de 1931 [subrayados
nuestros]. Resulta interesante recordar las palabras que había pronunciado
Ossorio y Gallardo sólo un año antes: “A mi siempre me parecía mejor una
monarquía conservadora, porque fui siempre un convencido de las excelencias doctrinales
del régimen monárquico, como más adecuado para representar el sentido de la
continuidad histórica. Pero si la
Monarquía siguiera empeñada en suicidarse, yo reconocería la República conservadora
como la mejor realidad para mi país y la serviría lealmente desde mi casa. Digo
desde mi casa porque yo no tengo el menor propósito de hacerme republicano. Una
serie de consideraciones de pulcritud y de delicadeza aconsejan dejar que la República la hagan los
republicanos y que los hombres que lo hemos sido todo en la Monarquía nos retiremos
a deplorar el fracaso de nuestras ilusiones...” (El Progreso, 17 de
junio de 1930). Duraría poco el noble retiro del antiguo cacique
maurista, puesto que un año después, en las elecciones a Cortes del 28 de junio
de 1931 resultaba elegido Diputado por Madrid como Monárquico sin Rey al
servicio de la República.
16 “Nuestra actitud respecto al nuevo
régimen es fácil de definir y es análoga a nuestra actitud con relación a todos
los poderes temporales. No estamos ni en favor ni en contra; somos
completamente neutrales en política. La Iglesia se conforma siempre con la que siguen las
autoridades civiles. Si nos encontramos en presencia de la Monarquía, apoyamos a la Monarquía; si estamos en
presencia de la República,
apoyamos a la
República. Los dogmas de la Iglesia no dictan en parte
alguna que la Monarquía
sea mejor forma de gobierno: lo que pedimos a todos los regímenes, cualesquiere
que sean y en cambio a nuestra lealtad, es el respeto a nuestros derechos y a
nuestras libertades”(...) “La
Iglesia no se alza contra la República. El
republicanismo no está, en modo alguno, en contradicción con la
1162 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
Religión”. Y el Obispo concluye: “Dando de lado a todas las
consideraciones de orden moral y social, la Iglesia española debe cumplir un deber
considerable en el dominio de la política. Es una organización en lucha contra
comunistas y anarquistas, que son tan enemigos de la República como de la Iglesia” (Gaceta de
Tenerife, 22 de julio de 1931, p. 1).
La presencia de Niceto
Alcalá-Zamora en la
Presidencia era el más claro símbolo de que la segunda
República no era más que la nueva forma que había adoptado el viejo caciquismo
hispano, una vez que el sistema canovista y la dictadura de Primo de Rivera
habían agotado sus posibilidades históricas. Alcalá Zamora pertenecía a una
familia de propietarios rústicos que venía ejerciendo el poder en la comarca de
Priego –capital de la subética cordobesa– al menos desde el siglo XVIII17. En las
primeras décadas del siglo XX, Niceto Alcalá-Zamora encabezó la facción
caciquil hegemónica de la comarca de Priego, extendiéndose su influencia por
los municipios de Almedinilla, Luque, Rute y Sueros. En 1917 llegó a ser
Ministro de Fomento, bajo la
Presidencia del Marqués de Alhucemas, volviendo al Gobierno
en 1922, esta vez como Ministro de la Guerra. Su presencia al frente de los Gobiernos
republicanos desde 1931 hasta abril de 1936 representaba una garantía más que
sólida de que la nueva República no habría de significar un peligro real para
los antiguos caciques reconvertidos, por más que la propaganda dijera lo
contrario. Como explica Ramón J. Sender en un artículo publicado con motivo de
la destitución de Alcalá-Zamora en 1936:
“En
el presidente destituido había que considerar primero su origen social. No nos
podemos desintegrar del conjunto social. Cada cual representa su parte de
interés, los propios, identificados con los de un sector social. Ahora, después
de cinco años de experiencia, no es nada difícil ver los intereses que ha
representado y representa Alcalá Zamora. Pero ocho días antes del 14 de abril
de 1931 tampoco era difícil. Bastaba hablar con él cinco minutos. Y menos aún;
hacer antesala un cuarto de hora en su casa. Se veía enseguida que Alcalá
Zamora iba a representar en lo económico al terrateniente feudal; en lo
religioso, al Vaticano; en lo militar, el viejo espíritu de castas. En lo
simplemente vital, el barroquismo retórico lleno de oralina y falsa pedrería”18.
La república recién
proclamada se apresuró a cambiar el decorado, las formas, con el claro
objetivo de convencer a los sectores populares de que la “revolución” anhelada
había sido, por fin, realizada. Pero fueron muchos los que, desde muy pronto
comprendieron que no se trataba realmente de una revolución, sino de una
reestructuración dirigida por las antiguas clases dominantes para impedir en la
medida de lo posible que se produjera realmente una auténtica revolución:
17 Francisco Ubaldo Alcalá-Zamora Sánchez
Guillén fue Regidor de Priego entre 1724-1798; José Julián Alcalá-Zamora y Ruiz
de Tienda fue Síndico Personero en los mismos años (Fuente: Casa-museo de
Alcalá Zamora, Priego de Córdoba).
18 SENDER, Ramón J.,
“El Presidente destituido”, La
Tarde, 24 de abril de 1936, p. 2.
1163 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
“Miles de calles cambian de nombre de la noche a la mañana. Y, como las
calles, el país entero. Una monarquía feudal y burguesa, patrimonio de
burócratas ineptos y terratenientes, de duques y grandes, de verdugos y
funcionarios corrompidos, de charlatanes liberales, es solemnemente rebautizada
en un instante con el nombre de «República de trabajadores». Pero, ¿vale la
pena de pararse a discutir acerca de nombres? A lo mejor, mañana los liberales,
asustados, se avienen a quitar los trapos que tapan provisionalmente las
coronas. Tal vez ocurra lo contrario y hasta el desterrado de Fontainebleau [se
refiere a Alfonso XIII] comprenda las ventajas de una República democrática como
ésta... El cambio de decoración del mes de abril ha sido calificado
pomposamente de «revolución»: pero no ha sido siquiera un mal golpe de estado
palaciego. Cuando más, un simple cambio de gabinete.
Hoy, ya es difícil
asustar a nadie con la palabra «República». «Una República sin republicanos»,
escribía Dostoievski, hablando de la
Francia de Mac Mahon. De entonces para acá, ha cambiado
mucho. La República
ha demostrado que no es una mujer casquivana, sino una señora de la buena
sociedad. Hay un proverbio ruso que dice: «Teniendo el charco, ya se
encontrarán los diablos». No sé cuántos republicanos habría en España en el mes
de marzo. Desde luego, ahora abundan. No hay mejor cosa que la República, para que se
multipliquen los republicanos...”19.
Desde el gobierno de la República se insistía en
que “los caciques, si no muertos, están bien quebrantados”20. Pero eran
muchos, demasiados, los indicios que apuntaban en sentido contrario, como
reflejan innumerables artículos publicados en la prensa española de esos años:
“Cada cual puede hablar de su
partido, pero la característica de estos días es la infiltración del viejo
caciquismo lugareño en las organizaciones nuevas. Sería curioso saber cuál es
hoy la composición no ya de la derecha republicana o del partido radical, que
son los más sujetos a comentarios de este género, sino el Radical Socialista y
el de Acción Republicana, e incluso el socialista. Todos los días
vienen a vernos gentes que nos dicen: «En tal o cual parte están ocurriendo
cosas intolerables. Los jornaleros, los gañanes, forman un grupo radical y los
patronos se han hecho socialistas». –¿Cómo y por qué? ¡Vaya usted a saber! Los
patronos quisieron tener guardadas las espaldas y los obreros no encontraron
otro recurso que irse al partido de enfrente. Me han dicho que hasta en
Santiago de la Espada,
cumbre del analfabetismo y del régimen caciquil los explotadores tradicionales
tienen su centro de apariencia socialista. Separar estas aportaciones
indeseables, cortar alianzas monstruosas; en fin, llevar un poco de sentido
común a la política de los pueblos es obra del tiempo. Ahora que al tiempo hay
que ayudarle. No vale dejarle solo. Si obrara por sí, acabaríamos por tener lo
mismo que antes con distintos nombres; es decir, que habría fracasado la Revolución”21.
19 EHRENBURG, I., España,
República de Trabajadores, 1976, p. 43 [1ª edición de editorial Cenit,
Madrid, 1932]. Iliá Ehrenburg (1891-1967) participó en la Revolución Rusa y
fue corresponsal de guerra durante la guerra civil española. Escribió varios
libros sobre España.
20 La
Tarde,
28 de noviembre de 1933, p. 4.
21 BELLO, Luis, “Reajuste
político”, La Tarde, 22 de enero de 1932, p. 1.
1164 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
Pero
pasaba el tiempo y la situación no cambiaba demasiado. Uno de los autores que
mejor reflejó, desde dentro del propio campo republicano, la pervivencia del
caciquismo en esos años fue el exitoso autor literario, periodista y diputado
republicano José Díaz Fernández, escasamente recordado en la actualidad22. Sus
interesantes artículos de opinión fueron reproducidos en muchas ocasiones en la
prensa tinerfeña de aquellos años y en ellos se alertaba de que “el fracaso
prematuro de las instituciones republicanas puede estar, y está sin duda
alguna, en la perduración de los métodos políticos del viejo régimen” 23.
“El espíritu del 14 de abril nos
recuerda la incorporación a la
República de elementos que no sentían la inspiración de las
democracias modernas y venían exclusivamente a sujetar a la República al cepo de los
intereses creados. Fue sin duda un movimiento nacional el que dio origen al
nuevo régimen; pero nuestra inexperiencia permitió que las fuerzas
reaccionarias lo dominasen desde el principio a cuenta de una colaboración
que era en realidad una hipoteca”24.
“Algunos grupos han incurrido,
incluso, en el vicio peor del antiguo régimen; en componer candidaturas a base
de elementos que por su preponderancia
22 José Díaz Fernández nació en un pueblo de
Salamanca en 1898 pero desde muy temprano se trasladó a Castropol, Asturias, y
posteriormente a Oviedo. Fue un recocido autor literario y periodista. En 1925
fija su residencia en Madrid y comienza un intenso activismo político. Junto a
Joaquín Arderíus y otros funda en 1927 la revista Post-guerra, “en
cuyas páginas se propugna la superación del vanguardismo estéril y ensimismado
de la época y se esboza un programa radical de reforma política”. En 1928
es uno de los fundadores de Ediciones Oriente y publica la novela El
blocao, que trata sobre las experiencias del autor en la guerra de
Marruecos, ofreciendo “una perspectiva amarga y desmitificadora sobre las
ambiciones coloniales de España”. La novela tuvo un éxito inmediato de
crítica y público y “llega a constituir el punto de arranque de un nuevo tipo
de escritura novelística comprometida con las inquietudes sociopolíticas del
momento”. Políticamente se involucra en la lucha contra la dictadura de
Primo de Rivera, por lo que fue condenado a tres meses en la cárcel Modelo de
Madrid y tres meses de exilio forzado en Lisboa. En esa época publica La Venus mecánica.
En enero de 1930 pasa a dirigir la revista Nueva España, junto con
Antonio Espina y Adolfo Salazar, que pronto será sustituido por Joaquín
Arderíus. Nueva España se dedicará a la denuncia sistemática de la “vieja
política”, declarándose republicana y admiradora de la Rusia soviética [tanto José
Díaz Fernández como Joaquín Arderíus estaban entre los fundadores en 1933 de la Asociación de
Amigos de la Unión
Soviética, junto a intelectuales de la talla de Valle
Inclán, Baroja, García Loca, Benavente, Ramón J. Sender, Juan Negrín, Gregorio
Marañón, Manuel Machado, etc.]. Fue elegido Diputado a Cortes por Asturias en
representación del partido radical-socialista. Durante el bienio derechista se
aparta de la política y se dedica totalmente al periodismo. Con motivo de la
insurrección de Asturias en 1934 publica, bajo el seudónimo de José Canel, la
novela Octubre rojo en Asturias, en la que intenta explicar las razones
del fracaso del movimiento revolucionario. En febrero de 1936 vuelve a resultar
elegido Diputado a Cortes, ahora por Murcia, ocupando el cargo de secretario
político del Ministerio de Instrucción Pública con el encargo de impulsar la
educación laica. Durante la guerra ejerce diversos cargos oficiales vinculados
con la actividad periodística y en 1939, cuando finaliza la contienda, se
exilia a Francia, donde fallece en 1941 (Fuente: DENNIS, N., “Tras las huellas de José Díaz Fernández”, 2006. Existe una
tesis doctoral inédita de Woo Jung Kim titulada Vida y obra de José Díaz
Fernández, presentada en la
Facultad de Filología de la Universidad Complutense
de Madrid en 2002).
23 DÍAZ FERNÁNDEZ, J., “Fundamentos de una política”, fechado en Madrid el
19-11-1933 y publicado en La Tarde el 27 de noviembre de 1933.
24 DÍAZ FERNÁNDEZ, J., “El destino de un pueblo”, La
Tarde,
29 de octubre de 1935, p. 1.
1165 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
económica
o su influencia caciquil podían facilitar dinero para la propaganda o aportar votos
serviles a las candidaturas”25.
“La Castilla Rural,
ignorante, tradicionalista, fanática, no puede digerir las instituciones
políticas modernas. Fue el último reducto de la monarquía y sigue mostrando su
enemistad con la
República. En las gloriosas elecciones del 12 de abril estuvo
Castilla por don Alfonso. En las parciales de hace meses se pronunció por los
agrarios. Ahora ha votado con la misma inconsciencia. Los «agrarios» dominan
políticamente las comarcas rurales como en los mejores tiempos de Sagasta y
Romanones. Estos «agrarios» que no son tales, sino los explotadores del
verdadero agricultor, poseen el poderío económico y por lo tanto la
influencia electoral. Prestan dinero a rédito, especulan con las aparcerías,
hacen contratos leoninos y sostienen el cultivo primario de sus fincas sin
pensar en los métodos modernos de mayor rendimiento. El trabajador de la
tierra, el paria, está sometido a esta oligarquía, de la que ni siquiera puede
defenderle la asociación de clase que, en el campo, carece todavía de fuerza
para luchar contra el terrateniente”26.
Ciertamente, la situación
era muy distinta a la que imperaba en los años de la Restauración (“la
presión del Poder sobre el cuerpo electoral no es hoy tan grave como hace unos
cuantos años”), pero aún así, se trataba de una “falsa democracia”, pues
“los resortes políticos están en manos de los enemigos del régimen”.
“Las fuerzas económicas o
tradicionales que han visto en el programa político–social de las izquierdas
una amenaza a sus privilegios; incapaces, en su egoísmo, de comprender las
exigencias de la justicia social, apoyan a los partidos reaccionarios, costean
la lucha electoral y hacen de su poder social en los pueblos y hasta en las
ciudades un instrumento de corrupción del voto.
El terrateniente, el usurero, el
contratista, el plutócrata, el banquero, el gran industrial, el cura, la beata,
son los agentes de la coacción y el soborno. El desahucio ha hecho estragos en
estos últimos tiempos, al amparo de la ley de Arrendamientos de las últimas
Cortes, pero cuando va a jugar un papel importante, va a ser ahora, convertida
en espada de Damocles de los pobres llevadores. Los prestamistas preparan
también sus cepos. Los patronos del trabajo rural especulan con el paro
forzoso, y en general todo el que tiene algún dominio sobre otro, lo usa en
apoyo de las candidaturas reaccionarias, entre otras razones porque
considera una humillación que el que le sirve disponga libremente de algo”27.
“...al mismo tiempo que la
condescendencia y blandenguería de los gobernantes dejaba indemnes a las fuerzas
feudales, estas se reconstruían y adaptaban a las experiencias políticas
del momento”28.
“...en los pueblos está el cacique de
siempre prestando a rédito, despojando a los colonos y manipulando la vida
local. No le importa realmente la restauración de don Alfonso; pero le importa
mucho menos que haya Senado o Cámara de clases, separación o Concordato. Estos
bizantinismos quedan para los señoritos de Madrid. Lo que interesa es mandar en
el pueblo, que se le sometan el
25 DÍAZ FERNÁNDEZ, J., “Fundamentos de una política”, op. cit.
26 DÍAZ FERNÁNDEZ, J., “Fascismo en embrión”, La
Tarde,
29 de septiembre de 1933.
27 DÍAZ FERNÁNDEZ, J., “Contra la coacción y el soborno”, La
Tarde,
8 de febrero de 1936, p. 2
28 DÍAZ FERNÁNDEZ, J., “Actos, no palabras”, La
Tarde,
4 de mayo de 1934.
1166 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
telegrafista
y la maestra, que son laicos y casi socialistas, y que los jornales no se
aumenten «como cuando vino la
República»”29.
Aunque habían aumentado
enormemente sus dificultades –por la importante agudización de la lucha de
clases– el caciquismo pervivía relativamente incólume en buena parte del país,
especialmente en los pueblos; unos pueblos que –no hay que olvidarlo– en España
eran mayoritarios, puesto que se trataba de un país eminentemente rural.
Se ha hablado y escrito hasta la saciedad sobre la incorporación de amplios
sectores obreros y populares a la lucha política en los años de la República –lo que evidentemente,
es cierto–, pero no se ha incidido lo suficiente sobre el hecho de que los
caciques continuaban dominando políticamente las comarcas rurales como en
los mejores tiempos de Sagasta y Romanones y sobre lo que esto implica30. Cuando se
analizan los resultados de las elecciones republicanas partiendo de la supuesta
credibilidad y garantía que ofrecían las elecciones “en una época de plena
vigencia de las libertades”, se olvida que los campesinos españoles continuaban
sometidos a la vieja oligarquía terrateniente, “de la que ni siquiera puede
defenderle la asociación de clase que, en el campo, carece todavía de fuerza
para luchar contra el terrateniente”31. “Los caciques, en vez de ser conservadores o
liberales, se llaman agrarios, radicales o republicanos de izquierda”32.
Pero los elementos de
continuidad con el viejo régimen canovista no hay que buscarlos únicamente en
la fuerte pervivencia del poder caciquil en las áreas rurales. Hubo otro tipo
de pervivencias, sin bien es cierto que en buena medida se hallaban
29 DÍAZ FERNÁNDEZ, J., “Una nueva política”, La Tarde, 21 de marzo de 1935, p. 1.
30 Plantea Leandro Álvarez que, si bien se
consiguieron considerables avances en la modernización política del Estado, “no
es menos cierto que entre 1931 y 1936 las diversas formas de control político,
social, económico y cultural que genéricamente englobamos bajo la denominación
de caciquismo permanecieron casi inalteradas y fuertemente arraigadas en
amplias zonas del país” (ÁLVAREZ
REY, L., “La crisis de la democracia republicana”, 2001, p.138).
31 Este error ha sido señalado, entre otros,
por Miguel Ángel Mateos, para el que los estudios de sociología electoral de la
etapa republicana –tanto los que parten de la escuela francesa como los que lo
hacen de la anglosajona- se han preocupado más del marco espacial urbano y han
tendido a excluir el ámbito rural. Se ha generado así “esa imagen, esa
impresión convertida en tópico de tanto propagarla y proyectarla de que las
elecciones republicanas en su conjunto supusieron una ruptura con la España electoral-política
del Régimen de la
Restauración canovista”. “Las modernas investigaciones
realizadas sobre la España
rural van confirmando lo que en principio podían parecer simples hipótesis,
dado el carácter de excepcionalidad que presentaban algunas provincias. El
comportamiento de la España
rural, y sobre todo el interior peninsular, dista mucho de las zonas urbanas,
aunque se diferencian poco de la mayor parte de las actitudes del período
liberal de la
Restauración alfonsina”. “Que ahora [los caciques]
se nominasen agrarios, radicales, liberal-demócratas, republicanos
independientes o inclusive radical socialistas no hace al caso ni cambia por
ello las tácticas y martingalas para adquirir sufragios acudiendo a los procedimientos
tradicionales”. (MATEOS RODRÍGUEZ, M. A.,
“Fuentes y metodología para el estudio electoral de la II República
española”, 1991, pp. 158-160).
32 GANZ, F., Ensayo
marxista de la historia de España..., op. cit. p. 92.
1167 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
relacionadas
con lo primero. Una de estas pervivencias se refiere a la naturaleza de los
partidos políticos. Ya hemos visto con detenimiento en el capítulo anterior lo
que eran en verdad los partidos políticos en la España de la Restauración. De
lo que se trata ahora es de analizar si los nuevos partidos que ocupan la
escena política de la
República fueron realmente, como suele plantearse, partidos
políticos “modernos”, estructurados en torno a ideologías y programas políticos
–al estilo de los que protagonizaban la vida política de los países liberales
de la Europa
occidental–, o si, por el contrario, mantenían, siquiera parcialmente, los
rasgos característicos de las viejas organizaciones caciquiles de antaño. Afirma
Unamuno –que no era, ni mucho menos, un revolucionario– en unas declaraciones
efectuadas al periódico francés Le Matin en 1932 que “los partidos en
España no son más que instrumentos de la organización del caciquismo”33. Coincidía
Unamuno, en su crítica a los partidos, con la opinión expresada unos meses
antes por Ortega y Gasset. Se lamentaba el filósofo y Diputado republicano
madrileño de que la política seguía basándose en los personalismos, en lugar de
hacerlo sobre unos partidos concebidos como “opinión organizada” de los
diferentes sectores de la ciudadanía34. Pero vuelve a ser José Díaz Fernández el que, en la
misma época que los anteriores, expondría con más claridad la pervivencia del
viejo régimen que se advertía en el funcionamiento de los nuevos partidos:
“Tanto como llevar a cabo una nueva
organización del Estado importa realizar un cambio total de costumbres
políticas. No se explica por eso cómo pueden subsistir todavía partidos de
carácter personal, formados alrededor de una figura política, inspirados por
una sola voluntad, dirigidos por la supuesta infalibilidad de un caudillo que
varía y modifica libremente las orientaciones del grupo, sin contar para nada
con la voluntad general. Es este un sistema típicamente monárquico. Aquel régimen
era un conjunto de oligarquías superpuestas, desde el rey al cacique, pasando
por el jefe político, cuya inmensa base era el pueblo ignorante, inhibido y
fanático. Pero una democracia es precisamente lo contrario. El poder nace de
abajo arriba y las minorías seleccionadas son una consecuencia de las
aspiraciones y mandatos de la masa. Se explica que el viejo republicanismo,
nacido en una atmósfera de privilegio e influencia, funcionase de manera
análoga a los partidos de la monarquía. Incluso es comprensible que al
incorporarse tales fuerzas a la
República perviviesen algún tiempo con su
33 La
Tarde,
12 de diciembre de 1932.
34 Decía Ortega en el mismo artículo que “la
República ha de ser por encima de todo y como antítesis de la falacia
monárquica, sinceridad en la práctica del sistema democrático. Que el gobierno
del pueblo por el pueblo sea una realidad y no una ficción explotada por la
habilidad, la audacia o el impudor de los políticos. Y hemos de reconocer que
los primeros pasos de la
República no han sido en este esencial aspecto muy
afortunados”. Creía
Ortega que, si no se corregía la tendencia que se evidenciaba, se podría llegar
a “crear un «estado de derecho» de magnífica apariencia liberal, de exterior
respeto a la soberanía popular, mientras que, latente, pero eficiente, seguiría
existiendo un lamentable «estado de hecho», destructor del anterior, pura
mentira escenográfica. Luchemos, por lo tanto, con sinceridad y generosidad por
que triunfe la verdadera República democrática” (ORTEGA Y GASSET, J., “La nueva política republicana”, La Tarde, 22 de octubre
de 1932).
1168 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
antigua
estructura ya que el régimen terminaría por eliminarlas como un organismo sano
elimina un abceso. Pero lo intolerable es que nadie pueda pensar en que los
nuevos partidos del régimen puedan nacer y funcionar bajo el signo del
caudillaje. Esto significaría, sencillamente, una sublevación de los principios
democráticos, una especie de reflorecimiento de los partidos monárquicos y, por
lo tanto, una solución de continuidad de la política borbónica. Hay quien
supone que basta contar con un hombre más o menos afortunado, a quien las
circunstancias hicieron un momento eje de la política republicana para que a su
alrededor se forme un partido de carácter nacional, sin programa concreto, que
oscile a la derecha o a la izquierda, según las fluctuaciones de la lucha
política. El Poder daría entonces lo que no diesen los programas y las ideas:
un partido formado al conjuro del mando, nutrido por la influencia oficial y el
interés privado, que trasplantase a la República los procedimientos de la Monarquía. En ese
caso el régimen no elevaría ni un milímetro el nivel de la vida pública; no
representaría una fuerza auténtica capaz de afirmar para siempre la dignidad
civil del Estado; no educaría a la multitud en el ejercicio de sus derechos.
Tendríamos de nuevo un pueblo ausente y escéptico, capaz de vender el voto o de
someterse a las vilezas de una dictadura personal.
Si se quiere dar al régimen un perfil
moderno y una conciencia en plenitud, se trata, por el contrario, de establecer
una democracia orgánica, donde los grupos sociales tengan en la política una
participación real y donde el individuo se integre con más fervor cada día en
la dinámica de los partidos. Los partidos políticos son conductores de opinión;
por eso tienen que formarse y funcionar con responsabilidad y disciplina,
alrededor de ideas muy claras y explícitas, atendiendo preferentemente a la
formación de una conciencia política que en nuestro país vive aún en estado
embrionario”35.
Si seguía imperando el
caciquismo en buena parte del país y si los partidos políticos no eran más que
estructuras conformadas “alrededor de una figura política, inspirados por una
sola voluntad, dirigidos por la supuesta infalibilidad de un caudillo que varía
y modifica libremente las orientaciones del grupo, sin contar para nada con la
voluntad general”, tampoco es de extrañar que continuaran desarrollándose otros
elementos característicos del viejo régimen canovista. Uno de estos elementos
era la crisis política permanente en la que se debatían las clases dominantes.
Ya vimos en el
capítulo anterior los grandes problemas que en los últimos años de la monarquía
se habían planteado a la hora de conformar gobiernos mínimamente estables,
problemas que reaparecieron con crudeza tras la caída de Primo de Rivera. La República tenía como una
de sus principales misiones la de conseguir una solución para este fundamental
problema. Se trataba de articular partidos “modernos” que se alternaran en el
gobierno del país y que proporcionaran la ansiada estabilidad que garantizase
la preservación del sistema de dominación socioeconómica. Pero los intentos
fracasaron, y la inestabilidad política –como ha señalado, entre otros, Juan J.
Linz– fue uno de los rasgos característicos de esta etapa. Sobre una base
semifeudal no
35 DÍAZ FERNÁNDEZ, J., “El peligro oligárquico”, La Tarde, 17 de
noviembre de 1932.
1169 Tercera parte: La política semifeudal. El caciquismo
(1890-1936)
pueden prosperar ni funcionar instituciones
democráticas y liberales. El Gobierno
que más consiguió perdurar, tras la aprobación de la Constitución, fue el
de Azaña, durante el primer bienio: duró un año y medio. En junio de 1933 se
produjo la crisis, presentando Azaña su dimisión y constituyéndose otro
gobierno, de nuevo con Azaña al frente, que duró tres meses más. A continuación
Alcalá-Zamora, asumiendo el papel que en la Restauración jugaba
el Rey, entregó el poder a Lerroux, cuyo gobierno duró menos de un mes36. Lo sustituyó
Martínez Barrio, que hizo las elecciones que ganaron las derechas. Su
gobierno duró dos meses. Volvió al poder Lerroux, que conformó un gobierno que
se mantuvo durante tres meses y medio, hasta que se produjo la división del
partido radical, dimitiendo Martínez Barrio y el tinerfeño Lara y Zárate. El
nuevo gobierno de Lerroux aguantaría dos meses más. Ricardo Samper, del mismo
partido radical, gobierna durante el largo período de cinco meses,
cayendo en octubre de 1934. De nuevo entra a la presidencia del gobierno
Alejandro Lerroux, encabezando un gobierno que debe reestructurarse a los tres
meses y medio, en enero de 1935, luego dos meses después, en el mes abril, y
por tercera vez en mayo37. Con todas estas reestructuraciones ministeriales
consigue llegar Lerroux al frente del gobierno hasta septiembre de 1935, cuando
es sustituido por Joaquín Chapaprieta. La reestructuración llega un mes
después, en octubre, y la caída de Chapaprieta, en diciembre. En ese momento,
la crisis política recuerda a la que había al final de la Restauración y tras
la caída de Primo de Rivera. Las dificultades del Presidente Alcalá-Zamora para
hallar algún jefe político que aceptara formar gobierno eran muy grandes.
Alcalá Zamora ofrece el gobierno, de nuevo a Chapaprieta, que lo rechaza, y
luego a Martínez de Velasco, que también lo acabó rechazando después de un
tiempo de consultas. Entonces se le ofrece la oportunidad a Miguel Maura, que
lo rechazó igualmente tras comprobar que no contaba con suficientes apoyos. Se
le vuelve a ofrecer el gobierno a Chapaprieta, cuyos intentos fracasan. Por
fin, Alcalá-Zamora llama a Manuel Portela Valladares que es el que al final
afrontó la ardua tarea de formar un gobierno y disolver las Cortes para unas
nuevas elecciones. El gobierno de Portela Valladares se hunde a los 15 días. La
crisis política era absoluta. El segundo gobierno de Portela Valladares
–constituido el 31 de diciembre de 1935– acaba un mes y medio después con su
dimisión, tras las elecciones en las que triunfa el Frente Popular. La
situación revolucionaria que se
36 En este
Gobierno había dos diputados canarios: Antonio Lara y Zárate, de Tenerife, y
Rafael Guerra del Río, de Gran Canaria, ambos representando al partido
republicano radical.
37 En
octubre de 1934 entró el tinerfeño Andrés Orozco Batista al Ministerio de
Industria y Comercio.
1170 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
arrastraba, al menos, desde 1917, no sólo no se había apaciguado
durante los cinco años que duró la
República sino, todo lo contrario, se había agudizado cada
vez más. El fracaso de la reestructuración estatal que comenzara en abril de
1931 no podía ser más claro. Y la causa de este fracaso –casi sobra recordarlo–
fue, principalmente, de las clases populares, de los obreros y campesinos
españoles, cuyo desencanto con la
República crecía cada día que pasaba, lo que se traducía en
el aumento de la frecuencia y virulencia de los conflictos sociales y
políticos, de las huelgas obreras, de las luchas por la tierra38. Y a la
agudización de los conflictos siguió la agudización de la represión, de la
represión republicana contra las clases populares.
3. LA INSTAURACIÓN DE LA REPÚBLICA EN TENERIFE
Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 se resolvieron
en Tenerife de forma favorable a los caciques. En 16 municipios (el 50% del
total39) no tuvo lugar la elección, resultando elegidos los
candidatos por el artículo 29 de la ley electoral de 1907, lo que indicaba que,
a nivel local, seguían en pie las viejas estructuras políticas de la Restauración
canovista40. Según denunció el órgano republicano El Progreso,
“en muchas localidades se recurrió a todos los
procedimientos para evitar que elementos de izquierda participaran en las
futuras corporaciones municipales. Se entorpeció la proclamación de los
candidatos de izquierda y así pudo ser factible que la proclamación de
concejales se efectuara por el artículo 29, repartiéndose los puestos, a
espaldas del pueblo y contra la voluntad de gran parte, por lo menos, de éste,
los caciques que sobrevivieron al período dictatorial enchufándose
discretamente al poder primorriverista, para ahora volver a sojuzgar a los
pueblos y a maniobrar con sus destinos y caudales”41.
38
“La característica más sobresaliente de la situación actual de
España la constituye el fuerte y tempestuoso desarrollo del movimiento
revolucionario de masas en todas partes del país. La agudización de los
antagonismos de clase transcurre entre una ola permanente de lucha de masas, de
choques, de huelgas obreras, de acciones de parados, de ocupación de tierras,
de levantamientos campesinos.
A pesar del terror sangriento, de los
fusilamientos, de las detenciones, de las deportaciones, de los
encarcelamientos y crueldades sin nombre contra los obreros y campesinos
revolucionarios, el Gobierno republicanosocialista no logra acallar ni contener
este grandioso movimiento revolucionario de masas. No existe una sola provincia
o región donde últimamente no se hayan desarrollado luchas revolucionarias”
(PCE, Por la tierra, el pan y la libertad..., op. cit., p. 14).
39 En la provincia de Las
Palmas, fueron proclamados por el artículo 29 el 77% de las corporaciones
municipales (MILLARES CANTERO, A.,
La segunda república y las elecciones en la provincia de Las
Palmas, 1982, p. 29).
40Esto sucedió en Adeje, Arafo, Arico, Arona,
Buenavista, Garachico, Granadilla, La Guancha, La Matanza, Realejo Bajo, San Juan de la Rambla, San Miguel,
Santiago del Teide, El Sauzal, Los Silos, El Tanque y La Victoria. En el
Puerto de la Cruz,
también por el artículo 29, resultaron proclamados 17 concejales socialistas
(en las elecciones municipales de 1922 ya resultaron elegidos, por el artículo
29, 7 concejales socialistas). En la
Orotava se proclamaron por el artículo 29 los candidatos del
segundo distrito (BOP, 13 de abril de 1931). En el Realejo Bajo hubo elección
en el 2º distrito, en Icod el Alto.
41 El Progreso, 8 de abril de 1931.
1171 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
En
el resto de los municipios, donde sí tuvieron lugar los comicios, también
obtuvieron el triunfo las candidaturas monárquicas, con la excepción evidente
de Santa Cruz –donde los republicanos ya habían ganado en las municipales de
192242–
y de algún que otro pueblo como Guía de Isora. Una vez instaurada la República, hubo que
celebrar nuevas elecciones en los municipios donde se había incoado expediente
de protesta tras las elecciones de abril de 1931, quedando sin vigencia el
famoso artículo 29, “ficción legal totalmente incompatible con el sentido
democrático del régimen republicano”43. Estas elecciones se desarrollaron bajo el control de
las comisiones gestoras nombradas por el nuevo Gobernador republicano44: primero viene
el cambio político y luego el refrendo electoral; primero se nombra a las
comisiones gestoras republicanas y luego éstas presidirán las elecciones
en las que inevitablemente obtendrán el triunfo los republicanos. También en
los ayuntamientos se practicaba, pues, la democracia a la inversa con la
que se llevaban a cabo los cambios de gobierno en el país y que, de hecho, no
era sino una pervivencia del antiguo mecanismo del sistema canovista de la Restauración45. Y,
efectivamente, en todas las localidades en las
42 Santa Cruz de
Tenerife fue, por tanto, una de las capitales de provincia de España en la que
triunfó la candidatura republicana en las elecciones municipales de abril de
1931, cosa totalmente predecible y asumida por las clases dominantes de la isla
desde finales de la
Restauración. Distinto sería el caso de la ciudad de Las
Palmas de Gran Canaria, donde triunfaron los candidatos monárquicos.
43 Los
municipios donde se repitieron las elecciones el 31 de mayo fueron Arico,
Güímar, Icod, La Laguna,
La Matanza,
Orotava, San Juan de la Rambla,
El Rosario, San Miguel, Santa Ursula, Tacoronte, Garachico, Candelaria, La Matanza de Acentejo,
Tegueste, Vilaflor y la
Victoria de Acentejo (El Progreso, 19 de mayo de
1931).
44 Tras la
proclamación de la República
se hizo cargo interinamente del Gobierno Civil el republicano santacrucero
Antonio de Lara y Zárate, que algunos años después sería nombrado Diputado a
Cortes. El 29 de abril toma posición el Gobernador Enrique Izquierdo Jiménez,
amigo personal del Ministro Lerroux.
45 Aunque este
es un tema que se sale de los límites de este trabajo, quisiéramos aprovechar
para reflexionar sobre el hecho de que los gobiernos republicanos nunca fueron
–salvo en febrero de 1936- el fruto de las elecciones, sino al revés. Primero
se posesionó, en 1931, el gobierno provisional de republicanos y socialistas y
luego ganó las elecciones la conjunción republicano-socialista. En 1933 entró
en crisis el gobierno de izquierdas, ante el ascenso de las luchas populares y
escándalos como el de la represión de Casas Viejas. Alcalá-Zamora fuerza la
dimisión de Azaña y da paso a los gobiernos -sin participación socialista- de
Lerroux y Martínez Barrio, que convocaron las elecciones a Cortes de noviembre
de 1933. En estas elecciones son derrotadas las izquierdas (el PSOE pierde ¡exactamente
la mitad de sus escaños, nada menos que 58!), evidenciándose que el cambio de
rumbo había sido decidido antes de las elecciones y que éstas sólo vinieron a
legitimar el giro derechista con el que se pretendía derrotar –ya que no
había sido posible encauzarlo- al movimiento popular. La República seguía siendo
un sistema parlamentario a la inversa, en el que el Presidente hacía las
funciones que en la
Restauración había desempeñado el Rey (Miguel Maura se
refería a Niceto Alcalá Zamora como “Alfonso XIII y pico”). Por eso preocupaba
tanto a la prensa republicana a qué gobierno daba el Presidente Alcalcá-Zamora
el decreto de disolución de las Cortes, qué gobierno era el que iba a
“presidir” las elecciones, porque según quién y cómo se presidieran habrían
de ser los resultados. Las elecciones a Cortes de 1933 las ganaron la CEDA (115 escaños) y el
Partido Republicano Radical (102 escaños), porque eran los resultados que más
interesaban para sustentar el giro derechista que se había decidido dar a la República. Ciertamente,
presidió las elecciones un radical, pero Gil Robles ya había expresado,
antes de que se celebraran, su “convicción de que nuestra fuerza no será
despreciada cuando se trate de presidir los
1172 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
que
hubo que repetir las elecciones municipales, el triunfo fue para los candidatos
republicanos y, en menor medida, socialistas46, registrándose algunas protestas por las “amenazas,
coacciones y persecuciones” de que habían sido objeto algunos grupos no
adictos al gobierno47. En el abrumador triunfo republicano –espectacular si
se tiene en cuenta que los republicanos nunca habían tenido presencia
significativa en la mayoría de las localidades rurales de la isla–
intervinieron dos factores decisivos: por un lado, hubo localidades en las que
se produjo el retraimiento total de las fuerzas políticas monárquicas, que
dejaron el campo libre para sus tradicionales adversarios de ayer48; en otras
localidades –como, por ejemplo, Tacoronte–, lo que ocurrió fue una rápida
reconversión al credo republicano de las fuerzas que hasta el mes anterior
habían venido actuando bajo las banderas de la monarquía alfonsina:
comicios”.
Y, efectivamente, no fue despreciada. La misma forma de presidir las
elecciones se utilizaría en febrero de 1936, ante la protesta de un sector de
la prensa (La Tarde,
11 y 16 de enero de 1936). Cuando Alcalá-Zamora otorga a Portela Valladares el
decreto de disolución de las Cortes se envía a Tenerife al nuevo Gobernador
(Tomás Salgado Pérez), quien nada más llegar afirmó que venía “a presidir
las próximas elecciones generales que se celebren, dentro de la mayor
imparcialidad, aunque apoyando naturalmente la política de centro que
representa el Gobierno actual” (La
Tarde, 30 de diciembre de 1935, p. 8). El fracaso de los
planes gubernamentales en estas elecciones demostraba la crisis del caciquismo
y anunciaba ya la inevitabilidad del golpe de Estado militar.
“Los que, deseosos de presenciar
escenas políticas cómicas, se han estacionado estos días en la ex plaza de la Constitución, habrían
podido observar, como el que escribe esta líneas, el éxodo constante de
caciques, caciquillos y caciquines, en ronda vergonzante por los alrededores
del edificio que ocupa el Gobierno civil para aprovechar la ocasión de un
enchufe que les
46 Los resultados fueron los siguientes:
Arico: 12 republicanos; Candelaria: 7 republicanos y 4 monárquicos; Garachico:
7 republicanos y 5 socialistas; Güímar: 12 republicanos y 4 republicanos de la
derecha; Icod: 11 republicanos y 7 socialistas; Matanza: 7 republicanos y 3
monárquicos; Orotava: 7 republicanos, 6 socialistas y 7 monárquicos
indefinidos; El Rosario: 6 republicanos y 5 socialistas; San Juan de la Rambla: 11 republicanos
tinerfeños; San Miguel: 10 republicanos radicales; Santa Ursula: 5 republicanos
radicales, 2 socialistas y 4 republicanos de la derecha; Tacoronte: 14
republicanos tinerfeños; LaVictoria: 4 republicanos radicales y 7 de la
coalición republicano socialista; Vilaflor: 2 republicanos radicales y 3
socialistas (no se constituyó la mesa en el primer distrito); Tegueste: Se
produjo un tumulto en un colegio, llevándose la urna (El Progreso, 1 de
junio de 1931).
47 “Al constituirse comité central partido republicano social Tenerife
en asamblea celebrada en esta ciudad con representaciones todos los pueblos
isla, tengo honor ponerlo conocimiento V.E. testimoniándole firme adhesión
República y Gobierno, recabando un trato igualdad en la próxima contienda
electoral para lo cual rogamos orden Gobierno civil que guarde para nuestras
fuerzas las consideraciones que merecen quienes lealmente sirven La República para evitar
hechos como los ocurridos en numerosos pueblos de esta provincia, donde
nuestros amigos sufrieron en últimas elecciones municipales amenazas,
coacciones y persecuciones, sin que hallasen garantía de seguridad- Salúdale
respetuosamente, Domingo Cabrera” (Telegrama remitido desde La Laguna al Presidente del Gobierno y al Ministro
de Gobernación, 9 de junio de 1931, AHN, Sección Fondos Contemporáneos,
Ministerio de Gobernación-Serie A, leg: 30 expte. 17).
48 “Por noticias recibidas de la ciudad de Icod, sabemos que los
elementos contrarios a las fuerzas del Partido Republicano Tinerfeño y
Agrupación Socialista en aquella localidad, han decidido retirarse de la lucha
electoral, dejando amplio camino a las fuerzas jóvenes verdaderamente
republicanas y socialistas”
(El Progreso, 28 de mayo de 1931).
1173 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
permita
desempeñar cargos en las comisiones gestoras nombradas para aquellos municipios
en que se formularon protestas contra la elección de concejales.
Hay que ver a los aspirantes y
conocer su respectiva historia política, para convencerse de que se trata de
una serie de zánganos, que ayer vitoreaban al salvador de la patria, en la
persona de Primo de Rivera; más tarde, pulverizada la dictadura daban vivas a
Berenguer y a don Ricardo, y hoy resultan unos perfectos republicanos, capaces
de cantarle la Marsellesa
al Arzobispado primado de Toledo.
(...)
Hemos presenciado casos y cosas
curiosísimos. Concejales proclamados por el artículo 29, servidores de la
dictadura, pretendiendo anular la elección para que se nombrase una Comisión
gestora, de la que ellos formarían parte. Caciquines que siempre han
«mariposeado» posando en la flor de más «fragancia», fuera cual fuere, y que
pretenden posar en la corola tricolor que está de turno. Vividores de todas las
épocas, desde aquella en que turnaban en el disfrute del poder Cánovas y Sagasta,
a la en que formaron Gobierno Berenguer y Aznar, pasando por la de Dato, Maura,
Canalejas y García Prieto, que van buscando un empalme para gobernar también
con el régimen republicano”49.
Pero no en todos los
municipios en los que no se habían celebrado las elecciones del 12 de abril se
repitieron las elecciones el 31 de mayo. Hubo muchos –aquellos en los que no se
había presentado protesta alguna– en los que continuaron ejerciendo el poder
municipal los candidatos proclamados por el antiguo mecanismo caciquil del
artículo 29. Para solucionar ese particular anacronismo se promulgó en
diciembre de 1932 una Ley que, en su artículo 1º establecía que “dentro de
los ocho días, contados a partir de la publicación de esta Ley en la «Gaceta de
Madrid», cesarán en el desempeño de sus cargos aquellos Concejales elegidos en
virtud de la aplicación del artículo 29 de la ley Electoral”. En esos
Ayuntamientos, los concejales nombrados por el artículo 29 habrían de ser
sustituidos por comisiones gestoras, hasta la celebración de nuevas
elecciones50. En el debate parlamentario que tuvo lugar en las Cortes con motivo de
la aprobación de esta Ley, se debatió si debían nombrarse comisiones gestoras
–como finalmente se decidió– o si los concejales debían sustituirse celebrando
directamente nuevas elecciones:
“Berenguer, por la Comisión, cita algunos
casos de Ayuntamientos regidos casi en absoluto por monárquicos y dice que sólo
se trata de nombrar comisiones gestoras que actúen hasta que se nombren
concejales auténticos (Interrumpen los radicales). El orador prosigue,
resaltando que en un pueblecillo de Levante se ha acordado recientemente
rotular calles con los nombres de Alfonso XIII y Primo de Rivera.
Ossorio rectifica, abogando por el
sufragio universal. Para el caso de ese pueblecillo, está la ley de defensa,
dice. Lo que se propone es obrar en sentido dictatorial.
49 CASAS, Pedro de
las, “¡Qué asco, señor; qué asco!”, El Progreso, 2 de mayo de 1931.
50 BOP, 20 de enero de 1933.
1174 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
Berenguer
dice que la gestión de las comisiones gestoras puede ser fiscalizada por la
prensa. Gil Robles exclama: Se la ha silenciado.
Don Miguel Maura manifiesta que el
proyecto tiende a montar un tinglado favorable al ministerio. Añade que se
han registrado ahora horrores caciquiles que han hecho buenos a los
monárquicos.
Casares pregunta por qué se lo calló
a su debido tiempo. Alberca afirma que los caciques se han hecho
republicanos (Gran escándalo, increpándose los socialistas y los
radicales). Martínez Barrio pide que se expliquen las frases que cree
injuriosas. Lo hace Teodomiro Menéndez, diciendo que no se tuvo intención de
ofender a nadie.
Alberca insiste en que a pesar de
todo no podrá evitarse el predominio de los caciques”51.
Finalmente, en abril de
1933 tuvieron lugar las elecciones municipales en aquellos pueblos que habían
continuado regidos por los concejales designados en 1931 por el artículo 29 y
que en ese momento estaban controlados ya por comisiones gestoras nombradas por
el Gobierno Civil52. Como era de esperar, el triunfo volvería a sonreír
en esta ocasión a las fuerzas republicanas –compuestas, en buena medida, por
monárquicos conversos– y socialistas que respaldaba el Gobernador mediante sus
comisiones gestoras53. Como vemos, los gobernadores civiles continuaron
desempeñando durante la etapa republicana un papel similar al que habían
desempeñado en el sistema canovista, al igual que sucedió en otros lugares del
país54.
51 La
Tarde,
7 de octubre de 1932 [los subrayados son nuestros].
52 Estas nuevas elecciones se celebraron en
Adeje, Arafo, Arona, Buenavista, Granadilla de Abona, La Guancha, Puerto de la Cruz, Realejo Bajo, Santiago
del Teide, Sauzal, los Silos y El Tanque. En La Gomera, se celebraron en
los cinco municipios de la isla, y en La Palma, en los de Breña Baja, El Paso, Punta
Gorda, San Andrés y Sauces y Tazacorte. En Gran Canaria, tuvieron lugar en
Artenara, Valsequillo y Firgas, mientras que en Fuerteventura se celebraron en
Puerto Cabras, Antigua y Pájara (La
Tarde, 29 de marzo de 1933 y 21 de abril de 1933).
53 Los resultados fueron los siguientes:
Arafo: 10 radicales; Arona: 7 republicanos conservadores y 4 obreros autónomos;
Granadilla: 2 de Acción Republicana, 8 radicales socialistas, 2 radicales y 1
republicano conservador; Puerto de la
Cruz: 13 socialistas y 3 radicales; Realejo Bajo: 2 radicales
de Acción Popular y 3 independientes; Los Silos: 3 socialistas, 3 radicales, 3
indefinidos y 1 independiente; El Tanque: 3 radicales socialistas y radicales;
Santiago del Teide: 9 radicales; Sauzal: 2 radicales socialistas, 7 radicales y
1 republicano autónomo; Adeje: 4 radicales, 4 socialistas y 3 radicales
socialistas; Buenavista: 7 radicales socialistas, 3 agrarios y 1 radical (La Tarde, 2 de mayo de
5-1933, p. 2). El resumen de los elegidos en toda la provincia fue el
siguiente: radicales: 75; socialistas: 44; radicales socialistas: 24;
republicanos palmeros: 24; republicanos conservadores: 14; independientes: 12;
indefinidos: 7; obreros autónomos: 4; Acción Republicana: 2; agrarios: 2;
Acción Popular: 2; republicano autónomo: 1 (La Tarde, 2 de mayo de 1933, p. 2).
54 Alguna razón debía tener Gaceta de Tenerife cuando se
quejaba en 1935 de que “nuestros municipios no representan actualmente la
legítima voluntad popular, pues casi todos ellos son hechura gubernativa del
Partido Republicano Tinerfeño, el que solo ha ido persiguiendo -¡valiéndose de
su enchufista ministerialismo con todos los Ministerios!- llevar a las
Corporaciones locales el mangoneo de su caciquismo político” (Gaceta de
Tenerife, 13 de marzo de 1935, artículo editorial).
La importancia
de los gobernadores civiles a la hora de apoyar el triunfo electoral de los
candidatos ministeriales ha sido constatada también, entre otros, por Manuel
Requena para el caso castellano-manchego (REQUENA GALLEGO, M., “Entre el caciquismo y la democracia: el comportamiento
electoral en Castilla-La Mancha durante la II República”, op.
cit., p. 452).
1175 Tercera parte: La política semifeudal. El caciquismo
(1890-1936)
Al
finalizar este proceso, todos los Ayuntamientos de la isla contaban con
corporaciones adictas a la nueva situación republicana que imperaba en el país55. Y lo mismo
sucedió con el Cabildo Insular de Tenerife. La corporación que tomó posesión en
abril de 1930, tras la caída de la dictadura, había sido designada de entre los
consejeros que más “votos” habían obtenido desde las primeras elecciones del
Cabildo. Por tanto, la componían políticos especialmente vinculados a las vieja
política caciquil, entre los que figuraban el propietario Emilio Gutiérrez
Salazar (Presidente)56, Ignacio Llarena y Monteverde, Antonio Martínez de la Peña, Ulises Guimerá y
Tejera, Ramón Peraza Pérez, etc.57. Una vez proclamada la República, dicha
corporación –lo mismo que las Diputaciones provinciales peninsulares– es
inmediatamente sustituida por una comisión gestora nombrada por el Gobernador
civil interino (Antonio Lara y Zárate). De ella formarán parte una serie de
políticos republicanos y, en menor medida, socialistas, en los que la mayoría
correspondería a los que representaban a la capital provincial. Al frente de
esta primera comisión gestora se colocaría al santacrucero –nacido en La Orotava– Rubens Marichal
López, que había sido concejal republicano de Santa Cruz en la época de la Restauración. Al
poco tiempo, esta primera comisión gestora sería sustituida por otra conformada
por miembros de las principales corporaciones municipales de la isla. Tras la
renuncia de Marichal, la
Presidencia de la primera corporación insular –constituida el
27 de abril de 1931– correspondería al comerciante republicano de Santa Cruz
–de origen gallego– Maximino Acea Perdomo58. La republicanización acelerada de las
instituciones políticas se completó con el nombramiento de Ramón Gil-Roldán
como primer Presidente de la Mancomunidad Provincial Interinsular de
Santa Cruz de Tenerife, que sustituirá al gran propietario villero Fernando
Salazar y Bethencourt, que había ocupado el cargo durante la dictadura
55 En 1932 sólo
había en toda la provincia de Santa Cruz de Tenerife 5 concejales declarados
monárquicos entre 671 concejalías que componían las 54 corporaciones
municipales existentes en Tenerife, La
Palma, La
Gomera y El Hierro (Gobierno Civil de la Provincia de Santa Cruz
de Tenerife, “Relación de los Ayuntamientos de esta provincia en la que se
consigna la filiación política de los Concejales que integran a cada uno de
ellos y vacantes que existen”, AGA, Sección Gobernación, Caja/leg: 62/1, Sig.
Topogr: 44).
56 Fue
sustituido al poco tiempo por el comerciante Américo López Méndez (El
Progreso, 2 de mayo de 1930). Ver también AHN, FC, Ministerio de
Gobernación-Serie A, leg: 13, expte. 4.
57 El
Progreso, 7 de abril de
1930.
58 Además de
Maximino Acea, componían esta comisión gestora, de Santa Cruz de Tenerife:
Sebastián Castro Díaz (republicano), Tomás de Armas Quintero (republicano),
Matías Molina Hernández (republicano), Pedro García Cabrera (socialista); del
Puerto de la Cruz:
Martín Pérez Trujillo (socialista); del Realejo Alto: Domingo Luis González; de
Fasnia: Vicente Marrero González; de Guía de Isora, Francisco Rivero Barrios (El
Progreso, 27 de abril de 1931).
1176 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
y
nuevamente en 193059. La nueva comisión gestora de la Mancomunidad la
formarían, además, Matías Molina Hernández, por el Cabildo de Tenerife;
Dionisio Duque Fernández, por el de La
Palma; Fernando Méndez Armas, por el de La Gomera; y Julio Quintero,
por el Cabildo Insular de El Hierro60.
De esta forma, y en unos
pocos días, Tenerife se había convertido, sin traumas ni oposición política de
ningún tipo, en una isla completamente republicana61. ¿Cómo había
sido esto posible? ¿Habían entregado pacíficamente el poder político los
terratenientes semifeudales –base social principal del viejo caciquismo
monárquico– a la burguesía republicana de Santa Cruz y a las pujantes fuerzas
obreras socialistas para retirarse por completo del escenario histórico y
político de la isla? Evidentemente, no. La razón que explica la actitud que
adoptaron los grandes propietarios de la tierra y el agua de Tenerife en 1931
es la misma que explica el “regalo” del poder que le hicieron los monárquicos
al Gobierno provisional republicano el 14 de abril. El hundimiento total del
antiguo sistema político caciquil de la Restauración –ineludible tras el fin de la
prórroga que supuso la dictadura de Primo de Rivera– y el gran ascenso
experimentado por las luchas populares ponían sobre la mesa, como primer punto
de la agenda, la necesidad de una reestructuración política total si se quería
preservar el antiguo sistema de dominación socioeconómica. Las fuerzas
caciquiles, que hasta ese momento habían disfrutado de una posición claramente
hegemónica en el sistema político canovista de la Restauración isleña,
optan por replegarse transitoriamente a un lugar relativamente más discreto. De
esta forma, cedían el papel político protagonista a una burguesía comercial
capitalina con la que habían estado coaligados sin excesivas contradicciones
durante tantos años y que ahora era la llamada a llevar la voz cantante en
el bloque de poder oligárquico de la isla62. El papel
de los socialistas debía ser minoritario desde el punto de vista numérico –al
igual que lo era en el Gobierno provisional63– pero su importancia política era cualitativamente
grande, puesto que una de las cosas que se buscaban con la
59 Gaceta de Tenerife, 17 de abril de 1931, p. 2.
60 Gaceta de Tenerife, 16 de mayo de 1931, p. 2
61 Incluso en aquellos pueblos en los que se
habían mantenido en el poder municipal las corporaciones elegidas por el
artículo 29 de la ley electoral de 1907, el proceso de republicanización se
había puesto en marcha también muy tempranamente. Las elecciones municipales de
abril de 1933 servirían para refrendar legalmente tal proceso de reconversión
política.
62 Coincidimos con Miguel Ángel Cabrera,
cuando afirma que “es la burguesía comercial y exportadora la que lleva la
iniciativa y es a sus más prominentes miembros a quienes corresponde en esta
hora la planificación y ejecución de la política de su clase” (CABRERA ACOSTA, M. Á., La II República
en las Canarias occidentales, op. cit., p. 139).
63 Los socialistas en el Gobierno provisional
que se constituyó el 14 de abril no eran sino tres ministros, lo que representaba
sólo un 25% del total de los miembros del gabinete.
1177 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
operación
República era convencer a los obreros y campesinos de que el nuevo régimen era
la solución que anhelaban para sus graves problemas y que sólo había que darle
algo de tiempo. El dirigente comunista gomero Guillermo Ascanio explicaba
claramente lo que había supuesto la instauración de la República para las
clases dominantes:
“la proclamación de la República introdujo en
Canarias una nueva disposición de fuerzas entre las clases dominantes y las
dominadas. La dominación política de aquéllas se venía ejerciendo por medio de
una serie de pequeños caciques asentados en los distritos rurales o en las
capitales, pero cuya característica era siempre la independencia de unos con
otros, ligados, cuando más, por lazos muy ligeros de «amistad» política. Esta
dominación fragmentaria, aislada, sin conexiones, era demasiado débil para
poder resistir el empuje de las fuerzas obreras, que iban naciendo gradualmente
del desenvolvimiento económico operado en todas las islas en los últimos años.
Por eso vemos que la burguesía al proclamarse la República, transforma la
dominación caciquil, fragmentaria, en una dominación política centralizada a
base del partido republicano” 64.
El liderazgo político de la
clase terrateniente tinerfeña corresponderá en esta etapa al abogado portuense
Andrés Arroyo y González de Chaves. Sus conexiones directas, familiares, con la
oligarquía agraria (principalmente con la del valle de La Orotava) siempre habían
sido muy estrechas. Además, tenía vínculos directos con la burguesía compradora
más dinámica (sus lazos familiares y políticos con el comerciante, industrial y
representante del Banco Hipotecario, Juan Yanes Perdomo, fueron siempre muy
importantes) y él mismo era consejero en Tenerife de importantes empresas como
el Banco de Cataluña65, Transmediterránea, etc. También tuvo siempre lazos
estrechos con el capital extranjero, tanto con el británico como, especialmente,
con el alemán. En el plano político, su participación directa en las
instituciones de la monarquía había sido del máximo nivel: Diputado provincial
entre 1909 y 1917 y Diputado a Cortes en 1920 y 1923. Todas estas
características y circunstancias hacían de Andrés Arroyo una referencia fiable
para las clases dominantes tinerfeñas en unas circunstancias históricas
confusas e inciertas, por lo que al portuense correspondió marcar el camino que
debían seguir las derechas –una fracción de los grandes propietarios– en
el nuevo régimen.
La postura de Andrés Arroyo
fue siempre muy clara y se expresó ampliamente en el manifiesto que publica la Gaceta de
Tenerife –el órgano de la terratenencia semifeudal–
64 ASCANIO, Guillermo, “Significación y consecuencias de la huelga del
puerto de Tenerife”, Espartaco, nº 102, 6 de agosto de 1932. Para la
posición de los comunistas canarios ante la República, ver también CABRERA ACOSTA, M. A., La II República
en las Canarias occidentales, op. cit., pp. 167-182; y José Miguel Pérez
y el movimiento obrero canario (1930-1936), 1991.
65 El Progreso, 1 de noviembre de 1930.
1178 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
con
motivo de las elecciones a Cortes constituyentes de junio de 1931: “posición
francamente democrática” y “acatamiento a la República instituida;
para ofrecer mi modesta cooperación a la obra de su consolidación dentro de
normas jurídicas”66. El mensaje al caciquismo rural no podía ser más
claro: no había que disputarle al partido republicano tinerfeño el triunfo
electoral, un triunfo que contaba, por otro lado, con el mismo apoyo
gubernamental con que había contado Arroyo en sus días de candidato ministerial
monárquico al Congreso de los Diputados. El partido republicano era el que
debía ganar las elecciones, ofreciendo Arroyo su nombre “para uno de los dos
puestos que el Gobierno Provisional de la República ha señalado a las minorías si es que
estos puestos son respetados”:
“Instaurada, pues, la República, no sólo la he
acatado sino que la serviré en las funciones de colaboración para consolidarla;
que interés de todos es, además, el de contribuir a asentarla sobre sólida base
jurídica, no sólo para la seguridad de la paz y del orden sino también para
rodearla de garantías, y que responda al concepto liberal y democrático, de que
debe ser y es el Gobierno de los españoles para los españoles, y no el Gobierno
de un grupo sólo para una clase...”67.
El 12 de julio tuvo lugar
en el Hotel Orotava, en Tenerife, un acto de homenaje para celebrar el triunfo
electoral de Andrés Arroyo y González de Chaves en las elecciones a Cortes
constituyentes de junio de 1931. En dicho acto, Arroyo pronunció un interesante
discurso en el que explica detalladamente su interpretación sobre el momento
histórico que se estaba viviendo a nivel nacional e internacional, destacando
la necesidad que tenían las clases dominantes españolas de adaptarse a los
nuevos tiempos que corrían: “siempre las formas de gobierno serán
accidentales”; la
República hoy es la solución política del problema
agudo que hemos tenido planteado”. Al final del discurso Arroyo expresa su
gran admiración por Alejandro Lerroux, un político que “en estos momentos
66 Coincidía Arroyo con la opinión que
estaban expresando otros representantes cualificados de la terratenencia
semifeudal. En una carta remitida por Félix Benítez de Lugo al propietario
villero Juan Cullen Machado, se dice: “Querido Juan: Próximas ya las
elecciones para las Cortes constituyentes, de nuevo acudo a tu bondad para
interesar tu valioso apoyo en pro de mi candidatura, que no dudo me prestarás
con el mayor entusiasmo, hoy más que justificado si se tiene en cuenta que en
estas Cortes se va a dilucidar la suerte y el porvenir de los españoles.
Adscrito a la derecha de las filas republicanas, defenderé la consolidación del
nuevo régimen, pero sobre bases de derecho, de orden y de justicia, rechazando
extremismos demoledores y corrosivos. Gracias mil y mil y un fuerte abrazo de
tu siempre affmo. y buen amigo” (carta de Félix Benítez de Lugo a Juan
Cullen Machado, Madrid, 10 de mayo de 1931, Archivo Cullen, sig: 2.350). En una
carta remitida por el diputado y senador albista Antonio Izquierdo Vélez
a al liberal güimarero Aníbal Hernández Mora, dos semanas después de la
proclamación de la República,
le dice: “creo que todos, pensando en España, debemos procurar que el
régimen se consolide. Pensar en la vuelta de lo pasado es una locura. Ó esto
arraiga ó al caos” (reproducida por GUIMERÁ PERAZA, M., Benito Pérez Armas, op. cit., p. 179-180).
67 Gaceta de Tenerife, 21 de junio de 1931, p. 1.
1179 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
de
obscura incertidumbre”, se convertía
en “foco de vida y de luz” para la oligarquía tinerfeña68, lo que
apuntaba hacia la consolidación de la alianza entre la terratenencia
–representada por Arroyo– y la burguesía compradora de Santa Cruz, organizada
en el Partido Republicano Tinerfeño que representaba Lerroux en la capital de la República. Las
palabras de Arroyo –publicadas íntegramente por la Gaceta de
Tenerife para que llegaran hasta todos los cacicatos rurales de la isla–
resultan sumamente ilustrativas:
“Y se que vivimos en un momento de
evolución trascendental porque no está sólo perturbada la ordenación de la Sociedad española. La
borrasca es mundial, ha conmovido todo el planeta, ha penetrado por entre las
grietas de la organización social económica y política de la edad moderna,
socavando sus cimientos y arrancando hasta las instituciones seculares
cuando los que las mantenían perdieron la aptitud de la adaptación, en lo
cual precisamente estriba el éxito del arte de bien gobernar.
Ni un solo Estado de Europa se
mantuvo en la inmutabilidad constitucional. Todos se dieron cuenta del momento
evolutivo y todos se plegaron a las necesidades de la modificación. Una nación,
como Bélgica anticipándose al momento con la modificación parcial otras, como
Alemania, Grecia y Turquía estructurando una nueva Constitución como
consecuencia de los trastornos de la Guerra Europea y otras, como Estonia, Polonia,
Checoslovaquia y Austria formando nuevas estructuraciones constitucionales en
consonancia con los tiempos en que vivimos, y hasta la misma Italia con el
fascismo, y Rusia con el bolchevismo viviendo de espalda a toda teoría
constitucional para crear un absolutismo aunque con diferente forma, pero
conducente a enfrentarse con el problema de la modificación de la Constitución de los
diferentes países.
Sólo España quiso estacionarse ante
el movimiento, desentendiéndose de la ola evolutiva que pasaba por el Mundo; y
por eso ha venido el actual momento revolucionario que pudiéramos decir que
comenzó en 1917, cuando surgió la huelga del Norte y
brotó la Asamblea
de Parlamentarios de Cataluña, a lo que siguió el Estado caótico que culminó en
los sucesos de Barcelona. La
Dictadura fue en medio de aquella situación un brote
defensivo de las fuerzas siempre ocultas de la reacción social que salía al
encuentro del proceso para detenerlo. La desaparición de la Monarquía no se debió al
espíritu bélico y revolucionario de los partidos sino a causas profundas de un
proceso de biología política. La instauración de la República ha sido
también un brote de evolución natural del proceso histórico que viene
desarrollándose en las entrañas mismas de la sociedad. No es un triunfo de un
partido que tras de la barricada ataca y toma el alcázar del Poder; fue un
anhelo social, concentrado durante algún tiempo por la Dictadura y que
desarrollándose con fuerza expansiva después se dilató por España, tomando
posesión del Estado para organizarlo democráticamente, viniendo a ser en este
sentido una válvula abierta para contener las fuerzas de la explosión que de
todos modos hubiera surgido inevitablemente. No se crea por tanto que asistimos
sólo a un cambio de forma de Gobierno; la trascendencia no está en eso. Las
formas de Gobierno son, en cierto modo, la parte adjetiva del Estado; son el
hábito de la organización oficial, son la parte externa de un idealismo
político. La evolución es más honda, es mundial, afecta al contenido y
68 Al día siguiente publicaba el órgano
republicano lerrouxista El Progreso unas declaraciones de Arroyo en las
que afirmaba que Lerroux “es una esperanza para los que deseamos la
redención de la Patria”
(El Progreso, 13 de julio 1931). La conversión de Andrés Arroyo al
republicanismo no había sido especialmente criticada por la burguesía
republicana, que valoraba positivamente –según se decía- el hecho de que éste
no había apoyado abiertamente la dictadura de Primo de Rivera, no habiendo
militado en la Unión
Patriótica ni integrado en el Somatén, como sí sucedía en
otros casos que también se preparaban para la reconversión republicana (El
Progreso, 19 de mayo de 1931).
1180 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
a
la sustancia jurídica del Estado, a su propia esencia, porque se trata de
suprimir el imperio de una clase, de una casta, de una oligarquía. España desea
y quiere ser una ordenación jurídica democrática, donde todas las clases se
reflejen.
Las formas de Gobierno son importantes,
pero no son nunca esenciales. El
absolutismo y la demagogia caben, cualquiera de ellas, en Repúblicas y en
Monarquías. Puede discutirse, puede defenderse que tal o cual forma de
Gobierno, atendidas las circunstancias del país, de hábitos de ciudadanía
personal, de caracteres, de lugar o de tiempo sea más o menos adecuada para la
realización del derecho y para el mejor gobierno, pero siempre las formas de
gobierno serán accidentales entrañando un grave error el confundirlas con la Patria. Yo, que nunca
he confundido el Estado con la
Nación, menos he podido incurrir en el error de confundir la
forma monárquica o la forma republicana, con el sentimiento de la Patria.
La República hoy es la solución política del problema agudo que hemos
tenido planteado; y es sin duda alguna además el
medio más adecuado para instaurar hoy un verdadero régimen democrático; pero no
se olvide que lo importante es impregnar con las esencias democráticas la Constitución, llevar
un verdadero espíritu de justicia a las leyes, un sentimiento de
responsabilidad a los gobernantes, una absoluta confianza en el respeto a las
garantías de todos los derechos y de todos los ciudadanos. Esa es la
esencia; ese ha de ser el contenido político del nuevo Estado jurídico
constitucional instaurado en España, porque las formas de Gobierno son medios
para bien gobernar, y no un fin. La
Patria es algo más elevado69”.
Resulta muy interesante
comprobar en las páginas de la Gaceta
de Tenerife, como la fracción terrateniente de las clases dominantes tinerfeñas
que se hallaba representada por el órgano católico –una parte del viejo
caciquismo monárquico–, aceptaba de buen grado el resultado de las elecciones a
Cortes Constituyentes de 1931. Desde antes de que se celebraran los comicios,
tenían muy claro que el triunfo habría de corresponder a la candidatura
republicana que impulsaba el Gobernador civil, amigo de Lerroux. Siguiendo la
posición públicamente expresada por su dirigente Arroyo, únicamente aspiraban a
que se respetara el acta de aquel, en el puesto que se continuaba reservando
para las minorías, otra particular herencia del sistema canovista70. Se advierte
implícitamente que había un pacto y que los terratenientes aceptaban los
términos del mismo. De esta forma, la candidatura de las derechas sólo
contó en estas elecciones con el propio Arroyo, que fue el único candidato que
se apoyó desde las páginas de la
Gaceta. No lucharon, pues, sino por éste puesto,
dejando el resto del campo despejado para que lo ocuparan los cuatro candidatos
republicanos y el candidato socialista71.
69 Gaceta de Tenerife, 14 de julio de 1931, p. 1 y 2.
70 En La Tarde del 12 de febrero de 1936, p.
3, viene la relación de todas las circunscripciones de España, con los puestos
que en cada una de ellas se reservaban para las mayorías y para las minorías.
En la Circunscripción
de Santa Cruz de Tenerife eran 4 puestos para las mayorías y 2 para las
minorías. En Las Palmas eran 4 para las mayorías y 1 para las minorías.
71 Resultaron elegidos, por la provincia de
Santa Cruz de Tenerife: Alejandro Lerroux García, radical (no llegó a ocupar el
escaño, puesto que también salió elegido por Madrid, siendo sustituido, por
elección parcial celebrada el 5-10-1931, por Ramón Gil-Roldán y Martín);
Antonio de Lara y Zárate, radical;
1181 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
Ciertamente,
la oligarquía terrateniente podía haber luchado contra los planes
gubernamentales, aprovechando los mecanismos caciquiles que, como se había
demostrado el 12 de abril, todavía controlaban en los pueblos. Pero las
circunstancias históricas y políticas no lo aconsejaban en absoluto, como bien
había remarcado Arroyo72. Lo que ahora tocaba a la oligarquía era apartarse,
parcialmente, hacia un lado, para que la responsabilidad de sacar el barco a
flote fuera asumida por la burguesía. Y eso fue lo que hicieron,
facilitando el triunfo electoral del Partido Republicano Tinerfeño, un partido
que, por su parte, no aspiraba sino al triunfo de sus cuatro candidatos, por lo
que dejaba la puerta abierta a que se verificara la elección de Arroyo en el
sexto y último puesto disponible, tras el socialista Domingo Pérez Trujillo73.
Alonso Pérez Díaz, radical; Andrés Orozco y Batista, radical;
Domingo Pérez Trujillo, socialista; y Andrés de
Arroyo y González de Chaves, agrario, independiente. (El Progreso, 30 de
junio de 1931).
4. LA CONTINUIDAD DEL
CACIQUISMO EN TENERIFE DURANTE LA ETAPA REPUBLICANA
Hemos visto en el epígrafe
anterior que la fracción de las clases dominantes que se hallaba representada
periodísticamente por el diario católico Gaceta de Tenerife –asumiendo
la representación de la derecha republicana– facilitó conscientemente el
triunfo del Partido Republicano Tinerfeño, al aspirar solamente al acta de
Arroyo. Esto no significa, sin embargo, que la participación del viejo
caciquismo rural en esas primeras elecciones a Cortes republicanas se haya
limitado a garantizar el triunfo de aquél. Si así hubiese sido, podríamos ahora
afirmar, efectivamente, que el caciquismo tinerfeño había jugado en estas
elecciones un papel muy secundario y que las elecciones habían sido, en buena
medida, una expresión sincera de la voluntad popular. Sin embargo, Arroyo no
representaba más que a una fracción de la terratenencia. Otra parte de
dicha clase tendía a decantarse por la colaboración activa con el propio
Partido Republicano Tinerfeño. De este modo se intentaba superar la
fragmentación política que imperaba desde el hundimiento del sistema canovista
mediante la vía de la integración de las dispersas y desorientadas banderías
caciquiles en las estructuras del partido
72 Lo mismo sucedió en la circunscripción
electoral de Las Palmas, donde la victoria de la izquierda en las
constituyentes se debió a la no beligerancia frontal del antiguo caciquismo leonino,
que aceptó dar una oportunidad para solucionar la crisis política y social a la
opción reformista (MILLARES CANTERO, A., La
segunda República y las elecciones en la Provincia de Las Palmas, 1982, p. 32).
73 La interpretación que hemos hecho de la figura
de Andrés Arroyo y González de Chavez coincide con la que hiciera en 1990
Miguel Ángel Cabrera, en su etapa de historiador marxista (CABRERA ACOSTA, M. A., Las elecciones a Cortes
durante la II República
en las Canarias occidentales, 1990, pp. 17-30).
1182 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
republicano,
un partido cuya dirección se ejercía, ahora sí, desde la capital provincial74, pero que
estaba necesitado de unas sólidas bases rurales que nunca antes de la República había tenido a
su disposición. La prensa republicana denunció en un primer momento –luego
dejaría de hacerlo– el desembarco masivo que estaba teniendo lugar en el
Partido Republicano Tinerfeño por parte de los que hasta abril de 1931 habían
conformado las banderías caciquiles que sustentaban a la monarquía alfonsina:
“No estaría mal que los monárquicos
arrojaran por la borda todos sus resabios realistas, dinásticos,
primorriveristas, etc., y con franqueza se pusieran al servicio de la República Española
como meros –en esto de meros no hay alusión; que conste– soldados, hasta que
purguen sus culpas y limpien su alma y su conciencia de todo barro y lleguen a
inspirar confianza a los republicanos históricos.
Lo que nos parece rematadamente mal
es que elementos de recalcitrante derechismo pretendan ingresar –y peor que se
les abra paso– en los partidos izquierdistas históricos, con la condición de
que continuarán sosteniendo su cacicato y que serán jefes o desempeñarán cargos
políticos.
Si esto se acepta es una «primada»,
que se da a los izquierdistas puros; una postergación desmoralizadora y
vejatoria para los de nuestra acera, que podría acarrear muchos disgustos,
enfriamientos, retiradas y escisiones.
Como soldados, podríaseles admitir;
como jefes con mando, no; con mando y aspiraciones de figurar en la cabeza
porque cuentan con 20, 30, 100 o 500 votos, que a veces en estas cantidades
hay que suprimirles unos cuantos ceros para que se aproximen un poco a la
realidad. Esos señores que ahora sienten ansias de «hacerse» republicanos
debieran congregarse y formar la derecha de la República. Y dejar en
paz a los republicanos puros, históricos. Es lo más discreto; discreto política
y personalmente. ¿Nos explicamos?”75.
En uno u otro partido, lo
cierto es que las facciones caciquiles de los distintos municipios, mediante
las cuales ejercían el poder político las oligarquías rurales que monopolizaban
los recursos económicos y subyugaban a los campesinos, no podían quedarse al
margen de la nueva situación política que se había instaurado en España76. Su objetivo
había sido siempre el ejercicio del poder, en beneficio propio y en detrimento
de las facciones rivales. Y ese había de seguir siendo su objetivo. Las
ideologías y los programas no importaban lo más mínimo. No habían importado
–como ya hemos visto– en plena época canovista y no habían de importar ahora
que se había producido un simple cambio en el sistema de Estado. Los dirigentes
de los partidos
74 Recuérdese que la política en el sistema
canovista –como vimos en el capítulo anterior- se dirigía principalmente desde
las áreas rurales, desempeñando la capital un papel absolutamente secundario.
75 “Señores, formad la derecha de la República”, El
Progreso, 23 de mayo de 1931.
76 “En muchos municipios la República supuso un
simple cambio de nombres en la dirección de la política local, y en bastantes
casos ni siquiera los nombres fueron distintos: los antiguos caciques
liberales, tras su breve tránsito por la efímera Unión Patriótica, se
incrustaron en la maquinaria de unos flamantes partidos creados para perpetuar
sus privilegios” (MILLARES
CANTERO, A., La segunda República y las elecciones en la Provincia de Las Palmas,
op. cit., pág. 8).
1183 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
republicanos
debían saber bien que el mantenimiento de su hegemonía insular no podía
depender solamente de las fuerzas –burguesas, pequeño burguesas y obreras77– que fuesen
capaces de movilizar en la capital, donde sólo residía el 27% de la población
de Tenerife78. Necesitaban el sustento del campo semifeudal, donde
los grandes propietarios se erigían en verdaderos amos y señores de vidas y
haciendas basándose en una estructura de dominación económica y social que
no había sido debilitada en absoluto por los gobiernos republicanos79. Coincidimos,
de nuevo, con Cabrera Acosta cuando plantea que el caciquismo
“no desaparece del
proceso de configuración del Partido Republicano Tinerfeño ni de la vida
política y electoral, pudiéndose afirmar que el radicalismo irá expandiendo
territorialmente sus dominios mediante un uso intensivo de los viejos armazones
caciquiles, pues aunque impera la conciencia de sus limitaciones como mecanismo
de dominación política, también la tiene de su valía en determinados lugares de
las Islas y de los riesgos que entraña su erradicación brusca y el vacío
subsiguiente”80.
Pero los jóvenes
republicanos se alarmaban al comprobar que la nueva República estaba dispuesta
a sustentarse, si era necesario, en las mismas fuerzas caciquiles que
teóricamente había venido a combatir. Así, en un artículo publicado en el
semanario republicano Proa en junio de 1931, se planteaba:
“Las próximas constituyentes que
formarán el estatuto nacional, serán –de no conjurar a tiempo el peligro– la
representación genuina de grandes sedimentos indeseables, de grandes núcleos
viciados que pueden retardar para siempre la verdadera revolución española.
Todos los días advienen al campo
republicano las mesnadas inmorales que sostuvieron el régimen borbónico. Todos
los días se nutren las filas de esa derecha republicana con los detritus del
caciquismo, de la oligarquía y de los mismos intereses creados que formó la Monarquía, como su más
fuerte baluarte. La
República no ha destruido aquellas alambradas construidas por
el régimen caído; más bien, les ha dado calor, las ha admitido en su seno, ha
contribuido a fomentarlas y, este es el dolor nuestro, piensa apoyarse y
valerse de ellas para formar la representación mayor en las Constituyentes.
77 “En Santa Cruz es precisamente donde los
republicanos logran tener una mayor influencia política sobre las masas
obreras, y es a base de esa influencia como logran consolidar sus posiciones
dominantes en toda la provincia” (ASCANIO,
Guillermo, “Significación y consecuencias de la huelga del puerto de Tenerife”,
op. cit).
78 También en el caso de Gran Canaria –como
afirma Agustín Millares- “los
republicanos tuvieron que abrir sus puertas a los «republicanos de la víspera»
para poder introducirse en el campo” (MILLARES CANTERO, A., La
segunda República y las elecciones en la Provincia de Las Palmas, op. cit., p. 32).
79 “Sr. Don Juan Cullen después de saludarle paso a desirle como me
hallo parado sin travajo y con tres hijos y me obliga a desirle que si V. me
puede socorrer con algo sabiendo que yo a botado por ustedes y favor que le
agradecerá su S. S. Sebastián Regalado Hernández (Carta de Sebastián Regalado Hernández a
Juan Cullen Lugo, recibida el 2 de marzo de 1936, Archivo Cullen, sig: 5.310).
80 CABRERA ACOSTA, M. A., La II República en las Canarias occidentales, op. cit., pp. 125-126.
1184 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
Es,
pues, necesario, decir esto por doloroso que sea. Hasta hoy la República nos ha
defraudado. Nosotros creímos, acaso ingenuamente, en un cambio radical de
procedimientos en el gobernar. Nosotros pensábamos que la República no serviría
para sostener los mismos intereses, la misma máquina caciquil, el mismo
tinglado de inmoralidades que instituyó la Monarquía81.
Las denuncias y testimonios
que nos ofrece la prensa republicana y socialista de esos años sobre el proceso
de reconversión del antiguo caciquismo monárquico de la isla son tan numerosos
como explícitos, mostrando la diversidad de las opciones escogidas, sobre todo
en los primeros momentos de la reestructuración, por las diferentes banderías82. En Tacoronte,
según parece, se optó en un principio por la constitución del Partido
Republicano Social, partido que acaudillaba desde La Laguna Domingo
Cabrera Cruz83. Desde Proa se indica que los componentes de
este partido en los pueblos “son los antiguos caciques que alistados en este
tercio pretenden engancharse en el Poder” y que, en el caso de Tacoronte, lo
conformaban “los amigos de Domínguez Ramos”84. En el caso de
Adeje, la republicanización del antiguo caciquismo fue liderada por el
concejal Manuel Trujillo Pérez, que había sido administrador de las dos grandes
empresas latifundistas del municipio: la Casa Fuerte y la Fyffes Ltd85. Trujillo era
concejal antes de las elecciones del 12 de abril y en esos comicios fue
nuevamente proclamado por el artículo 29 de la ley electoral:
81 “El peligro futuro”, Proa, nº 10, 6
de junio de 1931.
82 “Al advenimiento de la República se dispersaron
las huestes inconexas de la
Dictadura. Se formaron multitud de partidos y por raro
fenómeno algunos de los más estridentes en sus normas y en sus postulados se
nutrieron de los elementos fugitivos de aquella desbandada. Muchos
dictatoriales y somatenistas, y otras gentes que por falta de afición nunca
fueron políticas, abrazaron alegremente la doctrina socialista sin percatarse a
fondo de lo que hacían y sólo pensando en que se trataba de una organización de
porvenir. Poco a poco, después de que se fueron las serenando las aguas
tumultuosas, se ha ido verificando el natural proceso de sedimentación y cada
mochuelo va encontrando el olivo que mejor conviene a su verdadero temperamento
y a la idiosincracia que le es propia” (“Necesaria reorganización de los
partidos políticos”, artículo editorial, La Tarde, 15 de marzo de 1934).
83 Domingo Cabrera Cruz había militado en las
huestes liberales de Benito Pérez Armas, pero rompe con aquél con motivo de su
apoyo a la Dictadura
de Primo de Rivera (GUIMERÁ PERAZA, M., Benito
Pérez Armas, op. cit., pp. 155-156). En Icod encabezaban este partido,
entre otros, Francisco Arencibia y Antonino Pérez Díaz, importantes productores
plataneros que ocupaban el 3º y el 5º puesto, respectivamente, en la relación
de mayores contribuyentes de esa localidad (Manifiesto del Partido Republicano Social
Tinerfeño, Icod, 27 de mayo de 1931, Archivo Municipal de Icod de los Vinos).
En junio de 1931 fue designado Presidente del partido Arturo Ballester y
Martínez-Ocampo (El Progreso, 8 de junio de 1931).
84 Proa, nº 10, 6 de junio de 1931. En El Progreso se
afirma, con respecto al mismo tema: “ya estos buenos señores no son
MONARQUICOS y mucho menos republicanos de derechas. Han dado un salto colosal,
son nada menos que ¡SOCIALISTAS! y no llegaron a comunistas por que les dio
VERGÜENZA, por que si no hubiese sido esto hubieran dado el salto mayor”
(“A los ciudadanos de Tacoronte”, Faikán, El Progreso, 26 de mayo de
1931).
85 Además, Manuel Trujillo era el propietario
de varias fincas de tomates, que explotaba indirectamente por medio de la
aparcería (El Progreso, 18 de junio de 1931).
1185 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
“Ahora
es republicano furibundo, concejal arroyista y mentor del alcalde señor
Melo. Dirige el cotarro a la perfección. Le canta las cuarenta al secretario
–que es una buena persona– y acusa las diez de últimas, con triunfos o sin
ellos. Anda a la caza de votos para don Andrés, y aunque, a decir verdad, muñidor
ha buscado el señor Arroyo, porque los electores que conocen el cebo trujillista,
no pican el anzuelo aunque los maten”.(...) ”¡Ah, señor Izquierdo Jiménez!:
Mientras Adeje sea un feudo del cacicato tacoronteril, no habrá orden ni
sosiego en el vecindario. Es preciso licenciar a escape a ese cacique y
a todos los caciques, grandes y pequeños, porque si el régimen republicano
tolera la intromisión de mandarines en los pueblos, vamos a perder la
confianza que en la
República hemos tenido y tenemos los buenos españoles”86.
Por su parte, la antigua
facción liberal que acaudillaba Benito Pérez Armas realizó gestiones –según
parece– para constituirse en sección insular del nuevo partido Acción
Republicana, que se estaba organizando en Madrid en torno a la figura de Manuel
Azaña:
“Desde hace días viene hablándose de
la constitución definitiva en Las Palmas de un nuevo partido de Acción
republicana, que dirige el expresidente del Ateneo de Madrid y actual ministro
de la Guerra,
Sr. Azaña.
La noticia está relacionada con la
reciente visita del exdiputado a Cortes tinerfeño don Benito Pérez Armas, que
durante la Dictadura
de Primo de Rivera ingresó en la célebre Unión Patriótica, y ahora, al parecer,
trata de constituir en Tenerife, como ya se anuncia en Las Palmas, la formación
del Partido de Acción Republicana.
Llama grandemente la atención que los
elementos que hasta hace tiempo pertenecían a los partidos conservador y
liberal monárquico, al ingresar en el republicanismo, en lugar de hacerlo hacia
la derecha republicana ingresen, nada menos que en la extrema izquierda, tan
radical y avanzada como la Acción
republicana que dirige don Manuel Azaña” (...) “...lamentaríamos que el partido
azañista de Canarias fuese comandado por personas políticamente desacreditadas
del viejo régimen, máxime por caciques odiados. El señor Azaña es acreedor a
que sus lugartenientes en este Archipiélago tengan inmaculado su prestigio
político”87.
Sobre la confusión
existente en los inicios de este nuevo período histórico, cuando todas las
facciones caciquiles de la isla se aprestaban a tomar posiciones para colocarse
lo mejor posible en la nueva situación, se refiere el Gobernador civil de la
provincia en un telegrama que remite en mayo de 1931 al Ministro de la Gobernación:
86 El Progreso, 9 de junio de 1931.
87 El Progreso, 28 de agosto de 1931. Dos años después
veremos a Benito Pérez Armas como “promotor en la sombra” de Acción Popular
Agraria, sin perder nunca sus buenas relaciones con el Partido Radical (CABRERA ACOSTA, M. Á., La II República
en las Canarias occidentales, op. cit., p. 248). Aunque había pasado a un
segundo plano de la escena política y no tenía cargos institucionales, el
antiguo cacique Pérez Armas continuaba desarrollando los antiguos manejos
caciquiles como si nada hubiese pasado. En una carta remitida a José Mesa y
López en 1933, le informa de su papel a la hora de confeccionar la candidatura
de las derechas a las elecciones de noviembre, y dice: “mi temor de
que los candidatos entraran a cuchillo, unos con otros, se acentuó entonces y
le telegrafié a Barreto para que se entrevistara con José Miguel Sotomayor y
obtuviese que comunicara órdenes a La
Palma para que ellos dos vinieran de allí con mil votos sobre
los restantes candidatos, esto es, Cruz y Darias” (carta reproducida por GUIMERÁ PERAZA, M., Benito Pérez Armas, op. cit.,
pp. 206-207).
1186 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
“gran confusionismo entre nuevos grupos políticos que se forman sin
definición clara ni adjetivación concreta respecto sectores representados en el
Gobierno e ingresando en dichos grupos algunos elementos de muy dudoso
republicanismo...”88.
Los periódicos situados en
la órbita del Partido Republicano Tinerfeño denunciaban, principalmente, la
infiltración caciquil que tenía lugar en los partidos políticos rivales, tanto
en el Partido Republicano Social como en el que aglutinaba en torno a Andrés
Arroyo al grueso de las derechas republicanas. Sin embargo, solían
callar, por razones obvias, la que se estaba produciendo en sus propias filas.
De este modo, la contrastación con las denuncias que se efectuaban desde los
órganos socialistas y comunistas nos permite completar mejor el cuadro. En un
artículo publicado por el Alcalde socialista del Puerto de la Cruz, Florencio Sosa Acevedo
–que en 1936 resultaría elegido diputado a Cortes por el Partido Comunista–, se
dice:
“Si, compañeros, sí; nuestra labor en
el momento actual es deficiente, es poca, es muy pobre. Por falta de cohesión
no hacemos labor de conjunto, labor sólida, bien orientada y eminentemente
práctica.
Y nos estamos echando encima una
responsabilidad grande; dejar la democracia en manos de traidores y traficantes
que con el nombre de republicanos «radicales» se unen a los antiguos caciques
para formar un bloque o alianza contra la clase trabajadora. Esta es la
desdichada actuación del «lerrouxismo» en toda la isla de Tenerife, desde la
capital hasta el último rincón. Y sobre las restantes islas pesa la mima
maldición. Ayuntamientos republicanos, como el de Santa Cruz, que protestan de
los atentados contra la guardia civil; pero que no tienen el valor ni la
dignidad de consignar su repulsa por los crímenes y atropellos que esa misma
guardia civil, obedeciendo el mandato del cacique, comete con los hijos del
pueblo. Los «señorones» de siempre siguen teniendo «vara alta» en el gobierno
civil”89.
En otro artículo publicado
por el mismo órgano socialista, firmado por “Petardo” desde el Puerto de la Cruz, se insiste nuevamente
en la integración de los antiguos caciques monárquicos en las filas del Partido
Republicano Tinerfeño, del partido lerrouxista:
“En Tenerife, de hecho, estamos «en
plena monarquía». Martín Rodríguez, el latifundista y cacique del Sur, tiene un
puesto de la guardia civil a su servicio,
88 Telegrama del Gobernador civil de Santa
Cruz de Tenerife al Ministro de la Gobernación, fechado el 26 de mayo de 1931 (AHN,
Sección Fondos Contemporáneos, Ministerio de Gobernación-Serie A, leg: 30,
expte. 13).
89 SOSA ACEVEDO, Florencio, “¡Compañeros. Seamos más socialistas, más
revolucionarios”, El
Socialista, órgano de la Agrupación de Santa
Cruz de Tenerife, nº. 22, 4 de enero de 1932.
1187 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
con
el visto bueno del Comité Republicano de Santa Cruz. El obispo, los curas y
toda la beatería siguen haciendo de las suyas. ¡Por algo le dicen misas a
Galán!...
Los patronos provocan conflictos a
cada momento. Los monárquicos, directoriales y dictadores se pasan al
«lerrouxismo» para provocar a los republicanos verdaderos y a los trabajadores
honrados. Casi todos los pueblos de la isla están manejados por los caciques
de antes, que acuden presurosos al llamamiento del «lerrouxismo». Ante
estas realidades no nos queda otro remedio sino rebelarnos contra toda esa
gentuza para que no prosperen sus maniobras. Y esto no será ir contra la República, sino honrarla
y prestigiarla” (...) “Lerroux aconseja buscar gentes para su partido donde
quiera que sea y de lo que sea. Eso ya hace tiempo que lo han hecho en Tenerife
sus correligionarios, radical don Alejandro”90.
La infiltración caciquil en
el radicalismo portuense era, efectivamente, indiscutible. Esa fue, sin duda,
la mejor opción que encontró la oligarquía del Puerto de la Cruz para enfrentar el gran
crecimiento que desde los años veinte venía experimentando el movimiento obrero
en esa localidad del Valle de La
Orotava, principal bastión del socialismo tinerfeño.
Integrado en el Partido Radical lerrouxista estaba el Centro Republicano de
Acción Social que se constituye en el Puerto de la Cruz para ejercer la
oposición al partido socialista, que controlaba el Ayuntamiento91. Su Presidente
era el médico Isidoro Luz y Carpenter, miembro de una de las principales
familias de la oligarquía agraria que había ejercido el poder local durante la Restauración92 y que había
sido Alcalde de esa población durante la Dictadura de Primo de Rivera y el gobierno de
Berenguer, entre 1927 y 1930. En la oleada de destituciones de ayuntamientos
que tiene lugar en 1934 fue depuesta la corporación socialista del Puerto de la Cruz, siendo sustituida por
otra que presidiría como Alcalde el republicano radical Isidoro Luz93.
Otro miembro del Partido
Republicano Tinerfeño en el Valle de La Orotava que formaba parte de las antiguas
estructuras caciquiles de la
Restauración era Cándido Pérez Estrada, vinculado mediante
casamiento a la oligarquía agraria de La Orotava y
90 El Socialista, órgano de la Agrupación de Santa
Cruz de Tenerife, nº. 23, 11 de enero de 1932, p. 4.
91 En una polémica publicada en La Tarde, entre el
alcalde socialista del Puerto de la
Cruz y el cacique republicano Isidoro Luz Carpenter, escribe
el Alcalde: “El pueblo trabajador sabe que si no hay trabajo, es porque no
hay presupuestos. Y no hay presupuestos porque unos señores que hoy se llaman
republicanos, y que son ni más ni menos que los monárquicos de toda la vida, y
por añadidura ex furrieles y ex asistentes de la dictadura, ha desenterrado,
amparados en el partido radical, los antiguos procedimientos de saboteo a las
corporaciones oficiales de auténtico sabor democrático. ¿Qué importa que el
Estado haya concedido la subvención de las 144.000 pesetas para la construcción
de los grupos escolares, por gestiones del Ayuntamiento, -entiéndase bien-, si
no se puede realizar la obra por que tenéis torpedeados los presupuestos
municipales” (La Tarde,
30 de mayo de 1934, p. 5).
92 Era hijo de Melchor Luz y Lima, que fue
Alcalde liberal del Puerto de la
Cruz entre 1906-1909 y 1916-1920.
93 La
Tarde,
25 de octubre de 1934, p. 8.
1188 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
que,
además, había sido Alcalde de La
Orotava durante la Dictadura primorriverista94. Un casó
similar era el del terrateniente semifeudal Casiano García Feo, destacado
propietario platanero que había sido Consejero del Cabildo en esa misma etapa
dictatorial95. En Granadilla, el nuevo comité del Partido
Republicano que se constituye en 1932 designa para la Presidencia a
Francisco García Feo que, igual que su hermano, había sido consejero del
Cabildo durante la Dictadura96. Los hermanos
García Feo poseían entre los dos cerca de 300 hectáreas de tierra, la mayor
parte situadas en el municipio de Granadilla, aunque las más productivas fincas
plataneras las tenía Casiano en La
Orotava y el Puerto de la Cruz. Los Alfonso de San
Miguel se integran también en el radicalismo, figurando entre sus afiliados los
terratenientes Casiano Alfonso Hernández y Alejandro Alfonso Alfonso, dos de
los mayores contribuyentes de esa localidad por rústica y pecuaria durante
estos años, cuyas familias poseían más de 800 hectáreas de terreno entre Arona,
San Miguel, Granadilla y Vilaflor97. En Buenavista se pasaron al radicalismo lerrouxista
–como denuncia el radical socialista Antonio Camejo– “los caciques
monárquicos de antaño, disfrazados hoy con un radicalismo que no sienten” y
convertidos desde 1931 en “republicanos de moderno cuño”98. En el
municipio limítrofe de Los Silos, se integra en el lerrouxismo el terrateniente
Abraham Trujillo Ferrer, propietario por vía matrimonial de más de 600
hectáreas en ese municipio y Alcalde del mismo desde 193399. Entre los
terratenientes semifeudales que se incorporaron al Partido Republicano
Tinerfeño estaba también Sixto M. Machado,
94 No obstante,
la vieja aristocracia de La
Orotava militó mayoritariamente en las filas de Acción
Popular Agraria, siendo muy secundario su apoyo a la opción lerrouxista.
95 La Tarde, 7 de agosto de 1934, p. 8.
96 En un
artículo sobre el problema del agua en Granadilla se dice: “...eso sucedía cuando el caciquismo monárquico
imperaba. Así se aprovechaba una sociedad del agua que pertenecía y pertenece
al pueblo... Hoy, «que ya no impera ese caciquismo», veamos lo que sucede. En
primer término vemos que los mismos que predominaban antes injustamente,
ahora también predominan. Antes eran dictatoriales; hoy pertenecen a un partido
gubernamental... Entonces, monárquicos absolutistas; hoy, republicanos
demócratas. Pero siempre detentando, usurpando, malversando caudales públicos. Atropellando
a humildes ciudadanos cerraban fraguas, tiendas... Hacían pagar los impuestos
casi solamente a los más pobres... No cumplían las leyes. Ni ahora tampoco las
cumplen. Antes se valían del injusto predominio que ejercían sobre el pueblo
para apoderarse de las aguas públicas, pongo por mal ejemplo, y hoy, también
predominantes, quieren igualmente valerse de ese predominio para continuar
disfrutando impunemente de lo ajeno...” (GONZÁLEZ SÁNCHEZ,
Manuel,“Las aguas de Granadilla”, La
Tarde, 28 de agosto de 1933, p. 6). [El subrayado es
nuestro].
97 El
Progreso, 11 de mayo de
1931; La Tarde,
27 de septiembre de 1935, p. 8.
98 La Tarde, 19 de enero de 1933. Buenavista era uno
de esos municipios en los que continuaron gobernando –hasta 1933- las
corporaciones elegidas por el artículo 29 en los comicios de abril de 1931. En
concreto, el Alcalde de Buenavista fue, hasta ese año, Antonio Cejas Rodríguez,
que había ocupado ya ese mismo cargo durante bastantes años en la Restauración. Véase
que, pese a que había sido elegido como monárquico, Cejas se presentaba ahora
como alcalde radical. En 1933 es nombrado Presidente de la comisión gestora que
sustituye a la corporación de 1931 el propio Antonio Camejo Francisco (BOP, 19
de abril de 1933).
99 CABRERA ACOSTA, M. Á., La II República
en las Canarias occidentales, op. cit., p. 142.
1189 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
que
había sido jefe somatenista de Santa Cruz, en los años de la dictadura100. Sus
propiedades en El Rosario (Cuevas Blancas), Orotava, Tegueste, Candelaria y
Santa Cruz superaban las 235 ha. Esta era la forma mediante la que el Partido
Republicano Tinerfeño conseguía, por fin, arraigar en los núcleos rurales de la
isla101,
lo que coincide con lo que estaba sucediendo en otros lugares de España102. La antigua
alianza entre la terratenencia semifeudal y la burguesía compradora se volvía a
articular en esta nueva etapa, si bien ahora correspondía a la burguesía
ejercer el papel dirigente, al igual que en la Restauración tal
papel había correspondido –como hemos visto– a la gran propiedad103.
La misma integración de las
banderías caciquiles dispersas en el seno del Partido Radical tuvo lugar en las
demás islas, como denuncia el comunista Espartaco. Así sucedió, por
ejemplo, en Gran Canaria, bajo el liderazgo de Guerra del Río, convertido ahora
en el representante de las clases dominantes de esa isla en la nueva situación
republicana:
“A este lamentable error unió el Sr. Guerra del Río el de
hacer su aparición en el escenario del «Pérez Galdós» con la plana mayor del
Comité directivo del nuevo partido republicano radical, que se acaba de fundar
en Las Palmas, compuesto
100 La
Tarde,
7 de noviembre de 1933.
101 “Reorganización
de los comités del Partido Republicano Tinerfeño. En nuestro número de ayer dábamos cuenta
de la constitución del nuevo Comité del Partido Republicano Tinerfeño en la Orotava, integrado por
destacados elementos. Este comité, apenas posesionado, ha comenzado la labor de
reorganizar las fuerzas republicanas de aquella villa, contando ya con
numerosos afiliados, cuyas fichas han sido remitidas a la secretaría general
del Partido, en esta capital. También en otras localidades de la isla, se lleva
a cabo con gran entusiasmo, la reorganización del Partido Republicano
Tinerfeño, al que se incorporan destacados elementos, particularmente en el
Puerto de la Cruz,
donde se ha constituido un importante núcleo republicano, adherido, por acuerdo
de la Asamblea
general del mismo, a dicha colectividad política, y en Granadilla, donde
asimismo se ha constituido el nuevo comité, contando con valiosos elementos que
preside don Francisco García Feo, y a los que presta su tutela y su consejo el
veterano del republicanismo histórico tinerfeño, don José Reyes Martín,
prototipo del fervor republicano y de la consecuencia política” (La Tarde, 10 de
noviembre de 1932).
102 “El
crecimiento del republicanismo en esta región se debió, en gran medida, a la
afluencia de monárquicos después del 14 de abril de 1931 que ingresaron
preferentemente en Derecha Liberal Republicana de Cuenca y Ciudad Real, en
Acción Republicana de Albacete y en los radicales en todas las provincias. Este
último fue el que más se benefició de la incorporación de destacados caciques
dinásticos y terratenientes como los Ochando, los Alfaro y Jiménez de Córdoba
en Albacete; Germán Inza en Ciudad Real; Álvarez Mendizábal y Tomás Sierra en
Cuenca. Esto propició un marcado giro a la derecha del republicanismo,
identificándose con la línea lerrouxista, siendo escaso el predicamento del
sector de Martínez Barrio”
(REQUENA GALLEGO, M.,
“Entre el caciquismo y la democracia: el comportamiento electoral en
Castilla-La Mancha durante la
II República”, op. cit., p. 451).
103 En un artículo titulado “Política de Tenerife”, firmado en Madrid
por Juan Manuel Trujillo, se afirma: “La política republicana de Tenerife no ha rectificado la política
anterior. Hoy, como ayer, la política de Tenerife ha sido una política de
abogados y comerciantes. Ha tenido siempre por objetivo, y permita que se lo
diga en la misma jerga de esta política, ha tenido siempre por objetivo la
defensa de los intereses morales y materiales de los agricultores y de los
comerciantes” (La Tarde, 16 de
septiembre de 1932, p. 1).
1190 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
por mangoneadores de la Monarquía, Dictadura,
Unión Patriótica, caciques rurales, comerciantes de negra historia y simples
estafadores del Estado”104.
De igual forma, también en La Gomera tuvo lugar el desembarco
del caciquismo monárquico en la casa común del Partido Radical, una
maniobra con la que pretendían hacer frente en mejor situación a la agudización
de la lucha de clases:
“La situación de los trabajadores de
Agulo ha llegado ya a un límite de agudeza, que los hogares se desenvuelven en
un ambiente desesperante.
Lo que se denomina por los caciques
(hoy republicanos radicales) «crisis económica original de las Repúblicas», no
es, en la realidad, sino el desenlace angustioso e irremediablemente trágico
del sistema feudal imperante en este pueblo, cuya presión y egoísmos, y
contubernios inicuos, ven que el obrero a todo trance está dispuesto a
desaparecer.
De aquí que ejercen la más fuerte
presión (puesto que tienen el «control» tanto económico como político) sobre
los trabajadores organizados, únicos defensores de la democracia y por lo tanto
de la República,
que éllos (los caciques, sin candera, pero en el fuerte de la reacción) tratan,
por medio del disfraz lerrouxista, de poner a la altura del barro”105.
Fueron los comunistas los
que con más claridad supieron ver, desde los primeros meses de vida de la República, que las
viejas estructuras económicas, sociales y políticas, sin ruptura violenta de
por medio con el viejo orden, subsistirían incólumes en la nueva etapa
republicana que había comenzado en abril de 1931:
“Ya pasó la Revolución, dicen, y,
sin embargo, las fuerzas efectivas, reales del viejo régimen, no han sido
desplazadas del poder, son el poder, constituyen el poder. La República, o las fuerzas
revolucionarias republicanas, no han desmontado ni siquiera las instituciones
del Estado absolutista feudal. Han pasado de unas manos a otras, pero
subsisten, existen, dominan e imperan estas instituciones, que no caerán, no,
con simples proyectos de Constitución, con simples reformas de Derecho, con
charlas oratorias parlamentarias, muy hermosas, pero inadecuadas para vencer y
destruir las potencias reaccionarias
104 Espartaco, nº. 108, 17 de septiembre de 1932, p. 5.
Agustín Millares afirma al respecto: “Es indiscutible que los radicales
recibieron el apoyo del viejo aparato caciquil leonino, siendo como eran la
opción más acorde con las tendencias posibilistas y los que estaban mejor
situados para combatir a la izquierda burguesa y obrera”. “Guerra del
Río, que proclamó la
República en Las Palmas, acabaría convirtiéndose en su primer
sepulturero: reactivó a la oligarquía caciquil, demostrándole que la
«república» podía ser tan suya como el régimen de la Restauración” (MILLARES CANTERO, A., La segunda República y las
elecciones..., op. cit., pp. 38-45).
105 Juan Palanca, “La única solución”, Agulo,
agosto de 1932, Espartaco, nº 107, 10 de septiembre de 1932, p. 3.
En un artículo publicado en La
Tarde por el enviado especial de ese periódico a La Gomera a raíz de los
sucesos de Hermigua de 1933, se afirma que, tras la proclamación de la República, “los que
estaban acostumbrados al ejercicio del mando con un absolutismo sin cortapisas,
mal podían tolerar el cambio que les privaba de su acción dominadora y,
advirtiendo el peligro, en uno como movimiento de instinto de conservación,
buscaron la forma –que algunos encontraron- de seguir siendo, aún cuando con
distinta denominación, los dueños y señores de todo aquello que pretendía
arrancárseles después de haberlo usufructuado a su capricho. Quedó montado de
tal forma y por una vez más, dentro de la vida insular gomera el viejo tinglado
caciquil con el único remozamiento de la etiqueta” (La Tarde, 29 de marzo de
1933).
1191 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
que
han gobernado con la monarquía y que matarán la República, porque la República no ha sabido
destruirlas desde un plano real revolucionario. Y vanos serán los esfuerzos de
los Ortega y Gasset y compañía, de los gobiernos provisionales de emergencia,
de los juristas constituyentes proyectantes, de querer crear un nuevo Estado,
(...) creyendo que basta para crear ese nuevo Estado un «proyecto de
Constitución que será muy hermoso para visto sobre el papel», una simple
reforma del ejército monárquico, una insuficiente reforma agraria y las mismas
leyes represivas imperando, la aristocracia en pie, la burocracia ahogando y
chupando al productor, la
Iglesia con los mismos privilegios, la policía con el mismo
mandato de atropellar y reprimir con saña, los bancos con la misma misión de
abrir créditos a los explotadores, el campesino sin tierra, pobre y con hambre,
el proletariado en plan de lucha de clases violenta... Y esta es la hora de los
juristas... porque ha pasado la
Revolución”106.
Efectivamente, tal y como
vislumbraban los comunistas, la
República no intentó siquiera desarticular las antiguas y
desequilibradas estructuras económicas y sociales de la isla. De esta forma,
los grandes propietarios de la tierra y el agua continuaron ejerciendo la misma
explotación semiservil del campesinado pobre de la isla, un campesinado que
constituía la inmensa mayoría de la población rural. Y en el plano político, el
cambio que, indudablemente, se produjo tampoco llegó a trastocar
sustancialmente la antigua opresión política que la oligarquía agraria de los
pueblos ejercía a través de la maquinaria caciquil. Es cierto que, como hemos
dicho repetidamente, la dirección de todo el sistema se trasladó desde el campo
a la ciudad107. Sin embargo, en el ámbito rural, los cacicatos de
las grandes familias propietarias se mantuvieron en pie, mientras que el
gobierno republicano de la provincia intentaba frenar las luchas obreras y
campesinas que tendían a desestabilizarlos con el recurso creciente a las
medidas represivas y antidemocráticas108.
106 PÉREZ, José
Miguel, “Constitución y problemas constituyentes”, Espartaco nº. 50, 8 de
agosto de 1931, p. 2.
107 Es interesante observar la aparición
durante este etapa de críticas vertidas desde La Orotava –uno de los
centros políticos de la isla durante la Restauración- a la
hegemonía política de Santa Cruz, acusada de “dar cobijo a navieros,
exportadores e intermediarios que medraban, como parásitos, a expensas del
negocio frutero”. Así mismo se criticaba que el Cabildo dirigiera todas sus
obras hacia Santa Cruz, “cuando el grueso de sus ingresos provenía de la
exportación frutera generada por el Valle de La Orotava (YANES MESA, J. A., La Gran Depresión
en Canarias, 1999, p. 67). Con respecto a Galicia, Marcos Valcárcel también
constata que “as capitais de provincia tiveron un papel hexemónico na
dinámica política da Segunda República, condicionando a maioría dos procesos
políticos do momento e exercendo un papel director no funcionamento dos
partidos políticos” (VALCÁRCEL, M., “O papel das elites urbanas na
Galicia non urbana da segunda República: o ejemplo ourensán”, 1997, p. 225).
108 “Los aires renovadores no llegan a las
provincias Canarias. Suprimida la libertad de pensamiento, abolidos los
derechos del hombre, como en los tiempos trágicos de Fernando VII y Primo de
Rivera, los hombres que abrigan en su alma ideas nobles y generosas, son
cruelmente perseguidos. La justicia no existe... «Nosotros respetamos todas las
ideas, menos las que sean contrarias a las nuestras». Esto dicen los
dominadores de esta pobre ínsula, que vive aún como en los tiempos coloniales,
sometida a los caprichos de una política de verdadero caudillaje. Los órganos
de justicia están aún en poder de los mismos elementos de la monarquía. Su
misión es castigar, castigar con mano dura a los que se atreven a levantar la
voz en un grito de protesta. Ayer fue el camarada Miguel Luque. Le condenaron a
tres años de destierro, porque afirmó en un artículo que la Guardia Civil había
de conspirar contra la
República.
1192 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
Y el tiempo confirmó lo que él decía
cuando surgió en Sevilla la intentona de Sanjurjo. Ahora le ha tocado el
destierro al militante socialista García Cabrera. Se ha atrevido a atacar lo
inatacable. Los políticos radicales son intangibles; por algo son dueños
absolutos de la provincia... Brevemente irán al tribunal los camaradas Coba y
Vidal, y también a ellos les piden la pena de destierro. Y a este paso, no
quedará en Tenerife un solo hombre de pensamiento libre. ¿Hasta cuándo?... (“Por las libertades ciudadanas”, En
Marcha, Órgano de la Confederación Regional Canaria y portavoz de la CNT, nº 92, 26 de noviembre de
1932, p. 1).
En un porcentaje
significativo de localidades, los ayuntamientos continuaron en manos de las
mismas oligarquías que los habían controlado en los años de la monarquía, ya
fuera porque hubiesen resultado elegidos por el artículo 29 en abril de 1931 –y
no se hubiese formulado protesta alguna– o porque lo hubieran sido con
posterioridad. Como expone Millares Cantero para el caso de Gran Canaria, “la
conservación o la reconquista de los ayuntamientos por los sátrapas pueblerinos
de casi siempre, terminará convirtiéndose en uno de los rasgos más definitorios
de la administración local bajo la Segunda República”109. Veamos
algunos ejemplos de Tenerife:
- En San
Miguel, feudo histórico de los Alfonso, ocupó la alcaldía desde junio de 1931 a
enero de 1936 Casiano Alfonso Hernández, cediendo luego el puesto a José Bello
Feo, miembro igualmente de la terratenencia sureña.
- En Arona
estuvieron en la alcaldía durante la segunda República Juan Bethencourt
Frías, Miguel Bello Rodríguez y Eugenio Domínguez, todos
ellos miembros de la gran propiedad110.
- En
Candelaria estuvo en la alcaldía hasta 1934, cuando renuncia, Miguel Sabina
Marrero, que había sido alcalde en la Restauración y durante la dictadura de Primo de
Rivera.
- En
Tacoronte fue designado en 1931 Presidente de la comisión gestora Antonio A.
Domínguez, emparentado con el cacique de Tacoronte, José Domínguez Ramos. Tras
su fallecimiento, en septiembre de ese año, vemos como alcalde accidental a
Rafael Fariña Domínguez, miembro del mismo linaje.
- En Arafo
fue Alcalde hasta que se posesiona la comisión gestora de 1933, Jerónimo Monje
Guzmán, procedente de Santa Úrsula pero integrado en la oligarquía agraria de
la localidad por su casamiento con Pilar Marrero Núñez.
- En La Guancha sucedió lo mismo
con Daniel Morales Fernández-Lynch, perteneciente a una destacada familia de la
oligarquía de Icod pero afincado desde hacía algunos años en esa otra
localidad, en la que había desempeñado el cargo de Secretario municipal.
109 MILLARES CANTERO, A., “Los
caciques «republicanos» en Gran Canaria (1931-1936)”, op. cit.
110 En 1932 Antonio y Eugenio Domínguez Alfonso constituyen un comité
conservador republicano que ofrece la presidencia honoraria a Miguel Maura (La Tarde, 26 de febrero
de 1932).
1193 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
En
otras localidades ocuparon la alcaldía personas sin vínculos directos con las
antiguas estructuras políticas de la Restauración, pero en esos casos tuvieron que
sufrir el acoso constante de unos caciques que, si no tenían ya el control del
Ayuntamiento, continuaban manejando los resortes del poder. Uno de estos
municipios fue Fasnia. En una carta dirigida por el Ayuntamiento de ese pueblo
al diputado republicano Andrés Orozco Batista en agosto de 1931, se dice:
“Mi estimado y
distinguido amigo: Cábeme la satisfacción de dirigirle la presente, para
después de un cordial saludo a Vd. y demás representantes de esta Isla, pasar a
manifestarle lo siguiente.
Desde que marcharon
Vds. a esa, hemos quedado los del partido Republicano en este pueblo,
desamparados de todo apoyo político; y más que todo esto, siendo objeto de
constantes atropellos por parte de los contrarios al régimen.
Hace aún muy pocos
días, se ha fundado en la Villa
de Arico un Puesto de la
Guardia civil sin que el Ayuntamiento de dicha Villa lo haya
solicitado, ni haya facilitado Casa para Cuartel de la misma, puesto que lo ha
puesto todo el antiguo Casique Don Martín Rodríguez, a cuyas órdenes parece
hallarse el personal de esa benemérita Institución, para perseguir y atropellar
a los pobres que han querido emanciparse y hace valer sus derechos de
Ciudadano; y esto como puede Vd. comprender es lastimosicimo.
Por denuncia del
destituido Practicante de este Municipio Francisco Vinuesa, apoyado por el
también casiquillo y Maniquí del Don Martín, el Juzgado de Granadilla incoa
sumario contra el Alcalde Don Vicente Marrero, segundo Teniente de Alcalde Don
Aureliano Nóbrega, Oficial del Ayuntamiento Don Nicanor González y otros, por
decir que el día que se celebraron las elecciones en este pueblo, le
atropellaron un hijo suyo, todo como Vd. sabe una calumnia, pero no obstante,
dicho Juzgado molesta constantemente a los amigos, al parecer como si estuviera
influenciado por alguien, todo lo que biene en menosprecio del Partido; y por
ello he creído conveniente dirigirle la presente, para que Vd. con conocimiento
de causa, vea lo conveniente para terminar con esta clase de atropellos; y muy
especialmente en cuanto se refiere al mentado Puesto de la Guardia civil, convertidos
en Guardianes del despechado Casique y en meros Guindillas del derrocado
prohombre.
Esperamos pues de Vd.,
haga algo por los amigos de este pueblo, siempre adictos y dispuestos a luchar
por nuestro ideal, en nombre de los cuales le digo la presente, encareciéndole
a la vez, un cortés saludo para nuestro insigne Jefe Sr. Lerroux. Sin otro
motivo de momento y en la seguridad de que con su valiosa intervención sabrá
poner coto a tales desmanes políticos, quedamos como siempre de Vd. muy attº.
Affmos. y S.S. que le apreciamos, distinguimos y e.s.m.”111.
Una situación muy diferente
a la que se observa en muchos ayuntamientos de la isla es la que presentaba el
Cabildo Insular de Tenerife. El cambio que tiene lugar con relación a la etapa
anterior no sólo implicaba un recambio total en cuanto a las personas que
integraban las nuevas comisiones gestoras, sino que suponía, además, un cambio
en cuanto a la clase social que tenía la hegemonía política en la primera
institución de la
111 Carta del Ayuntamiento de Fasnia a Andrés
Orozco Batista, Fasnia, 17 de agosto de 1931, Archivo Municipal de Fasnia,
Correspondencia, Salida, 1931.
1194 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
isla.
Efectivamente, si en la etapa de la Restauración estuvo el Cabildo controlado en todo
momento por los grandes propietarios, ocupando la burguesía capitalina un papel
subordinado, ahora era esta misma burguesía la que se hacía con las riendas de
la institución, no figurando en la comisión gestora designada en abril de 1931
ni un solo representante de la oligarquía agraria. Si repasamos sus nombres y
las actividades económicas a las que se dedicaban observamos que,
efectivamente, era la burguesía compradora, los comerciantes, los que habían
conseguido el control del Cabildo en la nueva situación republicana.
Pertenecían a esta clase, tanto Maximino Acea –el Presidente–112, como
Sebastián Castro –el vicepresidente– 113, Tomás de Armas114
y Matías Molina115. El catalán
Fernando Franquet Solé, por su parte, se dedicaba al transporte marítimo –era
propietario de los pailebots “Judío” y “Júpiter”– y tenía un taller de
elaboración de tabacos116.
En 1934, en el marco del
proceso acelerado de derechización de la República, se modifica
la composición de la comisión gestora, incorporándose, entre los nuevos
miembros, algunos elementos directamente vinculados a la oligarquía agraria:
Manuel Savoié Benítez y Lucas Martín Espino, ambos dirigentes del Partido
Republicano Tinerfeño. Manuel Savoié había sido ya Consejero del Cabildo en los
años finales de la
Restauración. Aunque no dejaba de ser, igual que los
anteriores, un comerciante republicano de Santa Cruz –dedicado a la exportación
agraria117–, su suegro era un gran propietario de Tacoronte. Por su parte, el
farmacéutico Lucas Martín Espino, que ya
112 Maximino Acea Perdomo, nacido en Vigo,
Pontevedra, era hijo de Antonio Acea y Galza, comerciante de Lugo afincado en
Santa Cruz desde hacía varías décadas y dedicado a la importación y comercio de
materiales para galerías de aguas (vagonetas, vías, tuberías, etc.), víveres,
harinas, cereales, paquetería, alcoholes, materiales de construcción, loza
sanitaria, etc. En los años de la
República, Maximino Acea formó parte de la Junta Directiva
del Círculo Mercantil y fue elegido Presidente de la Cámara Oficial de
Comercio (La Tarde,
28 de abril de 1936, p. 6). En la Matrícula Industrial
de Santa Cruz de Tenerife del año 1932 aparece dedicado a la fabricación de
bloques de hormigón.
113 Sebastián Castro Díaz, natural de Santa
Cruz, era profesor mercantil y letrado. En octubre de 1934 fue nombrado por el
Gobierno Director General de Comercio (La Tarde, 27 de octubre de 1934, p. 8).
114 Tomás de Armas Quintero, comerciante
nacido en Santa Cruz, era agente en Tenerife de las casas Linnecar & Smith,
Ltd, de Londres, y Mersey Brokers Limited, de Liverpool, dedicadas a la venta
de tomates, patatas, plátanos, etc. (Proa, nº 11, 13 de junio de 1931).
En la Matrícula
Industrial de Santa Cruz de Tenerife del año 1932 aparece
como “comisionista de residencia fija y comisionista de acopio de granos. Su
hermano Héctor de Armas Quintero era Representante-Jefe de la Vacuum Oil Company (La Prensa, 9 de
noviembre de 1919).
115 Matías Molina Hernández fue agente de
compañías extranjeras como Chevrolet (concesionario) o Méndez Brother.
En la Matrícula
Industrial de Santa Cruz de Tenerife en 1932 aparece dedicado
a la venta y mecánica de automóviles y a otras actividades menores relacionadas
con la construcción (fábrica de mosaicos, pulido de mármoles, etc. Además tenía
alguna conexión con la actividad agraria, puesto que poseía varias fincas en
Granadilla, de una superficie total de 18 hectáreas.
116 Matrícula Industrial de 1932.
117 CABRERA ACOSTA, M. A., La
II República en las Canarias occidentales, op.
cit., p. 121. En la
Matrícula Industrial de Santa Cruz de Tenerife del año 1932
aparece Manuel Savoié Benítez como “comisionista de recepción o tránsito”.
1195 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
había
sido concejal y cabo del Somatén en Icod durante la dictadura y desde 1931 se
integra en el lerrouxismo Tinerfeño 118, era miembro del Consejo de Administración del Sindicato
Agrícola del Norte de Tenerife, en el que se sentaban también destacados
miembros de la terratenencia semifeudal del Valle de La Orotava119. Su esposa,
Clemencia Guimerá del Castillo-Valero, pertenecía a una familia terrateniente,
con grandes propiedades en el Sur de la isla.
No obstante, el gran cambio
en la composición del Cabildo Insular de Tenerife se produciría en enero de
1936, con la nueva comisión gestora nombrada por el Gobernador civil Tomás
Salgado Pérez, designado por el Gobierno de Portela Valladares para preparar
las elecciones de febrero120. Componían la lista el terrateniente semifeudal y
naviero sureño José Peña Hernández, que resulta elegido Presidente; Manuel
Vandewalle Hardisson, casado con la aristócrata villera Esther de Ponte y
Codesido121; Carlos Mayato Reyes, miembro de Acción Popular Agraria; Fernando del
Hoyo Machado, Marqués de la
Villa de San Andrés; Manuel González Jordán, terrateniente
sureño; Atilano de la Torre,
miembro de una dinastía caciquil de Garachico que, además, ya había sido
Consejero del Cabildo en la dictadura de Primo de Rivera; Maximino Acea y
Manuel Savoié122. Estos dos últimos renuncian al nombramiento, siendo
sustituidos por Bernardo Cólogan y Cullen –Marqués de El Sauzal– y Gonzalo
Cáceres Sánchez, vinculados también, directamente, a la oligarquía agraria123. Para cubrir
las vacantes producidas por las renuncias, el Gobernador portelista nombra,
entre otros, a dos individuos del antiguo caciquismo monárquico: Estanislao de
Torres Barroso –alcalde liberal de Icod en la última etapa de la Restauración y
Consejero del Cabildo durante la dictadura– y Aníbal Hernández Mora,
perteneciente a Acción Popular Agraria y miembro de una de las principales
familias de la oligarquía agraria de Güímar, que había sido Consejero del
Cabildo en la Restauración
por el partido liberal124. Indudablemente, el Cabildo Insular de Tenerife
118 BOPC, 8 de agosto de 1924; El Progreso,
11 de mayo de 1931.
119 YANES MESA, J. A., La gran depresión en Canarias, op. cit., p. 58.
120 Tomás Salgado dimitió del cargo tras la
derrota electoral del gobierno en las elecciones de febrero de 1936. Tuvo que
huir precipitadamente “ya que los ánimos de los obreros y de los elementos
de izquierdas estaban excitados por su gestión al frente de dicho centro
oficial”. (La Tarde,
21 de febrero de 1936, p. 8).
121 En la Matrícula Industrial
de Santa Cruz de Tenerife del año 1932 aparece dedicado a la venta y mecánica
de automóviles.
122 La
Tarde,
8 de enero de 1936, p. 8.
123 Gonzalo Cáceres rechazó el cargo,
aludiendo motivos de salud y sus múltiples ocupaciones (La Tarde, 9 y 10 de
enero de 1936).
124 La
Tarde,
10 de enero de 1936.
1196 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
volvía
a ser, en enero de 1936, lo que había sido desde que se constituyó por primera
vez en 1913: un órgano de representación política de las clases dominantes con
hegemonía total de la terratenencia. La burguesía comercial de la capital
provincial –con la renuncia de Acea y Savoié– desaparece por completo de la
institución. Su intento de acabar, mediante la vía represiva, con el ascenso
del movimiento obrero había concluido con un rotundo fracaso y las clases
dominantes se veían obligadas a dar otra vez el máximo protagonismo, como
última tabla de salvación, al viejo caciquismo semifeudal125.
Con respecto a la
representación tinerfeña en Cortes –aspecto más conocido126–, también se
produjeron modificaciones sustanciales en relación a la situación que se había
dado en los años del régimen canovista. Ya habíamos comentado en un capítulo anterior
como ninguno de los candidatos elegidos entre 1890 y 1923 había sido un
representante directo de la burguesía compradora santacrucera. Esto va a
cambiar en las elecciones de 1931 gracias a los tres diputados que obtiene el
Partido Republicano Tinerfeño, si bien el abogado Andrés Orozco y Batista
–nombrado Ministro de Industria y Comercio en octubre de 1934– tenía también
fuertes vínculos familiares con la oligarquía agraria del pueblo de Arafo127. La presencia
directa de la terratenencia isleña había quedado reducida, por el contrario, a
la figura del portuense Andrés Arroyo y González de Chaves –que también tenía
una importante faceta como representante de intereses capitalistas foráneos–,
mientras que los socialistas debían contentarse con la de Domingo Pérez
Trujillo, hermano del alcalde, también socialista, del Puerto de la Cruz. En los resultados
electorales de junio de 1931 influiría notablemente, como ya hemos visto, el
acuerdo al que se había llegado en el seno de las clases dominantes de la isla
para que fuese la burguesía –mayoritariamente representada en el Partido
Republicano
125 En el Archivo Histórico Nacional se
conserva una amplia serie de telegramas -remitidos a los Ministros de
Gobernación por parte de los Gobernadores civiles de la Provincia y por parte de
las organizaciones obreras de la isla- en los que se refleja nítidamente la
actitud totalmente contraria a las luchas obreras y campesinas –cuando no
abiertamente represiva- que adoptaron, desde el mismo año de 1931, los
Gobernadores republicanos. Ante este claro posicionamiento de los Gobernadores,
contrastan las airadas protestas de los dirigentes obreros y el respaldo
absoluto mostrado por las clases dominantes. (AHN, FC, Ministerio de
Gobernación-Serie A, leg: 7, expte. 10 y leg: 38, expte. 4). Entre todos los
Gobernadores enviados a la
Provincia, destacó especialmente, por su carácter
profundamente represivo, el valenciano radical Enrique Malboyssón (1934),
quien, de todos modos, no hizo más que llevar hasta el extremo la política que
anteriormente había desarrollado Rubio Carrión en el primer bienio. Para ver lo
que significaron, en cuanto a represión política, los Gobernadores civiles
republicanos en la España
del primer bieno véase EHRENBURG, I., España, República de Trabajadores,
op. cit., pp. 122-123.
126 CABRERA ACOSTA, M. A., Las elecciones a Cortes durante la II República en las
Canarias occidentales, op. cit.
127 Su madre era Adela Batista Pérez, hija de
Juan Pedro Batista, que había sido el mayor contribuyente por rústica y
pecuaria de Arafo en las primeras décadas del siglo (una biografía de Andrés
Orozco Batista, realizada por Octavio Rodríguez Delgado, puede leerse en El
Día, 31-1-1993).
1197 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
Tinerfeño
desde los últimos años de la
Restauración– la que resultase vencedora y asumiese, por
tanto, la dirección política del bloque de poder en la isla, en consonancia con
la situación nacional. Para materializar en los resultados dicho acuerdo se
recurriría a alguna de las prácticas que caracterizaron al viejo sistema
canovista128.
El cambio más importante
que se produce en las elecciones de 1933 –realizadas para dar respaldo
parlamentario al giro derechista que ya se había decidido dar al régimen– es la
desaparición de la escasa representación que en 1931 había correspondido al
socialismo tinerfeño. El puesto de Arroyo como representante de una de las
fracciones de la gran propiedad pasa a ser representado por Tomás Cruz García,
Alcalde de Güímar durante la dictadura de Primo de Rivera y los gobiernos de
Berenguer y Aznar y miembro directo de la oligarquía agraria y caciquil del
Valle129. Igual que en 1931, la fracción más derechista de las clases
dominantes, organizada en esta ocasión en torno a Acción Popular Agraria, no
aspiraba en estas elecciones a imponerse a la representación del Partido
Radical –que representaba a la otra fracción de las mismas clases–, sino al
puesto que desde la
Restauración se reservaba a las minorías parlamentarias130. La elección
de Rubens Marichal –uno de los miembros del Directorio radical insular– servirá
para reforzar la representación de los exportadores fruteros, una de las
fracciones importantes de las clases dominantes131.Tras el triunfo de los cuatro
candidatos radicales tinerfeños, no hay que olvidarlo, no estaba únicamente la
burguesía compradora, puesto
128 “A Ministro Gobernación: Comunícole
nombre Agrupación Socialista de Icod que presido incalificables atropellos
cometidos elecciones ayer Alcalde Radical que coaccionó cuerpo electoral con su
autoridad y por medio de funcionarios municipales. Votación verificada una
verdadera inmoralidad, minoría socialista Ayuntamiento renunció señal protesta,
esta agrupación no ejercerá más derecho electoral hasta que Estado no garantice
libérrima emisión sufragio al ciudadano. Salúdale respetuosamente. Reyes
Bartlét. (AHN, Sección Fondos Contemporáneos, Ministerio de
Gobernación-Serie A, leg: 30 expte. 17).
129 Cuando ubicamos a Andrés Arroyo y a Tomás
Cruz como representantes políticos de la gran propiedad nos referimos a que
eran representantes generales de los intereses de dicha clase. Esto no implica
que no pudieran tener contradicciones, en determinados momentos y en relación
con determinados aspectos, con alguna fracción de la clase a la que,
genéricamente, representaban. De hecho, tanto Arroyo como Cruz tuvieron tales
contradicciones, sobre todo a partir de 1934, con la fracción terrateniente que
ocupaba la dirección del Sindicato Agrícola del Norte de Tenerife,
liderada por Luis Benítez de Lugo y Velarde. Esta agrupación empresarial
defendía, con respecto a la crisis frutera, una actitud “intransigente” de
crítica a la fracción exportadora que no era compartida por Andrés Arroyo y
Tomás Cruz. Estos abogaban por la “conciliación” entre ambos sectores, una
conciliación que se basaba en la comunidad de intereses que existía, de hecho,
entre ellos, a pesar de las contradicciones que también había (para un
seguimiento detallado de esta cuestión, véase YANES MESA, J. A., La
Gran Depresión en Canarias, op. cit., pp. 40-126).
Como afirma Miguel Ángel Cabrera, “ambas fracciones de la clase dominante –la
de los cosecheros y la de los exportadores- se hallan indisolublemente
soldadas, imbricadas en un solo cuerpo económico y político” (CABRERA ACOSTA, M. Á., La II República
en las Canarias occidentales, op. cit., p. 139).
130 Gaceta de Tenerife, 14 de noviembre de 1933, p. 7.
131 Rubens Marichal López era exportador
frutero y un destacado propietario en los municipios de Candelaria –donde llegó
a ser el primer contribuyente por rústica y pecuaria- y San Miguel.
1198 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
que
un amplio sector del viejo caciquismo rural –ya lo hemos visto– se había ido
decantando cada vez más decididamente por la opción lerrouxista como mejor
forma para defender sus intereses económicos y su dominación política.
A comienzos de 1936, sin
embargo, la oligarquía agraria, que continuaba ejerciendo su dominación
económica en las diferentes comarcas de la isla, tenía ya muy claro el fracaso
de los radicales en las tareas que se le habían encomendado. La dirección que
la burguesía había impuesto –con el respaldo de una fracción de la gran
propiedad– a la política del bloque de poder en la isla se revelaba ya caduca y
por eso sería claramente desplazada de la comisión gestora por el Gobernador
civil en los primeros días de enero. Las elecciones a Cortes de febrero
ratificarían lo que era ya evidente: la oligarquía agraria de los núcleos
rurales se decantaba de nuevo hacia los candidatos propios de la terratenencia,
encargándose la maquinaria caciquil y la acción gubernativa de conseguir el
triunfo del abogado José Víctor López de Vergara, que había sido uno de los
dirigentes, durante la
Dictadura, de la Unión Patriótica132 y que ahora militaba en Acción
Popular Agraria133, y del terrateniente lagunero Emilio Ramón González
de Mesa y Suárez, cuya acta, no obstante, sería anulada por incapacidad legal
para ser elegido por los cargos que venía desempeñando en la agrupación de
Jurados Mixtos de Santa Cruz de Tenerife134. En su lugar resultaría elegido el abogado Félix
Benítez de Lugo –hijo del Marqués de la Florida–, que tantas veces había representado a
la gran propiedad en las Cortes de la Restauración135. El Partido Republicano Tinerfeño,
132 El Progreso, 12 de septiembre de 1927.
133 En Acción Popular Agraria se integraba una
parte importante de los terratenientes semifeudales de la isla, entre los que
podemos nombrar a su propio Presidente, el arquitecto pucelano Mariano Estanga
y Arias, vinculado a la vieja aristocracia de la isla por su casamiento con
Ángela Cólogan y Ponte, hija del Marqués del Sauzal. Junto a él figuraban
Rosario Alfonso (gran propietaria del Sur-Suroeste), Alonso Rodríguez de
Salazar (hijo del gran cacique Martín Rodríguez y Díaz-Llanos y esposo de María
Concepción del Hoyo y Machado, hija del Marqués de San Andrés), Juan Cullen
Lugo (propietario semifeudal de La
Orotava, hijo de Juan Cullen Machado, que fuera Alcalde de La Orotava en la Restauración), el
Marqués de Villafuerte (gran propietario en Garachico), Guillermo Camacho
Pérez-Galdós, Tomás Cruz García, Ramón González de Mesa, Fernando Salazar y
Bethencourt (propietario de La
Orotava que fue Consejero del Cabildo durante la Dictadura), Tomás Ascanio
Monteverde, Felipe Machado del Hoyo, Alonso Ascanio y Baker, Manuel de Zárate y
Llarena, María Teresa González de Chaves y Rojas, Juan Yanes Perdomo, Juan
Martí y Dehesa, José Bello Feo (gran propietario del Sur), Leopoldo Cólogan,
José de Ponte y Lugo, Domingo Salazar y Ascanio, Antonio y Melchor Brier y
Ponte, Antonio Ruiz Borges (destacado miembro de la oligarquía agraria de San
Juan de la Rambla),
Aníbal y Alcibíades Hernández Mora (miembros de la oligarquía agraria de
Güímar), Julio Arencibia Montesdeoca (hijo del destacado propietario platanero
de Icod Francisco Arencibia), etc. Uno de los feudos principales del partido
estaba, sin duda, en La
Orotava, donde militaban más de 1.500 afiliados (“Acción
Popular Agraria. Registro de Socios”, Archivo Cullen, sig: 5.310).
134 La
Tarde,
26 de marzo de 1936, p. 4.
135 Resulta muy interesante un artículo que
publica el antiguo maurista Ángel Ossorio y Gallardo en enero de 1936, puesto
que refleja nítidamente la situación política en la que se encontraba España un
mes antes de que se celebraran las elecciones de febrero. En este artículo se
dice: “En España están ocupados los
1199 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
huérfano
del apoyo que hasta hacía poco tiempo le había venido prestando la oligarquía
agraria de la isla y el entramado caciquil que ésta controlaba, acabaría barrido,
incluso, en Santa Cruz de Tenerife, su tradicional feudo. El propio Andrés
Orozco –primer Alcalde republicano de Santa Cruz en los años de la Restauración y
Ministro en 1934-35– acabaría siendo el noveno candidato más votado de la
capital provincial, a una enorme distancia de los miembros de la candidatura de
izquierdas136. Si el Partido Republicano Tinerfeño había perdido la
influencia que había tenido sobre la clase obrera y los sectores populares de
de la capital –influencia que le habían arrebatado, como demuestran los
resultados electorales en 1936, socialistas, comunistas y republicanos de
izquierda–, era lógico que fuese abandonado también por la oligarquía agraria,
para la cual el radicalismo había perdido ya, en esas circunstancias, todo su
anterior sentido. La maquinaria caciquil de la oligarquía agraria y la
actuación descarada del Gobernador civil –removiendo corporaciones
hostiles antes de las elecciones como en los mejores tiempos de la Restauración–
consiguieron el triunfo de dos miembros de la candidatura de derecha.
Sin embargo, no fueron capaces de impedir el triunfo completo –los cuatro
candidatos– de la candidatura del Frente Popular –incluido Florencio Sosa
Acevedo, el primer diputado comunista de la historia de la isla–, lo que
indicaba, de alguna manera, la crisis del caciquismo tinerfeño y el fracaso
definitivo de la experiencia republicana137.
Ayuntamientos y las Diputaciones por bandas gestoras que no deben
su cargo a la elección, sino al compadrazgo con los políticos que
arbitrariamente las designaron. Es evidentísimo que no deben seguir. Pero,
¿quiénes han de sustituirlas? ¿Las personas que quiera el Gobierno? Eso sería
tan ilegítimo como lo actual y más escandaloso. ¿Los que propongan los
políticos de más fuerza en cada pueblo? Eso equivaldría a prejuzgar, mediante
un atropello, el resultado de la elección. Por exclusión se llega a este
resultado: no pueden ocupar los escaños edilicios otras personas sino los
concejales que fueron elegidos legítimamente, sean monárquicos o comunistas.
Ellos son los únicos que tienen título para actuar. En España se vive desde
hace más de un año en régimen de negación de garantías constitucionales. Se
publican los periódicos que consiente el Gobierno. Los que salen, sólo pueden
decir lo que el Gobierno deja publicar. No hay más mítines que los tolerados
por el Gobierno, y en ellos sólo habla quien quiere el Gobierno. Las cárceles
contienen gran número de detenidos gubernativos. Siguen cerrados multitud de
centros sindicales y políticos. Es imposible entrar a un período electoral, con
las garantías constitucionales suspendidas. Su restablecimiento es premisa
ciudadana inexcusable para la lucha electoral. Todo esto es innegable,
¿verdad?. Bien. Pues si el Gobierno decreta el retorno a la legalidad, brotará
enseguida un alboroto mayúsculo: ¡Eso es preparar el triunfo de la izquierda!
¡Eso es abrir los caminos de la revolución! ¡Eso es obrar al dictado de la
anti-España! Entonces, ¿qué querrán los que griten así? ¿Celebrar las
elecciones sin plenitud de garantías? ¿Mantener como fiadores de ellas a los
asaltantes de Ayuntamientos y Diputaciones? ¿Preparar una maniobra electorera
de viejo estilo para volver a repartir las actas en la Puerta del Sol? Si tal cosa
se intentara, las izquierdas se reputarían lanzadas de la legalidad. Juzgue el
lector discreto las consecuencias verosímiles de ese lanzamiento” (OSSORIO Y GALLARDO, Á., “Paz y elecciones”, La Tarde, 4 de enero de 1936).
136 Antonio Lara
y Zárate se salvaría del fracaso al retirar su candidatura por Tenerife y
presentarse por Sevilla, donde sí resultaría elegido.
137 Miguel
Maura, que había sido uno de los principales impulsores de la reestructuración
estatal republicana en 1931, reconocía en junio de 1936 –mostrando claras
simpatías por el movimiento fascista
1200 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
español- que había sido un error todo el
proceso histórico de la
República: “Nos equivocamos. La salvación está en una
dictadura nacional republicana”; “Nos equivocamos al convocar a las
Cortes Constituyentes y al votar la Constitución a los pocos meses de la instauración
de la República,
porque era inevitable la inexperiencia y la tensión revolucionaria, que llevan
como fruto una Constitución plagada de errores y de demagogias” (La Tarde, 23 de junio de
1936, p. 8). Según Cabrera, los indicios de que la clase dominante de las islas
–en consonancia con la situación nacional- daba por finalizado el experimento
republicano, encaminándose abiertamente hacia el fascismo, son perceptibles en
el mes de marzo de 1936 (CABRERA
ACOSTA, M. Á., La
II República en las Canarias occidentales, op.
cit., p. 605).
La derrota parcial de la
candidatura derechista –obtuvo dos de cuatro diputados posibles– tiene más
significado aún si tenemos en cuenta la utilización que se hizo de los
instrumentos que el Gobierno tenía en sus manos –desde la época clásica del
canovismo– para asegurar el éxito de las candidaturas ministeriales138. A la
renovación completa de la corporación cabildicia en enero de 1936 –sustituyendo
a los miembros de la comisión gestora por otros directamente vinculados a la
gran propiedad y al viejo caciquismo de la Restauración– se
unieron los nombramientos efectuados, en la misma línea, en un importante
número de ayuntamientos de la isla139:
“El gobernador civil, señor Salgado,
confirmó a los periodistas las noticias que venían circulando sobre nuevos
nombramientos de los elementos que integraban las Comisiones gestoras de
Ayuntamientos y Cabildos. También se comprobó que serían cubiertas las vacantes
de concejales que existían en el Ayuntamiento de esta capital. ¿Qué significado
tenían los nombramientos que se estaban haciendo? En los primeros momentos pudo
producirse alguna confusión o alguna duda, pero bien pronto quedaron éstas
disipadas. Los nombramientos, que habrían de ser hechos ayer mismo con
anterioridad a la publicación en la «Gaceta de Madrid» del decreto de
disolución, señalaban claramente el rumbo de la política gubernamental, por lo
menos en lo que a Tenerife se refiere. Las visitas que hizo al Gobierno civil
el ex diputado a Cortes don Andrés Arroyo y González de Chaves, y los nombres
de los elementos designados para cubrir vacantes y desempeñar cargos, indicaban
la decisión del Gobierno de apoyar en esta provincia una política de
centro-derecha. Más de derecha que de centro, pues entre las personas
designadas figuran muchos actuantes de la Ceda”140.
138 Ibíd..., pp. 555-558.
139 En La Laguna, por ejemplo, fueron designados
concejales, para cubrir las vacantes existentes, Arturo Vergara Rodríguez, José
Hernández Abad y José Valcárcel y Benítez de Lugo, que habían formado parte de
los Ayuntamientos de la
Restauración y que estaban directamente vinculados a la gran
propiedad (La Tarde, 8 de enero de 1936, p. 8). En Fasnia fue
nombrado Alcalde el 15 de enero Genaro Esquivel Díaz, dirigente principal del
caciquismo en ese pueblo y agente del terrateniente Martín Rodríguez y
Díaz-Llanos (volvería a ser Alcalde-Presidente de la Comisión Gestora
el 20 de julio de 1936, dos días después del golpe de Estado militar). “Sigue
la destitución de Ayuntamientos republicanos en pleno período electoral. Etica
centrista. Ayer se hablaba de Granadilla, Candelaria, La Guancha y algunos pueblos
de La Palma. El
ex ministro de Industria, don Andrés Orozco, estuvo con este motivo ayer en el
Gobierno civil para hacer constar su protesta. Según de público se dice, al dar
posesión del delegado gubernativo de la Alcaldía de Candelaria a un famoso politiquero de
los tiempos antiguos, le dijo: - Ten cuidado, Gumersindo, no vayas a exagerar
la nota, que aunque te puedes figurar otra cosa no estamos en tiempos de la
monarquía” (La Tarde,
17 de enero de 1936, p. 1). “Nos dicen desde Arico que se ha dado poder a un
procurador de Madrid para interponer querella criminal ante el Tribunal Supremo
por los atropellos, destituciones y coacciones que se han realizado contra
aquel Ayuntamiento de elección popular en pleno período electoral” (La Tarde, 3 de febrero
de 1936, p. 8).
140 “El decreto de la disolución de Cortes y los
rumbos de la política provincial” (artículo editorial), La
Tarde,
8 de enero de 1936.
1201 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
La
generalización de esta antigua práctica canovista –desarrollada en todo el
país– dio lugar a la protesta de los partidos que estaban siendo postergados141. En un
telegrama remitido por Izquierda Republicana y publicado en la prensa se decía
que los métodos empleados recordaban a las prácticas caciquiles que
caracterizaron a la etapa de la
Restauración:
“El Comité provincial de Izquierda
Republicana ha dirigido el siguiente telegrama al presidente del Consejo de
Ministros y ministro de la
Gobernación:
«Respetuosa pero enérgicamente
sintiéndonos profundamente heridos en nuestros sentimientos republicanos
protestamos que destituidos Ayuntamientos y Cabildos insulares esta provincia
háyanse provisto vacantes con elementos más tradicionalmente monárquicos del
país a fin preparar elecciones pisoteando libertad de sufragio a estilo Romero
Robledo y hacemos extensiva esta protesta de actuación gobernador que instala
en corporaciones e instituciones de la República la más genuina representación de las
clases reaccionarias falseando anticipadamente resultado contienda electoral e
imposibilitando por mínima decencia política que los partidos republicanos
intervengan en la misma»”142.
La juventud del Partido
Republicano Tinerfeño sería otra de las organizaciones que también acude a la
prensa para denunciar las prácticas caciquiles que estaban utilizándose de cara
a las elecciones de febrero de 1936, olvidando que esas mismas prácticas se
habían usado ya con anterioridad (1933-1934) pero en su propio beneficio.
Ahora, sin embargo, se volvían contra ellos, preparándose así el inminente
fracaso electoral absoluto del partido radical de la isla, una vez que las
clases dominantes y los sectores populares se habían decantado ya
mayoritariamente por otras opciones políticas:
“Se hace difícil recordar en Tenerife
que vivimos en 1936 y en pleno régimen republicano. A tal turbiedad de
propósitos y a tal desenfado en las conductas asistimos. Nos llega de Madrid el
enviado de un Gobierno que encabezan hombres procedentes de la Monarquía, dispuestos a
emplear las mismas vergonzosas artes electorales con que llevaron al antiguo
régimen a su ruina y desaparición. E inmediatamente se tiran a voleo por los
balcones de edificios oficiales los derechos de los ciudadanos y las leyes de la República. Se
destituye y detiene a las autoridades administrativas en pleno período
electoral. Se persigue y se amenaza a los funcionarios. Se coacciona, se
atropella y se infama a los republicanos tinerfeños cuya honradez y categoría
moral están tan altas
141 “Madrid, 11- 10,25.- «El socialista» dice
en su número de esta mañana que mientras los republicanos y los socialistas se
acercan a la presidencia del gobierno en demanda de que se repongan los
Ayuntamientos populares, el ministro de la Gobernación se
produce, desconcertadamente, destituyendo los nuevos Municipios populares y
sustituyéndoles por comisiones gestoras, que, aunque parezca raro, proceden del
derechismo. Ello, continua diciendo, representa un reto y un desafío. En breve
plazo, todos los Municipios españoles estarán en poder de gestores. El
gobernador de Segovia, añade, ha citado a su despacho a veinte alcaldes para
recomendarles la candidatura ministerial. Se afirma que les dijo que con la
izquierda esperaba al país el caos, por la derecha la guerra civil y sólo por
el centro la salvación. Pregunta qué elecciones se preparan y qué clase de
precedentes se han ratificado. Cabe que se piense, termina diciendo, que vicios
de esta naturaleza llevaron a la monarquía a su tumba” (La Tarde, 11 de enero de
1936, p. 5). Véase, también, La
Tarde, 16 de enero de 1936, p. 5.
142 La
Tarde,
9 de enero de 1936.
1202 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
que
hay quien falto de cualidades tales, no puede acertar a comprenderlas. Pero no
es cosa para sorprender a nadie, cuando se ve el Poder de la República entregado a lo
más viejo y desacreditado de la política de la Monarquía que nunca
empleó procedimientos distintos y es incapaz de conducirse como un limpio
régimen republicano exige, cuando sólo nos falta asistir de nuevo a aquellos
viajes electorales de los buques de guerra, como en los buenos tiempos de estos
mismos hombres que ahora infaman a la República con el sólo intento de ejercer el Poder
en su nombre”143.
Y lo mismo hace unos días
después la dirección insular del Partido:
“El Consejo directivo del Partido
Republicano Tinerfeño ha dirigido a los señores Presidente del Consejo de
ministros y ministro de la
Gobernación, el siguiente telegrama: «Atropellos inusitados
costumbres políticas esta provincia vienen cometiéndose diariamente desde
Gobierno civil culminaron hoy encarcelamiento secretario Ayuntamiento, Guardia
municipal, Fiscal municipal caracterizados elementos republicanos pueblo Arico
por luchar contra política antiguos caciques monárquicos mismo pueblo
encuéntranse ahora apoyados gobernador, quien atropelló Ayuntamiento elección
popular, imponiendo alcalde gubernativo después de detener días pasados alcalde
propietario. Pretexto encarcelamiento haber vitoreado República grito
calificádose subversivo, que era respuesta vivas rey y monarquía habían lanzado
representante viejo caciquismo incrustado Gobierno civil. Ante tales desmanes
poder constituyen verdadera vergüenza, máxime cuando ejecútanse por autoridades
República hacemos más enérgica protesta, pedimos intervención Gobierno
evitación esta provincia republicana sea víctima tales desafueros harán lucha
política conviértase guerra entre cábilas indígenas. Régimen republicano
desacredítase hoy con apoyo Gobierno civil por mismos hombres desacreditaron
hundieron monarquía”144.
Entre las conversaciones
que el Gobernador civil sostiene con los individuos relevantes de la política
insular, como parte de los trabajos que se estaban llevando a cabo para preparar
las elecciones, figuraban la mayoría de los tradicionales jefes del
caciquismo rural tinerfeño, lo que indicaba que en las elecciones de febrero
habría que “forzar la máquina” si se quería obtener el triunfo electoral de los
candidatos ministeriales. Entre los que se reúnen con el Gobernador en aquellos
días se hallaban antiguos caciques monárquicos de la talla de Martín Rodríguez
y Díaz-Llanos, Benito Pérez Armas, José Domínguez Ramos, Isidoro Luz, Emilio
Gutiérrez Salazar, Estanislao de Torres Barroso, Rafael Machado Llarena, el
Marqués de Villafuerte y otros representantes destacados de la terratenencia
semifeudal145. Lejos de haber desaparecido totalmente de la escena
política republicana, los grandes caciques de antaño seguían teniendo voz y
voto en el nuevo régimen:
143 La
Tarde,
7 de febrero de 1936.
144 La
Tarde,
10 de febrero de 1936, p. 8. Para la protesta de Elfidio Alonso, en nombre de
Unión Republicana, véase La
Tarde, 10 de febrero de 1936, p. 1
145 Ibíd...
1203 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
“Con
motivo de la efervescencia electoral que se viene registrando en Tenerife y su
provincia, el Gobierno civil, estos días, se está viendo concurridísimo de
elementos políticos.
A dicho Centro oficial acuden
multitud de personas y comisionados de los pueblos de la isla, la mayoría de
los cuales son recibidos por el ex diputado a Cortes don Andrés de Arroyo y
González de Chaves, bien en el despacho del gobernador civil o en el salón de
recepciones.
Entre esos elementos de la política
insular, destacan los que durante la monarquía tuvieron una notoria
significación”146.
El recurso a la destitución
gubernativa y al nombramiento de concejales adictos al gobierno –utilizado
masivamente para intentar controlar los resultados electorales de febrero de
1936–, no era, sin embargo, ninguna novedad. De hecho, durante los cinco años
que duró la experiencia republicana, no existió, en la práctica, otra forma de
renovar las corporaciones municipales que no fuera la suspensión o destitución gubernativa
de los integrantes más incómodos de las mismas para sustituirlos por
otros adictos a la situación del turno147. Las cosas, en este sentido,
no habían cambiado mucho desde la Restauración. Un ejemplo nos lo proporciona en
1933 el Ayuntamiento de La
Matanza. Un mes después de la caída de Azaña –en septiembre–
y antes de que tuviesen lugar las elecciones a Cortes de noviembre fueron
destituidos por el nuevo Gobernador radical tres concejales del Partido Radical
Socialista, sustituyéndolos por otros del Partido Radical. La protesta elevada
al Ministro de la
Gobernación el 14 de octubre por el Comité provincial de los
radicalsocialistas decía:
“Protestamos respetuosamente ante V.E.
medida eminentemente caciquil que lesiona en lo más íntimo nuestro partido, al
par que constituye el comienzo de proyectada serie de atropellos a nuestros
derechos a intereses. No solamente han sido sustituidos ilegalmente tres
concejales sino que provocase sesión para elección cargos arbitrariamente,
finalidad eliminar Alcaldía a otro radical socialista. Unimos nuestra enérgica
protesta la petición de que dicho Gobernador sea trasladado o destituido, ya
que su conducta no merece confianza necesaria y obligada estos momentos”148.
En 1934 tuvieron lugar
nuevas destituciones gubernativas, modificándose la tendencia política de
algunos de los pocos Ayuntamientos de izquierdas que había en la isla. Tal fue
el caso de La Orotava
y del Puerto de la Cruz. En
la Orotava
fueron destituidos en 1934 el
146 La
Tarde,
1 de febrero de 1936, p. 5.
147 Dejamos, ahora, de lado las elecciones que
tuvieron lugar en 1933 para sustituir a las corporaciones que habían sido
designadas, en abril de 1931, por el artículo 29 de la ley electoral de 1907.
148 La contraprotesta, que se eleva al
Ministerio tres días después, se sustenta en que los “reclamantes que asaltaron
dirección pueblo sin méritos de edades ni materiales y que aún hoy cuando
tratase de reparar injusticias cometidas pretenden nombre justicia libertad que
jamás practicaron continuar mangoneando en Ayuntamiento sin haberlo conquistado
legítimamente si no debido al favor y gracia de un Gobernador” (AGA, Sección
Interior, Fondo Antiguo de Gobernación, Cuestiones Electorales, sig: 62/1).
1204 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife (1890-1936)
alcalde –el radical socialista Manuel González Pérez– y otros cuatro
concejales, siendo sustituidos por concejales interinos del partido radical,
uno de los cuales –Agustín Hernández y Hernández– resultaría elegido nuevo
Alcalde de la localidad. Con fecha 21 de agosto de 1934 remite el Gobernador
Civil de Canarias un telegrama al Ministro de la Gobernación, aclarando
la destitución de los concejales de La Orotava:
“Gobernador a
Ministro.
Nº. 98.- Tengo honor
contestar telegrama de V. E, número 278 relativo a nombramiento Concejales
interinos Ayuntamiento La
Orotava. Virtud expediente gubernativo decretado anterior
Gobernador Juez Instrucción ha procesado y suspendido cinco Concejales incluso
Alcalde supuesto delito malversación y prevaricación. Ante este hecho con otra
vacante de Concejal existía nombré seis interinos personas honorables todas
afiliadas al partido radical cuya lista nominal diéronme parlamentarios de
nuestro partido. La renovación Ayuntamiento diga cuanto quiera minoría
despechada firmante telegrama elevado a V.E. causado vivisima satisfacción; La Orotava respira ya verse
libre atropellos sujetos indeseables hacían odiosos ideales democráticos. Ese
Alcalde procesado y suspendido un día titulado socialista, después radical
socialista que tan puritano dícese, fue uno de los miembros más destacados de
la odiosa Dictadura y viajaba entonces haciendo obstentación del tartarinesco
carnet de afiliado Unión Patriótica. Con este detalle podrá juzgar claro
talento V. E. contextura moral firmantes telegrama protesta procesamiento y
suspensión ordenados no por mí sino dignísimo Juez Instrucción“149.
Con fecha 20 de agosto de
1934 se remite otro telegrama al Ministerio de la Gobernación firmado
por varios concejales “de elección popular” de La Orotava, protestando por
los nuevos nombramientos efectuados por el Gobernador radical:
“Entre nombrados
figuran caciques máximos, individuos hacen gala públicamente de fe monárquica.
Por buen nombre República creemos deben terminarse estas maniobras tan semejantes
Dictadura”150.
Lo mismo sucede en octubre
de 1934 –tras la insurrección de Asturias– con la corporación socialista del
Puerto de la Cruz,
una corporación que había sido democráticamente elegida un año antes, en los
comicios que tuvieron lugar en 1933 para sustituir a los concejales designados
en 1931 por el artículo 29151. Tras la destitución gubernativa, el Ayuntamiento
pasaría a manos de los radicales, partido que se había conformado en esta
localidad a partir de una de las principales facciones caciquiles de la Restauración
portuense. El nuevo Alcalde, Isidoro Luz Carpenter –hijo del cacique
149 AGA, Sección Interior, Fondo Antiguo de
Gobernación, Cuestiones Electorales, sig: 62/1 .
150 Ibíd...
151 El Ayuntamiento de El Puerto de la Cruz era el único de la
provincia que estaba compuesto totalmente por concejales socialistas.
1205 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
liberal
Melchor Luz y Lima– había ocupado ya ese cargo durante la dictadura de Primo de
Rivera y el gobierno de Berenguer:
“Gobierno civil a
ministro Gobernación:
Núm. 124.- Tengo honor
manifestar a V. E que en virtud expediente instruido en el cual se han
comprobado la marcada actuación socialista de los Concejales de Puerto de la Cruz, he decretado la
suspensión de la expresada Corporación habiéndose posesionado sin incidentes la Comisión gestora
nombrada, la cual la integran Radicales, dos Agrarios, un Independiente y un
Cedista. Así mismo y por iguales causas, he suspendido cinco concejales
socialistas del Ayuntamiento de Orotava, habiendo ordenado que se instruya
expediente al de Granadilla. Salúdale respetuosamente”152.
En otros lugares, tanto de
Tenerife como de otras islas de la provincia153, se produjeron también otras destituciones de
concejales socialistas, aprovechando la oleada represiva que se estaba
impulsando en toda España desde 1934 y, especialmente, tras el movimiento
insurreccional de octubre de ese año:
“Por disposición gubernativa han sido
destituidos los concejales socialistas del Ayuntamiento de esta Capital, don
Pedro García Cabrera y don José González Cabrera. También se ha adoptado igual
resolución con los concejales de los Ayuntamientos de Los Silos, Guía y
Granadilla”154.
En 1935 continuaban las
destituciones gubernativas de las corporaciones municipales de Tenerife, lo que
ocasionaba, a veces, problemas entre los mismos partidos que apoyaban al
gobierno de turno. En un telegrama remitido en marzo de 1935 por el Ministro de
Gobernación al Gobernador civil de la provincia, se dice:
Número 395.- “Recibo
de esa siguiente telegrama: «Gobernador Tenerife infringiendo normas seguidas
Península cordialidad entre elementos partidos forman Gobierno, nombró cuatro
concejales radicales Los Silos, prescindiendo Ceda y Agrarios, y recientemente
en Buenavista, previa suspensión, cinco concejales que constábanle
152 Telegrama remitido por el Gobernador Civil
de Santa Cruz de Tenerife al Ministerio de la Gobernación el 25 de
octubre de 1934. Posteriormente, el Gobernador Civil remite otro telegrama al
Ministerio, el 27-10-1934: “Gobernador civil a Ministro Gobernación y otros
destinatarios. Ruego V. E. rectifique tendenciosa información remitida a la
prensa de Madrid que afirma nueva Comisión gestora Ayuntamiento socialista
destituido por mí del Puerto de la
Cruz intégranla mayoría monarquicos. Filiación política
gestores nombrados por este Gobierno es la siguiente: Radicales once,
Independientes dos, Agrarios, dos, y Ceda uno. Total diez y seis. Salúdale
respetuosamente”. AGA, Sección Interior, Fondo Antiguo de Gobernación,
Cuestiones Electorales, sig: 62/1.
153 En La Gomera fueron destituidos los concejales
socialistas del Ayuntamiento de Vallehermoso, porque “resultó comprobado que
ocho concejales de aquél propalaron noticias alarmantes con motivo de los
pasados sucesos revolucionarios”. Los concejales depuestos fueron
sustituidos por elementos del partido radical (AGA, Sección Interior, Fondo
Antiguo de Gobernación, Cuestiones Electorales, sig: 62/1; La Tarde, 30 de octubre
de 1934, p. 7).
154 La
Tarde,
27 de octubre de 1934, p. 8.
1206 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
oficialmente son Ceda, nombra afectos partido Lara, designándose
alcalde presidente círculo republicano democrático. Protestamos atropello
esperando rectitud V. E. ordene reparación injusticia.- Estanga, presidente
Acción Popular».
Lo traslado a V.E. a
fin de que con la urgencia posible me informe acerca del particular. Le saludo”155.
En su contestación, el
Gobernador aclara su proceder al Ministro:
Número 10.-
“Contestando telegrama V. E. tengo honor manifestarle que nombramientos
Comisiones Gestoras Ayuntamientos tuve siempre presente partidos políticos
integran actual Gobierno dando participación equitativa como demostrélo pueblos
Orotava, Puerto Cruz, Tacoronte, Granadilla, etc. Respecto Buenavista,
Concejales suspensos fueron elegidos carácter radical socialista y
distinguiéronse proceder revolucionario tanto que Autoridad Militar cuando
estado de guerra encarceló a varios de dichos Concejales acusándolos de
promotores disturbios incluso agresiones Guardia Civil. Esos sujetos al
presumir iba a suspenderlos aprestaronse a afiliarse a Acción Popular burdo
juego que personas sensatas han censurado. De siete vacantes producidas después
de instruir expediente que contiene verdaderas monstruosidades y que pasaré al
Juzgado he cubierto cuatro dichas vacantes con elementos netamente radicales
como podrá demostrarlo Ministro Industria Sr. Orozco y Subsecretario Marina
Civil Sr. Marichal nada sospechosos como yo devoción lerrouxista. Reservo tres
vacantes partidos Acción Popular y Agraria y espero que me den nombres. Por más
que Acción Popular aquí hallase dividida modo truculento no sé
ciertamente quien representa ortodoxia dicho partido para el que guardo toda
lealtad”156.
La renacida práctica
canovista de la destitución gubernativa de las corporaciones hostiles al
gobierno de turno sería, también, criticada –antes incluso de las destituciones
de octubre de 1934– por el republicano de izquierda y afamado periodista y
literato Luis Rodríguez Figueroa. En un artículo titulado “Exégesis política”
afirma el portuense, con su clásico seudónimo Guillón Barrús:
“Y todo esto sin contar con la
persecución de los Ayuntamientos izquierdistas por gobernadores de medio pelo,
chafandines y de mestiza genealogía o de republicanismo ingerido a última hora,
mejor dispuestos a favorecer las exigencias rurales y pueblerinas de los
tránsfugas de la derrocada Monarquía, que a poner de relieve, en proceso de
revisión, sus desenfadados y lucrativos chanchullos del tiempo pasado.
No vaya a creerse, por esto, que se
defiende el «placet» incondicional en pro de las corporaciones izquierdistas;
al contrario, es preciso que ellas sean modelo de ejemplaridad y de honradez
administrativa; pero lo que no puede admitirse en la ley del embudo, no que se
convierta el viejo y socorrido sistema del caciquismo político de
tiempos anteriores para quitar y poner Ayuntamientos, en método infalible para
saciar ambiciones partidistas y preparar, violando la autonomía municipal,
tinglados electorales. Esto conduce a la depravación de las costumbres
políticas y convierte a los gobernadores en correveidiles de las fracciones
turnantes en el Poder. Cuando las izquierdas gobernaron, que yo
155 Telegrama del Ministro de Gobernación al
Gobernador Civil de Santa Cruz de Tenerife, 25 de marzo de 1935, AGA, Sección
Interior, Fondo Antiguo de Gobernación, Cuestiones electorales, sig: 62/1.
156 Telegrama del Gobernador Civil de Santa Cruz
de Tenerife al Ministro de Gobernación, 25 de marzo de 1935, AGA, Sección
Interior, Fondo Antiguo de Gobernación, Cuestiones electorales, sig: 62/1.
1207 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
recuerde,
no se despertó en ellas, contra los municipios compuestos por radicales – en
realidad y en su mayor parte por residuos del viejo régimen– esa fobia con
que ahora persiguen éstos a los que no se someten al criterio absorbente,
exclusivista y poco concorde con los principios democráticos que les
caracteriza”157.
Tras las elecciones de
febrero de 1936 y la inmediata constitución de un gobierno republicano de
izquierda, volvieron las destituciones de Ayuntamientos y Cabildo, pero esta
vez en sentido inverso a las que habían tenido lugar con anterioridad. Los suspendidos
eran ahora los concejales de la derecha, siendo sustituidos por otros
interinos de filiación socialista o izquierdista158. A los pocos
días de tomar posesión de su cargo, en marzo de 1936, el nuevo Gobernador
–Manuel Vázquez Moro– nombraba nuevas comisiones gestoras, tanto en el Cabildo
Insular como en muchos de los Ayuntamientos de la isla: Santa Cruz de Tenerife,
el Rosario, Adeje, Tegueste, Realejo-Alto, Realejo-Bajo, etc.159.
Este recurso generalizado
durante la etapa republicana a la destitución de corporaciones hostiles al
gobierno de turno –en lugar de haberse puesto en práctica un sistema
democrático de renovación política de las instituciones, mediante el sufragio
libre de los ciudadanos– es, sin lugar a dudas, uno de los elementos que permiten
establecer cierta línea de continuidad entre la etapa de la Restauración y la
etapa de la República:
“no se hubiese podido imaginar un régimen más afín al de la Restauración que el
de la República”160.
Para continuar investigando
los demás elementos de continuidad entre los dos regímenes habría que
profundizar, así mismo, en la naturaleza de los partidos políticos. Ya vimos en
un epígrafe anterior de este mismo capítulo como los partidos en la etapa
republicana continuaban marcados por las mismas características que habían
definido a los partidos de la
Restauración, una idea en la que coincidían, tanto Miguel de
157 Guillón Barrús, “Exégesis política”, La Tarde, 17 de abril de
1934, p. 8
158 La
Tarde,
11 de marzo de 1936, p. 4.
159 La
Tarde,
18 de marzo de 1936, p. 8. Los nuevos miembros de la comisión gestora del
Cabildo fueron:
Fernando
Arozena (Unión Republicana), Matías Molina (Unión Republicana), Lucas Martín
Espino (Unión Republicana), Manuel Bethencourt del Río (Partido socialista),
Lucio Illada (Partido Socialista), Antonio García Ossorio (Izquierda
Republicana), Salvador Díaz Ferreira (Izquierda Republicana), Francisco Rivero
Barrios (Izquierda Republicana), José Pérez Trujillo (La Tarde, 28 de febrero
de 1936, p. 8). La constitución de la nueva Corporación tuvo lugar el 2 de
marzo de 1936, resultando elegido como Presidente Fernando Arozena Quintero y
como Vicepresidente Manuel Bethencourt del Río (La Tarde, 3 de marzo de
1936, p. 7).
160 AGUADO, E., La República,
último disfraz de la Restauración,
op. cit., p. 164. La convocatoria de elecciones municipales para el mes de
abril de 1936 (La Tarde,
26-3-1936, p. 2) tampoco tuvo la suerte de su lado, siendo posteriormente
suspendidas (La Tarde,
6-4-1936, p. 4) por los avatares de la situación política nacional (destitución
de Alcalá Zamora).
1208 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
Unamuno,
como Ortega y Gasset y José Díaz Fernández. Sin lugar a dudas, se trata de un
tema que habría que investigar a fondo, pero no queremos dejar pasar la
oportunidad de presentar ahora algún testimonio referente a Tenerife que, de
momento, nos permitiría poner en cuestión la idea que frecuentemente tenemos
sobre la naturaleza “moderna” de tales partidos en la etapa republicana. En un
periódico republicano de esta isla se publicaba en 1931 un artículo que, bajo
el título de “Disciplina, más disciplina”, se hacía la siguiente reflexión:
“Puede decirse que en Tenerife no ha
habido partidos políticos organizados de forma tal, que hayan ejercido acción
en toda la Isla. El
caciquismo y el poder personal imposibilitaron a la democracia, para que se
extendiera y actuara. Después de diez años de ostracismo en la vida ciudadana, este
resurgir de ahora, tenía un poco de espejismo y el entusiasmo con que se
actuaba, agrandó la realidad, dando una sensación inexacta de conciencia
liberal, que desgraciadamente no tiene todavía nuestro cuerpo electoral y lo
que es más grave, ni siquiera nuestros partidos políticos.
Como no somos nosotros prensa
silenciadora, que calla lo que no pudiera convenir, tenemos que declarar, dando
con ello en el eje del problema, que los partidos políticos de Tenerife se
encuentran todavía faltos de cohesión y de disciplina, y que si los
dirigentes de ellos, no actúan sobre la masa, dando sensación de unidad, la
anarquía será la dominante en nuestra política.
En la mayoría de los pueblos, se ha
vivido subyugados por el cacique, y careciéndose de conciencia y de ciudadanía,
se ingresa ahora en los partidos con el mismo espíritu con que antes se iba al
despacho del jefe político. Actualmente, hay comités de partidos que militan
en ellos, por el solo hecho de disfrutar el radio de acción del Poder. En
las elecciones, estos comités, no han cumplido exactamente las órdenes de los
organismos directores.
Con este relajamiento y ductilidad en
los principios, es imposible constituir una fuerza democrática con utilidad y
rendimiento para el país.
De las agrupaciones políticas de la Isla, solamente dos, merecen
mención; por ser las únicas con categoría de partido: El Socialista y el
Partido Republicano Tinerfeño. Los candidatos no pertenecientes a estos
sectores, actuaban con un personalismo mandado a retirar de la moderna vida
pública.
Lo ocurrido en ambos partidos
demuestra claramente cual es nuestra tesis.
Los socialistas, que aparentaban una
perfecta disciplina, que estaban sujetos para cualquier decisión a las
orientaciones que marcaran sus agrupaciones, sus asambleas y hasta sus
consultas en Madrid, dan un espectáculo lamentable, que puede comprometer
gravemente su pujante organización. En pueblos, votan a un solo candidato, en
otros, cuatro y en algunos, donde mayor es su influencia, suprimen a uno de los
acordados por el Partido.
En cuanto al Partido Republicano; el
hecho de que un miembro de su Directorio figure en candidatura contraria a la
de su Partido y esto, promueve interpretaciones equívocas, que han dado lugar a
duda, por la vaguedad con que se desautorizaron y lo poco escrupuloso que
fueron algunos comités, que no acataron exactamente las órdenes de la
dirección, merecen una censura.
Hay que tener en cuenta que esta
lucha no ha sido dura, por que casi no han existido los enemigos; pero los
Partidos políticos tendrán que expulsar de su seno, actos que son contrarios a
su mecanismo, que es quien garantiza su existencia.
Disciplina férrea, que es lo único
que salva a la democracia”161.
161 Proa, nº 14, 4 de junio de 1931, p. 5.
1209 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
Tras
leer este testimonio –y tras valorar la repercusión que tuvo, sin duda, la
fuerte infiltración de las viejas banderías caciquiles en los nuevos partidos
republicanos desde el primer momento del régimen– nos preguntamos: ¿hasta qué
punto los partidos políticos tinerfeños de la República se
convirtieron en auténticas formas de organización política “modernas”, propias
de las democracias burguesas occidentales, y hasta qué punto no fueron sino las
nuevas formas mediante las cuales los mismos caciques de antaño
continuaron disfrutando del “radio de acción del Poder”? Por los abundantes
testimonios que en este capítulo se han presentado sabemos que, indudablemente,
los caciques continuaron ejerciendo como caciques una vez incorporados a las
nuevas organizaciones. Ciertamente, la falsificación electoral –aquellos
índices de participación del 98% que se daban durante la Restauración en
muchos pueblos– se redujo en cierta medida –no totalmente–, lo que no significa
que las elecciones se convirtieran, de repente, en privilegiado barómetro de la
voluntad popular162. Si los caciques continuaron siendo dueños de los
principales recursos económicos de las localidades rurales, los campesinos
continuaron sometidos a la misma servidumbre de antaño, y muchos pueblos
siguieron siendo, en gran medida, aquellos burgos podridos que habían
sido en épocas pasadas163. La incorporación de los antiguos caciques rurales a
los nuevos partidos republicanos no tuvo como resultado la conversión de los
caciques en políticos “modernos”; convirtió a unos partidos supuestamente
“modernos” en organizaciones caciquiles, como bien advirtió Unamuno cuando
afirma que “los partidos en España no son más que instrumentos de la
organización del caciquismo”164. Como dice el refrán, dime con quién andas y te
diré quién eres.
Y lo mismo que nos
preguntamos en relación a los partidos podríamos preguntarnos con respecto a
las nuevas instituciones republicanas: ¿en qué medida fueron los Ayuntamientos
162 Según Cabrera Acosta, “el fraude
electoral está, pues, presente en las cuatro elecciones a Cortes que se
celebran durante este período en las Canarias Occidentales”, aunque “la
dimensión alcanzada no llega nunca a los extremos propios de la Restauración” (CABRERA ACOSTA, M. Á., Las elecciones a Cortes
durante la II República
en las Canarias occidentales, op. cit., pp. 91-93). Por su parte, Agustín
Millares da cuenta de la continuidad de las “tropelías” que seguían teniendo
lugar en las elecciones celebradas en algunos pueblos de Gran Canaria: rotura
de urnas, detenciones de apoderados, introducción de papeletas, etc. (MILLARES CANTERO, A., “Los caciques «republicanos» en Gran
Canaria (1931-1936)”, op. cit.).
163 Decía Azaña que “las elecciones
purísimas, donde «el personal» -como dicen- vota rigurosamente, suelen ser las
más falsas; prueban que la sumisión es profunda” (AZAÑA, M., “Caciquismo y democracia”, op. cit.).
164 Coincidimos con Townson cuando exponía que
la política de los partidos –él se refería específicamente al Partido Radical
pero nosotros lo extenderíamos también a las demás organizaciones- debía
examinarse “no tanto por su retórica y propaganda cuanto por la realidad de
su ejercicio cotidiano del poder” (TOWNSON, N.,
“«Una República para todos los españoles»: el Partido Radical en el poder,
1933-1935”, 1994, p. 198).
1210 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
y
Cabildos insulares capaces de transformarse en eficaces instrumentos para el
desarrollo de la actividad política y administrativa de las Islas, superando
así la existencia lánguida y, en muchas ocasiones, meramente testimonial que
caracterizó a estas instituciones en los años de la Restauración?165.
La politización creciente
de la sociedad insular en esta etapa histórica es un hecho incuestionable. Sin
embargo, el republicano de Tacoronte Antonio Dorta publica desde Madrid en 1932
un artículo en el que, bajo el título de “Indiferencia”, presenta una visión de
la realidad política de la
Tenerife –sin duda, unilateral–, que contrasta con la imagen
habitual de una isla plena y conscientemente incorporada a los mecanismos de la
política democrático burguesa:
“Es ya un tópico, pero todavía sigue
siendo una verdad –¡todavía!– la indiferencia de los pueblos de Canarias hacia
lo que sigue llamando la política. Refiriéndome a Tenerife puedo repetir una
conclusión de reciente editorial de un diario tinerfeño: nuestros partidos
políticos están vacíos de emoción insular. Mientras esto ocurre se
malgastan discusiones sobre si los grupos políticos de las islas deben
adherirse o no a tal o cual partido nacional. Mientras no se logre vencer la
indiferencia de los tinerfeños, y los pueblos de la isla –desde la capital al
más pequeño núcleo habitado– no intervengan decididamente, sin intermediarios
ni tutores, haciendo que sus aspiraciones y sus angustias ejerzan su influencia
en la orientación de la política, ésta será una falsificación y no será ni
siquiera política insular. No hay unidad en la política de Tenerife. Se deja
que cada pueblo, sin una labor a realizar en el conjunto tinerfeño, viva una
vida pobre, en rencores aldeanos, sujetos a la inspiración del caciquillo de
turno, a sus humores y veleidades”166.
Continuando con los
testimonios relativos a la deficiente o inadecuada estructuración de los
partidos políticos durante la etapa Republicana, vemos que, en un artículo
editorial publicado por La
Tarde en 1934, se llega a añorar la antigua
estructuración política que el sistema caciquil proporcionaba a los territorios
que conformaban el
165 En un artículo publicado por el periodista
e historiador Fernández Almagro se dice: “No puede haber Estado sano y
fuerte sin una buena articulación de sus piezas locales, entre otras razones,
porque es en los Ayuntamientos donde se hace más directamente visible la
eficacia de la organización nacional. El Ayuntamiento es el más claro exponente
de la realidad de un país, y lo que acaso sea tolerable en el área nacional de
un Estado, se hace insufrible en el reducido espacio de un Municipio. Por ahí
hay que empezar toda obra de Gobierno y buena administración. La primera resultante
sería darle vida –vida de verdad- a las provincias, que constituyen hoy un
concepto mucho más teórico en los «Boletines oficiales» que práctico y
eficiente. Un estudio analítico de las actuaciones de las Comisiones gestoras
no nos llevaría a satisfactorias conclusiones. Y he aquí en las Comisiones
gestoras, otra razón en pro de un ordenamiento nuevo que acabe con lo
transitorio, empírico o insuficiente” (FERNÁNDEZ ALMAGRO, M., “Hacia un nuevo régimen local”, La Tarde, 13 de abril de
1934, p. 1). En un artículo reciente sobre el Ayuntamiento de Santa Cruz de
Tenerife durante la etapa republicana se constata una vez más el
“languidecimiento de la vida municipal”, languidecimiento que el autor explica
por la crítica situación económica del consistorio capitalino (YANES MESA, J. A., “El Ayuntamiento de Santa Cruz de
Tenerife durante la II
República: continuismo, involución y languidecimiento hasta
el triunfo del Frente Popular”, Museo Canario, Las Palmas de Gran
Canaria. En Prensa).
166 La
Tarde,
16 de noviembre de 1932, p. 1.
1211 Tercera parte: La política semifeudal. El
caciquismo (1890-1936)
Estado
(“entre los caciques, tal vez se pueda llegar a la conclusión de que era
mayor el número de los buenos que el de los malos”), planteándose que, una
vez desarticulado ese sistema, las regiones, provincias y comarcas habían
quedado sin una adecuada conexión con las instituciones nacionales. Los
partidos políticos republicanos, “desdibujados entre los residuos de una
organización sin más base política que un vago ideal y entre los arrastres
originados por elementos de acarreo”, no habrían sido capaces de realizar
esta labor de conexión de las regiones con el centro; “y ahora están las
regiones, provincias y comarcas sin órgano adecuado de enlace con los poderes nacionales”.
Era necesario, pues, “dar forma y contenido a las organizaciones políticas,
única manera de que se nutra convenientemente el régimen y de que las
provincias encuentren un fácil y lógico acomodo dentro de él”, para lo que
resultaba indispensable que se dotara a todos los territorios del Estado “de
órganos adecuados para la normalización de su vida política, base de todo
desenvolvimiento económico y cultural”167. Decía Antonio Maura en 1901 –ya lo hemos mencionado–
que “si se operase el milagro del instantáneo aniquilamiento, digamos una
volatilización de la oligarquía de caciques, desde el encumbrado gobernante
hasta el amo de la más ignorada aldea, hallaríase España en la anarquía con el
pleno significado de esta palabra. Porque todos los órganos legítimos de su
vida política están atrofiados o inertes”. Ya hemos visto que los caciques
no se volatilizaron, ni mucho menos, en la etapa republicana, pero sí es cierto
que debieron abandonar sus antiguas formas de organización para integrarse en
los nuevos partidos republicanos. ¿Fueron capaces los nuevos partidos y las
nuevas instituciones republicanas de sustituir eficazmente –mirado desde la
perspectiva de las clases dominantes– la anterior forma de vertebración estatal
que se desarrollaba mediante los tradicionales mecanismos caciquiles de
representación política? Se trata, sin duda, de cuestiones de mucho interés que
desbordan por completo las posibilidades de este trabajo, ya de por sí,
extenso. Aún así, no queríamos dejar de apuntarlas con la idea de estimular,
quizás, futuras investigaciones.
167 “Necesaria
reorganización de los partidos políticos”, La Tarde, 15 de marzo de 1934.
1212 Caciquismo y cuestión agraria en Tenerife
(1890-1936)
TABLA 158.- COMISIONES GESTORAS DEL CABILDO INSULAR DE TENERIFE
(1931-1936)
COMISIÓN GESTORA DE 1931-1933 Maximino Acea Perdomo
|
Presidente
|
Sebastián Castro Díaz
|
Vicepresidente
|
Tomás de Armas Quintero
|
Gestor
|
Francisco Rivero Barrios
|
Gestor
|
Vicente Marrero González
|
Gestor
|
Vicente Marrero González
|
Gestor
|
Domingo Luis González
|
Gestor
|
Martín Pérez Trujillo
|
Gestor
|
Pedro García Cabrera
|
Gestor
|
Matías Molina Hernández
|
Gestor
|
Rafael J. Calzadilla y Dugour
|
Gestor
|
Camilo Padrón Bethencourt
|
Gestor
|
Fernando Franquet Solé
|
Gestor
|
Lucas Martín Espino
|
Gestor
(desde 1933)
|
(José Manuel Rodríguez Acevedo. rodriguezacevedo.wordpress.com/.../caciquismo-y-cuestion-agraria-en-te...)