viernes, 16 de mayo de 2014

BLAS PEREZ GONZÁLEZ




1978 febrero 7.
Fallece el criollo canario Blas Pérez González

Biografía de Blas Pérez. Ministro del general Francisco Franco, durante 15 años.
Blas Pérez González nació en las postrimerías del siglo XIX. La biografía de un jurista amante del estudio y apegado al orden debió ser tranquila. Sin embargo, no ocurrió así. Primero, porque su existencia fue zarandeada por una centuria convulsa y, segundo, porque su vocación política le involucró en algunos de los lances históricos más dramáticos del siglo XX. Blas Pérez González vivió bajo dos constituciones, la de 1876 y la de 1931, y dos dictaduras, las del general Miguel Primo de Rivera y el general Francisco Franco. En la mitad de su trayectoria vital, sufrió una Guerra Civil que a punto estuvo de costarle la vida. Al final, por unos meses, no vio proclamar una tercera constitución: la de 1978. Hombre ambicioso, laborioso e inteligente, alcanzó las mayores cotas en sus actividades profesionales: catedrático de derecho civil en las universidades de Barcelona y Madrid, fiscal del Tribunal Supremo y general auditor del Ejército del Aire. Su recorrido político parte de orígenes republicanos, allá por los años de la I Guerra Mundial, y concluye en el franquismo, al ser designado responsable del aparato represivo de la Dictadura. Será como Ministro, cuando Blas Pérez González adquiera su mayor relevancia histórica, al constituirse en pieza clave para la consolidación del Régimen.
La familia de Blas Pérez González procedía del pueblo de Mazo. A pesar de sus ascendentes familiares conservadores, Blas Pérez González se crió en el entorno progresista de la Ciudad, al que se adscribían su padre, su padrino y algunos de sus maestros. Su padre, el doctor Juan Pérez Díaz falleció en 1908, cuando nuestro biografiado contaba con diez años.
Blas Pérez González tenía parientes en Venezuela y en el seno familiar se planteó su marcha a América, pero, finalmente, dada la brillantez con que cursaba sus estudios, se decidió que emprendiera la licenciatura de Derecho. El dinero de la emigración sufrago parte de su carrera universitaria. En palabras del propio Blas Pérez González: "siguió estudios con la ayuda de una beca familiar sufragada en Caracas"[1].
Los años de juventud son republicanos. En 1914, se une a otros estudiantes, empleados y comerciantes para fundar la Juventud Republicana palmera. El mensaje de la recién nacida asociación exigía una mayor justicia social y abogaba por un regeneracionismo que reprochaba los males de la Nación al sistema de la Restauración y a sus políticos.
Alumno trabajador y ordenado logra un expediente excelente y termina la licenciatura en Derecho, en 1920, con premio extraordinario. En 1927, obtendrá el doctorado, también, recompensado con premio extraordinario. Su devoción por los estudios recién concluidos se acentuará con el paso de los años. Para Blas Pérez González, el ejercicio del derecho llegará a ser algo semejante a un "sacerdocio", dedicado "a la santidad de la Ley"[2].
Con 22 años, aprueba las oposiciones de ingreso al Cuerpo Jurídico Militar y es destinado, con el grado de Teniente, a Marruecos, concretamente, a la guarnición de Larache. Llega al Norte de África en un momento crítico para la historia de España. Las tropas coloniales acababan de sufrir una tremenda derrota a manos de las tribus rebeldes del Rif, dirigidas por Abd-el-Krim. Durante tres semanas, más de diez mil soldados españoles perdieron la vida combatiendo mientras se retiraban, en medio de escenas de enorme crueldad. Melilla estuvo a punto de caer en poder de las tribus del Rif sublevadas contra la autoridad española y costó muchas bajas recuperar la parte oriental del territorio caída en manos de las kabilas. La conmoción en el País es grande y se decide investigar las responsabilidades del Desastre de Annual. La situación en Marruecos había sido, verdaderamente, apurada y, además, el impacto de la derrota aumentó el desprestigio del Ejército entre una porción considerable de la opinión pública, acrecentó la presión para abandonar el Protectorado, e, incluso, amenazó la estabilidad del País. En el seno del núcleo africanista del Ejército, se querían corregir las corruptelas a fin de limpiar la imagen de las Fuerzas Armadas destacadas en el Rif y para eliminar una de las causas que lastraban el funcionamiento del ejército colonial. En ese ambiente, el general José Sanjurjo encargó al joven teniente auditor Blas Pérez González la acusación contra uno de los imputados por corrupción, tras la derrota del verano de 1921. "Fiscalillo", explicó el general José Sanjurjo a Blas Pérez González, "la situación presente reclama que se haga justicia, pues es menester acabar con las causas que han contribuido al desastre de Annual"[3]. Blas Pérez González cumplió las órdenes, realizó la acusación y obtuvo la condena del inculpado. De este modo, por primera vez, el jurista canario se relacionaba con militares africanistas y se implicaba en sus estrategias. En aquellos momentos, aparece en la vida de Blas Pérez González, el, entonces, joven comandante, Francisco Franco. Blas Pérez González quedó impresionado por la actuación del comandante de La Legión. A su juicio, su desempeño había conseguido recobrar el prestigio del ejército español en África. La estancia en Marruecos de Blas Pérez González  acentuó su apego al orden, estimulado ya, por el estudio de las leyes.
En 1926, la vida de Blas Pérez González da un giro al trasladarse a Madrid para iniciar su carrera de profesor universitario. Desde su último año de licenciatura, el Profesor Felipe Sánchez Román le había convertido en su "protegido". Ahora, le convence para que se incorpore a la Universidad Central, como ayudante de la Cátedra de Derecho Civil. Tras finalizar su doctorado, el propio Felipe Sánchez Román le propone que se presente a la Cátedra de Derecho Civil de la Universidad de Barcelona. Blas Pérez González acepta y, tras una reñida competencia, aprueba la oposición. En 1927, después de un lustro de vida militar, ingresa en la plantilla docente de la Universidad de Barcelona. Con treinta años es catedrático. Blas Pérez González vivirá, en Barcelona, con su esposa Otilia Martín Bencomo, descendiente de una familia adscrita a las clases altas tinerfeñas, con quién contrajo matrimonio, en Santa Cruz de Tenerife, en 1928. Sus cuatro hijos nacerán en la Capital catalana, durante la década siguiente. Más tarde, ya ministro, reconocerá que, en Cataluña, pasó "los años más felices de su vida"[4]. El intenso devenir político y social de la Región marcará, en buena medida, la trayectoria personal del jurista canario.
Trayectoria de Blas Pérez González durante los años republicanos.
Tras proclamarse la República, los herederos del Partido Conservador palmero propusieron a Blas Pérez González patrocinar su candidatura en las elecciones constituyentes, convocadas para junio de 1931. Los antiguos conservadores, valedores de la Monarquía hasta el 14 de abril, entendieron que un republicanismo moderado, como el que encarnaba la figura prestigiosa de Blas Pérez González, era un buen cartel para obtener una representación en Cortes. Un escaño valioso porque contribuiría a preservar la influencia política y social del otrora caciquismo dominante, pese al cambio de régimen. Blas Pérez González acepta y se postula como candidato a diputado por la provincia de Tenerife. Se presentará como republicano independiente, aunque no pasó desapercibido que sus aspiraciones se sustentaban en el respaldo del caciquismo hegemónico durante la Monarquía.
En la campaña electoral, Blas Pérez González expuso, ante 2000 personas, el modelo de República que defendía. Su discurso combinaba el regeneracionismo modernizador con el apego a principios tradicionales como la Patria, la Propiedad o el Orden. A su entender, una vez derribada la Monarquía, había pasado el momento de la revolución, porque si el periodo transformador se prolongaba, el empuje destructivo de todo cambio podría desembocar en el "caos". Ahora, llegaba el momento constructivo de los juristas, encargados de elaborar, de la manera más "perfecta posible", las leyes que configurarían el nuevo Estado. Consideraba que la República debía dar respuesta a dos problemas que atenazaban a España desde comienzos del siglo XX: la cuestión social y los nacionalismos. Respecto a "los anhelos que embargan al proletariado que bulle avasalladoramente por la conquista de un futuro confortable y llevadero", era necesaria una estrategia "de conciliación de masas", que requería la generosidad de las clases pudientes. Así, "conceder para conservar fue su máxima y su consejo a los muchos propietarios que le escuchaban". En esta línea, habló de un "reparto de los latifundios" y "de una limitación en el derecho de gozar la propiedad". En cuanto a los nacionalismos, había que llegar a un acuerdo para solventar el enfrentamiento entre "los intereses antagónicos" de "las aspiraciones regionales", por un lado, y de "la hegemonía nacional", por otro. A cambio, las transformaciones impulsadas por la II República modernizarían España sin renegar de principios básicos para el conjunto conservador de la sociedad como la integridad de la Patria o la Propiedad. Además,  la democracia implantada debía garantizar estabilidad al País. A juicio de Blas Pérez González, "Ley, Orden y Autoridad" constituían los ingredientes indispensables para asegurar el éxito al nuevo Régimen. El día de los comicios recibió 7.576 votos y alcanzó el séptimo puesto, quedando a 717 sufragios de conseguir el escaño[1].
Regresa a Barcelona y a su cátedra universitaria. Entre 1931 y 1933, las esperanzas depositadas en la República se tornan en creciente inquietud. A un amante del derecho como Blas Pérez González le contrariaba que las movilizaciones sociales desbordaran el cauce de la ley y salpicaran de conflictos el País. En cuanto a la autonomía catalana, pensaba que el Estado había cedido, demasiado generosamente, sus atribuciones y España marchaba hacia el "desmembramiento".
En el otoño de 1934, España vivió una gran conmoción. Blas Pérez González la padeció directamente porque su ciudad de residencia, Barcelona, fue uno de los epicentros de la sacudida política y social que se produjo. La incorporación al gobierno de tres ministros de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) desencadenó la Revolución de Octubre. Amplios sectores de la izquierda obrera y del nacionalismo catalán se sublevaron, primero, porque entendieron que la nueva coalición gobernante se aprestaba a desbaratar las reformas progresistas del bienio 1931-1933 y, segundo, porque temieron que, una vez en el poder, las derechas se condujeran igual que Hitler, en Alemania, o Dolffuss, en Austria, e implantaran un estado autoritario. Las principales insurrecciones se produjeron en Asturias y Cataluña. El Gobierno movilizó al Ejército y encargó al general Francisco Franco que dirigiera las operaciones desde el Ministerio de la Guerra. En Barcelona, la sublevación estalla el 5 de octubre. Se declara la huelga general. Al día siguiente, el gobierno autónomo proclama el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. Esa noche, el Comandante General de la región despliega a las fuerzas bajo su mando para combatir la sedición. Al amanecer del 7 de octubre, el gobierno de la Generalitat se rinde. En total, han perdido la vida cerca de medio centenar de personas. Contenida la insurrección, los dirigentes de la CEDA estimaron que la represión era imprescindible. En Cataluña, más de 3.000 personas son sometidas a la jurisdicción militar y procesadas por Consejos de Guerra. Igualmente, se clausura el Parlamento catalán, se suspende el Estatuto de Autonomía y se cierran la mayor parte de los ayuntamientos de la Región. Blas Pérez González participará en la represión de los sucesos de Octubre, pues, por su pertenencia al Cuerpo Jurídico Militar, la declaración del Estado de Guerra le devuelve al servicio activo como comandante. Se incorpora a la Auditoría de Guerra e interviene en las Causas que se instruyen por la rebelión, incluidas las abiertas contra el expresidente Manuel Azaña y contra los Consejeros de la Generalitat. Blas Pérez González asumió las órdenes recibidas por sus superiores de proceder con rapidez y contundencia. Los abogados que defendieron a los procesados en Barcelona sostuvieron que el catedrático y comandante jurídico militar: "se portó siempre correctamente", aunque le reprochaban que no diera "alguna de las facilidades que eran de esperar de un discípulo de don Felipe Sánchez Román"[2]. Por otra parte, la actuación del general Francisco Franco había agrandado la estima que Blas Pérez González le profesaba. El General había sido uno de los artífices del aplastamiento de la rebelión y sus planteamientos represivos eran considerados necesarios por el jurista canario.
Levantado el Estado de Guerra, a comienzos de 1935, Blas Pérez González se reintegra a la docencia universitaria. Pero, en adelante, quedará marcado como enemigo de los nacionalistas catalanes y de la izquierda obrera, e identificado con la represión posterior a los hechos de octubre de 1934.
En febrero de 1936, el Frente Popular vence en las urnas y el gobierno del País vuelve a girar hacia la izquierda. Blas Pérez González es depuesto de su cargo de Decano de la Facultad de Derecho, "por sus intensas campañas españolistas"[3]. La protección de su antiguo profesor, el republicano moderado Felipe Sánchez Román, hombre de elevado prestigio político y académico en Cataluña, le preserva de mayores represalias y le permite continuar con sus clases en la facultad de derecho.
Blas Pérez González no aceptó el triunfo de las izquierdas y acusó al Frente Popular de vencer gracias al fraude electoral. Tres años después, ya Fiscal del Tribunal Supremo, ordenará a sus subordinados que investigasen la comisión de delitos electorales, en sus respectivas demarcaciones. Igual que amplios segmentos del conjunto conservador de la sociedad española, interpretó que el gobierno de izquierdas practicaba una política que, bajo una apariencia democrática, avasallaba los patrimonios y los valores de la España conservadora. Blas Pérez González calificó de "sectaria" la actuación del gobierno del Frente Popular. A juicio de la Causa General que él mismo coordinó, la coalición de izquierdas "practicó una verdadera tiranía, tras la máscara de la legalidad, e hizo totalmente imposible, con su campaña de disolución nacional y con los desmanes que cometía o toleraba, la convivencia pacifica entre los españoles". Blas Pérez González no participaba en los preparativos del golpe de estado, pero, por sus relaciones, estaba informado de los pasos que iba dando la conspiración contra el gobierno de la República. Mas tarde, consideraría que la rebelión militar fue un "legítimo movimiento de defensa" de la España conservadora, con el Ejército como punta de lanza. Incluso, legitimó la operación golpista, al asegurar que los militares insurgentes cumplieron con la misión que les asignaba la ley constitutiva de las Fuerzas Armadas: "defender a España de sus enemigos exteriores e interiores"[4].
Los años de la contienda española.
El 19 de julio de 1936, Blas Pérez González asistió a la batalla que se libró en las calles de Barcelona. Los servicios de información de la Generalitat habían detectado el complot contra el gobierno de la República y tenían preparado un dispositivo integrado por la Guardia de Asalto y los Mossos de Escuadra para impedir que el golpe de estado  triunfase en Cataluña. Cuando se desencadena la sublevación, se producen sangrientos combates en las principales vías de Barcelona. Los anarquistas (CNT), que tenían preparado un operativo propio, se unen a las Fuerzas de Seguridad que defienden la República y se enfrentan durante horas a los militares que han salido de los cuarteles con el propósito de tomar la población. Por la tarde, la Guardia Civil se pone a las órdenes del Gobierno, inclinando la lucha del lado de la República. Los últimos reductos de militares rebeldes se rinden en la mañana del día 20. Tras los combates, los anarquistas asaltan los cuarteles abandonados por los militares y se apoderan de más de 30.000 armas de fuego que reparten entre sus afiliados. Las instituciones republicanas y el gobierno de la Generalitat dejan de controlar la situación. En buena medida, el poder pasa a comités, en manos de la CNT. A partir de este momento, la persecución que las milicias anarquistas emprenden contra los sospechosos de simpatizar con la sublevación -clérigos, militares, patronos, políticos derechistas...- pondrá en peligro la  vida de Blas Pérez González. De entrada, es apartado por las nuevas autoridades de la cátedra de la Universidad de Barcelona. Durante varias semanas, se oculta y consigue esquivar la persecución de las llamadas "patrullas de control". Pero, el 27 de septiembre, fue detenido y recluido en la checa instalada en el convento de San Elías. Las checas eran cárceles habilitadas por algunos sindicatos y partidos de izquierda para ejercer la represión con autonomía, a través de sus propios grupos armados. Concretamente, la checa de San Elías se consideró una de las más peligrosas por ser centro de torturas y porque muchos de los internados aparecían asesinados en los alrededores de Barcelona. Al día siguiente de su detención, el 28 de septiembre, Blas Pérez González es condenado a la última pena por un Tribunal Popular. La prensa de La Palma publicó la noticia de su ejecución y se oficiaron funerales por su alma. Sin embargo, la información se reveló falsa. La verdad es que varios amigos suyos -antiguos alumnos, afiliados a organizaciones republicanas- consiguen parar el fusilamiento. Durante dos semanas, mientras la existencia de Blas Pérez González pende de un hilo, sus amistades utilizan los contactos de que disponen para evitar un desenlace trágico. Enlazan con un importante sector de las autoridades políticas y judiciales republicanas que intentaban controlar el denominado "Terror Anárquico", culpable, durante el segundo semestre de 1936, de la muerte de 6.400 personas (el 80% de todas las víctimas de la represión en Cataluña). Sin embargo, ni el gobierno de la República, ni la Generalitat disponían de los recursos para imponerse. Así que, al no poder contener la represión, procuraron salvar el mayor número de vidas posibles. El rector de la Universidad de Barcelona y consejero del Gobierno Autónomo catalán, Pere Bosh Guimpera, el propio presidente de la Generalitat Luis Companys y su permanente protector, Felipe Sánchez Román, figuran como algunos de los políticos y autoridades republicanas que realizaron gestiones en favor del joven catedrático. El 14 de octubre logran los avales necesarios para sacarlo de la checa. Se esconde con su familia, dos semanas más, en domicilios particulares, hasta que contacta con su hermano Esteban Pérez González, que acude a la frontera sur de Francia. Blas Pérez González consigue huir con su mujer y sus cuatro hijos. Toma un avión con pasaporte expedido por el gobierno de la República y vuela a Francia. En abril de 1937, volverá a cruzar la frontera, esta vez, para pasar a la España nacional e integrarse en el bando del general Francisco Franco[1]
Alcanza Burgos en mayo de 1937 y se afilia a Falange. Blas Pérez González contará con el aval de los servicios prestados en octubre de 1934, con los sufrimientos padecidos durante su encierro en Barcelona y con el respaldo de figuras destacadas del Nuevo Régimen como Ramón Serrano Suñer -incorporado a las tareas de gobierno por su cuñado el general Francisco Franco- y de Lorenzo Martínez Fuset -asesor personal de General y, también, miembro del Cuerpo Jurídico Militar-. Inmediatamente después de su llegada, Blas Pérez González impresionó al general Francisco Franco por la capacidad profesional que demostró en varios expedientes que le fueron confiados. Así empezó su ascensión dentro del Régimen. El 20 de mayo de 1937, se incorpora a la Asesoría de Jurídica del Cuartel General del Generalísimo de la que será Segundo Jefe. El 10 de noviembre de 1938, es investido como primer Fiscal del Tribunal Supremo. Igualmente, es nombrado consejero de FET y de las JONS y, en agosto de 1939, se le encarga la Delegación Nacional de Justicia y Derecho. Dos meses más tarde, Serrano Suñer le incluye entre los vocales de libre designación de la Junta Política.
El jurista canario creía que el Estado totalitario debía sostenerse en las dos instituciones a las que pertenecía: el Ejército y Falange. Mientras el Ejército aportaba el poder sobre la que descansaría buena parte de la autoridad del nuevo Régimen, el Partido Único proporcionaría el proyecto y la infraestructura burocrática necesaria para llevarlo a cabo. En palabras de Blas Pérez González, a la España Nacional le acompañaban la "fuerza" y la "razón". La fuerza se la confería la institución castrense, respaldada por el impresionante alzamiento de la España conservadora. La razón se la daba la defensa de las tradiciones legadas por el pasado nacional y la renovación que aportaba el programa de Falange Española. En el hábitat de la Dictadura, el regeneracionismo de Blas Pérez González recalaba en Falange[1].
A partir de la primavera de 1937, Blas Pérez González inicia su crucial aportación de 20 años al régimen del general Francisco Franco. La evolución de su pensamiento durante el periodo republicano, unida a la dramática experiencia padecida en Barcelona, le convencieron de que era imprescindible levantar un estado fuerte.
Es conveniente tener la memoria despierta - afirmaba años más tarde- de lo que pasamos y lo que sufrimos, de todo lo que fue la causa de nuestra Cruzada. A mí me cupo el honor de sufrir entre los buenos catalanes y hasta ocupé en Barcelona una celda en la checa de San Elías. Pero esto no puede ocurrir más que una vez en la vida. Y para que no vuelva a suceder, conserva y conservará el Generalísimo el Poder en sus manos: un Poder contra el desorden  y la injusticia que cierre el paso al libertinaje.[3]
Blas Pérez González pensaba que la movilización de la sociedad conservadora era imprescindible para contrarrestar el empuje creciente de la España de izquierdas. Esta movilización, la "Cruzada", se había producido en julio de 1936, no recurriendo a los votos, sino blandiendo las armas. La España conservadora había salido triunfante de la Guerra Civil y, ahora, había que proporcionarle un marco jurídico. "Las tropas vencedoras en la contienda" venían con "títulos de derecho"[4], que los hombres de leyes debían hacer efectivos, erigiendo el Derecho del Franquismo, porque, "para regir y gobernar los pueblos, se ha necesitado y se necesitará siempre de dos instrumentos que, coordinados, son los aptos para llevar a buen fin la empresa política: ley y autoridad, norma y hombre revestido de poder". En su determinación de colaborar en la configuración del Estado franquista, influye la valoración que Blas Pérez González tiene de la figura que acaudilla el Régimen. El general Francisco Franco le ofrece todas las garantías. Conoce al General desde su etapa de Marruecos y le consta que puede confiar en su mando. A fines de 1939, escribe, aún enardecido por la reciente victoria del Bando Nacional: "las vías del Imperio van siendo jalonadas por el credo del Ausente (José Antonio Primo de Rivera), el mandato de los caídos y la fe ciega de los hombres de buena voluntad en torno a Franco, Señor de España por derecho de Fundación"[5].
Blas Pérez González pasa a la historia por ser ministro de la gobernación.
De 1937 a 1957, Blas Pérez González aportará su talento jurídico y su esfuerzo personal a la edificación del Franquismo. En primer lugar, contribuirá a legitimar el Régimen surgido de la rebelión. La construcción del nuevo Estado requería argumentos jurídicos que justificasen el empleo de la violencia extrema contra un gobierno nacido de la voluntad popular. Como jefe de fiscales, coordinó la elaboración de la difundida Causa General (1943). Esta investigación de la fiscalía pretendía desacreditar a la II República, demostrando "la criminalidad del Frente Popular, ante el Mundo y ante la Historia, con las máximas garantías de seriedad y certeza".[1]
En segundo lugar, desde 1937 hasta 1942, Blas Pérez González, como Segundo Jefe de la Asesoría Jurídica del Cuartel General y como Fiscal del Tribunal Supremo, intervino en la configuración de la doctrina represiva aplicada por los Consejos de Guerra y contribuyó a la elaboración de leyes de carácter punitivo, promovidas por la Dictadura: en 1939, la Ley de Responsabilidades políticas; al año siguiente, la Ley para la Represión de la Masonería y el Comunismo; y, en 1941, la Ley para la Seguridad del Estado [2]. Blas Pérez González consideraba la represión un instrumento vital para alcanzar la victoria en la guerra y afianzar el Nuevo Estado en la paz. Así que el jurista canario coadyuvó a la implantación de un sistema represivo cuya meta era destruir a las élites dirigentes progresistas y mantener bajo el orden nacional a la población de izquierdas. Blas Pérez González entendía que los "crímenes" cometidos y la "destrucción" practicada por "los dirigentes rojos y sus secuaces" probaban que estaban equivocados quienes creían en "el viejo mito de que las ideas no delinquen, sin advertir el tránsito mecánico de aquellas a vías de hecho". La "realidad trágica" de la Guerra Civil lo había evidenciado. Por eso, el Gobierno necesitaba dotarse de armas legales que penasen unas ideas tan dañinas, que evitasen su propagación y, que, finalmente, las erradicasen del País [3]. El castigo infligido, profundo y persistente, conseguiría que la maltrecha España de Izquierdas aceptase vivir bajo el techo de un Régimen construido a la medida de la España conservadora. Así, la Ley de Responsabilidades Políticas reconocía como uno de sus fines permitir convivir, "dentro de una España grande", a los españoles que habían combatido en el bando vencedor y a los derrotados, "que borren sus yerros pasados mediante el cumplimiento de sanciones justas y la firme voluntad de no volver a extraviar" [4] .
En tercer lugar, Blas Pérez González dará un paso al frente y, desde el Ministerio de la Gobernación, manejará el aparato represivo franquista, tanto para defender al Régimen del ataque de la España de izquierdas -maquis, redes clandestinas del PCE y la CNT- como para preservar la Jefatura del Estado del acoso de los sectores disconformes internos -monárquicos partidarios de don Juan de Borbón y Falange radical-. El 3 de septiembre de 1942, Blas Pérez González jura, en el Palacio de El Pardo, ante el general Francisco Franco, el cargo de Ministro de la Gobernación, puesto que no abandonará hasta el 25 de febrero de 1957. Su afán al frente del Ministerio será custodiar la Jefatura del General Francisco Franco. Esta voluntad de servicio se basaba en dos motivos. De un lado, juzgaba que su Mando era el mejor para aquella hora de España por la capacidad personal del militar y por su idoneidad como elemento aglutinante de todas las facciones del bando vencedor en la Guerra Civil. De otro lado, Blas Pérez González creía que el General apoyaba el programa nacionalsindicalista, de forma que su cometido consistiría en emplear los recursos coactivos del Ministerio a fin de proporcionar a la Jefatura del Estado el orden y la seguridad necesarios para implantar el ideario josentoniano. El Ministro recién nombrado avisaba en su toma de posesión:
Lo advierto a tiempo para que nadie se llame a engaño: toda provocación que en forma directa o indirecta pretenda atacar a nuestro movimiento nacional, será prevenida y, en su caso, reprimida con la mayor energía. Tal es la consigna que, desde este momento, reciben las autoridades y funcionarios que desde hoy han de compartir sus tareas y desvelos conmigo [5].
Blas Pérez González se propuso hacer de su Departamento una maquinaria poderosa que actuaría dentro del marco legal que él mismo había contribuido a forjar. A juicio del historiador Gabriel Cardona, lo consiguió y "convirtió el Ministerio en una organización eficaz y sometida a férreo control" [6].
Durante los años cuarenta, una de las principales preocupaciones de Blas Pérez González fue el Maquis, la guerrilla republicana repartida por las zonas montañosas de España. Tras el desembarco de Normandía, en junio de 1944, los guerrilleros españoles que habían integrado la Resistencia francesa y que contribuyeron a expulsar a las tropas alemanas de Francia, volvieron sus armas contra el régimen fascista que gobernaba su País. A partir de entonces, se incrementaron las infiltraciones en territorio español para enlazar con los huidos del bando republicano que, desde 1939, deambulaban por los montes, y, así, organizar un ejército guerrillero. Los maquis pensaban mantener la lucha armada hasta que la intervención de las potencias democráticas derrocase a la Dictadura franquista. Sin embargo, el apoyo internacional no se hizo efectivo. En los comienzos de la Guerra Fría contra la Unión Soviética, Estados Unidos y Gran Bretaña antepusieron la lucha contra el comunismo a la democratización de España. Prefirieron una dictadura fascista, pero aliada segura, a una transición hacia un régimen democrático de resultado incierto. La actuación de la Policía española y de la Guardia Civil fue contundente. Las continuas redadas detenían, encarcelaban y torturaban a las cúpulas dirigentes y desmantelaban la estructura clandestina de la oposición. A partir de 1947, el Ministerio de la Gobernación ordena una ofensiva que arrincona al Maquis y termina por derrotarlo. A principios de 1952, solo quedaban casos aislados, agobiados por la persecución de la Guardia civil.
Durante la II Guerra Mundial, Blas Pérez González comulga con la opción germanófila auspiciada por Falange [7]. Sus relaciones con la policía alemana, la Gestapo, incrementaron la eficacia de las Fuerzas de Seguridad. Blas Pérez González estuvo interesado en que sus cuadros superiores recibieran formación de la policía alemana y procuró que pudiesen desplazarse a Alemania para recibir cursos. Según la investigación del historiador Manuel Ros Agudo, los "intercambios de información y colaboración", entre la Policía española y la Gestapo, "siguieron practicándose sin mayor dificultad, por lo menos hasta fines de 1944" [8]. Blas Pérez González acudía con frecuencia a las ceremonias públicas que agasajaban a las autoridades alemanas, favoreció, lo que pudo, las actividades de sus servicios secretos en España y creyó, casi hasta el final, en la victoria del III Reich [9].
En la primavera de 1947, el Ministro de la Gobernación vuelve a entrar en escena para cumplir con creces la tarea encomendada por el Jefe del Estado. Ese año, el Gobierno aprueba la Ley para la Sucesión. A continuación, se convoca un plebiscito, para julio, a fin de que el pueblo español refrendase la Ley. El referéndum, organizado por Blas Pérez González, fue considerado un éxito por el Franquismo, al arrojar un resultado favorable a la propuesta del gobierno del 93% sobre más de 15.000.000 de votantes. Aunque la ausencia de libertad, el terror existente en el País y la persecución que sufría la oposición impedían que el referéndum fuese considerado democrático, el plebiscito tuvo una importante repercusión. En un momento en que el Régimen estaba aislado internacionalmente, el resultado fue tenido en cuenta por las potencias vencedoras de la II Guerra Mundial, que interpretaron que el Dictador, verdaderamente, controlaba el País y disfrutaba, al menos, de cierto apoyo popular [10]. Frente a la consistencia del régimen del general Francisco Franco, que el Referéndum había probado, la alternativa monárquica encabezada por don Juan de Borbón, pese a ser democrática, mostraba disensiones internas y no garantizaba una evolución clara. Estados Unidos e Inglaterra tenían, en la Dictadura franquista, un régimen consolidado y un aliado seguro de gran importancia estratégica, a no ser que, desde el exterior, se empeñasen en desestabilizarlo. En el contexto de la Guerra Fría, el referéndum organizado por Blas Pérez González contribuyó a que ambas potencias desecharan perturbar un régimen anticomunista asentado y, consecuentemente, sacrificaran la democratización de España. Dentro del País, el plebiscito, también, reforzó la posición del general Francisco Franco. Los monárquicos del interior, ante la evidencia del afianzamiento del poder del General, no quisieron forzar su derrocamiento para aupar a don Juan de Borbón al Trono, temerosos de los trastornos que pudieran provocar la ruptura de la coalición que mantenía a la España conservadora en el poder. La coronación de Don Juan de Borbón debía realizarse con el consentimiento del Dictador. Eso no ocurrió y los monárquicos pospusieron la Restauración, aunque se mantuvieron como fuerza interna.
No es extraño que, años más tarde, el general Francisco Franco reconociera la eficacia de la labor del jurista palmero y dejara un juicio elogioso: "el ministro de la Gobernación, don Blas Pérez González, me parece estupendo, es de lo más leal y vale mucho; es un abogado de primera fila...Tengo gran afecto a este ministro" [11]. El Jefe del Estado comprendía que, transcurridos veinte años desde que empezó a gobernar España, el general auditor Blas Pérez González, ministro durante quince de esos años, había sido uno de los colaboradores claves del Régimen.
Desde la salida del Ministerio de la Gobernación, hasta 1978
A pesar de salvar la comprometida etapa del aislamiento internacional, a mediados de los años 50, el Régimen franquista mostraba señales de anquilosamiento. La Dictadura no respondía a los problemas que atenazaban al País. En 1956, llegaba la independencia de Marruecos. La situación económica empeoraba y el descontento de la población se exteriorizaba en forma de conflictos sociales en algunas de las principales ciudades. Además, según las encuestas realizadas desde el colectivo universitario, un alto porcentaje de la sociedad consideraba que el régimen era incompetente y corrupto. Por último, la pugna en el seno de la coalición vencedora de la Guerra Civil se encrespaba y recordaba a los peores momentos de la Postguerra. Para solventar esta crisis de funcionamiento, se articularon varias líneas de renovación, que convirtieron aquel momento en un cruce de caminos. Un sector aperturista, que tenía a Europa como referente, parecía despuntar en las universidades, alentado por la gestión del Ministro de Educación, Joaquín Ruiz Jiménez. Por su parte, la Falange, que llevaba varios años manifestándose frustrada por su postergación dentro del Régimen, concibió un plan destinado a consumar la Revolución Pendiente y dominar el Estado. Otro sector, integrado por miembros de la cúpula del Ejército y por élites políticas civiles, insiste en la Restauración monárquica, en la persona de Don Juan de Borbón. Por último, Carrero Blanco abandera un equipo de tecnócratas que plantea enganchar España al crecimiento económico europeo y dotar a la administración de mayor racionalidad, pero, manteniendo el régimen franquista. Su modelo disponía, sin complejos, del recurso a un férreo aparato coactivo y ofrecía un futuro con desenlace monárquico.
La última etapa de Blas Pérez González como encargado del Ministerio de la Gobernación se abre con los choques violentos entre estudiantes progresistas y falangistas, en febrero de 1956. En el seno de Falange, había sectores indispuestos con la Dictadura por el retraso que acumulaba la concreción de su programa totalitario. Esta ebullición de los sectores más radicales se veía sobreexcitada por la apertura que se producía en la Universidad, impulsada desde el Ministerio de Educación. Los alborotos estudiantiles incrementaban la tensión política y el Ministro de la Gobernación ordenó varias detenciones con el propósito de separar a los contendientes. A pesar de estas disposiciones, el  9 de febrero, ocurrió el choque más violento. Esta vez el encuentro fue a tiros y un falangista resultó herido en la cabeza. Por la noche, circularon rumores de que los falangistas se estaban armando. Al parecer, habían elaborado listas negras con nombres de personas sobre las que iba a caer su venganza. Blas Pérez González moviliza a la Policía para controlar los disturbios y evitar incidentes en la Capital. Los peores momentos de las luchas entre las "familias" del Régimen parecían reeditarse. Así, el Ejército, por medio de algunos de sus militares más prestigiosos, advirtió al general Francisco Franco que intervendrían si los falangistas intentaban cumplir sus amenazas. Al cabo de las horas, el orden se recompuso. El Jefe del Estado reaccionó cesando al Ministro del Movimiento por no controlar a la Falange y al Ministro de Educación por ser el responsable de la apertura liberalizadora que, a su juicio, había provocado los incidentes universitarios. Blas Pérez González tampoco salió bien librado y fue criticado, en el Gobierno, por no resolver la situación con prontitud[1].
Descartada la opción de los aperturistas, tras el cese del Ministro de Educación, dos sectores se disputarán la preeminencia. A un lado, Falange, autorizada por el general Francisco Franco para elaborar una legislación que acrecentara su poder en el Régimen. Al otro lado, la figura de Carrero Blanco, mentor del grupo de tecnócratas, se disponía a contrarrestar la operación falangista. Ambos conjuntos coincidieron en hostigar la posición de Blas Pérez González, con el propósito de reemplazarlo[2].
José Luis Arrese había contribuido, en 1942, al nombramiento del jurista canario como  Ministro de la Gobernación. Ahora, casi quince años más tarde, maniobra para deshacerse de su presencia en el Gabinete. La razón estribaba en que Blas Pérez González discutía las intenciones falangistas de hacerse con el control del Estado. José Luis Arrese procuró convencer al general Francisco Franco para que prescindiera del fiel Blas Pérez González, aduciendo el desgaste que suponía llevar quince años al frente de una Cartera tan complicada[3]. Por otra parte, Blas Pérez González contaba con la animosidad del Ministro de la Presidencia, Luis Carrero Blanco. El marino reconocía que el jurista canario tenía importantes cualidades: era leal al Jefe del Estado y poseía una gran formación jurídica. Pero, existían razones para desplazarlo del Gobierno[4]. Primero, Carrero Blanco, en la órbita del Opus Dei, era profundamente católico y recelaba de las rumoreadas vinculaciones de Blas Pérez González con la masonería que, a su juicio, se transparentaban en su mano blanda: "hasta la fecha la policía no ha sido capaz de señalar ninguna actividad masónica, y las ha habido"[5]. El general Francisco Franco se hacía eco de estas acusaciones cuando comentaba a su primo, el general Salgado Araujo, que, aunque Blas Pérez González "fue pasante del señor Sánchez Román en Barcelona; esto no quiere decir que sea de izquierdas ni que proteja a los masones, como algunos creen"[6]. Segundo, Carrero Blanco acusaba al Ministro de la Gobernación de no tener la suficiente energía para manejar la represión con la contundencia requerida cuando se producían disturbios graves en el País y aportaba como ejemplo los sucesos de Barcelona de 1951: "ni la policía gubernativa supo prevenir, ni la policía armada reprimió a tiempo y con la debida energía", hasta el punto de que "si el enemigo hubiera estado mejor preparado nos hubiera dado un serio disgusto"[7]. Carrero Blanco comprendía que su plan de renovación para el Régimen se iniciaba con una batería de medidas económicas impopulares, susceptibles de levantar protestas en algunos sectores sociales. Era, pues, necesario guardar el orden público con energía durante los primeros pasos de las reformas que iban a emprender los tecnócratas del Opus Dei y, para ello, había puesto sus ojos en el Director General de la Guardia Civil, Camilo Alonso Vega, hombre al que el propio general Francisco Franco consideraba "demasiado duro", sin "la flexibilidad suficiente para la cartera de Gobernación"[8]. Tercero, Carrero Blanco quería deshacerse de Blas Pérez González, simplemente, porque se oponía al proyecto que auspiciaba. El ministro canario estaba de acuerdo con que el Régimen debía evolucionar y despersonalizarse, pero no con la línea de los tecnócratas de Carrero Blanco, su antagonista desde los años cuarenta[9].
El proyecto de Carrero Blanco aunaba la superación económica, la pervivencia del régimen franquista y el futuro monárquico. Será el escogido para protagonizar la siguiente etapa del Franquismo. La Dictadura abandonaba, definitivamente, la autarquía al incorporar a los primeros integrantes del equipo de tecnócratas, encabezado por Laureano López Rodó. La adopción, en 1957, de esta alternativa para sacar del atasco a la Dictadura supondrá la salida de Blas Pérez González del Ministerio de la Gobernación. El jurista canario no había cumplido con las expectativas del Caudillo en los últimos contenciosos serios que había vivido el Régimen. Carrero Blanco aprovechó estos deslices para lograr su reemplazo en el Departamento. Como diría el historiador Gabriel Cardona, "Blas Pérez había sido victima de los enredos y habladurías de Carrero, que lo consideraba débil para la subversión"[10]. En efecto, el 25 de febrero de 1957, Blas Pérez González es sustituido por el general Camilo Alonso Vega. El relevo de Blas Pérez González se produjo como Carrero Blanco ya había propuesto, sin éxito, en el año 1951: reemplazo por el más duro general Camilo Alonso Vega, creación del Ministerio de la Vivienda -desgajado del Ministerio de la Gobernación- y ofrecimiento a Blas Pérez González para que lo desempeñase.
La fe que el general Francisco Franco mantenía en Blas Pérez González, sumada al valor que concedía a sus conocimientos jurídicos, explican que le ofreciera el recién creado Ministerio de la Vivienda y Previsión Social. Sorprendentemente, Blas Pérez González lo rechaza. Carrero Blanco falló en su último cálculo: el jurista canario prefiere ocuparse de su carrera académica y de sus negocios privados[11]. El general Salgado Araujo, secretario del Jefe del Estado, lo anotaba, así:
Resuelta la crisis en la forma anunciada por Franco, si se exceptúa al ministro Blas Pérez González, que no ha querido aceptar ningún puesto en el nuevo Gobierno, a pesar de habérsele ofrecido de un modo insistente el Ministerio de Sanidad; rasgo que le honra, por haber demostrado con ello que es digno y con amor propio, al no conformarse con la cuarta parte del Ministerio que ha regentado durante muchos años[12].
Francisco Franco, desconfiado ante el disgusto que mostraba el exministro por su cese y consciente de los secretos que guardaba, ordenó un dispositivo de vigilancia, que incluía escuchas telefónicas[13]. La prevención del General carecía de sentido. La aspiración del jurista canario era volver a la Universidad y labrarse una buena posición económica, a través de su bufete. Años más tarde, el propio General lo reconocerá:
Nos vamos a quedar sin ministro de Hacienda, pues Navarro tiene once hijos y necesita ganar más dinero para sostenerlos y educarlos. El cargo de ministro no es rentable y un hombre como él gana mucho con su bufete. Le sucede lo mismo que a Blas Pérez, que siempre estaba deseando recuperar su bufete[14].
Blas Pérez González conservará su relación con la política a través del escaño de Procurador en Cortes que retenía desde 1943. Pero, sus dedicaciones principales serán la abogacía y el asesoramiento de empresas pertenecientes al grupo March. Concretamente, fue consejero del Patronato de la Fundación Juan March, presidente de Nora ibérica SA, vocal de la Compañía Transmediterránea, de Levante SA, de la Compañía de Seguros Generales, de La Auxiliar de la Construcción SA, etc.[15].
Blas Pérez González falleció el 7 de febrero de 1978, de una dolencia cardiaca, tres años después de la desaparición del general Francisco Franco. El diario El País glosaba su perfil, casi a modo de epitafio: Blas Pérez González había sido "un hombre de confianza de Franco"[16]. (sgonzalez, en: file:///C:/Documents%20and%20Settings/Edu/Escritorio/Blogs%20elapuron.com%20-%20La%20Plaza%20 )

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Notas:
Trayectoria de Blas Pérez González durante los años republicanos.
[1] Notable conferencia del catedrático Don Blas Pérez González, Gaceta de Tenerife, 23 de julio de 1931 y Comentarios a una conferencia (I, II y III), Espartaco, La Palma, 25 de julio, 1 y 8 de agosto de 1931. Los resultados electorales en CABRERA ACOSTA, Miguel Ángel: Las elecciones a Cortes durante la II República en las Canarias Occidentales, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2004, pp. 39 y 101-104.
[2] GARRIGA, Ramón: Los validos de Franco, Planeta, Barcelona, 1981, pp. 132-133.
[3] Los nuevos ministros, El Día, Tenerife, 8 de septiembre de 1942.
[4] Los textos entrecomillados se extraen de MINISTERIO de la GOBERNACIÓN: Dictamen de la Comisión sobre la ilegitimidad de poderes actuantes en 18 de julio de 1936, Editora Nacional, Madrid, 1939 pp. 31-45; PÉREZ GONZÁLEZ, Blas: Memoria elevada al Gobierno Nacional en la solemne apertura de los tribunales, Instituto Editorial Reus, Madrid, 1940, pp. 7-8, 86 y 96; MINISTERIO de JUSTICIA: Causa General. La dominación roja en España. Avance de la información instruida por el ministerio público, Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, 1943, p. XI.
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Los años de la contienda española.

[1]MORERA BRAVO, A.: Recuerdos de Don Blas. Diario de Avisos, La Palma, 10 de febrero de 1971; Los nuevos ministros, El Día, Tenerife, 8 de septiembre de 1942; La vanguardia, Barcelona, 10 de septiembre de 1939 y 4 de septiembre de 1942.
[2] PÉREZ GONZÁLEZ, Blas: Memoria elevada al Gobierno Nacional en la solemne apertura de los tribunales, Instituto Editorial Reus, Madrid, 1940, pp. 7-9 y Prólogo. En BENÍTEZ DE LUGO Y REYMUNDO, Luis: Responsabilidades civiles y políticas, Editorial Bosh, Barcelona, 1940, p. XV.
[3] El ministro de la Gobernación visita las obras de la Ciudad Sanatorial de Tarrasa, La Vanguardia Española, Barcelona, 16 de octubre de 1945.
[4] PÉREZ GONZÁLEZ, Blas: 1940, op. cit., pp. 7-8.
[5] PÉREZ GONZÁLEZ, Blas: Prólogo. En BENÍTEZ DE LUGO Y REYMUNDO, Luis: 1940, op. cit., p. XV.
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Blas Pérez González pasa a la historia por ser ministro de la gobernación.
[1] MINISTERIO DE JUSTICIA: MINISTERIO de JUSTICIA: Causa General. La dominación roja en España. Avance de la información instruida por el ministerio público, Sucesores de Rivadeneyra, Madrid, 1943, pp. XI-XII.
[2] FERRER MUÑOZ, Manuel: “Blas Pérez, Ministro de Franco”. En I Encuentro de Geografía, Historia y Arte de la Ciudad de Santa Cruz de La Palma, La Palma, Patronato de la Fundación del V Centenario de Santa Cruz de La Palma, 1993, pp. 490-491; PÉREZ GONZÁLEZ, Blas: Prólogo. En BENÍTEZ DE LUGO Y REYMUNDO, Luis: Responsabilidades civiles y políticas, Editorial Bosh, Barcelona, 1940, p. XIV.
[3] PÉREZ GONZÁLEZ, Blas: Prólogo. En BENÍTEZ DE LUGO Y REYMUNDO, Luis: 1940, op. cit., p. XIV.
[4] Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939, BOE, Madrid, 12 de febrero de 1939.
[5] Los nuevos ministros, El Día, Tenerife, 8 de septiembre de 1942.
[6] CARDONA, Gabriel: El gigante descalzo. El Ejército de Franco, Madrid, Aguilar, 2001, p. 86.
[7] RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, José Luis: Historia de Falange Española de las JONS, Madrid, Alianza Editorial, 2000, p. 468; PRESTON, Paul: Franco, Madrid, Grijalbo, 1994, p. 585.
[8] ROS AGUDO, Manuel: La guerra secreta de Franco (1939-1945), Barcelona, Crítica, 2002, p. 204.
[9] ROS AGUDO, Manuel: 2002, pp. 185 y 204-205; PRESTON, Paul: 1994, op. cit., pp. 614 y 642.
[10] PRESTON, Paul: 1994, op. cit., p. 711; DE LA CIERVA, Ricardo: Franco. La historia, Madrid, Editorial Fénix, 2000, pp. 768-769; GARRIGA, Ramón: Los validos de Franco, Barcelona, Planeta, 1981, p. 187.
[11] SALGADO ARAUJO, Francisco Franco: Mis conversaciones privadas con Franco, Barcelona, Planeta, 1976, pp. 182-183.

[1] Manifestaciones del Ministro de la Gobernación acerca de su viaje a América, La Vanguardia, Barcelona, 22 de diciembre de 1955.
[2] PÉREZ GONZÁLEZ, Blas: Memoria elevada al Gobierno Nacional en la solemne apertura de los tribunales, Instituto Editorial Reus, Madrid, 1940, p. 6.
[3] GARRIGA, Ramón: Los validos de Franco, Planeta, Barcelona,1981, pp. 127-128.
[4] La Vanguardia, Barcelona, 6 de octubre de 1953.
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Desde la salida del Ministerio de la Gobernación, hasta 1978
[1] ARRESE MAGRA, José Luis: Una etapa constituyente, Planeta, Barcelona, 1982, pp. 8, 23 y 30; CARDONA, Gabriel: Franco y sus generales. La manicura del tigre, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 2001, p. 160; PRESTON, Paul: Franco, Grijalbo, Madrid, 1994, pp. 806-807.
[2] ARRESE MAGRA, José Luis: 1982, op. cit. DE LA CIERVA, Ricardo: Franco. La historia, Editorial Fénix, Madrid, 2000, pp. 830-833; PRESTON, Paul: 1994, op. cit., pp. 806-810.
[3] ARRESE MAGRA, José Luis: 1982, op. cit., pp. 86-87 y 149.
[4] TUSELL, Javier: Carrero. La eminencia gris del régimen de Franco. Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1993, p. 196.
[5] TUSELL, Javier: 1993, op. cit. p. 201; FERRER MUÑOZ, Manuel: "Blas Pérez, Ministro de Franco". En I Encuentro de Geografía, Historia y Arte de la Ciudad de Santa Cruz de La Palma, Patronato de la Fundación del V Centenario de Santa Cruz de La Palma, La Palma, 1993, p. 486.
[6] SALGADO ARAUJO, Francisco Franco: Mis conversaciones privadas con Franco, Planeta, Barcelona, 1976, pp. 182-183.
[7] TUSELL, Javier: 1993, op. cit. p. 201.
[8] SALGADO ARAUJO, Francisco Franco: 1976, op. cit., p. 201; PRESTON, Paul: 1994, op. cit., p. 830.
[9] FERRER MUÑOZ, Manuel: 1993, op. cit., p. 486; TUSELL, Javier: 1993, op. cit. pp. 230 y 232.
[10] CARDONA, Gabriel: 2001, op. cit., p. 181; PRESTON, Paul: 1994, op. cit., p. 830; RODRÍGUEZ JIMÉNEZ, José Luis: Historia de Falange Española de las JONS, Alianza Editorial, Madrid, 2000, pp. 501-502.
[11] CARDONA, Gabriel: 2001, op. cit., p. 181; GARRIGA, Ramón, 1981, op. cit., pp. 205-208.
[12] SALGADO ARAUJO, Francisco Franco: 1976, op. cit., p. 201.
[13] GARRIGA, Ramón, Los validos de Franco, Planeta, Barcelona, 1981., pp. 205-208; PRESTON, Paul: 1994, op. cit., p. 830.
[14] SALGADO ARAUJO, Francisco Franco: 1976, op. cit., p. 271 (La negrita es nuestra).
[15]CARDONA, Gabriel: 2001, op. cit., p. 181; GARRIGA, Ramón, 1981, op. cit., p. 208; EQUIPO MUNDO: Los 90 ministros de Franco, Barcelona, Dopesa, 1971, p. 112.
[16] GARCÍA HERNÁNDEZ, José: Un hombre de confianza de Franco, El País, Madrid, 8 de febrero de 1978.









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