martes, 3 de septiembre de 2013

Cómo combatir la carraspera




Es muy frecuente, sobre todo como consecuencia de un resfriado o una gripe, padecer el desagradable fenómeno de la carraspera, es decir, la acumulación de secreciones persistentes (también llamadas flemas) en el área otorrinolaringológica.
Estas secreciones se acumulan a menudo en las cuerdas vocales y nos obligan a carraspear para aclararnos la voz y, a veces, incluso hasta a escupir con frecuencia, lo que supone un inconveniente en la vida social.
 Generalmente se trata de una molestia que desaparece en unos días, aunque también es posible que se prolongue y que nos las tengamos que ver y desear para librarnos de ella. Hasta se puede convertir en una dolencia crónica y constituir un auténtico problema para la salud, que en principio no es grave, pero que puede acabar provocando un estrés permanente, a la vez fisiológico y psicológico, que nos fastidia la vida. Hay que hacer todo lo posible para eliminarlo.
Ante todo, hay que alegrarse de tener flemas, ya que son la primera línea de defensa que tiene nuestro organismo y demuestran que nuestro sistema inmunitario funciona. Estas secreciones las produce nuestro organismo precisamente para neutralizar y expulsar las bacterias, los virus, el polvo o las moléculas indeseables que nos invaden.

Si las flemas persisten durante varias semanas, o incluso meses, es la prueba de que podríamos estar bajo la amenaza de una infección o un contagio permanente del que nos estarían protegiendo. En ese caso, lo que debe hacer es buscar la causa, que podría estar reactivándose de forma constante en su entorno (por ejemplo, en el lugar de trabajo o en los transportes que utiliza a diario).

Primer culpable: el aire acondicionado

Hoy en día, y más en estas fechas, una de las causas más frecuentes de estas agresiones son los aparatos de aire acondicionado. No ya sólo por los violentos enfriamientos que pueden provocar, sino porque además pueden hacer que prolifere y se propague la legionela, una bacteria que genera patologías respiratorias con distintos grados de gravedad.

El nombre de la legionela (Legionella pneumophila) proviene de una grave epidemia de neumonía que se produjo en 1976 en una convención de legionarios norteamericanos en la que todos se contagiaron de esta bacteria, difundida en la atmósfera mediante un sistema de climatización infectado. A la enfermedad se la llamó legionelosis.

Por suerte, existen diferentes especies de esta bacteria, y no todas son tan patógenas como aquella de la que fueron víctimas los veteranos norteamericanos. Es innegable que las personas vulnerables pueden verse afectadas por estas agresiones bacterianas si se exponen a ellas en ciertos lugares públicos climatizados (transportes colectivos, tiendas, salas de espectáculos, supermercados, etc.), sobre todo si se quedan un rato junto a una salida de aire y éste las alcanza directamente.
Por tanto, lo primero que hay que hacer es protegerse de estas situaciones y evitar la proximidad a las bocas de salida del aire, que muy a menudo funcionan con circuitos cerrados sin renovación del aire.
En España existe legislación muy estricta que obliga a las empresas a garantizar el correcto estado de mantenimiento, limpieza y desinfección de las instalaciones susceptibles de originar legionelosis (como las que tienen equipos de refrigeración o sistemas de depuración de agua climatizada como los spas, piscinas, etc.). Pero dado que no hay año en que no se produzcan brotes de legionela (en restaurantes, hospitales, universidades…) no está de más que usted sepa cómo tomar medidas para protegerse.

Así, por ejemplo, cuando haga mucho calor y entre en un supermercado ligero de ropa, no debe detenerse mucho rato ante el frío que proviene de las neveras de carnes y lácteos. Aunque resulta agradable momentáneamente, más adelante puede ser muy dañino si al efecto de enfriamiento se le añade uno contaminante.
No olvide que nadamos constantemente en un océano de bacterias. La mayor parte son inocuas, por no hablar de las que nos son útiles. En cuanto a las patógenas, lo más habitual es que logremos mantenerlas a raya, no sólo gracias a nuestro sistema inmunitario, sino principalmente por nuestra temperatura de 37°, que impide que proliferen.

Por este motivo, cuando sobreviene un enfriamiento brusco al cuerpo, las bacterias enseguida tienen la oportunidad de multiplicarse… y no se privan de hacerlo. Todos sabemos que hay que evitar enfriarse, pero a veces se nos olvida tomar las precauciones necesarias, sobre todo cuando hace mucho calor.
Y es que cuando el calor aprieta es lógico ir en busca lugares frescos. Antes de que existiese el aire acondicionado, los enfriamientos eran más leves y no entrañaban un gran riesgo. Pero ya no es así, y con los aires acondicionados a toda potencia, se producen cambios de temperatura demasiado bruscos.
Si usted padece un problema de flemas persistentes o incluso crónicas, y no se debe a un resfriado, lo primero es identificar el origen del problema. Si proviene de su entorno profesional, y en particular de un sistema de aire acondicionado, es totalmente necesario que se proteja, alejándose del aparato de salida del aire.
Conozco a una persona que se encontraba en esta situación y que, tras hablarlo en su empresa y cambiar de sitio, consiguió que se acabaran sus problemas de salud.

Posibilidades terapéuticas

Una vez tomadas las precauciones contra posibles contaminaciones, conviene eliminar los agentes patógenos que nos han invadido y fortalecer el sistema inmunitario. Le recomiendo los dos mejores agentes: el cloruro de magnesio y la vitamina C en altas dosis (al menos 3 gramos al día). Es preferible la vitamina C en su forma natural (acerola), pero al no encontrarse lo bastante concentrada, se debe completar con pastillas efervescentes de vitamina C sintética. El organismo elimina la vitamina C en dos horas, por lo que ese debería ser el tiempo que deje pasar entre dos tomas.

Linus Pauling (Premio Nobel de Química de 1954) recomendó la vitamina C en dosis altas como remedio estrella contra el resfriado e incluso para prevenir el cáncer, lo que le costó las burlas del personal médico norteamericano. Todo por un sencillo motivo: nadie podía enriquecerse ni llevar una carrera prestigiosa con la vitamina C, que abunda en numerosos vegetales.
El cloruro de magnesio se puede adquirir en farmacias, parafarmacias y herbolarios en forma de comprimidos solubles.
Su uso se debe al profesor Delbet, eminente cirujano que durante la Primera Guerra Mundial descubrió las virtudes terapéuticas del magnesio, que siempre aconsejó en forma de cloruro. Según el profesor Delbet, la carencia de magnesio de los cultivos en agricultura intensiva (carencia que se transmite a los alimentos) es en gran medida responsable del debilitamiento de nuestro sistema inmunitario y, por tanto, de la persistencia de enfermedades infecciosas crónicas e incluso de la aparición de cáncer.

Para combatir las flemas persistentes también resulta eficaz tomar dos o tres veces al día, y al menos una vez antes de acostarse, una tisana de salvia real, que deberá dejar reposar un tiempo y endulzar con miel. También es útil el propóleo. Ni que decir tiene que el consumo de tabaco favorece las flemas y que además destruye la vitamina C. Si usted es fumador, por su bien y por el de su familia, intente dejar el tabaco definitivamente. Es un hábito pésimo y suicida.

Pierre Lance
Escritor, periodista y filósofo. Autor de una veintena de libros.



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