martes, 10 de septiembre de 2013

YACIMIENTOS DE LA HUESA-TELDE






Las Huesas del Guiniguada, Huesa Bermeja y Alto de las Huesas, en San Bartolomé de Tirajana, que se unen, entre otros más, al que posiblemente sea uno de los yacimientos más extraños del elenco insular, el de que da nombre a una montaña y un barrio incluido: Las Huesas, en Telde, y que aparenta una especie de búnquer prehispánico labrado en la toba volcánica y con una gran cueva artificial que se abre al mundo en, ya es casualidad, cuatro puertas, exactamente el mismo número que ostenta el más famoso yacimiento de Cuatro Puertas que, para más enjundia, se encuentra justo enfrente de su lado sur, visible y vigilantes uno del otro, en la llamada Montaña Bermeja.

Abel Galindo es arqueólogo, de la empresa Arqueocanarias. Sostiene que "los indígenas construían de forma aleatoria", por lo que este caso viene a subrayar la rareza de estos parecidos razonables. "El cuadrado" que forma el recinto, "las mismas cuatro puertas idénticas a las que tiene enfrente y las dimensiones incluso son muy similares, todo, en su morfología y modelo constructivo, con cuevas alrededor de los laterales que sirvieron como hábitat", y ya para rematar, el nombre, que podría significar su utilización como "un punto de depósitos funerarios".

Galindo invita a hacer un ejercicio de extrapolación a su vecina de enfrente, también en una montaña "privilegiada, con una significación importante que pudo ser un lugar de depósito para nobles, guaires o personajes destacados de la cultura indígena". No considera, a vista de guirre, que tanta casualidad sea producto de un hecho aleatorio.

En cualquier caso es teoría. La cueva de Las Huesas no se ha excavado, y sus referencias son apenas retales que no dan para conclusiones definitivas. Tras la entrada de los europeos el recinto fue reutilizado como redil por los pastores, que perimetraron el conjunto con un muro levantado al estilo compadre que no pasará a la historia de los muros. A principios de este siglo, en 2000, se solicitó al Cabildo que pusiera orden entre tanta cabra y oveja estabulada dentro, coincidiendo con la primera campaña de limpieza en los yacimientos en Telde.

Salieron los animales pero entraron personas, que tomaron el lugar como cuartos de fortuna. Hoy es un rebumbio de bidones oxidados en su exterior, maderas llenas de clavos, hierros, tarecos variopintos..., formando un desastre poco recomendable en un lugar que es de titularidad privada. La ley obliga de manera expresa a los propietarios a hacerse cargo del mantenimiento y conservación de los bienes de este tipo que se encuentren dentro de sus lindes, pero lo habitual es hacer caso omiso del precepto.

Dentro de la única cueva de cuatro cancelas el pavimento es un alicatado de cagarruta aplastada por los años, aliñado de restos de hogueras, alguna manta, y poco más, casi limpio en comparación con el exterior.

En cualquier caso el arqueólogo destaca el valor de estas estructuras y la enmarca en una vega, la de Telde, que ostenta nada menos que 105 yacimientos arqueológicos, y que en realidad suponen unos 200 sitios, dado que muchos de ellos permanecen agrupados en uno solo, como ocurre en Tara, por poner un ejemplo. De ahí la complejidad de alguno de ellos, con un faicanato que se erigió allí por motivos económicos precisos: "su riqueza natural y agrícola".


"Los indígenas de Gran Canaria", ilustra Abel Galindo, "protagonizan la única cultura de las siete islas canarias que practicaban la agricultura de regadío. En Cruz de Jerez y en el barranco de Silva existe un conjunto de acequias catalogadas y una cisterna, indicios que se unen a crónicas que detallan estas prácticas culturales recogidas por Abreu Galindo o Torriani, éste último con unas letras dedicadas a este abigarrado Telde: "Pero, volviendo a esta pequeña ciudad", escribe el ingeniero italiano en su Descripción e historia del reino de las Islas Canarias, del año 1591, "está en un llano, a dos millas de distancia de la costa del mar que mira hacia Oriente. A sus espaldas y por parte del sur, a algunas millas de distancia, tiene la montaña, que, con su horizonte limpio y sereno, ofrece a la vista un panorama de grandísima amenidad, y envía hacia abajo las frescas ventoleras de un céfiro extremadamente templado que allí sopla; de modo que su continuada quietud parece ser la verdadera paz de los elementos y la antigua felicidad que los poetas cuentan de estos campos".

Añade Torriani que la feracidad de las tierras era de tal calibre que se produjo un exceso de población en la isla que llevó a los antiguos canarios a ordenar el infanticidio de los primogénitos, una aberración que según el ingeniero fue castigada con la peste, un extremo difícilmente verificable.

Pero que en cualquier caso sí que es constatable que la vega teldense, y su privilegiada situación, no fue un descubrimiento único de los antiguos pobladores sino también de los europeos que los conquistaron a fuego, y que a lo largo de los cinco siglos siguientes se asentaron como hicieron los primeros habitantes creando un patrimonio histórico a la altura del lugar y que a día de hoy se salda con nada menos que 900 bienes etnográficos a cada cual de mayor valor, muchos de ellos propios de las prácticas agrícolas que siguieron a las primeras infraestructuras, como la noria de Jinámar y el enorme tinglado hidráulico de cantoneras y estanques para dar riego a los masivos cultivos de la uva, la caña de azúcar y posteriormente el plátano, todo ello continuación de las acequias y cisternas anteriores a los castellanos. De la misma manera que la riqueza agrícola crea esos bienes hoy a la vista, materializados en la basílica de San Juan o el barrio de San Francisco, de igual manera y respetando las distancias existía en la Telde prehispánica un complejo acervo cultural del que Cuevas de Las Huesas, como su gemela Cuatro Puertas, son emblema de aquél pasado.

Urge, por tanto, entenderlo, explorarlo, conservarlo, antes de que la frágil toba volcánica de este fortín excavado en el mismísimo cono de la montaña desaparezca como tantos otros tesoros.

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