miércoles, 4 de noviembre de 2015

AFRICA VERSUS AMERICA LA FUERZA DEL PARADIGMA




Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de MedinaSidonia

CAPITULO IV




LOS NEGROS

Sin perjuicio de que cuanto existe, sea producto de creación divina, hemos de admitir que hubiese sido absurdo, a más de arriesgado, planificar la evolución, en base a la desaparición de la especie inadaptada, con excepción de pareja única, designada para adaptarse a los cambios de la biosfera y su propia necesidad. Lógico admitir que fueron muchos los individuos mutantes, es de suponer que las diferentes formas de vida, se extendieron por el continente primigenio, no siendo excepción al mamífero, antepasado del hombre, aparecido hace unos 340 millones de años, de reptil carnívoro. Había alcanzado el estado superior, cuando en los inicios del Cenozoico, la tierra se dividió en continentes, separados por océanos. Irracional decretar que el mamífero se ausentase del fragmento, destinado a formar la gran isla americana, antes de que se produjese la división, no lo es menos colegir fue necesario importar descendientes del Cro Mañon, encontrado en Australia, para que el hombre surgiese en América.

Que toda forma de vida, para continuarse, haya de incorporar y desechar determinados caracteres, no significa que todos los elefantes o todos los delfines del presente, desciendan de pareja única. Ni es de extrañar que en Montana se encontrase un Purgatorius, del Cretáceo Superior, antepasado del hombre. Hubiese probado que la evolución avanzó por sus pasos, en espacios diferentes y tiempos próximos, pero los fieles de "la verdad revelada", lo declararon originalidad de la naturaleza, sin continuidad, esgrimiendo el argumento de la ausencia, con respecto a eslabones posteriores. Ortodoxo el principio judeocristiano, que hace descender a la especie pensante de primeros padres únicos, no lo es menos el científico, que pretende Olduvai, origen de todos los hombres. Los Santos Padres olvidan que el Cain de la Biblia, buscó mujer al Este del Edén. Y los científicos que la ausencia de prueba material, puede revelar la ignorancia del sujeto, pero nunca probar inexistencia del objeto.

Excluida la posibilidad de que en la isla americana se sucediesen las mutaciones, que vinieron a desembocar en el racional, para introducir al hombre, se apeló a la última glaciación. Congelado el Mar de Bering, sapiens viajero, con unos 40.000 años de antigüedad, abandonó un sur acogedor, donde no debía faltar comida, para aventurarse en los hielos, seguido de diversas especies animales, expuestos todos a morir de frío e inanición, por el placer de descubrir América. Aprendida la lección por generaciones de estudiantes, hallazgo de tumba de conchas, con 70.000 años de vetustez y de cultura de choppers, retrotrajo la penosa aventura, haciendo protagonista a vulgar erectus, emigrante en la misma glaciación Wurmeriense, pero hace unos 120.000 años[1].

De haber conservado el vocablo "Africa", el significado que le dieron la vieja geografía y Maquiavelo, la teoría del antropólogo Gloger hubiese sido celebrada, en lugar de ridiculizada. Observando que al sur de la India, el norte de Australia, las islas del Pacífico y la zona tropical americana, se detectaba importante porcentaje de población negra, concluyó que el hombre, residente en zonas tórridas, bajas y húmedas, al perder la protección pilosa, en un momento de la evolución, en que era receptivo a los mensajes del medio, se protegió del sol, produciendo tasa de melanina, que obscureció su piel. Fijados sus caracteres, perdió la facultad de mudar el color, conservándolo a través de las generaciones el negro, en tierra de blancos o el blanco en la de negros. Publicada la tesis, las ortodoxias religiosas, política y científica, se echaron al cuello del investigador, esgrimiendo como prueba, que teniendo el continente americano amplia franja tropical, al no haber consignado la presencia de negros los conquistadores, era evidente que procedían de la importación.

Hubo en Egipto esclavos negros, pero también faraones, lo que no ha de sorprender, pues los hubo autóctonos, al sur del país. Por Roma pulularon etíopes, libres como Yugurta o sometidos a servidumbre, condición que compartieron blancos, procedentes de las provincias conquistadas. Prometieron los cristianos liberarlos, pero alcanzado el poder, imitaron a sus predecesores, según suelen todas las oposiciones triunfantes. Lo aconsejaba la ciencia del lucro, que es la económica.

Profesionales de la trata portugueses y castellanos, era la primera actividad de los residentes en las Islas Canarias, Madeira y de Cabo Verde. Fueron tantos los importados, que en 1475, "negros y negras, loros e loras libres... o forros", tuvieron por barrio la collación sevillana de Santa Cruz, probando su origen común, al compartir usos, costumbres y "mayoral" electo, que los juzgaba y casaba, organizando sus ceremonias, conforme a la "ley y ordenanzas" de la comunidad, extendiendo su autoridad a núcleos de las mismas razas, dispersos por Andalucía. Inadmisible para los Católicos que vasallos de color, eligiesen cabeza libremente, nombraron para el cargo al negro Juan de Valladolid, portero de su cámara, "de linaje noble entre los dichos negros e negras", informado de una tradición[2] que no hubiesen compartido, de no tener la misma patria. Conviene saber que el color del indio americano, era el "loro".

Cambiado el colonizador en conquistador, necesitó mano de obra, que le trabajase campos y las minas. En los primeros tiempos, se prohibió la introducción de esclavos en Indias, cualquiera que fuese su color, por suplir reparto de naturales "encomendados", siendo excepción, omitida por no pocos historiadores, los 4.000 negros de Guinea, traídos a las islas por Pedrarias, en 1504, con la caña dulce y el ingenio. Se admiten generalmente 10.000 guineos, importados en 1517 para las minas, a través de la Casa de la Contratación, por los tres padres Jerónimos, que fueron gobernadores en Indias. Cuenta Gómara que agotados los pescadores de perlas de Cumana, les reemplazaron nadadores, capturados en las Lucayas. Se podía seguir la estela de los barcos de esta trata, por los cadáveres que dejaban. Fernández de Córdoba descubrió el Yucatán, porque agotado el género en las islas, fue a cargar en otra parte.

Innecesarios los esclavos, donde no hubo blanco que los explotase, es contradictorio que en 1650, la población negra de las Antillas menores, representase del 90% al 95%[3]. Importadoras las islas mayores, sólo en Cuba aparecen indios, representados por un modesto 6'5%. Los negros alcanzaban el 30%, en San Juan un 25% y en La Española el 85%[4]. En el siglo XVI, preocupaba a los conquistadores, afincados en Santo Domingo, la proporción de tres negros por blanco. De carácter levantisco, en la Navidad de 1522 se alzaron 20 negros, "de la lengua jolofes", en un ingenio de Diego Colón, uniéndose los esclavos indios. Extendida la revuelta a toda la isla, sofocada no sin dificultad, los españoles colgaron a los rebeldes que pudieron atrapar, a título de ejemplo, lamentando que los más hubiesen escapando a las montañas, uniéndose a los cimarrones. Faltos los colonos de mano de obra, en 1523 procedieron a importación de "guineos, manicongos, jalopes, apes y berberías", procedentes, según Benzoni, de la "Guinea conquistada por el rey de Portugal". El mismo año se registra importante exportación de esclavos venezolanos, con destino a España y Santo Domingo. En 1545, se calculaban, en isla, 7.000 varones adultos "levantados", lamentando los castellanos, cambio en los morenos. Al principio de la conquista, negros "que lo sabían todo de las tribus", ayudaban a sorprender descuidados a los cimarrones, pero poco después, se negaron a colaborar[5].

El Emperador, cansado de revueltas, prohibió en 1526, introducir negros "ladinos" en Indias, entendiendo por tales, los que hubiesen residido un año en la Península, "porque echaban a perder a los boçales, aconsejándoles inquietud e inobediencia a sus amos". Prohibida poco después la importación de esclavos, la escasez de brazos obligó a consentirla en 1532, excluyendo a los berberiscos "y de los mismos negros, los que se llaman gelofes", de la isla de Gelofe, por "sobervios y rebolvedores". En 1550, Carlos V cerró las Indias a los negros del levante americano, "por entender que algunos dellos eran de costa de moros o que tratavan con ellos, y que en una tierra nueva donde se plantaba la Santa Fe Católica, no convenía que pasase gente de esta calidad, aunque fuesen de casta de negros de Guinea". Escasos los marineros, Felipe II hubo de permitir, en 1572, que las naos "merchantes" llevasen dos o tres negros de Guinea "e sus hijos de ellos", a condición de que no quedasen en Indias[6].

Numerosos los negros en Tierra Firme, entre 1527 y 1554, se sucedieron leyes restrictivas. Costumbre que el esclavo casado con persona libre, accediese a la libertad, quedó prohibido
ahorrarle, aunque contrajese matrimonio, con permiso del amo. El negro, como el morisco en la Península, no podía llevar armas, lucir oro, plata, perlas o manto de seda, teniendo la obligación suplementaria, de residir en casa de "amo" blanco, no pudiendo salir de noche, ni tener criado indio, restricciones que no le eximían de pechar, en las cargas que "en España pagan los hombres llanos"[7]. Tales disposiciones no afectaban a los negros, residentes en "palenques". En 1548, se fundó el de Bayamo, en Cuba. El de Pécora, en Panamá, tenía 300 vecinos. A legua y media de Nombre de Dios, estaba el de Santiago del Príncipe, siendo el negro Felipillo alcalde de palenque, en el golfo de San Miguel. Negros casi todos los de Venezuela, al no quererlos la corona, solventó el problema el 2 de abril de 1676, decretando que sólo hubiese alcalde en Caracas.

Cualitativa la promoción de los morenos, en el siglo XVIII se renovaron las disposiciones discriminatorias. Olvidado el mandato, en 1758 se repitió la prohibición de portar armas; en 1768, el matrimonio mixto, con blanco o blanca; en 1771, el acceso a las universidades y a determinadas profesiones, como la de orfebre, provisión que coincide con la primera demanda de mano de obra, formulada por un gobernador de Venezuela. Habiendo quedado la población de color en un 8'11%, a efectos de la saca, frente al 75'68% de indios, solicitó licencia para cambiar 4.000 mulas al año, por 1.647 esclavos [8].

Originarios de la tierra, indios y negros se unían en las revueltas, contra castellanos. En Panamá, los negros apoyaron al cacique Urraca, que mantuvo en jaque a Pedrarias 9 años, hasta ser derrotado por Pedro de Ursúa, en 1535; En 1581 se levantó Antonio Mandinga, caudillo de los cimarrones cubanos, registrándose importante alzamiento en Los Llanos de Venezuela, al que siguió caza de brujas. Cómplices no pocos castellanos, fueron acusados, con los aborígenes, de haberse aliado a los naturales e ingleses de la Guayana. Las revueltas, más o menos virulentas, en ocasiones secundadas o encabezadas por criollos, se sucedieron hasta la independencia. Negros e indios sabían de las virtudes de las hierbas, combatir venenos y utilizarlos, compartiendo costumbres, como la de fumar: "crían la hierba y toman ahumadas", pues "les quita el cansancio"[9]. Lo consumían en la Española y "en esta isla" de Nicaragua, "al igual que los esclavos, llevados allí por los españoles, desde Etiopía"[10]. Los boneteros de Toledo vendían tabaco en la costa de Berbería, del Sale al Safi, siendo igualmente fumadores, los negros de la Guinea africana. Frecuente que los europeos, propietarios de factorías en el siglo XVII, les pagasen en tabaco, probó que el vicio era de importación, que rechazasen el autóctono, exigiéndolo de Brasil[11].

Los negros, reputados de sabios, tenían gran predicamento entre los indios. Enterados los conquistadores, procuraban llevarlos de confianza, para hacerse escuchar. Pizarro se hizo acompañar de un negro, en su primera visita a Cuzco, llevándolo Pánfilo de Narváez, para que le permitiesen poblar en San Benito. En 1541, Juan Vadillo se presentó en Chaclas con 30 negros, para convencer a los naturales, haciéndoles renunciar a la costumbre de dar vasallaje, procurándose señores por víade behetría, desagradable a los Católicos, a más de buscarle una buena mina, por ser conocedores del terreno. Estebanico, negro alárabe, natural de Azamor en "Africa", acompañó a Cabeza de Vaca y Dorantes[12]. Los apalaches le recibieron con reverencia. El virrey de Nueva España, aprovechó "la noticia que tenía el negro" de la tierra, para mandarle a "descubrir" con un fraile, en 1539. Fueron al reino de Marate o Cibola, "tierra muy riquísima". Había 7 ciudades "muy populosas y de muy grandes edificios" de adobe, con dos o tres sobrados, puertas y ventanas. Gente "de razón" los vecinos, vestían "ropa" larga con cuello de chamelote, ciñéndose como los moros. Poseían turquesas, camellos, elefantes, vacas "de las nuestras y montesinas, que cazan en los montes", ovejas como las del Perú y extraños animales de un sólo cuerno, que no eran unicornios. Preparaba el virrey expedición de 12 frailes, para conquistar por la prédica, pero hundió el proyecto pendencia, con el Marqués del Valle[13].

Circunscrita la esclavitud a los negros, que negasen vasallaje a la corona de Castilla, al ser portugués el Levante americano, la cantera castellana se reducía a las costas del Caribe y Tierra Firme, comprendiendo una Nueva Andalucía, que la corona pretendía ampliar hasta el Amazonas. Y de ser posible, al Marañón. Superior la demanda a la oferta, en 1543, la cabeza de negro estaba en La Española, sin distinción de sexos, entre 300 y 400 pesos. En "Las Perlas", Pedro de Herrera, gobernador en La Margarita, invitó a Benzoni a cabalgada, por la parte de Paria. Fueron con dos bergantines, consiguiendo 250 piezas, las más "mujeres con cría". Insatisfecho, Herrera pasó a Macarapana, poblado de 40 cabañas, construido para albergar negreros. Penetrando en el interior, recorrió 700 millas por desiertos y espesuras. Salió a Cumana, arrastrando con cuerda de 4.000 ánimas. Siendo gobernador en Castilla del Oro, Fernández de Oviedo mandó carabela Cartagena y la isla de Codego, para capturar "esclavos e negros". Consiguió cuadrilla de calidad, para sus minas[14].

Temiendo que la Iglesia, apretada por la herejía, dejase de hacer la vista gorda, esgrimiendo la bula de 1493, para prohibir la trata o retirar concesión, cada vez más molesta para las potencias europeas, Fernández de Oviedo intentó transformar los negros americanos, que pululaban por Indias, en falsos negros, con el fin de distinguirlos, de los destinados a la venta. Encontró la solución en al tatuaje: "la mayor parte desta gente traen las caras negras" y el cuerpo "de pintura fija, que jamás se les quita ni se les puede quitar, porque... es sacándose sangre, cortando el cuero con ciertos pedernales o espinas, punzándose y poniendo cierto polvo o carbón molido allí, de tal forma que dura tanto cuanto duran sus vidas y hasta que se pudra la pintura con el cuerpo"[15]. Tan necesarios eran los esclavos, que en 1563, estando prohibida la entrada a extranjeros en puerto de Indias, Hawkins fue recibido en La Española, porque traía 300 negros.

En 1580, Pedro Gamboa de Sarmiento admiró las 20.000 cabezas de negro, concentradas en el depósito de Santiago de Cabo Verde. Adquirido el archipiélago y Guinea por Felipe II, con la corona de Portugal, el jesuita P. Sandoval se ufanaba, por haber bautizado 30.000 negros, en el de Cartagena, procedentes Santo Tomé, Cabo Verde y Mina, entre 1580 y 1587[16]. Dedicado a la cacería, Juan Castellanos lamentaba que los morenos de Tierra Firme, emigrasen a territorios controlados por el Xarife, en busca de seguridad. Ojeando rezagados, bajó por "ásperos caminos" hasta lo que "llaman oy Río de Oro", en los "confines de Guana", asaltando palenques. Los "feroces" blancos rodeaban las chozas, sin ser "sentidos". Cerradas las escapatorias, sorprendían a los vecinos, "divertidos" en sus tareas, matando a los menos, para capturar a los más. Amarrados por el cuello, formando cuerda, los entregaban y cobraban en el real depósito. Baltasar Vallerino, autor de rotario, se inició en la trata en 1587. Pasó cinco meses cargando, en los ríos de Guinea. Depositadas las piezas en Cartagena, con el producto compró dos fragatas, cambiando de escenario: "caminé por el río Magdalena y Caucas", en busca de negros, penetrando a peón en el interior, por Mompox y Tulu[17].

En 1587, persiguiendo a Drake tras su entrada en Cádiz, Alonso Pérez de Guzmán rozó las costas Indias, constatando el avance de la hecatombe demográfica. Al regreso dirigió memorial a Felipe II. Achacando el desastre a la "mita" y otras formas de trabajo forzado, insoportables para el indio, advirtió que de no poner remedio, el Austria sería rey de "tierra desierta", con el consiguiente descalabro económico, pues sólo los naturales, sabían cultivar la tierra. Aconsejó paliarlo, repartiendo 3.000 negros al año, entre los "mineros" de Nueva España, Perú y el Nuevo Reino. Estando el negro "más ruin" a 400 pesos oro, a más de crecer el quinto, al aumentar la producción de metales preciosos, aumentarían los ingresos del fisco, en concepto de alcabala, sin desembolsar la corona un maravedí, pues "S.M. tiene indios y canoas en el río", para transportar "estos negros", desde "la Guinea" al "Reyno"[18], alusión inequívoca al Magdalena, navegable desde Tierra de Negros, hasta Santa Marta, junto a Cartagena de Indias. El costo de los portes hubiese anulado el consejo, de haberse tratado de importación, a través del Atlántico.

Lenta la cabeza del estado, la idea de introducir negros en Indias, germinó en 1590. Aprovechando viaje a Sevilla, Ibarra, secretario del rey, negoció secretamente, el "asiento de los armazones de negros"[19]. Ultimado en 1591, se firmó en 1594 por 20 años, con Pedro Gómez Reynel. Adquirió la exclusiva de introducir esclavos y cargar, en los depósitos de Santo Tomé, Cabo Verde, Mina y otros puertos de Guinea, quedando libre la cantera de Angola, al no estar comprendida en las concesiones pontificias, respetando 900 licencias, que los del Consejo se reservaron, para repartirlas libremente. Depositados 150.000 ducados como fianza, Reynel pagaría 100.000 anuales, 30 de licencia y 20 reales de aduanilla, por cabeza de negro desembarcada en Sevilla, que serían 40 ducados y 30 reales, de entrar por puerto de Indias. Obligado a servir 3.500 negros al año, estimado un 17'65% de pérdidas, en la travesía, cargaría 4.240. Repartidos 2.000 entre los puertos, señalados por el Consejo, los restantes y los que rebasasen el cupo, podría venderlos donde quisiera, al precio que acordase con el comprador. De no servir el número de piezas contratado, pagaría licencia, aduanilla y multa de 10 ducados, por cabeza que faltase. El acuerdo entró en vigor el 1º de mayo de 1595[20]. Muerto Reynel en 1600, le sucedió Rodríguez Coutiño, que abandonó en 1609. Subastado el asiento, al no aparecer licitador, por ser mediocre el negocio, la trata quedó a la iniciativa privada, hasta que la tomó Rodríguez de Elvas, en 1615.

Probado por la experiencia que durante el viaje, las perdidas ascendían al 30%, se obligó a embarcar 5.000 negros. Repartidos 3.000 entre Cartagena, Portobelo y Veracruz, los 500 restantes y cuantos pudiese acopiar, sobre la cifra contratada, los vendería donde quisiese[21]. Encarrilado el tráfico, los asientos se sucedieron hasta 1640, año en que Portugal se independizó, recuperando Brasil y una Guinea que empezaba a llamarse Guayana, al habérsela repartido holandeses, ingleses y franceses.

Al no poder prescindir los colonos, de mano de obra gratuita, los Austria negociaron con asentistas de fortuna. Nicolás Porcio prometió servir 10.000 toneladas de negro, a 3 cabezas por tonelada de buque, en 5 años. A su cargo el "sustento, curación y educación" de las piezas, mientras estuviesen a bordo, cargó en Santo Tomé, pasando a Cartagena. A la caza de clientes los holandeses, por tener el depósito de Curaçao atestado y con problemas de abastecimiento, cohecharon al gobernador de Cartagena, que secuestro los negros, obligando a Porcio a comprar, a precio de minorista, para completar el pedido. Al término del contrato, había servido 5.000 toneladas, parando en los tribunales. Al incumplimiento, sumó haber introducido en España cacao, en proporción superior a la que correspondía, en relación con los negros importados [22].

En 1655 y 1656, abastecieron los ingleses, del depósito en Jamaica. Caras las piezas, la corona cedió la exclusiva al comercio de Sevilla, que no se manifestó entusiasta ni activo. Domingo Grilla y Ambrosio Lomelin hicieron galeón en América, a satisfacción de Felipe IV. Les valió contrata para construir 41 barcos en Vizcaya, con destino a la carrera de Indias y armadas. Firmada en 1662, combinaba la construcción de buques, con la trata. Los italianos se comprometieron a introducir 24.000 "piezas de Indias, que así se llaman para suponer que tengan la altura de 7 quartas", a razón de 3.500 por año, repartiendo 1.000 a cada virreinato. El pico de 500 quedó libre de derechos, por estar destinados a los astilleros, alcanzando la franqueza a 100 cabezas por millar, que rebasase la contrata, no siendo contabilizados ciegos, tuertos y demás defectuosos. A cambio de la exclusiva de carga y descarga de negros, los asentistas pagaban al rey 300.000 pesos al año y 100 por "pieza" vendida, con descuento de 51 pesos de plata, por tonelada de buque construida y derecho a fletar un barco, en año en que no hubiese flota ni galeones, con oro, plata y frutos "de su asiento". Entraría por Cádiz o Sanlúcar, pagando los debidos derechos [23].

Creyendo en un monopolio periclitado, Felipe IV impuso a los asentistas tripulación de españoles, autorizando dos o tres extranjeros por navío, como intérpretes, a condición de que no fuesen portugueses, ingenieros o militares. Autorizados a poner jueces conservadores y factores en España e Indias, podrían nombrarlos genoveses, italianos o flamencos, siendo esclarecedor el número y arqueo de los navíos, que debían tener para el transporte: cinco, con un total de 500 toneladas. Obligados a cargar 5.000 negros, para cubrir las pérdidas, siendo la cabida de tres cabezas por tonelada de buque, cargaban 1.500 piezas, lo que representaba tres viajes al año, de ida y vuelta a los depósitos, imposibles de tener la cantera, al otro lado del Océano [24].

Hasta la segunda mitad del siglo XVII, los negros de Congo y Angola, fueron importación rara. Lejana la costa, complicada la travesía, los tratantes empezaron a frecuentarla, cuando la  Guinea americana dio señales de agotamiento. A finales de siglo florecieron las factorías, del Senegal al Níger. En 1696, se fundó en España la "Compañía Real de la Guinea", para surtir las Indias, con negros de Guayana, Brasil o Angola. Al revelarse los oficiales incapaces de "ir a los rescates", traspasaron el asiento a portugueses. Ocupado el trono por el primer Borbón, en 1701 lo dio a franceses, que se obligaron a servir 10.000 toneladas de piezas de Indias por quinquenio, o 6.000 negros al año. Lejos de cubrir el cupo, en 1706 pidieron autorización, para cargar en Mina y Cabo Verde, depósitos controlados por Inglaterra y Holanda. En 1713, habiendo servido 3.475 piezas, renunciaron al asiento. Al no tener otro remedio, Felipe V permitió que dos o tres barcos holandeses, desembarcasen negros en Indias, a condición de que dos tercios de la tripulación fuesen católicos, entrando en los puertos con bandera "arbolada" de España o Francia[25], por disimular su incompetencia. Siguió asiento con la Compañía inglesa del Mar del Sur, que ofreció 144.000 negros, repartidos en 30 años. Descargadas 17.845 piezas en 1727, el contrato permaneció en vigor hasta 1750, al no haber quien lo pretendiese. Aprovechando el tratado del Buen Retiro, los ingleses lo renunciaron, consiguiendo indemnización de 100.000 libras.

En 1760, el gaditano Miguel Uriarte, ignorando la causa de la decadencia del tráfico, firmó como negrero de la corona. Obligado a desembarcar 15.000 piezas en 10 años, pasados cinco fundó la "Compañía Gaditana de Negros". Quebró en 1772, siendo reemplazada, al año siguiente, por sociedad de corta vida y lamentable fin. En 1778, Carlos III agradeció al rey de Portugal, licencia para abastecerse en su conquista y la cesión de las provincias africanas de Annobon y Fernando Poo, abundantes en mano de obra. Liberalizó el monarca el tráfico, pero faltaron voluntarios. Aparecido el barco de vapor, en Francia y en 1783, dos tratantes de Liverpool se comprometieron, en 1786, a introducir 6.000 negros, por La Habana y Caracas. Restablecida la libertad de tráfico en
1789, tres americanos tomaron el abastecimiento de Indias, en 1793, con negros de Africa.

Se dice que entre 1790 y 1820, entraron por La Habana unos 369.000 negros. Favorecido el tráfico a través del Atlántico, por la navegación a vapor, la trata tropezó con el abolicionismo. Suprimida la esclavitud en Inglaterra, en 1833, los británicos persiguieron a los barcos de negros, uniéndose los franceses, en 1848, continuando el tráfico no sin dificultades, hasta que en 1872, se abolió la esclavitud en España. Aun siendo inexactas las cifras, podemos calcular que en los virreinatos y el Caribe, desde los inicios de la conquista, en 1492, se introdujeron unos 2.000.000 de negros. Cifrados en 6.000.000, los que importó Estados Unidos, hasta que en 1865, suprimieron la esclavitud, no es desatinado suponer que los asentamientos de blancos en América, recibieron en cuatro siglos, unos 10.000.000 de esclavos, incluidas las 100.000 cabezas de negro, supuestamente importados a Brasil, en la segunda mitad del siglo XVI.

Al extenderse las plantaciones de caña dulce, por la costa del Levante americano, faltó mano de obra, acudiendo los plantadores brasileños a los "bandeirantes", buscadores de oro en el interior. Transmutados en cazadores de esclavos, a partir de 1591, tuvieron por cazadero una banda de 200 leguas. Agotada, a partir de 1628, penetraron hasta las 500. Adelantándose en el tiempo, Pedro I abolió la esclavitud, en 1674, privando a sus colonos de la cantera autóctona. Sin más remedio, acudieron al contrabando y a los holandeses, que controlaban los depósitos de Cabo Verde, Santo Tomé y Mina. Arriesgado el tráfico, se vieron obligados a contratar mano de obra asalariada, no pudiendo competir su azúcar, con la elaborada por brazos gratuitos. Al primar lo económico sobre todos los valores, la trata se restableció en 1701, siendo autorizada importación de 200 negros al año, por Río Janeiro. Entonces se observó que los negros de Guinea, se aclimataban mejor que los de Angola, silenciado la vecindad. En 1726, se repartieron 600 negros importados, a cada minero de diamantes de Serra do Frío, calculando las fuentes que entre 1756 y 1778, entraron en Brasil unos 25.500 esclavos. Desarrollado el tráfico con Africa, mediado el siglo XVIII, jesuitas ubicados en la desembocadura del Amazonas, presentaron la debida protesta. Habiendo prometido seguridad a los catecúmenos, abandonaban la fe, para emboscarse en el interior, porque los negreros saltaban en la misión, abasteciéndose de conversos[26].

En 1612, los franceses fundaron San Luis, en la desembocadura del Marañón, dedicando la iglesia a Nuestra Señora do Desserto, por tenerlo en las inmediaciones. Instalados los holandeses en Recife y Olinde, en 1641, se dice que Mauricio de Nasseau, queriendo reemplazar la mano de obra indígena por negros, conquistó Angola al año siguiente, a título de cantera, sin reparar en que desde 1600, los Ríos de Guinea, Sierra Leona, Santo Tomé y Mina, estaban bajo control de Holanda. A la firma del Tratado de Utrech, en 1713, Brasil incorporó la provincia del Marañón y parte de Paria, al ser trasladada su frontera al Oyapock. En 1755, los negros de la costa portuguesa fueron emancipados. Había tantos en Bahía, a principios del XX, que fue conocida por "Roma de los negros". Hoy representan el 50% de la población de San Luis, siendo mayoría en Manaus y Belén.

De haber sido la importación de Africa, causa de la negritud americana, el porcentaje de población negra, sería más alto donde fue más antigua y constante, es decir, en los tres virreinatos. En 1700, Méjico contaba con el 1'3% de negros. A finales del siglo XVII, sumadas las poblaciones de Ecuador, Perú y Chile, había un 9'87%, siendo tan escasos los negros en el Nuevo Reino, que en 1581 el gobernador Gaspar Núñez, pidió 2.000 para Trinidad de los Muzos y Palma. En 1650 representaban el 8%, habiendo quedado, en 1789, en un 5'4%, y la población color loro o india, en el 16'5%. Zona minera, contó a sus mitayos: quedaban 8.621. En el mismo año, el 39'50% de la población del sur de Estados Unidos, era morena. En 1814, esta cifra se elevaba en Florida, al 55'
3%[27].

En los inicios de la conquista, no faltan referencias a la presencia de razas no indias. El negro Juan Portugués, contratado por Colón en la Gomera, durante el primer viaje, distinguió los "puertos e poblaciones, donde ay indios", mencionado otros testigos, "provincias de indios"[28]. Baltasar Calvo, sastre que navegó en el cuarto viaje, puntualizó: "yvan a descubrir provincias de indios", tocando en "Maya... la primera tierra de indios, que está en la Tierra Firme"[29]. Los remeros de las canoas, que se acercaban a las carabelas, para rescatar, eran "de color rojos y blancos, más que negros"[30]. Bartolomé de las Casas, rescriptor de los textos colombinos, hace decir a Colón que estando en Paria, le hablaron de poblados de negros. En 1513 Núñez de Balboa, cruzando el istmo para descubrir un Pacifico innominado, pero sobradamente conocido, vio dos esclavos negros en el séquito de un cacique. Le dijeron que procedían de lugar, situado a dos jornadas, que sólo producía gente de color. Equivocándose a medias, la historia atribuye la presencia a piratas etíopes: arrastrados por la tormenta dieron en la costa, afincándose por no saber regresar[31]. No sorprendió a Vázquez, bajando el Amazonas con Aguirre, ser recibido en poblado con vino local: entre "españoles y negros e indios del campo, se lo bebieron en pocos días". En el arte precolombino, encontramos figuras de rasgos negroides, siendo evidentes en Costa Rica.
Cobriza la población en las tierras altas del istmo, pero negra en la costa, el distingo generó leyenda, que revela como en el siglo XVI, nadie imaginaba importar negros de Africa: sublevado cargamento de esclavos, procedente de Brasil, se hicieron con el barco, instalándose en la costa, por encontrarla vacía y agradable.

[1] "El arte precolombino" José Alcina. Ed. Akal 1990.

[2] SRGS. XI.1475.725 "Esclavos y Sirvientes..." de Jacques Heers, ed. Alfons el Magnanim. Se menciona documento fechado en 1465, en el que Juan de

Valladolid aparece como "juez de los escravos". No hay alusión a negros ni loros, horros o libres. [3] Estas cifras han de tomarse como meramente indicativas.
[4] "Historia de las Américas". vv.aa. Coordinador Luis Navarro García 500 centenario 1991 T. II. [5] "Historia del Nuevo Mundo". Guirola Benzoni. Milanés. Publicado en 1565. Ed. V Centenario
[6] "Norte de la Contratación de las Indias Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671. "Política Indiana". Solórzano Pereyra. 1703. [7] "Norte de la Contratación de las Indias Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671.
[8] "Historia de las Américas". VV.AA. Coordinador Luis Navarro García 500 centenario 1991 T. II. [9] FO 1º parte.
[10] "Historia del Nuevo Mundo" Guirola Benzoni. Ed. V Centenario.
[11] "Voyages en Guinée et dans les îles Caräibes en Amérique" Poaul Erdman Isert. Ed. Karthala 1989.
[12] F. O. T IV. Lib. XIV cap. VII. Con Cabeza de Vaca iba "Estebanico, de color negro, alárabe, natural deAzamor en Africa".
[13] F.O. T. IV pág. 350. San Borondón menciona el reino de las Siete Ciudades, atribuyendo su fundación a otros tantos obispos visigodos, que huyeron de España, cuando penetró el Islam. Alfonso V concedió a Francisco Telles las islas que "descubriese", a poniente del Atlántico, con exclusión de las comprendidas en Guinea y la conquista de Castilla. Declarada la guerra a Portugal por la Católica, en 1475, Telles fue autorizado a conquistar el reino de las Siete Ciudades y conservarlo cómo señorío hereditario.
[14] F.O. T. III pág. 266 Cháves sitúa la isla de Codego a la entrada de la bahía de Cartagena. [15] F. O. T. III pág. 13. T. IV pág. 318 Lib. XIV, cap. VII
[16] "Historia General de las Misiones". Barón de Henrion. Barcelona 1863. [17] "Luz de Navegantes". Baltasar Vallerino de Villalobos.
[18] ADMS. 2400 [19] ADMS. 2402
[20] "Norte de la Contratación de las Indias Occidentales". José de Veitia, ed. de 1671. [21] "Norte de la Contratación de las Indias Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671. [22] ADMS. 5990.
[23] "Norte de la Contratación de las Indias Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671. [24] Ibídem.
[25] ADMS. 4039.

[26] "Historia General de las Misiones". Barón de Henrión. Barcelona 1863.

[27] ADMS. 4418. "Historia de las Américas". VV.AA. Coordinador Luis Navarro García 500 centenario 1991 T. II.
P.C. T. IV.

[29] P.C. T. III.

[30] Diego Gómez estuvo en Arguim y Tider en la primera mitad del siglo XV. Capturó de "dichos hombres rojizos, cerca de 650" "Esclavos y sirviente en laEdad Media" Jacques Heers.
[31] Según Gómara, Guinea, que antes se llamó Etiopía, es antípoda de las Molucás.
Las revelaciones de la fauna y la flora que entre los nombres de Centroamérica figure el de Islas de Indias, siendo conocidos, en Europa, productos americanos, mucho antes de 1492, no facilita la tarea de encontrar su lugar de origen, en especial tratándose de especies como el algodón, que se aclimatan en cualquier parte. Abundante y vigoroso en Cabo Verde, se le da por patria Egipto o India, sin caer en que de ser así, alguien debió llevarlo a la Américas. Materia prima de los almayzares [1] o velos de colores, con que se cubrían la cabeza ciertos musulmanes, aparecen en el arancel de 1491 y siguientes, como oriundos de Berbería. De ser producto mediterráneo, no los hubiese esgrimido Bartolomé Colón, como prueba de que su hermano estuvo en Paria.

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