Eduardo Pedro García Rodríguez
9, BREVE BIOGRAFIA DE SIR HORACIO NELSON
El 29 de Septiembre de 1758, en un pequeño pueblo del condado de Norfolk (Inglaterra), llamado Burham Thorpe, en la casa rectoral nace Horacio Nelson hijo del pastor protestante Emund Nelson y de su esposa Katherine Sukling.
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Era Nelson un niño de complexión débil y enfermiza de salud, constitución ésta heredada de la madre; pero lo que de debilidad física tenía lo superaba ampliamente con un espíritu templado y una fuerza de voluntad fuera de lo común.
Desde muy joven supo autoeducarse en un estoicismo tan rígido, que no había obstáculos, por personales y dolorosos que fuesen, que él no supiese vencer.
En Abril de 1771 Nelson embarcó en el viejo buque Redoutable; pero su permanencia en el navío fue corta, ya que fue desarmado tan pronto como desapareció la posibilidad de una guerra con España, a propósito de la disputa sobre las islas Malvinas
o Falkland.
Desarmado el viejo Redoutable, el capitán Maurice Sukling tomó el mando del Triumph, buque de vigilancia destacado en el río Midway. Ello motivó tras una breve estancia de Nelson en el mismo, su traspaso a un velero mercante que partía para las Indias Occidentales, impuesto por su tío con objeto de que adquiriese conocimientos náuticos sobre las rutas de las Indias.
De regreso de aquel viaje, el inquieto Nelson no dudó en alistarse en una expedición que en esos momentos estaba preparando el primer lord del Almirantazgo, conde de Sandwich, para proseguir las exploraciones por las regiones polares en busca del anhelado paso del Océano Ártico al Pacífico. Durante la expedición Nelson dio pruebas de un valor y arrojo temerarios, despuntado ya la figura del futuro gran marino, estando de regreso en Inglaterra en Octubre de 1773.
Una vez más entra en juego la influencia de Sukling, y hace que su sobrino embarque en la fragata de 20 cañones Seahorse, mandada por el capitán George Farmer, que formaba parte de una poderosa escuadra destinada a operar en las Indias Occidentales. Durante esta estancia en las Indias, Thomas Troubridge y Nelson entablaron una profunda amistad que mantuvieron de por vida.
Los dieciocho meses que duró la estancia del joven marino en las América, no dejaron de pasar factura a su endeble constitución física, hasta tal extremo que el almirante Sir Edward Hughes juzgó conveniente ordenar su traslado al navío Dephin, que estaba preparándose para zarpar hacía Europa. La travesía de regreso fue sumamente ingrata para el joven marino, que tardó bastante en reponerse de sus dolencias. Mientras tanto, su tío Sukling había ascendido en su carrera y ahora desempeñaba el importante cargo de inspector de la Marina, la protección de éste en la carrera del futuro almirante se hizo patente una vez más, haciendo uso de su influencia, consigue que su sobrino y protegido, sea enrolado como teniente en el navío Worcester, que debía custodiar a un convoy con destino a Gibraltar.
A partir de 1778, comienza la brillante hoja de servicios del teniente Horacio Nelson, teniendo una destacada actuación en América en el apresamiento de piratas, con ocasión de la guerra por la independencia desatada en las colonias inglesas en Norte América, y que dieron lugar al nacimiento de los Estados Unidos de Norteamérica. Durante su permanencia en Jamaica, formando parte de la oficialidad del navío Lowestoffe, Nelson tuvo ocasión de ganarse las simpatías del almirante Parker, quién lo admitió como tercer teniente a bordo de su buque Bristol. Aunque si bien es verdad, que más contribuían las fiebres con sus mortíferos estragos a la vertiginosa carrera de los jóvenes oficiales que sus propios méritos, no fue este el caso del teniente Nelson, quien venía demostrando sus cualidades para el mando durante los pocos años de servicios prestados. En Septiembre de 1778, ascendió a primer teniente del navío Bristol.
En una época en que el ascenso social y profesional, estaba marcado por las influencias de los linajes familiares, más que por la capacidad de los individuos, no era fácil el que hombres de orígenes modestos ocuparan puestos de responsabilidad en la administración de los estados, si estos además reunir en su persona una serie de cualidades excepcionales, no contaban con el apoyo de algún poderoso, en este aspecto hay que admitir que nuestro biografiado tuvo suerte, pues además del apoyo de su tío, contó en los comienzos de su carrera de oficial con la protección del almirante Parker.
La protección prestada a Nelson por el almirante Parker, fue oportuna, pues su tío Sukling falleció en 1778. Parker confirió a Nelson el grado de “commander”, el 18 de Diciembre de 1778, dándole el mando del bergantín Badger. Un año más tarde, en 1779, era ascendido a “post-capitain” encargándose como comandante de la dirección de la fragata Hichimbook.
A los veinte años de edad, Nelson era ya “post-capitain” ventaja de valor inestimable, ya que el ascenso a contraalmirante sólo podía lograrse por rigurosa antigüedad. Dieciocho años tardaría nuestro biografiado en obtener este preciado ascenso; cuando sólo contaba con treinta y nueve años de edad, siendo pocos los marinos que podían equipararse a Nelson en brillantez de carrera y en prestigio dentro de la Marina Inglesa.
El resto de esta guerra por la independencia de las colonias, más tarde complicada con la intervención de Francia y España a favor de la independencia de las colonias británicas en Norteamérica, ocupó a Nelson en operaciones grises que acabaron por minar su salud hasta el extremo de que los médicos le prescribieron el retorno a Inglaterra.
Durante su estancia en el país en 1780, mientras se recuperaba de sus achaques, le fue asignada la misión de instruir al príncipe Guillermo- más tarde Guillermo IV, rey de Gran Bretaña- en tácticas navales. (Más tarde, en 1784, Nelson completaría estudios sobre esta materia en Francia), apenas repuesto de sus males, volvió a solicitar su embarque, entrando en el servicio activo. Le fue asignado como navío el Abermale, zarpando para el Báltico, en Octubre de 1781, en operaciones de transporte.
Los avatares del servicio le llevan de nuevo a América, teatro habitual de sus operaciones. En 1782 salió escoltando a un grueso convoy hasta Quebec, y más tarde realizó diversos cruceros por la Bahía de Boston y Cabo Cod. Después pasó a Nueva York a las ordenes directas del almirante Lord Hood, quien le tomó bajo su protección en atención al talento excepcional de Nelson y se propuso ayudarle en su carrera.
La guerra en las colonias sublevadas de América, tocaba su termino, y al firmarse la paz de Versalles en Enero de 1783, se abrió una nueva etapa en la vida del marino, que apenas si está señalada por algunos sucesos de índole familiar. Nelson regresó a Inglaterra, viajó por Francia, estancia que aprovechó para estudiar táctica naval, como hemos apuntado anteriormente, regresó a su patria y conoció del tedio de los marinos en paz, después de haber hecho durante años la guerra. Regresa de nuevo al servicio activo, y al mando de la fragata Boreas, zarpó para las islas de sotavento, conduciendo al almirante Sir Richard Hughes, comandante en jefe de la base estacionada en antigua.
Durante su estancia en la isla Nevis, Nelson conoció a frances Woolward, joven viuda del médico Josiah Nisbet, del que tenía un hijo llamado igual que su padre, de la que se enamoró el marino con el ímpetu propio del primer amor. La viuda Nisbet, era además sobrina del general Herbert. El 2 de Marzo de 1787, con algún retraso debido a causas involuntarias, se celebra el matrimonio entre Nelson y Frances Nisbet.
Después de los acontecimientos reseñados anteriormente, la Boreas, regresó a Inglaterra el 7 de Junio de 1787, conduciendo a Nelson, a su mujer y al hijo de ésta. Desde ese año de 1787 hasta 1793, el marino vive un periodo de inactividad dedicado a sus asuntos familiares, y en espera de ser requerido por el almirantazgo.
La ejecución en la guillotina del monarca francés Luis XVI, el 21 de Enero de 1793, hizo temblar los cimientos de las monarquías Europeas, las casas reinantes, especialmente las inglesa y la española, se coligaron para invadir Francia y destruir a la recientemente implantada república francesa. Al declarar la guerra a Francia el 1 de Febrero de 1793, tanto ingleses como españoles tuvieron que poner en marcha las máquinas de guerra. Nelson, fue requerido una vez más por el almirantazgo inglés para que se incorporase al servicio activo en la flota. El 7 de Febrero embarcaba en Chatham a bordo del Agamennon para servir a las órdenes del almirante Hotham, primero, y de lord Hood, después. La escuadra se dirigió, protegiendo un convoy a Gibraltar,
Mas tarde lord Hood dirigió su escuadra hacía el Mediterráneo para operar contra la flota francesa y los puertos de aquella rivera.
La escuadra inglesa, combinada con la española se apoderó de Tolón, importante puerto de guerra francés, y allí Nelson tuvo ocasión de convivir con marinos españoles y estudiar la organización de la marina hispana, estudios que le serían de gran provecho en el futuro.
En Septiembre de1793, Nelson recibe orden del almirante Hood, de dirigirse con su navío el Agamennon a Nápoles, capital de las dos Cicilias, para recoger tropas con las que reforzar la guarnición de Tolón. Durante su estancia en Nápoles, tuvo ocasión de conocer a Emma Lyons, lady Hamilton, esposa del embajador británico en Nápoles. Dicha dama influiría de manera decisiva en la vida del futuro contralmirante, convirtiéndose en su amante, aconsejándole y ayudándole en su carrera.
Cumplida con éxito su misión en Nápoles, Nelson decide realizar un crucero por el mediterráneo en busca del enemigo, y posiblemente, con ánimos de practicar el corso, como era habitual en las marinas de la época en tiempos de guerra, no encontrando enemigos ni presas, decide incorporarse a la escuadra, apostada en Tolón, en la cual se integra el 5 de Octubre de 1793.
Después de rendir cuentas de su comisión, apenas tuvo tiempo para un breve descanso, pues el 9 de Octubre lord Hood le ordena zarpar con rumbo a Cagliari, con pliegos secretos para la división de la escuadra inglesa del almirante Linzee, apostada en la capital de Cerdeña. Durante la travesía a Cagliari, Nelson tuvo un enfrentamiento con navíos franceses y a pesar de la superioridad del número de éstos, el Agamennon salió airoso de la lucha, continuando su rumbo en cumplimiento de la comisión que tenía encomendada, que no era otra que el tratar que bey de Tunez, rompiese sus relaciones con Francia. A las órdenes del almirante Linzee, Nelson visitó el puerto tunecino, pero sus gestiones diplomáticas ante el bey no tuvieron éxito.
LA TOMA DE BASTIA Y CALVI
Una vez que los aliados españoles y británicos fueron expulsados de Tolón, por Napoleón Bonaparte, Nelson participó en la toma de las ciudades corsas de Bestia y Calvi, durante la conquista de la isla de Córcega en 1794, a las órdenes del contraalmirante Samuel Hood, durante el asedio de Calvi fue herido en el ojo derecho, perdiendo la visión del mismo.
Desde Túnez, nuestro intrépido biografiado, cumpliendo nuevas órdenes del almirante lord Hood, se dirigió al mando de una flotilla en persecución de la escuadra francesa con la que antes combatiera, hallándola apostada en la bahía de San Florencio, bajo la protección de los cañones de las baterías costera. Nelson no teniendo fuerzas bastante para acallar las baterías de San Florencio, optó por el bloqueo a fin de agotar los recursos de la plaza e impedir la salida de las fragatas francesas.
Mientras tanto, Hood evacuaba el puerto de Tolón, y precisando de un fondeadero para la flota hispano británica, se planteó la posibilidad de usar para este fin la isla de Córcega, la cual estaba bajo dominio francés desde hacía veinte años. El libertador Paoli, había demandado el auxilio británico y estaba dispuesto a poner la isla bajo el protectorado ingles, lo que animó al almirante a elaborar planes para la ocupación de la isla. Al mismo tiempo se preparaban los planes para la invasión por lord Hood y sus emisarios cerca de Paoli, Nelson continuaba manteniendo el bloqueo de la isla.
La flota inglesa inició la invasión de la isla por la plaza de San Florencio con un rotundo éxito, los franceses se vieron obligados a retirarse por tierra hacía Bastia, hundiendo antes de abandonar la plaza las fragatas allí fondeadas. El segundo objetivo de la operación era la ocupación de la ciudad y puerto de Bastia.
Al elaborar los planes para el desembarco, surgieron diferencias entre el general inglés Dundas y el almirante Hood, el primero se negaba a atacar Bastia con las fuerzas de que disponía, juzgando temerario e ilusorio el intento. Pero la obstinación de lord Hood se impuso decidiendo dar remate a los planes de ocupación, y puso asedio a la plaza, ésta terminó por rendirse el 22 de Mayo de 1794. En estas operaciones Nelson colaboró activamente en el cañoneo de la villa, y tuvo también una actuación destacada en las operaciones en tierra, distinguiéndose una vez más por su valor y arrojo.
La tercera operación para concluir la conquista de Córcega, era la ocupación de la ciudad de Calvi, y lord Hood con su estado mayor se enfrascaron en ella, la responsabilidad de transportar las tropas de desembarco recayó en Nelson. Las maniobras de desembarco las dirigió personalmente el futuro almirante quien logró poner pie en tierra con 250 hombres, el 19 de Junio de 1794, e iniciar el bombardeo de la plaza con las primeras baterías instaladas. En el fuego de contrabatería Nelson resultó herido en el ojo derecho como hemos dicho anteriormente.
El asedio continuó durante algún tiempo en circunstancias durísimas para ambos contendientes, hasta que por fin el 10 de Agosto se rindió la plaza
Concluidas las operaciones en la isla de Córcega, lord Hood fue llamado a Inglaterra, Nelson navegó por el mediterráneo en diferentes comisiones de servicio. Visitó Liorna, donde permaneció un mes para reparar averías; fondeó en Génova; navegó en crucero de vigilancia en el Golfo Juan, y por último recibió orden de incorporarse a la flota del almirante Hotham, candidato al nombramiento de comandante en jefe de la flota en el Mediterráneo.
El invierno de 1795, transcurre dentro de una actividad monótona, limitada a continuos cruceros por aquellas aguas, y en constantes luchas con los terribles temporales que azotan estos mares.
La rutina de la vida en el mar, fue interrumpida en los días 14 y 15 de Marzo, cuando a la vista de una escuadra francesa entran en combate. En ellos Nelson da pruebas inestimables una vez más de su sangre fría, pericia y sobre todo decisión.
Todo el resto del año 1795 hasta el 30 de Noviembre, fecha en que Sir John Jervis se hizo cargo del mando naval en el Mediterráneo, lo llenan acciones pequeñas, en las que Nelson ayudó al general Vins jefe de las fuerzas austrosardas en su lucha contra Francia, en el Piamonte.
Sir John Jervis, toma el mando de la flota británica en el Mediterráneo, a que Nelson continua adscrito, y le es encomendadas por éste varia misiones de reconocimiento en Génova, Niza y Tolón, así como diversas gestiones diplomáticas en la República de Génova, que lleva a cabo con extremada habilidad. En estas circunstancias llega a la flota el comunicado de la firma del tratado de alianza de San Ildefonso entre España y Francia, poco más tarde España declara la guerra a Inglaterra, lo que impuso un cambio en los planes navales de los ingleses. En este momento se produce la evacuación del Mediterráneo por parte de la escuadra inglesa.
BATALLA DEL CABO DE SAN VICENTE
En 1796, Nelson es ascendido al grado de comodoro. Al año siguiente al mando de la retaguardia de la escuadra inglesa que se enfrentó a la española en el Cabo San Vicente, echo de armas que le valió al almirante Jervis el título de conde de Saint Vicent, y a Nelson la Orden del Baño distinción elegida por el propio galardonado.
Por las veleidades de la política siempre inestable de Carlos IV, éste pasó de ser un detractor acérrimo de la “cortadora” de cabezas regias y nobles, república francesa, a fiel aliado de la misma. Declarada la guerra a Gran Bretaña, ésta decreta la incautación de los barcos españoles surtos en puertos ingleses, tomándose medidas similares por parte de la monarquía española. Una de las primeras medidas tomadas por la corte española, fue la de expulsar a la flota Inglesa del Mediterráneo, para ello dispuso que la armada española del Mediterráneo, mandada por el almirante don Juan de Lángara, partiese de Cádiz rumbo a Córcega, donde se hallaba el almirante Jervis con sus navíos. Ante la manifiesta superioridad de la escuadra hispano francesa, sir Jonh Jervis, ordenó la evacuación de la isla, rehuyendo el combate y replegándose a Gibraltar, en espera de los refuerzos solicitados al almirantazgo.
El día primero de diciembre, y tras una serie de desgraciados accidentes que le fueron restando navíos y cañones, la flota de Jervis reducida a sólo nueve buques, entra en el puerto de Lisboa en busca de refugio y en espera de los refuerzos. Esta disminución de las fuerzas inglesas animó a los españoles a dar la batalla a la escuadra enemiga aprovechando la superioridad numérica que sobre ella tenía.
El 2 de febrero de 1797, reparado y provisto de agua, víveres y pertrechos de guerra y mar, enarboló su bandera en el Santísima Trinidad. El mayor navío de su época y el único que contaba con cuatro puentes, armado con ciento treinta cañones, el nuevo comandante de la escuadra española en el Mediterráneo, el teniente general de la Real Armada Don José Fernández de Córdoba. La armada estaba compuesta por veintisiete navíos de línea, diez fragatas, un bergantín, trece lanchas, cuatro urcas y de cuarenta a cincuenta embarcaciones mercantes, las cuales transportaba ricas mercaderías,
La dotación de la flota la componían dieciséis mil ciento quince plazas efectivas, y su artillería contaba con un total de mil trescientos ochenta y cuatro cañones, faltándole para completar la fuerza reglamentaria dos mil quinientos hombres.
Esta escuadra estaba dividida en seis divisiones, al frente de las cuales enarbolaban sus insignias los respectivos jefe, cada uno en un buque de tres puentes. El día 5 de febrero, con vientos favorables la escuadra rebasó el estrecho de Gibraltar, pero el día 6 un cambio repentino del tiempo y de la dirección del viento, obligó a la flota a la altura de Cabo Espartel a ganar la alta mar haciendo imposible el que la formación ganase el puerto de Cádiz.
El día 8 se recibe noticias de que la flota inglesa se encontraba al abrigo de la costa portuguesa; pero la escuadra española continuaba dispersa como consecuencia del mal tiempo que habían tenido que capear dos días atrás, pasando varios días ante de que se concentrase. Por fin el encuentro con la flota enemiga tuvo lugar el día 14 en aguas del Cabo de San Vicente, los 15 navíos ingleses y la escuadra de Córdoba se aprestaron para el combate. Desde las naves almirantes de ambas escuadras se impartieron las órdenes oportunas, las ordenes emanadas desde el Santísima Trinidad, no se entendieron o simplemente no se obedecieron, por lo cual el movimiento envolvente que debía realizar la escuadra española no se llevó a cabo, y de los navíos españoles sólo seis entraron en combate contra los quince buques británicos. En vano el general Córdoba trasmitía continuamente desde el Santísima Trinidad, órdenes al resto de la flota para que entrara en batalla, las señales del navío almirante no eran atendidas. En tan desigual lucha, y donde se llegó a luchar cuerpo a cuerpo hallaron la muerte los ilustres marinos españoles Don Tomás Giraldino, comandante del San Nicolás, Don Francisco Winthuysuen, capitán del San José, el brigadier Don Antonio Yepe que mandaba El Salvador. Sobre el Santísima Trinidad, cargaron cuatro navíos ingleses a las ordenes de Nelson, a las dos horas de combate, el buque orgullo de la marina española estaba inoperativo por el duro castigo recibido, la gran cantidad los trozos de bergas jarcias, velamen y cordajes, más los innumerables muertos y heridos amontonados sobre las cubiertas hacían muy difícil la circulación de la gente y hacían muy difícil el gobierno del navío.
El mastelero de gavia deshecho a cañonazos se desplomó sobre una banda inutilizando toda la artillería de aquel lado. En este momento de la lucha Nelson con la división a su mando, se apodera de los buques San José, San Nicolás, El Salvador y el San Isidro, los cuales al encontrarse sin capitanes y con la tripulación maltrecha y agotada por las largas horas de lucha, fueron presa fácil para los ingleses.
El Santísima Trinidad, aún mantuvo la lucha durante dos horas más, con la gallardía propia de un coloso que, acosado por una jauría de lobos, recibe continuas dentelladas por todos los frentes, hasta que agotado y casi desangrado opta por buscar un momento de reposo, es indudable que Nelson, una vez más, hizo gala de un arrojo y temeridad fuera de lo común, al dejar fuera de combate al coloso de los mares, y demostrando que, en las nuevas tácticas de lucha en el mar, los navíos ligeros por su gran maniobrabilidad, eran mucho más efectivos en las acciones de ataque y defensa que, los grandes buques difíciles de maniobrar.
En el Santísima Trinidad, se celebró por su plana mayor un breve consejo de guerra, pues la apertura de una gran vía de agua imposible de taponar en aquellas circunstancias, aconsejaban arriar la bandera de combate acto que se llevó a cabo a continuación. En estos momentos de la batalla el buque prácticamente era un pontón, y en palabras del enemigo <<el estado del Trinidad, era el de un navío completamente destrozado, enteramente inservible y absolutamente indefenso>>.
En aquellos momentos, la tardía llegada de los navíos San Pablo, Pelayo y Conde de regla, decidieron a los ingleses dar por terminada la batalla y abandonar el mar del combate, de esta manera se salvó el Trinidad, de ser apresado por los ingleses, privando a Nelson y su división del gran honor que les hubiese supuesto la captura al enemigo, del mayor navío de su época.
El teniente general de la armada española. Don José Fernández de Córdoba, y su estado mayor, se trasbordaron a la fragata Diana, que se había incorporado tarde a la lucha. Así y todo, ordenó Córdoba, que en el navío Príncipe, se pusiese en señal de pronta línea de combate para restablecer el orden de la escuadra, y estar dispuesto para reiniciar al día siguiente el combate.
Al preguntar a los buques si al alba estarían en buena disposición para entrar en combate, respondieron afirmativamente San Pablo, Don Pelayo, San Antonio y el Oriente. Contestaron que no: La Concepción, Mejicano y Soberano, poco después, aportó el aviso La Perla, con el parte de los navíos Santo Domingo y Atlante, en él se informaba al comandante Córdoba de que el primero no podía por tener la pólvora mojada, y el segundo por carecer de gente suficiente. Avanzada la mañana, se divisó a la flota enemiga y deseando Córdoba ver las posibilidades reales de entrar en combate, insistió en preguntar a sus subordinados si estaban en condiciones de combatir, contestaron que sí el Príncipe, Conquistador, y Pelayo; que convenía evitar el ataque: el Mejicano, San Pablo, Soberano, Santo Domingo, Concepción, San Idelfonso, San Juan Nepomuceno, Atlánte, San Jenaro y Firme. Opinaban que era menester aplazar el enfrentamiento, el Glorioso, Conde de Regla, San Francisco, y San Fermín.
Ante la baja moral mostrada por sus subordinados, el teniente general Córdoba, decidió no prestar batalla a la escuadra inglesa. De lo expuesto se deduce fácilmente por una parte, que en la armada española reinaba una anarquía total, donde cada capitán se consideraba un virrey en su nave, con absoluto desprecio hacía sus mandos superiores, extremo éste que era aplicable en general al resto de los ejércitos españoles de la época, por otra, queda patente que los mandos de la Armada, no estaban dispuestos a luchar por una república extranjera que enarbolaba como lema la igualdad, la humanidad y la fraternidad, entre los hombres.
Los resultados finales de la batalla del Cabo de San Vicente, supuso para sus principales responsables la obtención de honores en premio al valor mostrado como hemos visto. El almirante Jervis fue recompensado por la corona con el título de Conde de San Vicente, y a Nelson le fue concedida la Orden del Baño.
Por su parte el jefe de la escuadra española Don José Fernández de Córdoba, y sus subordinados, se les sometió a un consejo de guerra por orden del Rey para discriminar las responsabilidades de los accidentes de la batalla, el proceso duró más de dos años, al final del cual, Córdoba y muchos de los oficiales, fueron suspendidos de sus empleos y sueldos, siendo además extrañados de los Sitios Reales.
Nos hemos alejados un tanto de la figura de nuestro biografiado, para ofrecer al curioso lector - de manera muy somera- algunos aspectos de la batalla de Cabo San Vicente, que creemos servirán para ir descubriendo el perfil y profunda personalidad de quien llegaría ser el marino más admirado de su tiempo.
Descartado el enfrentamiento con la flota británica, el general Córdoba decide internar los restos de su maltrecha escuadra en el puerto de Cádiz, el cual fue bloqueado por las fuerzas navales del almirante sir Jonh Jervis, impidiendo cualquier movimiento de la flota española. El largo periodo del bloqueo, mantenía a los buques ingleses en una forzada inactividad y alejados de los teatros de operaciones de la guerra, esta situación era poco grata al espíritu inquieto y aventurero del intrépido Nelson, quien veía pasar los días entre las monótonas tareas de crucero en la vigilancia de las costas gaditanas.
EXPEDICIÓN A LA ISLA DE TENERIFE PARA LA CAPTURA DE LOS TESOROS DE INDIAS
Estando en esta situación comenzó a prestar atención a una serie de rumores sobre la existencia en la plaza de Santa Cruz de Tenerife, (Islas Canarias) de fabulosos capitales que procedentes de Méjico, habían sido desembarcados en la misma, para evitar ser apresados por la escuadra británica que tenía puesto cerco a las costas y puerto de Cádiz.
Los rumores tomaron viso de veracidad, al ser informado Horacio Nelson, del apresamiento en el puerto de Santa Cruz, de la fragata de la Real Compañía de Filipinas Príncipe Fernando, cargada con un riquísimo botín, estas noticias, aportadas por el audaz capitán Bowen, autor de la hazaña, hizo concebir en la inquieta mente de Nelson un audaz plan para apoderarse de las inmensas riquezas que supuestamente se encontraban depositadas en la ciudad de Santa Cruz.
Elaborado el plan, Nelson lo sometió a la consideración del almirante Jervis, quien viéndolo viable, y conociendo sobradamente el valor y arrojo de su subordinado, y en atención de que las arcas de las armadas se resienten considerablemente cuando están prácticamente inactivas, aprobó el plan de Nelson, permitiéndole elegir los buques que creyese más convenientes para llevar a cabo el proyecto.
El contralmirante Nelson eligió para formar su división, navíos mandados por capitanes de su máxima confianza contándose entre ellos a su amigo Frenmale. A pesar de la libertad de elección dada por Jervis a Nelson, éste no quedó muy sastifecho al no poder incorporar a la flota soldados de asalto, los que consideraba necesarios para el buen éxito de la operación planeada.
Dispuesta la escuadra, el contralmirante Nelson decide hacerse a la vela el sábado 15 de julio bien de madrugada poniendo rumbo al este. Reunidos los capitanes a bordo del Theseeus, Nelson les expuso los planes que él mismos había elaborado. Una vez que la formación parte, Jervis cursa un parte al almirantazgo inglés en los siguientes términos: “Sírvase informar a los lores comisionados del almirantazgo que destaqué al contraalmirante Nelson a la cabeza de una división, compuesta de los navíos Theseus, Culluden, Zeaolous, Seahorse, Emerald, y Terpsichore, y el cúter denominado Fox, con orden de hacer una tentativa contra la villa de Santa Cruz de Tenerife, que, según varios informes, me parecía muy fácil de atacar. El contraalmirante se dio a la vela el sábado 15 de julio, y habiéndoseme incorporado el Leander, que venía de Lisboa, el 18, le envié con instrucciones al contralmirante.”
Como se deduce de este parte, Jervis, emplea una argucia para reforzar la flota de Nelson con un navío más, y además, no hace mención de que la obusera Rayo, forma parte de la expedición, quizás por haber sido esta, presa tomada a los españoles, en el bloqueo y por consiguiente, no figura inventariada en esos momentos entre las naves de su graciosa majestad británica.
Después de una travesía de siete días, en la tarde del 22 de Julio de 1797, Nelson vislumbra las costas de Tenerife, sobre la una de la madrugada del día 23 la flota estaba a la altura de la punta de Anaga.
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