Estimado Antonio Mariscal Trujillo: Acuso recibo de su atento correo en que tiene la amabilidad de hacer algunos comentarios en torno a un modesto trabajo mío relacionado con el judío converso Pedro de Vera, mercenario al servicio de la reina Isabel I de Castilla.
Permítame decirle que los datos reflejados en dicho artículo son ciertamente un pálido reflejo de la realidad de los hechos llevados a cabo por dicho sujeto en estas islas, hechos que están debidamente documentados, así como otros que por respeto a la sensibilidad de los lectores hemos dejado en el tintero.
En cuanto a tener en cuenta la época en que se desarrollaron los genocidios llevados a cabo contra el pueblo canario por este sujeto y Dña. Beatriz de Bobadilla y auspiciados por las coronas de Castilla y Aragón, permítame decirle que existen acciones que por su propia naturaleza atentan contra el derecho natural de la sociedades y son considerados crímenes contra la humanidad, al margen de la época histórica en que estos atropellos hayan tenido lugar. ¿Acaso debemos justificar el holocausto judío cometido por los nazis durante la segunda guerra mundial achacándolo al “signo de los tiempos? ¿Es justificable las invasiones bombardeos y destrucciones de pueblos como Vietnam, Afganistán o Irak por cuestiones geoestrágicas o por el control de la producción petrolífera llevada acabo por Norteamérica? ¿Es justificable la invasión y colonización de otros pueblos aduciendo razones económicas o necesidades de materias primas?
Puedo asegurarle que en mis trabajos suelo ser lo más objetivo posible, y no analizo los hechos desde una perspectiva actual, lo que sucede es que no valoro los mismos desde una óptica romántica o enmascaradora a la que tan habituado nos tiene la historiografía oficial, la cual nos suele presentar a los actores de determinados pasajes históricos enmascarados bajo sutiles aspectos de caballeros de rutilantes armaduras guiados por nobles intereses en bien de la humanidad, nada más lejos de la realidad histórica que estas leyendas sostenidas y propagadas por el sistema dominante.
En cuanto a su discurso en torno a la “romanización del Mediterráneo” “fenisación” o “cartagenisación” por ser un tema demasiado conocido y reiterativo permítame no entrar en detalles, solamente decirle que si bien la ocupación de parte de la península ibérica por el Islán estuvo dirigida por árabes, las tropas y colonos eran Imazighen (Bereberes) de lo cual da fe la amplia toponimia existente en la región y aún hoy en día siguen confundiendo como de origen árabe, ¿Sabe usted que el primitivo nombre de la actual Lisboa era Achbuna? Pues en la isla de Chinech (Tenerife) existe un Menceyato cuyo topónimo es Achbuna, castellanizado como Abona.
Se equivoca, efectivamente, soy canario de nacimiento y genéticamente, es decir, guanche, y la modesta cultura que tengo la he adquirido debido a mis inquietudes y curiosidad, pues el sistema o las circunstancias no me permitieron (afortunadamente en mi caso) el acceder a esa gigantesca máquina de lavar cerebros que es la Universidad de España en Canarias, naturalmente que me entiendo con mis vecinos y también con usted mediante el uso de la lengua castellana, más exactamente con el castellano hablado en Canarias, pues como usted bien sabe, el español no existe como lengua pues en el reino de España existen varias lenguas cultas (además de algunos dialectos), entre ellas la castellana la cual es la Lengua Oficial del Estado Español.
El aporte de población europea en las islas Canarias en las primeras décadas de la invasión y conquista de la Nación Canaria por pueblos procedentes de la Península Ibérica algunos de los cuales conforman hoy el Estado español, fue ciertamente poco importante.
Dicho aporte poblacional fue reabsorbido por la población autóctona tal como recoge a finales del siglo XX, para la isla de Chinech (Tenerife) el prestigioso científico Doctor D. Juan Bethencourt Alfonso:
“Al celebrase la paz de Tahoro de los Realejos y hablando en cifras redondas, existían en Tenerife 20.000 guanches de todas edades y sexos aunque predominando mujeres y niños, de los cuales unos 5.000 continuaron si someterse a los invasores europeos en medio de los montes sin querer darse a partido, y los otros 15.000 se mezclaron con un millar entre conquistadores y pobladores europeos formando los núcleos de las veinte y tantas poblaciones actuales. Cuanto a mujeres europeas, como aconteció en las demás islas, eran contadas.
De los 1.000 europeos entre conquistadores y pobladores que se avecindaron durante los primeros lustros, salvo unos cuantos extranjeros no españoles que por su escaso número nada significan, unas pocas docenas eran portugueses, como 200 indígenas isleños en su mayoría de Canaria y el resto de españoles, que siendo casi en la totalidad solteros se casaron con las guanchas. Aparte de que esto era natural, sábese por tradición, por lo que arrojan los archivos y sobre todo por el testimonio nada sospechoso de un comisionado inquisidor de aquella época, que hizo un padrón secreto de todas las islas, y sacó a la luz el erudito Sr. Millares.
En lo esencial los hechos expuestos son exactos y sólo falta aplicarles las conocidas leyes de la herencia y de cruzamiento; con las circunstancia en esta ocasión de hallarse favorecido el coeficiente o grado de afinidad sexual, por estar comprendido en el grupo llamado por Mr. Broca de homogenesia eugenésica o absoluta, puesto que tanto los naturales de las otras islas, portugueses españoles como guanches de Tenerife, proceden del mismo manantial íbero-libio.
Siguiendo con el ejemplo de los 1.000 conquistadores y pobladores casados con otras tantas guanchas, pues los pocos que ya lo estaban para el caso es lo mismo porque se amancebaron, resultó:
1.º hijos mestizos de primera sangre.
2.º Simplificando el ejemplo para más fácil comprensión, mestizos de segunda sangre (que es el primer grado de retorno), que comprende a los vástagos del cruzamiento de los mestizos anteriores con guanchas, que eran las que abundaban.
3.º Mestizos de tercera sangre (segundo grado de retorno) o sea los nacidos de la segunda sangre casados con guanchas de pura raza y así sucesivamente hasta que en el quinto o sexto cruzamiento de retorno, como la población no era alimentada con elementos de fuera sino de la tierra, desapareció por lo general todo vestigio de mesticismo (mestizaje) y reapareció el tipo de raza de la madre o séase del guanche con todos sus caracteres>>.
Por otra parte, es evidente que la parte de la población guanche que no se mezcló con los invasores fue la mayoritaria, especialmente los alzados, y la mayoría de los Menceyatos pertenecientes a la banda del Sur de la isla, los cuales por razones orográficas y como consecuencia de los tratados de paces, estuvieron prácticamente vedados para los conquistadores y colonos europeos durante muchos decenios después de la conquista. Cuenta un viajero inglés del siglo XVIII, refiriéndose a los guanches de Güímar que: <<aun el más pobre de ellos, tiene en menos precio el casar con mujer española.>>
Por si puede ser de su interés en correo aparte le enviaré un artículo del prestigioso investigador canario don Francisco García Talavera-Cazañas, el cual trata de la composición genética de la población canaria actual, la cual naturalmente ha sufrido un alto nivel de criollismo a partir de los años setenta del pasado siglo debido a la masiva arribada de contingentes humanos europeos promovido por el Estado Español amparándose para ello en el denominado Boon turístico.
Eduardo Pedro García Rodríguez.
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