lunes, 7 de julio de 2014

Reflexiones 2




1839 octubre 20.
Hace 174 años, el periódico de la capital tinerfeña El Conservador volvía a dar vueltas al tema de la emigración de los habitantes de las Islas, aportando datos bastante significativos, sobre este hecho, de la primera mitad del siglo XIX, así como causas y motivos.
 Con la serie Reflexiones históricas de la Emigración Canaria la revista digital de Cultura Canaria BienMeSabe.org quiere animar a la reflexión actual con textos, igualmente reflexivos, relacionados con la histórica emigración de canarias y canarios a lo largo del tiempo, especialmente la del siglo XIX a América. La intención, así, no es otra que despertar la conciencia histórica, como solemos hacerlo en estas páginas, con una perspectiva crítica vivificada desde el presente para dar con posibles y mejoradas respuestas en nuestro futuro próximo o lejano. Porque a nadie se le escapa la famosa fuga de cerebros (mejor llamar fuga de personas directamente) de jóvenes y no tan jóvenes de Canarias a otras partes del mundo actual que no encuentran un lugar propicio en esta tierra para crear su vida desde el pueblo y la familia que les ha visto crecer.
 No añadiremos reflexiones teóricas ni históricas de bulto, sino las necesarias para presentar diversos textos que hablan por sí solos, y en un lenguaje (en algunos casos adaptado a nuestra norma lingüística actual) directo que se entiende sin mayor dificultad; no sólo por la accesibilidad más o menos clara del registro utilizado, sino más bien y sobre todo por las posibles analogías con el presente que nos duele y que lloramos en buena medida. Algunas de las afirmaciones que podrán leer, en este y en posteriores rescates, se presentarán ante nuestra conciencia como asombrosas actualísimas ideas que en nuestros días también expresamos ante estos fenómenos humanos que se suceden en el mundo insular. En este sentido, se tornan valiosísimos estos escritos hoy históricos pero que fueron tembloroso presente, tantas veces doloroso, en el instante en que fueron dados a la luz en nuestros medios de información del XIX.
Santa Cruz 20 de Octubre de 1839
Sabemos que el Gobierno de S. M., movido por diversas exposiciones, ha decretado y hecho las más estrechas prevenciones a todas las Autoridades de la Provincia, para evitar o contener la emigración de los naturales de estas Islas, y como esta disposición debemos calificarla de un perjuicio trascendental, justo será que, para conseguir su modificación, dediquemos algunas columnas de nuestro periódico.

Es un principio reconocido por los mejores economistas que la población es siempre proporcionada a los medios de subsistencia, y aunque la opinión de estos Sabios no fuera bastante para convencernos, la experiencia, como se demostrará, ha de comprobar aún más aquel axioma.
 Diversas observaciones practicadas con el objeto de preparar este trabajo, han dado por resultado que en general la emigración es hoy mayor en cada una de las Islas que forman esta Provincia por el orden siguiente: Fuerteventura, Lanzarote, Tenerife, Canaria [Gran Canaria], Hierro, Palma y Gomera, guardando la proporción general de 1 por 103 almas.
 Vamos pues a examinar ahora cuál ha sido y es su población; el aumento que ésta ha tenido en los 35 años desde 1802 a 1837; y si los medios de subsistencia guardan la misma proporción, reservándonos para otra ocasión continuar estas observaciones con más datos.

La población general de las Islas ha sido y es aproximadamente la que sigue.

Año de 1802.................................... 184.516 almas
1837..................................... 243.234
 Vemos pues la progresión ascendente de la población y ella nos concede naturalmente a deducir la necesidad de la emigración, necesidad tan imperiosa que no hay poder que la evite, mucho más cuando todos los días escasean los medios de ocupación y subsistencia.
 No es preciso que nos remontemos a épocas lejanas para comprobar este extremo, pues en nuestros años y tiempos muy recientes lo hallamos justificado. Entre los diversos artículos que constituían la principal riqueza del país, la barrilla, el vino y el aguardiente eran los de mayor utilidad; pero sea que los extranjeros hayan podido surtir sus mercados con los de otros países, más cómodos en su precio, o que en los suyos hayan aclimatado la producción, ello es que cuando no hace muchos años la barrilla se vendía en las Islas a 150 rs. vn. quintal, y el vino a 1.200 pipa, hoy la primera escasamente se beneficia a 22 rs. 17 mrs. vn. y el segundo a 400.

Hemos hallado ya una causa, pero no la única pues es y muy grande la escasez de producciones agrícolas que por efecto de la sequedad de los inviernos se ha experimentado y que ha reducido islas enteras a la mayor miseria. Juzgamos también como una de mucha influencia lo poco repartida que se halla la propiedad, exclusiva en alguna de las Canarias de un corto número de familias; así es que la parte más numerosa de su población, que ocupa sólo el lugar de jornaleros o medianeros, no hayan recompensa alguna en sus trabajos y tienen por necesidad que buscar en otros países un jornal que, aunque adquirido a fuerza del sudor de su rostro, les proporciona alimento y aun permite hacer pequeños ahorros.
 Es pues una necesidad absoluta la emigración, y el quererla contener es desconocer los principios naturales, único móvil que induce a ella. Bien cierto será que cuando los isleños hallen en su país medios de subsistencia, no se expondrá a buscarla en otra parte, corriendo los peligros de una larga navegación y los trabajos a ella consiguientes. Búsqueseles ocupación, ya empleándolos en la construcción de caminos aquí tan malos y escasos; ya destinándolos a la explotación de aguas, tan abundantes en casi todas las Islas, que por descuido se pierden en las entrañas de la tierra y cuya falta no contribuye poco a nuestra miseria; ya protegiendo nuestra agricultura tan descuidada, y entonces se evitará la emigración. De otro modo, sin conseguir el objeto, no se alcanza más que proporcionar medios de especulación a ciertas clases, que prevalidas de los obstáculos hacen más lucrativas sus expediciones.
 Preciso es también que tratemos, aunque ligeramente, algo acerca del medio adoptado por el Gobierno para contener como dice la emigración. Por Real Orden del 16 de abril último se previno que todo capitán de buque que quisiese llevar pasajeros a nuestros puertos de Las Antillas deba precisamente depositar la cantidad de 400.000 rs. vn. en metálico. El Gobierno ignora que aquí hay muy pocos que puedan depositar esta exorbitante suma, siendo muchos los buques de estas Islas empleados en el transporte de pasajeros a América; y ¿qué sería de nuestra pobre marina mercantil si tal orden fuese exactamente cumplida? Estaría ya arruinada, porque ni hay abundancia de producciones que extraer, ni consumos considerables para importar: sería este el último golpe que sepultaría en la miseria del país, que sólo de este modo puede equilibrarse y que aún reporta bienes que quizá no han estado al alcance de los que quisieron alarmar al Gobierno con falsas suposiciones. Uno sólo de estos emigrados que retorne a las Islas trae a ellas más riqueza que la que pueden producir 100 si se evitase, y este hecho lo reconocemos por experiencia y vemos siempre que llega algún buque de nuestras Américas.
 El Excmo. Sr. Gefe Político ha representado a S. M. acerca del particular y la Diputación Provincial tenemos entendido tratar de hacerlo. Estas exposiciones deben ser apoyadas por los Diputados de la Provincia, pues son de un interés considerable a su felicidad, trabajando por conseguir que en vez de ser entorpecida la emigración, se libre a estos naturales de ciertas trabas que en el tiempo se indicarán.
 (El Conservador, nº 18, 20 de octubre de 1839. Este medio se puede consultar en la fundamental página de la ULPGC Jable. Archivo de Prensa Digital)
(El Conservador/ Redacción BienMeSabe. Publicado en el número 474 )


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