miércoles, 4 de noviembre de 2015

AFRICA VERSUS AMERICA LA FUERZA DEL PARADIGMA




Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de MedinaSidonia

CAPITULO XX



Los papeles de Santa Fe

El original del pomposo acuerdo, que se supone firmado en el real campamento, estando la confortable Granada, en manos cristianas, debió extraviarse, pues ya Diego Colón lo aportó a su pleito, en forma de inserto, incluido en amplio privilegio de confirmación, otorgado en Burgos, a 23 de abril de 1497. Aparte se conserva el preceptivo "apuntamiento" previo, fechado a 17 del mismo mes. Exponente de las aspiraciones de Colón, más parece oferta de los Católicos, si nos atenemos a su redacción. Titulándose "señores" de sus "Mares Océanas", "facen dende agora" su almirante a Cristóbal Colón, con las prerrogativas que tenía Alonso Enríquez, "almirante mayor de Castilla" y gozaron sus predecesores, pero al quedar circunscrito el cargo, a las aguas de los descubrimientos, los primogénitos de la familia titular, continuaron ejerciendo y firmando, como Almirantes Mayores de la Mar, quedando el "descubridor" en mero lugarteniente, de carácter hereditario. Dando solidez al texto, se hace añadir a los monarcas, que extenderían el título, "después que hayades descubierto e ganado las dichas yslas e Tierra Firme", que "vades por nuestro mandado a descubrir e ganar", lo que por entonces quería decir, en román paladino, "reconocer" y "conquistar", no "encontrar". Queriendo reunir Colón, en su persona, las funciones de virrey y gobernador general, de cuanto "descubriere e ganare en las dichas mares", los Católicos limitaron la pretensión a presentación de terna. Con derecho a la décima de las rentas, que obtuviese la corona, el genovés probó dotes de augur, al enumerar los productos de la tierra: perlas, piedras preciosas, oro, plata y especiería. A imitación de Herrera y Saavedra, tendría la jurisdicción civil y criminal, en las "yslas e tierras firmes, que por su mano e yndustria, se descubrirán e ganaran" en el Mar Océano, pudiendo fijar pechos y derechos, castigar al intruso y dirimir contenciosos, entre particulares [1].

Olvidando que los monarcas carecían de embarcaciones propias, se les hace decir que el "descubridor" iría en "fustas nuestras", siendo error sorprendente, en falsificador coetáneo, el de describir el documento, como "nuestra carta de privilegio rodado". Se dice que se llamaron así, debido a la "rueda", con las armas reales, que suele adornarlos, pero al haberlos sin ella y hasta sin armas, parece razonable suponer, que se debía al supuesto de "rodar", por mano de los confirmantes, como "rodaban" los cargos municipales, en ciertos pueblos, de vecino en vecino. Habiendo vivido la experiencia de Juan II, que en más de una ocasión hubo de renunciar a su voluntad, porque los consejeros se negaron a confirmarla, Enrique IV suprimió el género, sustituyéndolo por la albalá, que firmaba con un secretario, no habiendo manifestado los Católicos, intención de regresar la moda antigua. Reunidos los documentos colombinos en el Archivo de Indias, con apéndice en la casa de Alba, adquirido en el siglo XIX, los americanistas ignoran serie, en que Colón aparece mencionado, que se conserva en el cajón de sastre, conocido por Registro General del Sello, sección de Simancas. Destacan dos reales albalas sin alharacas, fechadas en Granada, el mismo 30 de abril de 1492, en que lo fueron los acuerdos de Santa Fe. Conservada la una por partida doble, es de notar que en la copia, inserta en sobrecarta de 20 de junio, en la que aparece un "ojo" dieciochesco, la palabra "Granada", se sustituyó por "Santa Fe". Formaron parte de conjunto de tres piezas[2], ignoradas por la historia oficial, porque la dinamitan.

La primera va dirigida a los justicias de "qualesquier cibdades e villas e logares, de la costa de la mar de Andalusya": "nos avemos mandado a Cristóbal Colón, que como nuestro capitán vaya con tres carabelas de armada, a algunas partes del mar Oçéano", a cosas "muy complideras al servicio de Dios e nuestro, e porque son menester para ello las dichas tres caravelas, de nuestros vasallos e súbditos", las "que por el dicho Cristóbal Colón, vos fueren mostradas e nombradas", sería embargadas, "pagándoles por ellas los precios e sueldos, que justamente ovieren de aver, por el tiempo que en nuestro servicio se ocuparen". El armador las pondría en el puerto, indicado por Colón, en los diez días siguientes, a la fecha en que recibiesen la llamada, "con todas sus xarcias e aparejos e pertrechos" y las "gentes dellas, que fuere menester que vayan con él, para que las puedan llevar, adonde por nos le a seydo mandado"[3].

Al alcance de la corona ahorrar, echando mano de navegantes, condenados por haber cometido delito, a servir gratuitamente, con sus barcos, "cada e quándo e do quier que por nos vos fuere mandado", se llamó a los delincuentes de Palos, en general, y en particular, a Diego Rodríguez Prieto[4]. Sentenciado a navegar para la reina dos meses, con otras tantas carabelas, las pondría "armadas a vuestras propias costas", con pertrechos, despensa y tripulación, en el plazo señalado, donde ordenase Cristóbal Colón, "nuestro capitán de las dichas tres carabelas", para ir a "ciertas partes de la Mar Océana.., donde nos le mandamos yr"[5], habiendo sido provisto el genovés, de instrucciones y fondos, para que "vos pague luego sueldo por quatro meses.., al precio que pagan a las otras gentes que fueren en las dichas dos caravelas e en la otra caravela". Acertada por los monarcas la duración del viaje, con error de dos semanas, ratificaron que se trataba de travesía ordinaria, al fijar salarios y "precios": serían los "que comunmente se acostumbra pagar en esa costa, a la gente que va de armada por la mar". Obligados a seguir la "vía", que indicase Colón, habría de ser desobedecido, si olvidaba lo acordado en Alcaçobas: "ni vosotros ni alguno de vos, no vayades a la Mina ni al trato della, que tyene el serenísimo Rey de Portugal, nuestro hermano, porque nuestra voluntad es de guardarse e que se guarde, lo que con el dicho rey de Portugal sobre esto, tenemos asentado e capitulado"[6].

Superflua la advertencia, de encontrarse la Mina en la costa oriental del Atlántico, es decir en Africa, donde la ubican, pues Colón navegaba en dirección poniente, que se repita casi con las mismas palabras, a 28 de mayo de 1493, estando el "descubridor" de regreso, pone de manifiesto que la Mina estuvo a occidente, es decir, en América: "es nuestra merced e voluntad quel dicho nuestro capitán general, don Christobal Colón, nuestro almirante e virrey e governador, ni vosotros ni alguno de vos, non vayades a la Mina ni al trato della, que tiene el sereníssimo Rey de Portugal, nuestro fermano, porque nuestra voluntad es de guardar e que se guarde por nuestros súbditos.., lo que cerca de la dicha Mina thenemos capitulado e asentado, con el dicho Rey de Portugal". Nos guste o no, habremos de admitir que a 30 de abril de 1492, los Católicos conocían la duración del viaje y la situación de la Mina de Oro, aunque ignorasen lo que se pagaba en Palos, por servir en travesías semejantes [7].

Perdida la tercera provisión, tenemos noticia porFernando Pérez. Vecino de Huelva y analfabeto, recordaba que Colón "traía poderes de los reyes", para sacar "ciertos presos de la cárcel", con promesa de omecillo o indulto, a cambio de participar "en el viaje"[8]. Popular el dato, historiadores prestigiosos, suponen que formó sus tripulaciones, con carne de cárcel, por no encontrar hombre libre, dispuesto a navegar hacia lo desconocido. No repararon en que delincuentes, ajenos a la mar, hubiesen sido incapaces de salir de puerto, por no saber izar las velas. Ni por supuesto remar. Tres omicianos, que participaron en el primer viaje, han dejado recuerdo. Fue causante de las condenas, a la última pena, el paleño Bartolomé de Torres, encerrado porque mató a Juan Martín, pregonero de la villa. Escapado con ayuda de su convecino Juan de Moguer y el vejeriego Alfonso de Clavijo, sentenciados en rebeldía, perdonado Torres por los parientes del difunto, previo pago de indemnización, según costumbre, solicitaron el "omecillo" al regreso, concediéndolo los reyes, aplicando el "propio motu", por haber navegado con Colón, cuando fue a "descubrir las Yslas de las Yndias.., poniendo vuestra persona en peligro", con prohibición de acercarse a la corte, en un perímetro de cinco leguas[9].

Antes de ser llamado a Granada, el genovés "posó" en la Rábida, "como hombre llano que no tenía mucho", entreteniéndose en conversar con el fraile "astrólogo", que le ayudó a "negociar"[10]. Buen observador Pedro Medel, recuerda que salió de Palos "con mucha necesidad", regresando "próspero", con "provisiones" y "licencia para tomar" los "navíos, quel señalase que convenía, para seguir el dicho viaje", dotado de "poderes de los reyes, para hacer el armada"[11], con el cuento de maravedís, que le dio la reina. Los hagiógrafos del héroe, silencian embargo de navíos y suma, por considerarla irrelevante. Debidamente magnificada, Fernando Colón, niño a la muerte del padre, cuenta que recibió 1.140.000 de maravedís, de Luis de Santangel, completando Francisco Pinelo, hasta los dos cuentos. Documentados ambos, Santangel aparece como escribano de raciones, uno más entre los muchos que se contrataban, para llevar las cuentas en los navíos, fletados por particulares o la corona [12]. Situado en confortable clase media, estaba casado con Juana Cervatos, documentada porque en 1486, esclava doméstica, de "color lora y manca del segundo dedo de la mano derecha y un foyo en la cara", de unos 20 años, adquirida en 1481, hizo "hurto de sí misma", vistiendo "hábitos de hombre". Recuperada en Campillo, lugar del Conde de Plasencia, la reclamó la Cervatos[13]. En la primavera de 1492, Santangel estaba en Sevilla, fletando navíos, a medias con Francisco Pinelo, para sacar judíos del país, previo pago de pasaje, revalorizado por las prisas, pues debían estar "fuera de mis reynos", el 31 de julio, so pena de ser condenados a cautiverio perpetuo. Entre los barcos contratados, figuró la carraca de Ambrosio de Negro, que se abstuvo de comparecer, por haber encontrar mejor "partido". Denunciado el incumplimiento, se ofició incitativa a Cartagena, el 18 de junio de 1492, ordenando que se presentase con el barco, en el muelle sevillano de las Muelas [14].

El mercader genovés Francisco Pinelo, residente en Sevilla, trotó por el reino en 1480, con el burgalés Diego de Soria, recogiendo lo recaudado por las bulas, para la conquista de Canarias[15]. En 1485, fue fiador de su compatriota, Nicolás Catano, comprador de los esclavos de Guinea, capturados por Esteban Pérez Cabitos, con carta de marca y represalia contra portugueses, los cuales fueron reclamados por Pedro González Brito y Juanoto Berardi[16]. Pinelo reconoció la villa de Palos, por real orden, antes de que se ultimase la compra, siendo apoderado a 20 de junio de 1492, para tomar posesión y subastar las rentas [17]. Funcionario en 1502, tomó cuenta a Bastidas y La Cosa, al regreso del "descubrimiento" del Darién [18], siendo el primer factor, de la Casa de la Contratación [19].

Ampliando la relación de prestamistas del padre, Fernando Colón menciona a Francisco
Riberol y al florentino Juanoto Berardi, que lo fueron de Alonso Fernández de Lugo, en 1492 y 1494, durante la conquista de Palma y Tenerife [20]15.000, que era su precio. Muerto el florentino el mismo año, Vespucio quedó con agencia y encargo. Sacada la primera flota en 1496, al no saber dónde meterla, los historiadores la hacen naufragar, al completo[23]. . Era el primero mercader genovés, radicado en Sevilla, comprador de la orchilla de las Canarias menores, a los Peraza y habitual del puerto de Sanlúcar. En 1491, reconoció la firma de un Alonso de Lugo, regidor y mercader en la villa, que dejó capellanía al convento de Barrameda [21], siendo testigo de Juan de Guzmán en el pleito, en torno al almojarifazgo de Sanlúcar. En 1511, con su hijo Bartolomé, pidió la ejecución de los bienes, de Fernández de Lugo [22]. Berardi representó en Sevilla a Bartolomé Machino, que tenía arrendada la Guinea, al rey de Portugal. La historia oficial le hace agente de los Médicis, asociando a la empresa, desde su llegada a Sevilla, en 1491, al también florentino Américo Vespucio. Habiendo anunciado la Católica a Colón, por carta de agosto de 1494, que cada mes saldría un barco de Andalucía y otro de la Isabela de Monte Juan, para comunicar la población con la metrópoli, tergiversando el dato, se dice que Isabel contrató, con Berardi, flota anual de 12 velas, para llevar socorros a la población de Indias, subvencionando con 2.000 maravedís, por tonelada de buque, lo que pone el flete de navío, con 45 toneladas, en 90.000 maravedís, por viaje de 6 meses, es a…

En la primera mitad del siglo XVI, arrendar una carabela, con tripulación y pertrechos, en el mercado libre, costaba de 12.000 a 15.000 maravedís por mes. Más baratas las de embargo, las tres velas de Colón, ocupadas por espacio de seis meses cortos, si nos atenemos a la fecha real de partida, y de cerca de siete, tomando la oficial, no pudieron costar más de 315.000 maravedís. Sumados 63.000, para salarios de pilotos, del cuento entregado por reina, quedó un remanente de 622.000 maravedís, para contratar tripulaciones, bastando 7 hombres por carabela y gente de guerra, si es que la llevó. Despreciando las fuentes, para aplicar la imaginación, los investigadores extrapolan al "descubrimiento" anécdota, que las crónicas relacionan con el sitio de Loja: falta la hueste de pagas, amenazó con levantar el sitió. Siendo la plaza "puerta" de Granada, Isabel empeñó sus joyas, para salvar la situación. Carta atribuida a Colón, le hace financiero de la empresa, pagada con su peculio y crédito, supuesto que niegan quienes le conocieron, describiéndole como "hombre necesitado", que aguardó "quedo" en la Rábida[24], el regreso de Martín Alonso Pinzón, hombre indispensable, para llevar la aventura a buen fin. Según Méndez Silva, autor del siglo XVII, el viaje de Colón costó de 16.000 a 17.000 ducados, que representaban 6 cuentos de maravedís, calculando tripulación de 90 a 120 hombres, para mayor dislate, enrolados en presidio. Embarca a Fray Juan Pérez, haciéndole guardián de la Rábida y capellán de las galeras [25], sin caer en que hasta Las Casas, dejó en tierra hábitos y sotanas. Documentado que Colón solicitó intérprete de "arábigo", cuando preparaba el cuarto viaje, por si corría el rumor, la demanda se atribuye al primero, con el fin de achacarla a lógica ignorancia, incorporando al pasaje a un Luis Torres, traductor de hebreo y árabe, que no aparece en documentos ni testimonios, dignos de atención.

Cuenta Diego Prieto que Colón "truxo" de Granada, "mandado de S.A. e cierta libranza, para yr con tres navíos, a descobrir aquellas tierras"[26], a más de "dinero y recaudo"[27]. Corrió las calles, con fraile de San Francisco por escolta [28], "publicando el descubrimiento de las Indias"[29], sin conseguir ser escuchado, pues "en esta villa de Palos... no avía onbre ninguno que quisiese yr en su compañía, nin menos le quisiese dar sus navíos". "De esta manera estovo más de dos meses, sin thener remedio"[30], porque "no fallaba gente, salvo los del crimen", al no haber "persona alguna", que quisiese seguirle, por "ser el viaje peligroso"[31]. En Moguer embargó embarcación, en presencia del escribano, Alonso Pardo [32], interrumpiendo la inútil cruzada, a la espera de Martín Alonso Pinzón. Por informarse, visitaba al portugués Pedro Vázquez de la Frontera, residente en Palos [33], que "tenía noticia de la tierra de las dichas islas"[34], porque navegó al servicio del infante D. Enrique.

Habiendo ido Martín Alonso a Roma, con carga de sardinas [35], por disimular curiosidades exóticas, importadas de contrabando, para satisfacción de los cardenales, Pedro Arias, que le describe como hombre que "sabía más que otros, de cosas de la mar". Lo topó en la Ciudad Eterna, donde le dijo que regresaba "muy instruido en la navegación de Indias e tierras del Mar Océano", por boca de amistad vaticana [36], siendo aquel el segundo viaje que hacía, para recabar información [37]. Arias Pérez, primogénito de Pinzón, acompañó al padre a la librería del papa, asistiendo a conversaciones con familiar y bibliotecario de Inocencio VIII, "gran cosmógrafo", en torno a cartas de marear y escrituras antiguas, sobre ciertas tierras no registradas, que podría adjudicarse, quien quisiese "ir a descubrir"[38]. Estrecha la amistad, el prelado dio al paleño "apuntamiento" de "regiones y provincias, sacadas del mapamundi del Papa"[39].

Compañero de Pinzón al regreso, Fernández Colmenero confirmó que traía "acuerdo de ir a descubrir", enseñando "mapa" o más bien conseja, que le dio el cardenal. Situaba las riquezas de Cipango, 95º a poniente de la costa occidental de España [40], es decir, en Méjico. Llegado a su casa, Martín Alonso inició el armamento de dos carabelas, para a ir "descubrir"[41], no tardando en llamar Colón a su puerta, habiendo aguardado su regreso, "sin entender en cosa alguna"[42]. Martín Alonso le enseñó el "libro" que tenía, "para saber las regiones... y navegación de Indias y tierra del Mar Océano"[43], que era el "de las Maravillas", del inglés Juan de Mandeville, conocido desde 1356[44].

Bernáldez lo menciona, cómo propio de Colón, al igual que Pedro Alonso Niño, piloto mayor en el primer viaje, haciendo alusión al libro, donde estaban "asentadas" las islas [45]. Inviolables las ordenanzas de Palos, convencido de que ningún señor vendería, Pinzón no se dejó impresionar, por las albalas del "descubridor", maestro en el "arte del descobrir", según los vecinos, pero no en el de navegar [46]. Se burlaban del proyecto "e le tenían por muerto, a él e a todos los que ivan, porque no avía de venir ninguno"[47], terminando de hundir su reputación Pedro Vázquez de la Frontera, al decir que amaneció en Castilla, porque en Lisboa "tenía mal remedio", al haberle despachado Juan II, con cajas destempladas, "pensando que era cosa de burla"[48]. En 1532, a toro pasado, Bartolomé Martín justificó a sus convecinos: "como la tierra era no yda ni sabida", no hubo quien quisiese embarcar, hasta que Martín Alonso no se "determinase"[49].

El mayor de los Pinzones, parece haber sido contrapunto del forastero. En la edad madura, pues el más pequeño de sus hijos, nació en torno a 1472, no tuvo el rey "otro hombre tan valiente" y capaz: "en el tiempo que avía guerra con Portugal, todos los portugueses le temían, porque cada día los tomava e los prendía e les facía mucha guerra"[50]. No había "navío portugués, que le osase aguardar", al regreso de los rescates. "Rico y sabio en las cosas de la mar.., muy especial hombre", el enemigo procuraba eludirle[51], buscándole el amigo, por ser de "buen corazón"[52], "muy diestro en las cosas de la mar e tenía grande industria e le querían mucho los marineros, que con el trataban"[53]. Experto en todos los mares, "que se corrían e navegaban agora 50 años", viajó de "Castilla a Roma e a Portugal e a las Islas de Canaria" y Flandes [54]. "Gran piloto y capitán esforzado... hombre bien quisto", "que se señalaba donde quiera que iba", por dar "buena cuenta de sí"[55], los ponentes confesaron ignorar si Pinzón "había navegado por el Mar del Sur"[56]. "De buen comer", porque supo ganarlo, nunca le faltó "aparejo", para hacer "cualquier viaje". Propietario de carabela y barco, a veces de tres navíos, fueron raras las temporadas, en que quedó con una sola embarcación, disponiendo de tripulaciones "expertas y cumplidas", formadas por parientes y amigos [57].

"Prudente en las cosas de la mar e hombre de coraçón e para mucho", García Gallego lo presenta como "el mayor.. y más determinado por la mar y en la tierra.., Son de los más principales" de Palos y dueño de mejor aparejo, que el conseguido por Colón[58]. "A todas las personas que moraban en Palos, les oyó que no fueran a Indias ni se atrevieran, de no ir Martín Alonso y sus hermanos"[59], seguros que de dirigirles Colón, "iban a la muerte y no habían de volver"[60]. Muchos de los que "tenían por vana la empresa", enterados de no haber tierra por descubrir, al llamarles Martín Alonso, acudieron "por respeto", siendo seguro que de ejercer el genovés, como capitán mayor, "no viniera con él la gente"[61]. En Palos se dijo que Martín Alonso no figuraba en los mandamientos, apareciendo el genovés, porque el rey D. Fernando tenía "ojeriza" al paleño [62].

La compra de Palos se formalizó el 4 de junio, jornada dedicada, por los monarcas, a cuestiones relacionadas con el "descubrimiento". Habiendo presentado denuncia Bartolomé Machino, residente en Lisboa y arrendatario del "cargo y descargo" de Guinea, porque en torno al 15 de mayo, contra lo firmado en 1479, vizcaínos y guipuzcoanos le tomaron por "fuerza" carabela, con 127 cabezas negro, poniendo en venta barco, esclavos y esclavas, en "alguno de esos dichos puertos" de Castilla, la reina mandó buscar la presa, para restituirla a Machino. Y aplicar a los culpables "justicia" expeditiva, "sin figura de juicio"[63], por no ser el momento de enredarse con Florencia. Ni de hablar de Guinea. En el mismo día, relanzaron la campaña, para poner los puertos andaluces de señorío, bajo control de la corona [64], manipulando el licenciado Balboa la ley, para justificar las barquetas y guardas, puestos por los almojarifes de Sevilla, en "todos los lugares de los puertos de la mar", para que "viesen y catasen" las mercancías, cobrando derechos por la corona[65]. La provisión levantó clamores. Señores, "caballeros" y ciudadanos del común, denunciaron los agravios y "sin razones", perpetrados por los oficiales de los monarcas. Intentando justificarse, Isabel se amparó en ley de Juan II, declarando "descamino" el barco que frecuentase puerto privado, sin licencia de los arrendatarios del almojarifazgo real, acusando a los mercaderes de acudir a radas de particulares, para "encubrir mercancías". Neutralizando a los señores, amenazó al que no colaborase, con "los dichos mis arrendadores", con culparle de desobediencia, lo que acarreaba pérdida de bienes y dignidades. A la puesta en vigor de la ley, siguió reducción del tráfico, que puso el comercio al borde del colapso. Alarmada Isabel, anuló lo hecho sin desdecirse, ordenando que los derechos percibidos, en virtud a la novedad, fuesen depositados en personas "llanas y abonadas", a la espera de que los jueces determinasen que lugares y personas eran francos, separando lo que pertenecía al Concejo y vecinos, de lo que tocaba a señores y corona. Recuperado lo suyo, por cada parte, los almojarifes podrían entremeterse en lo que entraba por mar, pero no en
lo que produjese la tierra[66].

El 20 de junio de 1492, ultimada la compra de Palos, Isabel apoderó a Francisco Pinelo y Juan de Çepeda, "trinchante de la muy ilustre princesa de Portugal, nuestra muy cara e amada hija", para tomar posesión de Palos y su fortaleza [67]. Fernando Gentil, recomendado por el Conde de Cifuentes, a cuya designación se opuso el duque de Medina Sidonia, fue nombrado regidor perpetuo [68], tocando a Pinelo arrendar las rentas, en nombre de la reina [69]. No queriendo perder más tiempo, los monarcas dirigieron sobrecartas a Juan de Peñalosa, contino de su casa. Habiendo adquirido el derecho a sacar barcos de armada, del Alfoz de Saltes, con tripulación de paleños, haría cumplir las albalas del 30 de abril, obligando a los propietarios de los navíos, designados por Colón, a ponerlos en el puerto indicado, con pertrechos y tripulación suficiente, so pena de hacerse "culpantes" de desobediencia. Al castigo que tocase, se sumaría el pago de los 200 maravedís diarios, que ganó Peñalosa, desde que salió hacia los puertos, hasta su regreso a la corte. Pregonadas las cartas, lo serían especialmente en Moguer, donde Colón tenía secuestrada la Marigalante, nao de Juan de la Cosa, vecino de Puerto de Santa María. No estando pertrechada, se concedieron al propietario 30 días, para ponerla a punto, amenazándole con multa de 200 ducados, de no hacerlo [70]. Hecho el debido recordatorio a Diego Rodríguez Prieto [71], se libró de la pena, por ser innecesarias sus carabelas.

Los Silva alzaron el pleito homenaje a su alcaide, para que pudiese entregar la fortaleza de Palos, a Juan de Çepeda, el 23 de junio[72], siendo firmada la escritura de venta el 24, en la Puebla de Guadalupe. Valió la mitad de la villa, 16.400.000 de maravedís, "forros" de alcabala, "sisa e ympusición". Liquidado el trámite, los Católicos se prepararon a dejar Andalucía. Temiendo que la aventura colombina, provocase agitaciones, pues otra vez serían expulsados señores, pescadores y mercaderes, de su centro de trabajo, pusieron bajo sospecha, a cuantos estaban en situación de defender su derecho. Aludiendo a "disturbios pasados", callando que fue cabeza de una de las facciones que los organizó, contra Enrique IV y su hija Juana, para alzarse con el trono, Isabel ordenó al Conde de Cifuentes, asistente en Sevilla, no perder de vista a los Duques de Medina Sidonia y Cádiz, el Conde de Cabra, Alfonso de Aguilar "e otros caballeros e personas del dicho reino", so pretexto de que habiendo "algunas diferencias" entre los citados, podrían provocar "escándalos e juntamientos de gentes e otros daños, de que se nos podría seguir a nos deservicio", "derramando" huestes, si hacían intención de juntarlas[73]. Asegurada la retaguardia, los monarcas se dispusieron a seguir la agonía de Inocencio VIII y el advenimiento de Alejandro VI, desde Barcelona, su puerto más próximo al Vaticano.

"Muy determinado de hacer el descubrimiento", desde su regreso, Martín Alonso, "aderezaba" dos o cuatro navíos, sin ayuda de socio capitalista, pues tenía "mucha hacienda", ni escuchar a Colón, que "se metió mucho" a rogarle, "enseñándole las mercedes que SS.AA le fazían", y prometiendo respetarle, como a "capitán principal"[74], hasta que enterado de la venta de medio Palos a la reina, cambió de actitud, por no perder el todo. Esgrimiendo la "escritura original", que le dio el cardenal bibliotecario[75], "para descubrir las Indias"[76], le atribuyó autoridad superior, a las que tenían la provisiones[77] de Colón, que asustado cedió al paleño, ante escribano, la mitad de los beneficios y honores, producidos por la empresa[78], habiendo oído los testigos exclamar a Colón: "señor Martín Alonso, vamos a este viaje, que si salimos con el y Dios nos descubre la tierra, yo os prometo por la corona real, de partir con vos como hermano mío"[79]. Los más recordaban los hechos, confundiendo los tiempos: "después que vino Colón de Granada, Martín Alonso hizo una capitulación, determinándose a ir en el viaje"[80]. Se dijo que Pinzón cedió, "por servir a sus altezas", acertando los que interpretaron que buscaba obtener parte, de lo "que se oviese en el viaje"[81]. Se aventuró que siendo hombre adinerado, Martín Alonso "aparejaba" los navíos en Palos[82], mientras Colón iba a Granada, con fray Juan Pérez[83], financiado por 60 ducados, que le dio el paleño[84], para sacar licencia de "descubrir... en las Indias"[85], porque "ninguno puede ir a descubrir, sin mandado de su alteza"[86]. Andando el tiempo, se olvidaron las veleidades descubridoras, de Martín Alonso afirmando un testigo: "nunca oyó que quería hacer el descubrimiento, hasta que Colón apareció en Palos y lo ordenó"[87].

Los más acertaron, mencionado los 100 florines que trajo Diego Prieto, por encargo de la reina, para que Colón fuese a la corte[88], equivocándose al afirmar que Pinzón, fue cabeza de la armada[89], formada con navíos "suyos e de sus parientes suyos"[90]. Lo desmintió su hijo menor, Juan Martín, declarando a sus 60 años, que el viaje lo pagó la corona, no siendo las carabelas de su padre, si no de "otras personas"[91], sin perjuicio de que se ocupase del flete y de buscar tripulantes: "lo avió con sus parientes e amigos, que no fuera el dicho almirante a descobrir ni fuera nadie con él", de no correr que Pinzón iba como capitán mayor[92]. El mes que precedió a la partida, Martín Alonso andaba "muy negociado", haciéndose "tanto su amigo"[93] de Colón, que siempre se les veía juntos, por Huelva, Moguer y Palos, a veces acompañados de Vicente Yáñez. El mayor de los Pinzones, ponía "mucho interés en animar a la gente", esgrimiendo promesa, que siempre movió al hombre común: "andad acá con nosotros a esta jornada, que andáis aquí misereando.., que avemos de descubrir tierra con ayuda de Dios, que segund fama avemos de fallar las casas con tejas de oro y todos verneys ricos"[94]. La alusión evoca descripciones de edificios del Perú y del estado de Bogotá. Deslumbraron a los "conquistadores", hasta que descubrieron el alto porcentaje de cobre, contenido en las placas doradas, que recubrían los edificios. Con convicción, por haberlo visto, Pedro Vázquez de la Frontera, publicaba "por las plazas", que "hallarían tierra muy rica"[95]. Martín González, bizcochero de Moguer, no se confundió. Estando la nao secuestrada en su pueblo, sabía que el genovés iba como capitán mayor [96], siendo esta la causa, de que se escaqueasen algunos [97]. El onubense Pedro Ortíz, enrolado en un primer impulso, "no pudo descubrir", porque el suegro no le dejó embarcar [98]; Gonzalo Alonso alegó enfermedad [99], para desengancharse; Juan Rodríguez Mafra, confesó que tuvo la empresa "por cosa vana"[100], sincerándose Antón Colmenero: "rogado" en Palos por Martín Alonso y Vicente Yánez, "dijo que no quería ir", al saber que Colón era el capitán mayor[101].

Buen profesional Pinzón, "en un mes hizo el armada"[102], sin dejar de asistir a las reuniones, que se celebraban en la Rábida, presididas por Fray Juan Pérez y a las que tenían lugar, en casa de Pedro Vázquez de la Frontera. Alonso Vélez, que fue "descubridor" y alcalde de Palos, por el Conde de Miranda, recordó cierto día, en que el portugués advirtió a Martín Alonso: Colón querría "volverse", cuando llegasen a la hierbas, porque yendo "a descubrir esta tierra, con un infante de Portugal.., por cortos la avían errado y se avían engañado por yervas, que avían hallado en el golfo de la mar"[103]. Le aconsejó "que no consintiese, salvo que siguiesen la vía derecha, porque era imposible no dar en la tierra y de necesidad lo avían de hacer"[104]. No hay testigo que llame Gallega o Santa María a la nao. Conocida por Marigalante [105] como la primera isla Canaria, sería la capitana, navegando en ella Colón con su propietario, el piloto Juan de la Cosa[106] y Pero Alonso Niño, piloto mayor de la armada[107]. Demasiado joven Bartolomé de las Casas, para formar en la partida, metió a su padre en la nao, prestándole arqueo de 100 toneladas, tan insólito en aquella navegación, como los 60 toneles, acordados a cada una de las carabelas. Propia la Pinta de Juan Quintero, fue capitán Martín Alonso, ejerciendo de maestre su hermano Francisco y de piloto Cristóbal García Sarmiento [108]. En la Niña, de Juan Niño, el maestre sería el propietario y el capitán Vicente Yáñez Pinzón [109], segundo de los hermanos, considerados "personas principales"[110].

Nada se sabía en Palos de las andanzas de Fernández de Lugo, ni éste de la empresa colombina, cuando a 13 de julio de 1492, recibió el encargo de conquistar "la Ysla de la Palma", omitiendo que Pedro de Vera, lo hizo poco antes[111]. A 25 falleció Inocencio VIII, aguardando impacientes los Católicos, el resultado del cónclave. Determinante, pues la armada colombina hubiese carecido de significado, de no salir electo el candidato de Castilla, no parece verosímil que el genovés zarpase a 3 de agosto. Probable que lo hiciese Alonso de Lugo, del puerto de Alventos, la confusión se produjo, desde el primer momento. Gonzalo Camacho, entonces rapaz de 7 u 8 años, recordaba haber oído a su padre, por 1492, que Colón y Martín Alonso se juntaron, para encontrar tierra nueva, "pero no decían qué tierra", armando carabelas en el "río de Sevilla", por cuenta de la corona, para ir a "las Indias"[112]. Es posible que el rey la buscase. Mente previsora, intuyó los problemas que podría plantear, en el futuro, que algún curioso descubriese la complicidad de la Iglesia, en el hallazgo de las Américas.

La fumata blanca, anunciando la elección de Rodrigo Borgia, que bajo el nombre de Alejandro VI, sería uno de los papas más abyecto de la historia, se elevó el 11 de agosto. Investido antes de terminar el mes, Bernáldez cuadra las fechas, al escribir, lisa y llanamente, que Colón zarpó de Palos, a principios de septiembre: "tomó su viaje por mar, adelantando a las islas de Cabo Verde y dende siempre a occidente, siempre en popa donde nos vemos ponerse el sol en el mes de marzo". Estando Gomera y Fierro a barlovento de Paria, era costumbre adscribirlas a este archipiélago, confirmándolo el Tratado de Cintra, firmado en 1509, pues quedaron en la conquista portuguesa.

La partida del descubridor, no despertó la expectación que se le atribuye. Asistió el barquero Antón Romero, por transportar en su barca a los "que iban en el viaje", con sus cajas, de la orilla a las carabelas. Confeso haberle extrañado que navegando "bajo Colón", Martín Alonso, simple "capitán" en barco propio, señalase la fecha y tiempo, para zarpar [113]. Estuvo en la playa Alonso Pardo, escribano de Moguer, obligado a levantar acta de la partida [114], acercándose Juan Rodríguez Cabezudo, porque en su casa y a su "guarda", quedó Diego Colón, bajo vigilancia del clérigo Martín Sánchez [115]. Juan Bermúdez, futuro "descubridor" de la Bermuda, no embarcó como capitán, según se apunta. De ser cierta su presencia, acudió a curiosear [116], como Diego Rodríguez Simón. Concluyó que Colón era capitán principal, por real capricho, no por conocimientos [117]. López Sánchez, residente en Palos, que tendrían unos 12 años, oyó decir a su padre, que salían tres navíos, pero no quien pagaba ni donde iban. No estando en día andariego, se abstuvo de alargarse hasta el fondeadero, para contemplar en espectáculo [118].

Secreto el objeto del viaje, el tráfico quedó suspendido, a la espera de que se alejasen las carabelas. Habiendo obtenido licencia en octubre de 1492, para sacar 300 cahíces de trigo por mar, con fecha de caducidad por San Juan de junio, el duque de Medinaceli no pudo navegarlos, antes de enero de 1493[119]

Por curiosa coincidencia, el 2 de septiembre de 1492, los Católicos se dirigieron a los concejos de Cuenca, Palencia, Ciudad Real, Dueñas y otras poblaciones, productoras de paños. Atendiendo pedido del rey de Portugal, habrían de tejer "de los que aquí se labran", en los colores indicados y cuidados "en extremo", por destinarlos Juan II a "sus rescates" de Guinea, "desinados... a vista de algunos maestros, que para los faser enbiará" el rey de Lisboa[120]. La albalá se firmó en Zaragoza. Estaban los reyes a las puertas de Cataluña y Colón a punto de zarpar, probablemente de Palos, pero según la historia oficial de la Gomera, escala que se prolonga por espacio de un mes, para desvincular el descubrimiento, de la elección de Alejandro VI. Buscando pretexto, se encontró el de cambiar las velas redondas de la Pinta, por latinas. Pero al ser operación breve y sencilla, se acudió a supuestos amores del "descubridor", con Beatriz de Bobadilla, señora de la isla. Por el mes de junio, la tal estaba en la corte [121], casando con el conquistador, Alonso Fenández de Lugo, por entonces o poco después. Carta críptica dirigida por los Católicos, al duque de Medina Sidonia, que el copista fecha a 3 septiembre, cuyo original parece fechado a 3 de diciembre, pudiera tener relación con la empresa colombina: "ví vuestra letra que con este mensajero vuestro me embiastes. Y todo lo que en ella me escribistes es muy bien dicho. Lo que vuestros mensajeros vos dixeren de mi parte, así se hará"[122]. El 5 de febrero de 1493, habiendo manifestado Juan de Guzmán intención de ir a Barcelona, con motivo de atentado, sufrido por Fernando V, los reyes le retuvieron en su casa, "porque vuestra estada en esas partes, cumple mucho a nuestro servicio"[123]. Lo único pendiente, por entonces, era el regreso de Colón. Y sobre todo, la reacción portuguesa.


[1] P.C. T. VIII.

[2] SRGS. VI.1492.25/VI.1492.19. [3] SRGS. VI.1492.25.
[4] En 1473, en el marco de la guerra de Isabel contra Enrique IV, capturó con Antón Quintero, Antón Colmenero y otros de Palos, Moguer y Huelva, la carabela de Pedro García, vecino de Puerto de Santa María, "en los mares de Cabo de Aguer". Al cambiarse la guerra de Isabel contra Enrique IV, en pendencia entre grandes, las acciones quedaron en delito, adquiriendo los perjudicados el derecho a denunciar los daños. Lo hizo García, valorando los 80 moros que llevaba y el barco, en 850.000 maravedís (SRGS. V.1490.267). Esta denuncia pudo ser causa de la condena de Diego, que en 1490 solicitó seguro, con sus hermanos Alonso y Rodrigo, para comerciar por los mares y abras del reino, con dos barcos propios (SRGS. II.1490.86). [5] SRGS. VI.1492.19.
[6] Ibídem.

[7] SRGS. IX.1499.31. [8] P.C. T. VIII.
[9] SRGS. V.1493.46/V.1493.47/48. [10] P.C T. III. T. VIII.
[11] P.C. T. IV T. VIII.

[12] SRGS. II.1487.85. En 1473, Luis Santangelo fue fiador de Sancho del Puerto, patrón de carabela, vecino de Cádiz; en 1481 aparece con cuatro caballeros valencianos, arrendando un cuarto de carabela y en 1508 con Juan Solanes, comprando carga de pescado salado secuestrada, que se subastaba en Valencia, en 22.800 sueldos ("Valencia puerto mediterráneo en el siglo XV". Jaqueline Guiral Handziiossif), actividades propias de un escribano de raciones, no de un mercader, con medios para financiar grandes empresas. [13] SRGS. II.1487.85.
[14] SRGS. VI.1492.99. [15] SRGS. III.1480.362. [16] SRGS. IX.1485.237. [17] SRGS. VI.1492.136. [18] P.C. T.IV.
[19] "Norte de la Contratación de la Indias Occidentales". José de Veitia. Ed. 1671.

[20] SRGS. II.1494.85. [21] ADMS. 1032.
[22] R.A. Doc. CVI.

[23] "Historia de las Américas". T. 1. VV. AA. Coordinador: Luis Navarro V Centenario 1991. [24] P.C. T. VIII.
[25] "Catálogo real y genealógico de España". Rodrigo Méndez de Silva. Ed. 1656.

[26] P.C. T. IV. [27] P.C T. VIII. [28] P.C. T. III.
[29] P.C. T. III. T. VIII. [30] P.C. T. IV.
[31] Ibídem. [32]  P.C T. III. [33]  P.C. T. VIII. [34]  Ibídem.
[35] Ibídem. [36] Ibídem. [37] Ibídem.
[38] P.C. T. VIII. T.IV. [39] P.C. T. VIII.
[40] P.C. T IV. [41] Ibídem. [42] Ibídem.
[43] P.C. T. VIII.

[44] Según Bernáldez, "Mandavilla" o Mandeville, afirmaba que el mundo es "todo andable en derredor por tierra y por agua todo". Mencionaba Catayo, como el lugar más rico del mundo. Colón tenía el libro del "caballero inglés", que "lo anduvo e vido e vivió con el Gran Khan", señalando el cronista, como fuente de inspiración, para el genovés, los capítulos 85, 87 y 88. Es sin duda el libro al que aludió Pero Alonso Niño, en el primer viaje, al llegar a las islas (Bernáldez cap. CXVII/CXXIII).
[45] P. C. T. III. [46] Ibídem. [47] Ibídem.
[48] P.C. T. VIII. [49] Ibídem.
[50] Ibídem. [51] Ibídem. [52] P.C. T. IV. [53] Ibídem.
[54] P.C. T. VIII. [55] Ibídem.
[56] P.C. T. VIII. [57] Ibídem.
[58] Ibídem. [59]  P.C. T. IV. [60]  P.C. T. VIII. [61]  P.C. T. III. [62]  P.C. T. IV.
[63] SRGS. VI.1492.150. [64] SRGS. VI.1492.153. [65] SRGS. V.1493.95. [66] Ibídem.
[67] SRGS. VI.1492.136.370. [68] SRGS. VI.1492 78 bis. [69] SRGS. VI.1492.136.
[70] SRGS. VI.1492.1/25. [71] SRGS. VI.1492.25. [72] SRGS. VI.1492.370. [73] SRGS. VI.1492.86.
[74] P.C. T. IV. T. VIII. (Arias Pérez y otros)

[75] P.C. T. IV. [76] P.C. T. VIII. [77] P.C. T. IV. [78] P.C. T. IV. [79] P.C. T. VIII. [80] Ibídem.
[81] P.C. T. IV. [82] P.C. T. VIII. [83] P.C. T. IV. [84] P.C. T. VIII. [85] Ibídem.
[86] P.C. T. IV. [87] P.C. T. VIII. [88] Ibídem.
[89] Ibídem. [90]  P.C. T. III. [91]  P.C. T. VIII. [92]  P.C. T. IV. [93]  P.C. T. VIII. [94]  Ibídem.
[95] Ibídem. [96] P.C. T. III. [97] Ibídem.
[98] P.C. T. VIII. [99] P.C. T. III. [100] Ibídem. [101] P.C. T. IV.
[102] Ibídem.

[103] Los sargazos son hierbas marinas, que se encuentran en al mar de este nombre, al nordeste de las Antillas. [104] P.C. T. VIII Alonso de Vélez.
[105] P.C. T. VIII. T. IV.

[106] P.C. T. III. SRGS. II.1494.130. [107] P.C. T. III.
[108] P.C. T. VIII.

[109] P.C. T. VIII. T. IV.

[110] Los Quintero están documentados como navegantes de la Guinea, en la comarca de Huelva, de 1476 hasta 1591. [111] SRGS. VII.1492.18.
[112] P.C. T. VIII. [113] P.C. T. VIII. [114] P.C. T. III. [115] Ibídem. [116] Ibídem. [117] P.C. T. VIII. [118] Ibídem.
[119] SRGS. X.1492.5. [120] SRGS. IX.1492.18. [121] SRGS. VI.1492.152.
[122] ADMS. 2395. La confusión de fechas, puede ser consecuencia de error voluntario. Disponibles barcosluengos, el resultado de la travesía colombina podía ser conocido, en Barcelona, desde mediados de noviembre.
[123] ADMS. 2395.


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