sábado, 31 de mayo de 2014

JOSÉ GREGORIO TOLEDO PÉREZ





1906 marzo 12.

José Gregorio Toledo Pérez. Pintor. Nacido en Mazo (La Palma) y afincado definitivamente en Madrid (España) desde 1924 hasta su muerte acaecida el 2 de noviembre de 1980. Ya en la capital española se formará en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, donde se forjará su personalidad artística, evolucionando desde un realismo atemperado en los años 30 a un clasicismo lírico y personal, caracterizado por una paleta de sobrio colorista en la mejor tradición de la Pintura Española. En 1942 obtiene la beca Conde de Cartajena de la Real Academia de Bellas Artes, el Diploma de Honor de la Exposición Nacional de Barcelona y el Primer Premio del Salón de Otoño de Madrid, consiguiendo tres años más tarde la Primera Medalla de la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid con la obra titulada "La visita", que según Juan Julio Fernández "no es otra cosa que la presencia de Mazo, con sus señoriales aires cortesanos, en la corte, por excelencia, de la capital del Reino. Como docente, obtendrá, en 1944, la cátedra de Estudios Preparatorios de Colorido de la Escuela Superior de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla y diez años más tarde la de "Colorido y Composición" en la madrileña de San Fernando. Como expositor, participará en la Bienal de Venecia en sus ediciones de 1936, 1942, 1950 y 1952, participando así mismo en importantes muestras de Arte Español en Alemania (1942), Portugal (1943), Egipto (1950) y Argentina (1953). Se ha escrito que "en la vida y la obra de Gregorio Toledo, confluyen genio y talento. El primero, capaz de la fecundación creadora; el segundo necesario para llevar la obra a su plena maduración". Por su parte, Jaime Pérez García afirma que Toledo ha sido el pintor "más notable que ha dado La Palma en el siglo actual". Su destacada trayectoria ha sido reconocida por el Ayuntamiento de su pueblo natal en varias ocasiones, nombrándole Hijo Predilecto en 1954 y rindiéndole público homenaje en agosto del mismo año. El 15 de enero de 1892 un acuerdo plenario reiteraba el reconocimiento municipal, decidiendo ahora colocar una placa conmemorativa en la fachada de las Casas Consistoriales y dar el nombre del pintor a la plaza, entonces en proyecto, del lugar conocido como El Morro. Su nombre también se le dará al Aula de Cultura ubicada en el casco del municipio donde, entre el 25 de mayo y el 4 de junio de 1989, tendría lugar una exposición de su obra, integrada por doce valiosos cuadros, uno de los cuales, "Vistiendo el maniquí" (1950), preside en la actualidad el salón de sesiones del Ayuntamiento.

”Entre las clases de don José Fernández Pérez (Escuela Nacional) comenzó a dibujar las primeras figuras. En la Escuela de Artes y Oficios de la capital palmera recibió las primeras lecciones de dibujo artístico de manos de don Enrique Castillo. Era tal su vocación artística que tampoco prestaba mucho interés a los estudios del Colegio de Segunda Enseñanza “Santa Catalina”.
“… Cuando Gregorio Toledo era niño (y nos figuramos un niño delgadito y pálido), su madre le llevaba de visita a casa de unas tías allá, en Canarias. Pasaban minutos, horas… el niño observaba y se aburría. De aquellas visitas de años infantiles quedó como la imagen de un sueño…” (Antonio Giménez Landi, 1946)


Juventud

Sus padres, en vista de la tozudez de Gregorio de seguir pintando, decidieron enviarlo a la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Corría el año 1924 cuando se afincó en esta ciudad definitivamente hasta su muerte. En la capital de España, con dieciocho años, recibió la adecuada formación que tanto anhelaba.

Era un muchacho tímido, respetuoso, ordenado, silencioso, observador… La tinerfeña doña Lola Martínez lo acogió en su pensión de la Calle Moratín, como a tantos canarios. Con sus primeros amigos recorre Madrid. Unos compañeros de estudios con los que comparte muchas ilusiones y proyectos. Solicita una beca al Cabildo de La Palma y le es concedida. Para obtenerla había enviado una copia del cuadro de Rubens La Sagrada Familia para que su quehacer artístico fuera valorado. También su maestro, el Académico Manuel Benedito, había dicho de la obra que “la ha hallado digna de alabanza por su fiel interpretación, tanto en el dibujo, como en la justeza del color”.

Gregorio Toledo con esto indica que no quiere llamarse a engaño; que su más tremenda obsesión es buscar en el arte de la Pintura una verdad, porque la verdad absoluta es algo demasiado ambicioso para que pueda encontrarla un hombre solo…” (Manuel Sánchez-Amargo, 1958)
A partir de esos instantes, se va forjando su personalidad artística. Muchas horas en el Museo del Prado, en tertulias, reuniones… la van enriqueciendo y definiendo. Se va dando a conocer gracias a los retratos que hace a familias amigas. El que pintó a Federico García Lorca todavía es aún conservado por los hermanos del poeta en Granada.

“…Me parece extensivo a toda la obra del pintor, del excelente pintor que es ya Gregorio Toledo. Entre los artistas españoles de hoy, quizá sea uno de los que más cosas nuevas puedan decir al espíritu…” (Giménez Landi, 1946)
Acabada la beca y también sus estudios en la Escuela Superior, trabaja un tiempo en la vidriería artística “Maumejean”. En 1932 vuelve a aquella Escuela para aprobar algunas materias pendientes ya que pretende acceder a las oposiciones de Cátedra de Dibujo. Allí encuentra al amor de su vida, “su compañera y animadora de creación artística” como dijera Francisco Aguilar y Paz. Helia Escuder cursaba segundo de carrera.
Esperando la fecha de las oposiciones trabaja en Barcelona para un joyero de Amberes y marchante de pintura. Regresa a Madrid en 1933 cuando son publicadas las pruebas. Superadas, obtiene una cátedra de Dibujo en el Instituto catalán “Aussias March”. Aún sus alumnos en la ciudad condal recuerdan su bondad, compañerismo y su simpatía. Allí le sorprende la Guerra Civil española.
“… Y baste con esta evocación esbozada para afirmar ante las obras actuales de Gregorio Toledo, la realidad de un gran pintor que posee, no solamente estética propia y una delicadísima paleta de colorista, acaso de las más sutiles y refinadas de la pintura española contemporánea, sino lo que es más importante, el perfil de un pintor que sobre sus excelencias de ejecutante muestra patente en sus obras una propia y personal visión del mundo”. (Enrique Lafuente Ferrari, 1948)
En 1936 es seleccionada una de sus obras para concurrir al Pabellón Español de la Bienal de Venecia. A este primer contacto con el mundo internacional le seguiría Berlín, Munich… A la ciudad italiana acudiría también en las ediciones de 1942 y 1950. En 1937 contrae matrimonio con su amada novia madrileña Helia Escuder Alarcón – Licenciada de Bellas Artes- que daba clases en el Instituto “Salmerón” de Barcelona. Fue precisamente en esta ciudad donde cultivó dos de sus pasiones: la música y la bibliofilia.
En diciembre de 1937 nace su primer hijo. Bajo el estruendo de las bombas compuso en la guitarra “Un canto a la Vida vencedora de la Muerte”, dedicado a él.
La guerra había destruido las vidrieras de la Catedral de Toledo y el artista palmero fue elegido para su restauración. Trasladado con su familia a esa ciudad, no pudo acabar la tarea porque la prometida asignación fue desviada hacia otros asuntos considerados más urgentes. Regresa triste a Madrid.
En la vida y obra de Toledo, confluyen genio y talento. El primero, capaz de la fecundación creadora; el segundo, necesario para llevar la obra a su plena maduración..”

En 1942 envía un cuadro al concurso para la Beca “Conde de Cartagena” de la Real Academia de Bellas Artes de Madrid y otro a la Exposición Nacional de Bellas Artes que se celebraba en Barcelona (Tienda de flores). Al igual que en ambas ciudades, su obra fue también altamente valorada por la crítica en las exposiciones de Alemania (1942), Egipto (1950) y Argentina (1953).
De visita a La Palma recibe la grata noticia de que se le concedía, no sólo la Beca de la prestigiosa Fundación, sino también el Diploma de Honor en la Exposición catalana (1942) y el Primer Premio del Salón de Otoño de Madrid (1942). A partir de entonces, no pararía de recibir distinciones así como de viajar dentro y fuera de España.

El pintor, marino, se revela en esta calidad de perla y de nácar con la que ennoblece la epidermis de sus criaturas, no oprimiéndolas en una costra brillante y hermética, sino utilizando la materia y haciéndola penetrable a la luz, insinuando la prolongación, la transfusión de sus criaturas en el ambiente físico y espiritual de su ‘mundo’” (Fernando Jiménez Placer, 1945)
Madurez

En la Exposición de Artistas Tinerfeños, organizada por el Cabildo, presenta otro cuadro por el que más tarde recibe el Segundo Premio de Honor en la muestra de Salamanca (1944). En ese mismo año también obtendría el Premio de Honor de la Exposición Nacional de Barcelona.
“… Aquí nos la muestra en los leves toques de su Florista, en la espiritualizada fuerza de esta materia tratada, acariciada, con tanto paladeo de pintor, con tanta fruición y alegría…” (Eduardo Llosent Marañón, 1944)
En 1944 obtiene el voto unánime del Tribunal en las oposiciones a la cátedra de “Estudios preparatorios de Colorido”, de la Escuela “Santa Isabel” de Sevilla. Es aquí donde recibe el encargo de la Dirección General de Bellas Artes de la cátedra de “Dibujo al Natural” en la Escuela Superior de San Fernando.
En Madrid volvería a su querido caserón de la Calle de Alcalá y compartiría la docencia con sus queridos compañeros Joaquín Valverde, Enrique Lafuente Ferrari, Rafael Pellicer, entre otros.
La pintura de Toledo es como una noble canción del color. Sin estridencia de tonos, sin engolamiento de línea. Por el contrario, fluye en armonía de grises, en penetrantes armonías suaves. No grita, ni manotea, ni sale al paso impertinente. Sonríe, sonríe, infinitamente, cariciosamente…” ( José Francés, 1945)
En 1945, la crítica reconoce unánimemente la consagración del artista en su exposición individual de la Sala Macarrón. En este año también recibe la Primera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes con el cuadro titulado La Visita (óleo sobre lienzo, 193 x 200 cms.) “bella lección de dibujo, color y composición. Obra definitiva, en armonía, lirismo y musicalidad”. Todavía hoy en Madrid se custodia esa magnífica obra. Se encontraba en los fondos del Museo de Arte Contemporáneo y luego pasó al Museo Nacional Centro de Arte “Reina Sofía”. En palabras de Juan Julio Fernández “… no es otra cosa que la presencia de Mazo, con sus señoriales aires cortesanos, en la corte, por excelencia, de la capital del Reino…”
Accede a la cátedra de “Colorido y Composición”, que había quedado vacante, curiosamente, tras haber sido desempeñada por su querido maestro don Manuel Benedito. En esta actividad docente permanecería hasta su jubilación, en 1976.
Otros premios otorgados fueron: Primer Premio de la Exposición-Concurso de la Real Casa de la Moneda de Madrid (1952); Primer Premio de la Mancomunidad de Cabildos de Tenerife en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid (1952); Premio “Valdés Leal” de Sevilla (1952); Premio de la Mancomunidad de Cabildos de Tenerife (Flores, 1956) ; Primer Premio del Ayuntamiento de Sevilla (Las Azucenas, 1958); Premio del Cabildo de Tenerife en la Exposición Nacional de Bellas Artes (1959); Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes en la Exposición Nacional de Madrid (1962).

La tónica general de nuestro pintor es la delicadeza y la elegancia. Tienen algo fantasmal todas sus creaciones, en el sentido de que la mirada no puede aprehender ningún rasgo concreto, es decir, que si contempla una narices, de ellas tiene que resbalar el carrillo, y del carrillo al ojo… y todo insensiblemente debido a esta difícil amalgama del color, que es el secreto del arte de Toledo…” (Benito Rodríguez Filloy, 1945)

Su destacada trayectoria ha sido reconocida por el Ayuntamiento de su pueblo natal en varias ocasiones, nombrándole Hijo Predilecto de la Villa en 1954 y rindiéndole público homenaje en agosto del mismo año.
Como anécdota -recogida por el cronista oficial de la capital palmera, don Jaime Pérez García-, se le reprodujo un fragmento de su cuadro Baile de las Islas Canarias en los décimos de la Lotería Nacional el 26 de julio de 1960. Expuso en las Muestras de Arte Español de Berlín y Munich (1942); en la de Arte Español de El Cairo y Alejandría (1950), en la de Arte Español de Buenos Aires (1953), en las de Autorretratos y bodegones y Floreros del Museo de Arte Moderno de Madrid y en la I Bienal de Arte hispano-americano de la capital de España (1951). También lo hizo individualmente en varias ciudades españolas.


Incansablemente, pero imperturbable, seguro de sí mismo y rodeado de familiares o amigos, recorre las más famosas salas y museos de Italia, Bélgica, Holanda, Francia. En esos lugares aprecia, estudia, contempla otras escuelas, estilos, pintores, obras… Lo mismo en el territorio español. Absorbe todo lo que ve y perfecciona su estilo. “No le mueve otra ambición que dejar como testimonio de sí, la obra hecha”.
Muchas de sus obras se encuentran en paradero desconocido y otras en colecciones de Inglaterra, Suiza, Canadá, Nueva York, Argentina y Puerto Rico. Desarrolló gran actividad pictórica y entre sus obras se encuentran grandes murales que ennoblecen diversos edificios públicos de Madrid.
El Maestro, el Pintor, el “más notable que ha dado La Palma en el siglo actual” – Jaime Pérez García, 1999- murió en Madrid el 2 de noviembre de 1980.
Y la luz radiante que aureola sus figuras es uno de los elementos nucleares de sus cuadros, en los cuales la feminidad es sentida con felices armonías compositivas. Unas angélicas bellezas son las que gusta de efigiar en sus cuadros. Es el de Gregorio Toledo un mundo extasiado y edénico, con criaturas inmunes a la fealdad y al pecado. Mundo que es sentido por este pintor de una manera apoteósica y con una magnitud que parece pensada para decoraciones murales”. (José Camón Aznar, 1964)

El 15 de enero de 1982 un acuerdo plenario reiteraba el conocimiento municipal macense, decidiendo ahora colocar una placa conmemorativa en la fachada de las Casas Consistoriales y dar el nombre del pintor a la plaza, entonces en proyecto, del lugar conocido como El Morro. Velásquez Ramos también nos informa de que “su nombre también se le dará al Aula de Cultura ubicada en el casco del municipio donde, entre el 25 de mayo y el 4 de junio de 1989, tendría lugar una exposición de su obra, integrada por doce valiosos cuadros, uno de los cuales, Vistiendo el Maniquí(1950), preside en la actualidad el salón de sesiones del Ayuntamiento”.

Juan Julio Fernández recoge lo que algunos críticos decían de este prestigioso y querido artista: “Pintor de la Pintura – usando las palabras del poeta Rafael Alberti-, Toledo vivió su arte hacia adentro, según la precisión del crítico Lafuente Ferrari, para hacer de la Pintura un mundo poético en que habitan sus  figuras sin anécdota. Con técnica propia y aquilatada paleta – acaso de las más sutiles y refinadas de la pintura española contemporánea-, la obra del ilustre Hijo de Mazo tiene, para el también crítico Sánchez-Camargo, profundidad, deseo de obra bien hecha,… García Sanchís, el hablador, dijo de él que era hijo de Rendir, nieto de Goya, pienso que para resaltar la vaporosidad del color y la soltura del trazo. De él dijo, el también nuestro, Francisco Aguilar: la Música, se hace color en sus manos. El color, se hace música en sus pinceles…”

Mención especial se le hizo en la Conmemoración del Día del Municipio (18 de marzo de 2001). También el Cabildo Insular de La Palma, en colaboración con el Ministerio de Cultura, perpetuó su recuerdo con la edición de un libro sobre su persona y su obra, lo mismo que el Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, al darle su nombre a una de sus plazoletas (31 de mayo de 1984).


Feliz en su vida familiar, que fue siempre para él acicate y descanso, resonancia afectiva y cordial en todo momento. Amigo de todos. Delicado y sensible. Isleño en su aislamiento, al partir para siempre, deja el ejemplo de una vida personal, construida con el cotidiano esfuerzo, y ceñida por el ideal de Belleza que iluminó todas sus horas”. (Aguilar y Paz, 1981) “ (José Guillermo Rodríguez Escudero, 2007)


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