miércoles, 4 de noviembre de 2015

AFRICA VERSUS AMERICA LA FUERZA DEL PARADIGMA




Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de MedinaSidonia

CAPITULO XX



EL PRIMER VIAJE

Corrían vientos contrarios a la leyenda del descubrimiento, cuando Méndez Silva quiso mejorarla, para evitar que se desmoronase. Prolongando el viaje a las 1.200 leguas, llevó a Colón a Nueva España, adornando el relato con misa emotiva, en el puerto de arribada. Según Bernáldez, de Palos al descubrimiento, las carabelas tardaron 32 días, los mismos que al decir del "Diario", les ocupó la travesía de Gomera a Guarahaní. Los testigos que comparecieron en los pleitos de Diego Colón, hubiesen ofrecido relato puntual de los hechos, pero la confusión que dimana del paso del tiempo y las presiones, indispensables para evitar la imprudencia, que hubiese dado al traste con el dogma, tuvieron por resultado testimonios confusos, cuando no contradictorios. Diferentes las versiones, parece lo más honesto exponerlas por su orden, respetando al lector su derecho a juzgar, aplicando su criterio al pasado común. Situada la primera escala en La Gomera, por unanimidad[1], el negro Juan Portugués, contratado en la isla por Colón, como criado personal, "vido como el almirante vino" en la nao, seguido por dos carabelas, propias de Martín Alonso, capitán en la Pinta. Siguieron a "Ferro"[2], de donde corrieron "en el ueste", en busca del "descubrimiento"[3]. Tediosa la travesía, un segundo Juan Portugués, vecino de Palos, recordaba que navegó 6 meses, sin ver tierra [4].

El incidente que estuvo a punto de dar al traste con la travesía, se sitúa en diferentes puntos: andadas 160 leguas [5], Colón declaró "imposible descubrir". Y "estuvo en la determinación de se tornar"[6]. Juan de Palencia, despensero de la Pinta, ubica el plantón, a 400 leguas de Fierro [7], otros a 1.000[8], coincidiendo los más en las 800 leguas, rebasada en 200 la altura, en que esperaban encontrar tierra[9]. Alusión al portugués, que advirtió de posible rabotazo de Colón, cuando diese en las "hierbas", pudiera indicar el Mar de los Sargazos por escenario: "acuérdese VS que en casa de Pedro Vázquez de la Frontera, os prometí por la corona real, que yo ni ninguno de mis parientes, nos avíamos de volver a Palos, hasta descubrir tierra"[10]. Según la versión oficial, marineros y maestres, embarcados "contra su voluntad", al verse tan lejos, creyeron imposible que "hubiese tierra... a las partes del Mar Océano. Y se amotinaron, queriendo volver"[11]. Juan de Rojas lo ratifica: "se ofrecieron algunas revueltas con los que venían en los navíos", porque "se les hacía larga la jornada y estaban de mal propósito con Colón"[12].

Para otros, al manifestar la gente "cierta flaqueza", el "descubridor" "consoló y animó a todos", incluido Martín Alonso [13]. Irónico a su manera, Juan de Jerez contó que no querían seguir, "porque el agua yva hazia allá adonde ellos yvan y el viento también y que no podrían volver"[14], conjunción de circunstancias favorables, a las que se refirió Juan Niño, contando batallitas, en el curso de la segunda travesía: "viniendo a medio golfo, se juntaron los maestres de los tres navíos", para pedir a Colón que "se volviese", pues "creyan sy más adelante yvan, de no poder volver a España", porque "reynavan levantes" persistentes, respondiendo el genovés "que no curasen de aquello", pues si Dios "les daba aquel tiempo" a la ida, "les daría otro para volver"[15].

Alzada la chusma, por falta de fe, el capitán mayor se defendió, advirtiendo que "con matarle a él y a sus criados, no harían mucho", pues su muerte "les sería bien demandada por el rey y la reina", a más de eliminar al hombre providencial, que conocía el camino, "para que no fuesen descubiertas estas partes". Prometiendo poner proa al Guadalquivir, de no dar con tierra en tres o cuatro días, restableció la paz [16]. Conveniente a tales alturas, difamar a Martín Alonso, se le achaca el consejo de ahorcar a media docena de marineros, a título de ejemplo, echando los cuerpos al mar, barbaridad que se ofreció a perpetrar, por mano propia y de sus hermanos: "barloraremos sobre ellos y lo haremos"[17]. Se alude a los "dones", ofrecidos por Colón [18], a su humildad y al ascendiente de Martín Alonso, pues bastó que el Almirante simulase consultarle, publicando que se pronunció por "seguir su derrota", para que la chusma se inclinase [19]. Preciso Francisco García de Vallejo, dijo que a 6 de octubre, los Pinzones abordaron la Marigalante, para informarse de las intenciones de Colón. Este pidió 24 horas de paciencia. Si cumplidas no daban en tierra, permitiría "que le cortasen la cabeza", le "echasen al mar... y se volviesen". Admirado Martín Alonso por la entereza, apoyó al genovés, con diatriba altisonante: "adelante, adelante, que esta es armada y embaxada de tan altos príncipes de España y hasta hoy nunca ha venido a menos... Yo determino de andar hasta hallar la tierra, o nunca volver en España"[20].

Testigos menos disciplinados, por cierto mayoritarios, admiten error en el rumbo. Rebasadas en 200 las leguas las previstas, sin haber avistado tierra, Colón se lamentó: "mi gente mal me aquexa. ¿Qué vos parece que fagamos?". Vicente Yánez se inhibió: "andemos señor fasta 2.000 leguas, e sy aquí no fallaremos lo que vamos a buscar, de allí podremos dar la vuelta". Sensato Martín Alonso, que "iba por capitán principal", profetizó para eludir "la vergüenza de volverse": "Dios nos dará la victoria". Y Colón le llamó "bienaventurado"[21], aprovechando el paleño, en prodigio de diplomacia, para insistir en lo que venía pidiendo, desde que salieron de Fierro: "mi parecer es y el corazón manda, que si descargamos sobre el "sudueste", que fallaremos más ayna tierra". Sabiendo el Almirante que el capitán era "muy sabido, en cosas de la mar"[22], accedió a mudar "más al sudueste una cuarta"[23], aceptando mantener el rumbo durante un par de singladuras, de "un día y una noche"[24]. Tan convencido estaba el genovés de su segundo, que a la puesta de sol dijo ver tierra, temiendo que otro se le adelantase. Confusos los testigos, el tiempo que separa la enmienda, del descubrimiento, oscila de 24 horas, a una semana.

Otra versión, acusa a Colón de pusilánime: "andando mucho mar adentro... desmayó" y se "embarazó"[25]. Yendo adelantados los Pinzones, contra todas las leyes de la mar, pues hasta los pescadores en flota, respetaban la regla de no rebasar a la capitana, el "descubridor" disparó una lombarda, para que se detuviesen las carabelas. Llegado a la altura de la Pinta, dio orden de regresar [26], rechazándola de plano Martín Alonso: "traygo bastimentos para un año e no me tengo que volver", en tanto la gente conservase la salud[27]. Un testigo apunta que algunos "se volvieron", dando pie a que ciertos historiadores, sumen la cuarta vela a la armada. Otros tripulantes cuentan que los Pinzones siguieron su camino, mientras Colón intentaba virar. No pudo, porque la gente le desobedeció, siguiendo la estela de las carabelas [28]. La versión se supone confirmada por Martín Alonso, en su lecho de muerte.

Al decir de Hernán Pérez, que le visita en la Rábida, navegadas de 800 a 900 leguas, desde Fierro, el Almirante "desmayó", clamando que "quien los vio venir, nunca los vería volver y que se volviesen". El paleño replicó, de barco a barco: "yo tengo que desabordar por proa en la tierra de que traygo demanda, o no tengo de ver Palos". La Marigalante "acometió a tornarse", pero "al tener mal remedio", por no saber Colón de la mar, siguió "la vía" de las carabelas [29]. Cronista del rey y concienzudo, Bernáldez se acoge al relato oficial. Navegadas más de 1.000 leguas, los marineros se creyeron "sin más remedio perdidos". Temiendo que no habrían de "acertar" a volver, se amotinaron, calmándoles Colón, con ayuda de sus capitanes y de ciertas "aves", que aparecieron "volando muy altas", anuncio de "buena nueva": "de allí a medio día, descubrieron tierra". Juan Quintero las identifica con galleguillos y papagayos. Al verlas, dijo Martín Alonso: "en tierra se criaron y en tierra van a dormir". Tomando "el tino hacia donde los pájaros iban, a la puesta de sol.., yendo navegando por el hueste", hizo mudar la "cuarta al sudueste"[30]. Pero según los más, se manifestaron 48 horas después, de haber corregido el rumbo, tranquilizando a Pinzón: "entre tierra andamos, que estos pájaros no pasan sin causa"[31].

No queriendo que le pisasen el hallazgo, Colón puso vigías permanentes en las jarcias, "que mirasen" con la debida aplicación, repitiendo obstinadamente que veía tierra, pero los demás "no vieron nada"[32]. En la tarde del jueves 10 de octubre, Pedro Alonso Niño aconsejó: "no fagamos esta noche por andar, porque según vuestro libro dise [33], yo me hallo 16 leguas de tierra o 20 a más tardar". Compartió su opinión Cristóbal García, piloto de la Pinta, aconsejando que a la noche "no montasen las velas ni hiciesen por andar", por estar cerca la costa. Temiendo que un capitán se adelantase, Colón mandó soltar trapo, replicando García, con indiferencia, que anduviese como quisiera, "que yo no quiero si no ir tras vos. Quando viere que dais voces, salir eh fuera"268). Durante la noche se montó guardia en la popa de la Marigalante, pero el grito de "¡Tierra!", partió de la Pinta, en el segundo "cuarto de la prima rendida"[34]. Adjudicado a un Rodrigo de Triana[35], de cuya presencia no hay constancia, lo lanzó Juan Rodríguez Bermejo[36], vecino de Molinos, lugar de Sevilla. Miraba el fondo desde la coca, cuando "aclaró la luna", iluminando "una cabeza blanca de arena". Levantando la vista, descubrió fuegos y el perfil de una costa[37]. Martín Alonso disparó "un trueno tierra - tierra, en señal de alegría.., fazia donde venía el almirante, que venía detrás". Puesta la nao a su altura, el paleño habló sibilinamente: "Señor, que avéys fallado tierra, mis albricias no se pierdan". "A vista de ojos" la isla, el "descubridor" se mostró generoso: "yo vos mando 5.000 maravedís de aguinaldo". Por prudencia elemental "se tovieron", fondeando en la rada el viernes, 11 de octubre [38].

Los tripulantes de la Pinta, recordaban haber desembarcado en Santo Domingo, cuatro o cinco días después de dar en las hierbas, precediendo a Colón en 24 horas. Las ocupó Martín Alonso, en descubrir "los secretos de las Islas de Indias" y de las "partes de la India del Mar Océano"[39]. Había "amojonado", para los reyes, la isla de San Juan, con otras "comarcanas"[40], reconociendo la Española, "donde está la ciudad de Santo Domingo"[41], cuando apreció el capitán mayor. Montando en cólera, acusó a su segundo de desacato, respondiendo Pinzón que de no haberle desobedecido, no habría tierra que amojonar, porque no habrían llegado a ninguna parte. Prometió acudir a la justicia, al regreso, para aclarar a quien tocaba el "descubrimiento", replicando Colón que "le haría ahorcar de su puerta". Pinzón admitió que lo merecía, por haber puesto "su honra", en manos de un botarate[42]. Las opiniones se dividen, al designar la isla de arribada. Juan Bermúdez departiendo en Palos con un "indio de las Indias", supo que la primera "plaza" que tocaron, fue una de "ciertas islas, de la banda norte"[43]. Natural de la Lucaya, llamado Diego Colón, que residía en Santo Domingo, afirmaba que Cristóbal, "vino en demanda" de la isla de Guarahaní [44]. Pedro Anríquez se contradice. Ciertos indios que estaban en Palos, originarios de esta isla, se decían nacidos en Haití [45], nombre aborigen de La Española. Según Martín de la Gorda, en aquel viaje sólo avistaron San Salvador y los "Yucayos"[46], siendo minoría los que apostaron por Guarahaní, que se llamaría San Salvador [47]. Se dijo que a los siete días de haber cambiado el rumbo, vieron fuego en una tierra, "que se desía Princesa y agora llaman Lucayos"[48], otros que tocaron en Guadalupe [49] y la Deseada [50]. Juan de Jerez, el primero en pisar tierra, por ganar la "promesa" de Colón, asegura que saltó en la isla de Santo Domingo, concretamente en Isabela la Vieja, primer pueblo "que se pobló de cristianos"[51]. Fantaseando según debía, Bernáldez describe posesión pendón al viento, en presencia de escribano pero sin fraile bendecidor, aceptando el olvido de los hábitos. Mientras sucedía el "descubrimiento", el Católico recibió extraña oferta del judío Abulafia: la entrega de Mazarquivir[52], con su fortaleza, a cambio de 10.000 castellanos y promesa de que los judíos de la villa y de "los lugares, que ganaremos en el dicho reino de Tremecén", podrían continuar donde estaban, sin recibir "mal ni daño" en personas y bienes, poniendo el Católico fustas, para que llevasen al reino de Túnez, con sus muebles, a los que quisiesen emigrar voluntariamente. La Mazarquivir mediterránea, estaba en la costa tunecina, siendo sencillo cruzar la frontera, a pie enjuto.

Habiendo descubierto antes y "a pesar de Colón", Pinzón encontró "muestras" de oro, que se preparaba a trocar, cuando llegó el genovés. Ordenó "que nadie rescatase" ni desembarcase, acusándole los marineros, de querer ocultar al rey, "los secretos de la tierra"[53], creciendo la indignación al verle "tratar" en Guraháni, "que es en las islas de Indias", sin darles parte ni oportunidad de ganarlos por su cuenta. Martín Alonso, entendiéndose con los naturales, "tomó lengua" de una isla, conocida por Hayani, de "mucho oro"[54]. Seriamente ofuscado con Colón, en la primera noche [55] se "apartó" de su "compañía", con la Pinta [56]. Incorrecto abandonar a superior, sin despedirse, Arias Pérez disculpó al padre difunto, mencionando "gran tempestad", que nadie recordaba: los navíos "se partieron unos de otros". Al no poder reunirse con sus compañeros, Martín Alonso, "como hombre de gran industria y saber", se alejó de "donde el almirante descubrió", yendo "a una banda contra de Hasya". Sorteadas las 7 Babuecas con sus bajos [57], "corrió más de 200 leguas al sudueste", ancorando en río acogedor de otra Española, al que puso su nombre. Urgente subsanar el quiprocuo de las dos Españolas, los historiadores no reparan en que se habla de las mismas 200 leguas, que navegaron de más a la ida. Llevando al colmo el despropósito de la desinformación, sitúan la desembocadura del río de Martín Alonso Pinzón, al norte de Santo Domingo, a 6 leguas de la rada, donde quedó Colón. Juan Domínguez, vecino de Huelva, instruido por la geografía, declaró que "apartados los navíos", Martín Alonso acopió oro, a seis horas de camino por tierra, de Isabela la Vieja [58].

En verdad lo hizo cuando menos a 11º, de donde quedaron la Niña y la Marigalante, descubriendo "tanta señal de oro.., que todos fueron maravillados"[59]. Debió venir a a dar en el Cabo de Gracias a Dios, entonces Bojador, penetrando en territorio prohibido, que Castilla y Portugal se disputaban ante Roma, desde 1490. Conociendo la tierra, entró con 12 hombres 30 leguas al interior, "por otra parte de la vega que se dice la Española, hasta Maguana"[60]. No habiendo plata en la región, un indio se encaprichó de copa, que sacó Martín Alonso para beber en una fuente. La robó no siendo denunciado, por evitar resquemores, que entorpeciesen los rescates. Recibido en "casa" de los caciques Caonabo y Behechio [61], "el primero que descubrió la Española", mató caimán, según algunos en el río Lagartos o Chagres [62], así llamado por criarlos. Salado el "pellejo", lo regaló al Monasterio de la Rábida [63]. Acopiados por las buenas 900 pesos de oro[64], sus hijos declararon que perdió parientes y amigos, en "lo que se llama Río de Martín Alonso", por "enseñorear la tierra"[65]. Pasadas seis semanas [66], consideró oportuno recuperar a Colón. Contratando a ciertos indios "por señas y por dádivas", les dio croquis de la costa, mandándoles con sus canoas "hasya la parte donde el Almirante había ydo". Encontraron a la Niña "avaxo la vía del norueste"[67], escoltándola hasta meterla en la isla de Montecristi [68]. Conocido el sitio por Cartago o Cataski, los conquistadores lo llamaron Puerto Real. Situado unas 20 leguas al norte del Cabo de la demarcación, estaba en la conquista castellana.

Abandonado por Martín Alonso, Colón naufragó. No queriendo confesar que el "navío mayor de los tres que llevaban.., encalló en un bajo"[69], perdiéndose en la primera rada, el Almirante dijo haber descubierto tierra en San Salvador, siguiendo a dos islas, a las que puso Santa María y Fernandina, en memoria del rey, para perder el barco en Isabela, que era la cuarta. Según los testigos, la tripulación se acogió a la Niña [70], no habiendo excepción, que mencione marineros abandonados [71]. Pero la leyenda de los 40 tripulantes, que quedaron en la isla, era necesaria, para justificar el futuro, reservado por el conquistador a los conquistados. Disciplinado como buen cronista oficial, Bernáldez la recoge, ayudándose del secreto oficial, para hacerla creíble: habiéndose ausentado la Pinta, fue "forzoso según parece dejarlos, porque como se perdió el un navío, no había en qué viniesen". Y añade: "esto se calló acá y se dijo que no quedaban si no por comienzo de pobladores". De libre interpretación lo imaginario, se da por supuesto que los abandonados, tuvieron por misión buscar rada acogedora, donde poblar y las fuentes del oro. Alojados por unos al raso, fiando en la hospitalidad del cacique; en frágiles cabañas o en fuerte de madera y fajina, llamado Navidad, Fernández de Oviedo, dispuesto a ocultar la impericia de la gloria nacional, afirma que Colón hundió la nao, para que unos hombres, empeñados en regresar al hogar, permaneciesen en su descubrimiento, a título de pobladores primigenios.

A diferencia de los canarios, que no se entendían con sus vecinos, "porque no tenían con qué navegar", los naturales de las islas de "Yndias", manejaban canoas, intercambiando toda suerte de información. Una decena, que debió aprender el castellano, con ayuda del Espíritu Santo, fueron capturados y embarcados en la Niña, a título de intérpretes. Saliendo de Isabela, descubrieron "muchas islas a la parte del norte"[72], costeando Cuba, sin entablar conversación con natural, "porque luego huían como los vían", aleccionados por las visitas de Pedro de Vera. Recorridas "infinitas" poblaciones abandonadas, de "casas" de madera y paja, alcanzaron el extremo occidental de la isla, donde indios más civiles, les dijeron que estaban a levante de Naam [73]. Descubiertas las Caníbales, Santa Cruz, Guadalupe, Dominica, las Once Mil Vírgenes y otras de "aquella cordillera"[74], Colón atravesó el Jardín de la Reina, visitando Jamaica [75]. Los aborígenes se acercaban a la carabela en chalupas "recias", tan grandes como fustas de 8 bancos, algunas con 80 hombres "de color rojos y blancos, más que negros.., cada uno con su remo en las manos"[76]. De tierra en tierra, regresaron a la Española, para subir a las Lacayas [77], quizá buscando la canal, que habría de reintegrarles a Castilla. Menos avezado Vicente Yáñez que su hermano, los enviados de Martín Alonso los encontraron saltando de isla en isla, "sin remedio para ir a cualquier parte"[78].

Ancorada la Niña, apareció el mayor de los Pinzones, tras 45 días de eclipse. Hirsuto y colérico, Colón "no consintió que persona alguna, llamase al puerto de Martín Alonso.., porque no oviese memoria del dicho Martín Alonso, descubridor de la Isla Española"[79]. Puso al río Puerto Gracia y a Tierra Firme, Tierra de Gracia [80], sin éxito. A punto de zarpar el genovés de la rada, que se llamaría Puerto Real [81], surgió un indio en la playa, ofreciendo a gritos un "diaho". Al no comprender Colón, Vicente Yáñez, con don de lenguas paranormal, afirmó: "yo lo entiendo". Y explicó que "diaho" significaba "ombre de oro", con valor medio de doscientos cuentos o millones de maravedís, suma que justificaba un retraso. Pero Colón no soportaban un minuto más en su descubrimiento. Renunciando a la ganancia, respondió desabridamente: "vamos de aquí e fagamos vela a Castilla"[82]. La Pinta salió del río Martín Alonso, juntándose las carabelas en la mar [83]. El piloto Gonzalo Díaz, más tarde residente en Cuba, explicó que no pudiendo "volver por donde venía", el Almirante lo hizo "por otro cabo de donde vino, que fue meterse debaxo del norte... E asy por allí se siguen todos los navíos, que desta tierra van a Castilla"[84].

"Enojado" Colón, al persistir Martín Alonso, en la idea de denunciarle, la violencia impregnó la travesía [85]. Pedro Ortiz, que no quiso ir en el viaje, pero estaba en la "costa de Bervería, matando pescadas", les vio pasar: "entrando en conversación", los descubridores le enseñaron indios y otras "señales" de la tierra  [86], probando que estuvieron donde dijeron ir. Entre los supuestos papeles de Colón, aparece carta fechada en Canarias, dando noticia del éxito a Luis de Santangel. Declarada prueba irrefutable del papel que representó el destinatario, como financiero de la empresa, hubiese sido pieza clave de la propaganda del V Centenario, de no ser detectada a tiempo, doble contradicción. De identificar las Canarias con las "islas" americanas, el envío de la misiva, hubiese probado la presencia de un tercer navío, dando al traste con el descubrimiento. De situar el topónimo donde hoy se encuentra, revelaría un descubridor caprichoso, pues por mandar la carta desde estas islas, emprendió difícil navegación, de Santo Domingo a las Canarias, para subir a las Azores, de donde bajó al Tajo o el Odiel.

Conquistada la Palma, Fernández de Lugo entró en Puerto de Santa María, en febrero de
1493[87], poco más o menos cuando Colón abandonaba las Indias, para seguir el camino más corto, pues entró en el puerto gallego de Bayona[88], coincidiendo con paleños de vuelta de Flandes, donde estuvieron negociando[89]. Venía con ellos Arias Pérez, que remató viaje con el padre [90]. Queriendo ocultar que Juan II de Portugal, se enteró por sus medios de las incidencias del periplo, se decreta escala del genovés en Lisboa, con audiencia real incluida. Reinando Carlos V, testigo dilecto descubrió tormenta oportuna, justificando la escala portuguesa [91], para que la recogiesen Las Casas y Fernández de Oviedo [92]. Al ser posterior la interpolación, en la leyenda colombina, Bernáldez hace entrar las dos velas directamente en Palos, el 23 de marzo de 1493, a poco de cumplirse los seis meses, desde que salieron del mismo puerto, tiempo previsto para la travesía, en la provisión de 30 de abril de 1492, dirigida a Diego Rodríguez Prieto.

No hubo en Palos recibimiento, ni se registran indicios de curiosidad. A sus 85 años, Fernando Pérez Camacho, recordaba que viendo "venir" los barcos, subió a bordo [93], acudiendo Sánchez Cabezudo a la Rábida, para dar cuenta de Diego Colón. El padre recompensó sus cuidados con "un poco de oro", que "cortó" a un indio. En la Pinta coincidió con los Inquisidores, que "estaban en la villa"[94], para registrar los navíos, por ser costumbre hacerlo, si regresaban de tierra de infieles. Colón les enseñó carátulas de oro, contando que vio "muchas islas, en que había mucho"[95]. Presente el escribano de Moguer, cumplió la obligación de inscribir, en sus libros, a nombre de Colón, el descubrimiento de La Española, Guadalupe y las Once Mil Vírgenes [96].

Pedro Anríquez recibió del contramaestre, Juan Quintero Argenta, 4 pesos de oro [97]. No habiendo asistido a la partida, Juan Quexo vio regresar a Colón, asegurando que ni entonces ni después, "oyó a ninguno que fuese a aquellas partes, ni que hubiese tierra, ni que quisiesen descubrirla"[98]. La que traía el Almirante, "pintada" y "descubierta.., fue el primer descubrimiento que se hizo"[99]. Días después, corría por Sevilla, "carta imprimida en molde", en la que figuraban las islas [100], aprovechando Colón la publicidad del viaje, para recuperar su profesión, haciendo cuadrantes, tablillas y esferas, con destino a la venta y a uso de indoctos [101].

Apenas comentados indios, plumajes y otras rarezas, "señales" de la tierra [102], lo sería ampliamente el naufragio de la Marigalante [103] y la espantada del "descubridor": "cuando volvieron, en Palos no se hablaba de otra cosa, si no de que Colón se quiso volver, que ya no sabía dónde ir". Y se celebró que Martín Alonso hubiese sido el primero, que tocó en las dos Españolas [104], no pudiendo el capitán mayor "hacer otra cosa, que ir tras él"[105]. "Públicamente... por las plazas"[106], se repitió que de no ser por Martín Alonso, Colón "no hubiese descubierto"[107], ni "nunca fallará tierra"[108], opinando los vecinos, al unísono, "que si no fuera por Martín Alonso, no bolviera"[109]. No mintieron quienes afirmaban, que "nunca" habían "oído que nadie descubriese la tierra"[110], ni los que consideraban absurdo que se fuese "a descubrir a estas partes", porque en verdad, "no había tierra ninguna"[111] por encontrar. El correo sevillano Fernando Collantes, nos ilustra sin querer, al decir que llevó, por dos veces, "nueva de las carabelas de las Indias.., donde estaban los reyes.."[112]. La primera debió anunciar el regreso de Fernández de Lugo, de una Palma conquistada.

No hay unanimidad, en el relato de lo que sucedió en Palos. Alojado Colón en casa de Martín Alonso, "ambos reñían" continuamente, "hasta que enfermó Pinzón"[113], "de pasar los ríos que pasó y andar por la tierra"[114]. Que Juan Martín zarpase hacia Madeira, en busca de azúcar, indica enfermedad posterior a su partida, pues de saber grave al padre, hubiese pospuesto el viaje, por no exponerse a encontrarle muerto y enterrado [115]. Es probable que tuviesen razón, los que presentan a un Martín Alonso enfurecido, que apenas puso el pie en Palos, preparó viaje a la corte, dispuesto a "descubrir el secreto a sus altezas"[116]. Confuso el recuerdo, un despistado le hace salir con Colón, matándole en camino [117]. Mejor enterado Hernán Pérez, dijo que asustado de oír repetir al genovés, "que si pudiera prenderle, le prendiera y lo llevara consigo a la corte", se encerró en heredad que tenía, en término de Moguer, donde cayó enfermo, llevándole sus deudos, al hospital de la Rábida [118]. Francisco Medel le traslada al convento, pero desde su casa en la villa [119].

Estaba en vida a la llegada de correo de Barcelona, con real carta de 30 de marzo. El vulgo creyó que venía en busca de su paisano, para llevarlo a la corte [120], pero es probable que la misiva, precipitase su fin. Sin mencionarle siquiera, los reyes ordenaban a Colón que se pusiese en viaje: "deseamos que vuestra venida fuese luego", para regresar cuanto antes, "porque vedes el verano es entrado y no se pase el tiempo para la yda allá". Al pasar por Sevilla, vería "sy algo se puede adereçar.., para vuestra tornada a la tierra que aveís hallado", mandando por delante correo, con relación de lo necesario, para prepararlo, "en tanto que vos acá venís y tornays, de manera que quando bolvierdes acá, esté todo aparejado en Barcelona"[121]. Martín Alonso falleció al mes de su llegada [122]. Enterrado en el mismo convento, quedó sin recompensa el hombre, por cuya "industria se ganaron las Indias, Islas y Tierra Firme"[123].

Colón hizo su camino por Sevilla. Se dice que cuatro de los diez indios importados, murieron en la travesía, pero según Bernáldez, quedaron en la ciudad, de su voluntad, por tener negocios o amigos. Los seis restantes cruzaron la península, hasta Barcelona, en cortejo de aves y objetos exóticos. No hay indicio de que despertasen curiosidad, permaneciendo indiferente un vulgo, cotilla por naturaleza. La gesta colombina no aparece en anales, romances, consejas ni comentarios coetáneos, siendo recogida, únicamente, por cronistas oficiales, como Bernáldez. Rafael Catano, contempló con naturalidad indios y carátulas, que trajo el Almirante "de estas partes"[124]. Y Diego de Alvarado, las diademas de oro, que "venían de Indias"[125]. Alonso de Valencia y Diego Méndez, vieron en Barcelona, el oro y otras "muestras", haciendo comentarios
Planos [126]. En cuanto a Maquiavelo, pone de relieve la habilidad del Católico: "alegando siempre el pretexto de la religión", acudió "al expediente de una crueldad devota", para borrar del mapa el reino de Granada: "bajo esta misma capa de religión, se dirigió después contra el Africa, emprendió su conquista de Italia y acaba de atacar recientemente a la Francia"[127]. Evidente que a la entrada en Granada, siguieron la expedición bélica de Alonso Fernández de Lugo, en Palma, Tenerife y Berbería y la de Colón, en las Islas de Indias y Tierra Firme, parte de la Berbería antedicha, hemos de suponer que el florentino, hombre culto, no se equivocaba al evocar Africa, como escenario de las acciones, pero si nosotros, al olvidar que así se llamó América. Poco más tarde Rabelais aplaude hallazgo de ruta insospechada, para llegar a la India, realizado por Magallanes en 1521, sin mencionar al supuesto descubridor del continente.

Los manipuladores de la historia, omiten la reacción de Juan II. No se hubiese producido, de haber quedado el periplo circunscrito a las Antillas, parte de las Canarias de Castilla. Pero Martín Alonso se metió en la conquista portuguesa, muy probablemente en la Isla de San Miguel, donde estaba Río de Oro. No había llegado Colón a Barcelona, cuando los Católicos recibieron aviso de Sanlúcar, alertando sobre la "armada que el rey de Portugal ha fecho, para embiar a la parte del Mar Océano, a lo que agora descubrió por nuestro mandado, el Almirante D. Cristóbal Colon". Perdida
la carta del duque de Medina Sidonia, se conserva la respuesta de los reyes, fechada a 2 de mayo de 1493. Rechazando la oferta de formarla, contra los portugueses, le mandaron secuestrar cuantas carabelas hubiese en Andalucía, "porque nos podamos servir dellas, en lo que menester fuere". Se pondría en contacto con el bachiller de la Torre, "nuestro fiscal del nuestro consejo, que vos able de nuestra parte sobrello", y con Juan de Fonseca, obispo de Badajoz, arcediano de Sevilla [128], a cuyo cargo estaba el despacho de las armadas, la expedición de licencias para ir a "descubrir", la recaudación del quinto y cuanto tocaba a la mar y los puertos de Andalucía.

El 3 de mayo de 1493, Alejandro VI firmó la primera bula "Intercaetera". Dirimiendo por vía arbitraria el litigio, iniciado en 1490, modificó el reparto del reino de Fez, dando a Castilla las minas de Río de Oro, con derecho a las de Colombia y Perú. Al hilo de los supuestos acuerdos de Santa Fe, el Pontífice demarcó las "conquistas", por meridiano situado 100 leguas al oeste de las islas Azores y Cabo Verde. Adjudicado el Poniente a los Católicos y Levante a Juan II de Portugal, al estar identificada la Isla de la Sal, de Cabo Verde, con la Península de Araya, hemos de admitir que la frontera, quedó donde siempre estuvo: al este de Cumana, entre la Tierra Alta castellana y la vieja provincia portuguesa de Tierra Firme. Débiles los argumentos jurídicos, a disposición del Borgia, acudió al equilibrio escolástico, de la "causa eficiente". Designada Isabel por el Altísimo, para convertir el continente, deseó, desde la infancia, encontrar pueblos intelectualmente vírgenes, para llevarles la luz del Evangelio. Habiendo introducido el Santo Oficio en su reino, erradicado el musulmán de Granada y expulsado a los judíos, el Creador consideró oportuno recompensar tan señalados servicios, permitiéndole captar el mensaje, de su profeta Colón, iluminado para ofrecer a la reina un nuevo mundo. Adquirido el derecho a tutelar millones de almas, albergadas en cuerpos, que "vivían desnudos por los montes" y "no comían carne", a los que habría de tratar como vasallos a convertir, no como esclavos a explotar, el Sumo Hacedor le ofreció, en justa compensación por el gasto, el oro, plata, piedras preciosas, especies y otras cosas "de precio", que criaba la tierra, otorgando el derecho de explotación a su estirpe, en régimen de monopolio, para siempre jamás. Generosa la bula pero impresentable, todo indica que los Católicos se abstuvieron de exhibirla, aunque solo fuese para no excitar a un Portugal, sobradamente ofuscado.

Por fortuna para los monarcas, el cielo quiso que en 1492, desapareciesen los que más sabían de Africa. Murieron los cronistas Alonso de Palencia, que parece haber desaparecido a finales de los setenta y Pulgar, eclipsándose Enrique de Guzmán, veterano de Allende, el Conde de Miranda, que no quiso vender su parte en Palos y Rodrigo Ponce de León, recién ascendido a duque de Cádiz. Dejó éste por heredero un nieto menor de edad, que permitió a los reyes, reparar el fiasco de Puerto Real. Decretada la incorporación de Cádiz, el chico fue compensado con transformación en ducado, del condado de Arcos y confirmación de la concesión de Zahara de los Membrillos y otros pueblos de la sierra, adjudicados al abuelo en reparto, que siguió a la conquista de Granada. Rematada la operación a 9 de mayo de 1493, se concentró el tráfico de Berbería y las Canarias, en la bahía gaditana. Pregonado en todos los "puertos de la mar e de la costa de sus comarcas", que desde tiempo "inmemorial", los barcos para la Berbería, "cargaban y descargaban" en "la ciudad de Cádiz y no en otro lugar alguno", fue calificada de costumbre, introducida "agora indevidamente", la de entrar y salir cada cual, de donde le daba la gana. En adelante, quien sacase o introdujese mercancías de Berbería y aledaños, por puerto que no fuese el gaditano, perdería carga y navío. Trampeaba Juan de Guzmán con el pleito, sobre el almojarifazgo de Sanlúcar, cuando se le unió la voz airada del duque de Medinaceli, recordando a los Católicos que Puerto de Santa María, comunicaba directamente con Berbería, desde que la villa se fundó, sin que en ningún tiempo los justicias de Cádiz, hubiesen interferido el tráfico. Comprendiendo que la concentración era prematura, los monarcas pospusieron la ejecución del proyecto, nombrando juez pesquisidor, que interrogase a cuantos tuviesen memoria de los usos en Cádiz, antes y durante el señorío de los Ponce de León. Firmada la carta en Zaragoza, a 16 de diciembre, los efectos de la orden quedaron en hacer zarpar y entrar por Cádiz, a los que navegaban a las "Yslas de Indias [129] y las Canarias, en servicio de la corona.

Es probable que carta de los monarcas, fechada en Barcelona, a 24 de mayo de 1493, fuese entregada a Colón en mano. Le ordenaban fletar una segunda armada, "para señorear e poseer las dichas yslas e Tierra Firme, de que en nuestro nombre está en posesión". Juan de Fonseca, arcediano de Sevilla, secuestraría los navíos, pagando a los "precios acomodados" de costumbre.

Previsible encuentro con armada del rey de Portugal, se cuidaría el "aparejo" de guerra y los tiros de pólvora, llevando instrumentos de navegar, a falta de Pinzones, pues no formaron en la partida. A cargo del genovés la organización de la empresa, las cuentas lo estarían al Juan de Soria, secretario del Príncipe D. Juan [130]. Recibido Colón por los Católicos, según los envidiosos, hubo de contentarse con 10.000 maravedís en juros [131], pues al reclamar el quinto, los monarcas replicaron que correspondía a Martín Alonso, por haber llegado primero [132]. Mejor instruido Juan de Rojas, tras mencionar las "muestra de oro", que trajo el genovés, habla de los acuerdos, firmados en la Vega de Granada [133], origen de ristra de nombramientos, que siguió. Si en lo económico el descubridor hubo de contentarse con la diezma, sobre lo que percibiese la corona, en lo político adquirió el monopolio de la autoridad, en las "Yslas de Yndias". Aunque fuese tratado de almirante por los reyes, a primeros de mes, no parece que se equivoquen Bernáldez y Fernández de Oviedo, al decir que recibió el nombramiento en Barcelona, a 28 de mayo de 1493[134]. Tuvo el cargo, "como lo usaron e usan e gozaron e gozan los nuestros almirantes de los mares de Castilla e de León, e para en la tierra de las dichas Yslas e Tierra Firme, que son descubiertas e se descubrieren de aquí adelante, en la dicha Mar Oçéana, en la dicha parte de las Yndias", espacio restringido, que deja la jurisdicción en lugartenencia, pues Fadrique Enríquez continuó ejerciendo, como Almirante Mayor de Castilla, sin mudanzas. Colón sería virrey, gobernador y capitán general vitalicio, de los mares y tierras descubiertos, porque puso su persona en "arrisco", sin más cortapisa que la prohibición, repetida, de acercarse a la Mina, cuya propiedad se reconoció a Portugal [135].

A la noticia de que las Islas de Indias, estaban bajo dominio de Castilla, acompañó eclosión de depredadores. Obligados a respetar a los habitantes del "Reino" y las pesquerías "de lejos", al saberlos reducidos a la condición de vasallos, los hermanos Garrido, Bernaldo Quintero y otros paleños, negaron alformaje al Xarife. Pescaban sin pagarlo, en aguas del Cabo de Aguer, cuando apareció zabra con 20 moros, procedente de Casarmansar, "ques alliende", con intención de cobrar o arrestarlos, "según lo suelen hacer". Dando por periclitada la autoridad musulmana, los andaluces arremetieron contra los infieles, capturándolos so pretexto de haberse presentado en son de guerra, "no de paz", penetrando en aguas de los Católicos, sin su consentimiento.

Desembarcados los cautivos en Palos, el común forzó al corregidor a recuperarlos, para ponerlos "de manifiesto", a la espera de transporte, que los devolviese a la patria, "porque algunas personas decían que en el Cabo de Aguer, hay confederación con los cristianos que allí van a pescar, que los moros les dejan tomar agua e leña y las otras cosas que han menester, por lo qual los dichos moros no podían ser tomados". Sabiendo Garridos y Quinteros, que su acción era grata a la corona, se acogieron a la real justicia, con promesa de entregar el quinto, apenas les devolviesen la presa, acusando a sus convecinos de ser "personas que con ellos tienen trato de armas y pan y otras cosas". Satisfechos los monarcas por chivatazo, que hacía reos de contrabando, con visos de traición, a casi todos los habituales de Allende, declararon a los moros ganados en buena guerra, por haberse metido en su conquista, sin licencia "de nos ni de persona alguna, que seguro les pudiesen dar". Expedida la provisión a 27 de noviembre de 1493[136] , se inició la decadencia de Allén Mar.


[1] P.C. T. IV. [2] Ibídem.
[3] Ibídem. [4] Ibídem. [5] Ibídem.
[6] P.C. T. III. [7] P.C. T. IV. [8] P.C. T. VIII. [9] P.C. T. IV.
[10] P.C. T. VIII. [11] P.C. T. III. [12] P.C. T. VIII. [13] P.C. T. IV. [14] P.C. T. VIII. [15] P.C. T. III. [16] Ibídem.
[17] P.C. T. VIII [18] P.C. T. III. [19] P.C. T. IV.
[20] P.C. T. IV T.III. [21] P.C. T. IV.
[22] P.C. T. IV. [23] P.C. T. IV. [24] P.C. T. VIII. [25] P.C. T. VIII. [26] Ibídem.
[27] Ibídem. [28]  P.C. T. IV. [29]  P.C. T. VIII. [30]  Ibídem.
[31] P.C. T. IV. [32] P.C. T. IV.
[33] El libro era el de Mandeville. [34] P.C. T. IV.
[35] Un Juan de Triana figura entre los tratantes de esclavos, de la costa de Huelva. Fue demandado por el Obispo de Canarias, como exportador de gomeros

(SRGS. X.1478.114). [36] P.C. T. IV.
[37] Ibídem. [38] Ibídem.
[39] P.C. T. VIII. [40] Ibídem.
[41] Ibídem.

[42] P.C. T. VIII. [43] P.C. T. III. [44] Ibídem.
[45] Ibídem. [46] Ibídem. [47] P.C. T. IV.
[48] P.C. T. VIII. [49] P.C. T. III. [50] P.C. T. VIII. [51] Ibídem.
[52] La Mazalquivir mediterránea fue ganada en septiembre de 1505, por Diego Fernández de Córdoba, alcalde de los Donceles. [53] P.C. T. VIII.
[54] P.C. T. IV.

[55] P.C. T. VIII. T. IV. [56] P.C. T. VIII.
[57] P.C. T. IV.
[58] P.C. T. VIII. "Espejo de Navegantes". Alonso de Chaves

[59] P.C. T. VIII. [60] P.C. T. IV. [61] P.C. T. IV.
[62]Hoy Canal de Panamá.
[63] P.C. T. VII. I En el Nilo, que pasaba por Cesarea, en Mauritania, se cazó cocodrilo, que se puso en el templo de Eseo (Crónica de Guinea. Zubara). El río Lagartos estaba a los 9º 2/3, 9 leguas al oeste de Portobelo.
[64] P.C. T. IV. [65] P.C. T. VIII. [66] P.C. T. IV.
[67] P.C. T. IV. T. VIII.

[68] Alonso de Chaves sitúa Montecristo en la costa de la Isla Española, donde ubica Isabela la Vieja y el Río de Martín Alonso.

[69] En 1494 Juan de la Cosa, "vecino de Santa María del Puerto", recibió "licencia e facultad" para sacar 200 cahíces de trigo, en los nueve meses siguientes, de Jerez de la Frontera o de cualquier lugar de Andalucía, que no fuese Sevilla y su tierra, para llevarlo a las provincias de Guipúzcoa o Vizcaya, "e no a otra parte alguna", en compensación porque "en nuestro servicio e nuestro mandado, fuistes por maestre en una nao vuestra, a las mares del Océano, donde en aquel viaje fueron descubiertas las tierras de las Yslas de la parte de las Yndias", y "vos perdistes la dicha vuestra nao" (SRGS II.1494.130).
[70] P.C. T. VIII. [71] P.C. T. III. [72] Ibídem.
[73] Pudo haber dos cabos de Bojador, cuando la demarcación de las conquistas, pasó al Orinoco. Según Mariana, el monte Atlante terminaba en el mar, en el cabo que los "antiguos llamaron la postrera Chaunaria. Después por los marineros fue comunmente llamado el cabo Nom... hoy le llamamos cabo del Boyador, si bien algunos ponen por diferentes el cabo Nom y el cabo de Boyador, lo más cierto es que tiene enfrente la isla de Palma, puesta hacia poniente, una de las Canarias" (Cap. XXII). Frente al actual Cabo de Bojador no hay ninguna isla, siendo Lanzarote la Canaria más próxima. Las dos costas del Golfo de Honduras,
están la una frente a la otra.
[74] P.C. T. III. [75] P.C. T. III.
[76] Diego Gómez estuvo en Arguim y Tider. Capturó de "dichos hombres rojizos, cerca de 650". "Esclavos y
sirviente en la Edad Media". Jacques Heers.
[77] P.C. T. IV T.III. [78] P.C. T. VIII. [79] P.C. T. IV.
[80] P.C. T. III.

[81] Según Alonso de Chaves, en la misma Española o Santo Domingo. Un segundo Puerto Real, aparece en la costa de Honduras, a 13 1/3º. [82] P.C. T. IV.
[83] P.C. T. VIII. [84] P.C. T. III. [85] P.C. T. VIII.
[86] Ibídem.

[87] SRGS II.1493.28.

[88] Dejo Martín Alonso cinco hijos: Arias Pérez o Pinzón, Juan Pinçón, Mayor, Catalina y Leonor. Murió en marzo o abril de 1493. Con tiempo para testar y viudo, dejó manda a "una muger que tenía al tiempo que falleció". Alojada en su casa, los hijos la echaron por vía judicial (SRGS. X.1493.108/109).
[89] P.C. T. IV.

[90] Ibídem.

[91] P.C. T. VIII. [92] Ibídem.
[93] P.C. T. VIII. [94] P.C. T. III. [95] Ibídem.
[96] Ibídem. [97] Ibídem.
[98] P.C. T. VIII. [99] Ibídem. [100] P.C. T. III. [101] Ibídem.
[102] P.C. T. VIII. [103] Ibídem.
[104] P.C. T. IV. T. VIII. [105] P.C. T. VIII.
[106] Ibídem.

[107] Selección de testimonios, recogidos de los tomos 3º y 4º de la transcripción de los "Pleitos Colombinos". Es opinión general. [108] P.C. T. IV.
[109] Ibídem. [110] P.C. T. VIII. [111] P.C. T. III.
[112] SRGS. XII.1494.3/ SRGS XII.1492.3. Desde 1487, Collantes vivía en la Collación de Santa María, en casas
propias de un judío, "que son al alcázar viejo". Pagaba 12 reales al mes. Expulso el propietario, el edificio pasó a la corona. Pidió que le fuese cedido, en recompensa por haber ido dos veces a la corte, "a la nueva de las carabelas de las Yndias".
[113] P.C. T. VIII. [114] Ibídem. [115]  Ibídem. [116]  Ibídem. [117]  Ibídem. [118]  P.C. T. VIII. [119] Ibídem. [120] Ibídem. [121] P.C. T. I. [122] P.C. T. VIII. [123] Ibídem. [124] P.C. T. III. [125] Ibídem. [126] P.C. T. VIII.
[127] "El Príncipe". Nicolás Maquiavelo. Cap. XXI.

[128] ADMS. 2395.

[129] SRGS. XII.1493.63. [130] P.C. T. I.
[131] P.C. T. VIII. [132] Ibídem. [133] Ibídem.
[134] En los documentos coetáneos, era "almirante de las Yslas de Yndias" (SRGS. IX.1499.31), distinguiéndose de los Enríquez, que ejercieron el cargo de
Almirante Mayor de Castilla, sin discontinuidad. El titular, coetáneo de Felipe II, continuaba navegando. Al firmar los titulares "el almirante", algunos atribuyen cartas de los Enríquez a Colón, aunque las distinga caligrafía, típica del periodo de los Austria.
[135] SRGS. IX.1499.31.
[136] SRGS. XI.1493.63. 27 noviembre.


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