sábado, 5 de julio de 2014

La Emigración Canaria A América: ¿Qué Era El Tributo De Sangre?




El Tributo de Sangre fue otra estrategia más que favoreció a la Corona, a las oligarquías y a las burguesías isleñas a base de exportar hacia América mano de obra campesina pobre de Canarias, y así de paso evitar peligrosas tensiones sociales en nuestro archipiélago.
Tras una larga época de prosperidad, de crecimiento económico y demográfico, la época dorada de las exportaciones de vino malvasía, en la segunda mitad del S. XVII la economía isleña mostraba signos manifiestos de crisis. El detonante lo encontramos en la independencia de Portugal de la corona castellana en 1648, cayendo dicho país en el área de influencia inglesa, lo que hace que decaiga el comercio de vino con Europa y las colonias inglesas, pues las actas de navegación británicas restringen el comercio sólo a Madeira y Azores (Islas atlánticas portuguesas).
 La crisis se tradujo en un endurecimiento de las condiciones de vida de los viñateros y del conjunto de la población isleña. La isla más afectada, dada la estrecha dependencia de la cotización de sus caldos, va a ser Tenerife, que se va a convertir desde entonces en la más azotada por las corrientes migratorias, hasta el punto de asumir ella sola el 70% de las emigraciones canarias a América de la época.
 La crisis se agravó por la presión ejercida sobre la tierra y la propiedad del agua por parte de los grandes propietarios, encareciéndose los productos de primera necesidad. Todo ello va a propiciar que asistamos a una época de muchas tensiones y estallidos sociales que favorecieron la emigración hacia América. Si a todo ello le unimos la existencia de malas cosechas y sequías, se puede entender el cambio de actitud que se apreciaba en las clases pudientes canarias para reconducir su depauperada población hacia la emigración como válvula de escape de las tensiones sociales.
Las clases dominantes canarias eran conscientes de lo fundamental que era para sus intereses la continuidad del tráfico mercantil con América. Este traía consigo la importación de plata originada en parte por el trabajo de nuestros emigrantes y en parte por la venta de nuestros vinos y aguardientes y de la introducción ilegal de tejidos y manufacturas europeas. Era fundamental para equilibrar nuestra balanza de pagos y muy especialmente para servir de aliciente y rentabilidad la exportación de nuestros vinos a Inglaterra y otros países para llenar los barcos a su regreso. La demanda canaria era netamente insuficiente para la reducida capacidad de compra de nuestras islas.
 El comercio canario americano era, pues, vital por el flujo de dinero que proporcionaba a las islas. Era un motor de enriquecimiento para las elites insulares que invertían en él por los elevados dividendos que proporcionaba. Una rentabilidad que se reavivaba por el lento pero paulatino crecimiento económico experimentado por los territorios americanos con los que Canarias tenía permitido comerciar (Venezuela, Cuba, Santo Domingo).
 Se va a dar un hecho que va a significar un verdadero cambio cualitativo en el fenómeno migratorio canario a América, consistiendo en la ocupación de la isla de Jamaica por los ingleses en 1.655, así como la expansión francesa en la isla de Santo Domingo. Castilla (referencia a la corona Castellana) hasta ese momento había acabado con los frágiles enclaves que existieran en el Caribe para evitar el contrabando, pero estas ocupaciones hacían alterar los planes y pasar a potenciar el poblamiento y colonización de las Antillas, pues de lo contrario peligraba su dominio en la zona y, por ende, el comercio con los puertos de Méjico y el Perú.
 Por otra parte, la oligarquía canaria vio una estupenda oportunidad para sacar ventajas de dicho acontecimiento, y acabar de una vez con la fama de tráfico o comercio ilegal que se realizaba con América. Así la estrategia consistió en el poblamiento con isleños de las Antillas y territorios de cuestionada soberanía como el Río de la Plata (Argentina).
 En 1672, mediante una Real Cédula se prorrogaba por cuatro años la permisión canaria de comercio con las Indias, reduciendo su volumen a 600 toneladas y eximía el pago del impuesto de la avería a los navieros que trasladasen a 5 familias, de 5 miembros, por cada 100 tn. Exportadas, compaginando y ligando desde entonces los intereses mercantiles de las clases dominantes insulares a la política poblacionista de la Corona Castellana.
 La Real Cédula de 1.678 fue punto de partida de lo que se ha dado en llamar el "Tributo de sangre", la obligación de poblar los territorios deshabitados de América por parte de los canarios a cambio de mantener su comercio privilegiado, 50 familias por cada 100 toneladas. Las mil toneladas quedaron consagradas hasta el libre comercio con América en 1675, rigiendo el comercio canario americano.
 La Corona limitó el comercio canario a las zonas más pobres de América (Antillas españolas, Yucatán y Venezuela) que se encontraban alejadas de los grandes centros mineros (Perú y Méjico), no siendo muy rentables para el paso de navíos peninsulares. Pero también es cierto que con el paso del tiempo, de manera lenta pero progresiva, irán experimentando cierto crecimiento económico, mayor en Cuba y Venezuela que en el resto de los territorios. Su cada vez mayor rentabilidad mercantil a medida que avanza el Siglo XVII beneficiaría al comercio canario, dado la presencia en sus puertos, haciendo que la Corona y la burguesía comercial peninsular tomen conciencia de la rentabilidad que Venezuela y Cuba ofrecían. A partir de entonces trataron de controlar el comercio a través de instrumentos como el Estanco de Tabaco (donde el Estado se reservaba su monopolio) o de Compañías Privilegiadas como La Habana o la Guipuzcoana de Caracas.
 A niveles legales el tributo de sangre no se puede considerar como obligatorio, por cuanto los comerciantes canarios se eximían de la obligación de llevar familias pagando un impuesto. Estas emigraban voluntariamente, aunque en ocasiones se denunció que se empleaban medios coactivos por parte de los Capitanes Generales (máxima autoridad en las islas en esos momentos). Los emigrantes eran personas pobres, sin recursos económicos y en muchos casos sin contactos familiares en América, tenían la posibilidad de embarcar sin pagar el pasaje, siendo gratificados por la Corona con 400 o 500 reales para hacer frente a los gastos de salida y manutención en los primeros meses; asimismo también se le concedían tierras, semillas y aperos de labranza para su puesta en explotación.

La población dejaba de emigrar cuando no encontraba alicientes. La emigración a América promovida por la Corona, el llamado tributo de sangre, no puede ser considerado únicamente desde la perspectiva de un impuesto cobrado a los comerciantes canarios por gozar de un régimen privilegiado. Todo ello responde a causas más complejas. El transporte de familias fue un negocio para los comerciantes canarios en la medida que no sólo se embarcaban las familias sometidas al impuesto, sino otras muchas, cuyo pasaje era pagado por la Corona. Además los comerciantes obtenían privilegios para realizar travesías o aumentar el tonelaje de sus buques.
(Tomado de:  file:///C:/Documents%20and%20Settings/Edu/Escritorio/La%20Emigraci%C3%B3n%20Canaria%20A%20Am%C3%A9rica%20%20%C2%BFQu%C3%A9%20Era%20El%20Tributo%20De%20Sangre.htm)

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