jueves, 19 de marzo de 2015

“¿Será la sociedad tan paleta, supina y sumamente estúpida?

“¿Será la sociedad tan paleta, supina y sumamente estúpida?

Imposible, pero sí hay una clase social a quienes sí le interesa que así lo parezca”

por Javier Gómez javilalaguna@hotmail.com


Las películas del género terror sabemos que son historias de ficción, pero hacen muy rentable la sensación del miedo. Michael Jackson popularizó en el terreno de la música y el videoclip, toda una crítica contracultural: contra el miedo infundado a la “raza” negra; los chicos con cara de ángel, que esconden el sistema patriarcal, revelándose luego violentos con sus novias; contra las bandas callejeras peligrosas... El miedo es así un objeto rentable. Luego quiere esto decir, también, que hay realidades producidas que no son películas, pero también son un terror y miedo gratuito... pero rentable... Veamos más...

Si hay algo que anula la capacidad de juicio porque entretiene con fantasmas, es el miedo. El capitalismo tiene como principal defensa de la falsa libertad individual para hacerte creer que has de defenderte hasta con armas de ese miedo externo, y que proviene de afuera, su bandera y estandarte. Y ese individualismo y la competitividad para y por anticiparse o pisotear a quien esté más prójimo o prójima, se cimientan en la desconfianza, en la paranoia social, familiar, escolar, laboral, en la esquizofrenia colectiva, donde habría que desconfiar de cualquiera, hasta de nosotras y de nosotros mismos, y en donde esto se convierte en norma aceptada y “compartida” de juego: el simular que todos y todas nos caemos bien, pero en el fondo todos y todas sabemos que eso no es más que un escaparate y un juego que ha de esconder lo que socialmente resulta desagradable: vamos a ir a por quien se nos ponga delante, no sólo porque pensamos que es contrario a nuestros intereses, sino porque el triunfo de sus intereses, van en detrimento del éxito de los nuestros. Más allá de estos, luego están los fanáticos del capitalismo: su incultura, su indecencia moral, su pánico a las relaciones sociales sinceras y libres, les convierten en firmes y obscenos teatralizadores exponiendo públicamente que es legítimo y “sincero” el ir al degüello del oponente, que son todos, sin distinción social, de género, de clase, de género o de nacionalidad.

En esa cimentación de la sociedad de la desconfianza, contribuyen ideológicamente de manera directa instituciones y actores culturales que refuerzan esa ideología que busca premiar y estimular materialmente a los primeros de cualquier carrera, competición, evento, rito social. Y de manera sutil, están los medios de comunicación: algunos ideológicamente son abiertamente portadores de esa violencia social, que utilizan y comercializan, naturalizando comportamientos que en realidad son pura enfermedad mental; pero también generando un ambiente que presenta a las masas, individualidades que supuestamente las masas adoran, pese a ser el colmo de la estupidización o de la estupidez. Más claramente: si las masas creen que las masas, o parte de ellas, se identifica con el éxito o la popularidad, asociada a un éxito recompensado por los medios económicamente, de alguien cuyo comportamiento, actitud y aptitud son evidentemente estúpidas, habría que tolerarlo, en la medida en que la sociedad y las masas “lo permiten” porque se ven reflejados en algo que ven legítimo, normal, bueno o que “les representa”, por lo que es del todo tolerable.

Por lo tanto, ¿cómo no va a desconfiar de sí misma la sociedad cuando se la convence de que la sociedad -o una parte de la inmensa masa- es tan estúpida que sólo se puede sentir miedo ante semejante estupidez? ¿Quién puede confiar en alguien cuyo comportamiento y mente son una bandera de la estupidez, a la cual poder económico sólo pueden conducir al disparate, al peligro social, al piromanismo en la sociedad?

El truco ha consistido en convencer a la población que la sociedad en que vive se ve reflejada en personas estúpidas porque esa misma sociedad es así de estúpida o aún peor. En el fondo, esa sociedad sólo puede sostenerse en base al miedo y a la desconfianza. Y eso es lo que nos pretenden transmitir los manipuladores medios de confusión masiva: empresas comerciales que imponen esa distorsionada imagen de la realidad social, y de la sociedad, a la sociedad. Hay que hacer creer a las buenas gentes, que está rodeada mayoritariamente de personas malas y tan brutas como Belén Esteban. Es la mejor manera de hacerles tener miedo, despreciar al género humano, y alimentar la justificación de vallas contrainmigrantes, cárceles para mujeres que abortan, policías en todas las esquinas, parques con cámaras antivioladores y secuestradores de bebés... porque si la sociedad está tan enferma como para convertir en alguien destacable a  Belén Esteban, es porque el diagnóstico es evidente: la sociedad está profundamente enferma, y la Esteban no es más que uno de sus síntomas. Vamos, que si la sociedad no se suicida tras tener quince años en sus pantallas a Belén Esteban, es porque existe la escapatoria de las drogas, el alcoholismo, la depresión, y las telenovelas, amén de las páginas de horóscopos...

Tras convencer a la sociedad de que la sociedad en sí misma está enferma, ésta no hará más que mirarse por todos lados a ver donde tiene los tumores. Por eso que lee prensa bazofia, ve telebazofia, escucha bazofia, vota bazofia... porque el pánico social es tal, que quiere cada uno y cada una ver venir por dónde se las van a dar todas las hostias por parte de una sociedad tan energúmena como para tener de referentes todos los días hasta en la sopa a la Esteban y toda su tropa de alentadores que le realizan la ola y el sunami...
¿Quién se iría a vivir a un planeta en donde alguien tan estúpida como Belén Esteban tiene tantos millones de fans como cualquier cantante, rockero, pintor, o artista de hace unas décadas? Evidentemente, cualquiera, porque pensando que esa sociedad es tan estúpida, cualquiera puede triunfar si los valores son los de individualismo y competitividad. Corriendo contra cojos, ciegos y mancos, hasta el más descerebrado tiene un trono de número uno garantizado...

En fin: no se crea usted que la sociedad está enferma. No es más que una ilusión. Eso sí, cuyos efectos están lejos de ser ilusorios. Es normal que tras ver repetidamente mil veces una película de marcianos disparando con pistolas cocacola envenenada, la siguiente vez que abra su refresco, usted crea y dude respecto a si hay algún marciano por ahí, o si la camarera llevaba antenas. Pero tras ese delirio, siendo razonables, dará las gracias, será amable, disfrutará de su bebida, y no se irá directamente al hospital a que le hagan un lavado de estómago. ¿O convendría hacerlo?

Nos presentan una imagen de la sociedad cuyos efectos no pueden ser más que un vómito diario y permanente. Es la manera de hacernos despreciar al resto, y hacernos a nosotros y a nosotras mismas despreciables ante los ojos de las demás cabezas. Ya sabemos que en esas cabezas no hay más que miedo, desconfianza, prejuicio. Pero no se preocupe: sonría, y sea feliz, el miedo se habrá disipado por arte de magia humana.


No hay comentarios:

Publicar un comentario