Eduardo Pedro García Rodríguez
Los pueblos existen de por sí, ante sí y para sí en la medida que tengan conciencia de su identidad como pueblos originarios con derechos colectivos.
Desde hace mucho tiempo, ha venido suscitándose en los medios de comunicación un debate en torno a la procedencia o improcedencia de la aplicación de los conceptos aborigen, indígena o nativo a los primeros habitantes de esta colonia de España en el noroeste africano.
A pesar de los argumentos expuestos por los entendidos en la materia en contra de la aplicación de dicho término para los habitantes originarios de este archipiélago por lo que conlleva de peyorativo, desde los medios de comunicación, desde las escuelas, los institutos de enseñaza media, las universidades de España en Canarias e incluso desde los organismos oficiales supuestamente autonómicos se viene insistiendo machaconamente en el uso de este término con sentido denigrante o peyorativo.
Estas anotaciones no tendrían mucho sentido sino fuera por la cantidad de yerros y apreciaciones equivocadas que se suele escuchar en las personas que se acercan al tema indígena, cargadas de prejuicios. Primero los ignoran, luego los cuestionan por que no se asemejan a su idea, luego terminan por rechazarlos sin entenderlos.
Es un hecho incuestionable que el lenguaje no es inocente. Siendo así cabe preguntarse ¿porqué los estamentos dominantes se empeñan en sostener y propagar este concepto siendo como es distorsionador de la realidad política y cultural de la actual sociedad canaria?
La cuestión es sencilla, al obligarnos a referirnos a nuestros ancestros en esos términos psicológica y anímicamente nos estamos refiriendo a “ellos”, “los otros” y, no a “nosotros”, con lo que mentalmente nos desvinculamos de nuestros antepasados y por consiguiente de nuestras verdaderas raíces, al tiempo que conciente o inconscientemente renegamos de nuestros orígenes, como consecuencia de la aducción mental de que somos objeto por parte del sistema colonial, el cual nos tiene sometidos a un continuo lavado de cerebro mediante el cual asumimos la identidad impuesta por el colonizador e incluso nos incita a albergar sentimientos de gratitud y reconocimiento hacia quienes nos dominan y explotan.
Estas técnicas de abducción mental se ejecutan, principalmente, a través de los medios de comunicación masivos, la educación, las distintas formas de entretenimiento, la manipulación de la opinión pública y la inducción de la narco-contracultura.
Sin lugar a dudas, los medios de comunicación masivos coloniales - Radio, TV, cine, periódicos, revistas, editoriales, etc.- tienen un rol muy significativo para el ejercicio y logro del control mental de la población canaria.
Tal como apunta el investigador argentino Santiago Roque: “Como sucede en casi todos los países que se encuentran controlados por el poder del dinero y de la usura colonial, los medios de comunicación no responden a los respectivos intereses nacionales, sino que están bajo su control directo o indirecto. Es así como, a través de las mencionadas operaciones y técnicas psicológicas, de los contenidos educativos, de los temas y conductas a que somos inducidos inadvertidamente, vamos siendo condicionados -como lo expresaba el rey castellano Alfonso X, el Sabio- para “entretenernos de tal forma en el laberinto cotidiano que nos crean, como para que terminemos siendo incapaces de levantar la cabeza y ver a quien nos sojuzga”. (Santiago Roque Alonso, 2007)
En parte, la aplicación de dichas técnicas psicológicas inadvertidas –sumadas a nuestros defectos y debilidades- podría explicar la pasividad, inmovilidad y la paralización de la inteligencia y de los sentimientos del pueblo canario, que vive como anestesiado e indiferente a su destino de esclavitud que le está siendo impuesto desde hace varios siglos.
Hasta aquí hemos visto los mecanismos empleados por el colonialismo para desenraizarnos, para que no nos veamos a “nosotros” induciéndonos a creer que no tenemos nada que ver con los “otros”.
Ahora bien, ¿Qué peligro supone para el colonialismo español el hecho de que el pueblo canario asuma sin complejos el hecho incuestionable de ser aborigen, nativo o indígena?
Antes de dar una repuesta a esta pregunta vamos a dar un breve repaso a estos conceptos que si bien son sobradamente conocidos, en pocas ocasiones tenemos presente el significado de los mismos.
Aborigen. “Originario de un territorio o lugar” y, como sustantivo, “primitivo habitante de un país”.
Proviene del latín aborigines formada por el prefijo ab y origo (origen). Plinio y Justiniano lo utilizaba para referirse a los primitivos pobladores de Italia. El vocablo original latino fue empleado por los romanos para designar a los habitantes primeros de la región del Lacio.
En la Antigüedad se propusieron otras etimologías, que hoy se desechan: el historiador Aurelio Víctor afirmaba que aborigines estaría formada por las palabras griegas apo y ore (los que vinieron de los montes) y el gramático latino Festo aseguraba que provenía de ab y errare (pueblos errantes o nómadas).
En todo caso, Aborigen es un término amplio. Su uso más específico y común es en referencia al habitante perteneciente a una cultura que ya no es la predominante en un lugar y que ha cedido lugar a una nueva, ya sea por violencia, asimilación o cualquier otro proceso o combinación de procesos.
Indígena. Es un cultismo tomado del latín indigena, que significaba “de allí” y por extensión, “primitivo habitante de un lugar, nativo”. Este término está compuesto de indi- (una variante del prefijo latino in-) y la raíz indoeuropea gen- (parir, dar a luz),
La voz indígena aparece en textos castellanos a partir del siglo XVI:
[...] simplemente quiso referirse a la colonia fundada en ella por Marcelo compuesta de patricios romanos y de unos cuantos indígenas escogidos”. (Juan Ginés de Sepúlveda, Epistolario, 1532).
Esta voz es recogida en los Diccionarios de la Real Academia de la lengua a partir del año 1803 como: “el que es natural del país, provincia, ó lugar de que se trata”.
Aún así, no es habitual que a los pueblos de la península ibérica que conforman el actual Estado español se les aplique el término: Aborígenes catalanes; madrileños; andaluces, mallorquines, navarros, leoneses; asturianos, etc.
El término aborigen siempre se ha utilizado en forma peyorativa. Siempre ha sido sinónimo de discriminación por parte de los colonialistas para con los habitantes originarios de los países colonizados.
Distintas estadísticas señalan que, en la actualidad, existen cerca de 350 millones de aborígenes en todo el planeta. Mientras que algunas comunidades asimilaron muchas costumbres del denominado mundo occidental, se calcula que hay unos 5.000 pueblos con sus propias particularidades lingüísticas y culturales.
Nativo. Del lat. nativus, del verbo nasci, “nacer”. Vocablo que hace hincapié en el lugar de nacimiento de un individuo. Es aquel originario, nacido o crecido en un territorio particular y específico, suele usárse también como sinónimo de indígena, aunque el término carga connotaciones peyorativas.
Autóctono. Del gr. auctochthon: autos, “mismo” + chthon, “tierra, país”; “de la tierra”, “salido del mismo suelo”). Término referido a aquellos pueblos originarios del territorio en el que se encuentran (o sea, instalados en un territorio desde épocas inmemoriales).
Está claro que Indígena es un término técnico de consenso que sirve para distinguir a los que son originarios de un lugar de los que no lo son. Siendo esto así, no se entiende cómo algunos canarios supuestamente ilustrados lo emplean para referirse a nuestros antepasados, como si aquéllos fueran otros ajenos a nuestra realidad étnica y cultural.
Podría pensarse que esta postura asumida por muchos canarios de servicio - y otros asimilados-, es debida al complejo del colonizado que le obliga a tomar una actitud de endofobia, y ciertamente es así, pero esta actitud no se asume espontáneamente, nos es inculcada sibilinamente por el sistema colonial desde los colegios de párvulos hasta la universidad.
Si, como queda dicho más arriba, el pueblo canario pudiera librarse de la presión mediática y asumiera con orgullo y sin complejos nuestra condición de indígenas, de pueblo diferente y diferenciado, el colonialismo en Canarias tendría los días contados.
El sistema colonial es consiente de ello y, - por eso presta especial atención a exaltar los porcentajes de mestizaje en la actual población canaria-, mestizaje que, siendo real como en toda sociedad dinámica, son intencionadamente inflados por el colonialismo como un arma más para despojarnos de nuestra identidad.
Los intentos coloniales y neoliberales de desaparecer a los pueblos indígenas han tenido diversas estrategias. Una de ellas es in visibilizarlos y eliminarlos de un plumazo bajo la teoría del mestizaje.
En este aspecto, los estudios científicos recientes demuestran fehacientemente la preponderancia genética guanche en la población canaria actual, a pesar de la segunda y más virulenta invasión española y europea en general del Archipiélago llevada a cabo a partir de los años sesenta del siglo pasado al socaire del boom del turismo masivo de sol y, playa o de mochila, y dicho sea de paso, cuyos beneficios económicos han revertido a Europa, dejándonos a cambio un país desolado territorialmente.
Los pueblos existen de por sí, ante sí y para sí en la medida que tengan conciencia de su identidad como pueblos originarios con derechos colectivos.
No olvidemos que el colonialismo oculta su naturaleza bajo silogismos, tales como: protectorado, anexión, incorporación, dominio, posesión del territorio, establecimiento, mandato, encomienda, fundación, feudo, dominio, conquista, factoría, concesión, asentamiento, jurisdicción, zona, departamento, propiedad, territorio bajo mandato, territorio bajo tutela, territorio de ultramar, comunidad, provincia, provincia ultramarina, asentamiento, fomento, instalación, monopolio, etc.
Habremos dado un paso de gigante como pueblo hacia nuestra emancipación total cuando ninguno de los más de 250.000 españoles ubicados en Canarias, sea capaz de mirar de manera altanera a la cara de un joven canario e increparle con la conocida milonga- “Yo soy más canario que tú, pues llevo treinta años viviendo en (de) Canarias-“, porque el joven le responda sin complejos y con orgullo-: “No seas insolente español ¡yo soy aborigen canario!, tú ¡no! ¡Tú eres un simple residente!”
Junio de 2010.
Fuente consultada:
La manipulación psicológica y la desintegración social
Santiago Roque Alonso. En: free-news.org/NOM_manipulacion_01.htm -
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