martes, 24 de septiembre de 2013

CAPÍTULO XXXII –VII




EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1711-1720 

CAPÍTULO XXXII –VII  





Eduardo Pedro García Rodríguez


1718 Febrero 22.
Era aquel un año fecundo en motines alzamientos populares contra las tropelías cometidas en la colonia por los empleados de la metrópoli y los criollos de servicio. La
pacífica isla de Esero (El Hierro) se había también conmovido con la publicación de una real orden, expedida para establecer un nuevo derecho de entrada sobre sus importaciones. El 22 de febrero (1718) subleváronse los bimbaches (herreños,) presentando a su alcalde mayor, don José Magdaleno, un memorial pidiendo: "Que se aceptase el nuevo impuesto de entrada, pero con la condición de que la isla quedase libre de los derechos de quintos que pagaba a sus señores". Pagábanse, en efecto, estos quintos, como en otras ocasiones, desde los tiempos de los Herreras y Perazas.

El alcalde, de acuerdo con los solicitantes, decretó la abolición del derecho de quintos, mandando "que no se llevasen más derechos que el seis por ciento de las aduanas reales y que el quintador del señorío no se entrometiese en el aforo". Este acuerdo, dictado por persona incompetente, dio lugar a que el sacerdote de la secta católica don Bartolomé García del Castillo, beneficiado de aquella parroquia y persona muy ilustrada y adicta al conde, desaprobara esta conducta y se opusiera a la ejecución de aquel decreto, lo que fue bastante para que se le atropellara y redujese a prisión. El conde, que en aquel tiempo era Juan Bautista de Herrera, IX Conde de La Gomera y IV Marques de Adeje, entonces, como señor de la isla, auxiliado por el capitán general y virrey de la colonia, Landaeta, mandó que se volviera a cobrar el derecho de quintos, cuya resolución produjo nuevos alborotos entre sus súbditos, hasta el punto de que el conde se vio obligado a suspender toda cuestión que con los quintos se relacionara y mandó que sólo se aforara el seis por ciento perteneciente a la Corona


1718 Febrero 25.
Otro nuevo conflicto surgió en este mismo año en La Orotava. El 25 de febrero apareció, al amanecer, un cartel anónimo pidiendo hubiese cárcel en la villa, que no se permitiese extraer expedientes ni procesos de aquella jurisdicción, que se construyese una fuente y que se repartiese el vino en las tabernas con más equidad. Estas peticiones,
cualquiera que fuese su importancia, parecía que no debían producir perturbación alguna; pero los que deseaban provocar conflictos no permitieron que tuviese una solución tan pacífica, sino que se apresuraron a convocar una asamblea general, en la que arengó al pueblo el vicario foráneo don Juan Delgado Temudo, acordándose en ella adicionar la anterior solicitud con los artículos siguientes: Primero, que se reintegrase la alhóndiga, porque debiendo tener en su almacén dos mil fanegas de trigo, sólo tenía catorce. Segundo, que el cabildo de La Laguna hiciese entrega a La Orotava de los propios pertenecientes a aquel distrito. Tercero, que se repartiese el vino en las tabernas sin intervención de la justicia. Cuarto, que se recogiese el agua sobrante en un depósito. Quinto, que lo que de ella y de los propios se recaudase se destinara a la construcción de un puerto y fábrica de una cárcel, un hospital y una parroquia. Mientras se deliberaba sobre estos particulares y se nombraban comisiones para obtener su realización, el pueblo, amotinado ya, se vuelve a reunir tumultuosamente en la noche del 1° de abril y, acaudillado por un ayudante de milicias, toca a rebato y, en número de más de 1.500 personas, corre a las casas del alcalde mayor don Antonio Pérez de León y Bolaños sin encontrarle, amenaza al alférez mayor de la isla don Francisco de Valcárcel y se derrama al amanecer por las caletas del puerto, tala las víñas, derriba casas, corta árboles, arranca mojones y declara, por su propia autoridad, que aquellos terrenos le pertenecían como baldíos del municipio

Este alzamiento terminó con la entrada del general en la villa, a la cabeza de los regimientos de Güímar y del Realejo, el restablecimiento del orden y el arresto de algunos de los principales alzados, reintegrando en el mando al alcalde Bolaños.

Tan repetidas alarmas, aunque atenuadas por la distancia, llamaron al fin la atención del gobierno de la metrópoli que, deseando conocer sus verdaderas causas envió al mariscal de campo don José Antonio de Chaves, gobernador que era de Alicante, acompañado de un intendente, nuevo empleo que venía a desempeñar don Juan Antonio de Ceballos. Llegaron ambos a Las Palmas el Chaves a Tenerife y puso al intendente en posesión de su destino, confiándole la administración de la hacienda pública y sin que tampoco se advirtiese alteración alguna en la colonia, no dudando informar al rey que los alzamientos del Hierro y La Orotava no tenían relación alguna con la fidelidad que habían jurado a su Corona, fidelidad que permanecía inalterable. En efecto, las asonadas que habían tenido lugar en la colonia, y las que iban a seguir, no llevaban envuelta ninguna amenaza a la dinastía de Borbónica ni a la integridad de la colonia canaria.

Cuestiones eran simplemente locales, producto de particulares circunstancias y de la excesiva susceptibilidad de los colonizados isleños. (A. Millares, 1977

1718 Octubre 26. Nace en Eguerew n Chinech (La Laguna-Tenerife)  el criollo Antonio Eduardo y Villarreal personaje destacado por su cultura y como hombre de acción arquitecto constructor y piloto en la carrera de indias, Sargento Mayor de las Milicias Canarias. Hijo de Don Santiago Eduardo comerciante irlandés que se estableció en dicha localidad castellanizando su verdadero apellido Edwards y Doña Ana María de Roo y Villarreal.

Estudió en la Universidad de San Agustín de los frailes de la orden de Los Ermitaños y que fue foco de la preilustración canaria. Navegó en diversas ocasiones hacia América como piloto en su buque “Santiago”. Este personaje no intervino directamente en la construcción del templo de Santa Ana en Winiwuada pero se convirtió en una gran influencia para su hermano D. Diego y le recomendó a D. Patricio que sería el brazo derecho de ambos.

Nos encontramos con otra conexión entre la colonia de Canarias, América e Irlanda con este personaje que viaja en varias ocasiones al nuevo mundo donde pudo tomar contacto con la masonería y más aún en uno interesado en el mundo de los constructores. Hijo de un oriundo de la isla celta y residente en Canarias quizás ya su padre había tenido sus contactos con el mundo de las logias. Además aunque no del todo convencidos seguimos empeñados en la conexión francesa ya que no podemos negar que su sombra está en todo este asunto. Nos referimos al hecho de las ideas ilustradas afrancesadas de las que hace gala tanto D. Antonio y sobre todo su hermano D. Diego que, a su vez, tiene relación como veremos con personajes cercanos a la masonería o presuntos masones y el hecho de que tras la muerte de D. Patricio el maestro de obras, que había sido la mano derecha de ambos hermanos, se encargó de acabar la obra en La Orotava nos pone de nuevo ante los mismos ejes de conexión y vuelve a convertir este triangulo geográfico en un cuadrado

1719. Por los meses de verano fondearon en Igueste de San Andrés dos buques corsarios de su graciosa majestad Británica, que es probable estuviesen operando sin ordenes pues ya la guerra entre ingleses y españoles se había concluido.
 
Habían apresado una embarcación que hacía la travesía de Añazu (Santa Cruz) a Winiwuada (Las Palmas) y querían quedarse con ella, para lo cual decidieron aligerar la carga y echaron a tierra a los tripulantes y viajeros prisioneros, los cuales al no ser gentes importantes por las que se pudiese pedir suculentos rescates les servían de estorbo. Estos mismos piratas habían apresado meses atrás a unos barcos cargados con trigo para la isla, dejándola prácticamente desabastecida.

1719.
La expulsión del factor Navarro, acción que el gobierno de la metrópoli atribuía a la complicidad del general Landaeta, fue, la causa principal de su relevo, motivando el viaje de Chaves y la instalación de Ceballos en el nuevo empleo de intendente de la colonia. Retirado aquél a su gobierno de Alicante en abril de 1719, le reemplazó  Juan de Mur y Aguirre, que había llegado a Winiwuada (Las Palmas) en marzo del mismo año y el cual no tardó mucho tiempo en tener serios encuentros con Ceballos que obligaron a este funcionario a dirigir al rey de la metrópoli fechado en Añazu n Chinet (Santa Cruz de Tenerife) con fecha de 16 de enero de 1720, un memorial, en cuyo documento exponía "que por estas experimentadas y continuas desazones que, cuando no embaracen enteramente hacer el servicio, dilatan la más breve ejecución y exponen a competencias impertinentes, me veo precisado a representar a V .M. y repetir el medio que se me ha ofrecido más proporcionado para obviar estas instancias, el apartar de esta isla al capitán general, por ser el que con sus comercios ocasiona estas displicencias, nacidas de lo que llevo expresado, por sus abusos y lo que dio motivo a vivir en ella a los capitanes generales fue el tener la superintendencia de todas las rentas, dejando con
este pretexto de vivir en la isla de Canaria. Donde está la Rel Audiencia de que son presidentes, y siendo más proporcionada por este respecto a la habitación en aquella isla, donde reside también el tribunal de la Inquisición y está la iglesia catedral, no será extraño se le mande pase a ella el actual capitán general, para que él y sus sucesores autoricen aquel tribunal y tengan con la custodia y resguardo que se necesita la isla y ciudad, por estar más expuesta a invasiones de enemigos que, en otras ocasiones, se ha experimentado por lo acomodado de sus playas en los desembarcos" .

Los abusos que en la percepción de los derechos de aduanas y en la renta de tabacos se observaban, así en Chinech (Tenerife) como en Tamaránt (Canaria) y Benahuare (La Palma,) se hallaban tan profundamente arraigados y los patrocinaba de tal modo el clero católico, la nobleza y el mismo general, que no era empresa fácil corregirlos, ni menos intentar su completa desaparición, sin exponerse a luchas continuas y peligrosas con los que ocultamente sostenían tales fraudes y concusiones, prometiendo a sus autores una criminal impunidad.

En esta situación se encontraba el intendente, cuando sobrevino una ridícula cuestión sobre el tratamiento de excelencia que exígia  Mur y Ceballos le negaba, envenenando de este modo unas relaciones que ya eran por sí mismas muy duras y violentas. No faltó luego ocasión para que este odio, acumulado en el corazón de ambas autoridades coloniales, hallara medio de manifestarse. Veamos cómo esto sucedió.

En la mañana del 19 de junio de 1720 se divulgó en Añazu (Santa Cruz) la noticia de que había sido arrestada y conducida a la cárcel una joven esclava de Ceballos que mantenía un idilio con un guanche de Guímar, posiblemente con unos parámetros morales muy diferentes a la falsa moral judeo-cristiana practicada por los fanáticos españoles, esta joven guanche era sin embargo, muy festejada por el pueblo.

El intendente inducido por su mujer, sin tener derecho para ello, fue el autor de aquella injusta prisión y que, no contento con tan arbitraria medida, había dispuesto sacarla a la vergüenza pública, atándola a la reja de la misma prisión. No fueron necesarias más explicaciones para que se amotinase el pueblo posiblemente inducidos por algunos clérigos católicos, agolpándose a la puerta de la casa de Ceballos, principiara a apedrear sus ventanas, hiriéndole gravemente en la cabeza con un tenike  que casualmente le alcanzó. Asustado con esta repentina agresión y temiendo que se repitiera, escribió al general, que se hallaba en Eguerew (La Laguna,) diciéndole estas palabras: "Estoy herido y ya V .E. estará contento". Mientras subía el mensajero con este billete, los alzados, sin encontrar dique a su rabia ataqua y creciendo su audacia con la ausencia de las autoridades coloniales, derribó las puertas, invadió la casa y apoderándose del  funcionario, le derribaron en tierra, le golpearon y, por último, le dieron  de puñaladas, arrastrando su cadáver por las calles en medio de  gritos y  mutilaciones. Cuando tan desagradable escena había concluido, bajó el general Juan de Mur y Aguirre, de Eguerew (La Laguna) y, al ver aquel espectáculo, fingió estar sobrecogido de terror y queriendo alejar de su persona toda sospecha de complicidad, habiendo sido precisamente el uno de los solapados impulsores del alzamiento, mandó inmediatamente instruir procesos, llenar las cárceles de presos, abreviar términos legales y, sin dar descanso a los jueces, declarar culpables a doce de los alzados cuyas sen-tencias aprobó, siendo condenados a morir todos en la horca y negándoles hasta el recurso de apelación. Efectivamente, a los ocho días de haberse consumado el ajusticiamiento de Ceballos, esto es, en la mañana del 26 de junio, fueron colgados de las troneras del castillo de San Cristóbal, durando cuatro horas la ejecución y quedando los doce cadáveres expuestos a la vista de la consternada villa.

No contento con esto, el general envió a presidio y a galeras un número considerable de procesados, confundiendo los culpables con los inocentes, mientras las personas sensatas acusaban secretamente a Mur de haber sido el principal instigador de aquel funesto atentado. (A. Millares T. 1977)

1719. Moya, Tamaránt (G. Canaria). El vecindario desea expulsar, al teniente de cura y al mayordomo, por estar descontentos con los mismos.

1719. Tirajana, Tamaránt (G. Canaria). El pueblo se alza contra el alcalde de aguas Fernando Quevedo, por los abusos cometidos en los vecinos.

1719. En paz  ingleses y españoles  desde hacia años, dos navíos de esa nacionalidad apresaron a un barco que iba de Chinech (Tenerife) a Tamaránt (Gran Canaria) .Se quedaron con el navío y su carga y al pasaje lo abandonaron en la costa norte de Chinech (Tenerife). El 7 de Septiembre  intentaron apoderarse de un Bergantín anclado en el Puerto Mequínez (Puerto de la Cruz). Abandonaron tal propósito ante los disparos de la fortaleza del puerto, el Castillo de San Felipe.

1719 Diciembre 7. Los alzamientos y movimientos sociales en lucha contra los abusos y aberraciones cometidas por los colonos y criollos dominantes, ha sido una constante en la colonia desde los primeros momentos del establecimiento en Canarias de los invasores europeos. En estos movimientos no se incluyen otras formas o actitudes de protesta que adoptan el pasquín como medio de expresión del malestar u oposición, casi siempre de tipo personal, contra un alcalde, emleado de la metrópoli  o propietario. En  la oposición del vecindario de Telde hacia el alcalde real don Juan de la Abadía se tradujo en un pasquín que apareció en la mañana del 7 de diciembre en la puerta de la casa donde se hospedaba el oidor Román Meléndez, comisionado para apaciguar el motín de los vecinos de Agüimes, y que decía:

“Juramos y perjuramos por nuestro Dios del altar
que a don Juan del Abadía lo han de llevar
a enterrar en la cola de un caballo si lo traen a
este Lugar, si no lo quieren creer hagan la prue-
ba y verán si los diablos tienen boda este mes
de Navidad”.

 1720. Teguise, Titoreygatra (Lanzarote). Al intentar imponer la Aduana el almojarife Manzaneda, el pueblo se rebela contra el gobernador de la isla.

1720. Betancuria, Erbania (Fuerteventura). Como consecuencia de la terrible hambruna que padecen los vecinos, estos deciden secuestrar el arca de quintos (los fondos de los impuestos).

1720. Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife). El pueblo Añazero se alza contra las arbitrariedades del intedente Cevallos y su mujer, alentado el motín de manera indirecta, por el capitán general, quien después mandó a colgar de las almenas del castillo de S. Cristóbal a varios de los amotinados y condenó a otros a galeras.

1720. La Vega, Tamaránt (G. Canaria). El alcalde real y regidor perpetuo don Blas Carvajal, extorsionaba y injuriaba continuamente a los vecinos, a quienes además acosaba con multas injustas, situación que motivó el amotinamiento.

1720. La represión llevada a cabo por la fuerzas de ocupación españolas en la colonia canaria durante la “pacificación” de los alzamientos, y el castigo desmesurado o condena impuestos a los participantes considerados reos tras la elaboración de la correspondiente sumaria llevadas a cabo siempre por empleados españoles. El inconveniente en cuantificarlas radica en el hecho de que para algunos casos sólo se dispone de simples referencias documentales, mientras que para otros no se conserva el expediente completo o se han perdido los libros de sentencias o autos expedidos por la Audiencia o por los corregidores y alcaldes mayores u ordinarios. Parece que hasta las primeras décadas del siglo XVIII lo característico era la ausencia de castigo a los participantes en los conflictos. La Audiencia en 1720 justifica este hecho por el temor a que los demás pueblos hagan causa común con el sublevado, añadiendo que a veces se decreta el envío a galeras de los culpables pero se les llevaba a Chinech (Tenerife) y lo más que se podía hacer con ellos era enviarlos en familias a las colonias españolas en América. Salvo las penas de muerte en los casos de sangre (Añazu-Santa Cruz en 1720), lo corriente era el envío de los condenados a galeras, presidios del continente, destierros fuera de la isla, prisión y condena económica consistente en el pago de multas y en las costas causadas.

Conforme avanza el siglo XVIII se observa cómo junto a la indeterminación de la pena (podía variar de la primera a la segunda instancia), el sistema penitenciario también aparece caracterizado por el criterio utilitario en función del cual los reos eran destinados a uno u otro establecimiento penal o trabajo. ¿Qué posibilidades se daban?

En primer lugar, el internamiento en los presidios del continente o Filipinas (en el XIX en el de Santa Cruz), en los arsenales del Ferrol o Cádiz y en las minas de azogue de Almadén. En segundo lugar, eran consideraciones militares (guerras) las que urgían el envío de reclusos a galeras o a los regimientos. Las guerras de la metrópoli con Francia, Inglaterra, etc. determinan el envío de muchos reos a los campos de batalla. En tercero y último lugar, también se dio en Canarias otro modo estrictamente económico de entender la utilidad derivable del trabajo del penado: son los condenados a trabajos u obras públicas. (Vicente J. Suárez Grimón; 1991)

1720.  llegaban veinte familias canarias a Puerto Rico obedeciendo a la nueva reglamentación impuesta por la metrópoli; la afluencia continúa a lo largo de diez años hasta completar un total de 176 familias.

Dentro de la política de reformas dieciochescas, no sólo la modernización de los ejércitos españoles y de la armada, el cambio del cuadro político administrativo,  en la metrópoli, erección de apostadores y presidios, etc., sino también la implantación de nuevas fundaciones para poner en cultivo tierras descolonizadas como las de Sierra Morena en España, y en América las que jalonarán los límites con Francia y Gran Bretaña. La sangre canaria servirá de mucho en esta siembra, realizada desde Montevideo a San Antonio de Béjar. Se proyecta y realiza algo similar a lo hecho con la emigración oficial azoriana dirigida hacia Rio Grande do Sul, a Maranahao y Río de Janeiro.

No se olvidan los antiguos escenarios. Ahora hay más gente implicada en el fenómeno. Las causas y consecuencias de la emigración siguen siendo más o menos las mismas, con matices y algunas novedades. Si las opiniones de diversas procedencias son válidas, he aquí por qué en el siglo XVIII los canarios se ven obligados a abndonar sus pueblos:

1) Posibilidad de embarcar fácilmente.
2) Miseria de la tierra.
3) Existencia de mayorazgos, vinculaciones, capellanías y manos muertas.
4) Ausencia de capitales que invertir en la mejora de las tierras.
5) Facilidad para conceder licencias de embarque por parte de las autoridades coloniales.
6) En el caso concreto del clero, que también emigra, se aduce que marcha en busca de más altos niveles de vida, en busca de destinos o para realizar estudios superiores.
7) Exceso de población. Y aquí la paradoja de siempre: el exceso de gente origina un aumento de la miseria; por la presión demográfica la gente se va; al irse falta mano laboral. Y vuelta ala paradoja: esta sangría, este sacrificio, era esgrimido para obtener beneficios o atenciones de la metrópoli. Salir, irse, era una solución para la gente. La emigración constituía un mérito, un mal y un bien o solución. (Francisco Morales Padrón)

1720. El primer poblamiento canario de fines del siglo XVII en América es Río Piedras en Puerto Rico con 20 familias canarias trasladadas por Juan Fernández Franco de Medina a cambio del Gobierno de la isla. Entre 1720 y 1730 fueron trasladadas por la Corona financiado en parte su traslado con el pago de los pasajes por los navieros 176 familias con un total de 882 personas. Originó un cambio radical en la demografía insular. En 1729 alcanzó 4.570 habitantes y en 1750 14.027.
 
Se distribuyen en los primeros arribos por el actual Humacao, pero el establecimiento inicial de 1722 fracasa. Mayor proyección alcanzan los asentados por Loíza, Bayamón y el Toa. Esa creciente concentración posibilita la fundación en 1745 de Toa Baja, seguida en 1751 por el de la Alta. En ambos es decisiva la participación colonizadora de los canarios hasta el punto de se le da el culto a la Candelaria y se realiza, como ha pervivido hasta la actualidad ,la representación de la aparición de la Virgen a los primitivos habitantes de las islas. Otra región en que fue notorio su influjo fue la de la costa oeste desde Aguada a Cabo Rojo.

  1720. Carta ( Incloncusa) del hijo de Barcárcel desde La Habana (1713-1720) 
 Hermano y Muy Sr. Mio
  Ya podras considerar la pena con qe. estare de la desgrasiada notisia de la muerte de mi madre (qe. Ds. aya) pues te aseguro qe. los exsesivos travaxos qe. e pasado desde qe. me aparte de la amable compañia de la difunta mi madre, y hermanos, no igualan un rrasgo a la pesadumbre con qe. me hallo de esta triste notisia, pues solo io puedo desir, lo qe. es, la falta de una madre, pues te aseguro con toda ingenuidad qe. quando me bi prisionero, herido, y sin tener qe comer se me dava casi nada, pr. qe. desia como Ds. me de vida hire onde mi madre, pero aora qe. sera de mi no tengo animo de acavar esto, ni de ponderar como estan mis oxos solo dire qe. Ds. la tenga en su Sta. Gloria y nos de vida para qe. hagamos bien pr. su Alma =
Rvi. tu carta en qe. beo la enfermedad de mi padre balcarsel ya io la sabia y la de la muerte de mi madre (qe. Ds. aia) la supe como beras pr. la de mi padre balcarsel el dia de Sn. Sebastian de 1713 as. y luego hise luto; a todos los combentos mande desir misas y en Sto, Domingo hise  onrras, toda esta siudad me favoresio mucho en benirme a dar el pesame en lo qe. toca al Sr. Mro. de campo si mucho me escrives que hase, mucho mas se; asi pr escrito como de personas qe. lo an bisto y mucho mas creo io; ia tendra sus deseos cumplidos; pero discurro no abra sasiado bien su apetito, con gobernar la casa del pobre de mi padre balcarsel, sino tambien quiere la pobre marsaga; te aseguro pr. esta ┼ que si me hallara con 20 millones se los abia de dar pr. ber si se hartava de una bes con todos los diablos. lo qe. te puedo asegurar aserca de la cortedad qe. para en mi poder de la herensia (como abras) bisto pr. la quenta (si no es qe. el Sr. Mro. de campo se a quedado con ella como se habre las cartas) si no fuera pr. el pobre enfermo, y la pobre de mi prima Sn. Joseph pr. lo qe. el biera me lo clavaran en la frente; pero soy hombre de bien y tengo mas consiensia qe. el Alma; te suplico le aconsejen le pongas otro codisillo al dho enfermo como puso a mi aguela; para qe. mande qe. si io no entregare la dha erensia se cobre alla de mi lexitima. Y te pido pr. el Alma de mi madre qe. le digan de mi parte qe. pr. lo qe. el biere de uno ni de otro me ahogen con ello, Y qe. uno de los prinsipales  motivos qe. tengo para ir a islas es este aunqe. baya mas pobre de lo qe. estoy; no quiero adelantar mas este punto pr. qe. es empesar y no acavar =
 Rvi. la carta original de las ordenes de mi padre balcarsel qe. estime pero ia yo tenia otros duplicados de ellas autenticas; (Y no discurras estoy resguardado pr. ai para con el dho. Sr. Mro. de campo) Y en lo qe. mira a mis hermanitos te doy las grasias de averlos rrecoxido en casa y mira pr. ellos, bastales el travaxo de no tener padre ni madre me alegro el qe. perico este con maruca mi hermana y qe. Diego se aia colado en sus capellanias el me escrive estas un poco rabunento, ya discurre sera sobre el estudio, Y sobre las monxas dile qe. se ande ese camino de no estudiar y qe. saldra un gran borrico como io; ponme a los pies de mi Sra. la marquesa mi tia y dile qe. Cayetano es un gran perro qe. esta 300 leguas de aqui y qe. de unas libras de seda qe. avia escapado de mi madre messa, al cavo de 8 o 10 as. me entrego 30 ps. qe. en lo qe. toca a lo de su mersed le escrivire =
las notisias de Canaria ya se savian pr. aca y el bolcan de la palma  
// remitote la carta adxunta de casa buena pr. qe. me a hecho nobedad no me avises de las alagitas qe. mande e discurrido se avra quedado con ellas el Sr. Mro. de Campo pr. causa de recoxer mis cartas; otro duplicado del dho me queda; no obstante guardame esta =
E tenido en mi casa a pie de lana al moso josefillo y a perico qe. luego qe. bi tu carta lo recoxi; los dos me an contado mil nobedades y entre ellas el pleito qe. tubiste con el ldo. fransia; mi tio Dn. franco de mesa me disen corre ia bien con mis hermanos y otras muchas cosas qe. no as sido para escrivirme; pie de lana tan bufon como siempre josefillo se lo llevo Ds. en esta siudad dilo pr. alla para qe. resen pa. su Alma en la havana hiso una muerte aunqe. es savido no tubo culpa; Ysidro domingues ia escrito murio a los dos meses llegado io aqui pie de lana se va en este aviso=
  Tambien deseo saver si se a hecho ia la repartissn de la hasienda i en que estado estan esas cosas, si tengo algo, o, no y si mi madre testo, o, no, y si pr. bentura tubiere algo te suplico me rremitan algunos frutos a la havana pr. mano de Dn. Bartholome de Casabuena a su correspondiente para qe. lo tenga a mi Orden suquiera para poder llevar algo a islas pr. qe. Yo estoy Como Ds. Y si te parese hablar Con mi tio Dn. Jo. de
(Javier Medina López y Dolores Corbella Díaz )
 
 


1720. La colonia de Canarias se vio inundada de lo que se llamó "realillos falsos" que eran monedas sin peso legal extraídos de un barril de arenques por arte de birlibirloque. La consecuencia de estos "realillos falsos" fue una voz de alarma "la moneda no vale" que causó cierres de tiendas y evaporándose las mercancías de primerísima necesidad.  Al año siguiente 1721, y por si no había demasiados males, se desencadena un formidable huracán, que asola gran parte de la geografía insular, llegando a morir sus habitantes de pura necesidad. Por si fuera poco el siguiente año 1722 fuertes vientos destrozaron lo poco que quedaba en pie. En 1723 varias familias procedentes de Chinet (Tenerife) y Titoreygatra (Lanzarote) se fueron a Veracruz.

1720. Tamaránt (Gran Canaria)
[…] Pero no es sólo la insignificancia de la superficie repartida, sino que existen otros factores, en virtud de los cuales la clase propietaria no perdía la posibilidad de acceder a disfrutar de grandes lotes de tierras realengas y de propios.

En efecto, desde las crisis hacendísticas de tiempos de Felipe II, estas tierras realengas y de propios hablan constituido el recurso último a que se acudía para salir del atasco. En el siglo XVII aparece una modalidad nueva: la venta de vasal1os y pueblos para constituir senoríos; por ejemplo, la venta de Adeje y Val1e Santiago en Tenerife. Los Borbones fueron más reticentes al sistema, pero a veces Felipe V se vio obligado a continuar con la tradición. Así se produce el motín de 1720 cuando Francisco Amoreto intentó adquirir mediante compra las tierras de Sardina, que los vecinos de Agüjmes utilizaban como pasto o para roturaciones clandestinas en determinados años de penu- ria. Fernando VI, presionado por la Mesta celosa de perder sus pastos, frena el proceso.

Este se reinicia con Carlos III, pero con una óptica diferente: acceso a la propiedad del labrador desposeído. Bajo Carlos IV, al producirse el derrumbe del Antiguo Régimen, como ha estudiado Richard Herr, se va a producir un proceso desamortizador de gran envergadura. Notemos que en los años finales de su reinado, los intereses de la deuda pública del Estado eran diez veces superior a los ingresos normales para cubrir el presupuesto. El monarca decretó la puesta en venta del patrimonio de las obras pías, de los hospitales, así como una auténtica almoneda de las tierras de la Corona y lo municipios. En 1898, con la Guerra de Independencia, la falta de numerario aceleró el proceso. (Antonio Bethencourt Massiu et al, en: Millares Torres. 1977)


1720 Junio 19. Estalló un alzamiento popular en Añazu n Chinech  (Santa Cruz de Tenerife) siendo gobernador de esta  colonia el capitán general con atribuciones de virrey el despiadado español D. Juan de Mur.

Al aborrecido Factor de tabacos Diego Navarro, le sustituyó otro empleado de la metrópoli también como juez del tabaco, un trepa altanero llamado D. Juan Antonio de Ceballos, que en breve había llegado á ser tan odiado como su antecesor. No lo quería el pueblo ni el General español, el pueblo, porque le trataba con aspereza y desprecio, y el General, porque le negaba en sus comunicaciones el tratamiento de Excelencia.

Habían aprehendido aquel día en su casa una mujer de mala vida, que parece tenía. relaciones con un esclavo guanche de Güimar; y el Sr. Intendente quiso sacarlos á la vergüenza. Lo supo el pueblo, y alzose, sin que hubiera en Santa Cruz quien lo contuviese, porque el General estaba en la Laguna, y se decía, que se hallaba más bien contento que enojado, con saber el embarazo de su rival.

Entretanto la gente del pueblo invade la casa, rompe las puertas  se apodera del empleado, herido ya de una pedrada, le arrastra por los pies, le magulla la cabeza con piedras y palos, y pasea su cadáver por las calles de Santa Cruz.

Cuando el General llegó, su furor no conoció límites. Nombró comisiones, instruyó causas, abrevió términos, y entre culpados é inocentes, mandó el día 26 ahorcar doce de las almenas del Castillo de San Cristóbal, y envió treinta á los presidios del continente.

De este modo quería cohonestar su dudosa conducta, durante el sangriento alzamiento, y alejar toda sospecha en el ánimo del Rey en la metrópoli.













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