lunes, 23 de marzo de 2015

ALONSO DE ZÁRATE GÓMEZ-LANDERO


Agradezco esta importante biografía de este galeno demasiado altruista orotavense que está en el recuerdo de muchísimos villeros y además la Villa de La Orotava lo ha dejado en el olvido (calles, plazas, obeliscos, ni nada), sabiendo que fue un doctor que apostó su sabiduría sanitaria y su trabajo en horario infinito por los orotavenses menos pudientes, a sus hijos y en  especial a Rafael de Zárate Méndez  y su hermano Alonso Zarate Méndez que lo han coordinado magistralmente.

 Nació en La Orotava el 21 de abril de 1924. Segundo hijo (de un total de siete) de D. Alonso de Zárate y Méndez, juez comarcal del distrito de La Orotava, y Dña. Gracia Gómez-Landero y Koch. Comenzó sus primeras letras con las Hermanas de la Caridad en el colegio sito en la calle del Agua, a pocos metros de su domicilio familiar, para continuar en el colegio de San Isidro de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de La Salle en esta Villa hasta 1939. Año en que se traslada interno al colegio del Corazón de María (Los Claretianos) en Las Palmas de Gran Canaria, hasta el año 42. Posteriormente, se presenta al examen de reválida en la Universidad de La Laguna que supera y le permite acceder a sus estudios universitarios. Durante esos años, ya se inclinaba por estudiar medicina y apostaba por conocer más sobre esta disciplina y así poder ayudar a los demás. Para sus estudios de medicina se embarca hacia el territorio peninsular y comienza en la Universidad de Sevilla, pero en dicha ciudad encuentra muchas distracciones que lo alejaban del ritmo de estudio deseado, trasladándose a la Facultad de Medicina de Cádiz por decisión propia y para conseguir su meta adecuadamente. Durante esos años de estudiante universitario, cuenta con la supervisión y apoyo de los catedráticos en ginecología Dr. Enrique Muñoz y Dr. Antonio Dueñas Barrios, quienes le guían entusiásticamente con sus estudios y formación. En esta ciudad, que la lleva en su corazón, finaliza los estudios de medicina y cirugía con la calificación de sobresaliente en el año 1949. Una vez finaliza su carrera y con el título flamante de doctor en medicina, se enrola como médico en un barco perteneciente a una empresa italiana que realizaba la travesía entre Europa y América, recalando en Canarias, desde donde zarpa. En territorio americano incluso navega a lo largo del río Mississippi quedando impresionado por su inmenso delta, su vegetación de manglares e impresionante fauna. Todo ello acompañado de distintas experiencias como viajero y sobretodo como médico de a bordo, atendiendo a las necesidades de la tripulación. Durante ese periplo, y en tierras mexicanas recibe una oferta laboral para instalarse en dicho país, pero que no acepta. Tras esta experiencia marinera, allá por el año 1951, regresa a su querida Orotava para ejercer como médico general, comenzando a trabajar bajo la supervisión del médico forense D. Miguel Rodríguez Vivas, quien incluso le permite usar su consulta. También se traslada semanalmente a Santa Cruz, a la clínica Zerolo, para ayudar y aprender en las operaciones que realizaba el Dr. Tomás Zerolo Fuentes, así como visitas regulares al antiguo Hospital General sito en la actual ubicación del Museo de la Naturaleza y el Hombre en esta capital, para realizar diferentes intervenciones y tareas. Alcanzando pronto la experiencia adecuada para abrir su propia consulta en la calle del Agua de esta Villa, ya por entonces denominada, curiosamente, c./ Tomás Zerolo. Más adelante inicia su trabajo también en la Seguridad Social desde su propia consulta, hasta abrirse el ambulatorio orotavense, obteniendo una plaza de medicina interna y radiología que ejerce, hasta sus últimos días, durante casi 30 años. También fue médico de la Mutua Tinerfeña durante muchos años, atendiendo a muchos trabajadores. Durante este tiempo, contrae matrimonio el 24 de abril de 1958, a la edad de 34 años, con Dña. María del Carmen Méndez y de Ponte, y establecen su domicilio en la calle del Agua, donde tenía su consulta. Los comienzos de su práctica médica abarcan todos los rincones de La Orotava, teniendo que usar todo tipo de formas de transporte, en ocasiones a lomos de burros, mulas o caballos, para acceder a los domicilios de los menos favorecidos, allá por esas laderas y montañas de la Villa. Comparte su tiempo de profesión con otros conocidos e ilustres médicos del Valle, tal como su gran amigo y colega D. Buenaventura Machado Melián (1922-2011), con el que comparte múltiples experiencias profesionales y familiares y con quien disfruta, muchos sábados, de almuerzos en común. Gestándose entre ellos una estrecha amistad, al igual que entre sus señoras. Además, también tiene una gran relación profesional y familiar con D. Enrique Sáenz Tapia (1923) y su esposa, reconocido ginecólogo que asiste junto con sus matronas en el parto de muchos orotavenses, incluidos también los doce hijos de su matrimonio. Así como con el Dr. Emilio Luque Moreno (1913-1967) con quien practica múltiples operaciones en la clínica de Ignacio Zárate, sita en la calle del Agua en frente de la iglesia de Santo Domingo, y también discuten casos y diagnósticos de sus pacientes comunes con regularidad. Desde siempre entiende la medicina como su actividad profesional y sobre todo para ofrecer el bien y el servicio a los demás, olvidándose de la petición de cobro por sus honorarios, buscando todo tipo de razones para no cobrar, sobre todo a los más necesitados. Como anécdota, comentar que en su consulta de la calle del Agua, y estando ésta bien abarrotada de pacientes, al finalizar la jornada y subir a su domicilio, su Sra. le preguntaba que cómo había ido el día, y sobre todo en lo relacionado con el cobro de servicios, preocupada por poder satisfacer las demandas de su larga prole, y él siempre contestaba que era mayor la satisfacción de curar al enfermo, que el cobro a los que no podían permitírselo, y que lo principal era tener su conciencia tranquila. En su consulta siempre contó con la ayuda de su enfermera, y otro miembro de la familia, Mª Luz Hernández, hermana del difunto padre Antonio María, el de los pedacitos de cielo para conseguir fondos para sus centros de mayores. Magnífica persona y enfermera, quien a su vez ayudaba también a cuidar y educar a los doce hijos, que jugueteábamos ruidosamente por la consulta, a veces inconscientemente como niños, molestando a los pacientes que esperaban ser atendidos. Continuando con algunas otras anécdotas de su profesión, recuerdo como se indignaba cuando algún paciente, nada más entrar en la consulta, le decía: “vengo a que me dé la baja”. Él le contestaba seriamente, “seré yo quien tome esa decisión, y tendré que evaluarlo y ver si realmente su dolencia la requiere”. Se entiende pues, que en sus 30 años de ejercicio de la profesión, la mayoría de ellos en el mencionado ambulatorio, en solo una ocasión tomara una baja médica tras unas fuertes varices que le impedían ejercer su trabajo. También mencionaba cómo todos los lunes la demanda de pacientes en su consulta del ambulatorio se incrementaba sobremanera, no dando avío, y a veces surgía la duda de si realmente estaban enfermos o no querían trabajar esa semana y, con algo de picaresca, buscaban alguna razón para conseguir una excusa médica. En ocasiones, contaba cómo algunos de sus pacientes se acercaban a su consulta a pedir le recetara algo para un familiar o hijo, detallando a su manera la dolencia o catarro que sufría este familiar. Y él les contestaba: “Sra. incluso estudiando al paciente y evaluando su rostro y expresiones nos equivocamos, cómo me pide que le recete a distancia”. Continua así su desarrollo profesional y a lo largo de los años, ya con los avances e innovación que podrían afrontarse, instala en su consulta un aparato de rayos X, de características novedosas para entonces, y sobre todo para esta zona de la isla, equipo altamente demandado en el Norte y que le ayudaría a un mejor diagnóstico y tratamiento de los enfermos. Así como un innovador aparato de ultrasonidos, muy solicitado para resolver distintas dolencias, incluso el Dr. Buenaventura Machado le remitía a muchos integrantes de la plantilla del equipo de fútbol de la U.D. Orotava, por sus vínculos con esta institución deportiva, y por la efectividad de la técnica. Por todos estos detalles, se gana el respeto de muchos y el ser reconocido como un médico de todos. También comparte otras actividades ajenas a la medicina, como su interés y trabajos en explotaciones agrícolas de las fincas de su familia; además, su participación en política como edil de la corporación de La Orotava en los primeros años de la etapa democrática, pero que renuncia por falta de tiempo. Tristemente, a comienzos de 1981 empieza a desarrollar una enfermedad, que seguro conocía por su sintomatología como experto galeno, que le lleva inicialmente a adelgazar de forma paulatina pero con el tiempo notoria, y que sigue con sigilo y la comparte con pocos. No obstante, siempre manteniendo su optimismo y ganas de luchar. Ya notábamos su pérdida de apetito, incluso ante los sabrosos platos que le preparaba nuestra madre en sus cariñosos intentos por despertar su apetito. Su estado de salud se deteriora poco a poco, y es ingresado en la clínica Rambla, en Santa Cruz de Tenerife, asistido allí por su colega y amigo el Dr. Tomás Zerolo Davidson, pero poco pueden hacer frente a su avanzado cáncer de colon, y tras su ingreso que se prolonga por unos 30 días, fallece el 31 de julio de 1982, a la temprana edad de 58 años, en pleno esplendor de su profesión y desarrollo de familia, dejando a su esposa viuda y a cargo de sus doce hijos, los mayores sobre los 20 años y los menores de tan solo 10-11 años. Pérdida que marca fuertemente el desarrollo de sus descendientes. Todos nos preguntábamos, y seguramente muchos de sus pacientes, cómo se hubiera desarrollado más aún su profesión, si no le hubiera tocado en su puerta la llamada de la muerte, y como mejor habría podido ayudar a sus pacientes necesitados. Recientemente (2014), y a escasas semanas de cumplirse el 32 aniversario de su muerte, su querida esposa y madre nuestra, fallece a la edad de 85 años, reuniéndose por fin con su amado esposo en el reino de los cielos, como tanto anhelaba durante su larga ausencia. (Bruno Juan Álvarez Abreu)



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